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Clandestinos por PandoraBoxx

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!! ^-^/
Mi nombre es Kai y soy la representante de la hermosa PandoraBoxx

 

Por causas de fuerza mayor, no a podido actualizar su fic y me a pedido de favor que lo haga por ella.

Lamenta mucho el haberlos dejado asi, pero seguro regresara n.n

Sin más, los dejo con el final de esta historia deseando que lo disfruten y la espera valiera la pena.

En nombre mio y de PandoraBoxx.. gracias a todos por leer n.n

 

"Los personajes le pertenecen a Oda sensei, solo los tomamos prestados un ratito"

¿Adiós?


 


Toda la consagración presentaba su luto a los hijos del cardenal, todos estaban presentes; Luffy, Ace, Zoro, y los demás,después de todoellos eran los más grandes y claro que estaban ahí también los mas pequeños, esos a los que la noticia mas les afectó.


Conforme se corrió la noticia de que Zeff Kuroashi había fallecido, todos sus pequeños niños esos ya grandes y con profesiones distintas se fueron dando cita para ver por ultima vez a su padre; el llanto de todos afloraba y la amargura y tristeza también estaban a flor de piel, ¿Pero que podrían esperar de un anciano de mas de noventa años? Pensaban algunos feligreses al mirar destrozadas a distintas generaciones de hombres y mujeres.


Sin embargo quien mas atención llamaba era Sanji, el hijo adoptado del cardenal, el sacerdote que ahora tomaría su lugar en todo en la pequeña iglesia, ese que lucía tan triste que su rostro al mirarlo, rompía a los mas fuertes, ese de ojos rojos por el llanto y de voz quebradiza que prescindía la ultima misa al cardenal.


Tenía más de diez años de no estar en ese recinto y ahora, debía volver bajo términos tan tristes, que injusto, pensaban algunos fieles.


Zoro miraba desde fuera de la iglesia, Luffy, Usopp, Ace y los demás lo hacían desde distintas bancas dentro y seguían sin creer que él fuera el sacerdote que estaba enfrente.


Así es, Sanji se había marchado el día en que todos lo fueron a buscar a la estación del tren; cuando los miró reunidos y que Zoro le dio la opción de quedarse ya que él le ayudaría con todo lo que pudiese y que el mismo Zeff le dijera que no necesitaba ser sacerdote, huyó.


El miedo le ganó todo el terreno y sin importar que sus queridos amigos estuviesen en frente suyo, corrió al tren en movimiento y los dejóahí, inertes; ellos no se creían esa escena, Sanji los miraba muy arrepentido desde el tren en movimiento y únicamente un “Lo siento” fue leído en sus labios antes de que el tren cumpliera con su objetivo y los separara, todos estaban esperando que la ilusión quetenían se hiciera realidad, pero la realidad no siempre es dulce, a veces es tan amarga como en ese momento.


En la caminata al cementerio llena de cantos sinceros forzaban a que Sanji mordiera su labio y limpiara discretamente sus lagrimas, él estando al frente debía mantenerse firme, fuerte, cuando menos por todos los pequeños que mantenían el paso atrás; por todos los demás feligreses, las gracias y los feliz viaje de su parte al anciano cardenal retumbaban en todas direcciones.


Nunca había deseado que el tiempo se regresara, si deseó una vez que se detuviera y que nunca avanzara, cuando Zoro lo atrincheró en la farola, pero ahora deseaba que regresara para poder estar con su padre en sus últimos instantes, según las enfermeras dejo una carta para él la cual el abogado le daría cuando terminaran con todo ese asunto.


Al mirar la entrada al cementerio se trabó, las palabras simplemente no eran entendibles, Sanji suspiraba horriblemente pero mantenía el paso liderando a todos, sin embargo sus hermanos comprendían lo que para él esa entrada significaba y lo que pasaba por su mente con cada paso que daban acercándose a la última morada de su padre: el terror de perderlo definitivamente.


