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Carta en Rojo por Jesica Black

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Carta en rojo

Parte VI

 

                Era el tan ansiado mundial de quidditch y la gente estaba completamente enloquecida.  Había decidido llegar temprano con Erin para poder ver los festejos previos y quedarnos a acampar en algún lugar cercano a las canchas antes que se hiciera el horario del gran partido: Bulgaria contra Irlanda. Nos detuvimos unos momentos a comprar algunas golosinas para poder ver el partido con más tranquilidad y no tener que amontonarnos entre la cantidad de gente, entre ellos varios brujas/magos y hasta muggles, padres de magos, que conocían y disfrutaban del Quidditch, muchos de ellos padres de incluso los mismos jugadores.

–¡Mira Brighton! –Como pudo, dado que cargaba algunas cajas de golosinas, señaló al señor Weasley, quien hablaba con un muchacho joven–. Deben estar Harry, Ron y Hermione por aquí.

–Vamos a saludarlos –tomé la varita–. Wingardium leviosa –susurré mientras agité la varita e hice flotar la mayoría de las cajas para que Erin tuviera las manos libres.

–Señor Weasley, Cedric, ¡Hola! –saludó amistosamente Melvick, yo me resguardé detrás de él.

–Ah, chicos, ¿también vinieron a ver el partido? Ya hay apuestas que dicen que Bulgaria ganará –murmuró y señaló con su dedo el lugar donde practicaba Viktor Krum–. Ese muchacho es una mina de oro.

–¿Por qué es tan interesante? Parece un bobo con muchos músculos –seguramente mi voz sonó algo molesta, pues Erin se me quedó mirando.

–Es uno de los mejores. Mira, ¡ahí esta Harry! –el señor Weasley se acercó a Harry y lo seguí, junto a él vimos a Hermione Granger y Ronald Weasley.

–¡Brighton! –Harry me estrechó la mano–. ¿Cómo está Remus?

–Muy bien, gracias por preguntar.

–Realmente estuvimos muy dolidos de que haya renunciado, fue el mejor profesor de DCAO que hemos tenido jamás –se lamentó la joven e hizo una reverencia.

–¡No puedo creer que la rata….que Scabbers….!

–No digas más Ron. Veo que han venido aquí a ver un buen partido de Quidditch. Me sorprende que haya tanta gente aquí, sobre todo, tantos muggle –miré para ambos lados–. En la anterior copa del mundo no pude venir, mi padre estaba muy enfermo, por lo que este año me dije a mi mismo que vendría.

–Extraño por que no te gusta el Quidditch –exclamó Erin, yo giré mi rostro para verle.

–No es que no me guste, no sé cómo jugarlo, soy malísimo para algunos deportes de esta índole, aunque siempre quise probar. Mis padres no eran buenos en el deporte…. –crucé los brazos.

–¿Sirius no lo era? –preguntó Harry bajito, una vez que el señor Weasley caminara un poco más hacia donde estaban preparándose para comenzar el partido.

–No. Y Remus no le gusta mucho volar, el prefiere la tierra antes que el aire, supongo que por eso no puede hacer tantos kilómetros en escoba.

–¡Está empezando el partido! –avisó Diggory y todos nos amontonamos en las gradas.

 

                No despegamos un segundo la vista de las escobas y los jóvenes en ella, mientras la snitch dorada bailaba de un lugar al otro completamente alborotada. Una sensación fría me llamó la atención, el cielo oscureció repentinamente a mitad del partido y una terrible señal se pintó en él. La gente no dudó en ponerse a gritar cuando el fuego se expandió, sin saber qué hacer, todos corrían de un lado para el otro y los pocos que podían desaparecer, tomaron a un par de muggles y los trasportaron a un lugar seguro.
Muchos niños llorando, muchas mujeres gritando y hombres intentando salvar a todos los que podían. Tomé el brazo de Erin y salimos corriendo de allí mientras empuñaba mi varita y lanzaba hechizos para apartar el fuego que amenazaba con quemarme. Lo que sería una hermosa experiencia en una final de Quidditch se había trasformado en una batalla campal. No dudé un segundo en tomar mi escoba y salir volando de allí, camino a casa, completamente enrojecido por la ira y el sudor fuerte que había colapsado mi rostro de tanto correr. Llegué a la casa de mi padre y le comenté lo ocurrido, me observó con espanto.

Tal vez no sea nada o tal vez sea el comienzo–me dijo.

                Definitivamente algo era seguro, probablemente éste no sería un año común en Hogwarts, pues nunca lo sería.
Un tiempo después, muy corto para ser exacto, volvimos a la plataforma 9 ¾, donde mi padre se despidió de nosotros muy cálidamente. En ese momento aparecieron dos personas vestidas con túnicas negras; uno de ellos era bastante joven, no debía tener poco más de treinta años, era rubio, de cabellera lacia y larga hasta los hombros, sus ojos verdes eran imposible de confundir, definitivamente era familiar de Erin por su enorme parecido con mi compañero. Mientras que el otro hombre, era de mayor edad, seguramente rondaba a los cuarenta años, llevaba el cabello negro, medianamente largo y los ojos rojizos; era alto, demasiado alto, su mirada inexpresiva y fuerte producía un terrible pavor cuando se le miraba directamente.

