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El sacerdote de Ishtar por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones! :D

Ya estoy de vuelta, perdón por el retraso! u.u La universidad me tiene liadísima porque ahora que se acaban las clases, los malditos profesores se vuelven como locos por dar todo el temario que no han podido explicar en todo el curso, y claro, van a fuego y no me dejan tiempo ni para tener vida social >.<

Pero para compensar este retraso de dos semanas (madre mía dos semanas, lo siento de verdad!), os traigo un suculento capítulo que espero os guste! Me ha costado bastante escribirlo, ya no por la falta de tiempo, sino porque quería que fuese apoteósico y genial y fantástico y maravilloso y estupendo y os dejase sin aliento. Pero no creo que lo consiga xDDD.

Por último, agradeceros a todas las que seguís al pie del cañón. Sois increíbles! ^^

Y sin más esperas, aquí va el capítulo! :3

Eustass Kid y Trafalgar Law se besaban con pasión. El moreno estaba bien sujeto al pelirrojo, apresándolo con brazos y piernas, mientras que el pirata agarraba con furia la espalda del sacerdote para acercarlo lo más posible a su cuerpo. Ambos movían frenéticamente sus lenguas, uniendo sus salivas y bebiéndose el alma del otro. Kid nunca había sentido tantas ganas de besar a alguien como las que tenía en ese momento; Law no recordaba desear tanto a alguien como a aquel hombre.


Su cuerpo musculoso, sus enormes manos, sus finos labios, su llamativo cabello, sus ambarinos ojos, su carácter furibundo, sus malas maneras, su rabia contenida, su espíritu salvaje, su ruda voz, su aroma masculino… Todo de él le encantaba. Se había prendado de aquel hombre en unos segundos, y ahora que lo estaba probando, sus sentimientos hacia él se reafirmaban. Había estado con infinidad de hombres, pero ninguno le atraía tanto como el pelirrojo. El sacerdote no comprendía muy bien por qué, pero el pirata tenía un extraño magnetismo que lo conducía una y otra vez a sus brazos aunque no quisiera. Y ahora que estaba entre esos fornidos brazos, Law no pensaba soltarse nunca. Ese hombre era suyo y de nadie más.


Se separaron cuando la necesidad de aire se hizo apremiante. Trafalgar ladeó la cabeza y hundió su nariz sobre los pelirrojos cabellos de Kid, que no estaban peinados de la habitual forma hacia arriba y graciosamente desordenados, sino que ahora, completamente empapados, estaban repeinados hacia atrás como si de un hombre rico se tratase. Por su parte, Kid deslizó su boca por el cuello del moreno y le propinó un notorio mordisco. Law gimió cortadamente de dolor y de placer. Estaba claro que ese hombre era una bestia, y como tal le había hecho daño, pero también le había marcado indicándole al resto que le pertenecía. Y la idea de encontrarse encadenado como un perro a la cama del pelirrojo excitaba a Law sobremanera.


-Vamos a la orilla-gruñó Kid al oído de Law. Se estaba cansando de nadar y sostener al moreno, que en el agua no pesaba nada, pero sus brazos le empujaban hacia abajo y el agua le salpicaba la cara.


-Tengo un plan mejor, Eustass-ya-sonrió el sacerdote.


Trafalgar se separó unos centímetros del pelirrojo y le miró intensamente. Kid se sintió incómodo, y le regaló un pérfido bufido. El moreno sonrió ladinamente y, con un movimiento de mano, una esfera azul los rodeó. Antes de que pudiera preguntar nada, el pirata escuchó un “Room” proveniente de su compañero y en un suspiro ambos cayeron sobre la cama del mayor. Kid aterrizó cual largo era sobre el colchón, y Law, como seguía agarrado a él, descansó su cuerpo sobre el del pelirrojo y en un rápido movimiento se sentó a horcajadas sobre él.


-¿¡Pero qué cojones has hecho!?-preguntó el pirata bastante alterado. No comprendía nada de lo que acababa de suceder.


-Tranquilo, Eustass-ya, sólo nos hemos transportado a mi habitación-respondió el sacerdote calmado con su característica voz melodiosa y sensual. Con sus finos dedos recorrió el pecho del pelirrojo pausadamente, disfrutando con cada poro de piel, deleitándose con el placer que le producía ese hombre. Como un tigre peligroso, se acercó al oído del menor y susurró-. ¿Por dónde íbamos?


Trafalgar comenzó a besar con cariño el ancho cuello del pelirrojo, que no dudó en emitir un extraño gemido. Estaba molesto, quería saber qué clase de poderes tenía aquel hombre. Agarró al moreno de la cintura y lo empujó al colchón, colocándose encima de él y ejerciendo presión con su pecho para que no se moviese.


-Explícame qué has hecho-dijo Kid bastante serio. Sus ojos se clavaban en los de Trafalgar como hierros ardientes, pero ver a su hombre tan enfadado sólo le encendía aún más. Hasta le parecía gracioso, ver cómo se marcaban las venas de su frente le divertía.