Cuando llegaron a donde depositarían al cardenal, en un cementerio privado (bien cuidado de verdes campos decorados con flores de distintos colores y arboles inmensos de distintas razas, delimitado por una enorme barda que culminaba en alambre de púas, para resguardar los bienes que llevaran los difuntos) y eso a regañadientes ya que él insistía en que muerto no interesaba donde lo dejaran ya era igual a todos los demás, Sanji se quedó parado a la distancia, menos mal que un segundo clérigo le ayudaba y porque precisamente sospechaba de cómo reaccionaría; sus ojos abiertos de par registraban todo pero simplemente su cerebro se negaba a aceptar ese horrible echo.


Cuando iniciaron a bajar el féretro el pavor que dejaran a su padre en ese oscuro, sucio y solitario lugar le causó pánico, y ese era un sentimiento simplemente desconocido para él, atinó a hacer lo único que creía era lo correcto y desde una parte alejada dejó escapar un grito espantoso que detuvo todas las acciones.


— ¡Basta! —vociferó enardecido iniciando a caminar en esa dirección — ¡Denle tiempo que él despertará! —agregaba ante las miradas incrédulas de algunos y,  llorosas de otros. — ¡Yo sé que lo hará! ¿O no viejo? —agregó abriéndose camino entre todos los presentes.


Los pequeños niños no hacían mas que llorar y sus compañeros, agachaban la cabeza negando.


—Anda viejo —le insistía al cristal, mirando el rostro adornado por las arrugas y manchas propios de la edad y aunque pálido, ese era el rostro de su padre — ¡Si te estoy diciendo viejo y ¿Qué harás para que no  lo haga?! ¿Patearme? ¡Adelante, aquí lo espero!


Ninguno se animaba a retirarlo del féretro, pobre Sanji, nunca se pudo despedir de Zeff, quizás y era la culpa que le carcomía las entrañas, quizás y era el remordimiento de dejarlo solo durante sus últimos días, no lo sabían pero comprendían a la perfección lo que por su mente estaba pasando.


Zoro fue el valiente que se acercó y lo retiró del lugar dejando que los encargados terminaran con su labor; todos ellos a pesar de que a un principio estaban enfurecidos con Sanji, al pasar el tiempo y hablar con Zeff y conocer de cómo le estaba yendo, iniciaron a perdonar esa acción y con ello, intentar querer de nuevo al cocinero como lo hacían desde niños, para algunos fue fácil para otros significo un reto, uno que por ejemplo a Usopp, no le dejaba tranquilo.


—Anda cocinerucho, aléjate. —dijo tomándolo por los antebrazos y levantándolo en peso. —Deja que terminen su labor, además, estas asustando a los pequeños. —agregó mostrando los estragos de su negación; los niños completamente dolidos y llorando sin recatos.


Si su viejo estuviese ahí le patearía por hacerlos llorar de ese modo, y como viejo golpe, lo recordó; él y nadie mas que él había elegido ese camino de tristeza y soledad y ahora, debía lidiar con las consecuencias.


Miró a Zoro a los ojos, ya más maduro y con leves muestras del tiempo sobre su rostro también y le siguió gustando, demasiado, sin embargo, ese no era ni el momento ni el lugar de fijarse en ello; asintió y se puso de pie soportando todo lo demás con el agua fluyendo de sus ojos, parpadeando consecutivamente,tragándose los sollozos y apretando los puños ante la impotencia de no poder hacer nada y rogó para que la tortura terminara.


Con cada palada que cubría a Zeff el horror lo invadía, pero no era el único, los gritos de los pequeños le interrumpieron y se vio en la necesidad de bloquear por el momento su propio martirio para sustentar a los pequeños.


