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Mi amor encerrado en su torre. por Layonenth4

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EPILOGO.

Por mil años más.

 

— Vicktor dice que el carruaje está listo y padre pregunta si ya vas a bajar. 

— Oh claro, solo quería dejar dormido a tu hermana.

 

Draco elevo la comisura de su labio y la ceja derecha en su deje burlón que por suerte Remus no vio por estar tan encimado observando al pequeño bultito en la cuna de oro. El hermano mayor se acerco al lado de su gestor y también observó con total calma a su pequeño hermanita, de apenas dos meses de edad, pero que era tan grandecita. A simple vista se diría que sería igualita a Lucius por su cabello chocolate y ojitos recientemente descubiertos como color miel, pero como todo buen doncel, Remus aseguraba que su pequeña Andrómeda seria idéntica a Narcisa y por ende, a Lucius. Aunque a nadie se le escapo esa pequeña muestra de decepción y Lucius no hizo más que confortarlo con un leve abrazo, a pesar de seguir con su sonrisa orgullosa.

El rubio saco su varita de entre sus ropas de gala su varita y sobre la cuna varias haditas comenzaron a bailar y proteger el sueño de su hermana. Pansy le había enseñado el hechizo después de que naciera Andrómeda, cuando era evidente que nadie podía dejar a la bebe sola ni un minuto por temor a que se repitiese  la historia. Así que su mejor amiga logro darles en contra de toda regla ese hechizo secreto entre las de su especie, que llamaba a las haditas guardianas cuya magia no era afectada por ninguno otro mago, claro, que bajo el juramento inquebrantable de que no les tocarían ni un pelo ni utilizarían su polvo mágico.

Remus le sonrió a su hijo y le acaricio la mejilla agradecido por saber que el nacimiento de su tercera hija no le afecto en nada. Se preocupo claro, que apenas regresara y tuviera que aguantar el hecho de que no le prestarían la atención y amor que le hizo falta tantos años, pero como siempre y sorprendiéndolos, Draco no se alejo de Remus casi en ningún momento para permanecer a su lado en el embarazo y estar de empalagoso contra su vientre. Fue la mejor etapa que pudo tener el castaño padre.

Se alejaron con el mayor silencio posible de la cuna y emprendieron camino a la salida, pero Remus no pudo despejar la mirada de su hijo quien sin duda, se llevaría toda la atención en el baile de Drumstrang; con ese traje gris que le entallaba su figura con la capa negra y los bordados morados del escudo de Cameloth, no se podía decir que pasaría exactamente desapercibido. O acaso, ¿esa era la idea?

— ¿Quieres llamar la atención de alguien en especial?

— ¿De qué hablas?

— Te ves muy elegante. Y no eres precisamente feo hijo. — su hijo le sonrió petulante y orgulloso de sí mismo, logrando que Remus negara con diversión esa actitud tan Malfoy — Entonces, ¿quién es al que tu padre tendrá que estar vigilando con amenazas?

La ocurrencia de su gestor hizo que Draco no evitara soltar una risa y después agachar la cabeza algo avergonzado, pero también anhelante con la mirada perdida mientras instantáneamente sus dedos frotaban el metal de la argolla de plata en su dedo anular, soñando con la posibilidad de que tal vez sería Harry quien lo recibiera detrás de la puerta. A Remus no le paso desapercibida esa acción y detuvo la caminata con solo una intención

— El rey Vicktor no ha dejado de acercarse a ti desde que llegamos a su castillo. — comento tranquilo el hombre, aun sin recibir la mirada de su hijo

— Es muy atento. — fue la única respuesta de un pensativo ojiplata que no dejaba su anillo en paz

— Y tú no te muestras tan indiferente. — continuo insinuando Remus y solo con eso pudo volver hacer que su hijo lo mirara con una sonrisa traviesa, pero de sus ojos no se escapaba la duda y tristeza

— No sé. Tal vez. — Draco se encogió de hombros y por demás desinteresado y Remus tuvo que tragarse las ganas de agarrar a su muchacho y zarandearlo hasta que su cabeza captase el mensaje.  

