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El sacerdote de Ishtar por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones! :D:D:D

Ya estoy aquííííí! Perdón por la tardanza, pero estos días tenía los exámenes más jodidos (y aún me queda uno) y tenía la cabeza en otra parte, como comprenderéis u.u

Me alegra que os haya gustado tanto el DoflaCroco, la verdad es que son adorables *_* Bueno, adorables igual no es la palabra xDDD. Aunque debo decir que no todo es tan bonito como lo pinto, o sea, que he leído reviews de amor eterno y todo supermegaguay y no xDDDD. Tengo planeado hacer un capítulo extra sólo para ellos donde se contarán más cosas, porque quiero dejar todo bien atado con ellos ya que no saldrán más. Ya lo siento (T.T), pero en este fic son una pareja bastante secundaria. Pero no os preocupéis porque la tita Lukkah tiene en mente dos fics más donde saldrán estos dos (aunque el problema será ver cuándo salen los fics xDDDDD).

La verdad es que tampoco tengo mucho que deciros, así que os voy a dejar de dar la brasa y nos leemos abajo. Que disfrutéis de la lectura! *3* 

Trafalgar Law había terminado de darse un relajante baño después de una todavía más relajante siesta. Al moreno le encantaban los baños, se pegaba horas debajo del agua. El calor era sofocante incluso en invierno, y él era uno de los pocos privilegiados que podía darse un refrescante chapuzón a diario. Además, como le gustaba cuidarse, echaba diversos potingues y sales al agua que limpiaban, tonificaban y perfumaban su tostada piel. El aroma de las sales y los jabones permanecía en su cuerpo durante horas, y ya no digamos en su cabello, que mantenía el olor durante días. Sí, Trafalgar Law era una persona coqueta.


Vestido únicamente con su semitransparente túnica blanca con reflejos dorados, observaba recostado cual princesa en uno de los sofás por la bola de cristal, que descansaba sobre la mesita de café. Cuando su garganta se lo requería, el moreno bebía pequeños sorbos de su té recién servido por las muchachas. Le gustaban la mayoría de infusiones, pero frecuentemente mandaba preparar un brebaje con sabor tropical, como así lo llamaban los vendedores de tés. Tenía un particular aroma a frutas tropicales y pétalos de flores, además de que dejaba un color carmesí en el agua. Delicioso.


Como no podía ser de otra manera, el sacerdote estaba observando a su macho pelirrojo. Aquella acción se había convertido en toda una obsesión. Éste se acababa de despertar de su siesta, mucho más larga que la del moreno, y había ido directo a la bañera para despejarse. Apenas tardó unos minutos en ducharse, algo que desilusionó levemente al moreno, pues suspiraba por pasar horas a remojo con aquel musculoso cuerpo del pecado. Trafalgar se mordió el labio inferior intentando calmar sus ansias, no podía dejarse llevar con tanta facilidad. Él era el hombre más poderoso de ese extraño archipiélago, y no podía actuar como una colegiala que acababa de recibir su primer beso.


Ciertamente había probado al pelirrojo por primera vez hace unas horas, y no pasaba un segundo que no echase de menos a ese suculento hombre, pero debía mantenerse firme y continuar con su plan. El pirata estaba completamente a su merced, había caído en sus garras, y ahora era cuestión de tiempo el que viniera a suplicar como un perro por su amor. Porque eso es lo que iba a pasar, lo que pasaba siempre. Todos los amantes que había tenido Trafalgar habían quedado tan prendados del sacerdote que acababan rogando por su amor, por un poco de atención. Al final se volvían molestos, sobre todo cuando encontraba un nuevo juguete con el que divertirse, y los mataba. Total, un alma más al Inframundo. Pero Eustass Kid… Le hacía sentir un torbellino de emociones desconocidas hasta entonces. Tenía la necesidad de saber que el pirata estaba pensando en él, deseaba pasar entre las sábanas con él horas y horas, hasta caer rendidos el uno en brazos del otro, ansiaba no separarse de él nunca. Sus obligaciones como sacerdote le impedían abandonar esa isla, pero una parte de su mente sabía que, si Kid le pedía que se marchara con él en su barco, no tardaría ni dos segundos en hacer la maleta y partir al mar.


Trafalgar había pasado toda su vida en Babilonia. Apenas había visto el océano un par de veces. Desde muy pequeño había entrado a trabajar al servicio del Sumo Sacerdote, pero cuando éste murió ahogado en el río, la diosa Ishtar le eligió como continuador de la estirpe sacerdotal. Su vida era buena, relajada, vivía con todos los lujos que podía desear y apenas había tenido trifulcas con los aldeanos por los designios divinos: malas cosechas por no hacer ofrendas como es debido, desbordamientos del río por no respetar las normas y tradiciones… Nada, el pueblo estaba tranquilo y obedecía como un cordero que sigue su pastor.


Pero muy en el fondo, Law ansiaba salir de aquel lugar y conocer otras islas, ver el enorme océano y todas las posibilidades que éste ofrecía. Sus responsabilidades como Sumo Sacerdote se lo impedían, aunque podía conseguir el beneplácito de los dioses y romper su alianza para que otro ocupase el cargo y verse libre de por vida. Pero si se diese el caso, ¿qué iba a hacer? ¿Acaso Eustass Kid lo llevaría en su barco? Una parte de su ser afirmaba con rotundidad que sí, que el pelirrojo estaba tan enamorado de él que haría cualquier cosa por tenerle cerca, pero otra le decía que no las tenía todas consigo. Y esa inseguridad era lo que le impedía actuar con determinación. Nunca había dudado, siempre había tenido las cosas claras y había conseguido cualquier deseo que se propusiera. Pero aquel hombre, ese extraño ser que se hacía llamar Eustass Kid lo desconcertaba hasta puntos inimaginables.


Trafalgar siguió cotilleando a través de su bola de cristal. Kid se tapaba con una toalla a falta de ropa. Estaba un poco incómodo, notaba una presencia en la habitación a pesar de estar completamente solo. Sentía una penetrante mirada quemar su piel, unos grises ojos como el acero que desgarraban su interior. Se rascó su pelirroja cabellera intentando olvidar esos pensamientos. Allí no había nadie más. ¿Se estaba volviendo loco?


Para su fortuna, su compañero del alma apareció por el marco de la puerta en esos instantes. Y lo que alegraba a uno, molestaba a otro: Law frunció el ceño cuando vio a Killer, ese hombre no le gustaba un pelo. Tan apegados, tan felices, tan complementarios… El moreno dio un sorbo a su té para calmar sus instintos asesinos.


-¿Vas a recibir de esa guisa al sastre?-bromeó el rubio-. Igual se piensa que quieres que te haga un traje… pero de saliva.


-¡Serás cabrón!-gritó el pelirrojo molesto. A Killer siempre se le ocurrían los comentarios idóneos para cada situación. Ojalá tuviese su lucidez mental, pero él apenas pensaba dos segundos lo que iba decir: lo soltaba directamente, sin filtros-. Bastante incómodo es esto…


-No te habrás creído lo de la boda, ¿no?-y Kid desvió la mirada indignado. Killer volvió a reír, su capitán a veces podía ser muy inocente-. Ese extraño sacerdote sólo quiere que su hombre vaya bien vestido, nada más-y remarcó el tono en ‘hombre’ para sacarle de quicio un poquito más. Kid tenía la paciencia tan grande como su dedo meñique del pie.


-¡Ya vale con la tontería, joder! Esto no tiene ni puta gracia. Si ese sacerdote de mierda cree que puede vestirme como le dé la gana como si fuese una muñeca de trapo, la lleva clara. No sabe quién es Eustass Capitán Kid.


Y es que ahí estaba el meollo de la cuestión. Al pelirrojo le importaba muy poco tener que llevar un vestido (como él veía esos trajes tan volátiles), pero no toleraba que fuese otro quien se lo eligiera. Que fuese otro quien le ordenase cómo vestirse. Que fuese otro quien le impusiese unas normas que seguir. Eustass Kid sólo seguía unas normas: las suyas. No era cuestión del vestido, era la imposición de ponérselo. Ni siquiera le había consultado. Tampoco esperaba que lo hiciese, pero le podía haber preguntado, o simplemente sugerido que un sastre iba a venir a hacerle un traje. Así por lo menos hubiese rehusado la oferta, aunque habría acabado cediendo porque no tenía ropa y no quería pasearse por palacio con una toalla como si hubiese salido de la ducha.


