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La mécanique de cœur vide por Siamy

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Notas del capitulo:

Capítulo 7:

Baseball

Durante el día procuré evitar a KyungSoo. Nadie más podría saber nuestra relación con un bebé mestizo. ¡Nadie más! Por lo tanto, él era un completo extraño.

Y sin embargo…

¿Por qué Dodo? Incluso yo; el autor de tan tonta idea, soy capaz de cuestionarme el nombre del bebé. Lo cierto es que ni se parece a él. Bueno… lo de los ojos no fue más que sinceridad; son grandes, en exceso, como los suyos. Eso no tiene que someterse a discusión. Pero por lo demás… era tan sólo un muñeco. Un simple pedazo de metal.

¿Dodo? Él tenía razón, el nombre era horrible para un bebé; ¡vamos! Lo era incluso para esta tarea. Pero no puedo evitarlo… tengo que ser así de molesto porque él es un pueblerino. Fuimos a realizar las prácticas en el aula 16. Una tontería… sentarnos en unos sillones a esperar que la criatura electrónica llorara para darle un biberón.

Entonces le hablé.

— ¿Estás enojado?— esto lo dije con total desinterés y un poco de burla. Justo la manera en que debería dirigirme a él.

—No. ¿Qué más da? Es tan sólo una tarea. No nos soportaremos por siempre. —en efecto, el chico estaba que echaba fuego.

—Al final quisiste que se llamara así. —le dije, jugando un poco más. Él estalló. Justo como lo esperaba.

— ¿Podrías al menos cerrar la boca? Tengo la cabeza saturada. —dijo, poniendo mala cara, y mirándome con todo el fastidio que pudo.

—Como quieras. Yo sé que eres un insolente. —él se rió despectivamente.

El bebé comenzó a llorar. Él le dio el biberón. A nuestro alrededor; todos se divertían de lo lindo con su bebé. Unos tenían problemas para callarlo; otros parecían no tener ojos para nada más que su muñeco.

—Dodo… ¿Qué son tus padres?— le dije; el alzó la mirada.

— ¿Para qué quieres saberlo?— dijo, a la defensiva.

—No lo sé. De repente me ha entrado curiosidad. —deslicé mis dedos por el sillón y me senté más cerca de él. Lo noté en guardia todo el tiempo. Cuando me acerqué más, él me miró precavido.

—No tiene sentido decírtelo. —dijo, mirando hacia otro lado.

—KyungSoo ¿Te pongo nervioso con esta pregunta?— le dije, pues se había puesto muy rojo al notarme más cerca. Cierto, es que me deslicé como una serpiente para estar más cerca de él. Le sonreí de manera provocativa.

—Si no quieres decirlo, está bien. Debe ser alguna cosa de pueblerinos sentirse avergonzado ¿No?— dije, y acorté más la distancia entre nosotros.

—No, para nada. Estoy orgulloso de mis padres. —dijo; y noté la sinceridad.
Fruncí el ceño; pero no dejaría que aquello me desviara la mente.

— ¿Sabes? Creo que podemos… llegar a llevarnos muy bien. ¿No crees?—
él me miró desconcertado.

— ¿De qué hablas? Hace unos días no parecías interesado en mí. —dijo, y se alejó un poco más. De nuevo acorté la distancia entre nosotros, hasta que quedó aprisionado entre los brazos del sillón, y entonces rocé mi rodilla con su pierna. Él me miró enojado.

—No pienses mal. Quizás me haya equivocado, y no seas tan plebeyo después de todo. Además… no estás nada mal. —dije, evaluando su cuerpo en general. Él apartó la mirada; luego comencé a acercar mi rostro al suyo.

A nuestro alrededor, la gente andaba en lo suyo. Nadie nos prestaba la más mínima atención. Por eso hacía todas estas cosas… porque nadie podía mirarnos.

