Lucas:
Di un salto y por poco no me caí de cara, creo que es obvio que no soy la persona más coordinada del mundo. Escuché la risa de Matty y sonreí.
Me puse los audífonos y caminé tranquilo hasta el interior de mi casa, que estaba igual que siempre: hecha un desastre. Había libros tirados por todos lados, una pila de platos sucios en el fregadero, mi hermano mayor (otro mueble más) estaba tirado en el sofá jugando TLOZ mientras mi hermana menor le reía tontamente a la persona que se encontraba al otro lado de la línea telefónica... bueh, después de un tiempo uno se acostumbra. Luego, justo al final del pasillo, me encontré con mi oasis/cuarto/chiquero. Suspiré apartando unos textos de la universidad y me tiré en la cama destendida. Al girar la cabeza vi un calcetín mugriento y una envoltura de caramelo y decidí con una risa que necesitaba ordenar un poco, bueno, si por ordenar se entiende recoger toda la ropa sucia que estaba desperdigada en el suelo. Busque algo para usar, pero el hecho de que todo lo que estaba medianamente decente era parte de una bola arrugada no ayudaba mucho. Desde hace bastante era siempre lo mismo, la ropa se escogía sola (la menos arrugada, la que no huela raro, la que esté encima…), pero al menos estaba de buen humor ese día. No… ¿Cómo ponerlo? No era mi “buen humor automático” si no uno uhm… ¿motivado? Como sea, no importa. Entré a la ducha (porque desde el día anterior en la mañana que no tomaba un baño y mi olor corporal no era precisamente decente) con el objetivo de tardar lo menos posible, pero, para mí, el tiempo transcurre de una forma diferente en el baño. Me entretuve cantando, pensando en cualquier cosa, haciéndome peinados con el shampoo… Ese no era el punto, con decir que perdí el tiempo bastaba. Mi mente es casi tan desastrosa como mi habitación…
Mientras me duchaba me pellizqué la piel de estómago y me pregunté si es que había engordado, no me importaba en lo más mínimo, era solo que la imagen de Matty semidesnudo se me había quedado grabada en la cabeza. Era pálido como porcelana y delgado hasta el punto que parecía que nunca comía, bueno, no es que estuviera flacucho, pude distinguir un asomo de abdominales. Y no podía creer que se hubiera hecho el tatuaje, había sido una idea tonta que surgió después de leer demasiado a Poe…
Para cuando salí del baño probablemente habían pasado ya unos cuarenta minutos. En el espejo de mi habitación pude ver mi cara colorada y pude sentir como me sonrojaba aún más.
- Mucho tiempo bajo el agua caliente – me dije. – Sí, eso debe ser.
Con el cabello aun húmedo me apresure a llegar hasta la puerta de la casa de al lado y, por primera vez en mucho tiempo, toqué el timbre.
Mattia me abrió con una cara que bien podría usarse en caso de que viera a un alien.
- Pensé que no eras normal – se burló.
- No lo soy, pero… - me encogí de hombros.
Me miró de arriba abajo con expresión divertida.
- ¿Qué? – pregunté incómodo.
- No es nada, te ves sexy.
Me despeinó mientras pasaba, cerró la puerta y comenzó a caminar.