—Ya, ya…—hablaba al terminar de limpiar sus lagrimas —Él nos cuidará desde el cielo y lo mejor, ya no se cansará, ni le dolerá nada…—agregaba desviando la mirada por instantes y tragando saliva pesadamente, —Lo podrán ver en sus sueños… —decía jalando aire profundamente y apretando sus ojos con fuerza para que las lagrimas escurrieran y no le estorbaran al ver, —Recuerden que él nos quiere ver felices, así que… —guardó silencio, ya no supo que mas decir o hacer que no fuera intentar resguardar a la mayoría de esos niños entre sus brazos.


El cafetero que no se alejó ni un instante, le apretó el hombro con fuerza para que lo notara; Sanji sintió la confianza y con ello logró continuar.


Entre mas lagrimas, sollozos y cantos el entierro terminó y de a poco se fueron quedando los mas allegados obvio,  toda la camarilla de Zoro, que después de media hora de ver a Sanji sentado sobre el césped sin moverse mucho, decidieron intervenir, los pequeños habían sido llevados al orfanato por el segundo clérigo.


—S-Sanji —le habló Nami dudando —Debemos  marcharnos, ya es tarde y …


—Váyanse ustedes, mas tarde los alcanzo. —interrumpió el rubio la oración de la pelirroja.


—Sanji, no te dejaremos solo. —mencionaba Ace.


Alzó la mirada y al estancarla en los avellanados ojos del pecoso y parpadear le mostró la respuesta que antes dio, no se movería de su sitio.


Se alejaron unos pasos y cuchicheaban entre ellos.


—No podemos dejarlo aquí solo—decía Nami cruzándose de brazos, el viento frio iniciaba a soplar.


—Me preocupan los pequeños, no están nada bien. —mencionaba Robin imitando la acción de Nami.


— ¿Qué hacemos? —preguntaba Franky cubriendo con sus fuertes brazos a su esposa.


—Vayan, yo me quedo con él, prometo no moverme de su lado hasta que este listo. —Zoro ofrecía lo único que podía en ese momento, lo que estaba de nuevo a su alcance; para todos ellos sabían lo que significaba esa acción y era el recapitular y al mismo tiempo abrir antiguas llagas de dolor en los dos, aunque en Sanji quizás y con su actual situacion no le afectaría tanto.


—Avisaremos por ti. —dijo Ace.


—Gracias. —mencionó el moreno y se devolvió a donde estaba el rubio.


Se sentó en una lapida a un lado, y se dedicó a mirar a ese hombre echo trizas por el destino en frente; no era ni la sombra de antaño, ese porte altanero y al mismo tiempo galante era sustituido por un hombre sentado y jorobado, sollozante que mantenía la cabeza abajo y apretaba la tierra con rabia y odio.


Nada podía hacer, pensaba al juguetear con su anillo estancado en su dedo anular, la suerte uno mismo la crea y la de él ya esta más qué echada.


[…]


Tres días después del sepelio del cardenal Sanji ya asomaba su rostro demacrado fuera de su alcoba; Zoro cumplió su promesa y cuando él cayó dormido, lo tomó en brazos y lo cargó hasta el auto para después llegar hasta la iglesia.


Lo que mantenía al sacerdote cuerdo eran los niños; esos pequeños que en ese preciso momento le incitaban a salir y con sus dulces vocecitas le animaban a continuar; pero el dolor y el odio hacia si mismo se acrecentaba en el interior del cocinero; no importa cuanto tratara de disfrazarlo para los que lo conocían ese semblante cadavérico estaba poniéndose peor.


Ya para la semana del sepulcro, el abogado se presentó y con ello, dio las indicaciones de su padre para la continuidad de todo, leer esas palabras escritas para Sanji fue una penitencia muy difícil de afrontar, pero si tenía la intención de continuar con su vida, debía marcar el punto final en esa anécdota.


“Bueno berenjena, lo qué decidas a partir de hoy será todo para ti y por tú propia cuenta; yo lo único que te pediré es que no abandones a mis niños, tus hermanos, qué busques otros modos de sacarlos adelante y sobre todo, que te des la oportunidad de ser feliz. Debes comprender hijo, nunca me has fallado y que por el contrario, siempre me has hecho sentir orgulloso; ¡Soy el padre más feliz del mundo gracias a eso!