— Seria una buena opción. Es más, creo que te agrada más que el príncipe Cedric. — “opción”, sinónimo de “quiero-a-ese-joven-como-yerno” en idioma madre. Draco lo miro con una ceja levantada y como si al ojimiel le hubiese salido que el sol es de chocolate.

— Cedric ya está comprometido. — lo dijo lentamente y haciendo énfasis en la última palabra. Tal acción hizo reír a Remus, creyendo que su hijo no pudiese ser más inocente aunque tratase de ocultarlo.

A Cedric Diggory solo le había faltado lanzarse a su pequeño para ser “sutil” ante el rubio tan ciego. Si eso ocasionó un problema entre Hufflepuff o Ravenclaw lo ignoraba, pero cuando llegaron a dicha nación de la segunda princesa de las águilas, bueno, esta no lucio muy sociable la primera semana de visita.

— Lo pusiste a dudar. — fue lo único que respondió el hombre y el muchacho no pudo hacer más que tomarlo por pasajero. Pero Remus seguía sin tener la respuesta que quería, así que prosiguió — Y entonces esta noche, tu y Vicktor…

— No. Es muy pronto… — aclaro el joven, pero a pesar de que cualquiera le creería por su confianza y ademan, solo su papá podía ver detrás de esa mentira.

— O es que, no es Harry. — confirmo Remus sus sospechas cuando su hijo lo miro con los ojos abiertos, después bufo con superioridad hasta que se dio cuenta que sus dedos seguían acariciando el anillo y solo atino a sonrojarse y esconder sus manos detrás de su espalda

— No te dije que lo estaba considerando. — menciono él algo brusco por su incomodidad. Pero lejos de ofenderse, Remus le tomo las manos con cuidado y las puso delante, acariciándolas y admirando el anillo.

Tiempo atrás James lo presumía con fervor después de pasar cierta crisis en su matrimonio, pero siempre enorgulleciéndose no de la joya, sino de tener al hombre que amaba a su lado y que eso le representaba. Siempre que su amigo extrañaba a su marido miraba  esa sortija, así como su hijo lo estaba haciendo cada día aunque estuviese acompañado de la dama más hermosa o de un príncipe por demás exquisito en garantías.

Era esa mirada que él también posaba cuando mirando su anillo de matrimonio, el más bello gesto que Lucius le pudo haber dado, solo por amor y deseo.

— Hijo, yo te amo. Y después de lo que paso solo deseo que seas el más feliz en esta tierra. — Draco le miro resignado, sabiéndose atrapado en su cruzada de dudas existenciales. Remus le hablaba pocas veces con firmeza, pero de las dos únicas que recordaba, siempre eran para su protección y claramente ciertas — Pero mañana ya se cumplió el año y las únicas veces que no paras de reír y sonreír durante todo el día es cuando lees una de sus cartas.

El rubio cerró sus ojos, aun sin sentirse por completo de acuerdo ante la idea de que era momento de volver. Durante todo ese año en el que se presento ante sociedades y bailes, conoció a gente que le intereso y a otra que no. Se dio cuenta que todas las cosas de “afeminado” y “poco agradable” que le decía Bellatrix (y que en un cierto nivel, si le dejo un erróneo pensamiento de su atractivo. Por no llamarlo trauma.) eran mentiras y que por él, medio mundo quería bajarle una estrella. Le encantaba ser el centro de atención, escuchar sus comparaciones con su padre ante sabiduría e inteligencia, sobre su hermosura con su papá y hermana, y ante todo, que era un gran mago por mucho que le pese a los que si estudiaron y que el con solo tomar su varita no le costó nada aprender. 