–¡Erin! –Exclamó el más joven acercándose a mi compañero y estrechándolo en sus brazos–. Me alegro tanto que estés bien, he oído lo que pasó en el mundial, quise localizarte, pero tu lechuza no podía hacerlo.

–Es porque vivimos muy apartados de la sociedad –hablé, el hombre me miró frunciendo el ceño pero luego lo suavizó–. Brighton Black, soy compañero de su hijo.

–Mucho gusto Brighton, soy Delyan Melvick (Malkavian de soltero), y él es mi esposo, Erick Melvick –señaló con desdén al hombre, ligeramente mayor, junto a él. Erick y Erin, padre e hijo, debía suponer que me encontraría con algo así, aunque me sorprendió que sea un ‘hombre’ la madre del chico.

–¿Pasa algo, muchacho? –la ronca y fuerte voz de Erick me aturdió; su mirada roja penetrante asustaba más que mis ojos grises, por lo que di un paso hacia atrás.

–No, nada….es que…. –intenté comentar de mi sorpresa al ver que Erin tenía dos papás, pero no hizo falta preguntarlo, pues Delyan me explicó.

–Mi familia, los Malkavian, tienen  en Francia muchísima fama –sonrió–. Todo empezó con mi antepasado: Milton Francis Malkavian, él tuvo cuatro hijos en una época de guerra y desazón en Francia…..su aldea fue completamente arrasada y no tenían medios para desplazarse a otros lugares, por lo que hechizó a uno de sus hijos para que pudiera engendrar con sus hermanos, aun así continuaban naciendo varones. Habían algunos de ellos que podían tener hijos y otros no, mi padre era hombre y mi madre una mujer, dado que ya para esa generación las mujeres volvieron a aparecer en el pueblo. Entonces los jóvenes hombres de mi familia podían casarse con hombres y mujeres sin importar la descendencia.

–Entonces mi madre entró a Durmstrang, donde mi padre daba clases de Artes oscuras –continuó Erin.

–Está mal enamorarse de un profesor, pero no pude evitarlo, tenía quince años cuando nació Erin. Tuve que dejar la escuela para dedicarme a él, pero no me quejo, fue la mejor elección que he tomado –abraza nuevamente a su hijo, Erick me miró profundamente y volví a sentirme incómodo.

–Bueno mamá, debemos irnos o llegaremos tarde –alertó Erin e inmediatamente se apartó, su padre le tocó la cabeza y él hizo una reverencia para luego tomar mi brazo y salir de allí, entrando en un vagón–. ¿Qué pasa?

–Tu padre es realmente temible, ¿cómo es posible que tu madre se fijara en él? –pregunté, Erin rio en voz alta.

–Todos nos preguntamos eso, creo que hoy día se arrepiente bastante del error juvenil que cometió, no por haberme tenido, sino con quién me tuvo –se sentó en un sillón de uno de los compartimientos y yo me senté a su lado–. Mi mamá es muy infeliz con mi padre.

–Pero ¡Por amor de dios, quince años! ¿Cuántos años tenía tu padre en ese momento? –pregunté–. Para ser profesor debe tener aunque sea unos….

–Tenía treinta  y cinco años.

–¿Eso quiere decir que ahora tiene?

–Cincuenta  y un años, pero no lo parece ¿verdad? Si dejara de poner esa cara que siempre pone, de constipado, seguramente se vería aún más joven –busca entre sus cosas y saca un pequeño libro–. Aquí tengo una foto de ellos de jóvenes –le abrió y sacó una foto móvil donde habían varios alumnos jóvenes con la ropa del colegio Durmstrang, allí pudo notar a un joven apuesto y bastante alto, con aquellos ojos rojos fuerte y mirada impactante–. Este es mi padre y aquí, justo debajo de él está mi otro padre –señala a un joven muy diferente a los que se encontraban allí, cualquiera diría que el muchacho no encajaba con la armónica y oscura fotografía que se presentaba, pues era luminoso y atractivo, además de extremadamente joven–. Estaba esperándome, tenía catorce –suspiró–. Yo nací cuando cumplió quince años, unos días después.

No volvimos hablar luego de ello, simplemente nos mantuvimos serios todo el viaje a Hogwarts.
Ese año se celebraba el TORNEO DE LOS TRES MAGOS, donde participaban junto a Hogwarts colegio de Magia y hechicería, el instituto Durmstrang  y la academia mágica de Beauxbatons. Desde mi posición dentro de mi grupo de compañeros veíamos como los jóvenes de las escuelas Durmstrang y Beauxbatons caminaban desde la puerta hasta el centro del lugar, mientras el director Dumbledore nos comentaba lo que pasaría. Habían puesto un cáliz en medio de la sala principal, y allí, todo estudiante mayor de edad (significa que debe tener más de dieciséis años, excluyendo esta edad) puede participar colocando su nombre en ella. Albus dibujó entonces el circulo de la edad alrededor del cáliz, a consecuencia que todos los chicos que tuvieran menos de la edad reglamentaria, aun sea por un mes de diferencia, serían completamente expulsados por una fuerza hasta chocar con la pared.
Como era de esperar, Fred y George lo intentarían a pesar que les había comentado que no podrían lograrlo.

