Mattia:
Desperté con un dolor de cabeza tremendo y un horrible sabor a vómito en la boca. Sentía los ojos hinchados y unas ganas de no moverme que al final no fueron suficientes para quedarme en cama. Escuchaba a Lucas canturreando y lo quería matar. Al lado de la cama encontré un vaso de agua y un alka seltzer. Los tomé sin dudar.
— Oh, hola bella durmiente. Traje tu cepillo de dientes por si no te gusta tener aliento a comida parcialmente digerida y ácidos estomacales.
— ¿Qué hora es? — pregunté frotándome un ojo.
— Las dos de la tarde. Bueno, todavía faltan como tres minutos.
Me lavé la cara y los dientes y cuando regresé al cuarto Lucas estaba terminando de llevar una pila de cuadernos al escritorio. Miré detenidamente la habitación, parecía que acababa de pasar un tornado.
— Bien, primero vamos a intentar encontrar el suelo — suspiré. — Sí… esto va a tardar…
Pasamos cerca de una hora poniendo todo en su lugar. Hacía un calor infernal y me sentía sucio, cansado, hambriento y un tanto feliz; extrañaba limpiar los desastres de Lucas. Cuando acabamos me tiré en la cama y le ordené a su dueño que me trajera algo para comer. Me entretuve intentando recordar lo que había pasado la noche anterior. Recordaba una cantidad enorme de pizza y alcohol, que había vomitado (por si no era obvio), que Carla no dejaba de joder y que la rechacé como diez veces, y también recordaba vagamente que le había metido la lengua hasta la garganta a alguien. No tenía ni idea de a quién.
— Dios, por favor, que no haya sido fea… — pensé apretando los ojos mientras me esforzaba por hacer memoria.
— Marco se acabó la tortilla de papa, pero te hice sándwiches de atún— dijo Lucas interrumpiendo mi… ¿oración?
Se sentó a mi lado y estiró el brazo para pasarme el plato que traía. Me levanté y mis ojos no pudieron ignorar algo que resaltaba de forma escandalosa entre su hombro y su cuello. Ahí, justo por encima de una peca, se encontraba un chupetón que probablemente no habría visto si él no estuviera usando una camiseta. Requerí un gran autocontrol para no desternillarme de la risa.
— Eh, al menos uno de los dos tuvo suerte.
Lucas se sonrojó intensamente y casi dio un salto, y no pude evitar soltar una buena carcajada.
— Dejame ver… ¡Ay, qué salvajismo! — me burlé. — Bueno, ya, dame eso que tengo hambre.
Poco faltó para que me atragantara porque no podía parar de reír. Debió parecerme extraño que Lucas solo se quedara callado mirando el piso, pero los sándwiches estaban lo suficientemente buenos como para tener mi total atención.
— ¿Y? ¿Quién fue? Necesito los detalles.
La mirada fría que me dio como respuesta me dio a entender que debía callarme. Y ese fue el momento perfecto para recordar lo que había pasado en la fiesta. En serio, cerebro, buen trabajo.
[FLASHBACK]
— ¿Qué pasó? ¿Estás enojado?
— Dejame.
— Vamos, las chicas me pidieron que te lleve.
— No.
— Dale, no seás así.
—…
— Se supone que viniste a divertirte…
[Espacio vacío]
— ¿De qué tanto se ríen?
— Es un secreto — risas.
— Ugh…
— Ya, ya, no te vayás de nuevo al sillón.
Sonaba Get lucky.
— Dale, sigamos jugando, es tu turno de girar la botella…
— Decime de qué se ríen.
— Te digo, solo dejá de estar tan amargado.
[Calor, música retumbando en mis oídos, seis rebanadas de pizza, probablemente más del doble de vasos de alcohol, risa nerviosa, mareo]
— Dicen que sos lindo y que… que nos vemos bien juntos.
— Pará, ¿creen que sos mi novio o algo así?
— Yep.
—…
— Dale que te toca.
[Grito agudo proveniente de una de las chicas. La botella apunta a Lucas]
Mierda, MIerda, MIErda, MIERda, MIERDa, MIERDA. NO LO HAGÁS. NO. PARÁ ANIMAL.
[FIN DEL FLASHBACK]
Decir que mi cara pasó el punto de ebullición del plomo sería poco para describir mi cara en ese momento. Dios, poco más y lo violaba. Y sí, el chupetón fue obra mía. Me quería morir.
— Y… ¿te vas a comer eso? — interrumpió mis pensamientos, tan rojo como yo.
— Creo que ya no tengo hambre…
Hubo un silencio incómodo.
—Ehm… ejem, lo de anoche…
— Sí…
— Perdón.
— Está bien.
—…
—…
— Y… ¿a qué sabe mi úvula?
— ¡Lucas!
— Ya, calmate — rió. — Intento ponerle algo de humor a la situación. Fue a mí al que intentaron comerse.
—… Te odio.
Nos quedamos una hora riendo como idiotas, con la cara ardiendo. Me sorprendió lo bien que lo estaba tomando. Bueno, tampoco era como si no pasara nada, pero a pesar de que le afectaba hacía de todo para no ponerme incómodo. Si dieran una medalla al mejor amigo, él definitivamente recibiría una.
Ya en mi casa, cuando estaba en la ducha me di cuenta del moretón que tenía en las costillas, probablemente producto de un puñetazo de Lukis. Lo que saca uno por ser subnormal.