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¡Atrapado! por Fullbuster

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Portgas D. Ace POV


 


Discutir con Luffy no me sentaba nada bien, yo no solía enfadarme casi nunca, tenía mucha paciencia y trataba de entender las cosas, sobre todo cuando se trataba de mi hermano pequeño, pero esto que estaba haciendo no tenía perdón, me ponía de los nervios y me hacía enfadarme, quizá porque era Zoro… quizá porque no me gustaba que se comportase así, yo jamás le había enseñado eso. De todas formas… no podía dejar de pensar… que mi hermano jamás había sido así, había cambiado al llegar a la isla ¿Pasaba algo raro en la isla que estuviera cambiando su carácter? ¿Pasaba algo en general que le estuviera cambiando a él? No lo sabía, pero estaba claro que no reconocía a mi hermano.


Ni siquiera había hablado con mi hermano sobre lo de las provisiones y es que me había puesto de tan mal humor ver como trataba de forzar y de golpear a Zoro, que me había quitado las ganas de dialogar con él sobre nada, lo único de lo que tenía ganas, era de decirle cuatro cosas bien dichas haber si cambiaba de una maldita vez esa actitud que tenía. Empezaba a pensar que había algo en esta isla que le había hecho cambiar de actitud, porque él nunca había sido así y esta isla a mí me resultaba realmente extraña.


Dormí lo que pude y no fue mucho, aún estaba preocupado por Zoro con todo lo que había pasado. No esperé que mi hermano se pusiera de esa forma y menos cuando había sido él quien lo había dejado. Zoro me estaba volviendo loco, verle me excitaba, tenerle cerca era una verdadera tortura sabiendo que jamás podría tenerle, que jamás sería mío. ¿Cuánto había deseado besarle? Demasiadas veces, no sé ni cómo había conseguido contenerme, supongo que porque no quería asustarle, pero cuando vi a Luffy tratando de pegarle, la sangre me hervía, no podía dejar que nadie tocase a Zoro, sólo necesitaba saber que estaba bien.


Me habría ido hace mucho a seguir con mi misión o habría vuelto con mi tripulación, pero no quería dejar a Zoro solo ahora mismo en estas condiciones. Sé que lo estaba pasando mal y necesitaba algún apoyo en este barco hasta que todo volviera a ser como antes, porque esperaba aún que mi hermano recapacitase en lo que había hecho. Estaba pensando en todo esto y no me di ni cuenta de cuando me quedé dormido, pero me desperté con los primeros rayos del sol y ya había ruido por la cubierta y los pasillos, seguramente todos se habían levantado, así que me decidí a levantarme.


Pasé por la habitación de Zoro, pero éste parecía haberse despertado ya. Caminé por el pasillo cuando escuché todo aquel jaleo que venía de la cocina, seguramente estaban desayunando, pero yo pasé de entrar, no me apetecía encontrarme con nadie y menos con mi hermano. Sabía que estaba desayunando, escuchaba su voz gritando animadamente como solía ser mientras comía con el resto. Pasé por la puerta en dirección a la cubierta cuando me di cuenta de que la puerta estaba abierta y no pude evitar mirar dentro encontrándome con todos, incluido Zoro. Fue el único en darse cuenta de que yo pasaba por allí, me vio pero no dijo nada y yo seguí hacia la cubierta saliendo al exterior y respirando aire fresco por fin.


- Gracias – escuché a mi espalda y al girarme me encontré con Zoro y su leve sonrojo en las mejillas.


- De nada – le dije sin darle mayor importancia, ya sabía cuánto le costaba a Zoro mostrar sus sentimientos. No quería forzarle.


Empecé a caminar hacia la playa para ir al pueblo, ya que Luffy y yo no habíamos tenido la conversación sobre los materiales, había decidido ir en persona a cogerlos, ayudarle a reparar este maldito barco y que siguieran rumbo para yo poder volver con mi tripulación. Me sorprendió cuando Zoro me siguió hasta la pasarela de bajada y cuando yo llegué a la arena, él habló desde la cubierta.


- ¿Dónde vas? – me preguntó preocupado.


- A por los materiales del otro día – le dije.


- ¿Puedo acompañarte? – me preguntó – necesitarás ayuda para traer todo eso.