Se sentía importante. Pero cuando todo eso llegaba a su fin, cuando las fiestas y coqueteos se terminaban, siempre regresaba la mirada a la última carta que le mandaba Harry y después no dejaba de acariciar el anillo, el cual, no se había quitado ni a sol ni sombre. Muchos le preguntaban que si estaba comprometido o del porque el anillo, el simplemente no pasa del “no, aun no”. Y aunque sonreía y se pasaba de pícaro en varias ocasiones, aunque sintiera que Krum de verdad le gustaba y que le prometía toda una vida a su lado, sentía que mentía al decir “no”. Solo se soñaba con un niño en brazos, y ese niño por ley debía tener ojos esmeraldas y un nido azabache de risos.

Sus sueños le decían que era hora, pero, ¿ya era hora?

— Quisiste este viaje porque querías vivir y yo estoy totalmente de acuerdo con esta decisión. — Remus recibió otra vez la atención del peliplata y esta vez, una sonrisa comprendida estaba en el rostro de su gestante — Pero la vida no puede detenerse solo al “ahora”, debes pensar en “mañana”.

Con eso ultimo tomo el brazo de su hijo y terminaron de cruzar el pasillo, llegando a una fiesta donde el rubio estuvo ausente. Vicktor trato de llevarlo a bailar, de tener ese juego de “estira y afloja” tan divertido como siempre, de llevarlo al jardín y por fin quitarle ese anillo de plata con esmeraldas que sabía bien, era de matrimonio para los reyes Slytherin, y ponerle uno de compromiso que gritase a los cuatro vientos que pertenecía al soberano de Drumstrang.

Fue vano su intento, pues como si le leyese la mente el príncipe consorte, el siempre paciente y encantador Remus, no dejaba a su muchacho en ningún lado solo ni permitía que se la cercase más de lo necesario para hablar a gritos.

A la mañana siguiente Pendragon Draco Malfoy dijo salir con urgencia sobre su dragón, mientras que un concentrado Remus jugaba con su hijo intentando no reírse por las raras muecas que surgían en el rostro del rey ante una larga y para nada falsa carta de agradecimiento y despedida para el rey de tan frías tierras.

Unos tres meses después, ya se anunciaba por el mundo entero el compromiso oficial del rey de Slytherin con el príncipe de Cameloth, futuramente llamado, el príncipe consorte de Slytherin.

 

 

 

Han pasado veintitrés años en la vida de Draco Malfoy donde dieciocho de ellos fue un esclavo desconocido, tres años un príncipe de alcurnia y en uno de ellos ha sido nombrado como el príncipe consorte del rey de las tierras más soberanas de la edad antigua entre magos y deidades. Sí, sus veintitrés veranos han sido y son así de felices... excepto por un detalle variado.

No ha podido dar a luz en ese ¡MALDITO MOMENTO!

Veintitrés años se irían al cuerno si él no puede tener a su bebe esa mañana de primavera, o mínimo, que el dolor cesase aunque sea un poco. Pero no, sentía claramente comos u hijo intentaba salir y asustado, le estaba lastimando y atemorizando.

La sola idea de perderlo lo destruiría, a él y a Harry, quien era el más emocionado después de todo ese tiempo. Vale, tres años de matrimonio puede y no sean tan largos, pero para un rey muy amoroso cuyos amigos y conocidos se infestaban de hijos (Nevil y Theo ya iban por la tercera niña, Ron y Hermione buscaban tener el niño después de la pequeña Ros, Blaise quería otro par de gemelitos ante la negación y para nada escuchada negación de Sebastian, su hermana y Regulus parecían querer tener su propio regimiento por querer otro después de los trillizos y sin contar a su hermanito o las muy adorables trillizas), era demasiada la espera. Fue una noche antes del festejo de las pequeñas Verona, Lorena y Liliana en el castillo, donde durante la cena perdió la estabilidad y conocimiento cayendo inconsciente en los brazos de un alarmado rey y dos suegros sin saber que decir. Para cuando despertó la noticia ya la sabían todos los conocidos y por conocer, hasta el mismo Dumbledore le esperaba para darle sus felicitaciones. Entendió hasta que sintió a una calida Niniriu sobre su vientre en un afán de proteger lo que llevase dentro. Que llevase por fin a su hijo.