-Como supongo que sabrás, Eustass-ya, yo también soy un usuario de la Fruta del Diablo-comenzó el sacerdote relajado-. Puedo desmembrar a las personas, cortar las cosas en pedazos y transportarme dentro de una esfera.


El pelirrojo lo escrutó con la mirada encontrándose con la estúpida y ladina sonrisa del mayor. Cómo odiaba esa forma suya de mirarle, de sonreírle, de hablarle con esa voz… Le ponía enfermo. ¿Quién cojones se creía para tratarle de esas maneras? Él era Eustass Kid, capitán de los Piratas de Kid, uno de los Once Supernovas, un hombre temible. No era un donnadie. Le lanzó una última mirada de desprecio y se dispuso a abandonar la habitación.


Law comprobó el cambio de humor del pelirrojo. ¿Se había molestado porque era más poderoso que él? No podía ser un hombre con un carácter tan infantil, no podía comportarse como un niño caprichoso que se creía el mejor sencillamente porque él era el caprichoso. Él era el mejor. Él era el más poderoso. Y el razonamiento del moreno era correcto.


Al ver que Kid hacía mención de levantarse de la cama, Trafalgar lo agarró de un brazo y le obligó a girarse para que le mirara directamente a los ojos. Y eso mismo hizo el pelirrojo, mirarle directamente a los ojos. A esos gatunos ojos grises, esas orbes envueltas en unas enfermizas ojeras, esas pupilas que le descuartizaban el alma. ¿Cómo era posible que con solo mirarle, Kid sintiese un agujero en su estómago, un huracán en su corazón, un tsunami en su cerebro? Si apenas se conocían. ¿Acaso lo había embrujado? ¿Es que ese beso en el lago estaba contaminado? ¿Sus labios estaban impregnados de veneno?


Law tiró con suavidad del brazo, y Kid volvió a sentarse en la cama absorto en sus ojos. En sus preciosos ojos grises. El moreno sonrió para sí, sabía que nadie podía resistirse a su mirada. Cuando el pirata se sentó en el borde de la cama, Law entrelazó sus brazos con su cuello y le besó pasionalmente. No iba a dejar que se le escapase. No ese hombre. Kid recibió el beso aún atontado, pero le correspondió como pudo. Pasó sus manos por la cintura del otro y lo atrajo más hacia sí. Su lengua sabía tan bien, sus caricias eran tan placenteras, su cuerpo desprendía una fragancia tan atrayente.


-Eustass-ya, no te vayas…-susurró el moreno posando su vista sobre las ambarinas orbes del pelirrojo. Y éste atisbó una leve petición, un suplicio, una plegaria. ¿Cómo iba a decirle que no?-. Túmbate en la cama, Eustass-ya.


Y el nombrado obedeció sin oponer resistencia. Kid se recostó sobre los cómodos cojines azul marino con detalles dorados rellenos de plumas de oca y dejó que el sacerdote se sentase a horcajadas encima de él. Lentamente, Trafalgar comenzó a besar el cuello del pelirrojo, pequeños besos por toda su blanca piel. El mayor se relamía de placer, aquel hombre sabía tan bien. Por su parte, Kid había cerrado los ojos y su respiración aumentaba por momentos, pero no emitía ningún gemido aún. No quería rendirse tan pronto, aunque sabía que acabaría cediendo ante ese hombre tatuado.


El pelirrojo rodeó al moreno con sus fornidos brazos y lo atrajo más hacia sí, juntando sus pechos, sintiendo su respiración levemente acelerada. El contacto con su piel hacía que su sangre se espesase, que le costase fluir por sus venas. Era una sensación agobiante, como su extraño (pero encandilador) perfume que lo asfixiaba. Kid creía estar perdiendo fuerza, como si su vida se le escapase al mínimo contacto con aquel misterioso hombre. ¿Qué extraña magia dominaba? ¿Acaso los dioses le habían cedido parte de su poder? Eustass no sabía responder a sus propios interrogantes, pero si se sentía así con sólo un fino roce de los labios del moreno por su cuello, ¿cómo sería follárselo? ¿Qué llegaría a notar?


Con todos estos pensamientos revolviéndole la cabeza, Kid agarró de su sedoso cabello moreno a Trafalgar y acercó su boca a la suya. Ya se había cansado de besos por el cuello, necesitaba sentir sus finos labios. Esos labios que le dedicaban ladinas y sugerentes sonrisas. Esos labios que guardaban una poderosa lengua que ahora se movía frenética por su boca. Se movía por su cavidad a sus anchas, él no iba a oponer resistencia. ¿Para qué si ya había perdido? Era mucho más placentero dejarse hacer y sentir la fogosidad de aquel sacerdote en todo su esplendor. ¿Con cuántos hombres habría estado? ¿Cientos? ¿Miles? A Eustass Kid le importaba más bien poco el pasado de Trafalgar Law, porque lo verdaderamente importante era que ahí y ahora estaba con él, haciéndole sentir cosas que nunca había sentido antes con unos únicos besos.