- Claro, siempre viene bien algo de ayuda – le comenté y él bajó forzándome una de sus sonrisas y siguiéndome.


Fuimos al pueblo y como siempre, la gente se comportó muy amable con nosotros, hasta a Zoro le dieron una manzana gratis para que la probase y a mí me querían dar unas castañas de no se qué, pero me negué y al girarme, vi que aunque Zoro había cogido la manzana que le habían ofrecido, seguía mirándola con dudas, seguramente sumido en sus pensamientos. Caminé hasta el lugar del otro día y hablé con el propietario de nuevo para convencerle de llevarme las maderas. Me comentó que las llevaría él mismo esa tarde, pero ya que estábamos aquí, Zoro y yo llevamos las que pudimos.


Desde el pueblo hasta el barco había una larga caminata y durante el trayecto reinó entre nosotros un tenso silencio. Me habría gustado romperlo, pero sabía que seguramente sería una mala idea, Zoro estos días no tenía la cabeza para hablar mucho, pensaba en todo lo que le había pasado y aunque tratase de distraerle un poco,  no lo conseguiría, de eso estaba seguro.


Seguí caminando tras mirarle con algo de tristeza y a los pocos minutos, sentí el ruido de las maderas caerse al suelo y es que parecía que había tropezado con algo del terreno y se había caído. Se rascaba la cabeza y trató de sonreírme para que no me preocupase tratando de recoger lo caído enseguida, pero sabía que se había hecho daño, su mano sangraba un poco… seguramente por las maderas o por algún raspón contra el suelo. Me agaché a su lado dejando las maderas a un lado y le aparté con delicadeza las suyas evitando que las recogiera.


- Déjame ver esa mano – le dije y él dudó unos segundos – vamos Zoro – le pedí y al final me la dio – voy a vendártela y luego en el barco aprovecha para desinfectar la herida y curártela.


- No tenemos vendas, además estoy bien – me dijo justo cuando yo rasgaba el bajo de mi pantalón y le ataba el trozo de tela en la mano - ¿Qué haces? – me preguntó preocupado – No tenías por qué hacer eso, has roto tu ropa.


- Me da igual la ropa – le dije – no voy a dejar tu mano así.


Le vendé la mano y le hice el nudo evitando que siguiera sangrando la herida. Sé que no era mucho, pero no soportaba ver ninguna herida en él, quería que estuviera bien, al menos mientras yo estuviera aquí presente. Sé que había peleado muchas veces y que había salido herido con mayor gravedad de lo que tenía ahora en la mano… pero no me gustaba verle herido, me negaba a verle una herida si podía evitársela. Yo sólo quería que él estuviera bien.


- ¿Qué te ocurre Ace? – me preguntó de golpe y abrí mucho los ojos por la sorpresa.


- Nada – le dije agachando un poco la cabeza para que el sombrero tapase  mi rostro.


- Sé que te ocurre algo, estás muy serio desde ayer ¿Es por la discusión con tu hermano?


- Algo así – le dije – nunca había discutido con él – le aclaré – esta es la primera vez que me enfrento a él de verdad.


- Lo siento, no quise ponerte en problemas con tu hermano, sé que discutiste con él por lo que intentó ayer.


- No te preocupes Zoro, no sé qué le está ocurriendo y empiezo a pensar que esta isla tiene algo extraño, todos son demasiado agradables, demasiado simpáticos y Luffy empezó a actuar raro desde que llegó aquí.


- Lo sé – me dijo


- ¿No le viste salir antes o hacer algo extraño?


- No, después de la tormenta me desmayé… no sé qué ocurrió.


- Cuando yo llegué Luffy estaba dormido, pero eso no implica que alguien pudiera darle algo. Si no es eso… entonces no entiendo la actitud que está tomando mi hermano, ya no sé cómo hacerle ver las cosas.


- Luffy está muy raro – me dijo Zoro de golpe – jamás se había comportado así, nunca me había insultado como lo hizo anoche ni había tratado de pegarme, él jamás hacía daño a su tripulación, es completamente distinto. Puede que tengas razón y haya algo extraño en todo esto.


- Volvamos al barco – le dije levantándome y cogiendo mis maderas más las de él, no quería que llevase más peso con la mano así.