A pues bien, por fin lo había conseguido ¿y qué pasaba? Estaba a punto de perderlo. Estaba en su octavo mes cuando en esa mañana parecía tan perezoso y adolorido, Harry demando que no se le incomodara. Una hora después, tal vez, sintió sus sabanas mojarse y de alguna forma tanto dolor que se le nublo la vista llamo a una de las sirvientas mientras intentaba ponerse de pie. Esta pego el grito a los cielos apenas entrar y señalando a sus pies, donde un claro hilo de sangre corría desde el centro de la cama hasta sus pantorrillas.

— ¡Muévete y trae ayuda! — le grito a la petrificada mujer que no necesito mas para salir dispara a buscar a sepa quién.

Preocupado y ya más consciente de que su dolor seguiría tonificándose, aprovecho que aun podía hablar y llamo a los aires a Dobby, el elfo que apareció de inmediato y desapareció aun más rápido cuando noto la sangre cayendo del principito consorte como le llamaba, para buscar a su amo el rey. Draco sabía que de todos modos, Niniriu le avisaría a Harry aunque este hubiese salido desde temprano a revisar las fronteras y Naguini traería a sus suegros de inmediato. Después de todo, si resultaba ser varón también nacería en otras semanas una serpiente que compartiría su alma con la de su hijo heredero.

Pero de eso ya una hora y estaba por completo asustado, sabiendo que el medimago tuvo que hacerle una incisión para darle oxigeno a su bebe, que por su culpa y el no haberse cuidado como se debe durante tantos años, ahora su niño lo pagaba caro sin poder salir de su vientre. Severus ya le había dicho que ese problema y otros mucho más letales se podían presentar, dado su bajo poder mágico que denotaba su núcleo y las secuelas del cruciatus que Bellatrix le había ocasionado. No hace falta decir que una vez más esa mujer afectaba en su vida y si en algún momento no pudo aceptar la forma en cómo la bruja murió tan desgarradoramente, ahora deseaba, mientras intentaba no pujar para no lastimar a la criatura dentro suyo, que en el infierno estuvieran torteando a Bellatrix Lenstrage.

Eso o por los genes malditos de los Potter, según su padre y un resignado pero aceptado James. Sabía que su suegro perdió a su madre, Charlotte Potter, mientras lo daba a luz, y que el mismo tuvo un aborto espontaneo a sus dos primeras semanas. El nacimiento de Harry fue delicado tras haber recibido una estocada en plena batalla. Ni que decir de las trillizas donde perdió la vida durante dos angustiantes minutos sin conseguir que su corazón volviera a latir.  Y aunque no tuviera nada que ver, la idea de sufrir la perdida que pasaron su padrino y Sirius cuando su primera niña nació muerta, le aterro a tal punto que la siguiente contracción y una patadita en alguna parte de sus órganos, fue lo doble que las anteriores.

— ¡Arg! — el grito cruzo por todo su cuerpo, y se sintió tan cansado a pesar que estaba acostado completamente sobre sus sabanas.

— ¡No Draco, no pujes! — la voz de Neville, quien llego primero a su lado y ayudaba al medimago con las infusiones de sangre  y pocas pociones que le impedían tener fiebre o infecciones, le tomaba el vientre en un intento de detener al bebe

— ¡Hump! No… no puedo hacerlo Neville…— tomo de la mano libre del esposo de su amigo (descubrió que Theo era bastante agradable y terminaron por ser realmente amigos) y apretó ya con debilidad, en un intento de aplicar fuerza en ella y no en su necesidad de expulsión, pero claramente le era imposible —… ¡ARG! 

El último grito resonó seguro en todo el castillo, siendo audible para los que custodiaban la entrada. James abrazaba a una asustada Liliana y Verona y Lorena estaban a su lado con sus caritas enterradas en su túnica.  y Remus apretó a su bebe contra su pecho ante el desgarrador grito de su hijo mayor, sintiendo a Blaise temblar a sus espaldas. Tom solo se mantenía recargado en las puertas de su antiguo dormitorio y ahora de su hijo, después de que Naguini se quedaba en el terrario de Niniriu a cuidar el huevo. Si el huevo llegaba a secarse o romperse por al no seguir recibiendo la magia de Draco y el bebe… no, no debía pensar en ello.

