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El sacerdote de Ishtar por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones!

Perdón por la tardanza, pero ya estoy aquí :D. Siento decir que me queda un mes de libertad, porque en junio empiezo los exámenes. Y como imaginareis, tengo que estudiar. Ay, la universidad y sus estúpidos exámenes... :(

Me alegro de que sigáis leyendo, sobre todo después del penoso capítulo anterior u.u No estaba para nada inspirada. Pero os traigo un rico capítulo que espero os guste, porque hay sorpresa jejeje.

Agradecer eternamiente al grupillo de fans que se han creado, y que siguen al pie del cañón. Ya sé que no menciono a todas (lo siento), pero sois demasiadas xDDD. Ann-chan, Childerika (mu mu mu), Aniko-san y Korone-chan <3. Y como nueva incorporación, un animado pez!

Y sin más esperas, os dejo con el capítulo! Espero que os guste :3

El resto del día pasó rápido. Los piratas descubrieron un enorme jardín en el tejado de la primera planta del palacio lleno de plantas y árboles exóticos. Hasta había pavos reales, conejos y comadrejas. Aquello parecía una pequeña selva colgante en un tejado. Y es que, cada piso del palacio era más pequeño que el anterior, por lo que en cada uno había un jardín. Pero claro, el primero era el más grande.

 

Sin mediar palabra, ambos se tumbaron en el césped bajo un árbol y dejaron que el viento se llevase sus preocupaciones. Killer estaba pensando en su más que próxima cita con Penguin, y Kid no paraba de darle vueltas a la cabeza imaginándose a Trafalgar en posturas nada inocentes. Estúpido y sensual Trafalgar Law. Desde que había tenido la charla con su segundo, y había visto como Law se sonrojaba levemente hacía escasos minutos, el pelirrojo no paraba de darle vueltas al asunto. ¿Y si era verdad que aquel sacerdote sentía algo por él?

 

Su paz se vio truncada cuando una mujer morena de turgente figura apareció acompañada de un moreno de nariz exageradamente larga. Venían a regar las plantas. La muchacha sonrió levemente a los piratas y les saludó con una reverencia, pero el hombre se puso muy nervioso y comenzó a gesticular como un loco. Kid le dedicó una mirada de las suyas, y el jardinero quedó paralizado, colocándose detrás de la joven a modo de escudo. El pelirrojo bufó y los ignoró. Si habían venido a regar las plantas, que lo hicieran rápido y se marchasen enseguida. Pero un jardín tan grande como aquel requería mucho tiempo.

 

La tarde transcurrió relativamente tranquila. Los piratas decidieron dar una vuelta por la ciudad, pero cuando Luffy los vio andar por el patio, los asaltó y les obligó a que le contasen historias de sus aventuras por los cuatro mares y el Grand Line. Kid lo mandó a tomar por culo a la primera de cambio, pero Killer fue más comprensivo y consiguió convencer a su capitán. El moreno los guió a la cocina para que todos pudieran escuchar sus relatos, en especial Usopp y Chopper. El pelirrojo estaba incómodo, pero el rubio se veía de lo más relajado. Si se tendrían que quedar en palacio indefinidamente, ¿por qué no hacer amigos? Los tres chiquillos escuchaban atentos las increíbles historias que Killer contaba, pues Kid se había negado rotundamente a decir una palabra. Pronto se unieron a la tertulia las mujeres y el cocinero.

 

Cuando el sol empezó a descender, Sanji se dispuso a preparar la cena. Esa noche tocaba dorada al horno. Luffy suplicó a los piratas que se quedasen a cenar con ellos, pero Robin le recordó que no podían hacerlo, las normas de palacio eran estrictas. En efecto, Babilonia se regía por unas rigurosas normas sociales que había que acatar sin discusión. Y una de esas normas hacía referencia a las relaciones internas de palacio: los invitados no se podían mezclar con los empleados. Como invitados del Sumo Sacerdote, tenían una condición más elevada y no podían rebajarse a juntarse con ellos, a pesar de estar dentro de los awilu. Los ciudadanos libres y con una posición económica desahogada constituían el grupo dominante de la sociedad, formado por los trabajadores de palacio, potentes comerciantes y ricos en general. La mayoría de la población estaba dentro de los mushkennu, o ciudadanos semi-libres. Eran agricultores, pastores, pescadores, pequeños artesanos poco cualificados… que tenían una situación económica no era muy buena. El escalón más bajo de la pirámide social de Babilonia estaba constituido por los wardu, los esclavos. Había esclavos domésticos y esclavos que realizaban trabajos manuales para su amo, como cultivar sus tierras o cuidar a sus animales. Su situación económica era paupérrima, siempre luchando por sobrevivir. Cuando Robin contó esto a los invitados, Killer se quedó pensando en si su muchachito era uno de estos wardu.