El rubio enmudeció un momento por precaución, la vena del cuello de su capitán estaba a punto de estallar e inundar la habitación de sangre. Este chico no tenía remedio. Era capaz de ponerse a mil en medio segundo y de enfriarse a la misma velocidad. Pero Killer llevaba toda su vida con él, y le conocía como la palma de su mano. Y por supuesto sabía cómo manejarlo.


-Venga, Kid…-comenzó con voz calmada, un tono de voz que apenas usaba el pirata-. Piensa que no puedes ir por la vida con una toalla de baño anudada a la cadera-el pelirrojo se giró para no verle la cara, sabía lo que intentaba hacer y no caería. Esta vez no-. Además… ese sacerdote es el dueño de todo esto. Es jodidamente rico, y no creo que te vista con cuatro trapos de pobre como llevo yo…


Kid continuaba de espaldas a él, pero sus músculos se habían relajado en su mayoría. De hecho, la vena de su cuello apenas se notaba. Y es que, Kid era como un niño: con mostrarle lo bueno o positivo de una opción, bastaba. Si al pelirrojo le ponías un plato de verdura y no le gustaba, no se la comería por nada del mundo. De hecho, lo más probable es que acabase estampada en tu cara. Pero si le convencías de que la verdura le haría el doble de fuerte, se la comería incluso todos los días. Kid no confiaba en mucha gente –para ser honestos, no confiaba en nadie que no fuese de su tripulación-, pero Killer era su mejor amigo y sabía cómo lidiar con él. ¿Cómo no se iba a fiar de él?


Además, Kid era, aunque no quisiera reconocerlo, algo coqueto. No se pegaba las horas muertas admirándose delante de un espejo, ni se llenaba el cuerpo de potingues, ni siquiera comía sano para mantener su cuerpo en forma. Tenía un cuerpo envidiable, pero porque se ejercitaba todos los días. ¿Y por qué? Evidentemente, porque los piratas debían ser fuertes. Pero también, porque le gustaba impresionar a todo el mundo, dejarles con la boca abierta cuando le viesen atracar en algún puerto nuevo. Su cabello realmente curioso, sus ojos extrañamente atrayentes, su poderosa voz, su trabajado cuerpo… Todo en él estaba hecho para asombrar, para sobrecoger el interior de quien lo estuviese observando. Y en cuanto al vestuario, el capitán también era singularmente llamativo. ¿Quién iba con un abrigo de pelo marrón y el pecho al descubierto? Solo alguien a quien le gustase llamar la atención. Killer le tenía calado: su capitán era un egocéntrico aunque no lo reconociese, le gustaba que le tuviesen un miedo aterrador pero también que “suspirasen” por él, sobre todo las mujeres. Aunque ahora sus gustos habían cambiado considerablemente…


Kid suspiró y acabó cediendo. En fin, no le quedaba otra.


-Espero que ese sastre de mierda no venga con la idea de ponerme un vestido de esos como el que llevas-sonrió como un tiburón-, porque se lo meteré por el culo.


-Tú te lo pierdes, es comodísimo y muy fresquito-y como una princesa, Killer enseñó la toga color verde manzana por los extremos y dio una vuelta sobre sí mismo.


Kid lo miró estupefacto, ¿qué cojones se había tomado? ¿Es que la siesta le había dejado tonto o qué? Aunque, sin poder evitarlo, se echó a reír con una sonora carcajada. El rubio sonrió internamente e hizo una reverencia como si fuese una princesa. Las cosas que tenía que hacer por su capitán… Menos mal que nadie los estaba viendo. El pelirrojo seguía anonadado, pero cuando vio a su segundo hacer una reverencia muy elaborada agarrando un bajo de la toga y moviendo su otra mano en círculos, no pudo evitar reírse. Si lo pensaba dos veces, sí que parecía una mujer de verdad, con ese vestuario y su largo cabello rubio ondeando al aire.


Pero Trafalgar Law no se reía. De hecho, estaba muy serio. Ya estaba ese rubiecito acercándose a SU hombre, haciéndole las gracias como un mono. Con lo bien que se lo estaba pasando viéndole más furioso que un animal enjaulado… Ese maldito Killer, le sacaba de sus casillas. El moreno se quedó meditando unos minutos si debía hacer algo con él, pero desistió en sus cavilaciones. Por lo menos de momento…


Entre risas y un poco de vino que Robin había traído a petición del pelirrojo, llegó el sastre. El sastre, en realidad, era una mujer alta y esbelta, de cabello largo y negro como el carbón. Vestía un ajustado vestido blanco palabra de honor que le llegaba hasta los tobillos, mostrando unas lujosas sandalias de cuero con pequeñas piedras. La mujer llevaba infinidad de anillos y pulseras, la mayoría de oro y plata, y unos enormes pendientes en forma de serpiente también de oro. Del cuello colgaba un enorme collar de un escarabajo de lapislázuli con un par de alas extendidas hechas con cuentas de esmeralda, rubí y fayenza.


La acompañaban dos mujeres mucho más feas que ella, una con una cabeza alargada y de cabellos verdes, y otra bastante enorme y de pelo pelirrojo. La peli-verde llevaba una serpiente anudada al cuello, y la otra sujetaba un carro de madera con cestos de mimbre y tinajas de barro. Los piratas las miraron curiosos, desde luego que si eran sastres, no lo parecían en absoluto. Aunque en esa isla, nada parecía lo que debía ser.


-Buenas tardes, caballeros-la morena hizo una fina reverencia-. Me llamo Boa Hancock, y voy a ser la encargada de vuestro nuevo vestuario. El metro, rápido.


La pelirroja que sujetaba el carro lo posó en el suelo y rebuscó en una caja de madera en busca del metro, una fina tira de cuero con las medidas pintadas.


-¿Quién será el primero?-preguntó la mujer, y Kid se levantó del sofá sin pensarlo. Cuanto antes acabasen, antes se irían de allí y podría vestir algo decente.


-Que te quede una cosa clara, mujer-advirtió el pelirrojo con voz queda-. Yo no quiero un puto vestido como el que lleva todo el mundo, quiero unos jodidos pantalones. ¿Está claro?


La mujer asintió algo asustada y, con manos temblorosas, comenzó a medirle las piernas al pirata. Éste estaba algo incómodo, no por el hecho de estar vestido únicamente con una toalla, sino porque la mujer tenía que estar bastante cerca de él para medirle. No le gustaba que invadiesen su espacio personal, no le gustaba que le tocasen a no ser que él quisiera. Killer observaba curioso la escena desde el sofá. Su capitán no sabía guardar las apariencias, ni mucho menos contenerse, y estaba poniendo unas caras de molestia (incluso asco) muy graciosas. Ni siquiera sabía hacia dónde mirar.


Hancock terminó lo antes posible para no permanecer mucho rato con ese sujeto, le ponía los pelos de punta. Ella era una mujer hermosa, de las más hermosas de la isla para ser correctos, y nunca la habían tratado con tal desprecio y de esas malas maneras. Y mucho menos un hombre.


-Debe elegir la tela de sus pantalones, señor…-dijo la morena señalando varios cestos del carro-. Tenemos seda, lino, algodón, cuero…


Kid se acercó al carro y observó por encima los diferentes modelos. Se decidió por una tela de lino de color amarillo sin ningún estampado, pues todos los que había le parecían realmente horteras y le recordaban al sacerdote, siempre con esos vestidos tan pomposos.


-Quiero un cinto de cuero-dijo el pirata-. Y los pantalones deben ser anchos y hasta la rodilla. No quiero que la tela se me pegue como una  lapa a la piel. ¿Entendido?-la morena asintió asustada sin atreverse a decir palabra-. ¿A qué esperas? ¡Empieza a tejer!


-N-no… no puedo hacerlos aquí…-contestó la mujer con voz temblorosa-. Los t-tendrá listos mañana a p-primera hora.


-¿¡Qué!?-la encaró el pelirrojo, y la pobre hilandera retrocedió unos pasos por instinto-. Entonces hazme otros pantalones iguales-y rebuscando en un cesto, sacó una tela de color tierra con finas líneas de puntos en color vino-, con esta tela. Y ahora, ¡fuera!


