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Mi amor encerrado en su torre. por Layonenth4

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Notas del capitulo: Siempre me equivoco y aqui pongo el texto del fic, jajaja xD

Desclaimer: ya esta en la ficha del prologo, pero aun así repito que nada del contenido mencionado me pertenece, más que la historia y es sin fines lucrativos.

Capítulo 1: Regalo de papá.

 

 

Amaneciendo con puntualidad y los pajarillos cantando tan felices de madrugar, los rayos del astro sol se asomaban por el oriente e iluminando hasta el rincón más cercano al cielo, hizo despertar con su calidez y fulgor al joven que dormía plácidamente dentro cuatro paredes altas y frías.

Draco sintió el calor sobre sus parpados y siendo su costumbre fue abriendo sus ojazos haciendo bailar sus alargadas y rizadas pestañas doradas, acomodando la plata de su iris ante la luz. Como un minino no espero más y se estiro en su cama, quitándose las cobijas de encima y poco a poco pero sin detenerse se paró de la cama dispuesto a seguir con su rutina de siempre.

Ante el espejo viejo que tenia frente su cama el se vestía en la intimidad de su torre, pero para quien lo viese seria el doncel perfecto y el mas enviudado con seguridad, pues su tez pálida a pesar de los trabajos bajo el sol, su esbelta figura, sus labios rosados y alargados así como su nariz griega. Todo en el era perfecto, pero era oculto bajo sus trajes sencillos y sin gracia.

 

— Buenos días — saludo a las avecitas con una sonrisa adormilada pero sincera, mientras las criaturitas le seguían canturreando por su pequeña terraza.

Draco desayuno un simple jugo de naranja con una manzana y se dispuso a hacer sus deberes; era principio de la semana, así que solo tocaba despolvorear las habitaciones, sacudir las cortinas, lavar las sabanas, pulir la plata y encerar el piso. Ni más ni menos, y aun sin saber si ese día lo visitaría su tía o no, el cumplió con cada tarea y acabo para el medio día.

Pero se entretenía al menos, ya que estar encerrado en esa finca lo mataba de aburrimiento, prefería ocuparse por completo y siendo el único “cuidador” (cofcofsirviente) del lugar, apurarse con todo y mantenerlo impecable era su deber y hobby.

Como se predijo, justo al medio día acabo con todo y merienda preparada, pero tenía más ganas de otra cosa que hambre, así que subió a su habitación y se encerró en ella solo para una cosa: pintar.

Le encantaba hacerlo y el mismo se encargo de decorar su habitación con las constelaciones y animales místicos. Vale contar que no había espacio para nada mas desde que tuvo doce años, así que implorando por horas su tía accedió a siempre tenerle lienzos nuevos y material en perfecto estado. Ella había dicho que no era propio de un hombre, pero no pudo contra los intentos victoriosos de su sobrino.

Entonces se planto frente a un lienzo nuevo y plasmo su último sueño. Esta vez era la imagen de un castillo sobre varias colinas y dragones volando sobre él mismo; los detalles de la imagen le llegaban vividos y tan frescos que él se sentía en ese lugar. No tomo su tiempo, solo se dejo llevar haciendo su arte.

 Entonces le llego otra imagen diferente y prefirió dejar el castillo para otro momento.

Sentía que era importante, tomando un pergamino y carbón dibujó un símbolo con un dragón enroscado sobre una espada. Lo dibujo tan rápido que cuando termino solo pudo quedársele viendo, sin saber  a ciencia cierta porque ese símbolo seguía apareciendo y apareciendo por esas fechas. Sin lugar a dudas era la primera vez que se animo a dibujarlo por fin, pero años atrás le causaba dolor y tristeza tan solo soñarlo.

 

¿Por qué me sigues persiguiendo, Dragón?  

 

 — ¡Ayuda! ¡Auxilio! ¡Sálvenme! — la vos chillona de un animal le hizo despertar de sus pensamientos. Girando su cabeza hacia la ventana observó las reconocidas patitas negras y pelaje anaranjado sobre dos orejitas. Solo pudo sonreír y bufar al mismo tiempo en que se paraba — ¡Soy muy joven para morir! ¡Ayuda! ¡Veo mi vida atreves de mis ojitos!

 

— Pero que dramática Pansy. — dijo el rubio mientras tomaba, a la dramática zorrita que intento trepar por su ventana.

Pequeña, esponjosa, la típica cara traviesa de su especie y de pelaje anaranjadito le hacían parecer una cría  y más en los brazos de tan hermoso joven. La zorrita tan solo rio moviendo la colita

 

— ¿Has pensado en mudarte al primer piso? Mira, que me canso de primero trepar esa pared horrible y todavía esta tonta torre — el indignado animalito cruzo sus patas sobre su estomago, mientras el rubio la acomodaba en su regazo al sentarse en su cama

 

— Lo he considerado. — el la acaricio un poco y ella ronroneo cual minino, pero un sonido extraño proveniente del animal les hizo reír a ambos

 

— ¿Escuchas eso? ¡Mis tripas se comen unas a otras! — el zorrito se estiro y rodo por toda la cama dramáticamente, y el rubio no dejaba de verla sonriente. — Me desmayo, ¡me pierdo en el túnel oscuro!