— Hijo, tranquilo. — James quería que su hijo dejara de dar círculos por la habitación, pero solo vio como el azabache se revolvió los cabellos  sin dejar de caminar

— Es su octavo mes. No debería estar pasando ahora. No debía estar sufriendo así.  — Harry se paro al estremecerse ante otro grito de su rubio amado, perdiendo la fuerza que le caracterizaba al cerrar sus ojos y pega su frente contra la pared que lo dividía de su amado a exigencia del medimago y la presencia de sus padres.

No le podía estar pasando. No ahora. Se creía culpable de que Draco estuviese en esa situación. Ya sea por los “genes malditos de los Potter” o porque sabía perfectamente que el rubio lo hizo para darle una familia a él. Jamás lo quiso presionar a que tomara pastillas fertilizantes ni pociones para donceles cuyo núcleo era débil como el de él, pero Draco se sometió a esos tratamientos y habían sido los ocho meses más felices hasta ese momento de su vida, donde todo parecía venirse abajo.

Entonces las puertas del corredizo se abrió mostrando a Severus ondeando su intimidable túnica negra a sus movimientos, con Sirius y Sebastian siguiéndolo. El hombre palido y de ojos ónix se iba acercando y hablo con rudeza

— ¿Complicaciones? — su padre simplemente asintió con la cabeza y Harry por primera vez noto que Snape maldecía al aire. Pero poco le importaba esa demostración humana de su antiguo maestro y padrino político, solo quería que entrara a salvar a su familia.

— Juro por Salazar que es el sexto y último bebe al que debo sacar yo.  — farfullaba el porcionista dándole su túnica a su marido y arremangándose las mangas de la camisa, para sorpresa de otros días, blanca.

Sirius le dijo algo a lo que el simplemente asintió y camino directo a la puerta de la habitación, donde James se quito pero Harry, al pasar a su lado simplemente ignorándolo, no resistió el hablar

— Solo sálvelos. A los dos. — menciono el joven padre y recibió, por primera vez, una mirada sin frialdad ni orgullo presuntuoso de aquel hombre. Es más, tuvo el desconocido tacto de ponerle su mano en el hombro de Harry para apoyarlo, a lo que el joven no resistió y posos su mano sobre la otra, apretando sus ojos cuando escapo una lagrima traicionera.

Ambos quitaron sus palmas el uno del otro y Harry se quito de en medio, dejando que pasara el imponente hombre, quien sabiendo que acababa de hacer algo “sentimental”, se vio en la obligación de proteger su frialdad y volteo, antes de cerrar ambas puertas de un portazo y menciono con voz demandante.

— No quiero preguntones cada cinco minutos. — y cerro con fuerza sin dejar replicas.

Sebastian se acerco a su primo e imito la acción de su padre pero con una sonrisa de apoyo, dejando que Harry recostara su cabeza en su hombro y se permitiera rezar en silencio mientras dejaba salir lágrima tras lágrima.

Fueron posiblemente los treinta minutos más largos y tortuosos de su vida. Cuando Severus entro, diez minutos después todo quedo su mido a silencio y eso preocupo a todo el mundo, con millares de ideas sobre el por qué Draco dejo de gritar, pero cuando el llanto de un bebe lleno de sonido todo el castillo, el alma se les salió del cuerpo a todos los presentes y miembros del castillo.

El joven padre se alejo de un petrificado pero sonriente primo para poder entrar a la habitación, pero un agotado Neville salió y cerro detrás de sí para evitar lo que sucediese adentro, lástima que fue inoportuno y al abrir la puerta todos alcanzaron a ver las incontables sabanas y mantas bañadas en un color carmesí. Todos perdieron la sonrisa y el color. Blaise tuvo que sostener a su majestad, pues Remus estuvo a punto de caerse de la silla ante tremenda visión.