Sólo se separaban cuando los pulmones les suplicaban a gritos un poco de oxígeno. Aspiraban un par de veces, y volvían a besarse. Se mordían, se lamían, se devoraban mutuamente. Ambos tenían enterradas sus manos en el cabello del otro, todavía húmedo del remojón en el lago. ¿Quién le hubiese dicho a Law esa mañana cuando se levantó que acabaría bañándose con su preciado invitado? Desde luego que la diosa le había concedido un magnífico regalo y por nada del mundo iba a desperdiciar esa oportunidad. Esa maravillosa mañana de primavera haría suyo a Eustass Kid y lo tendría para siempre a sus pies.


Las manos del moreno comenzaron a descender por el pecho del pelirrojo, acariciando con suavidad los trabajados músculos y la nívea piel del pirata. Sus manos continuaron bajando hasta que llegaron al vello púbico, color fuego también. Al notar los curiosos dedos de Trafalgar, Kid realizó un espasmo involuntario encogiendo el estómago con un leve temblor. Law le dedicó unas de sus sibilinas sonrisas tras separarse de sus labios y decidió mentalmente que ya era hora de entrar en materia.


Con la sonrisa instalada en sus labios, el moreno deslizó su experta y juguetona lengua por el cuello de Kid, continuando por su agitado pecho. Repartía besos a diestro y siniestro rozando con su boca cualquier recóndito lugar. Ese escultural cuerpo merecía ser tratado de esa manera. El moreno se detuvo en los pezones del pelirrojo, que le saludaban duros. Le reclamaban un poco de atención y Law, como educado caballero que era, no podía negarles esa petición. Regalándole una intencionada mirada al dueño, Trafalgar pasó su lengua por el pezón izquierdo mientras acariciaba el derecho con sus largos dedos. Kid contrajo su cuerpo ante el inesperado movimiento del sacerdote, nunca le habían lamido en esa zona. Ante la graciosa reacción, Law introdujo el rosado botón en la boca y sorbió como si intentase sacar leche a la vez que estiraba con cuidado del otro. El pelirrojo no pudo evitar soltar un ronco gemido, pero cuando recuperó la cordura, se calló rápidamente muerto de vergüenza. Satisfecho por haber conseguido que su hombre gozase, Trafalgar le dedicó una penetrante y lujuriosa mirada, pero como Kid no pudo aguantar los grises ojos del moreno, desvió su vista ruborizado hasta las orejas. Él no gemía cuando le hacían este tipo de cosas. Él gemía cuando follaba y la metía hasta el fondo, pero tampoco mucho. Era bueno en el arte del amor, si es que lo que hacía Kid se podía calificar como tal, pero no solía exteriorizarlo tanto como lo hacían sus parejas. Era un salvaje insaciable, pero lograba contenerse por el mero hecho de que era él quien mantenía el control de la situación en todo momento. Eran las mujeres quienes se retorcían de placer entre sus brazos, y no él entre los de aquel sacerdote.


Cuando succionó la sensible piel de los pezones, Law continuó descendiendo por los trabajados abdominales que parecían una tableta de dulce chocolate blanco. Besaba con mimo cada parcela de piel, pues estaba decidido a ser el mejor polvo que ese hombre hubiese tenido nunca. Ya se sabe, a los hombres se les conquista en la cama. Cuando llegó a la zona peligrosa, el moreno le dedicó una gatuna mirada y una traviesa sonrisa, a las cuales Kid respondió con una silenciosa súplica contenida mientras se mordía el labio inferior y observaba fijamente al sacerdote. No iba a decir nada, no quería decir nada porque su orgullo se lo impedía, pero deseaba tanto entrar en aquel tatuado cuerpo… Law, que no perdía detalle de cada gesto que hacía el pelirrojo, percibió lo que sus ambarinos ojos le intentaban ocultar y con una lentitud calculada para desesperar al otro, agarró el miembro semi-erecto y comenzó a masturbarlo. Para sus adentros se llevó una decepción, creía haberle provocado más placer al pirata de lo que su cuerpo mostraba. Además, él hacía rato que estaba más que preparado y se lo había hecho saber al pirata con notorios roces durante su frenético baile de lenguas.


Al notar la suave mano de Trafalgar en su miembro, Kid emitió un leve jadeo y rápidamente se puso a tono. Ese jodido sacerdote, apenas le había tocado ahí y ya estaba listo para empalar. El moreno sonrió complacido al contemplar en su máximo esplendor el pene de su hombre: era el más grande que jamás había visto, tan grueso y grande. Se humedeció los labios con la lengua y por un momento se dejó llevar por sus lujuriosos pensamientos que le traían una y otra vez a la mente imágenes nada inocentes.


Masajeaba el erecto pene con parsimonia, llegando hasta arriba y hasta abajo por completo, haciendo presión con sus finos dedos. Y Kid jadeaba entrecortadamente aguantándose las ganas. El calor era sofocante, se pegaba a sus cuerpos y les asfixiaba. Ambos estaban empapados en sudor y no habían comenzado siquiera. Antes de avanzar más, Trafalgar se levantó de la cama y cerró la ventana con las azules cortinas, logrando un ambiente ciertamente mágico, pues la habitación seguía teniendo luz por ser mediodía, pero la luz que entraba era de un magnífico azul índigo.