 

— Solo vienes para comer. — acuso el joven que se puso de pie y le tendió una fruta verde. El animalito sostuvo el fruto entre sus patas siguiendo balanceando con paz su colita.

 

— Por supuesto. También porque necesito amor, mimos y cariño

 

— Y un baño.

 

— ¡No presiones! — chillo el zorro y se dispuso a comer.

En silencio Draco acomodo sus cosas de pintura y ordenaba su cuarto por segunda vez en la semana.

El zorro se acabo el fruto, se estiro un tanto más y movía gracioso los bigotes. Pansy, como fue llamada por el rubio, se hizo bolita en su lugar y se dejo abrazar por una tenue luz brillosa, para transformarse en una pequeña hada de vestido verdoso y alas de colores.

Muy bonita en realidad, y el rubio tan acostumbrada a verla que solo le sonrió y le paso un plato de frambuesas. Pansy era un hada de los animales, por eso podía tomar formas de cualquier animal y hablar con ellos.

 

— Oye  — la hada recibió la atención del chico —, darán una pequeña fiesta en la aldea de los ladrones, ¿quieres ir?

 

— ¿Qué clase nombre es “la aldea de los ladrones”? — el joven evito el tema mientras limpiaba con su pañuelo el pincel. Pansy rodo los ojos mientras sus mejillas estaban llenas de comida

 

— Draco, ¡necesitas salir de aquí! — apenas se le entendió a la hada, pero lo único que recibió por su mirada fulminante fue una sonrisa depresiva

 

— Algún día, Pansy.

Pero su amiga tenía razón, el jamás había salido de esa torre.

Desde que tenía memoria ha vivido en la finca de su tía, quien cobrándose su “amabilidad de haberlo criado y dado un hogar” según sus delirios, el rubio ha sido sirviente de ella desde que aprendió a castigo y ayunos como usar una escoba.

No es que se quejara (no mucho) pero realmente quisiera salir de ese pequeño terreno que aparte de la casa grande, solo había un sendero al frente y en el patio de atrás siendo tapados al exterior por un muro de roca solida y bajo un hechizo de la misma dueña.

¡Quería ver el mundo que contaban los libros, quería conocer gente que escribía esas historias!

Draco aprendió a leer, escribir, etiqueta entre otras cosas por la mano dura de su tía, pero cuando él aprendió a ser independiente de ella (desde los diez años), la bruja solo lo visitaba por temporadas pasajeras. Una vez se le ocurrió plantársele de frente y exigirle que lo llevara con sus padres, o  que si en verdad estaban muertos que lo llevara a visitarlos…, a la edad de seis años recibió su primer Crucio y jamás volvió a preguntar o hablar de mas; siempre el niño bueno, el que se quedaba callado y se dejaba hacer y deshacer por su tía.

Que haya encontrado a Pansy en forma de un conejito toda lastimada colgando de las ramas de uno de los manzanos fue toda una sorpresa, pues jamás había visto a otro ser vivo. Cuando llevo a la hada a su habitación y volvió de buscar paños y agua caliente, se dio el susto de su vida: el pequeño conejo se había transformado en una hada muy chillona y dramática para el niño.

Ella se había asustado pues creyó que el niño era un mago, y para ellos el polvo de hada era un preciado y ambicioso ingrediente para pociones poderosas. Draquito le juro y perjuro que él no tenía nada de mágico. Aunque ocho años después, Pansy seguía dudando de ese hecho. Pero era cierto, el rubio no tenía nada de magia en su interior.

 

— ¡Pero mira eso! Cada día te luces más pequeño amigo. — el rubio fue traído de sus recuerdos por el sonido del aleteo de su pequeña compañera, quien sobre su hombro volaba y admiraba con sus ojitos jade la pintura reciente — ¡Tal vez algún día podamos ir allí! ¡Yo hablaría con tanto dragoncitos y tú serias admirado por todo el pueblo!

 

— Lo dudo. — Draco soltó otra risita pensativa e imaginándose que tal seria pasear por ese castillo, pero el hada de repente se quedo tiesa en su lugar

 

— ¡Alerta psicótica, alerta psicótica! — tal alerta era para visar que su tía estaba por llegar a la finca. Draco alzo lo que sus diestras manos podían pero el hada jalo de su manga para tener su atención. — ¡Muévete, yo ocultare tus cosas!

El no tuvo tiempo de agradecerle para cuando ya estaba bajando a largos saltos las escaleras.

Su tía quería que siempre él estuviera presente al abrir la puerta; para recibir sus cosas o simplemente para verlo en la miseria y a ella en la gloria de tener un fiel lacayo, él de todos modos debía mantener una sonrisa de alegría para darle la bienvenida.

Y así la puso, en su cara estaba una mueca que se consideraba “feliz”.

El sonido de una Aparicio se escucho tras las puertas, las cuales fueron abiertas de par en par mostrando a una mujer de cabellera rizada y rebelde, que al igual que los ojos eran negros como el carbón. De vestido negro de alta costura que le apretaba al cuerpo como segunda piel, dejando así un escote atrevido mostrado sus virtudes. Una mujer sin duda atractiva con esa sonrisa coqueta y desvergonzada, pero a leguas se notaba su mala vibra.