— Harry, espera. — la seriedad y demanda de Longbottom les erizo la piel

— Neville, ¿qué paso? ¿el bebe? ¿Draco? — Harry no sabía lo que decía, pero temblaba de pies a cabeza y era sostenido por un amenazante Tom.

— Debido a que no tuvo  ningún cuidado mas joven ni se desarrollo bien su núcleo mágico, el canal todavía no estaba preparado para abrirse y el bebe sufrió la presión de los otros órganos. Se estaba ahogando y por eso el desangre al intentar salir. — Se escucho claramente el “Oh Merlín” de Remus y un chillido de sorpresa por parte de alguien más, pero Harry y su padre seguían esperando más noticias — No pudo ser parto normal, le tuvimos que sacar o sería muy tarde para ambos.

Sería muy tarde”  en resumen, no lo fue. Severus llego a tiempo. Harry volvió a cerrar sus ojos soltando todo el aire que contuvo y sintió como el agarre de su padre pasó a ser una caricia sobre sus brazos. Vivian. Sus dos personas favoritas en el mundo, lo lograron.

— ¿Lo están cerrando ahora?  — pregunto alguien a sus espaldas

— Sí y debe descansar, ha sido mucho para Draco. — Neville  había mirado a quien le realizo la pregunta, pero volvió a posarse en Harry con una sonrisa de oreja a oreja e hizo una leve reverencia — Felicidades su alteza, su primer bebe será un gran heredero.

— Oh cielos, ¡gracias Neville! — el herbolario tuvo que enderezarse para recibir a su amigo en un abrazo bastante fuerte mientras escuchaba las carcajadas contra su oído. Ese era Harry feliz, ese era un padre ante un milagro de la vida.

Tom también lo abrazo tan fuerte como rara vez pasaba y al oído de todos pero al entender de ninguno, le hablo en su idioma

~Cuando uno se vuelve padre, jamás debe de olvidar que un día fue hijo.

~Tuve un buen ejemplo de un padre, lo amare así como tú me amas.

Se dieron otro abrazo y Neville carraspeo y obtuvo la atención de todos

— El bebe lo traerá Snape en cuanto acabe de revisarlo y asegurarse que este bien. — aseguro el herbolario y pidió disculpas ante su necesidad de retirarse. A Harry por poco se le olvida que también él estaba apenas de dos meses y lo envió acompañado de dos Aurores ignorando la mala cara de su amigo. Neville podía pertenecer a la realeza por su posición  como duque y ahora consorte del senescal, pero su humildad seguía intacta y nadie parecía comprenderlo.

Pasaron otros cinco minutos de solo ansiedad y nerviosismo, para cuando Snape se digno a aparecer con un bultito en brazos y sin gesto alguno simplemente se lo paso al padre y se fue a sentar, farfullando de nuevo con eso de “no soy partera”, “no deje mi puesto para esto”, “abusan de mi amistad”, pero fue olímpicamente ignorado cuando todos se amontonaron sobre el joven padre que tuvo que tomar asiento sin despegar sus ojos de los de un hermoso bebe de mechoncitos azabaches y pielecita pálida y arrugada. Los ojos de todo niño al nacer siempre serian oscuros, pero este pequeño ante toda regla y según Remus, como todo Malfoy, se veían sus ojos grises tan claros que rozaban al perla, obviamente siendo los mismos que el de su fuerte doncell.

— Oh Harry, es tan lindo. — las trillizas estaban de puntita para ver a su sobrinito sobre los brazos de su hermano

— Y no tiene nada de Lucius, ¡es perfecto! — a su espalda Sirius estaba extasiado de felicidad pero no se contuvo a realizar la broma en contra de su eterno némesis

— No estaría tan seguro de eso. — comento Remus señalando los ojos de su nieto con un movimiento de cabeza, claramente burlándose de su amigo ante su cara resignada

— ¡Oh no lo arruines!