— ¿Estás loco? Quítate. —me dio un empujón, pero yo retuve su mano entre la mía y la acaricié con parsimonia. Le besé la mano con delicadeza; él estallaría en un derrame nasal de un momento a otro. ¡Haha! esa idea me divertía. Acerqué mis labios a su oído y le susurré…

—No tienes por qué fingir nada. Es evidente que sientes algo por mí. Incluso sin conocerme bien, porque no me conoces y quizás nunca lo logres, te parezco atractivo. ¿Es difícil? Me refiero a intentar ignorarme. O a intentar aparentar que te parece un castigo que yo sea tu pareja en esto. Puedes ser sincero conmigo. No le diré a nadie. —él frunció el ceño y me dio un puntapié cuando volví a rozar mi rodilla con su pierna.

—Ni se te ocurra. Por supuesto que no me pareces atractivo. Y no tengo que fingir nada. —no pude evitar sonreírle arrogantemente.

—No importa. ¿Sabes una cosa? Me gusta que las cosas sean difíciles. No hay reto en los que caen tan sencillamente en tus brazos ¿No? ¿Entonces dónde queda la diversión?— intenté tomarle la mano otra vez, pero él la apartó de inmediato.

—Detente de una vez. Si el profesor nos ve…

— ¿Y qué? ¿Tan molesto es tenerme así de cerca?— dije; soltando un suspiro, y después, aspirando su aroma. Me había acercado mucho y no me importaban los empujones que me daba. Aspiré todo lo que pude, hasta que no pude más.

—No lo diré otra vez, JongIn. —dijo él; tratando de imprimirle fuerza a esa voz que se derretía con mi sola presencia, y mi respiración sobre su cuello.

—Hmm… de acuerdo; pero tendrás que tratarme con mayor cuidado ahora que soy yo el padre de tu hijo… —se quedó de piedra; mirándome fijamente.

— ¿Qué… estás tratando de decir?— dijo él; olvidándose de la poca distancia que nos separaba. Entonces coloqué uno de mis dedos en su barbilla y lo hice recorrer la superficie de su rostro. Él se tensó, pero no hizo nada. Luego, y peligrosamente, me acerqué aún más… tratando de ver más allá de la suave piel que estaba tocando ahora. Pude examinar esos orbes, los orbes de un pueblerino. En ellos pude ver mi rostro. Sonriendo con traviesa sensualidad, y me vi tan claro, tan transparente que…

—Nada. No trato de hacer nada. ¿Cómo puedes ser tan iluso? Estaba jugando contigo. —dije; apartándome de un solo movimiento. Disgustado.

¿Por qué?

Estas cosas funcionaban mejor con Song Qian. Podía sentir la satisfacción de la ilusión de una persona, para luego decir que todo fue una mentira.

Pero ahora… no.

Él ni siquiera me miró. Me quedé callado, sin hacer nada. Él tampoco se movía. Luego llegó BaekHyun, y se sentó en medio de los dos. Ignorando olímpicamente a KyungSoo.

— ¡JongIn! Estoy muy triste. Ambos debimos ser pareja. Lo sabes ¿verdad?— dijo el molesto rubio.

—Claro. Eso mismo estaba pensando, cariño. Pero no tenemos suerte. De todos modos sabes que me muero por pasar más tiempo contigo. ¡Diablos! Justo ahora me corrompe la envidia de verte con ChanYeol. Estás tan lejos de mí. —hice gala de mis mejores actuaciones. Byun quedó complacido. Parecía no concebir la “realidad” de mis palabras, como siempre.

Eché una mirada a Dodo. Inmóvil y sumergido en sus propias cavilaciones.

Después de mi acercamiento exploratorio, decidí que no había mucho más para examinar. No había muchas cosas especiales en él. Quizás había cosas curiosas, pero nada que valga la pena.
Salí de clases y me metí en el auto. Él no esperaba a sus amigos del pueblo ahora. Se iba por la calle. Lo vi perderse. Esfumarse como un halo de luz en la distancia. Y me quedé de ese modo. No sé cuánto tiempo…

Tenías muchas dudas…

Nunca antes había estado tan cerca de alguien tan pobre. O quizás sí, pero no me había dado cuenta. De repente comencé a interesarme sobre la persona que me robaba las participaciones en la clase. Sobre el alumno prodigio que había conseguido una beca en esta escuela, sobre su maldito distrito de pobretones y su vida…

¿Y cómo es que llegué a todo esto?
Ah~ Pues todo esto corresponde al trabajo de varios días y noches sin sueño. Pero no quiero abrumarte con ello ahora. Se supone que mi yo de ahora es el insolente, arrogante niño rico. Dejémoslo así por un tiempo ¿Sí?