 

Los piratas se despidieron de la cuadrilla al notificar que la cena estaba casi lista. Todos parecían temerles, excepto Luffy, Robin y Sanji. El rubio, absorto en sus pensamientos, subió las bandejas. Nami y Usopp intercambiaron miradas preocupados, el rubio apenas había abierto la boca en todo el día. Y su aspecto era horrible, descuidado, y eso no era frecuente en él, pues le encantaba arreglarse e ir siempre como un pincel. Estaba claro que algo le había pasado con Zoro, y no era nada bueno.

 

Kid y Killer cenaron juntos en la habitación del primero. La verdad es que no tenían muchas cosas de las que hablar, así que permanecían en silencio la mayoría del tiempo. Pero no era un silencio incómodo, eran tan amigos que no necesitaban hablar a todas horas. Simplemente se habían agotado los temas de conversación. Pero el rubio pronto encontró uno.

 

-Esto… Kid-comenzó carraspeando para llamar la atención de su capitán-. Esta noche tengo… asuntos pendientes.

 

-¿Qué tienes qué?-inquirió el pelirrojo levantando una ceja si la tuviera. Si después de toda una vida juntos, su segundo no podía confiar en él, sus sueños se irían a pique-. Habla sin cortarte, Killer. Sabes que puedes fiarte de mí.

 

-El caso es…-el enmascarado tragó saliva-. T-Tengo una cita…

 

-¿Una cita?-dijo extrañado Kid. Ellos no tenían citas-. ¿Con quién?

 

-Esto… bueno…-el rubio no sabía cómo continuar.

 

-¡Venga, joder!-espetó el capitán-. Si te vas de putas, sólo dilo. Pero eso no se puede considerar una cita-rió, pero pronto cayó en la cuenta-. Porque te vas de putas, ¿no?

 

-N-No…-¿es que su capitán ya no se acordaba de la charla que habían tenido esa mañana?

 

-Entonces…-de repente, Kid abrió sus ojos tanto como pudo y pareció haber caído en la respuesta-. Oh, con qué era eso…-se sonrojó y desvió la mirada-. Márchate ya, anda… No querrás hacerle esperar…

 

El rubio sonrió feliz y salió de la habitación del pelirrojo para meterse a la suya. Se duchó en cinco minutos, incluso se peinó su larga cabellera. Quería estar radiante para su primera cita con Penguin, pues la noche anterior no se podía considerar como tal. No tenía más ropa que aquella chilaba verde a la que le faltaba una manga, pero no pensaba ponerse otra cosa: era muy cómoda y muy fresquita. Y en un suspiro, salió corriendo del palacio en dirección a la casa de su amado. Había memorizado el camino la noche anterior a pesar de haber muy poca luz que alumbrase el recorrido. Pero Killer no tenía problemas, por algo era uno de los Once Supernovas y el segundo de abordo de los Piratas de Kid.

 

Killer llamó a la despedazada puerta de madera temeroso de golpear muy fuerte y hacer un destrozo. Unos mugidos de vacas y unos estridentes gritos salieron del interior de la casa, pero un muchachito de pelo cobrizo con gafas de sol apareció tras la puerta, temblando de miedo. El rubio supuso que se trataba del hermano de su amante, se parecían. El joven de la puerta gritó como pudo y rápidamente apareció Penguin, colocándose correctamente su mono blanco y el turbante. Se despidió de su hermano sacando la lengua graciosamente y le cerró la puerta en las narices, logrando que su hermano despotricase de rabia tras la madera.

 

El muchachito miró al pirata nervioso y sonrojado. Quería decirle tantas cosas, pero sabía que no le entendería. Y aunque lo hiciese, las palabras no saldrían de su garganta. Killer también estaba nervioso, pero como ya se había hecho a la idea de que tendría que ser él quien diese siempre el primer paso, había acudido a su cita preparado. Descubriendo su mano, que aguardaba paciente tras su espalda, entregó al joven un ramo de flores que había ido recolectando por la calle. Con los ojos como platos, Penguin agarró el ramo de flores y se lo llevó a la nariz para olerlas instintivamente. Había visto a las mujeres hacer eso, y quería probar. A fin de cuentas, era la primera vez que le regalaban flores. Y a fin de cuentas, era la mujer de la relación en todos los aspectos posibles.