Las tres mujeres emitieron un leve chillido de horror ante la voz de ultratumba de Kid y salieron lo antes posible de allí. Ese hombre tenía una mirada furibunda, ardiente como su cabello, y no les transmitía buenas vibraciones.


-¿Por qué las has echado tan pronto?-preguntó Killer un poco molesto-. Yo también quería un traje…


-Me estaban poniendo de los nervios.


-¡Pero si no han hecho nada! Encima, la morena estaba tremendamente buena. ¿Has visto qué par de tetas tenía?-pero Kid desvió la mirada y bebió de su copa sin decir palabra-. Oh, claro, se me olvidaba que ahora no te interesan las mujeres…


-¡Cállate, jodido casco con patas!-gritó el pelirrojo mientras lanzaba su copa hacia el rubio, pero ésta se estrelló en las cuchillas de su brazo y se rompió en mil pedazos-. Te recuerdo que tus gustos también han cambiado. ¿O ya no te acuerdas de que anoche te fuiste de folleteo con un tío?


-Claro que me acuerdo-rió Killer-, y esta noche voy a repetir. Y tú deberías hacer lo mismo, esta mañana bien contento estabas.


Kid lo miró con rabia, pero su segundo tenía razón. No se sacaba de la cabeza a ese maldito sacerdote de ojos grises y sinuoso cuerpo. En la vida se había obsesionado tanto por una cosa –salvo el One Piece, claro-, y ahora sentía que su mente sólo podía estar en esa cama con el moreno. Su mente y su cuerpo, porque moría por que las horas pasasen más rápido para poder ir a verle y follárselo hasta dejarlo bien seco. No sabía follar de otra forma, era un salvaje y sucio pirata que disfrutaba metiéndola hasta el fondo. Una macabra sonrisa se dibujó en su rostro al pensar en el precioso culo del sacerdote y lo bien que engullía su polla. Joder, qué ganas tenía de follárselo.


Killer se acercó a su capitán y, al ver que éste sonreía, decidió sacarle un poco de quicio.


-¿Quién va a hacer gemir como una zorrita a ese sacerdote? ¿Quién?-preguntó con voz de presentador de televisión mientras le revolvía el pelo a su capitán-. ¡Eustass Kid!


El nombrado emitió una sonora carcajada y le apartó la mano de golpe pero con cuidado, como sólo ellos sabían hacer. A ojos extraños parecía que se mataban cada vez que se hacían “cariñitos” de esa forma, pero no ejercían fuerza y apenas notaban nada. Desde el piso de arriba, Law observaba atento la escena. La forma de despachar a las mujeres le había agradado, pues para él, el pelirrojo estaba incómodo porque no era él quien le estaba midiendo, no era él quien estaba tan cerca de su fornido cuerpo. Trafalgar lo hubiese hecho encantado, incluso sin necesidad de metro, con su lengua hubiese bastado.


-Eustass-ya, no te hagas de rogar y no tardes en venir…-susurró el sacerdote mientras se relamía los labios. La noche prometía ser interesante.


El sol iba desapareciendo lentamente por el horizonte, y a cada rayo que se escondía, Sanji se sentía más y más nervioso. Comenzaba a dudar de haber aceptado esa cita que Crocodile le había preparado esa mañana. No estaba listo, no se sentía capacitado para ello. Incluso había empezado a cocinar la cena antes para despejarse un poco y no pensar en mañana por la noche. ¿Por qué habría dicho que sí? Si estaba claro que no estaba dispuesto, si se acongojaba solo de pensar en que podría pasar una noche con otro hombre.  Porque nadie podía asemejarse a Zoro, nadie. Por muy bueno, o muy guapo, o muy amable que fuese la cita que Crocodile le había preparado, Sanji sabía que no podía ser igual que Zoro. No le llegaría ni a la altura de los talones.


El rubio se dio una bofetada para borrar esos pensamientos tan negativos. Si había aceptado esa cita era porque quería olvidar al espadachín de pelo verde. Quería perderle de vista, quería eliminar de su cuerpo su aroma masculino y su tacto rudo y salvaje. Había confiado a la Diosa Madre Ishtar su corazón, y no podía cerrarse en banda. Si no iba a la cita, ¿cómo conseguiría encontrar un nuevo amor? Los dioses eran poderosos, pero necesitaban un aliciente para comprobar que uno estaba dispuesto a cambiar, con rezos y ofrendas no bastaba.


Además, él siempre había alardeado de su carácter coqueto y sus cualidades conquistadoras. Hasta que descubrió al estúpido marimo, Sanji era adorado por las mujeres en tanto en cuanto él las adoraba a ellas. Siempre había tratado bien a sus parejas, aunque fuesen de una noche. Era un caballero, lo llevaba en la sangre. Pero sus dotes amatorias debían estar, por lo menos, a 30.000 leguas de allí. Cuatro años sin conocer a nadie más, cuatro años encerrado en ese palacio sin salir a cotillear por la noche, cuatro años reducidos a una única persona. ¿Y de qué le había servido? Absolutamente de nada.


Tan absorto estaba en sus pensamientos que no se percató de que Nami había entrado en la cocina en busca de un poco de agua fresca. La peli-naranja se le quedó mirando callada, analizando cada movimiento de su amigo intentando adivinar qué le pasaba. Había hablado con Usopp y sabían que Sanji no estaba bien, no había más que verlo: era un despojo social. Cuando el rubio se dio la vuelta buscando el afilador de cuchillos, vio a la muchacha.


-Perdona, Nami-san, no me he enterado de que habías llegado-sonrió forzosamente, intentando ocultar sus depresivos pensamientos sobre el espadachín.


-Sanji-kun, ¿no estás haciendo la cena muy pronto?-Nami conocía a la perfección a todos sus compañeros, y sabía mejor que nadie que Sanji era un hombre de horarios. No los rompería por nada del mundo. Quizá había días que se retrasara media hora o así para comenzar a preparar la comida, pero eran las siete y media y el rubio ya tenía la mitad del menú terminado. Algo le pasaba, algo grave. ¿Habría vuelto a hablar con Zoro?


-B-Bueno, es que…-el cocinero no sabía mentir, y menos a su querida ninfa peli-naranja. Además, ella era una cotilla de aúpa, cogía a los mentirosos en un abrir y cerrar de ojos-. No tenía nada que hacer y… ¡Pues eso!


La muchacha lo escrutó con la mirada seria mientras su cabeza maquinaba un plan, iba a enterarse qué recorría por esa rubia cabellera:


-Pues si no tienes nada que hacer…-Nami cambió el tono de voz a uno acaramelado y tierno, irresistible para el cocinero-. ¿Podrías acompañarme al joyero?


-¡POR SUPUESTO, NAMI-SAN!-y el pez había picado en el anzuelo. La peli-naranja sonrió para sus adentros, era tremendamente fácil manipular a este mozo. Bueno, a éste y a todos. Si en algo era buena, era en adivinar sólo con un vistazo el carácter de las personas para poder utilizarlas a su favor. Ella no era más que una cara bonita, y si quería sobrevivir en ese nido de víboras, debía protegerse de alguna forma. Su mayor logro hasta la fecha había sido entrar a servicio de la Diosa con unos diez años, pero el peligro podía acechar en cualquier esquina.


La muchacha sonrió feliz ante la ya sabida de antemano respuesta de su amigo y ambos salieron de la cocina. Cuando cruzaron el patio interior, Nami agarró del brazo al rubio haciéndole ver lo contenta que estaba por que le acompañase a hacer sus recados, aunque en el fondo quería que Sanji se sintiese lo más cómodo y confiado posible antes de comenzar el interrogatorio. Estaba decidida a enterarse de todo.


La joyería a la que iba Nami estaba en la calle principal que se dirigía a la Puerta Sur de la ciudad, y no estaba lejos del palacio. La sacerdotisa había pedido que le arreglasen un brazalete de plata al que se le había desprendido una perla enorme. Cuando Sanji lo vio, se sorprendió, debía valer una fortuna. Él también era coqueto, pero nunca le habían atraído las joyas, prefería arreglarse en otro sentido: con un buen traje, un relajante baño, o una sabrosa y sana comida. Las únicas joyas que le gustaban eran los tres pendientes en forma de lágrima de ese estúpido espadachín de mierda.


