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CORAZON LUNATICO por Angel90

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Notas del capitulo:

eSPERO QUE ESTA HISTORIA SEA DE SU AGRADO

Sus ojos recorrían de manera ansiosa las páginas del libro, que describían el Reino de la Luna Llena como una especie de feudo medieval, mezclado con la jerarquía de una manada de lobos.

No era una manada demasiado numerosa, pues sólo una fracción de la población real de hombres lobo residía ahí. Había, lobos viviendo en el mundo de los humanos, ocultos, manteniendo una necesaria discreción que les permitía llevar vidas relativamente normales en dicho mundo, pero incluso esas comunidades eran regidas por la autoridad del gobernante del Reino de la Luna Llena, claro, tenían a sus propios gobernantes o Alfas, pero éstos a su vez obedecían al Rey, o en este caso, al Príncipe. 

Sirius estaba cautivado por el mundo descrito ante sus ojos, pero lo que más le atraía, lo que le hacía devorar página tras página del libro, eran las menciones hechas al príncipe Remus. La seriedad con que se tomaba su trabajo como gobernante y la pasión con que buscaba a su pareja le tenían encandilado. 

El Príncipe era extremadamente serio, y su forma de hablar le recordaba a los reyes de épocas pasadas, era quizás excesivamente formal para el mundo al que Sirius estaba acostumbrado, pero ese rasgo en Remus, también fascinaba al chico que no podía hacer otra cosa que seguir leyendo, buscando más datos del hombre que ya ocupaba cada uno de sus pensamientos. 

Las horas pasaron y cuando vio su reloj, se dio cuenta de lo tarde que se le había hecho para volver a casa.

Agarró sus cosas y corrió para tomar un taxi, rezando porque su padre no hubiese llegado aún a casa.

¡Demonios! —Remus maldecía mientras sus piernas corrían tanto como les era posible. Llevaba un mes entero vigilando a su pareja, no quería espantarlo, por lo que no le había contado aún sobre el vínculo que tenían. Infiernos, había hecho todo lo posible para mantener una distancia prudente entre Sirius y él, para darles tiempo a su pareja y a sí mismo.

Sabía que si un completo extraño llegase diciéndole que era su pareja, que debía mudarse con él y con su manada de hombres lobo; le causaría como mínimo un shock. 

Trataba de tomárselo con calma y la primera semana logró controlar su lengua y actuar como un bibliotecario amable y nada más. Pero su resolución se fue al caño la semana anterior, cuando lo vio llegar a la biblioteca cojeando.

Se acercó sin pensarlo. 

¿Qué te pasó en la rodilla? —trató de modular su voz para que no saliera como un gruñido y lo logró apenas. 

Lesión de lucha —respondió automáticamente Sirius, aunque sin mirarlo a los ojos.  Sobra decir que ese gesto despertó fuertes sospechas en Remus… pero él sabía que de hecho, el muchacho estaba registrado en el equipo de lucha de la escuela y asistía con regularidad. Aun así, algo le decía que su chico no se había lastimado en el gimnasio, al menos no en el de la universidad. 

¿Practicas en casa también? —estaba haciendo cuanto podía por mantener un tono de voz tranquilo, evitando así que la verdadera intención de su pregunta fuera obvia para Sirius. 

Sabía que algunos padres eran demasiado exigentes con sus hijos, sobre todo en los deportes y eso podía ser peligroso si el padre no tenía los conocimientos necesarios. O si estaba obsesionado con que su hijo lograra lo que él no había conseguido en su tiempo. 

Mi padre me hace entrenar dos horas más en casa para mejorar mi resistencia. —Con esa respuesta, Remus estuvo más que seguro de que Sirius podía disfrutar haciendo ejercicio, alguna vez le había contado sobre el club de esgrima y era tal su entusiasmo que podía apostar que odiaba haberlo dejado, casi tanto como odiaba seguir en el equipo de lucha. 

Sabes que si no reposas puedes lesionarte más seriamente ¿verdad? — preguntó el castaño, recibiendo un suspiro por respuesta. 

No es opción cuando tu padre y tu entrenador son amigos, sólo debo vendar la articulación y calentarla bien antes de entrenar, si me lesiono más… es mi culpa

A partir de ese momento, Remus decidió poner a dos de sus centinelas a vigilar a Sirius en todo momento.  La llamada que acababa de recibir, era la prueba de que vigilar a su pareja había sido la decisión correcta.

Sirius llevaba una hora en la piscina de su casa, el centinela que le llamó, dijo que no vio nada extraño en que su padre le impusiera tiempo extra de ejercicio como castigo por llegar tarde, pero cuando ya llevaba una hora en la alberca techada, decidió asomarse por la ventana y vio a John con las manos atadas a la espalda, luchando por mantenerse a flote a fuerza de patalear con las piernas… por la expresión y el color de su cara, estaba cerca de perder el conocimiento.

 Su padre estaba realmente enfadado esta vez, llevaba una eternidad en la alberca y sentía las piernas acalambradas. Su garganta estaba al rojo vivo por tratar de respirar con el agua entrando cada pocos segundos y estaba seguro de que pronto se desmayaría.

De repente escuchó la puerta de la piscina abrirse y a su padre gritar sorprendido. Alguien lo sacó del agua y otra persona peleaba con su padre, pero no lograba distinguir lo que decían. 

Sirius se desvaneció tras sentir una confortable toalla cubriéndolo y a alguien acostándolo en una banca junto a la pared.

Tardó diez minutos en llegar a casa de su pareja, corriendo directo a la alberca. Lo primero que vio fue a su chico, acurrucado en una toalla, visiblemente inconsciente sobre una banca. A salvo. 

Su alteza —saludó un centinela al verlo llegar.

El padre de Sirius era sostenido por dos de sus subordinados, impidiéndole escapar.  Se acercó a él, más enojado de lo que había estado en toda su vida. 

¡Malditos locos! —Gritaba el hombre—. ¡Si no se largan ahora mismo llamaré a la policía! 

Le estaba costando un mundo no partirle la cara y sabía que si los centinelas no lo habían molido ya a palos, era porque él lo había prohibido. 

Llama —susurró Remus, a centímetros de su cara —. Para que te arresten por abuso.  - La cara del hombre palideció visiblemente. Su mirada era la de un loco.  — Ahora escucha, humano —volvió a hablar el príncipe—. Nos dejarás llevarnos a Sirius y no lo buscarás o mostraremos las evidencias que tenemos a la policía y pasarás un lindo tiempo en prisión - Por un segundo, pareció que el hombre iba a protestar, pero cambió de idea, negando con la cabeza y soltando una escalofriante risa. 

Llévense al inútil y déjenme en paz.

Notas finales:

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