 

Haciendo un gesto de espera al rubio, el pastor entró en su casa rápidamente y dejó las flores en una taza de barro con agua. Cuando salió de su casa, se lanzó a los brazos de su amante, quien recibió el abrazo con gusto. El menor enterró su cabeza en el fornido pecho del otro y escuchó su pulso levemente acelerado. Sonrió, estaba feliz. Por fin había llegado la noche. Penguin se había pasado el día entero pensando sin parar en su cita nocturna y en su hombre. Incluso se le había escapado una vaca un par de veces. Le había contado todo a su hermano Sachi, el cual no se creía lo que oía. Al principio se preocupó por su hermano y pensó que estaba bajo el influjo de algún tipo de droga, pero el joven irradiaba tanta felicidad que era impensable que estuviese drogado. Cuando le describió al rubio, Sachi se asustó bastante. ¿Cómo era capaz su hermano de estar con un hombre de esas características? Pero verle sonreír después de tanto tiempo indicaba que estaba realmente a gusto con él, y eso que se habían conocido hacía unas horas antes.

 

Cuando se deshicieron del reconfortante abrazo, Penguin entrelazó su mano con la de Killer y sonriendo le condujo por las callejuelas. El rubio, que se había quedado embobado con la sonrisa de su chico, le siguió sin oponer la más mínima resistencia. Podía conducirle al mismísimo Infierno que él iría gustoso. En realidad las calles por las que andaban bien podían haber sido sacadas del Inframundo, pero al pequeño no parecía importarle. En la vida se hubiese atrevido a andar de noche por allí, pero con su hombre protegiéndole, no tenía ningún miedo. Sabía que Killer era muy fuerte, y algo dentro de su cabeza le decía que estaría dispuesto a dar su vida por él. Y no iba desencaminado.

 

 Llegaron a un estrecho callejón sin salida protegido por varias casas. Killer advirtió que estaban todas tapiadas y cerradas a cal y canto. Penguin se adentró en el oscuro callejón escasamente iluminado por la luna hasta toparse con el final del mismo, en el cual había unas cajas de madera apiladas por las que salía paja podrida. Tanteando con sus pequeñas manos, Penguin consiguió subirse a una: ahora le sacaba una cabeza a su hombre. Killer, por su parte, miraba curioso al muchachito sin decir palabra. Y en un abrir y cerrar de ojos, Penguin saltó a los brazos de Killer, agarrándose a su cuello y enredando sus piernas por la cintura del rubio. Éste lo sostuvo torpemente por la sorpresa de la reacción del pequeño.

 

-¿¡Pero qué coj-pero Killer no pudo acabar la frase. Penguin había comenzado a besar con pasión su cuello. Y es que, quería demostrarle que esa noche era todo suyo, que estaba dispuesto a todo.

 

El pirata emitió un ronco gemido, y el pastor continuó besando cada poro del cuello. Repartía besos por doquier, marcando con sus finos labios y llenando a Killer de chupetones. Le estaba haciendo suyo, estaba indicando al resto del mundo que ese hombre no era libre. El rubio apretaba con fuerza los glúteos de Penguin, quería penetrarle ya. Se había sorprendido que fuese él quien diese el primer paso, pero verlo así de desbocado le había puesto a mil. Antes de que Killer pudiera hacer nada, Penguin se soltó de los brazos de su amado y se desvistió con rapidez. Se quitó hasta el turbante. Killer no tardó en seguirle.

 

El mayor se sentó en una de las cajas de madera, que crujió por el exceso de peso. Sin dudarlo ni un segundo, el pastorcillo se lanzó a la entrepierna de su amante y engulló su erecto pene con ansia. No quería perder tiempo, no aguantaba más. Killer emitió un gutural gemido de placer al notar la húmeda cavidad del otro.