 

— Tía, sea bienvenida a su casa. — la reverencia y el tono agradable eran parte de sí mismo como su rutina, pero no dejando de ser falsos.

 

— Mi amado muchacho, que guapo estas. Cada día te sigues pareciendo a una doncellita, jajaja — ella lo abrazo y como siempre, le robaba un beso frio, sonoroso y burlón. Para Draco, solo se definía en asqueroso como la caricia que recibía su mejilla por aquellas uñas de hierro. — ¿Te comió la lengua el ratón?

 

— Preparare su té. — fue lo único que respondió sin verla a los ojos. Según su tía, debería ganarse el derecho y tener la altura. Tonterías de la vieja bruja, se repitió siempre el joven.

 

— No, tomare una poción y dormiré el resto del día… — su voz teatral era digno de ella, pero en realidad si parecía cansada y el rubio se inclino nuevamente dispuesto a prepararle la habitación, pero un momento a otro la mujer le apretaba el brazo con fuerza y omitió el gritito de sorpresa ante esos ojos rabiosos — ¿Perdiendo el tiempo con tus cosas de niña, Draco? ¡Qué te he dicho sobre eso! ¡Desperdicias el día en tonterías, en vez de cuidar de nuestro hogar!

“Cosas de niña”. Para su tía era una vergüenza que un “caballero” como él pintara, cantara, tocara el violín y prefiriera leer. A Draco le dolían esas palabras, más que nada porque se creía lo suficientemente caballero como los cuentos que leía de niño o uno de los hombres de aquellos viajeros e investigadores del mundo. ¿Pero como tener razón él que nunca ha salido, en contra de una mujer que viajaba para cada rincón? ¿Cómo saber si era “normal”?

Draco tenía miedo de confesarle que desde la pubertad,  por más absurdo e imposible sucediera, que el simplemente quería conocer un “él”, no un “ella”.

Se sentía humillado siempre que tocaban ese tema, pero ni él lo entendía.

 

— No he desentendido mis obligaciones. — contesto sin levantar la vista y mordiéndose el labio inferior. Estaba rogando porque a su tía no se le ocurriera castigarlo con magia.

 

— ¡Pues entonces busca otra forma de aprovechar el tiempo! — ella lo soltó con fuerza y el perdió el equilibrio. La mirada de loca que ella tenía le hizo bajar aun más la mirada, escuchando como la bruja iba subiendo a regañadientes los escalones. — Me he ocupado de ti desde que eras un bebe, y es así como te atreves a pagarme. ¡Perdiendo el tiempo con tus niñerías!

 

Draco dejo de escuchar los pasos de los tacones y se puso de pie. La marca de su brazo no se iría en un buen mes, no si esas uñas lograron encajar tan bien contra su piel… en serio, ¡qué delicado era!

Ya recuperado de su leve temor y temblores, camino rumbo a la cocina a preparar una buena cena que lo excusara de estar presente con ella y poder encerrarse en su habitación al menos esa noche. Estando en la cocina prendió el fogón y movió ollas e ingredientes con maestría y velocidad de práctica.

La puerta de la cocina se abrió un poco, así que sabiendo que no era la ruidosa de su familiar bajo la mirada y encontró a la zorrita nuevamente, pero con sus bigotes y orejitas caídas. Lo bueno que su camisa era negra y manga larga, así las marcas no se verían por la transparencia de la luz

 

— ¿Estás bien? — la pregunta era tonta, pero Pansy necesitaba hacerla. Aun así, solo recibió un movimiento de cabeza del rubio. Ella frunció los bigotes y alzo las orejas gruñendo — ¡No sé porque aun no le lanzas un hechizo para desaparecerle la boca!

 

— Sera porque no soy un mago como ella. — respondió con neutralidad, obviedad de que estaba tragándose las ganas de explotar

 

— Y aun te crees eso — la zorrito subió con un ágil salto a la mesa, pero aterrizo siendo un hada nuevamente que aleteaba obstinada frente al rubio que la ignoraba — ¡Draco, yo puedo ver magia en ti!

 

— Pansy, ahora no. — no, el chico no estaba para platicas de razón o no.

La palinegra cerro sus manos en puños y toda la carita se le puso roja de lo enojada que estaba. Las hadas eran seres felices que siempre encontraban la paz para no sobresaltarse, ella era realmente un caso perdido entre las de su raza.

 

— ¡Es que ella me pone tan, pero tan…! ¡Furiosa! — en el grito que soltó, hizo lanzar varios objetos por su energía mágica. Uno de ellos que esquivo el rubio fue a parar a una gárgola que decoraba la chimenea, haciendo que la cabeza de la escultura se inclinara hacia abajo y misteriosamente, unas escaleras en caracol aparecieron frente a la chimenea.

Ambos presentes se miraron con los ojos abiertos, miraron a las escaleras, y volvieron a mirarse en la misma postura.

 

— Em, yo no fui. — fue lo único que dijo la hada para romper la tensión.