Cuando salieron de la tienda, la peli-naranja comenzó con el interrogatorio. Seguía sujetando al cocinero por el brazo, pero ahora su voz había cambiado a un tono más serio y neutro:


-Sanji-kun… ¿Por qué no me cuentas qué te pasa?-directa al grano.


-N-Nami-san, a mí no me pasa nada-el mencionado forzó una sonrisa que no engañaba a nadie, y menos a una mujer como Nami.


-Sanji-kun-la muchacha arrastró al rubio a un estrecho callejón y lo acorraló contra la pared sujetándolo por ambos brazos-, sé que te pasa algo. No me gusta que la gente me trate como una estúpida, soy más inteligente de lo que aparento ser. Y te conozco lo suficiente como para saber que te sucede algo.


-Es que…-Sanji dudó un momento, pero los incisivos ojos de su compañera lo estaban descuartizando como cuchillas afiladas de la misma forma que él descuartizaba un pollo cuando quería hacer caldo-. Esta mañana he ido a ver a sir Crocodile y… me ha conseguido una c-cita para mañana por la noche…


El rubio apartó la cara de su amiga por la vergüenza, escondiendo su sonrojado rostro con sus cabellos. Esperaba la reprobación de su compañera, pero en cambio, nada ocurrió. Cuando se atrevió a mirar, comprobó que la peli-naranja lo estaba mirando seria pero completamente muda. Deshizo el agarre lentamente, y después de escrutarle con la mirada durante unos eternos y tensos quince segundos, al final habló:


-¡Me parece genial, Sanji-kun! Es un primer paso para olvidar a ese estúpido de Zoro-sonrió la muchacha más que contenta-. Aunque no sé si fiarme de Crocodile… Ya sabes en qué ambientes están metidos él y Doflamingo.


-¿E-En serio te parece bien?-el cocinero estaba un poco confundido. Ella siempre le había hablado del amor eterno y las promesas de fidelidad, y ver a un hombre después de una semana de haber roto con el “novio” de cuatro años no era precisamente algo que encajase en su cabeza.


 -Es evidente que necesitarás tu tiempo para olvidar a Zoro, pero conocer gente nueva es un primer paso. Y quién sabe, igual encuentras a tu hombre ideal…-le guiñó un ojo, a lo que el rubio se ruborizó levemente-. Aunque si la cita es mañana por la noche… tenemos poco tiempo…-Nami comenzó a pensar, y enseguida se le iluminaron los ojos-. ¡Ya está! Iremos al taller de Boa-hime y te comprarás una chilaba nueva.


-Nami-san, no hace falta, de verd-pero no pudo ni acabar la frase, la peli-naranja ya le estaba arrastrando por la calle rumbo a la tienda de ropa más sofisticada de la ciudad.


Eustass Kid no dejaba de dar vueltas en su habitación. Había cenado con Killer, pero ahora éste se había marchado para darse una ducha y el pelirrojo, sin saber muy bien por qué, se había puesto nervioso. No era para tanto. Ahora subiría a ver a ese estúpido sacerdote, se la metería hasta el fondo para hacerle gemir como una perra un par de veces (o tres, o cuatro, o las que hiciesen falta), y dormiría plácidamente hasta bien entrada la mañana. Ese era su plan, fácil y sencillo. Entonces, ¿por qué estaba nervioso? Había toreado en plazas mucho más complicadas, contra hombres mucho más poderosos que ese mago de tres al cuarto, pero nadie le turbaba de tal forma. ¿Serían sus ojos? ¿Sería su piel? ¿Sería su aroma? ¿Sería su voz?


Kid se estiró de su pelirroja cabellera para dejar de pensar y calmarse un poco. Venga, estaba claro que ese trozo de carne moreno se moría por sus huesos. La manera de mirarle, de sonreírle, de hablarle con esa sinuosa voz… Tenía las cartas a su favor, no podía desaprovechar el juego. Si quería salir de esa jodida isla, debía enamorar al jefe del tinglado, y lo haría. Eustass Kid era un hombre cabezón, y si algo se le metía entre ceja y ceja, lo conseguía. Aunque tuviese que renunciar a una pierna o un brazo.


Fue directo hacia el lavabo y se remojó la cara y los cabellos, echándoselos para atrás. Se miró al espejo: el agua se resbalaba por su ancho cuello para descender por sus enormes pectorales y perderse entre sus abultados abdominales acabando en la toalla que seguía usando de taparrabos (nunca mejor dicho). Clavó su mirada en el reflejo de sus ojos, y se decidió a subir.


Conforme ascendía por los escalones, el olor de Trafalgar le llamaba. Todo allí le recordaba a él. Su aroma estaba impregnado en cualquier rincón de aquel lugar, en cualquier leve brisa que recorría solitaria el palacio. Notó como la boca se le secaba a cada paso que le acercaba más y más al arco de la puerta de la habitación del moreno, y Kid tragó saliva. Se paró antes de atravesar el umbral de la puerta y respiró hondo para coger energía, y de un manotazo apartó las finas cortinas de seda que se interponían entre su lujuriosa presa y él.


Trafalgar Law se relajaba en un sofá mientras recibía un masaje en la espalda de una muchacha de pelo azul. Kid la escrutó con la mirada furioso, nadie tocaba a SU juguete. Pero ninguno de los dos se inmutó. La muchacha seguía masajeando con un aceite de olor bastante fuerte la espalda del moreno, que yacía plácidamente en el sofá con los ojos cerrados. Casi parecía dormido. Cuando los ambarinos ojos de Kid se posaron en el rostro de Law, éste se sorprendió levemente: así, tan tranquilo y relajado, ese extraño sacerdote parecía un lindo muchachito vulnerable. Sus mejillas cuidadosamente sonrosadas, sus carnosos labios entreabiertos con dulzura, sus oscuras ojeras escondidas por sus largas pestañas. Algo en el interior del pirata se revolvió y el deseo de volver a ver ese rostro surgió en su cabeza (y también en su corazón).


Cuando la muchacha se disponía a verter más líquido por los hombros del sacerdote, se percató de la nueva presencia: Kid permanecía inmóvil en el marco de la puerta algo ensimismado mientras observaba al tatuado. La joven sintió que estorbaba más que una mancha en un bonito vestido de domingo, y se quedó parada sin saber my bien qué hacer. Law, al no sentir las manos de la mujer recorrerle la espalda, se removió como un gato y abrió un ojo para mirar a la peli-azul.


-Vivi-ya-la llamó, pero al ver que la muchacha estaba roja como un tomate mientras miraba hacia la puerta, giró la cabeza para comprobar qué había fastidiado su dulce masaje nocturno. Y allí estaba su hombre, plantado como un árbol bajo el marco de la puerta. Trafalgar se relamió los labios, ese cuerpo era un absoluto pecado. Y esos ojos brillantes como el oro le escrutaban de tal forma que creía morir cada vez que se posaban en él. Sin dejar de mirarle, habló a la muchacha-. Vivi-ya, puedes marcharte.


Y a la joven le faltó tiempo para salir corriendo de allí.


Law se estiró como un felino en el sofá y se sentó en él, tapándose cuidadosamente sus genitales con la toalla que había descansando en su trasero segundos antes. Miró al pelirrojo con gracia y sirvió dos copas de vino de la jarra de vidrio que permanecía en la mesa de café.


-Parece que debo agradecer a los dioses por haberme honrado con tan agradable presencia-rió el moreno, y dejó que el delicioso y aromático vino afrutado se deslizara por su garganta-. Pero siéntate y saborea este delicioso manjar de los dioses, Eustass-ya.


Kid lo miró escéptico levantando una ceja. ¿Se estaba refiriendo al vino o a él mismo? No era el momento de enredarse con sandeces, había llegado hasta allí con un único objetivo, a saber, follarse a ese maldito sacerdote del demonio. Trafalgar lo miraba atento aguardando una respuesta, pero al pirata no le gustaban las órdenes. Él era el capitán, él era quien las daba. Pero si quería conseguir su objetivo, debía ceder. El pelirrojo se tragó toda la mala baba que le había surgido en un momento y, refunfuñando por lo bajinis, se sentó calculadamente cerca del sacerdote. Sin mirarle, agarró su copa de vino y se bebió su contenido de un trago.