 

Penguin chupaba con ganas el miembro del rubio, que no dejaba de retorcerse de placer. Pero el pirata, queriendo dar placer a su amante como él estaba haciendo, levantó al muchachito del suelo y lo colocó encima de la caja contigua. Le acercó dos de sus dedos a la boca y el menor los lamió sin saber muy bien qué iba a hacer con ellos. Cuando hubo terminado, Killer le indicó que continuase con su trabajo, y el menor volvió a chupar gustoso. Pero pronto sintió algo en su entrada: el rubio había introducido uno de sus dedos en el interior de Penguin. Quería follárselo ya, desde que le había visto en la puerta de su casa, pero antes había que prepararlo. El pastorcillo emitió un leve jadeo, al que pronto le siguieron muchos más.

 

Penguin sentía como oleadas de calor le invadían todo el cuerpo. Killer ya había introducido un segundo dedo, y pronto usaría un tercero. No le quitaba los ojos de encima. Quería recordar cada gesto, cada mueca, cada espasmo del pequeño. Éste estaba ensimismado sorbiendo el glande del rubio mientras masajeaba con cariño el resto del pene. Killer sintió un leve escalofrío recorrerle todo el cuerpo, y el líquido preseminal comenzó a salir. Cuando lo notó entre sus labios, Penguin se lo bebió sin malgastar ni una gota.

 

El rubio sabía que se correría dentro de poco, pero no quería hacerlo de esa forma. Tenía que ser dentro de su amante. Con su mano libre, le indicó a Penguin que no siguiese lamiendo su miembro. El muchacho lo miró apenado, pero aceptó la sugerencia. Después de todo, ¿quién era él para negarle cualquier cosa a su hombre? Sin nada entre las manos, Penguin rodeó el cuello del rubio y lo besó de nuevo. Al ver como el cuerpo del menor se alzaba para encaramarse a su cuello, Killer introdujo un tercer dedo en la entrada del pastorcillo, que comenzó a gemir con fuerza. Sintió la presión de sus dedos en su piel, sus finos y pequeños dedos, pero aquello sólo le provocaba más ganas de continuar.

 

Después de unos minutos jugando con sus dedos, Killer no aguantó la llamada de la Naturaleza que como ser vivo le conducía a reproducirse. Su palpitante pene hacía rato que le pedía atención, y los jadeos de su amante no ayudaban. Sacó de golpe sus dedos del interior del pequeño y lo colocó tumbado en la caja de madera boca arriba, pero antes agarró un montón de paja y la repartió por la superficie para que la espalda del muchacho no sufriera ningún daño. Penguin abrió las piernas emocionado y gimió con todas sus ganas al notar la polla erecta y ansiosa de Killer en su interior.

 

El rubio comenzó despacio para dejar que el cuerpo de Penguin se acostumbrase a su presencia, pero rápidamente aceleró el ritmo. Él no sabía follar despacio, con cariño, con amor. Era un pirata a fin de cuentas, y los piratas follaban a su manera. Rudos, desenfrenados, fuera de sí, entregando su vida porque al día siguiente podían morir en el mar. Y eso era lo que Penguin sentía cuando estaba con Killer. Le entregaba su vida por un minúsculo espacio de tiempo, le regalaba su hálito de existencia, su aliento de energía vital. Él se veía incapaz de demostrar sus sentimientos igual que hacía su amante, por eso había decidido que esa noche sería él quien empezase, enseñándole al pirata que también le ponía su vida en sus manos.

 

Las embestidas eran rápidas, frenéticas, como frenéticos eran los gemidos de los participantes. Penguin se retorcía de placer agarrando con fuerza la paja a falta del contacto con su amante. Killer, por su parte, penetraba con fuerza al menor, agarrando su cintura, erguido por completo para poder contemplar de la mejor forma posible las caras de gozo de su chico. La noche anterior no pudo verle el rostro, y hoy no se lo perdería por nada del mundo. Penguin alzó sus brazos intentando atrapar el rostro de su amante, pero se encontró con el frío casco metálico. ¿Por qué no podía verle la cara? ¿Por qué no se descubría? Killer vio las intenciones del menor y se agachó para que éste pudiera engancharse a su cuello. Deseaba por encima de todo poder besarle, pero sabía que si le mostraba su rostro, el muchachito huiría horrorizado. No podía hacer nada por cambiar su cara plagada de cortes y marcas, su piel agrietada, sus labios secos y ensangrentados por las constantes heridas, sus ojos llenos de sed de sangre. Un niño tan dulce y delicado no podía contemplar tan grotesca imagen.