Pero Harry parecía no escucharles, totalmente  absorto de la pequeña vida sobre sus manos. Carne de su carne, sangre de su sangre, un lazo que después de la misma muerte seguiría intacto sobre historias y sucesores. Era tan hermoso, tan delicado pero sabía que como sus padres, tan fuerte y seguramente lo doble de obstinado, y eso solo lo sabía con volver a ver esos ojos ahora en esa personita tan pequeña. Lo amaría, lo protegería y le enseñaría todo lo que sabía, así como el  también aprendería de él y lo que tuviera que demostrarle al mundo, y sin importar que, lo apoyaría contra viento y marea.

Juro sobre su vida y la de ese pequeño que demostró su determinación al apretarle su menique entre su manita, recargando su frente con la suya

~ Nada ni nadie te pondrá en peligro nunca, ni la oscuridad atravesara tus ojos. Te lo juro, hijo mío. — sin saber que lo dijo en parsel, simplemente deposito un suave beso sobre la cabecita rosada y lo volvió a mirar embelesado —  Bienvenido Sebby.

— ¿Cómo lo llamaste? — su primo se puso rigido y Harry entrecerró su mirada culpable, mirando divertido a su adorable familiar

— ¿Sebastian Draconis? — su intento de sonar simpático no funciono, y lo sabía cuando el hermoso pelinegro tuvo que ser abrazado por su esposo y también mejor amigo de Draco

— ¡Tu verdadero hijo de…! — no termino la frase por que el bebe comenzó a mover sus manos frenéticamente, pero su mirada de odio y sonrojo de vergüenza no desaparecían de su rostro

— Oh Harry, quieres ver arder el mundo. — comento un Blaise que aguantaba sus carcajadas. ¡Solo a Potter se le ocurría juntar el nombre de su amado Sebastian con su némesis declarado, Draco!

Blaise al principio se sentía molesto por ese detalle, e incluso se hizo amigo de Draco para entender que era lo que tanto le molestaba a Sebastian de él, pero cuando hiso una amistad real con el rubio y Theo, y este ultimo menciono el porqué cada vez que su esposo y amigo se veían querían matarse, le dolió un poco. Y digo poco, porque el mismo Sebastian hormonal (en ese tiempo tenia la excusa del “embarazo”) confeso el nacimiento de su rivalidad tenía que ver con Harry, y que le encantaba molestar al rubio insinuando que él y su primo tenían algo que ver, pero que Draco cansado de esas burlas le comento que Blaise se reía más en su compañía que con el mismo Sebas. Y bueno, desde ese entonces su odio era mutuo y Blaise no pudo sentirse más amado, que el saber que su pareja lo celaba hasta del mismísimo esposo de su primo.

Pero había límites para ello, y Harry había cruzado uno de ellos a tener tal osadía de llamar a su hijo con el nombre de dos enemigos declarados.

— ¡Son sus padrinos! — argumento un feliz azabache aun recibiendo la mirada asesina de su amado primo, quien lo iba a maldecir hasta que su “amiguito” no le volviese a funcionar, pero se le fue interrumpido por la voz de una de las mucamas

— Mi rey, su alteza le llama.

Ni lento ni perezoso le paso el bebe a su papá y se puso de pie para entrar a  la habitación. Cuando entro se dio cuenta que a pesar de haber limpiado y cambiado las telas de la cama, el olor a sangre estaba disperso por el lugar ante la necesidad de tener las ventanas cerradas y no enfermar a su consorte. Harry poso una mirada en el terrario de su serpiente y vio a Niniriu agotada sobre el huevo, pero ya sin ninguna tención confirmada por un movimiento de Naguini. Con eso en claro, siguió el camino hasta estar a la orilla de la cama y sentarse junto a su rubio.

Draco un poco adormilado aun sonrió ante la imagen de su esposo, pero abrió sus ojos espantados cuando este le cayó encima para abrazarlo

— ¡Harry…! — le recrimino el rubio, pero el azabache poco le hacía caso.