Draco se movió rápido a las puertas de la cocina y saco la cabeza para observar si su tía o sus cuervos aparecieron. Nada. Pues bien, tomo una de las antorchas del pasillo, acerró las puertas, puso un bloque de madera para cerrarlas y la mesa donde hace poco tenía sus ingredientes. Todo con el mayor silencio posible.

 

No lo hagas Draco. No lo hagas Draco.

 

Ignoro a su subconsciente y se posiciono frente al primer escalón respirando con profundidad. En serio, que estaba loco si pensaba bajar,

 

— ¿A dónde llevara? — no se evito preguntar, pero sintió como la hadita se sentaba en sus hombros y ocultándose tras sus cabellos sueltos.

 

— Ni idea, ¡pero espero no llegar a ver ningún cadáver!

Con decisión y compañía, Draco tomo la ultima exhalada de aire y comenzó a bajar los escalones. Pasaron dos minutos bajando el caracol y en el transcurso el miedo se convirtió en sana curiosidad y juego de misterio para ambos.

Llegaron a lo que se supone una habitación de puro ladrillo viejo y piso de pura tierra; lleno de libros, baúles cerrados con llave y fuertes hechizos según el hadita, estuvieron observando con inquietud y magnificencia el lugar empolvado.

La hada le decía a que baúles acercarse y a cuales no, y entre los que pudo abrir vea vestidos coloridos y viejos, joyas y pergaminos o invitaciones a eventos de alta alcurnia. Todo para una tal “Bellatrix Black” o cartas de “Lucius”. Aunque si Draco pudiera opinar en voz alta, diría que las de la dama eran escritos seductivos y algunos sentimentales, las respuestas de él en verdad dejaban mucho que desear como “correspondencia”.

¿Su tía seria esta tal Bellatrix? El niño por más que pregunto el nombre de la bruja, esta jamás se lo dijo. ¿El caballero de las cartas jamás la correspondió? Bueno, eso explicaba su amargura.

 

— ¡Nadie ha estado aquí en años! — la vocecita de su amiga lo distrajo de la dramática lectura y vio como ella con esfuerzo, posaba una caja rectangular sobre el piso y la abría, dejando salir una sinfonía — ¡Mira, esta caja es lo único bonito y estaba bajo esos mugrosos vestidos!

 

— Conozco esa canción. — murmuro Draco para arrodillarse frente a la cajita que sonaba. ¡Le parecía tan preciosa! De unos 20x10 de los lados y 5 de ancho. Toda brillante a pesar del polvo, notando así que era de plata pura.

La canción y la tela esmeralda de terciopelo daban maravillas con el contraste, pero se notaba que su contenido estaba perdido en algún lugar, pues la caja estaba vacía y parecía que era única para guardar algo propio.

Pero era la cancioncita lo que le hipnotizada, seguro de reconocer la letra pero esta estaba perdida en su memoria. Aun así, la voz hermosa y exótica de un hombre le llenaba de recuerdos.

 

Las estrellas han de brillar. A tu amor harán… ¿volar? ¿Saltar? ¿Encontrar? Diablos, realmente la letra está muy perdida en mi mente.

 

— ¿Draquito? — la hada lo trajo de nuevo de sus delirios.

 

— Es el estuche de una varita o algo así. — Comento el chico ante la mirada preocupada de su amiga, pero pronto ambos se volvieron curiosos a la cajita  y él acerco la luz de las llamas cuando sintió que sus dedos delineaban algo sobre la tapa — Tiene algo grabado:

»“Infinito como las estrellas del cielo, nuestro amor por ti es duradero”.

Para nuestro amado hijo, Draconis, en este día de su nacimiento.«

 

Y el rubio quedo totalmente contrariado, miles de sentimientos invadieron su joven corazón y el mayor de ellos era la rabia y confusión; “Draco”, era diminutivo del latín “Draconis” y esa caja era suya, pero su tía se lo oculto. Y, ¿Qué mantenía oculto esa caja? ¿Por qué conocía la canción y más por la voz arrulladora de un hombre? Además, ¿“amado hijo”? ¡No! Sus padres lo abandonaron con esa mujer loca, ¡ni siquiera lo querían!

Se sentó sobre el piso y Pansy lo siguió preocupada, pero esta vez ni ella logro sacarlo de sus pensamientos, pero no falto tanto para que el mareo, el peso de la verdad y el de las mentiras le hicieran explotar

 

— Pero mi tía… ella… ¡Dijo que mi madre era una cualquiera y mi padre decidió dejarme aquí! ¡Qué no me quisieron tener, que ella me había salvado! ¡Qué ella era lo único que tenia! — Apretó la caja contra su pecho y respiraba rápido, pero difícilmente entraba aire a sus pulmones — ¡¿Por qué mentirme?!

Sus ojos rojos y pestañas húmedas indicaron su llanto, pero el negó dejar salir algún sonido que lo desmostarse. No quería partirse a llorar en ese extraño lugar, además de que no quería sentirse triste cuando también se incrementaba su sentimiento de fuerza y determinación a descubrir su historia.

Estaba en una cruzada de caminos, emociones, y decisiones de las cuales no sabía ni de que tratarían o a donde llegarían, simplemente le golpearon de frente.