Zoro se levantó de golpe y sé que quizá se sentiría inútil, pero no lo era, yo sólo quería que no se hiciera más daño, estaba cuidándole, aúna sí sabía que tenía que irme rápido y volver al barco, estar a solas con él me volvía loco, deseaba besarle, deseaba hacer tantas cosas con él y a la vez luchaba contra mi mismo para impedirme hacer cualquier locura y cada vez me costaba más contenerme, no podía estar a solas con él, era superior a mí.


- Puedo llevar las maderas – se quejó Zoro de golpe y sabía que lo haría.


- Nunca he dicho que no puedas, pero prefiero llevarlas yo – le dije.


- Y yo te he dicho que quiero llevarlas – protestó y vino hacia mí tratando de quitarme las maderas.


Era como un niño, le habría dado las maderas para que se callase de una vez, pero no podía, había algo que me lo impedía y era su mano. Ver su mano sangrando me afectaba, no quería verle sufrir ni hacer esfuerzos ¿Qué le costaba dejarme llevar a mi las maderas? ¿Afectaba a su hombría? ¿Afectaba que le ayudasen de vez en cuando a sentirse vulnerable? A mí no me parecía un chico vulnerable, tenía mucho carácter, era complicado de manejar y era un excelente espadachín, pero tenía que aprender a relajarse y a delegar funciones a otras personas, no podía hacerlo siempre todo él solo.


Forcejeamos con las maderas hasta que se nos cayeron al suelo. Resoplé y cuando me agaché a recogerlas, me di un cabezazo contra Zoro y es que los dos nos habíamos agachado al mismo tiempo. Estaba claro que hoy todo me salía mal o por lo menos… con Zoro siempre parecía salirme todo mal, no me dejaba ayudarle en nada, no me dejaba abrazarle cuando se derrumbaba, ni ayudarle cuando se hería la mano… era un maldito cabezón que pensaba que él podía hacerlo absolutamente todo.


No podía creerme que estuviera en esta situación, yo jamás había tenido problemas con otros chicos, de hecho nunca me había enamorado y ahora… parecía un completo adolescente con hormonas revolucionadas porque un chico de cabello verde estaba frente a mí retándome, era sencillamente increíble y lo peor de todo, es que no podía evitar pensar en él. Desvié mi mirada, si no le veía quizá se me quitaban las ganas.


Moví mi mano para coger las maderas cuando toqué la de Zoro y no pude evitar mirarle, se había sonrojado levemente y supe en aquel momento que estaba perdido, no había forma de que no me gustase ese sonrojo, no había forma de que pudiera apartar mis ojos de él, le quería, llevaba días luchando contra estos sentimientos, tratando de pensar que mi hermano se daría cuenta de su error y volvería con él, tratando de hacerme ver a mí mismo que ese chico jamás sería para mí, no podía serlo, amaba a mi hermano, a mí no me veía como nada más que su cuñado y al final… me di cuenta de que seguía aquí frente a él, paralizado sin dejar de mirar sus labios.


No pude evitarlo más, mi mano se movió a su nuca y lo empujé hacia mí uniendo mis labios a los suyos. Sé que se enfadaría conmigo, le estaba besando sin permiso, pero no podía aguantarme más, al menos podría morir sabiendo que una vez en mi vida… los labios de Zoro fueron míos. Se sorprendió mucho al sentir el beso, era lo más normal del mundo y como sospeché… cuando acabé de besarle me dio un puñetazo para que me alejase.


- ¿Qué haces? – me preguntó – no vuelvas a hacerlo – me gritó.


- Lo siento – le dije casi susurrando, sé que era mi error y lo sentía, pero no podía evitarlo más.


- No me sirven tus disculpas – me dijo – Dios… ¿Qué os pasa? ¿Os creeis los dos por ser hermanos con el derecho a jugar conmigo? ¿Qué os he hecho yo para que me hagáis esto?


- No estoy jugando Zoro – le grité.


- Si… eso también me lo decía Luffy y mira ahora… me destrozó y no volveré a cometer ese error… yo no volveré a caer en vuestros juegos, no volveré a ser de nadie – me dijo cogiendo las maderas y marchándose.


 


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