-¿Qué haces?-inquirió el pelirrojo molesto. ¿Por qué cojones se había tenido que marchar de la cama para correr las cortinas? ¡Si la habitación ni siquiera tenía puerta! Les podían ver u oír perfectamente.


-Hay que crear ambiente, Eustass-ya-contestó el moreno mientras encendía unas tiras de incienso que había a los pies de una figura de madera policromada de una mujer. Kid la reconoció enseguida: era esa maldita diosa. Law hizo una pequeña reverencia enfrente de aquel improvisado altar y besó la cabeza de la estatua antes de volver con su hombre.


-Como pienses besarme después de achuchar a esa condenada diosa, te mato-dijo muy serio el pirata. Y no bromeaba.


 -No pensaba besarte a ti-respondió con suficiencia el sacerdote-, sino a tu compañero Eustassito-ya. Se ve delicioso-y con una de sus sibilinas sonrisas que tan loco volvían al pirata, Trafalgar se abalanzó sobre su miembro.


Sin pensarlo dos veces, Law se introdujo el miembro del pelirrojo hasta la mitad, que es hasta donde las mujeres con las que había estado el pirata podían metérselo. Pero el moreno tenía un as bajo la manga. Law lamía con ganas el pene pero con parsimonia, al mismo ritmo que cuando lo masturbaba. No había dejado de hacerlo, movía su mano al compás de su boca recorriendo por completo el erecto pene. Quería llevar al límite a su hombre, ver hasta dónde podía llegar, hasta dónde someterle a esa deliciosa y lenta tortura.


Kid se retorcía de placer. Había enterrado la cara en sus manos para ocultar sus sonrojadas mejillas y morderse la lengua para no emitir ningún sonido. Pero era tarea complicada, Trafalgar era muy bueno en su trabajo. De hecho, para el pelirrojo era la mejor mamada que le habían hecho nunca. El menor sentía como su cuerpo comenzaba a actuar por cuenta propia a pesar de que su mente le repetía una y otra vez que guardase la compostura. Aquel jodido sacerdote le estaba llevando a su terreno, se estaba apoderando de él, haciéndole suyo. Maldito Trafalgar Law, ¿cómo le podía volver así de loco si apenas se conocían?


Aumentando la velocidad de su boca, el moreno succionaba con ansia. Primero lamía la parte inferior del pene, sorbiendo también parte de los testículos; cuando notaba que la zona estaba ya trabajada, absorbía y aspiraba el tronco del mismo, como si quisiese marcar un cuello con notorios chupetones; luego se centraba en el glande del pelirrojo, intentando meter la punta de su lengua por el agujero que coronaba el miembro y, como no podía, mamaba con ganas el capullo; por último, se introducía toda la polla en la boca y la engullía con fuerza.


Y es que ese era el as bajo la manga de Law. Desde que la diosa le seleccionó como Sumo Sacerdote a sus 16 años, numerosos maestros y maestras le habían educado en el arte del amor y del placer. Pronto había descubierto que prefería más la compañía de hombres y, además, ser la mujer. Para que la isla prosperase, el Sumo Sacerdote debía estar contento, pues si él lo estaba, los dioses también. ¿Y qué mejor forma de estar contento que mediante el goce carnal? Y entre sus muchas técnicas se encontraba la práctica de sexo oral, que había perfeccionado hasta límites insospechados.


Decidido a llevar a su hombre al séptimo cielo, Trafalgar tragó por completo el enorme pene del pelirrojo. Sus arduas clases le habían enseñado a mantener en la garganta un miembro de tal envergadura sin que le produjera arcadas, además de metérselo correctamente por el esófago para que el pene no chocase con las paredes de su faringe y poder engullir totalmente miembros de considerable tamaño.


Cuando Kid sintió que su pene entraba por completo en la boca del sacerdote, no pudo evitar abrir los ojos asombrado y erguirse sobre sus codos de malas maneras. Y lo que vio le provocó un derrame cerebral. Allí estaba Trafalgar Law rozando con la punta de su nariz el pelirrojo vello púbico del pirata mientras contraía con fuerza su boca y asfixiaba el erecto órgano. Cuando éste notó que su hombre se movía, le lanzó una lujuriosa mirada cargada de placer y vicio. ¿Cómo podía existir alguien con tanto magnetismo, con tanta sensualidad?


Eustass sintió desfallecer y sus ojos se entrecerraron levemente dejándolos en blanco mientras de su garganta se escapaba un profundo y ronco gemido. Un escalofrío le recorrió el cuerpo desde la punta de los dedos del pie hasta el mechón más largo de su cabello y su líquido preseminal salió directo hacia la garganta de Trafalgar. El moreno sonrió para sus adentros y se quedó extasiado viendo como su hombre se descontrolaba, pero la cosa no iba a acabar ahí. Deslizó con suavidad su boca hacia arriba ante la atenta vista del pelirrojo, incapaz de apartar sus ambarinos ojos de los grisáceos del sacerdote. Sus miradas se cruzaron y Kid se perdió en la inmensidad de ese océano de metal. Estaba completamente abrumado.