–¡Ja!, no lo lograrán jamás –dije en ese momento junto a Hermione, quien estaba leyendo un libro a mi lado.

–¿Cómo estás tan seguro? –preguntó Fred.

–Simple –dijo Hermione, quitándome las palabras de la boca–. ¿Ven ese círculo alrededor del cáliz?

–Sí.

–Es el círculo de la edad –afirmó la joven. Erin, quien estaba recostado en la puerta de entrada, se acercó ligeramente y se sentó a mi lado.

–¿Y eso qué? –preguntó George.

¿Y eso qué? –Dije imitando al muchacho–. Lo hizo Dumbledore, es magia muy avanzada.

–No podrán engañarlo –continuó Hermione.

–Y menos unos chicos tontos como ustedes –terminé, Erin se rio divertido mientras miraba con curiosidad lo que harían los gemelos.

–¿A si? –ambos sacaron unas botellitas minúsculas de sus túnicas y se las bebieron para luego cruzar el arco, todos aplaudieron cuando se mantuvieron unos minutos allí y depositaron sus nombres, pero inmediatamente el cáliz los expulsó fuera del circulo y terminaron peleando contra el suelo.

–¡Que tontos! –susurré para mí mismo. En ese instante todo se silenció y pudimos ver a Krum ingresar por la puerta. Caminó unos pasos hasta el cáliz y dejó su nombre en él, mirando a Hermione de reojo. Sonreí para luego voltear a ver a Erin que también hizo lo mismo.

                La ceremonia del cáliz de fuego comenzó poco después, dejando ver los primeros nombres. Viktor Krum, era de suponer sería el elegido de su colegio, uno de los campeones. Freur Delacour, también era comprendido, pues su imagen de princesa era diferente a lo que en realidad era. Por último Cedric Diggory, la gran novedad, pero aun así uno de los mejores indicados.
Todos aplaudimos a los campeones, pero el terrible cáliz volvió a expulsar un cuarto nombre, éste era ‘Harry Potter’. Erin me observó desde la mesa de Slytherin con terror y le devolví la mirada estupefacto. Harry no podía participar por varios motivos, entre ellos, era incapaz de haber puesto su nombre en el cáliz y por más que lo pusiera el cáliz expulsaría este nombre al saber su edad original. ¡Todo ésto no tenía una puta lógica! No tardó mucho en empezar el cotilleo, que duró varios días más.

–¿Alguien sabe cuáles son las maldiciones imperdonables? –Preguntó Ojoloco Moody en una de sus clases con los alumnos de sexto año, Erin, quien estaba a mi lado, levantó la mano–. Joven Melvick.

–Son tres señor. El Crucio……el….el imperio….y….–su voz tembló ligeramente, su mano se encontraba apretada debajo de la mesa encima de su muslo, se la tomé para darle ánimo–. El Avada Kedavra…..

–¿Y por qué se dicen que son imperdonables, joven Melvick?

–Porque no se les perdona a quien las conjuren….–su rostro había palidecido.

–Bien…..–se le acercó lo suficiente y respiró muy fuerte al lado de él mientras temblaba–. Hueles igual que Delyan Malkavian….–dijo y se separó, en ese instante me alerté.

¿Qué?

–¿Pasa algo, Brighton? –me preguntó, yo fruncí el ceño.

–El olor…..–giré para verlo–. Cuando lo tuvimos cerca sentió el olor.

–¿A qué te refieres?

–Conocí a Moody cuando era muy pequeño, al ser hijo de licántropo he heredado un terrible y desarrollado olfato, podía sentir el olor particular de Moody a distancias, y ahora que mencionó tu aroma me acuerdo que Moody tenía un cierto problema con su olfato y además, no huele a él.

–No sé de qué….–respiré profundamente cerca de Erin sintiendo el perfume que emanaba de él como siempre, pero en particular, esta vez se notaba otro aroma, el del cuerpo de Delyan, su madre, quien lo abrazó dulcemente hacía pocos días pero que aún mantenía el aroma en la ropa.

– ¿Cómo pudo Moody notar el pequeño rastro de olor de tu madre?

–¿Me estás oliendo? –preguntó espantado, yo negué, aunque era imposible creer eso.

–No….–susurré algo intimidado, me sentí por un momento avergonzado.

–Muy bien, parece que ustedes saben más de maleficios imperdonables que los de cuarto año –casi como si tuviera un resorte en el asiento, me levanté rápidamente y miré a Ojoloco completamente pálido.

–¿Cuarto? ¿Les enseñó esos hechizos a los de cuarto año?