 

Killer sentía el cálido aliento del menor en su cuello. Sentía cómo enterraba su rostro en sus rubios cabellos. Sentía cómo se agarraba con fuerza para no soltarse a pesar de la incomodidad de la postura, pues ambos estaban flexionando sus espaldas hacia delante para recortar el espacio libre que quedaba entre sus cuerpos. Notar el cuerpo del menor tan cerca encendía al pirata de manera desconocida. Aceleró el ritmo de sus estocadas, y en escasos segundos se corrió en el interior del menor. Penguin se siguió al percibir como se llenaba su entrada de aquel líquido amargo y cálido que había probado la noche anterior.

 

Después de que sus respiraciones se hubieran calmado, los amantes se vistieron. Penguin se sentía un poco culpable por haber manchado el pecho del rubio cuando eyaculó, y quiso utilizar su mono blanco para limpiarle, pero Killer se lo impidió. Era semen, y no era la primera vez que se había manchado. No le importaba en absoluto. Mientras se vestían, el rubio advirtió que su pareja se llevaba la mano a su espalda, emitiendo leves quejidos de dolor. A él apenas le dolía nada, su cuerpo era fuerte. Para evitar que hiciera más esfuerzos innecesarios, Killer elevó a Penguin cuando estuvo completamente vestido y lo sujetó entre sus brazos, mientras el menor pasaba los suyos por su cuello y se sostenía entrelazando sus piernas a la cintura del pirata. Apoyó su cabeza en el pecho musculoso de su amante, y pronto notó que el sueño llamaba a su puerta. Ojalá pudiera dormir con su hombre… Pero no podía, no podía mostrarle la casa en la que vivían él y su hermano. Desconocía si el rubio estaba enterado de las divisiones sociales de la ciudad, pero estaba completamente seguro que lo abandonaría cuando supiese su paupérrima situación financiera y su modo de vida.

 

Killer caminó con un adormilado Penguin por las desiertas y oscuras calles de aquel desolador barrio. Casas a medio construir, olores nauseabundos, estridentes graznidos de gallinas y roncos mugidos de vacas… El pirata estaba alerta por si algún desgraciado se atrevía a atacar a su precioso tesoro de cabellos cobrizos. Pero llegaron sanos y salvos a la casa del menor. Con cuidado, Killer bajó a Penguin de sus brazos, el cual emitió un gruñido de fastidio por tener que separarse tan pronto. El menor se abalanzó sobre sus brazos de nuevo demandando un abrazo. Escuchó un extraño sonido metálico mientras tenía su cara enterrada de nuevo en el musculoso pecho del rubio, y no se atrevió a mirar. De repente, sintió unos labios en su cabello. Killer se había desprendido del casco y le había besado en la cabeza tiernamente. El menor apretó más su agarre dándole a entender que estaba tremendamente feliz. Pero Killer pronto se colocó el casco de nuevo y soltó a su amante, el cual le dedicó una hermosa sonrisa con sus mejillas levemente ruborizadas antes de atravesar la puerta de madera. El rubio suspiró enamorado, al día siguiente volvería a por él.

 

Kid entró por cuarta vez en la habitación de su segundo. Era media mañana, y el rubio seguía durmiendo como un bendito. ¿Tanto cansaba el sexo entre hombres? Quería preguntarle sobre la estrategia a seguir con el sacerdote, pues no estaba seguro de cómo abordarle. Furioso, tiró una de las sillas de la habitación al suelo, haciendo un potente estruendo. Killer se despertó sobresaltado, apartando su largo cabello para poder ver qué estaba sucediendo. Pero pronto advirtió a un malhumorado Kid que lo escrutaba con sus ambarinos ojos. Suspiró y volvió a acostarse en la cama, diciendo con voz somnolienta:

 

-Kid… déjame dormir de una puta vez… y vete a follar con ese dichoso sacerdote.

 

Aquel comentario enojó más al pelirrojo, que le gritó toda una serie de improperios sobre su persona y su familia. Pero viendo que el rubio no reaccionaba, salió rabioso de la habitación. Pero lo que más rabia le producía era que su compañero tenía razón. Decidido, se dispuso a buscar al moreno. Como no sabía muy bien dónde podía estar, se dirigió a su habitación. Su corazón estaba más acelerado que de costumbre, pero intentó calmarse acariciando su desordenada cabellera color fuego. Pero se llevó una desilusión al comprobar que el sacerdote no estaba en su cuarto. Allí sólo estaba una peli-naranja barriendo el suelo. Kid carraspeó para llamar su atención.