 

— Ella es una loca mala hierba, Draco. — le hablo Pansy mientras la acariciaba la mejilla con su pequeña mano. El simplemente la miro y esta le sonrió dulzura, mientras soltaba poca magia para calmarlo con su calidez. El rubio por fin pudo tomar aire tranquilo. — Mejor veamos a donde lleva ese túnel, ¿te parece?

El chico dirigió su mirada a donde ella señalaba, lo cual era una puerta cubierta por la tierra del suelo. Ella sonrió y se alejo volando rumbo a la cerradura, la cual con facilidad se pudo abrir con ayuda de su polvito mágico.

Se transformo nuevamente en una zorrita y lo miraba con la cabeza ladeada, esperándolo con los bigotes picarones sonriéndole.

Entonces Draco por fin tomo la primera decisión de su vida y para él mismo. Tal vez aventurarse a lo desconocido era muy arriesgado y poco inteligente, pero cualquier desesperado en este mundo necesitaría al menos una chispa en su vida. Era hora de que él buscara esa chispa, comenzando a caminar por ese túnel.

 

 

Hablando de destinos y coincidencias, mientras contra viento y gravedad, desafiando a sus instintos y astucia, el príncipe heredero de Slytherin tomaba aire y lo dejaba salir con lentitud. Al compas del movimiento indetectable de su pecho almacenando oxigeno, con la vista bien puesta, dejo salir dispara una flecha contra el blanco: un costal a cuatro metros de altura y medio kilometro de distancia. Le dio al blanco.

 

~Muy bien amo, mejoras día a día. —  el siseo a sus espaldas le hizo girar con una sonrisa de total victoria en sus facciones.

- Gracias, querido Niniriu. — le contesto en su lengua materna, el parsel, a su querida serpiente parecida a la de su padre, pero de ojos azul oscuro. Muchos decían que daban miedo en la noche, pero el solo pensaba que eran traviesos como su dueña.

 

— ¿Practicando a lo muggle? — otra voz bienvenida le hizo mirar al frente, solo para encontrarse con su sonriente y pelirrojo.

Ronald Weasley, el hijo menor del comerciante de plata de los cuatro reinos fundadores. También su mejor amigo.

 

— Soy el mejor en DCAO, así que ya no puedo superarme más que en éste arco. — el azabache resoplo divertido y su amigo solo meneo la cabeza negativamente pero divertido  

 

— Algún día alguien te bajara de esas nubes de ególatra. — anuncio el pelirrojo mientras el de lentes tomaba sus cosas para irse.

Su serpiente se enroscaba por el pasto, así que comenzó a caminar a su caballo-nórdico blanco. Eran idénticos a los corceles normales, pero estos eran un poco más veloces y saltaban distancias cuestionables. Aparte de que eran los únicos quienes no le temían a las serpientes, por ende, solo eran engendrados y cuidados en tierras Slynthiarnas.

 

— Oh cállate Ronald — bramo el joven mientras acomodaba a su nórdico, como su amigo que hacía lo mismo con su corcel marrón. — ¿Hermione?

Entendió que no debió preguntar, pues el pelirrojo rodo los ojos y resoplo fastidioso. Hasta la serpiente se rio del gesto

 

— Hoy se tomo el día para remendar su “amado vestido” junto con Ginny y Fleur. — el ojiesmeralda soltó una risotada mientras dejaba que su Niniriu se enroscara desde su brazo y mitad del pecho para montar. — Te lo juro, no sé si se casa porque me ama o por querer usar ese tonto vestido.

 

— Es el vestido de su difunta madre. — comento con seriedad el de lentes, acomodando las riendas entre sus manos

 

— Bueeno. — acepto resignado el pobre Ron, quien hizo reír de nuevo a Harry y al reptil. Entonces Ron también monto y volteo a mirar a su amigo. — Oye, se dice que una cría de zorro se anduvo paciendo por el mercado. Hay que ver si lo atrapamos antes que los cazadores.

 

— Hecho, vamos.

 

— Ah, pero también el Rey te está buscando.

 

— ¡¿Qué?! — el azabache miro a su serpiente y esta simplemente siseo “Yo le avise que lo buscaban, pero me ignoraste.” Enserio, a veces sentía ganas asesinas de ahorcar a su reptil y después colgarse el de la torre más alta. Pero en esos momentos, también quiso encajarle una flecha a un divertido Weasley — ¡Para la otra, espero y no me invites una cerveza de mantequilla antes de decirme que mi padre prepara mi tumba, Ronald!

 

— Er, claro. Pero ¿si nos vemos para buscar al zorro? — comento divertido su amigo, pero el azabache desidia controlarse e ignorarlo. Además, llevaba prisa, pues se fue montando su nórdico como si la misma Morgana Le Fay, lo estuviese siguiendo.

Harry llego al castillo, desmonto y apenas dirigió palabra a los sirvientes, soldados, guardias a cualquiera que se le atravesara. Personas que también, lo miraban entre divertidos y preocupados, pero el chico decidió ignorarlos a ellos y a sus ganas de pedir que mataran de una buena vez.

Bueno, tal vez era un poco paranoico.

~Yo no me confiaba, su eminencia Naguini, está con él.

- ¡Gracias, eres de gran ayuda ahora, Niniriu!