–¿Por qué se sorprende, señor Black? –su ojos comenzó a girar rápidamente.

–Son solo niños.

–Uno de ellos está en el torneo de los tres magos y deben saber a lo que se enfrentan, señor Black.

–¡No dejan de ser niños, por amor a merlín! –grité, el hombre rengueando se acercó a mí.

–Me parece extraño oír ésto de usted, que usó uno de estos maleficios a la tierna edad de doce años –susurró muy bajito, yo palidecí ante mi descubrimiento y Erin también lo hizo, pero nadie más que nosotros dos lo pudo oír, dado que el murmullo cubría el resto de la voz–. Muy bien –se separó de mí–. Les enseñaré a utilizar los maleficios.

–¡Pero señor, es imperdonable! –exclamó Dakota desde dos asientos detrás, la rubia estaba horrorizada.

–¿Prefiere hacerlo usted misma, señorita McMillan? –ella simplemente negó, espantada y se volvió a sentar.

 

                Esa tarde vimos todo el poder de los tres maleficios delante de nuestras narices. Erin bajó la mirada, él sabía que su padre también había realizado esos hechizos frente a sus clases en su momento, pues al ser un mago oscuro, no le sorprendería que lo haya hecho no solo en animales sino también en personas. Cuando terminó la clase la mayoría de mis compañeras lloraban a viva voz y mis compañeros se encontraban pálidos y temblorosos.  Moody estaba loco y era literalmente un monstruo agresivo, pero definitivamente no haría lo que hizo delante de la clase por mera diversión o enseñanza.
Pocos días después Dumbledore afirmó que habría un baile de navidad justo después de la primera prueba de los tres magos. Dragones. Un dragón para cada uno era la prueba y luego de ver a Cedric Diggory, Viktor Krum y Fleur Delacour pudimos observar la habilidad innata de Harry, quien salió volando con su escoba: La saeta de Fuego que le regaló mi padre el año pasado. Poco después de saber la verdad me llegó a mi otro regalo, supongo que quiso dármelo luego que supiera que yo no se lo revolearía en la cara. Era un espejo, con un papel pegado en el vidrio con la inscripción: “llámame si me necesitas, Brighton. T.A. SB”. A partir de ahí usaba el espejo para comunicarme con mi padre continuamente.

Harry venció y ganó el huevo dorado, el cual al abrirlo hacía un ruido espantoso y ensordecedor, por lo que no tenía idea de cómo podría escuchar el mensaje secreto que había en él sin que le sangraran los oídos.

–Ésto es estúpido –dijo Erin del otro lado de la mesa mientras miraba el ajedrez muggle que había traído–. ¿Cómo se hacen mil pedazos las piezas entre sí? ¡Ni siquiera se mueven! –preguntó.

–Por qué tú tienes que moverlas con las manos, idiota –le respondí.

–¿Y para qué querría hacer eso? ¡Que aburrido!

–Por qué así se juega el ajedrez muggle –tomo una pieza y la muevo, Erin se queda mirando esperando algo–. ¿Qué?

–¡Sigue sin pasar nada!

–¡Ya te dije, es ajedrez muggle! –le señalé con la mano–. Ellos no disfrutan de hacer pedazos al ajedrez todo el tiempo…..ahora… ¡Mueve la pieza con las manos!

–Ok, ok, no me grites…–tomó otra pieza y la movió–. Y dime, ¿qué piensas de….ya sabes?

–¿Voldemort?

–¡No! –Dijo inmediatamente, levanté mi vista desde el tablero de ajedrez hasta su rostro–. Hablo de…….el baile de navidad.

–Bueno, es un baile……no hay mucho que pensar…–bajé la vista y moví otra pieza.

–Yo me preguntaba si tenías pareja para el baile….–inmediatamente lo volví a ver, estaba a punto de contestarle cuando McGonagall apareció justo frente a mí.

–Señor Black, vaya inmediatamente al salón, hoy voy a darle a los chicos de Gryffindor una clase de baile –dijo la señora, fruncí el ceño y lentamente alcé mi ceja.

–¿Qué? ¿Clase de baile?

–Si no lo sabe, señor Black, el baile de navidad es precisamente eso….un baile –agitó su mano con elegancia–. Póngase de pie y acompáñeme –observé que Erin sonríe y cubre dicha sonrisa con una de sus manos.

–Ósea, ¿no basta con lucir como pingüinos idiotas sino que también tendremos que bailar? –ella afirma y no me queda otra que seguirla.

–Nos vemos, Baryshnikov….–saludó con su mano Erin.

–¿Quién demonios es Baryshnikov? –no llegué a escuchar la respuesta, pues McGonagall tiró de mi brazo hasta las aulas del fondo.

 

                No estuvo nada mal ver bailar a Ron con McGonagall, Harry y yo nos descostillamos de risa a pesar que no suelo demostrar mis emociones, esa vez me di un pequeño lujo. Durante la noche, escuche mi espejo vibrar y una voz salir de él, para no despertar a los gemelos Weasley y mis otros compañeros, tomé el espejo, cerré las cortinas de mi cama y le puse un hechizo silenciador.