-Eustass-ya está satisfecho-ronroneó el mayor mientras lamía el palpitante miembro del pirara como si fuese un helado-. Pero yo también quiero jugar…


Dejando al pelirrojo paralizado por el placer, Law se encaminó hacia una estrecha estantería de madera que colgaba del cuarto de baño. Abrió una caja de marfil profusamente decorada con motivos vegetales y sacó un vibrador de plástico con forma de pene, el cual embadurnó con un gel transparente contenido en un pequeño frasco de cristal.


-¿De dónde cojones has sacado eso?-preguntó Kid extrañado. Observaba curioso al sacerdote desde la cama habiendo podido recobrar un poco de cordura sintiendo como la sangre le llegaba al cerebro.


-Soy el Sumo Sacerdote, Eustass-ya, puedo conseguir lo que quiera-sonrió el moreno mientras se acercaba con paso melodioso a la alcoba. Sus ojos escrutaron el perfecto cuerpo del pirata envuelto entre sus sedosas sábanas y cojines, saludándolo con su enorme y palpitante miembro. ¿Cómo podía existir un hombre así y por qué no lo había descubierto antes?


Trafalgar le regaló un dulce beso antes de indicarle silenciosamente que cambiase la posición. Tirando de uno de sus brazos, Law colocó a Kid sentado sobre los cojines y haciendo que apoyase la espalda sobre el cabecero policromado de madera. Él se colocó a cuatro patas a su lado encarando su delicioso miembro que ya deseaba metérselo a la boca de nuevo.


-Por favor, Eustass-ya, sé gentil-suplicó el mayor socarronamente mientras agarraba una mano del pelirrojo y le cedía el vibrador, conduciéndola hacia su entrada-. Hace mucho que no…


-Seguro…-sonrió el pelirrojo mirando embobado el rostro sonrojado y lujurioso del moreno.


Éste le respondió con una de sus gatunas sonrisas y comenzó de nuevo a lamer el pene de su compañero como si de un helado se tratase. Algo en el interior de Kid se revolvió, y sin saber muy bien por qué, introdujo uno de sus dedos en la entrada de Trafalgar. Su mano se había llenado de lubricante al sujetar el miembro de plástico, y por un momento se sintió fuera de lugar, descolocado, sin saber qué hacer. Pero una fuerza extraña le impulsó a probar el cuerpo de aquel maldito hombre que le estaba llevando al Paraíso con sus caricias y lametones. Law dio un leve respingo al sentir un dedo en su interior, y encaró al pelirrojo todavía con su pene en la boca. Sus ambarinos ojos estaban puestos en él, pero no le miraban, su vista estaba perdida. Sus alargadas pupilas se clavaban en las suyas, pero aquel hombre estaba muy lejos de allí. El moreno sonrió para sus adentros, su hombre ya era suyo.


Law giró su cabeza y miró la pequeña estatua de la diosa Ishtar. El incienso se quemaba con rapidez, inundando la habitación con su característico aroma. Las flores secas que había en un cuenco de barro a los pies de la figurita de madera habían renacido y mostraban sus llamativos colores. El ambiente era tortuoso, un calor asfixiante, una extraña luz azul y un potente aroma, pero para Law era perfecto. La diosa había escuchado sus plegarias. Con un suave movimiento de cabeza hacia abajo, el sacerdote agradeció en silencio a la estatua la magnífica oportunidad que le estaba brindando. La diosa había preparado el terreno, y ahora le tocaba a él rematar la faena. Eustass Kid iba a ser suyo para siempre.


-Eustass-ya, así no me divierto-se quejó el mayor mostrando un gracioso mohín. El pelirrojo captó el mensaje no porque su cerebro funcionase, sino porque su cuerpo se lo pedía a gritos. Introdujo un segundo dedo-. Mucho mejor, pero no es suficiente… Quiero más, Eustass-ya…


Una fuerza desconocida empujó a Kid a agarrar el vibrador de plástico y a introducirlo en el interior del moreno sin contemplaciones. El miembro de plástico entró sin problemas, y Law emitió un agudo gemido de placer. La saliva que había acumulado en su boca al succionar el pene del pelirrojo se escapó por sus comisuras y se escurrió por su barbilla y su cuello, aunque algunos hilos mojaron el prepucio del pirata, pues la cara del sacerdote y el pene del pelirrojo estaban pegados. Algo en el interior de Kid se revolvió al ver esa imagen, al ver a Trafalgar Law jadeando de esa forma y sucumbiendo al placer. Placer que en parte le estaba produciendo él.