 

Cruzo el pasillo y camino por el lumbral al salón principal donde seguro se encontraba su rey. Los guardias apenas verlo doblar la esquina abrieron las puertas, pero también le sonrieron secarrones y él no puedo hacer más que avergonzarse. ¡¿Es que todo el mundo lo sabía pero él fue el único tonto para ignorar el llamado de su rey y extremista y disciplinario padre?!

Atravesó las puertas y entro por el amplio salón de decorados verdes y grandes ventanales, con un omnipotente trono de plata y esmeraldas en el centro de todo y uno igual de detallado pero más chicos a sus costados. Ese solo centro imponía presencia, pero su padre de expresiones sabias y firmes imponía temor por sí solo.

Azabache y de ojos similares así como la altura y la forma de sus cuerpos, se decía fácilmente que eran familia. Lastimosamente Harry, según James, era la réplica de su papá y al lado de su soberano predecesor, el chico daba ternura. ¿Ternura? ¡Ternura!

 

— Mi rey, he llegado en cuanto pude. — el menor se arrodillo frente a su rey pero este siquiera despego su mirada de los pergaminos que tenía en manos.

Fue Naguini quien le amostazó en parsel y Harry solo atenea a disculparse frente a la que fue, prácticamente su niñera e institutriz. No es que tuviera la idiotez de decirle “niñera” a una serpiente que sin culpa ni dificultad pudiese comerle la mandíbula.

~¡Como príncipe heredero, debes responder ante el llamado con urgencia, así sea una tontería del “hijo” de Salazar! ¡Y estas lo suficientemente grandecito como para saber que tu padre jamás te llamaría para una tontería!

-Sí, Naguini.

~Bien. ¡Niniriu, ven conmigo!

 

Ya dicho todo y Harry dejando de temblar ante la presencia de esa… ¡anaconda!, ambas reptiles salieron de la habitación dejando a padre e hijo solos. El menor aun temía que su padre le soltarse otro sermón igual de largo que el de su alma compañera, pero para Tom ya le era un desperdicio de tiempo aquello. Además, Naguini le conto hasta de sus antepasados, ya no había más que decir.

 

— Si planeas usar mi corona, también deberías considerar ser puntual. — fue lo único que dijo el azabache mayor, dejando de firmar los pergaminos empezando a caminar rumbo a la salida del salón. Su hijo simplemente se dejo guiar con pasos de plomo.

Su padre hacia revolotear con elegancia la capa de su túnica verde, la cual era negra ónix totalmente  y con el escudo real que lo nombraba como el Rey absoluto del legado de Salazar Slytherin. Harry a su lado parecía un vagabundo, pues por más que trato de acomodarse su chaleco entallado a su figura o limpiarse las botas, no sirvió de nada. ¡Pero ¿qué podía hacer él?! ¡Su padre era toda galantería mientras el saco los genes “Potter-cabellos-salvajes”!

Llegaron a la salida del castillo y ambos montaron nuevamente para Salir trotando acompañados por una pequeña escolta a sus espaldas.

Conociendo a su padre y sus silencios y sutilezas, no le diría a dónde irían o para que iba él, sino hasta que llegaran al destino y le comendara una tarea. Rara vez y solo paso de niño, Tom pasó tiempo de enseñanza con su hijo y era simplemente para mostrarle lo que haría o dirían cuando llegase el momento de coronarlo. Harry de niño era tan feliz de pensar que gobernaría con su padre y su papá siempre le decía que sería tan grande como Tom. Ahora, el castaño en verdad dudaba si lograría tener el porte de un rey y soportaría el peso que conllevaba, así como su padre lo hacía a diario.

No es que se queje o dude del cariño de Tom, pues siempre recordaba con alegría como lo llevaba en brazos, en su caballo por las noches a mirar las estrellas o simplemente, como nunca falto en sus primeros quince años un beso de “buenas noches” por su parte. Ya después de los quince, tanto a padre e hijo les bastaba un abrazo o una mirada para entenderse y James le repetía constantemente (preocupado por si su niño extrañara a su progenitor) que Thomas Gaunt era de hierro frio por completo, pero solo el fuego de su familia podía doblarlo o forjarlo más fuerte.

Y eso es a lo que Harry temía y anhelaba ser un día.

Poco después de andar divagando en su mente, llegaron a lo que se suponía era una grande del tercer matrimonio de ancianos pertenecientes de la familia tercera de los Bingly. Harry sabiéndose de memoria las genealogías de su reino, se pregunto qué hacían ahí con tanto soldado de allá para acá.

 

— Sus eminencias. — Kingsley Shacklebott, primer comandante general de la guardia guerrera y capitán de la guardia del rey, se arrodillo con humildad frente a los dos azabaches quienes regresaron el saludo — No hay rastro del matrimonio Binlgy, ¿iniciamos una búsqueda de rescate?

Thomas se quedo pensativo pero la mente de Harry trabajo a mil viendo el escenario completo. Sin evidencias, sin huellas alrededor o algún dato de evidencia anormal que Shacklebott hubiese mencionado que relacionase a un secuestro o asesinato, Harry analizo el lugar.