–Papá –susurré al ver la imagen de Sirius grabada en el espejo–. ¿Cómo se te ocurre llamarme a estas horas?

–Lo siento, estoy en el exterior de Reino Unido ahora, por lo que no estoy seguro de la hora que es –susurró y continuó–. Quería hablarte y verte, mi muchacho.

–Yo también tenía ganas de hablar contigo.

–Supe que cosas raras están pasando, hablé con Harry vía chimenea hace unos cuantos días, me comentó que está angustiado por el torneo de los tres magos ¿sabes algo al respecto?

–Poco y nada, por cierto ¿puedo preguntarte algo? –él se me queda mirando extrañado pero me afirma–. Ojoloco Moody….

–Ah, supe que está enseñando allí….. ¿Estás bien?

–Les enseñó a los chicos de cuarto los maleficios imperdonables ¿crees que eso es normal en Moody? –Él alzó una ceja–. Quiero decir, estoy empezando a dudar de él.

–¿Crees que sea un impostor?

–No lo sé, no le he dicho a Harry, se ve muy apegado a él, pero hay algo que no me gusta de su expresión.

–Pues, Harry no me ha comentado mucho de él, sólo me dijo que le dolía la cicatriz y que tuvo algunos sueños con unos hombres, no supo describirme a uno de ellos, pero el otro era Colagusano –gruñó al decir su nombre–. Cuando ponga mis manos en el cuello de esa rata inmunda, ya verá….

–No te sirve de nada decirlo cuando no puedes hacerlo.

–Cierto. ¿Y tú? ¿Cómo te encuentras? –Me preguntó, yo bufé cansado y miré el techo–. Sé que es difícil para ti, hijo, estás lejos de nosotros nuevamente. Pasaré este fin de semana en Londres, en casa de Remus. Quiero vigilar más de cerca lo que ocurre con Harry.

–De acuerdo. Llámame cuando estés ahí, quiero hablar con mamá pero aun no confío mucho en las lechuzas de aquí para mandarle algo.

–No te preocupes, le diré que se comunique contigo por el espejo. Te quiero mucho, hijo.

–Yo también papá –inmediatamente la figura de Sirius se hace nítida y desaparece para dejar mi propio reflejo.

 

                Al día siguiente la mayoría de los chicos y chicas estaban invitándose los unos a los otros para el baile, yo me encontraba en unas gradas leyendo un libro mientras de reojo observaba a Harry caminar de un lado al otro. Volví a mi lectura cuando sentí una persona a mi lado, giré la cabeza pensando que era Erin y me encontré con Fleur Delacour. Una hermosa muchacha de cabello rubio y ojos muy claros, siempre vestida divinamente, era una de las campeonas de su casa.

Holag….Baigton….–murmuró la muchacha, yo me le quedé mirando, era imposible no hacerlo–. Soy Fleur….soy de…

–Sí, lo sé…..–comenté, ella me extendió su mano, probablemente esperando que se la besara, pero no lo hice, simplemente la estreché como solía hacerlo, creo que sorprendí con esa reacción, dado que miró a sus amigas que se encontraban a unos metros, haciéndole señales de aliento.

–Me peguntaba si….tú….tenías aguna….no sé….page..ja….para…–no terminó su oración, de repente una persona la empujó unos centímetros para sentarse entre ambos.

                Sorpresa no fue lo que sentí, pero si una incertidumbre cuando vi a un pálido muchacho de altura mediana y cabello oscuro colocarse entre ambos, su mirada desafiante hacia la joven mujer era capaz de partirla a la mitad y se notaba en su aura una oscuridad digna de un Melvick.

–Tengo que hablar con Brighton, francesa, así que mueve tu trasero de aquí –si Ron bailando con McGonagall me pareció divertido, ver a Melvick enojado como estaba era muchísimo más entretenido. Solté una risa  y cubrí mi rostro con el libro mientras la joven se marchaba bastante más asustada de lo que podía estar por el torneo.

–¿Qué fue todo eso? –pregunté una vez que me calmé, y sonreí de costado.

–¿Eso? Nada, nada, sólo quería hablar contigo sobre…..el baile.

–Nuevamente.

–Sí, nuevamente –susurró y apretó sus puños–. Quiero decir ¡Mierda! ¿Por qué el baile debe ser así? Chicas invitando a chicos o chicos a chicas…..toda esa onda del romanticismo estúpido. ¡Me gustaría revelarme a ello!

–¿Y cómo planeas revelarte? –pregunté, cerré el libro y lo dejé a un costado para concentrar toda la mirada en él. Erin se sonrojó ligeramente.

–Pues, ir…..ir a…..ir al baile para armar mi revolución….–parecía más nervioso cuando nuestras miradas chocaron–. Quiero decir, tus padres son hombres y también los míos…..yo creo que deberíamos….deberíamos revelarnos.

–¿Tú y yo?

–Sí, tú y yo….–susurró, mordió su labio inferior ligeramente y continuó hablando–. Por nuestros padres. ¿Qué dices?