 

-¿Sabes dónde está el sacerdote?-sabía cómo se llamaba, pero antes prefería morir desangrado que nombrarle.

 

-Law-sama está en las cascadas-contestó la mujer un poco asustada. Ese hombre le producía pavor-. Si quiere ir, debe salir de la ciudad por la Puerta Norte y seguir el camino de tierra que se adentra en la selva.

 

Kid asimiló toda la información y salió de la habitación sin despedirse ni agradecer a la muchacha. Era un pirata, él no daba las gracias por nada. En todo caso, la gente le daba las gracias a él por no matarles. En el patio se juntó con el pequeño Luffy, quien le saludó efusivamente, pero Kid le regaló un precioso bufido de pocos amigos. Siguió con su camino pese a las incesantes peticiones del moreno de que le contase alguna historia de piratas.

 

Antes de salir del palacio, preguntó a un guardia cómo llegar a la Puerta Norte. Su orgullo le impedía hacer tal cosa, pero quería llegar cuanto antes a las cascadas y ver al sacerdote. El guardia le indicó la calle que debía seguir y el pirata se encaminó a su destino. La calle por la que el guardia le había indicado era una de las calles principales de la ciudad, y estaba abarrotada de gente a pesar de ser bastante ancha. Kid caminaba por el centro apartando a todo el que se le pusiera por delante con un empujón o algún gruñido casi de animal. La población le miraba temerosa, pero le dejaban pasar y seguían a sus asuntos.

 

El pelirrojo llegó a la Puerta Norte, que se erigía imponente. Sus azulejos azules brillaban con fuerza por la luz del sol, resaltando sobre el color tierra del adobe de las casas de la ciudad y el verde intenso de la selva. Atravesó la puerta bajo la atenta mirada de los soldados. Agarró el machete que le colgaba del cinto por si acaso, pero no le dijeron nada. En realidad, a los soldados les importaba poco la gente que salía de la ciudad. Sólo los estúpidos se atrevían a adentrase en la selva. ¿Por qué detener a un loco más?

 

El camino era estrecho, apenas cabía un carro tirado por un caballo. La selva parecía que iba a engullirlo en cualquier momento. Enormes árboles, espesos arbustos e infinidad de llamativas flores rodeaban al pelirrojo. Sin contar con los animales que le saludaban con sus ruidos característicos. Las serpientes colgaban de las ramas de los árboles y le silbaban, las ranas croaban, los insectos volaban a su alrededor con su ensordecedor aleteo, las hormigas se le subían a los pies… En ese momento deseó tener sus botas de nuevo. Con su machete iba apartando las enormes hojas de los arbustos, y el rocío acumulado le salpicaba la cara. Era agradable, pues el sol calentaba demasiado. A pesar de estar a resguardo de los rayos porque los árboles daban una sombra perfecta, sentía el calor sofocante pegarse a su piel. El bochorno de aquella isla era insoportable.

 

Tras una larga caminata en la que Kid perdió por completo el sentido del tiempo, empezó a escuchar un ruido, primero más débil y luego más fuerte. Analizó el sonido, y rápidamente adivinó que se trataba de agua golpeándose contra la superficie: las cascadas estaban cerca. Conforme aumentaba el sonido del líquido elemento, aumentaban los latidos del pelirrojo. Quería llegar allí de una maldita vez y ver a ese maldito sacerdote. Maldito sacerdote. Maldito Trafalgar Law. La sangre comenzó a hervirle sólo de pensar en sus grises ojos y su sonrisa gatuna, sus finos labios, su piel tersa, su sensual voz… Kid negó con la cabeza queriendo borrar los oscuros pensamientos que se agolpaban en su cabeza.

