Mattia:
Llevaba jeans rotos, una remera con diseño de The Walking Dead, la camisa gris a cuadros arremangada hasta los codos y el cabello húmedo y desordenado. No conocía a muchas personas que pudieran verse y sentirse bien con cualquier cosa que se pusieran, pero Lucas definitivamente era una de ellas. Nunca entendí por qué no había una horda de mujeres persiguiéndolo, supongo que gran parte de la culpa la tenía su lado geek.
Las veinte cuadras hasta la casa de Carla se fueron en los temas usuales de conversación de Lucas (pokémon, comida, las fallas del sistema educativo, los “putos hipsters” con su “invasión starbucks”). Él es de la clase de personas que hacen sonreír a quienes estén a su alrededor.
— Matty — llamó usando ese apodo que alguna vez odié.
— ¿Sí?
Abrió la boca un par de veces pero paraba antes de comenzar a hablar, se veía un poco como un pez dorado.
— No es nada, no importa.
Se podía escuchar la música desde afuera de la casa y por un momento quise pasar de largo.
— Ella no va a estar — me alentó en tanto se adelantaba.
— Lo sé — dije dándole alcance. — Y… le dije a mi madre que voy a dormir en tu casa.
Volteó los ojos porque sabía bien lo que significaba.
— Solo no vomités en mi cuarto.
Me dio un empujón y tocó el timbre. Salió a recibirnos Carla, una morena de la que decir que está buena es poco. Me dedicó una sonrisa y miró a Lucas con mala cara y recordé por qué nunca me gustó pasar tiempo con ella. Entramos y la mitad de las personas se quedaron viéndonos, podría jurar que hasta sentí que nos movíamos en cámara lenta.
Alguien nos pasó un vaso de algo mezclado con vodka cuando nos acercamos al sillón donde un grupo de chicos jugaban super smash. Me tomé el trago de un golpe y Lucas me pasó el suyo (porque él no consume alcohol).
— ¿Cuál te gusta? — me hizo cosquillas cuando me habló al oído.
Miré alrededor y me fijé en dos chicas que se encontraban charlando animadamente en un rincón. Una tenía el pelo teñido de un escandaloso color rosa chicle y unos lindos… ojos. La otra tenía el cabello recogido en una trenza, gafas y una camisa parecida a la de Lucas.
— Allá, la del cabello extravagante — respondí antes de vaciar el contenido del segundo vaso.
Caminamos hasta donde ellas estaban y Lucas las saludó con una sonrisa. Intentó usar la clásica técnica de llevarse a la amiga pero en menos de diez minutos era obvio que yo sobraba. Era la… ¿cuarta rueda? Bueh, eran un triciclo. Después de un rato la situación se volvió bastante molesta y de algún lado seguían apareciendo más y más vasos de una increíble variedad de bebidas alcohólicas. Decidí que lo mejor era alejarme, así que fui a sentarme. Riendo tontamente, la chica de pelo rosa le dijo algo en el oído a Lucas, quien también soltó una risa estúpida. En menos de un minuto los tres estaban compartiendo secretos como viejas chismosas. Lo peor era que de rato en rato me señalaban y por alguna razón tenía ganas de golpearlos. El hecho de que Carla se me lanzara encima no ayudó en nada a mi enojo. Intenté ignorar al triciclo por un rato, pero no pude. Cuando volteé para ver qué hacían se estaban tomando una selfie y Lucas traía el pelo recogido con un prendedor de Hello Kitty. Me miró divertido, se acercó a mí y… todo se pone confuso después de eso.