–Por…. ¿nuestros padres? –tal vez estaba jugando con él y haciéndome rogar pero entendía lo que quería decir Erin. Erin me estaba invitando al baile de una forma muy particular. Inmediatamente resoplé y asistí–. De acuerdo, revolucionaré el baile contigo.

–¿En serio?

–Sí.

–Bien, entonces….entonces –se levantó más nervioso de lo que solía estarlo–. Entonces….así quedamos….–inmediatamente lo vi desaparecer por los pasillos.

 

                Me quedé unos minutos más mirándole hasta que me percaté nuevamente de una figura al lado mío. Fleur intentó invitarme al baile otra vez, pero tuve que rechazarla porque ya me había comprometido con Erin.

Y llegó el día, el baile, me coloqué el traje que mi padre Remus me compró con el dinero de Sirius en Gringotts, dado que obtuvo un permiso especial de mi padre mediante una carta que falsificaron con la firma de éste (la cual era legitima por varios motivos). Me sentía un completo payaso, pero al abrir la puerta para ver si los chicos de cuarto año estaban listos, me encontré con Ron Weasley y la sensación de parecer idiota se me fue por completo.
Bajé las escaleras donde estaba Erin, igual de incomodo que yo con el traje que le había escogido su madre, al verme me alertó donde estaba y ambos ingresamos al gran comedor para ver como los cuatro campeones abren el baile.

No tuve más remedio que unirme él y terminé siendo uno de los mejores, aunque muchos me miraban por estar bailando con otro chico, pero a mí no me importaba dado que todos ya conocían la historia de mis padres y no cuestionaban lo que hacía. A los pocos minutos todos comenzaron a bailar al ritmo de la banda de magos que tocaba allí música más movida. Erin se había sacado el saco y la corbata para estar solamente con la camisa arremangada, yo preferí quedarme con toda la ropa puesta.

–¿Dónde están sus parejas? –le pregunté a Ron y Harry cuando me acerqué a ellos por algunas bebidas.

–No sé –dijo Ron, aun sentado en el sillón. Yo negué con la cabeza y volví a mi lugar cruzándome con Hermione, a la cual saludé con una reverencia y se sonrojó.

                El cansancio me ganó y la mitad de los alumnos ya se habían ido a dormir cuando me dirigí hasta las escaleras que dividen las torres con las mazmorras donde se encuentra la sala común de Slytherin. Erin me sujetó el brazo para que no subiera y me miró el rostro.

–Gracias por todo –susurró, su mano pasó de mi brazo a mi cara, acompañada por la otra mano; se puso de puntitas de pie, debido a los quince centímetros de diferencia entre ambos, y me beso.

                Los cálidos labios de Erin me sorprendieron, mis ojos se abrieron mientras veía los suyos cerrarse con delicadeza, mis manos aún estaban rígidas a los costados de mi cuerpo y ni siquiera pude notar la gente que caminaba cerca nuestro, muchos murmurando cualquier otra cosa, otros simplemente ensimismado en sus propios problemas. Sólo fue eso, un contacto directo entre los labios.
Se separó y pestañé rápidamente, pude ver como se sonrojaba y salía corriendo de allí algo aturdido. No pude contestar a nada, pues al dar un paso hacia adelante escuché un griterío detrás. Ron y Hermione venían peleando desde el comedor, y ella se había quedado en las escaleras llorando. Me senté a su lado y acaricié su cabeza, ella aceptó el gesto y se tranquilizó.

–Hermione….– se sorprendió  un poco al sonar tan perdido–. Tú eres una chica y entiendes de ésto…. ¿qué significa cuándo…..dos personas…juntan sus labios?

–¿Besarse? –Preguntó enjuagando las lágrimas que aun brotaban de sus ojos–. ¿Hablas de un beso?

–Sí, me han besado y….no sé qué sentir.

–¿Te gustó?

–No lo sé…..no estoy seguro de nada….–susurré, incliné mi cuerpo hacia adelante mientras cubría mi rostro con mis manos. Hermione sonrió tristemente y acarició mi espalda.

 

                Casi no volví a ver a Erin desde ese momento, usualmente me evitaba cuando me acercaba para hablar con él, siempre me decía que tenía que hacer una tarea o hablar con alguien. Pero no tenía tiempo para desperdiciarlo en eso ¡Tenía que averiguar más de lo que estaba pasando en Hogwarts! Y sobre todo, el porqué del nombre de Harry en el cáliz de fuego. Había conversado con Myrtle en el baño de prefectos, donde ella me mencionó que Harry había abierto el huevo bajo el agua y que también había visto un poco de poción multijugos en los drenajes, ¿Poción multijugos? Ahora estaba todo cantado, alguien había estado tomando de esa poción y mis principales sospechas fueron a Ojoloco, quien parecía saber que yo no estaba muy convencido de que fuera él, por lo que evitaba también tener contacto conmigo.
Pasó entonces la segunda etapa en la cual Harry salió segundo, lo que le daba una enorme ventaja pasa salir en la última de las etapas. Me había puesto allí, entre los primeros asientos para tener una mejor vista de lo que pasaría ese día. Fue cuando vi a Erin junto a su amigo Loren, con quien no había compartido nada en el último año. Gruñí y me acerqué a él, un tanto amenazante.