— Gracias. De verdad gracias Draco. — el aludido no evito sonrojarse ante los besos proporcionados en todo su rostro y menos cuando esos ojos posaron los suyos — Te amo tanto.

— Pues ni creas que fue un favor.

— Lo que tu digas.

— Escuche el grito de Sebastian… ¿les dijiste? — su mirada de fingido fastidio cambio a una traviesa, que se alargo mas cuando su esposo rodo los ojos y soltó un suspiro derrotado

— Oh mi amor, es la última vez que te hago caso en dejarte nombrar a un hijo nuestro.

— Te reto a que te acuerdes de eso mientras te tenga entre mis piernas.

De risa se lleno aquella habitación, pero que quedo apagada cuando la mirada cansada y acongojada cambio para el rubio, aferrándose a los brazos que le rodeaban con delicadeza y ternura

— Tuve miedo. Pensé que iba a perderlo o que los dejaría si moría. — Harry puso una de sus manos en la mejilla caliente del joven doncel y con la voz quebrada, también demostrando su miedo, le hablo con el corazón abierto

— Eso lo tienes ferialmente prohibido Draco Malfoy. Te lo dije desde el momento en que este niño pateo tu vientre. — tal vez fueron un poco rudas sus palabras, pero era una demanda, una orden, de la cual no quería ningún error o negación. Draco tuvo que cerrar sus ojos y tomar aire, antes de poner su orgullosa expresión de berrinche.

— Tú no me prohíbes nada, Potter.

— En esto sí. Y deja de moverte o se te abrirá la herida. — Harry le propino caricias en el inflamado vientre pero eran tan suaves, que el dolor oculto del rubio fue desapareciendo tras irse quedando dormido. Ya había visto a su bebe y después a su pareja, ya podía descansar un rato.

— Quédate.

— Siempre.

 

Tal vez “siempre” no fue eterno, tal vez partieron por la vejes o por separado, pero nadie podía dudar que lo que se profesaban día y noche fuera real.

Después del pequeño Sebastian tres años después vino Damian y otros seis para tener a Berenice, la única quien fue la copia perfecta de Harry y la luz eterna de los cuatro abuelos. Los días oscuros jamás se acercaron a sus vidas ni a sus familias, donde de repente se vieron infestados de niños por todos lados y despedidas mas tarde. Sin duda alguna el trió de hielo de Slytherin partieron al último, siendo que fue James el primero en retirarse y Sirius el último en seguirlo. Y aunque lloraron sus partidas y Berenice y Samara (la última hija de Narcisa) estuvieran inconsolables, los demás años veraniegos fueron de total paz.

Quién sabe, tal vez tras las guerras de los humanos y la inclinación a proteger su fuente de poder que era la mugía, un bisnieto de nombre Armand Malfoy llegase a las islas proclamadas inglesas y después un primo perdido de nombre Carlisle Potter le siguiera. O que la sangre “doncel” no se haya extinguido como se decía y siguiera corriendo escondida tras la venas de una de esas familias.

Tal vez el reino de Hogwarts no desapareciera, tal vez solo se convirtió en una escuela y que por ella seguirían pasando decenas y centenas de magos a través de los siglos,  hasta llegar a uno donde los magos mas grandes se revelarían ante la historia y consiguieran grabar sus nombres en ella una vez mas y para siempre.

Sí, tal vez el “siempre” si haya sido eterno, cumpliéndose un milenio después bajo los simples nombres de un mortífago y  el héroe de guerra, pero esta vez teniendo que enfrentar a mas de una bruja loca, secuestros y encerramientos en torres altas. Solo, y claro que suponiendo lo irreal, solo tal vez el amor volvió a ser encerrado en una torre de frialdad, orgullo y prejuicios insanos, pero solo uno tenía la forma de encontrarlo, costase lo que costase.

Notas finales:

Ahora sí, el gran finale mis pequeños muggles!!

Gracias a todos por apoyar esta pequeña historia, espero nos volvamos a leer muy pronto! ^-^


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