-Eustass-ya, no bebas tan rápido-le advirtió el moreno, pero el nombrado no hizo más que torcer el gesto y servirse otra copa de vino. Law estaba en su salsa. ¿Por qué no molestar un poquito a su delicioso hombre de los mares antes del acto principal?-. Acabarás emborrachándote y puede que hagas cosas de las que luego te arrepientas…


El pelirrojo se giró para encarar al sacerdote y lanzarle una de sus miradas asesinas, pero se encontró con que éste le observaba juguetón mientras daba un pequeño sorbo al vino de su copa. Unas gotas del oscuro líquido quedaron paralizadas entre el carnoso labio inferior del moreno, quien las relamió con parsimonia para deleitar en su totalidad tan exquisito brebaje. Kid no pudo evitar imitar el gesto que estaba viendo y que le había dejado absorto por un momento, y pasó su lengua por sus finos labios a la misma velocidad de tortuga.


-¿Te gusta el vino, Eustass-ya?-preguntó Trafalgar con una más que sensual voz en un susurro mientras se acercaba peligrosamente a esos salvajes labios que guardaban la inquieta lengua que tan loco le volvía-. ¿O prefieres otras cosas… para probar?


Al moverse, la toalla que cubría a Law se deslizó, dejando al descubierto su erección más que notable. Kid desvió la mirada un momento y sonrió para sus adentros. ¿Cómo podía estar cachondo con tan poco? Si ni siquiera había abierto la boca. Aunque ahora teniéndolo tan cerca… olía su perfume dulzón, sentía su penetrante mirada de plata, veía como el aceite se escurría de sus hombros a su pecho y hacía que brillase su tostada piel… Algo bajo su toalla se despertó, pero ese sacerdote debía esforzarse más para ponerle a tono. Por el momento, iba a seguirle el juego.


-El vino está delicioso-contestó el pirata acortando la distancia entre sus bocas. Cuando estuvieron a escasos centímetros, Kid le sonrió con esa característica sonrisa suya de tiburón devora-lo-todo haciendo que Law le devolviese la sonrisa con una ladina y sensual-. De momento… me quedaré con el vino.


Y el pelirrojo se apartó bruscamente antes de llegar a rozar los labios del moreno, recostándose en el sofá y bebiéndose todo el vino de su copa. Trafalgar se quedó esperando el beso unos segundos, pero reaccionó antes de parecer estúpido y lanzó una mirada rabiosa al pirata, quien le miraba divertido mientras acababa su copa de vino. Pero no se iba a rendir tan fácilmente. Si ese hombre quería jugar, jugarían.


 Se dio la vuelta y le mostró a su amante la morena espalda brillante por el aceite. Le miró por encima del hombro y susurró:


-Eustass-ya, ¿puedes limpiarme el aceite?-sus plateados ojos se posaron en los ambarinos de Kid y se mordió el labio inferior esperando una respuesta. El pirata sonrió como un tigre que tiene delante un delicioso cervatillo atrapado cediendo ante la petición del sacerdote.


-Acércame la toalla-contestó el pelirrojo mientras se erguía sobre el sofá y se acercaba lentamente a la espalda de su amado, para hacerle sufrir con la espera.


-Esa toalla está sucia, Eustass-ya-dijo Law declinando la orden del pelirrojo-. Tendrás que utilizar otra…-y sin previo aviso, agarró la toalla que vestía a su hombre y se la quitó sin miramientos. Kid se sonrojó un poco al ver que Trafalgar no apartaba la vista de su miembro, pero respiró hondo y comenzó a quitarle el aceite. No iba a ser él el perdedor del juego.


-Este aceite huele a coco-gruñó el pirata mientras rozaba la nuca del moreno con su puntiaguda nariz. Y por extraño que pareciera, a Eustass Kid le gustaba el coco-. ¿Se puede comer?


-Por supuesto, Eustass-ya-susurró el tatuado con una lujuriosa sonrisa. No se le había pasado por la cabeza pedirle que le lamiera la espalda, pero desde luego que era una manera perfecta de comenzar a jugar en serio. Law untó su dedo en un poco de aceite y se lo llevó a la boca, introduciéndose toda la falange en su cavidad bucal, mientras lanzaba miraditas al pelirrojo-. Está delicioso…


-No es seguro provocar a un pirata, sacerdotucho de mierda-contestó Kid con su grave y ronca voz al oído del moreno. Sus dos aros de oro tintinearon al sentir su cálido aliento, pero Kid se entretuvo aspirando el olor del cabello de Trafalgar-. Somos bestias salvajes que no tenemos piedad por nada ni nadie…


-¿Y eso es un problema, Eustass-ya?-Law sentía que su erecto pene iba a reventar. Llevaba erecto un buen rato, y tener al pelirrojo pegado a su espalda susurrándole al oído no ayudaba. Necesitaba follar ya-. Me gustan las bestias salvajes.


-Tú lo has querido-rió el pirata, y clavó sus dientes en el cuello del tatuado con fuerza pero sin llegar a hacer que la sangre brotase.


Trafalgar emitió un quejido de dolor, se esperaba que el pelirrojo fuese algo más cuidadoso con su cuerpo, a fin de cuentas él era casi un dios para el pirata: su cuerpo era tan sagrado como la sangre del sacrificio. Pero el menor paseó su lengua por la zona mordida intentando calmar el dolor, para continuar descendiendo lentamente por la espalda del moreno. Pronto el aceite de coco llenó los labios y la barbilla de Kid, escurriéndose por su ancho cuello y parte de sus pectorales. Law gemía entrecortadamente entre suspiros que le rogaban más, pues su hombre se estaba tomando todo el tiempo del mundo para lamer al completo su espalda.


-Eustass-ya-susurró el sacerdote-, más. Quiero más…


El nombrado sonrió pérfidamente y agarró el erecto miembro de su compañero, quien dio un respingo al notar ese inesperado contacto. La enorme y aceitosa mano del pelirrojo comenzó a masturbarle con rabia, haciendo que Trafalgar arqueara la espalda y echase su cabeza hacia atrás apoyándola en el hueco entre el cuello y el hombro de su amado. Sus finas manos fueron a parar, una de ellas, al cabello de fuego algo húmedo de Kid, y la otra, masajeaba el musculoso brazo que le estaba masturbando, como pidiéndole calma. Law no estaba acostumbrado a tanta fiereza, a él le habían tratado siempre como un delicado tesoro. Pero ese hombre profanaba su cuerpo sin importarle nada, como si fuese un juguete que podía cambiar en cualquier momento si se rompía. Y, por extraño que fuera, aquello le excitaba.


-¿Te gusta, zorrita?-la ronca voz de Kid resonó en el oído del moreno y le hizo estremecer. Sí, le gustaba, y mucho. Ya estaba deseando que se lo follase y apenas habían comenzado-. Pero yo también quiero divertirme, ¿sabes?


Y con un brusco movimiento, agarró a Law por la cintura y lo sentó en sus rodillas colocando sus piernas a cada lado del pelirrojo. El moreno le lanzó una mirada de molestia por haberle movido de tan placentera postura, sentir a su enorme macho en su espalda le encantaba, pero pronto gimió de nuevo cuando Kid masturbó ambos penes a la vez con sus manos. El pelirrojo jadeó también, pero intentaba contenerse, quería disfrutar al máximo de su hombre y quería hacerle disfrutar al máximo.


Las aceitosas manos de Kid apretaban con fuerza ambos miembros, que se frotaban y sus pieles subían y bajaban estirándose. La fricción estaba llevando a Law a la locura, que llevaba más rato caliente y, le tenía tantas ganas al pelirrojo que ya estaba en el límite. Su rostro lo decía todo: era incapaz de apartar la mirada de los erectos penes, notando como su boca salivaba sin parar del placer que estaba sintiendo. Sus manos eran incapaces de moverse, recorriendo su tostado cuello para quitarse el sudor. Pero Kid estaba gozando con esa visión, viendo a Trafalgar completamente desbordado por el placer. Sabía que estaba al límite, notaba su fuego interior quemarle su nívea piel, sentía su calor abrasarle con furia. Y el pelirrojo adoraba consumirse en la hoguera que era el cuerpo del moreno.