–¡Erin! –grité, a lo que se asustó y se dio la vuelta.

Brig….digo Black, no tengo tiempo para ti, voy a ver el…–pero antes que pudiera terminar le tomé del brazo.

–¿Qué mierda te pasa? No quiero que escapes de mi otra vez, dime ¡¿Qué tienes?!

–Eres tan inteligente para algunas cosas y tan estúpido para otras –Erin parecía realmente molesto, por lo que le solté de inmediato.

–Es verdad, soy un estúpido –hablé y continué–. Pero quiero saber qué demonios fue eso.

–¿Qué cosa?

–¡Eso, eso! –intenté explicarle con señas pero él parecía no querer entender a lo que refería–. El beso.

–¿El beso? –pregunta retórica de Erin, Loren se nos quedó mirando bastante confundido.

–¿Qué pasa aquí….Black tú no deberí-?

–¡Cállate Loren! –dijimos al unísono, el muchacho palideció y se sentó en su lugar.

–No tengo nada que decir, fue eso, un beso….

–¡A la cuenta de tres….uno! –dijo Albus Dumbledore pero inmediatamente se escuchó un fuerte sonido que hizo que Erin se aferrara a mí, los campeones entraron al laberinto.

–Lo siento….–susurró el muchacho, apartándose de mí. Le sostuve un momento, le miré a los ojos y le devolví el beso que me había dado en navidad.

                Esa sensación que había sentido esa noche volvió a mí, cuando las manos de Erin se aferraron a mi cuello y pasó todo su brazo por allí, acercándome más a él. Abrió la boca para darme paso con mi lengua y mis manos decidieron navegar por las mejillas y luego adentrarme al cabello atado, aquel oscuro cabello que me había comentado se lo teñía por orden de su padre. Su lengua y la mía se acariciaron mutuamente  hasta que la falta de aire nos hizo separarnos. Él estaba completamente rojo, no estoy seguro si de ira o vergüenza, pero un suave contacto mío nuevamente en sus labios le hizo saber que no había sido un simple impulso mi beso.

–Eres un idiota, Black.

–No más que tú, Melvick.

 

                Pudimos ver entonces como Fleur Delacour abandonaba el laberinto inmediatamente,  más tarde fue Krum quien lo hizo, por lo que Harry y Cedric aún se encontraban dentro. Pasaron los minutos y hasta horas completas, pero ninguno de los dos magos se había rendido ni habían tocado el traslador. Miré a Moody desde mi posición y fruncí el ceño.

–Me da mala espina ese hombre….–susurré a Erin, quien se había sentado junto a mí.

                Fue entonces cuando apareció Harry Potter junto a Cedric Digorry, la música de campeón comenzó a sonar, pero Erin y yo nos levantamos de sopetón de las gradas y miramos horrorizados la escena. Harry, lastimado, lloraba a viva voz sobre el cuerpo inerte de Cedric. Caminamos escaleras abajo hasta el playón donde estaban, y lo vimos, ante el grito de Fleur y la mirada nostálgica de Viktor, Credric Diggory había muerto. Erin me abrazó llorando por el dolor que se veía en las caras de todos mientras anunciaban lo inevitable. Ha vuelto, ha vuelto, Voltemort ha vuelto susurró Harry con nostalgia frente a Dumbledore.
Moody alejó a Harry de al  lado de Albus y se lo llevó, mientras me acercaba a Severus Snape.

–¡Profesor Snape! –hablé, Dumbledore me interrumpió.

–Joven Black, alerte a los demás prefectos que evacuen este lugar, que los alumnos vuelvan a sus salas comunes –me avisó–. Sobre todo, tengan cuidado especial con los Hufflepuffs.

–Pero, señor.

–Haga lo que le ordenó el director –me dijo Snape mientras me empujaba suavemente hacia donde se encontraban los chicos.

–Profesor, debe escucharme, ¡Moody! –señalé el lugar donde había desaparecido Harry junto al profesor de DCAO.

–Vaya a alertar a sus compañeros y luego lo escucharé –bufé y fui donde estaban algunos prefectos aun llorando y les expliqué la situación, le pedí a Erin que los acompañara y él me hizo caso inmediatamente, volví hacia Snape–. ¿Me va a escuchar ahora?

–¿Qué sucede, joven Black?

–¡Moody! No es Moody, estoy completamente seguro –Snape se alertó y me miró directo a los ojos, colocando sus manos en mis hombros–. Encontré….hay poción multijugos en las cañerías. Usted había dicho que alguien le robaba los ingredientes de su aula y fue él ¡Moody!

–¿Me está hablando en serio?