¿Qué crees que hice ahora? Espera… ¿Crees que lo dejé perderse en las calles y me fui a casa? No…

Lo seguí. Hice sonar el claxon del auto y él dio media vuelta.

— ¿Qué quieres?— dijo, desinteresado.

—Vamos a comprarle ropa al bebé. —le dije, sacando la cabeza del cristal.

— ¡Hahaha! estás demente. ¿Ahora?—  dijo, riéndose de mi propuesta.

—Estoy hablando en serio. Ahora deja de burlarte y sube al auto. Buscaremos ropa decente. No esa cosa. —dije; recordando la lana barata y la textura inapropiada del suéter del muñeco.

—No me tomes el pelo. Si quieres comprarle ropa, ve tú solo. —dijo, dejándome allí. Me enojé.

—No te pongas difícil ahora. No puedo otro día. Será una molestia si…

—Tengo cosas que hacer. Si quieres el muñeco solo tienes que pedirlo. —dijo, perdiendo la paciencia.

—No iré solo a una tienda de artículos para bebé. —él arqueó una ceja.

— ¿No tienes algo así como un sirviente que te compre esas cosas? Ó ¿no puedes mandar a traer un modelo o algo así?— dijo; sonriendo con malicia.

—No seas ridículo. Por supuesto que sí pero… Está bien. Olvídalo. —dije, comenzando a acelerar. Él tenía razón. Cualquier persona podía hacerlo y yo ofreciéndome como un idiota.

— ¿Por qué… de repente haces todas estas cosas?— dijo, un poco incómodo.

—No lo sé. Estoy… aburrido, eso es todo. —arranqué y me perdí en las
calles. Dejándolo por completo solo.

¿Pero qué me sucedía?

¿Aburrido? Tengo miles de cosas que hacer como… como…

Ninguna.

Hoy no tengo nada que hacer. Pero… ¡no! Puedo ir al campo de baseball y practicar. Sí. Tiene meses que no practico y creo que ya es hora.
Entonces sólo fue mi imaginación. No me siento solo. No me siento aburrido. Practicaré y entonces me olvidaré de… esto.
Llego a casa y me siento a la mesa.

—Aquí tiene, joven JongIn. —dijo Song Qian. Ni siquiera fui consciente de lo
que comía.

—Hoy estás un poco ido. —dijo JoonMyun. Le lancé una mirada desinteresada.

—Estoy bien. —dije, y cerré de nuevo mi boca.

—JongIn… hum… me preguntaba si… si no tienes nada que hacer hoy, yo… bueno, es una tontería pero…

—Ve al grano ¿Quieres?— le dije, perdiendo la paciencia. El otro se sobresaltó pero tragó, un poco nervioso. Este tipo es un idiota.

—Pues… quería ir contigo a algún lado. Podemos ir a los go-cars. O podríamos jugar un partido de fútbol americano en el jardín. ¿Qué dices? Seremos tú y yo… como cuando éramos chicos ¿Recuerdas?— puse mala cara. ¿Y ahora qué mosca le había picado a este?

—No puedo, estoy ocupado.

— ¿Qué tienes que hacer? ¿Tarea? Descuida… si tienes mucha te ayudaré a hacerla; y podremos…

—Dije que no puedo. Iré con mis amigos al campo de baseball, JoonMyun. —al otro se le iluminaron los ojos.

— ¡Claro, el baseball! Tiene tiempo que no lo practicas, JongIn. Y tiene tanto que no veo a tus amigos. Sería divertido y…

— ¿Quién dijo que irías tú? Dije que iré con mis amigos. —le respondí, en tono despectivo. Azoté la copa del vino sobre la mesa. JoonMyun se sorprendió.