Pero el pelirrojo quería jugar un poco más. Quería que le suplicase, que se arrastrase, que dejase esa actitud tan altiva que siempre tenía y se rebajase hasta ponerse de rodillas y rogase porque le hiciera suyo. Soltó las pollas y acercó al sacerdote para besarle con nervio, moviendo su lengua por la placentera cavidad bucal del otro, quien evidentemente correspondió con gusto. Ah, Eustass Kid era todo un volcán.


-Te estás divirtiendo más que yo-dijo el pelirrojo con su ronca pero algo agitada voz, y Trafalgar asintió hechizado por esos ambarinos orbes-, y eso no me gusta. Chúpamela un ratito, ¿sí? Sé que lo estás deseando, zorrita-y Law volvió a asentir involuntariamente.


Inusualmente torpe, Trafalgar bajó de las rodillas de Kid y apartó la mesita de café entre gruñidos de impaciencia y quejidos de ansiedad. Cuando la mesa estuvo lo suficientemente lejos como para que el moreno estuviese cómodo, se arrodilló en la alfombra de estampado geométrico y agarró el pene del pirata con ambas manos, con ganas, deseoso de tenerlo ya entre sus labios. Pero antes de metérselo en la boca, su dueño le paró hundiendo su dedo índice en la frente del moreno y obligándole a mirarle.


-Hazlo bien, sé que sabes-y le guiñó un ojo, a lo que Law enmudeció y no fue capaz más que de asentir otra vez completamente aturdido. Incluso la saliva se escurría por su boca y no parecía importarle. Sus mejillas estaban fuertemente sonrojadas, y tampoco parecía importarle lo más mínimo. Lo único que Trafalgar tenía en mente era que Kid lo hiciese suyo de una buena vez.


El mayor se introdujo en la boca el pene del pelirrojo al completo, saboreando su dura textura y su fuerte olor a hombre. Law salivó todo el miembro, pero prefirió catarlo como si fuera algo extraordinario: lo lamía como un perro, le daba pequeños y dulces besos, incluso se lo restregaba por la cara. Todo ello sin dejar de masturbarlo con ambas manos. El pirata estaba extasiado, ese sacerdote estaba fuera de sí. Sonrió para sus adentros, lo tenía doblegado, subyugado, totalmente a su merced. Pero verlo de esa forma sólo le provocaba más, le estaba poniendo tremendamente cachondo, así que agarró de los cabellos al moreno y le advirtió serio:


-Deja de jugar y haz lo que te ordeno, zorrita-y el mandado accedió sin rechistar moviendo sus labios queriendo decir algo pero sin emitir sonido alguno.


Trafalgar volvió a introducirse el miembro del pelirrojo en la boca y comenzó a succionar cada milímetro de piel, cada poro, cada arruga, como solo él sabía hacerlo. Kid, que se había erguido para sostener los cabellos del moreno, los soltó y apoyó de nuevo su espalda en el sofá ante la oleada de calor que recorría su cuerpo. Más bien, tsunami de calor. ¿Cómo era posible que aquel sacerdote le estuviese haciendo la mejor mamada de su vida? Con la de veces que le habían chupado la polla, y ni una se acercaba ni un poquito al sumun de placer que sentía cuando su amiguito estaba entre los labios del tatuado. El pelirrojo no pudo evitar emitir un ronco gemido, lo que motivó a Law para continuar con más ganas con su tarea. Los jadeos del pirata eran música celestial para el sacerdote. Su voz fuerte y penetrante, de hombre, se alteraba y luchaba por contener las formas ante el goce que inundaba su cuerpo.


Verle perder el control de esa manera, verle postergado al mundo del placer carnal, era una visión condenadamente erótica para el moreno. Con ese leve rubor en sus mejillas, con sus ambarinos ojos luchando por mantener esa furia tan característica en su mirada, con los vaivenes de su fornido pecho… Todo era perfecto en Eustass Kid. Pero lo mismo le pasaba al pelirrojo con el tatuado. Trafalgar era un hombre tremendamente sensual, con su sinuoso cuerpo tostado por los rayos del sol, con sus ojos de plata completamente anegados en lágrimas de placer, con su dulce voz agitada como muestra del descontrol hormonal que recorría todo su cuerpo. Trafalgar Law era un ser de otro planeta.


-¿Eustass-ya está contento?-preguntó el sacerdote con un leve toque inocente pero muy sexy en la voz, sin dejar de masturbar el enorme miembro del pelirrojo. Éste se sonrojó y tragó saliva sólo de oír su nombre entre sus labios, cada vez que le llamaba, un escalofrío le recorría el cuerpo.


Algo molesto al ver que Law sonreía con picardía, Kid se levantó del sofá y sujetó la cabeza del moreno con ambas manos, quien se había movido hacia atrás para dejar que su hombre se irguiese por completo.


-Deja de hablar de una puta vez y acaba con esto-contestó mortalmente serio. Y una mierda le iba a dar la razón, Eustass Capitán Kid no se rebajaba a tales extremos.


Trafalgar se dispuso a continuar con su tarea, pero mientras abría la boca para volver a succionar ese pene que tanto le volvía loco, Kid empaló en un rápido movimiento la cavidad del otro, metiéndole la polla hasta la gargantilla. Law se sorprendió ante el repentino cambio de acontecimientos, pero era incapaz de oponerse: era él quien siempre tenía el control, y nunca había permitido que le tratasen como a un trapo viejo, pero el cerebro del moreno había dejado de funcionar desde el momento en que sus labios probaron los oscuros labios del pelirrojo esa noche. Estaba siendo completamente dominado por el pirata, se estaba rebajando a niveles insospechados, pero le daba exactamente igual.


El pirata aumentó el ritmo de las embestidas mientras apretaba con fuerza los oscuros cabellos de Trafalgar. Ahora tenía otra perspectiva para verle, y desde luego que ésta era mucho mejor que la anterior. Tenía al dichoso sacerdote arrodillado incapaz de moverse, ni siquiera sus manos, que las había enroscado en los gemelos del menor. Sus grises ojos estaban anegados en lágrimas que discurrían por sus sonrojadas mejillas para acabar fundiéndose con la saliva y el líquido preseminal que salían de la boca de éste. Si la imagen ya era de por sí excitante, el tatuado no quitaba la vista del rostro del pelirrojo, de sus ambarinos orbes. Un escalofrío recorrió de nuevo el cuerpo del pirata. Estúpido y sensual Trafalgar Law, ¿cómo podía disfrutar tanto si lo estaba vejando de esa forma? Le estaba, literalmente, follando la boca, y parecía encantado. Y eso no le gustaba al pelirrojo, básicamente porque le encendía aún más y cada vez tenía más ganas de follárselo de verdad.


Kid sacó de golpe la polla de la boca de Trafalgar y, agarrándolo con una mano y masturbándose con la otra, terminó por correrse con un notorio gemido bañando en semen al moreno, quien aún seguía con la boca abierta esperando tan preciado líquido. Salió más de la cuenta, quizá por la sobreexcitación que el pelirrojo llevaba encima, y fue a parar a la cara, cabello y pecho del tatuado. Kid exprimió las últimas gotas que quedaban en la punta de su miembro y, con una mirada, Law entendió que eran para él, por lo que se aproximó al glande y succionó los restos que quedaban de semen.


Como parecía no haber tenido suficiente, el moreno cogió algo de semen que tenía por el pecho con sus finos dedos y se lo tragó también, para deleite del pelirrojo que estaba disfrutando de lo lindo con la escena. Con un juguete así era imposible relajarse.


-El semen de Eustass-ya está delicioso-dijo el sacerdote sin apartar la vista del menor mientras cogía más líquido de su pecho y se lo llevaba a la boca.


-Prepárate, porque te vas a hartar-rió el pelirrojo.


Agarró al moreno por la cintura y apoyó su cabeza y sus omoplatos en el borde del sofá, mientras el otro entrelazaba sus piernas por la cintura del pirata y se sujetaba agarrándose al sofá con fuerza para no caerse de espaldas, pues su cuerpo estaba completamente en el aire a excepción de la parte superior de su espalda. Para que tuviese más estabilidad, el pelirrojo pasó una mano por la parte baja de la espalda del moreno, mientras que la otra iba a estar destinada a realizar otros trabajos más húmedos.