–¡Él se llevó a Harry! ¡Deben hacer algo por las barbas de Merlín! –Snape se separó de mí y no tardó nada en explicarle a Dumbledore lo que había pasado y se fueron hacia el despacho de Ojoloco.

 

                Más tarde me anunciaron que Harry estaba en la enfermería por el shock, por lo que fui, al verlo y me encontré con un enorme perro negro en el lugar. Sonreí de costado y me acerqué, acariciándole la cabeza al canino.

–No te das por vencido nunca, ¿No, Canuto? –el perro movió la cola ligeramente y recibió mis caricias gustoso; al notar que Harry estaba mejor me pude retirar de allí.

                Sirius había aparecido por orden de Dumbledore, quien al saber por boca de Harry que Voldemort había vuelto le anunció que vaya a alertar a la antigua orden del fénix, y que resguardara unos días en casa de mi padre. Fue un año terriblemente agotador y esperaba poder volver a mi casa. Pasé por la habitación de Harry y lo saludé.

Nos volveremos a ver antes de lo que crees –dije y me retiré.

                Baje las escaleras y me encontré con Dumbledore allí.

–¿Harry está arriba?

–Si señor –susurré, él me sonrió–. ¿Pasa algo?

–No tuve tiempo de agradecerte que nos dijeras lo de Moody, él está muy agradecido contigo Brighton, cree que eres una joya realmente al reconocer que no era él –yo negué con la cabeza–. Gracias por todo.

–No fue nada.

–Por cierto, el joven Melvick está abajo, detrás del retrato de la dama gorda, esperando por usted –me miró unos momentos y continuó–. No se niegue a amar y ser amado, joven Black.

 

                Inmediatamente subió y desapareció. Bajé las escaleras y me encontré con Erin detrás del retrato, esperando en los pasillos para salir del castillo hasta el  expreso de Hogwarts. Él sonrió de costado, desde ese día tampoco volvimos a hablar y todo había quedado caldeado y confuso.

–El próximo será nuestro último año –anunció, yo asistí con la cabeza–. ¿Brighton….?

–¿Si?

–¿Qué sentiste? –preguntó, yo alcé la ceja confundido–. Con el beso, ¿qué sentiste?

–¿Sentir? –Miré el techo y suspiré pesadamente, luego bajé la mirada y sonreí de costado–. Pues, yo….pensé….en ese momento…

–¿Qué? ¿Qué pensaste? –Erin nuevamente mostró una de sus debilidades, la ansiedad.

–Pues pensé que…..–le tomé la mano–. Pensé que pasaría el resto de mi vida contigo.

                Él se abrazó a mí, pude sentir sus lágrimas en mi hombro mientras mis ojos se cerraban lentamente. No hacía falta decir más que un par de oraciones, pero en el silencio podía comunicarme con él. Me di cuenta en ese momento lo que Dumbledore me quiso decir, francamente tenía que darle una oportunidad al amor.

–Con la muerte de Cedric –susurré una vez que lo distancié un par de centímetros–. Me di cuenta que…..no podemos ocultar lo que sentimos, hoy más que nunca, con el regreso de Lord Voldemort, tenemos que expresar todo lo que nuestros corazón nos dicta.

–Lo sé…..–susurró.

–¡Brighton! –Uno de los gemelos Weasley me despertó de mi ensueño mientras me alejaba suavemente de Erin–. ¿Hm? ¿Qué haces? ¿Quién es él? –Erin se dio la vuelta–. ¿Es tu amigo?

–No –le dije, Erin volteó a verme con terror en sus ojos, yo sonreí de costado–. Es mi pareja.

                El sexto año terminó, y el séptimo está por venir, lentamente llegando. Más muerte, más sangre, más oscuridad está latiendo debajo de los dedos de todas las personas. Pronto nos toparemos con él, cualquiera de nosotros puede estar muerto mañana, ahora que tenemos la certeza que el innombrable ha regresado.

 

Continuará.

 

Notas finales:

 

Me costó mucho narrar los sentimientos de Brighton, pero espero no haya quedado demasiado apresurado.

Delyan Louise Malkavian: 31 años. Es el padre/madre de Erin. Más adelante verán que Barty Crouch Jr mantenía una obsesión con él. Es parte de una familia francesa de hechiceros y adivinos, sus padres fueron Theodora Slytherin y Meiret Malkavian. Es el segundo hijo del matrimonio, su hermano mayor Constantine Brian Malkavian vive en las montañas. Es francés.

Erick Mervack Melvick: 51 años. Padre de Erin. Mago oscuro sangre pura, nunca fue mortifago pero podría serlo tranquilamente. Es hijo de Garrett Melvick y Julliane Sport, es un mago ruso y profesor (actualmente) de Artes oscuras en el instituto Durmstrang.

Antes que nada quiero decirles que estoy realmente cansada, batí mi propio record de inspiración y estoy terminando el fic, estoy en el séptimo libro ya y las cosas se pusieron realmente interesantes. Obviamente no todos los acontecimientos son vividos por Brighton,  así que puede ser que los cap sean algo cortos. Gracias por leer. Mitschief Manage…


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