— ¡Oh! Ya veo… está bien entonces. —sonrió un poco. Pero yo sabía que eso no lo hacía feliz.

—Ya terminé. —lo cierto es que mi plato estaba a la mitad. Pero escucharlo me irritaba de sobremanera. Pude ver su rostro decepcionado y bajó la cabeza. ¡Diablos, pero qué dramático que es!

Subí las escaleras y llegué a mi habitación. Me tumbé en la cama. Enojado. ¿Y enojado de qué, eso te preguntas? Pues de todo. Y con todo me refiero a todo. A mi hermano, a mi padre, a los idiotas de la escuela… a KyungSoo. Ese mocoso no me ha hecho nada; y aun así me enferma estar con él. ¿Por qué? ¿Por qué me hace tanto mal? ¿Y siendo que me enferma; por qué este día quería que fuéramos a comprarle ropa al robot?

¡Vamos, JongIn!

No estás deprimido, ni nada. Ni siquiera tienes motivos para sentirte deprimido. Anda; ¡ponte de pie, holgazán! Tienes que ir al campo de baseball. Sin amigos, porque no tienes. Pero irás solamente a batear unas cuantas veces y volverás a la mansión tan cansado, que te darás una ducha y te meterás en la cama sin pensar en nada más.
Eso es lo que necesitas. No pensar en nada…
Así; con esa vocecilla en la cabeza que me dice que soy patético, me pongo de pie de un salto.

A la media hora ya estaba en el campo. Había pocas personas. Solo un grupo de chicas, que cuchicheaban en la cancha de tennis. Luego se acercaron a las rejas para verme jugar.

¿Lo has visto? ¡Es tan guapo!

Lo sé… Y míralo con ese uniforme. Sencillamente perfecto. Parece un jugador profesional.

¿Crees que sea alguien famoso?

¡Si lo miro cinco segundos más, perderé el conocimiento!

De acuerdo. Aquello me distraía un poco. Pero ya estaba acostumbrado.

La máquina lanzaba una, otra, y otra bola. Yo las bateaba todas. Con toda mi fuerza. De repente sentí que los problemas se me escurrían entre cada golpe del bate. ¡Clac! ¡Clac!

Luego pensé: JongIn, si los problemas fueran pelotas de baseball, y todas fueran tan fáciles de batear, entonces no tendríamos problemas. ¡Clac! Y de nuevo serías feliz.

No sé cuánto tiempo pasó. Pero sentí que toda la cólera, todos los problemas, la ira, el rencor, mis frustraciones; sentí que todo eso se esfumaba entre cada golpe.

Entonces, lo vi. Iba llegando al campo acompañado del otro tonto. En la mochila se asomaba el bebé robot. Entonces el sacó unos bates y una bola. Todo era viejo, obviamente.

— ¡Vamos SeHun!— pero qué molesto.  Él dijo que estaba ocupado. ¿Acaso le llama ocupado a jugar al baseball con su amigo?

— ¡Ya voy!— entonces él se acercó corriendo a su lado. Luego dejaron en las gradas al bebé robot. Le pusieron una gorra de baseball. ¡Pero qué ridículo!

—Tan sólo observa, Sehunnie. Tu padre es un as del baseball. —dijo el chico. ¿Qué? El bebé se llamaba SeHun? ¿Pero qué diablos? ¡NO! SE LLAMA DODO, tonto.

—No soy un as en el baseball, SeHun. Y el robot no se llama así. Lo sabes. —vaya... al menos el respetaba el nombre del muñeco.

— ¿Entonces cómo? No has querido decirme. —el chico se cruzó de brazos.

—Es una tontería. Yo no le puse el nombre. Fue el negro ricachón. — ¡espera un segundo! ¿Dijo “negro ricachón”? ¿Quién se cree que es ese mocoso pelirrojo? Aprieto el bate autografiado de Ty Cobb y casi lo rompo. Pero no. Este es un tesoro. No puedo romperlo sólo así. Sólo hay tres en el mundo y este es sólo mío.