Pronto comenzó a mover el miembro de plástico, introduciéndolo en su totalidad en el interior del moreno, que gemía sonoramente. Sin saber muy bien por qué, Kid se ruborizó levemente cuando sus ojos se cruzaron, cuando percibió el brillo de placer que emanaban esos preciosos orbes grisáceos. Una extraña voz femenina que conocía muy bien, pero que en ese momento no supo reconocer, apareció en su cabeza susurrándole repetidas veces que lo hiciese suyo, que se dejase de tonterías y le penetrase de una buena vez. Una parte de Kid quería hacerlo, se moría por hacerlo, pero otra disfrutaba enormemente viendo al sacerdote en aquella situación, retorciéndose de placer mientras era empalado por un trozo de plástico. Le tenía a su merced para hacer lo que quisiera con él. Era suyo.


Por su parte, Trafalgar gemía sin cortarse ante las certeras estocadas del pelirrojo. En el fondo sabía que aquel hombre no podía ser malo en el sexo siendo un fuera de serie como era. Pero aún no podía probarlo, tenía que llevar a su hombre al límite, que suplicase por poseer su cuerpo. Law agarraba con fuerza el miembro del pirata y lo presionaba como queriendo reventarlo. Cuando el calor lo abrumaba, el moreno se introducía el pene en la boca e intentaba acallar sus gemidos, pero con eso sólo conseguía que Kid le agarrase del caballo y moviese su cabeza para que engullese con ganas y le penetraba más rápido. “Joder, cómo estoy disfrutando” pensaron ambos a la vez.


En un momento dado, Kid consiguió rozar un punto en el interior de Trafalgar que le hizo enloquecer de placer. El mayor soltó la polla que tenía en la boca para gemir con fuerza y encarar a su hombre. Uno de los consejos que le habían enseñado de pequeño era que la expresión facial era muy importante. Law sabía que mostrando su cara en esos momentos al menor acabaría por engatusarlo por completo. Sus ojos se posaron en los ambarinos de Kid, y le dedicaron una mirada de sorpresa pero también de súplica para que no parase. Sus mejillas sonrojadas le decían que su cuerpo ardía de pasión. Sus húmedos labios eran la prueba de que estaba disfrutando de lo lindo. Y Kid no pudo contenerse más, era un hombre a fin de cuentas. Sacó con fuerza el vibrador y lo tiró al suelo mientras con su otra mano acercaba la cabeza del sacerdote para besarlo con ansia. Necesitaba sentir su experta lengua.


Trafalgar sonrió para sus adentros y aceptó el beso gustoso. Ya estaba hecho. Ya era totalmente suyo. Ahí estaba, el gran Eustass Capitán Kid suplicándole (a su manera) un poco de amor, un pedacito de placer que su cuerpo podía regalarle. Kid se recostó sobre la cama hundiendo su cabeza en los cojines de plumas, arrastrando consigo a Law que seguía besándole. Por nada del mundo soltaría esos labios. Las grandes manos del pelirrojo recorrían con vicio la espalda del moreno causándole leves escalofríos y alguna que otra cosquilla. Por su parte, Trafalgar se agarraba al cuello del pirata y con su pierna acariciaba el erecto miembro del menor consiguiendo que jadease roncamente.


-Eustass-ya, déjame hacerlo a mí-susurró el mayor sensualmente mientras se sentaba a horcajadas sobre su hombre-. Sólo quiero que te relajes y disfrutes.


Acarició su cuadriculada mandíbula con sus finos dedos mirándole intensamente. Los ambarinos ojos del menor se perdieron en los suyos, señal inequívoca que aceptaba sin rechistar la sugerencia del mayor. El sacerdote ronroneó como un gato y agarró con cuidado el erecto miembro del pelirrojo. Se lo introdujo despacio, primero el glande haciendo que su dueño gimiese pesadamente, y continuó descendiendo hasta introducirse al completo el enorme pene gimiendo él entrecortadamente.


 Una ola de calor como nunca antes sentida invadió a Kid al notar que su polla estaba enteramente dentro de Trafalgar. Pocas veces la había podido meter hasta el fondo. Con lo que le gustaba… Colocó sus manos sobre la cintura del sacerdote y comenzó a moverlo, pero éste le apartó las manos y se las llevó detrás de su pelirroja cabellera. Sus labios se acercaron peligrosamente, y Law le sacó la lengua graciosamente para provocarle, haciendo que el pirata cayese en la trampa y abriese su boca mostrando su blanca dentadura para intentar cazarla. Law se dejó atrapar y se perdieron en un profundo beso mientras sus manos se entrelazaban tiernamente.


-He dicho que me encargo de todo, Eustass-ya-le recordó el moreno con sorna.


Y comenzó a moverse lentamente, siguiendo un ritmo silencioso que sin embargo ambos tenían en sus mentes. Un ritmo al que pronto se le acoplaron jadeos y respiraciones agitadas, también miradas de lujuria y pasión contenida. Kid no pudo dejar quietas sus manos y las colocó sobre los muslos del moreno. No podía aguantarse las ganas de tocar una piel como la suya, tan dulce pero a la vez tan amarga, tan mágica. Pero Trafalgar entrelazó sus manos con las de su hombre y las utilizó para impulsarse y mantener perfectamente el equilibrio.