Aaa, otra cosa, la iglesia sigue sin importarme un reverendo rábano volador… “—los presentes se asombraron al ver esa sonrisa y por inercia imitaron esa acción— “Así que te insisto con qué busques algo mas para ti, aléjate de estos buitres y sé feliz; nos vemos después hijo, recuerda…Existe un mar que envuelve a todos y que se conecta con todo y ahí te esperaré, algo mas…” —Sanji ya lloraba sin recatos y sin ataduras, incluso su moco hacía acto de presencia— “Deja de ser una berenjena chillona y cuídate mucho, sobre todo de los resfriados.


Posdata: A esta generación también le gusta demasiado los cup cakes del despistado; te quiero… nos vemos después”


Suspiró pesadamente y dejó escapar el aire a pausas, luego dobló con mucho cuidado el papel y lo resguardó en el sobre, se limpió los ojos y asintió.


—Pues según me pide que no abandone a los niños y no es mi intención.


—Entonces me imagino que continuará como sacerdote, residiendo en este sitio…—afirmaba el abogado que al igual que Sanji vestía sotana.


—Si, pero tengo la misma condición de mi padre, aquí me quedare y recibiré a todo el pequeño que yo quiera y ustedes no me negaran nada. —ahora el rubio se ponía en un plan pesado, nada le garantizaba que ellos aceptaran.


Sin embargo, tanto Sanji como Zeff cumplieron su palabra y un clérigo afloró de ese sitio, un clérigo fue el fruto de ese lugar por lo que las peticiones del rubio eran validas y tomadas en cuenta.


—Así será joven Sanji, pero recuerde que no es el único orfanato que tenemos que sustentar, por lo que esperamos sus exigencias no sobrepasen nuestro estimado.


—No te preocupes que nos somos avaros y valoramos lo poco o mucho que nos puedan brindar.


Entre alegatos, rechazos, peticiones y demás la tarde hablando con los abogados se pasó y con ello la hora de la cena se estaba presentando.


Los abogados se retiraron y lo dejaron solo en la oficina principal del cardenal; Sanji suspiraba e intentaba sonreír pero todo en ese lugar le recordaba a su padre, y el abandono de su parte y todo le abofeteaba obligándolo a llorar y a sentir rabia y dolor contra si mismo; pero apenas se intensificaba ese sentimiento, los golpes a la puerta por parte de sus hermanos, ahora sus niños, le distraían.


—Hermano mayor, ¿Cenaremos algo de con el señor Zoro?—preguntaban desde el otro lado de la puerta.


El rubio raspaba su garganta para responder lo mas natural que pudiese —Claro, enseguida voy y veré que tiene aun, ¿Les parece una tarta o un pastel? —preguntaba limpiando su rostro y dando leves golpes a sus mejillas.


— ¡Siii! —gritaban varios pequeños desde fuera.


—En seguida voy. —mencionó esperando que se marcharan con eso.


Los pequeños salieron corriendo aparentemente a la cocina; así que de nuevo se quedó solo en el interior de ese salón. —Bueno viejo, según tu petición debo continuar adelante y créeme que no será fácil pero lo intentaré, quiero que me guardes un sitio a tu lado y sobre todo, si cocinas, me dejes algo que comer para cuando llegue, —hablaba limpiando sus lagrimas discretamente —Estaremos bien, lo prometo.


Y fue todo lo que dijo al salir de la oficina; cerró la puerta detrás y suspiró con fuerza antes de iniciar a caminar.


Sus pequeños ya cenaban lo que se le hacía extremadamente raro, ¿Quién les había llevado la cena?


—Esperamos que no te importe Sanji, pero nosotros les trajimos pastel y chocolate caliente. —Nami y toda la cuadrilla estaban ahí, bueno, Zoro estaba afuera.