Concretamente, acarició la entrada de Trafalgar con la yema de sus dedos haciendo que éste gimiese impaciente. Introdujo dos dedos sin necesidad de utilizar ningún ungüento porque Law estaba tremendamente excitado y su entrada se dilataba con facilidad. Comenzó a moverlos con fuerza, sin ningún tipo de miramientos, logrando que Trafalgar gimiese con más ganas y apretase los cojines del sofá.


-Ahh… Eustass-ya… ahhh-Kid sonrió satisfecho-. Más… q-quiero más… ahh.


El pelirrojo introdujo un tercer dedo dentro del sacerdote, quien apenas lo notó. Law estaba fuera de sí, quería hacerlo ya, quería que ese hombre le hiciese suyo. Lo necesitaba. Por su parte, Kid estaba en su salsa, nunca había disfrutado tanto sometiendo a alguien, nunca había visto a alguien perder tanto el control durante el sexo.


-Más… más, Eustass-ya-gimió el sacerdote-. N-No ahh-aguanto más…


-¿Qué quieres que haga, zorrita?-preguntó el pelirrojo en un tono realmente egocéntrico. Iba a conseguir que le suplicase, iba a conseguir que le rogase porque se lo follara.


-La-ahh q-quiero… dentro-jadeó el otro moviendo sus caderas impaciente-. P-Por favor, Eustass-ya…


-¿Quieres esto?-Kid sacó los dedos del interior del moreno y agarró su erecto pene enseñándoselo a su amante, el cual asintió rápidamente mientras se le caía la baba por ver tan preciado tesoro de la Naturaleza.


-Me encanta la polla de Eustass-ya…-y Trafalgar movió sus caderas otra vez, esta vez con más energía-. Es tan grande y tan dura…


No sabía muy bien por qué, pero al menor le gustaba que el otro le llamase en tercera persona, como si no estuviese allí. Se sentía más poderoso. Y viendo así a Trafalgar, tan necesitado de sexo, se sentía más poderoso aún. El pelirrojo le sonrió como un tiburón, y el tatuado contestó con una silenciosa súplica mordiéndose el labio inferior y apretando más sus dedos contra el sofá.


Sin poder contenerse, Kid introdujo el glande en el interior del moreno, pero eso no era suficiente para él.


-Entera, Eustass-ya-rogó el sacerdote desesperado-. La q-quiero entera…


El pirata no pudo negarse a la petición de su amante y se la metió de una estocada. Law, al sentir todo el miembro de su hombre en su interior, un fuerte escalofrío le recorrió todo el cuerpo que casi hace que se soltase de sus agarres y se cayese al suelo. Pero Kid, antes de que el mayor pudiese correrse, presionó con fuerza el prepucio del moreno y taponó la salida para retener el semen en su interior.


-Aún no, zorrita-sonrió el menor, y el tatuado le contestó con una mirada de pena al no haberle dejado que llegase al clímax. A fin de cuentas, Eustass ya se había corrido y él no.


Kid comenzó a moverse lentamente con un poco de dificultad por la complejidad de la postura, además de que tenía una mano ocupada con el pene de Trafalgar. Pero cuando sintió que el mayor había pasado la oleada del orgasmo, le soltó el miembro y, presionando con fuerza su cintura de avispa, empezó a moverse con rapidez y rudeza. El tatuado gimió con ganas mientras rogaba por tener más contacto con su hombre.


Law movía las caderas ansioso mientras jadeaba y suplicaba que se lo follase más rápido. Kid, aunque tenía muchísimas ganas de complacerle, tampoco podía ejercer mucha fuerza porque, si se le iba de las manos, podía acabar haciéndole mucho daño. Y eso no se lo perdonaría nunca. Hacerle daño a un ser como ese sacerdote, que era un regalo de los dioses, la conjunción perfecta entre calidez y frialdad, entre pasión y contención, entre sensualidad y terquedad. Le volvía loco. Follárselo le volvía jodidamente loco.


Mientras oleadas de calor inundaban el cuerpo del moreno, Trafalgar notaba como la saliva se le agolpaba en la boca y sus comisuras no eran suficientes para expulsarla. Su vista estaba fija en el rostro del pelirrojo, que le miraba con esos ojos ambarinos llenos de furia y pasión. Parecía que se lo iba a comer, a devorar vivo. De repente, el menor sacó la lengua y se mojó los labios, algo que hizo a Law suspirar. Apenas se habían besado, y eso no le gustaba en absoluto. Quería sentir la poderosa lengua del menor recorrer su boca sin frenos ni impedimentos, quería morderle esos finos labios y succionarlos hasta quedarse sin respiración.


-Bés-ahh-mé, Eustass-ya…-pidió el mayor intentando alcanzar su cara, pero como su estabilidad era nula, desistió al momento de intentarlo-. P-Por favor… ahh…


-C-Cállate-bufó el pirata rojo como un tomate ante ese repentino ataque de romanticismo. Y para distraerle, comenzó a masturbarle violentamente.


-N-No, Eustass-ya-ahh-acertó a decir Trafalgar-. M-Me voy… ahh… correr…


Y Law no pudo aguantar más y se corrió mientras gemía el nombre de su amante. Kid tuvo que cerrar los ojos para no ver cómo le llamaba, porque sino su cerebro colapsaría por una hemorragia interna grave. Pero aunque cerrase los ojos, podía oírlo. Y también podía sentirlo. La entrada del moreno absorbía el pene del pelirrojo con ganas, dilatando y contrayendo sus paredes, consiguiendo que el menor fuera incapaz de soportarlo y acabase corriéndose también llenando al sacerdote con su semilla.


Cuando Kid abrió los ojos, pudo ver como, por la postura en la que estaba, el semen de Law se había desparramado por todo su pecho y había llegado incluso a su cara. Éste luchaba con todas sus fuerzas por no caerse, pues las piernas le temblaban sobremanera y las manos se le habían vuelto de mantequilla. El pirata, sin salir del interior del sacerdote, lo levantó y lo agarró entre sus brazos. Law se dejó caer apoyando su cabeza en el musculoso hombro del pelirrojo mientras rodeaba como podía su cuello. Ambos notaban la agitación del otro, ambos habían llegado a su límite, pero Eustass Kid no quería parar ahí. Un polvo no era suficiente.


-Eustass-ya-susurró el moreno en su oído aún con la respiración agitada-, q-quiero un beso…


El pelirrojo clavó sus uñas en el trasero del moreno para indicarle que no siguiese por ahí, pero Law le agarró el mentón y le obligó a girarse para encararle. Y Kid no le podía decir que no a esos ojos llorosos de placer, a esas mejillas terriblemente ruborizadas, a esa boca supurante de saliva, así que le besó con todas sus ganas. Law recibió el beso más que gustoso y enterró sus finos dedos en el cabello de fuego de su hombre.


Cuando se separaron, Trafalgar recogió un poco de semen que tenía en la mejilla y se quedó mirándolo medio embobado.


-¿Eres tan pervertido que te bebes tu propio semen?-rió el pirata, pues estaba algo sorprendido.


-Es para Eustass-ya-y Law le puso los dedos en la cara, pero el pelirrojo hizo una mueca de asco y se negó a probarlo. Law insistió-. Vamos, Eustass-ya, es una alianza-Kid abrió los ojos expectante por ese comentario-. Si lo pruebas es como si firmásemos un pacto, ya que yo pruebo la esencia de Eustass-ya y Eustass-ya prueba la mía-ahora era Law quien apartaba la vista rojo como un tomate-. Y yo sólo quiero con Eustass-ya…


El menor se quedó paralizado y su corazón comenzó a latir con más fuerza de la normal. ¿Por qué le decía esas cosas tan… románticas? ¿Es que acaso…? No, no podía ser. Si ésta era la segunda vez que quedaban (para follar), si no sabían nada el uno del otro. Law miró intensamente al pelirrojo, suplicándole con sus plateados ojos que por favor probase su semilla. Y a Kid no le quedó otra que lamer sus falanges.