Frio. Flores marchitas. Una tormenta amenazando el lugar pero que no se acercaría al castillo o sus alrededores. El pasto rociado pero sin rastro de lluvia reciente y el prado cerca de donde se suponía pastaba el ganado, estaba cristalizado como si fuese… ¡no podía ser!

 

— ¡Espere mi Rey! — grito el joven príncipe que desmonto de su nórdico. Tom lo miro fijamente, así como los demás soldados curiosos y notaron como el chico analizaba una flor y después se la acerco a su soberano. — Fueron Dementores, mi rey, no ladrones; para una granja tan pequeña y que no se hayan aparecido ante nosotros significa que deben ser solo dos o tres y se fueron una hora atrás. Y debieron estar solo de paso, sino no hubieran bajado de Azkaban para una sola familia.

 

— ¿Qué haces en este caso? — cuestiono un orgulloso rey, pero conservando su seriedad ante la situación.

Harry pensó un momento, apenas dándose cuenta de la prueba a la que fue sometido por su padre, pero mostrando su agilidad mental contesto con postura militar.

 

—  Enviar tropas a verificarlo sería inapropiado si ya se han reunido con una manada, lo prescindible seria resumir a que ruta llegaran y por qué. Un grupo rastreador de Inefables sería la mejor opción.

 

— Escuchaste al príncipe, Kingsley. — no se retraso en anunciarlo el mayor, quien simplemente comenzó a dar vuelta con sobre su nórdico.

 

— ¡A la orden, mi rey! — el comandante general le sonrió con el mismo orgullo y lealtad a Harry, quien simplemente le regreso la sonrisa inflado de orgullo.

Volvió a montar y también a seguir a su padre, quien hacia trotar a su caballo a paso calmado para que su hijo pudiese posicionarse a su lado

 

— Cada vez me convences más de ser un digno sucesor. — comento Tom con la mirada al frente y voz serena, pero para Harry eso le hacía más feliz que cualquier otra cosa.

 

— Papá aposto con Sirius a que dirías eso faltando poco para mi cumpleaños veintiuno. — comento el chico aprovechando el ambiente pacífico junto a su rey. Tom hizo una mueca que se familiarizaba como sonrisa burlesca y superior, pero en realidad era muy sincera

 

— Yo aposte con James a que te coronaria sin reina o príncipe consorte. — anuncio el mayor, dejando boquiabierto a su hijo. Tom no se negó a voltear a mirarlo y observar su mueca de disgusto, la misma que el pudo presumir ante su madre cuando esta insistía en que Thomas se diera prisa y desposara a James.

Oh, tan dulce era la venganza en carne fresca. ¿Qué mejor victima que su hijo?

 

— ¡No, tu no! — resoplo por ultimo un abatido moreno, quien bajo la cabeza como si caminara a su sentencia. Tom no pudo evitar soltar una risa calmada, pero la controla para mirar a su hijo y hablarle con severidad pacifica, mientras le sonreía.

 

— Harry, ser un monarca es una tarea difícil; pesada y asfixiante entre responsabilidades con el pueblo, con la sociedad y tu vida personal. Necesitas a alguien que pueda compartir contigo todo eso.

 

— ¡Pero apenas cumpliré veintiuno! — ¿Harry haciendo berrinche? ¡así es señores, el heredero de Salazar Slytherin estaba haciendo tremendo berrinche!

 

— Veintiuno y no sabes con quien amaneces en la cama. — comento con una ceja alzada su padre y el hijo no contuvo su sonrojo.

El hijo no quiso seguir hablando del tema y simplemente miro al frente con la quijada apretada. Digan lo que quieran, esa rudeza cuando se enojaba la saco de un Gaunt. Tom exhalo con pesadumbre y dando por terminado el ambiente pacífico con su hijo.

Movió su nórdico para quedar frente a su hijo y verle a los ojos que ambos compartían.   

 

— Te lo digo de padre a hijo, tienes que madurar. — Harry iba a replicar, pero Tom volvió a su pose fría y distante, esa que, aunque tuvieran la misma estatura, aun lo hacía ver superior ante su pequeño. — Y como tu Rey te advierto: si no puedes tomar una simple decisión, olvídate de mi trono, mi corona y mi pueblo.

Con esas palabras su padre dio la vuelta y marcho a zancadas de caballo, dejándolo a él reflexionando.

Casarse. ¡¿Él casarse?! ¡Casándose!

No podía ni con la sola idea de estar sobre un altar como lo haría muy pronto Ron y Hermione. De hecho, se avergonzaba de que su mejor amigo se haya atrevido a dar el gran paso y el estaría solo cual perro en sus juergas. Bueno, solo con Dean y Seamus (qué no es lo mismo si uno enviudo y el otro es un mujeriego incomprendido), porque hasta Neville se caso el mes pasado con el hijo amargado del concejal, Theodore Nott.

Entonces cayó en la cuenta y su cara ardió de vergüenza, ¡él tímido Neville ya estaba casado y a él le daba miedo decir “acepto”!

Su padre tenía razón, pues como príncipe que era no podía estarse acostándose con cualquier perro que le ladre. Pero no era miedo al compromiso de compartir la vida, era miedo a compartirla con alguien y luego sufrir porque ese alguien se convierte en su inframundo.