—Claro que no, gracias Nami Swan —mencionaba Sanji al tomar un vaso con café que le brindaban y sonreír tristemente. —Gracias chicos. —agregó antes de que sus ojos amenazaran con dejar salir su dolor de nuevo.


Luffy y Usopp se lo llevaron afuera, esos niños ya no necesitaban mas vistas tristes.


—Entonces, ¿Tú te quedaras en sustitución de tu padre? —preguntaba Usopp.


—Así es —respondía entre suspiros el rubio —Es algo que le debo.


—Sanji, perdóname por no haber dicho nada antes, yo pude haber echo algo mas para que tú no…


Y ahora era Usopp quien agachaba la cabeza y confesaba su frustración representando el reto que no lograba conseguir.


—Tú no hiciste nada malo narizotas, las cosas así estaban enlistadas, así se hicieron y así son.


Sanji le apretaba el hombro con fuerza intentando que alzara la vista, pero Usopp la mantenía abajo, dejando que sus lagrimas se estrellaran en el piso.


Siempre que hacia eso de pequeño, Sanji se acuclillaba y lo miraba desde lo bajo, le sonreía y Usopp correspondía la sonrisa, para después juntos ir a jugar y ahora, de adultos ya mayores, con el rostro marcado por el tiempo al igual que su cabello, lo hacían de nuevo; Sanji se acuclilló y le sonrió tan plenamente que Usopp por instinto copió sus movimientos, la diferencia fue que, en lugar de irse a jugar, se abrazaron como en años no lo hacían.


Luffy quien también quería ser parte de eso, se colgó de los dos; Sanji lo abrazó también y así se quedaron por un largo rato, llorando y abrazos juntos, en esos momentos se perdonaron todo lo echo y lo que no, porque la verdad era que Luffy si estaba molesto por la partida del rubio, y esperaba que regresara para poder golpearle el rostro pero, ya se le había pasado el coraje y ahora lo único que quería era que Sanji volviera a ser el mismo, ese hombre alegre que cocinaba con el corazón y que a todos les agradaba.


Pero si había alguien mucho más molesto ese era Zoro, en su interior guardaba un gran recelo por, para y causa hacia Sanji y su partida.


Cuando se marchó cobardemente y los dejo a todos ahí, en el anden, ante la mirada incrédula de Zeff, el sonido estrepitoso del tren, los murmullos de los demás transeúntes, él simplemente se dio por vencido; regresaron juntos y después, inició una pesquisa en su casa de cosas que le recordaran a Sanji y Perona, porque no sólo el rubio le había mentido, no, incluso su difunta prometida le vio la cara de estúpido y eso simplemente no podía ser.


Se deshizo de cuadros antiguos de Perona, así como de algunas prendas de ropa que había dejado; luego buscó otras más que compró especialmente para Sanji y botarlas también a la basura; en el trabajo hizo lo mismo, tiró el certificado de salubridad que mantenía la foto de Sanji al contenedor junto con la mayoría de los utensilios que el rubio pidió cuando recién inició a trabajar; los proyectos para el enorme orfanato que estaban planeados los dejó de lado, lo único que mantenía con relación a Sanji eran los almuerzos prometidos a Zeff y eso porque eran para los niños y el cardenal, si, Zoro se distanció de todos y del mundo, ya habían jugado con él lo suficiente.


Pero si bien apenas miró a Sanji y el rencor se fue sosegando como fogata siendo extinguida y no tuvo el valor para luchar en contra de eso, aceptó que las cosas tomaran su curso natural, total a él la presencia del rubio ya no le desviaría de su camino tomado ya hacía cinco años cuando se casó con Tashigi, una chica que pidió empleo en su local, torpe al andar, despistada pero, linda, fuerte y sobre todo de buenos sentimientos que de a poco se le fue metiendo en su frío corazón, calentándolo de nuevo y mostrándole que para el amor no hay tiempos ni ataduras, que él viene y que va y que regresa cuando ya ha llegado el tiempo; Zoro comprendió que esa mujer era para él, y no pasaron ni seis meses de iniciado su noviazgo cuando le propuso matrimonio, ella aceptó y a los seis meses después se casaron, no habían tenido niños puesto que Tashigi al saber de la crianza de su esposo, le propuso que adoptaran del mismo lugar, ¿Para que traer al mundo uno mas cuando había muchos deseosos de amor y cariño? Le explicaba, y así lo hicieron de ahí que Zoro y ella tuvieran tres hermosos niños provenientes del hogar de Zeff.