— ¿Y qué? ¿Es algo como JongIn Jr. o alguna estupidez como esa? —Dodo rompió en carcajadas. Su ropa era bastante ordinaria. Un pantalón deportivo gris; demasiado barato, y demasiado ajustado para mi gusto. Y la camiseta era blanca. Todo era normal en él, pero ese pantalón seguía siendo ajustado.

—No SeHun. Pero ni siquiera tiene importancia. Vamos a jugar ¿quieres? Me has preguntado sobre él todo el día. Ya lo veo en la escuela mucho tiempo. No me hagas recordarlo. — comenzaron a jugar. Luego me di cuenta que Dodo no era tan malo jugando al baseball. Era eso o que su compañero era un completo tonto en eso.

En una de esas, la bola fue golpeada con demasiada fuerza y el rubio no pudo detenerla a tiempo. Le cayó en el ojo. Hahaha ¡Fue tan divertido! Dodo corrió como un maniaco tratando de ayudar.

— ¡Lo lamento SeHun, no quería hacerlo!— el chico se sostenía el ojo; seguramente se pondría morado.

—NO… no pasa nada. —dijo, un poco mareado.

—Déjame verlo. ¡Rayos! Se ve fatal, espera, iré por algo de ayuda. —el chico se sentó en las gradas a esperarlo. Yo no apartaba la vista del espectáculo de aldeanos. Luego regresó él, con una bolsa de hielo en un pañuelo. Se lo ofreció.

— ¿Cómo te sientes?— el otro emitió un gruñido.

—Hum… bien. — dijo; disfrutando del frío en su ojo.

—Deberíamos irnos a casa. —dijo él; sentándose a su lado. El chico se quitó el hielo del ojo.

—No, estoy bien, KyungSoo. Ya me siento mejor. —dijo, de repente olvidándose del dolor.

— ¿Qué? Pero si…

—No, estoy bien. Sabes que me recupero de los golpes en un santiamén. —se puso de pie. Dodo seguía sentado; mirándolo con preocupación.

—Pero se ve…

— ¿Muy mal? ¿Eso significa que ya no te gusto?— él se puso de pie y soltó una risa. Luego le dio un golpe en el hombro.

—No seas tonto. —en ese momento él lo rodeó entre sus brazos y lo levantó del suelo. Como aquella vez en la escuela.

— ¡SeHun, bájame!— dijo él. Dando patadas en el aire.

— ¡No! ¡No lo haré!— pero a los segundos lo volvió a depositar en el suelo.

— ¿Sabes? Aún me duele. —dijo, y él se asustó.

—Pero dijiste que ya no…

—Mentí. Me duele, y me duele mucho. Tal vez… si besaras mi pequeño ojo herido, sanaría. —él le dio un golpe en la cabeza. El otro soltó un ¡Auch! y se sobó la cabeza.

—Vamos a jugar en las máquinas de allá. Practiquemos nuestros bateos. — dijo el, emocionado.

Entonces sonreí. Salí de la zona de los lanza-pelotas y me acerqué a ellos. Entonces, se percataron de mi presencia.

— ¡Hey! ¿Qué haces aquí, Dodo?— él me miró boquiabierto.

— ¿Qué haces TÚ aquí?— dijo, y su amigo me miró ceñudo.

—Pues lo obvio, jugar. —él examinó mi aspecto un segundo. Luego apartó la mirada; seguramente, cohibido.

—Claro. —dijo él, tomando la mochila con el bebé robot y yendo hacia las máquinas.

—Te he visto jugar. —dije, antes de que se fuera.

— ¿Ah sí?— dijo, guardando las bolas en la mochila.

—Sí. ¿Te apetece una competencia en el lanza pelotas? Descuida, será amistosa. Y como soy una “buena” persona, procuraré que mi victoria no sea aplastante.

— ¡Hey niño! KyungSoo es mucho mejor que tú en el baseball. No seas tan pomposo ¿Quieres?—Dodo le tapó la boca a su amigo.

—Por supuesto que no lo soy. Tampoco mientas. —enarqué una ceja.

— ¿Entonces? ¿Aceptas?— el chico SeHun respondió por él.