Sus rodillas comenzaban a molestarle, así que cambió de posición y ahora se sentó en cuclillas. Con su peso recayendo sobre sus pies podía moverse con más rapidez y fuerza, así que lo hizo. Aumentando el ritmo se aumentaban también los gemidos de ambos, unos roncos de animal y otros finos y melódicos. Y a los dos les encantaban los jadeos del otro. Eustass disfrutaba de lo lindo con la sensual voz del sacerdote, esa horrible voz que odiaba pero que por una extraña y desconocida razón ahora le volvía loco; Trafalgar adoraba los profundos y fuertes gemidos de su hombre, gemidos de bestia, de animal en celo.


Kid se sentía perdido en la inmensidad metálica que eran los ojos de Trafalgar. Ese océano de placer, ese manto gris cálido y frío a la vez. La fina película acuosa que tenían le decía al pelirrojo que el moreno quería más, sus sonrojadas mejillas le decían que quería más, su lengua que a veces se dejaba ver cuando abría demasiado la boca le decía que quería más, su saliva escurriéndose por su cuello le decía que quería más. Pero él estaba tan abrumado por el placer que ese sacerdote le provocaba, que se veía incapaz de mover un músculo. Él no era de los que se quedaban quietos, al contrario, era un animal sediento de sexo. Pero ese sacerdote le estaba tratando de tal manera, estaba gozando de tal manera que se veía incapaz de moverse. Una parte de su cabeza la gritaba que balancease sus caderas, pero ni eso podía hacer. Allí estaba el gran Eustass Kid inmerso en el placer de aquel misterioso hombre.


Law aumentó el ritmo de sus caderas, que ahora se balanceaban frenéticas de arriba abajo y en círculos. Había apoyado una de sus manos en el fornido pecho de su amante, y otra en una de sus musculosas piernas para impulsarse mucho mejor. Sentía el palpitante miembro del pelirrojo en todo su esplendor, sentía como se abría camino en su interior llegando hasta ese rincón que pocos conocían y lo volvía tan loco. En efecto, desde que Kid había conseguido rozar su próstata con el vibrador de plástico, una y otra vez repetía la acción. Técnicamente era él mismo quien se follaba puesto que el pelirrojo no se movía, pero si no fuera por ese enorme miembro chorreante que tenía dentro no gozaría tanto como estaba haciendo.


Además, Kid no apartaba su vista del moreno. Sus ambarinos y penetrantes ojos hacía rato que se habían perdido en la inmensidad del océano del placer que era el cuerpo del sacerdote, hacía rato que su respiración agitada se notaba en su musculoso pecho, hacía rato que sus sudorosos cabellos de fuego se pegaban a su nívea frente, hacía rato que sus roncos gemidos acompañaban a los de Law e inundaban la habitación. Hacía rato que estaba disfrutando como nunca.


-Traf… Traf-pudo susurrar el pelirrojo. Pero era incapaz de pronunciar su nombre.


El pelirrojo estaba sumido en un placer hasta entonces desconocido. Oleadas de calor le invadían en cuerpo y lo descontrolaban, pero también le impedían moverse. Su cuerpo reaccionaba por cuenta propia, no queriendo reaccionar para no fastidiar aquel glorioso momento. Ese sacerdote le estaba conduciendo a un mundo nuevo, estaba entrando en el verdadero Paraíso. El moreno movía sus caderas con tanta agilidad y con tanta rapidez, pero a la vez logrando acertar en los puntos indicados para sumirlos a ambos en una espiral de gozo sin fin. Trafalgar aumentó más aún el ritmo, sabiendo que estaba cerca.


Kid jadeó con fuerza como una bestia, como solo él podía hacer, ante la nueva oleada de placer y calor que recorría su entrepierna. Ya no aguantaba más, el semen amenazaba con salir de su polla y llenar el interior de aquel misterioso sacerdote. Pero de su boca no salía palabra alguna, sólo jadeos y gemidos. El pirata desvió su vista hacia los labios del moreno, esos carnosos y húmedos labios que eran incapaces de contener la saliva que producía su dueño ante el placer que estaba sintiendo. Esos malditos labios sabían tan bien. Sin contener sus ganas por probarlos, Kid agarró del brazo que tenía Trafalgar en su pecho y tiró hacia sí, recibiéndole con una boca de lobo bien abierta y una juguetona lengua dispuesta a recorrer todo el interior del moreno.


El inesperado movimiento pilló por sorpresa a Law, y al verse obligado a inclinarse hacia delante, el miembro del pelirrojo se deslizó por toda su cavidad rozando intensamente su próstata durante varios segundos. El moreno no pudo contenerse y se corrió sobre los agitados pechos de ambos amantes. Un sonoro gemido se disponía a salir de su garganta pero la boca y la lengua de Kid acallaron cualquier sonido, juntando sus labios en un pasional beso. Por su parte, Kid sintió como el interior del sacerdote le llamaba, le tragaba, le engullía con espasmos y contracciones en su entrada. Era una sensación indescriptible, horriblemente placentera, y no pudo contenerse más esparciendo su líquida semilla dentro del mayor. Con su mano libre presionó los cabellos de su amante para hacer más fuerza en el beso, haciendo que su lengua llegase hasta la campanilla del otro. Cuando se separaron, los gemidos que ambos habían dejado morir en sus labios se sintieron libres y armonizaron el ambiente.