Menos mal que estaban de vacaciones y no vieron semejante espectáculo pensaba al ver los estragos de todo lo negativo dejado al tiempo.


[…]


Quince días pasaron en los que la ausencia de Zeff se hizo cotidiana, poco a poco todos se acostumbraban a la falta de sus bigotes trenzados y su porte; ahora, cada que pedían ver a la persona a cargo, una ceja rizada sustituía esa característica tan propia del cardenal; Tashigi había regresado hacía cinco días y claro que la noticia le afectó en especial, al explicárselo a sus hijos, menos mal que la joven desarrolló un lazo tan fuerte con los pequeños que con el paso de unas horas, regresaron casi a la normalidad.


El último día laboral de la semana, en “Le Caffe Gourmett”  el último cliente clamaba por problemas o eso pensaba Zoro al ver entrar a Sanji, no vestía sotana simplemente su típico pantalón de vestir, camisa y esa maldita cosa blanca en su cuello, y como flash le regresó el primer día en que Sanji entraba por esa puerta aunque ahora, lucía viejo y agotado; no le sacaba la vuelta, total quien había cometido el error no era él.


— ¿Qué se te ofrece, cejudo? —preguntaba Zoro limpiando la barra, estaban por cerrar y sólo estaban Zoro y su esposa la cual se encontraba en la segunda planta ajustando unas cuentas, ella manejaba la contaduría interna y revisaba las nominas antes que Nami.


— ¿Aun tienes cup cakes, tarta o pastel? Los niños insisten en merendar algo de aquí. —respondía seriamente Sanji sin ánimos aparentes de pelear.


—Creo que tengo dos pasteles, permíteme. —dijo y se retiró a la cocina dejando la puerta abierta.


—Veo que el negocio no ha cambiado mucho —dijo Sanji mirando la decoración, —Estos son nuevos. —agregó mirando los candelabros.


Zoro venía saliendo con el pedido empacado, rascó su cabeza y miro en la misma dirección que Sanji.


—Si, esos fueron sustituidos completamente, sentimos que le daba un poco de calidez, son viejos ya tienen diez años.


—Viejos nosotros marimo, ya con casi treinta y cinco años, ni hablar, el tiempo pasa y no perdona.


—No es el único que sabe mantener rencor. —mencionó Zoro viéndolo de frente y entregándole el pedido.


Sanji sabía de antemano que esa confrontación era inevitable, lo que no deseaba era que fuese tan pronto, aunque con las condiciones dadas quizás era lo mejor.


—Hice lo que tuve qué, y no me arrepiento. —respondió Sanji tomando las cajas —¿Cuánto te debo? —preguntó sosteniéndole la mirada.


—Son un regalo para tus pequeños —contraatacó el cafetero, —Sabes, tengo muchas preguntas que hacer, pero ya no viene al caso.


—No, ya no lo tiene. —respondió Sanji dejando lo que él recordaba sería la suma de las cantidades y se dio la vuelta. —Lo que si viene al caso, marimo, es que me alegra que seas feliz. —agregó dándole la espalda.


—¡¿Aunque no sea contigo?!—gritó Zoro enojado y dolido al mismo tiempo.—Tienes que estar bromeando, —continuó alzando un poco más la voz. —¿Cómo es que siempre puedes hacerte el mártir en cualquier situacion? —insistía, —¡Sabes que fuiste tú quien se marchó!—le gritaba esperando la reacción típica de Sanji, la agresión, pero lo que recibió fue la aceptación por parte del rubio.