—Por supuesto que acepta, él te aplastará, ricachón. —dijo, el muy ruidoso.

— ¡Perfecto! Vamos entonces. —le dije; lo tomé de la mano y lo arrastré a las máquinas. Atrás escuché la voz del amigo diciendo “No lo toques” pero ni siquiera le hice caso.

—Yo contaré los bateos. —dijo el chico. Asentí. Cada uno se colocó en diferentes lanza pelotas. Dodo parecía enojado.

—Esto es… idiota. —dijo él, resoplando.

—Antes de empezar, creo que deberíamos apostar. Eso lo hace más emocionante. —le dije, con una sonrisa traviesa.

— ¿Apostar? ¿Qué cosa?— dijo, ajustándose la gorra.

—Pues… si tú ganas pídeme lo que sea, no importa lo que sea, te lo daré. Y si yo gano… —dejé la frase en suspenso. Él me miró ceñudo.

— ¿Si tú ganas…?

—Cuidarás de Dodo II las dos semanas completas. —el chico SeHun me miró un poco sorprendido.

— ¿Qué dices?— dijo Dodo, con una venita de cólera.

—Ya lo sabes. Entonces… ¿Apostamos?— dije, y le ofrecí la mano. Él se quedó callado.

— ¡Vamos KyungSoo! De todos modos él no te ganará. —él lo pensó un poco.

—Está bien, pero si yo gano entonces tú lo cuidarás.

— ¿Eso sería todo? ¿No quieres otra cosa?— dije, un poco desconcertado.

—No necesito nada, gracias. —dijo, con una sonrisa insolente.

—Umm… como quieras entonces. —y nos estrechamos la mano. Su mirada había cambiado radicalmente. En sus ojos se leía la determinación y el inicio de una competición.

Y yo iba a ganar…

—Entonces, ¡vamos ya!— dijo el chico; entonces activó las máquinas. Las bolas comenzaron a salir. Los dos con los palos en mano. Esperando batear.

Ninguno de los dos le dio tregua al otro. ¿Pero de dónde había salido este chico? Bateaba como un profesional. Pero mi técnica era, en efecto, superior. Luego incrementamos la velocidad, para llegar al desempate. El chico SeHun estaba impresionado.

— ¡Chicos, este es el último nivel! ¿Pueden seguir?

— ¡CLARO QUE SI!— Respondimos, los dos, al unísono. Luego nos miramos. Dodo me dirigía una mirada intensa, una mirada de quién desea conquistar la victoria. La mía, debió haber sido la misma.

—Ni lo sueñes pueblerino. Yo entreno en el nivel 10 y soy un experto. —él se rió.

— ¡Ja! Yo también entreno en el nivel 10. Así que cierra la boca, ricachón. —se ajustó la gorra. Ese gesto me gustó. Sonreí.

— ¡Vamos, KyungSoo! Hunnie te apoya. —dijo el tonto, alzando al muñeco entre sus dos brazos. Entonces, estallé.

—Que no se llama Sehunnie o Hunnie o lo que sea. Se llama Dodo II ¿Entiendes?— dije, y Dodo me miró, desconcertado.

— ¡Se llama Sehunnie y punto!— dijo el otro.

—Mira tonto… si sigues con eso entonces iré por ti, y créeme que no quieres otro ojo morado. —le dije, amenazador.

—Olvida eso… tan sólo batea. —dijo Dodo; golpeó el palo contra el suelo. Yo hice lo mismo.

— ¿Sabes una cosa? Con esa gorra, te ves muy lindo. —entonces él me miro ceñudo.

—No me hagas reír. Ese tipo de cosas no me desconcentran. — ¡diablos! Pensé que funcionaría. Hacerlo perder la concentración con un halago y después la victoria sería mía. Pero no. Yo confío en mis habilidades. Él va a perder.

—Ok… —me ajusté la gorra. Estaba nervioso. Él era muy bueno, quizás más bueno que yo. Y si perdía… cuidaría de Dodo II el resto del proyecto. No sé si podría sobrevivir a la burla pública.