 

El pirata llegó a un enorme lago rodeado por la parte derecha de rocas y vegetación, selva por la parte izquierda, las cascadas en el norte, y una brillante y suave playa de arena en el sur. Las cascadas no eran muy altas, pero el agua caía con fuerza. Kid advirtió una profunda cueva tras el chorro de agua. Pero sus ojos pronto se posaron en un moreno que jugaba con el agua despreocupado cerca de la orilla. El agua le cubría hasta la cadera, dejando al descubierto sus marcados y fibrosos oblicuos. El cabello, empapado, se le pegaba a la frente como una lapa, pero aún así había mechones que se atrevían a erizarse graciosos. Estaba claro que la desordenada melena del moreno no se domaba fácilmente. El sol le caía directamente, y con el reflejo de los rayos en el agua, sus ojos habían tornado a un curioso azul grisáceo. Pero pronto esos ojos se posaron en el pirata, que estaba estático en la playa. Trafalgar sonrió sibilinamente y se acercó a la orilla, parándose cuando el agua empezaba a descubrir su vello púbico. Kid no pudo evitar mirar, pero la sensual voz del sacerdote lo sacó del trance.

 

-¿Qué haces aquí, Eustass-ya?-preguntó intrigado-. Esta zona es exclusiva para el sacerdote.

 

-He venido a buscarte porque…-Kid no supo muy bien qué contestar-. Tenía que hablar contigo sobre el castigo de la diosa.

 

-Si ya has encontrado a alguien…-Law se tensó ligeramente, le costaba pronunciar esas palabras. Le costaba hacerse a la idea de que su hombre hubiese encontrado a alguien que no fuese él-. Sólo tienes que enamorarle. No es muy complicado, hasta un pirata tan cabeza-hueca como tú puede hacerlo.

 

El pelirrojo le mostró una de sus furibundas miradas, pero no respondió por orgullo. No le confesaría que no sabía cómo enamorar a alguien, ni mucho menos que ese alguien era él. Mosqueado, apartó su vista del moreno y chasqueó la lengua. Law se rió juguetón.

 

-Eustass-ya, el amor es como un río-comenzó mientras jugaba con el agua-. A veces es tormentoso y salvaje, y otras veces es suave y plácido. Tienes que aprender a esquivar los rápidos y los remolinos nadando por la margen correcta.

 

-Yo no puedo nadar-y ahora que lo pensaba, Franky le había dicho que Trafalgar también era un usuario de Fruta del Diablo. ¿Cómo podía estar en el lago sin ahogarse?

 

-No puedes nadar en agua salada, en el mar-le corrigió con una sonrisa de superioridad el moreno-. Pero esto es agua dulce-y extendió sus manos al pelirrojo-. Ven, te enseñaré.

 

-Ni de coña-le espetó el pelirrojo. No iba a introducirse en el agua ni mucho menos con ese personaje que no dejaba de mirarle con ese brillo en sus ojos. Esos ojos gatunos que le devoraban en silencio. Esos labios que le pedían a gritos un beso. Esa sensual voz que le susurraba que se fundieran en un solo ser.

 

El cerebro del pelirrojo comenzó a funcionar. Si escrutaba al sacerdote podía comprobar que, si le miraba de esa forma y su voz era tan erótica… ¿podría ser que se le estuviera insinuando? Volvió a mirar esos grises ojos, fijos en él. Eran tan intensos, su brillo era tan poderoso. ¡A la mierda con todo! Si ese jodido sacerdote quería guerra, la iba a tener. Sin pensar en la posibilidad de ser rechazado, Kid se desnudó por completo y comenzó a introducirse en el lago. Law lo miraba atento, ese cuerpo lo tenía totalmente embobado. Avanzó lentamente, dando zancadas pequeñas, y se adentró en el agua. Esta fría, y era muy refrescante.

 

Fue entrando en el lago, y el agua pronto cubrió sus piernas. Al acercarse a Trafalgar, que seguía extasiado admirando ese cuerpo del pecado, se atrevió a agarrar sus manos, las cuales se mantenían extendidas. El moreno sintió una oleada de calor al notar el mínimo roce de sus dedos con los del pirata. Había deseado tanto ese contacto carnal. Si se sentía así por una mera caricia, ¿cómo sería probar sus labios? Por su parte, Kid había sentido un leve cosquilleo al rozar los finos dedos del sacerdote. Un cosquilleo que le hizo erizar los pelos de la nuca.

 

-Vamos más al fondo, Eustass-ya-sonrió el moreno sin soltar las manos del pirata-. Aún haces pie.

 

Y era verdad. Kid era más alto que Law, y puesto que el segundo estaba de pie, el primero también. La arena del fondo del lago se introducía por todas las vetas de sus pies, y al pelirrojo le molestaba un poco. A fin de cuentas, la arena es muy sucia. Siguieron avanzando hasta que el agua alcanzó los hombros de Trafalgar.