—Así es y no hay nada que pueda hacer para remediarlo, con tu permiso. —Sanji caminaba en dirección de la puerta hasta que algo lo retuvo.—¿Qué estas haciendo? —preguntó al sentir el fuerte y cálido abrazo que le brindaba Zoro por la espalda; siendo honesto esperaba algún tipo de golpe, mas nunca esa demostración.


No se movió ni un solo centímetro y prestó suma atención a lo que seguía.


—No puedo volver esta vez. —habló el de cabellos verdes casi susurrando. —Esta vez no puedo hacer nada.—agregó en un tono casi arrepentido mientras le abrazaba con fuerza.


—Yo no estoy pidiendo nada marimo, sigue con tu vida, ama a tu esposa, cuida a tus hijos, eso es lo que debes hacer. — decía el rubio aparentando sabiduría y calma, pero la verdad era que estaba deshecho.


Sanji tragaba saliva pesadamente, comprendía que Zoro le confesaba que esa vez, no podría luchar por su corazón ya que, el propio, estaba dado y resguardado.


—¡Maldición Sanji! ¡Debiste quedarte! ¡Debiste darme la oportunidad de amarte!—alegaba con la voz entrecortada el comerciante sin soltar al rubio ni siquiera aflojaba un poco el agarre.


Ese abrazo era un puente entre los ellos de esa edad y los anteriores, los de diez años antes; sin embargo, también representaba un echo que simplemente no podría ser nunca, una utopía que se quedaría en los planos astrales para alguna otra pareja, ellos estaban condenados a amarse, verse y nunca tenerse, así de simple y mientras mas rápido lo comprendieran sería lo mejor para los dos.


Sanji con la mano libre acarició la de Zoro y asentía.


—Nuestros caminos estaban unidos marimo, pero nunca entrelazados y no supimos ver eso,—hablaba a tiempos Sanji, intentado que su voz se escuchara normal—La bella joven que tienes por esposa es una en un millón y te ha elegido de entre miles de despistados sin cerebro, cuídala, y demuéstrale el amor…—ahora tragaba saliva y se veía forzado a marcar una coma en esa conversación, la tristeza de nuevo le ganaba terreno —… El amor que me dedicarías. —agregó para después guardar silencio.


—Entonces, ¿Esto es un adiós? —preguntó Zoro escondiéndose en el cuello de Sanji, acorrucándose en él, sintiendo la piel de su amado cuando menos con la nariz y memorizando ese aroma a tabaco que tanto amaba.


—Supongo...—Sanji no negaba esa caricia y ese maldito nudo en la garganta le iba doliendo más y más.


Zoro se privó; no sabía qué hacer o qué decirle, estaba perdiendo al amor de su vida por tercera vez pero en esta ocasión, sería para siempre.


Sanji sintió el tiritar contrario y escuchó los sollozos así como sintió el agua cálida de las lágrimas silenciadas de Zoro y le dolió, si habría regresado para perderlo todo entonces, ¿Por qué continuar en ese lugar? Se preguntaba y luego recordó al montón de niños que le esperaban y recobró un poco de ser; alzó su mano y acarició la suave cabellera del marimo y sonrió para si mismo antes de hablarle.


—A mis niños les gusta todo lo que preparas aquí.—dijo controlando un impulso prohíbo lo más que podía, al mismo tiempo que su voz se escuchaba a punto del llanto.


Zoro asentía sin decir nada, no lo quería soltar, se negaba al hecho de tenerlo tan cerca y que a la vez estuviese tan lejos que simplemente renegaba y maldecía todo internamente en ese instante.


—Lo siento marimo, pero me esperan en la iglesia. —mencionó Sanji dando un fuerte paso al frente, uno que fue suficiente para librarse el agarre de Zoro y romper con todo eso al instante.


Zoro se quedó parado en el centro del establecimientomirándolo caminar sin mirar atrás.


Si Sanji regresaba su mirada al lugar, cometería la gran tontería de volver y se arrepentiría luego de eso.