— ¡Aquí van!— el chico activó las máquinas. La velocidad era… impresionante. Bateamos una tras otra tras otra bola. Comenzamos a cansarnos. La gente se arremolinaba en las gradas; interesadas en nuestra batalla. Luego comenzaron a dolerme los brazos. El perdió tres bolas y yo cuatro. ¡Demonios!

— ¡Ríndete ya!— dije, desesperado.

— ¿Qué? ¡Por mi vida que no lo haré! Voy ganando ¿Estás nervioso… miedoso?— dijo él, jugando conmigo. Me puse rojo de cólera.

—Ya verás plebeyo. —las siguientes bolas nos empataron. Él se puso tenso.

— ¡Vamos Soo, vamos Soo!— el rubio comenzó a bailar en el campo con Dodo II en lo alto. Era un payaso.

— ¡Cállate SeHun! Me desconcentras. —dijo él, tras perder la quinta bola. Pero luego yo perdí otra. Seguíamos empatados. Entonces, en la recta final, las bolas eran mucho más rápidas.

¡CLAC! ¡CLAC! ¡CLAC! ¡CLAC!

¡NOOO! Se había terminado todo. Y perdí por una maldita bola. Fue en el momento en que lo miré, tan sólo un segundo, y entonces él me sonrió y me guiñó un ojo. Perdí por completo el control del juego y, cuando me di cuenta, la bola había pasado de largo.

— ¡Sí, KyungSoo! ¡Ganaste!— de nuevo el rubio molesto comenzó a bailar en el campo. KyungSoo corrió a su lado; quién sabe de dónde sacó tantas energías para correr y abrazarlo. Yo estaba hecho polvo. Perdiendo un juego por un pueblerino. ¡Rayos! Soy un fiasco.

Los brazos me dolían, en extremo. Me senté en las gradas más cercanas para recuperar el aliento.

— ¿Y bien, JongIn? Hicimos un pacto. —lo dijo tan sonriente que me hirvió la sangre.

—Ah…  lo sé. Ganaste. Cuidaré de la tarea por el resto del proyecto. —dije, más que molesto. Pero me controlé.

—Puedo terminar la semana yo. Después solamente cuídalo el tiempo que te corresponde. No quiero ser injusto. —su maldita humildad me aplastó por completo.

—No. Me ocuparé desde ahora. Ahora dámelo antes de que cambie de opinión. —me lo entregó. Y se abandonó en las gradas a beber agua. Los dos estábamos exhaustos.

Su amigo se había ido a pagar la estancia y nos quedamos solos.


— ¿Sabes? Hacía tiempo que no tenía un rival tan difícil. —dijo él, sonriendo.

—No  puedo decir lo mismo. Tu técnica es muy ordinaria. —eso no le afectó en lo más mínimo.

—Sí… es verdad que es muy normal. Creo que mis deseos de ganar fueron los que me dieron la victoria. —dijo él, y el viento movió su cabello.

—Hiciste trampa. —le solté.

— ¿Qué?— dijo él, abriendo mucho los ojos.

—No te hagas el inocente. Al final me distrajiste. Me sonreíste y eso me…

— ¿Sí?— dijo, un poco divertido.

—Nada. —tomé mis cosas y las guardé en la mochila.

—Está bien. — se puso de pie cuando su amigo lo llamó.

—Adiós, perdedor. —eso me puso furioso, pero solamente lo miré, frunciendo el ceño.

—He sido considerado contigo, porque eres un plebeyo y tuve lastima, pero no esperes lo mismo la siguiente vez. —él me sonrió.

—Entonces no deberías ser tan “blando”. Eso te convierte en el perdedor. Si siempre eres así, entonces el mundo te comerá ¿No es así?— y se dio la vuelta.

Lo vi perderse entre las gradas a la salida.

Me quedé allí, sentado. Saboreando amargamente la derrota. Mientras el sol se ocultaba entre las nubes y el cielo se teñía de sangre.


Así que el mundo me comerá... KyungSoo.

Umm ¿Y qué? ¿Tú me comerás a mí?; pensé, con una sonrisa.


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