Trafalgar se dejó recostar sobre el fornido pecho del pelirrojo, subiendo y bajando ante la frenética respiración de su amante, aunque la suya también estaba agitada. Notaba como el semen se escurría por su entrada y se excitó sobremanera, pero necesitaba un momento de relajación para comenzar otra ronda de sexo desenfrenado. Y parecía que su hombre también. En efecto, Kid luchaba por sobrevivir ante el sofocante y asfixiante calor de la habitación y el suyo propio que emanaba su cuerpo, además de buscar un poco de aire fresco que no estuviese contaminado de incienso y perfume. Ese maldito perfume de ese maldito hombre.


El moreno se revolvió como un gato y levantó sus caderas para sacarse el miembro todavía erecto del pelirrojo. Éste lo miró molesto, la sensación de estar ahí dentro era deliciosa. El mayor le contestó con una graciosa sonrisa y le besó con ganas.


-No te enfades, Eustass-ya-comenzó-, puedes repetir las veces que quieras.


Law se levantó de la cama y se dirigió al servicio para preparase un relajante baño. Kid se quedó embobado mirando el esbelto pero fibroso cuerpo del tatuado, y sonrió son saber muy bien por qué cuando vio como su semen se escurría por la pierna de éste. Le había marcado, y eso le producía una extraña satisfacción: se sentía como el macho alfa de una manada, pero en este caso, su única manada era el moreno. Y no necesitaba a nadie más.


-¿Y la ropa?-preguntó el pelirrojo irguiéndose-. Se ha quedado en la cascada.


-No hay de qué preocuparse-sonrió el moreno acariciando el agua fresca que salía del grifo de oro-. Luego mandaré a alguien a por ella.


-¿Y qué cojones me pongo hasta entonces?-inquirió el pirata algo molesto-. No tengo nada más.


-Si quieres mi opinión… creo que estás mejor sin nada encima, Eustass-ya-le guiñó un ojo paseando su lengua por el labio superior. Kid se sonrojó levemente y apartó la cara incómodo para que el sacerdote no le viera-. Si fuese tú, no saldría de la habitación en lo que queda de día-propuso el moreno. En el fondo quería tenerlo controlado, y más ahora que habían podido intimar-. Tu amigo seguro que se ha despertado ya, deberías visitarle, Eustass-ya.


El menor le miró con un deje de fastidio en los ojos, ¿quién se creía para darle órdenes? Pero en parte tenía razón. No iba a salir del palacio porque no tenía ropa, y debería ir a ver a Killer para tranquilizarse un poco. Estar con aquel hombre tatuado le turbaba de una manera inexplicable. Y sabía que si permanecía allí mucho tiempo, viendo como el sacerdote sumergía su delicioso cuerpo en el agua y se frotaba con sales y jabones perfumados, acabaría por caer de nuevo. Encima le dedicaba esas miradas tan lujuriosas y cargadas de deseo… Kid se maldijo internamente, ¿por qué había tenido que elegir un hombre así?


Con actitud arrogante, salió de la habitación sin decir palabra. Law sonrió al ver su ancha espalda mientras jugaba con el agua. Cuando el susodicho hubo desaparecido entre las cortinas de seda de la puerta, el moreno sentenció seguro de sí mismo por pensar que llevaba las de ganar en este juego:


-¿Cuánto tiempo aguantarás sin venir a verme, Eustass-ya?

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué os ha parecido?

Lo primero de todo me gustaría aclarar la actitud de Kid. Ya sé que estáis aconstumbradas a ver a un Kid maniaco sexual y dominante, pero he querido hacerlo así de "pasivo" (por decirlo de alguna forma) para mostrar como Law lo dominaba en el sentido de que el pelirrojo se veía sobrepasado en todos los aspectos por el moreno. Es decir, estaba tan absorto en el placer que el otro le estaba produciendo que no quería moverse para fastidiar el momento. Pero tampoco podía porque, digamos, Law le "controlaba" mentalmente.

Y su cambio de actitud al final creo que es bastante lógico teniendo en cuenta como es Kid. Es decir, él es quien controla todo, quien manda, y no le gusta recibir órdenes de nadie. Y sabía que si se quedaba con Trafalgar perdería el control de nuevo. Y claro, para una persona acostumbrada a mandar y que encima le gusta, eso es bastante malo.

Ya sé que os he hecho esperar con el lemon de estos dos, pero había que preparar el terreno un poco xD.

Espero que os haya gustado y ya sabéis, cualquier cosa, un review :). Muchas gracias por leer, y mil besos! <3<3<3


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