En un principio a sus 18 dejo que su papá tomara las riendas del asunto, y James tan entusiasta como era, trabajo tan rápido que el mismo día le dio una lista de nombres e itinerario de citas programadas; tomar una relación formal con la condesa Luna, la princesa Cho de Ravenclaw, con la hija del noble del este, Neville (sí, su amigo tuvo que estar en dicha lista y su padre no dejo de burlarse de la cara que puso cuando se entero), el hijo menor del Duque Creavvy, el segundo hijo del Rey de Hufflepuff… Harry sabía que si James no puso el nombre del gemelo de Regulus, Sebastián, fue porque ni Sirius detendría la masacre que cometería Severus de tan solo enterarse a que manos pararían su pequeño cachorro.

Ginny fue su última opción, pero apenas menciono el tema ésta le dio un zape, una botella de coñac y otro zape, para finalizar con un sermón: “tú no tienes miedo al compromiso, le tienes miedo al que se case contigo… Y Teddy ya pidió mi mano”.

 Omitiendo lo de Teddy, era cierto lo que su pequeña amiga decía. No era miedo al matrimonio (por mucho que su padre lo dudase, el ya era maduro respecto al tema) y sabía que era importante como futuro Omnipotente Señor de Slytherin, pero temía a no encontrar su alma gemela y terminar escogiendo a la persona incorrecta, teniendo así una vida matrimonial del caño.

Pero era porque él lo sabía, sentía y soñaba a su  “segunda mitad”. Cada que cerraba los ojos lo veía en su mente, e incluso memorias de unos ojos curiosos y brillantes… Recordó que en su decimo cumpleaños se lo conto a su papá y este se echo a llorar pidiéndole perdón. ¿De qué? quien sabe, jamás se lo contaron, pero con eso quedo grabado que su alma gemela si existía.

¡Y Harry quería encontrarlo! Le daba tanta ilusión ver a parejas y familias felices como la suya, o la de su padrino con su amado esposo (le tenía poco, ¡pero solo un poco!, cariño a Snape). Incluso ver a sus dos mejores amigos con el aura de enamorados desde que eran niños…, tenia envidia. Envidia de tener casi veintiuno ¡y-estar-solo-cual-PERRO!

Él solo quería enamorarse de verdad, pero solo quería hacerlo con esa persona de ojos brillantes.

 

Ojos que ni siquiera recuerdas. Bravo Harry, bravo.

 

Sin darse cuenta de que llego a los jardines y lagos cercanos al este del castillo, escucho un grito tan familiar…

 

¡Ayuda, ayuda!

 

Era la voz de una de sus pequeñas hermanas.

Hizo correr a todo lo que daba el caballo para toparse a mitad del camino con una niña castaña y de ojos chocolate.

 

— ¡Verona, ¿qué pasó?!

 

— ¡Harry, es Liliana! ¡Resbalo por el barranco y caerá al rio!

Río en primavera era de temer, pues corría toda el agua de hielo derretido desde las montañas del oeste y la corrientes de ponía de temer.

Sin seguir pensándolo, tomo a su hermana del brazo para subirla con él al caballo y volvió a tirar de las cuerdas con fuerza. Con un solo pensamiento en la cabeza, rezarle a sus antepasados por su pequeña pelirroja de tan solo ocho años.

Cuando llego, que no fueron ni segundos después de encontrarse con la mayor de las trillizas, desmonto el animal para acercarse.

 Estando cercas de la escena, vio a un sujeto intentando ayudar a su hermanita y como la subía con cuidado, pero Lily resbalo de nuevo por el fango y Harry se lanzo para atraparla, pero el sujeto (rubio, por cierto) la jalo hacia arriba para que no fuera al rio. Lástima que por la fuerza ejercida el rubio se tuviera que inclinar hacia adelante y perdió el equilibrio. Pero el azabache fue más rápido y lo sostuvo de la cintura... una cintura muy bien delineada.

Al azabache lo atrapo un olor de narcisos y jabón, así como sintió la calidez de la espalda ajena contra su pecho, sus brazos rodeando la definida cintura y sus manos apenas palpando un plano abdomen.

Entonces al chico que mantenía cautivo entre su cuerpo volteo la cabeza, mirando con curiosidad y alivio. Pero no fue eso lo que atrajo a Harry, no. Fueron los ojos grises cual platino que desorientaban bajo las rizadas pestañas, que le hechizaban diciendo “nunca, nunca me sueltes”.

Por fin había encontrado a sus ojos brillantes.

Notas finales:

WAAAAAAA! jamás me imagine que les gustara tanto, muchas gracias a los que apoyan esta historia y espero no defraudarles.

Bueno, este cap quedo extremadamente largo, pero queria poner tanto estas escenas que rondaron en mi mente desde el domingo que vi la mugrosa pelicula *-*

Pero intentare que sean cortitos o minimo interesantes para no fatigarlos. Ahora, próximo sábado 7 de marzo desde el medio día (hora, México) CAPÍTULO 2: ODIO A PRIMERA VISTA!!! wiiii, nos vemos el sábado pequeños muggles

~(*-*~)


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