—Lo que no comprendo es el ¿Por qué no lo sigues?—Tashigi rompía el demencial silencio que atacaba a Zoro. Había escuchado todo desde el inicio—Deberías ir tras él.


Un prolongado suspiro y la negación fue la respuesta de Zoro; se giró y la vio recargada en el pasamanos del segundo nivel, sonriéndole como siempre lo hacia, ella era el bálsamo de todos los días del marimo y alejarse de ella sería su condena y su muerte.


—No viene al caso hacerlo, —respondió el cafetero caminando en dirección de las escaleras, hacia ella. —Ya una vez lo seguí y ese camino me trajo hasta ti, y esta vez me ahorraré el largo trayecto y el tiempo invertido y, aquí me tienes. —le aclaraba estando en frente de ella.


Todo era verdad, y su amor por ella también lo era.


—El primer amor nunca se va, Zoro. —le decía ella acorrucándose entre sus brazos y aspirando el aroma que de él provenía, café, algo de sudor y sobre todo, un perfume que nunca antes había olido, sabía bien a quien le pertenecía, mas no diría nada.


—Lo sé, por eso te pido que nunca me abandones. —respondió el joven abrazándola con fuerza exagerada y acariciando su espalda.


Ella correspondió del mismo modo y en su abrazo, juntos prometieron que sin importar nada, juntos se quedarían. Zoro alzó con delicadeza el fino rostro de su esposa y lo beso tan dulcemente  que Tashigi no pudo evitar sentir dolor al comprender, que con ese beso, él se despedía de Sanji al mismo tiempo que le entregaba todo su ser a ella.


Quien sufrió más fue el rubio ya que ni siquiera logró corresponder al último abrazo de su vida hacia Zoro; todo estaba zanjado ya y únicamente restaba continuar con su existencia, que se sintiera triste o no, que no sintiera alegría, que estuviese muerto por dentro, eso ya no importaba, su destino triste así lo eligió y ahora, debía cargar con todo eso, solo.


[…]


Cada semana Sanji pasaba por el café no para pelear, ni mucho menos para coquetear, sino simplemente como un cliente más, los chicos sabían bien de la rutina y aprovechaban para juntarse todos el mismo día; le robaban un poco de su tiempo y conversaban de todo y de todos, de ese modo, el sacerdote se mantenía enterado de las buenas noticias como el embarazo de Nami, o del contrato jugoso de Franky a nivel internacional, al igual que de la unión oficial de Ace y Marco, pero sobre todo, de la relación de Zoro con la hermosa Tashigi y en verdad que lo disfrutaba, sin alteraciones de ningún tipo, Sanji apreciaba saber todo de todos y ellos, le compartían lo mas que podían.


Al final, Sanji y Zoro se miraban de lejos cada mañana, cuando salían a barrer las hojas; el rubio sonreía apenas y alzaba su mano saludando, a lo que el chico cafetero respondía del mismo modo, terminaban su labor y regresaban a sus ocupaciones, dedicándose a sus tortuosas vidas.


Y cada semana, cuando sus hermanos asistían a misa, Zoro lo miraba desde fuera, admirándolo y renegando internamente; pero eso simplemente quedaría para él, ya suficiente era la vida agónica con verlo y no tenerlo como para hacerlo sufrir con declararle amor; y para Sanji, mirar a Zoro desde fuera le recordaba su propia cruz y autoflagelación, su cobardía y sobre todo, amor, ese que no moría y que tampoco podía dejar vivir.


“En otra vida… quizás…” pensaban ambos al encontrar sus miradas y asentían al mismo tiempo que con la promesa de una vida después salían adelante en ésta, además, no eran los únicos en esa situacion, porque... “Cada cosa existente nace sin razón, se prolonga por debilidad y, muere por casualidad…” y a ellos lo único que les faltaba era la casualidad que los uniera en otro tiempo, en otro espacio…

Notas finales:

Gracias a todos por leer, hasta la próxima!!


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