 

-Voy a comenzar a nadar, Eustass-ya-Kid lo miró intentando contener su preocupación, pero a Law no se le escapaba ninguna de sus reacciones-. Pero no te voy a soltar…

 

Esa última frase había tenido un tono de voz diferente. Kid no supo muy bien cómo analizarlo, pero parecía una afirmación muy seria. Sin quererlo, el pelirrojo se ruborizó levemente, y Law le sonrió picaronamente. El moreno siguió arrastrando al pirata unos metros más, hasta que el agua alcanzó sus hombros.

 

-Ahora, Eustass-ya, deja de pisar el suelo y ponte a flotar-un poco inseguro, el nombrado obedeció. En otras circunstancias ni muerto hubiese accedido a hacer tal cosa, rebajarse tanto y mostrar sus puntos débiles ante un desconocido, pero por aluna extraña razón, se sentía reconfortado con aquel sacerdote. Sus grises ojos le recordaban al metal, algo que podía controlar, y eso le daba seguridad en sí mismo. Él era Eustass Capitán Kid, temido en los cuatro mares y el Grand Line, y no podía mostrar debilidad ante nadie.

 

-E-Estoy flotando…-dijo el pelirrojo casi en un susurro completamente anonadado. La sensación era extraña, pues sentía su cuerpo hundirse hacia el fondo pero algo en su interior le empujaba hacia la superficie.

 

-Voy a soltarte, Eustass-ya-pero Kid le miró más asustado de lo que hubiese querido mostrar-. Vas a seguir flotando, no te asustes-y el moreno le guiñó un ojo.

 

Tímidamente, el pelirrojo se separó del agarre y comenzó a mover los brazos como hacía Trafalgar, arriba y abajo dentro del agua, impulsándose. Y sorprendentemente, no se hundía. Joder, estaba nadando. ¡Estaba nadando! Desde que se comió esa Fruta del Diablo de pequeño había perdido toda esperanza de nadar. No era algo que le quitase el sueño, pero una parte de él se encogía al pensar que moriría sin saber lo que sientes al nadar. De repente, Law se sumergió y apareció detrás del pelirrojo, haciendo que se enfureciese.

 

-¡Estate quieto, joder!-gritaba el pelirrojo mientras agitaba sus brazos nervioso.

 

-Eustass-ya, no pasa nada-sonrió el moreno, y se acercó peligrosamente al pirata. Sus ojos reflejaban el ansia que mostraban los cazadores cuando tenían delante de sus narices a su presa. Y esa presa era un enorme y suculento pelirrojo. Los ambarinos ojos de Kid se posaron en los grises de Law, y se quedó paralizado, prendado de la luz que despedían, del destello furioso, del flagrante calor y ardiente pasión que emanaban-. Incluso puedes levantarme…

 

Y con un rápido movimiento, Law enredó sus brazos al cuello de Kid. Ambos notaban la respiración del otro, el agitado vaivén de pecho, la sangre recorriendo desenfrenada cada recoveco de su cuerpo, el desbocado corazón que latía al unísono. Law ronroneó suavemente y, con una sensual mirada, besó a Kid. Un beso suave pero intenso, pasional. Cuando se separaron, Kid agarró de la espalda al moreno y lo atrajo hacia sí, haciendo que éste enredase sus piernas a la cintura del pirata, y sin dudarlo ni un segundo, se abalanzó sobre su boca.

Notas finales:

¿Qué os ha aprecido?

¿Os ha gustado la sorpresa final? jejejejejeje *¬* ahora empieza lo bueno.

Siento que el KillPen no haya sido tan genial como el primero, pero es que el primer contacto tiene que ser memorable. Y eso planeo con el KidLaw cuando llegue (que igual no es en el próximo capítulo, váyase usted a saber!). No sé por qué, epro me llamaba mucho la atención la idea de hacer que fornixasen en un lugar sucio y andrajoso como puede ser un callejón de mala muerte :>

Y tengo que decir que, a partir de ahora, también intentaré escribir más sobre ZoSan y DoflaCroco, pero aviso que estos últimos sólo saldrán un par de veces más. Tengo pensado hacer un fic sólo con ellos, pero será cuando acabe éste. No soy muy hábil escribiendo dos historias a la vez u.u

Muchísimas gracias por leer, y cualquier cosa, reviews :). Muchísimos besos guapísimas1 <3<3<3<3


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