El moreno le besó con ganas cuando acabó, pero el pirata ya estaba maquinando cómo devolverle ese golpe bajo. Tiró al mayor al sofá y lo colocó arrodillado haciendo que sus manos se agarrasen a la parte superior del mismo. Trafalgar giró su cabeza queriendo preguntar qué pasaba, pero Kid abrió sus glúteos y le penetró de nuevo. El sacerdote tembló y sus dudas terminaron ahogadas entre sonoros gemidos y súplicas de que aquello no terminase nunca. En realidad, Eustass tampoco quería que eso acabase, por eso iba a follárselo durante toda la noche hasta que sus cuerpos se desplomasen exhaustos.


En la otra punta de la ciudad, más concretamente en un callejón angosto y abandonado en el que sólo había cajas de paja podrida, unos hombres se entregaban a los brazos del placer carnal como si no hubiese un mañana.  Un rubio pirata había improvisado una cama de paja en el duro suelo de tierra para que su querido amante, ahora a cuatro patas con el pecho rozando el terreno y el culo en pompa, no se hiciese ningún rasguño.


Killer apenas podía contener el placer que le producía ese muchachito, follárselo era algo de otro planeta. Sus estocadas eran rápidas y precisas desde hacía rato, y notar como su pequeño trocito de cielo se revolvía bajo sus brazos intentando retrasar la llegada del orgasmo le excitaba de forma inexplicable. Por su parte, Penguin agarraba con fuerza la paja que hacía las veces de cama al no tener accesible el cuerpo de su hombre mientras jadeaba sin control. Sus cobrizos cabellos, empapados en sudor, se le pegaban al rostro y le molestaban, pero no tenía tiempo de apartarlos. Estaba muy ocupado teniendo un orgasmo.


Sus negros ojos se desviaron por el rabillo del ojo y acertaron a ver el casco metálico de su rubio, y una leve punzada le surcó el corazón. Quería descubrir su rostro, quería saber quién era, quería saber cómo era aquel hombre que le entregaba su amor incondicional a cambio de nada. ¿Quién podría ser ese extraño pirata que desde el primer momento en que lo vio, le hizo latir el corazón de forma desenfrenada como si fuese un caballo desbocado? ¿Quién podría ser ese extraño pirata que todas las noches le transportaba al Paraíso con sólo un leve contacto de piel? Penguin no lo sabía, y empezaba a creer que nunca lo haría.


Una angustia acuciante se apoderó de su corazón ante tan terrible pensamiento, pero Penguin la reprimió con todas sus fuerzas. No podía pensar en ello, no ahora que el orgasmo estaba tan cerca. Sólo podía imaginarse su musculoso cuerpo, sus rudas pero delicadas maneras de tratarle, su rubio cabello como el sol. Y su nombre. Lo único que conocía de ese desconocido era su nombre, el cual resonaba como unas campanas en su cabeza.


-K-Killer… Ki-ller… Killerrr…-pudo decir el muchachito de la vaca antes de derramar su semilla en los fardos de paja-. Mashdri-nah, Killer, mashdri-nah… ¡K-KILLER!


El nombrado se corrió al notar las contracciones de la entrada de su amante, pero, sobre todo, al haber escuchado cómo le llamaba mientras llegaba al clímax. Desde el día en que se conocieron hasta ese momento, ninguno había mencionado el nombre del otro. Su relación era silenciosa, con gestos y algunas miradas intentaban comunicarse. Pero decir el nombre de la otra persona… se había convertido en un tabú sin necesidad de ponerse de acuerdo.


El rubio salió con sumo cuidado del pastorcillo, quien continuó extasiado sin poder moverse notando cómo discurría el semen de su querido por sus piernas. Su expresión facial era todo un poema: sus oscuros orbes estaban entrecerrados por el placer, sus mejillas parecían explotar del color que tenían, su boca entreabierta dejaba asomar la punta de una inutilizada lengua, su frente empapada en sudor era una tela de araña para sus cabellos y algunos troncos de paja.


Penguin, aún con la respiración agitada, intentó llamar de nuevo a su compañero, pero el agotamiento se lo impidió y sólo pudo mover sus labios dejando escapar un suspiro. Killer, quien no había dejado de observarle desde que le había llamado, leyó sus labios y un escalofrío recorrió su interior. ¿Qué cojones estaba haciendo? Su pequeño le estaba llamando y él era incapaz de mostrarle su cara. Ni siquiera se habían besado. Un angustioso sofoco pronto se adueñó del pirata y, desesperado por probar los labios de su amante, se quitó el casco de malas maneras.


El pastorcillo escuchó un ruido metálico y, decidido a conocer a su amante, torció el cuello para poder descubrirlo, pero las enormes manos de Killer le taparon los ojos enseguida y, agarrándolo de la cintura, le obligó a sentarse de malas maneras entre sus piernas para hundir sus labios en un ansioso primer beso. Y qué beso. Penguin, que se había quedado algo aturdido por la reacción de su rubio, al sentir los labios de éste y su lengua que pugnaba por entrar en su boca, se dejó llevar sin ningún impedimento y colocó sus delgados brazos alrededor del cuello del pirata para sentir con profundidad ese beso.


Killer aún tenía su mano tapando los ojos del pequeño, pero al notar como éste se aproximaba y pegaba más su cuerpo al suyo, decidió liberar esos preciosos ojos negros porque, entre otras cosas, sabía que no vería nada. Y en efecto, aunque quisiese, Penguin no vería más allá de una cortina de cabellos cobrizos y rubios, pues Killer tenía un flequillo bastante largo que le cubría la mitad de su cara.


Pero con ese beso, el pastorcillo había olvidado las ganas que tenía de conocer el rostro de su amante. Por fin se habían hecho uno, por fin habían unido sus cuerpos en un único ser. Allí, en un lecho de paja escondido en un angosto callejón desierto, se habían fundido en un pasional beso que ninguno de los quería que acabase. Sus lenguas se movían frenéticas, descubriendo el interior del otro, probando su saliva, bebiendo su alma. Tanto Killer como Penguin arañaban con fuerza el cuerpo del otro (aunque cabe decir que el rubio apenas ejercía presión para no dejar ni la más mínima marca en ese cuerpo tan delicado) para demostrar la intensidad y la pasión que sentían, para demostrar la completa conexión que había entre sus cuerpos, para demostrar la necesidad que tenían el uno por el otro.


Cuando se separaron por la falta de aire, Penguin descansó su cabeza en el hombro del rubio mientras continuaba con sus brazos alrededor de su cuello. Killer le dio un beso en su cobriza cabellera y se colocó el casco de nuevo, señal de que debía marcharse ya. No quería, pero estaba preocupado por el pequeño, no le gustaba que estuviese vagando por las calles a altas horas de la madrugada porque, aunque él estaba para defenderlo, podían noquearle y robar a su precioso tesoro con turbante.


Se vistieron entre mimos y carantoñas, algo que hacía muy feliz a Penguin a pesar de que su hombre volvía a llevar el casco, y partieron rumbo a la casa del pastorcillo. En la puerta de su chabola, Penguin se lanzó a los brazos del enorme rubio, quien lo acogió con ganas: se le notaba feliz, y eso sólo ponía más contento al pirata. Lo único que quería era que su pequeño disfrutase al máximo junto a él. Para siempre.


Killer se quitó el casco unos segundos y, alzándole el rostro a Penguin (quien, al escuchar el ruido metálico se había tapado los ojos), le besó lo más tiernamente que pudo. El pastorcillo hundió sus manos en la rubia cabellera de su amante y disfrutó del momento. Los labios de Killer eran finos y agrietados, dedujo Penguin por el beso. La piel de su rostro que podía sentir también era irregular, bastante áspera y llena de cortes. No se atrevía a tocar, le parecía aventurarse demasiado porque, a pesar de haber conseguido que le besara, estaba claro que su amante aún quería seguir siendo un desconocido.


Con un suave abrazo y un beso en el cuello, Penguin se despidió de su pirata de brillante casco blanquiazul sin mirarle y entró en casa. Killer se quedó estático unos segundos en la entrada, pero al final suspiró y volvió a colocarse el casco. Por fin se había atrevido a besarle… Y por lo bien que había reaccionado el muchachito, se arrepentía de no haberlo hecho antes. Ahora faltaba descubrirle su rostro… Killer suspiró de nuevo: eso era otro cantar.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido?

Me ha quedado realmente largo, pero no creía oportuno hacer un corte por ninguna parte >.<

Ay, más lemmon rico, rico y con fundamento *___* (babeo hasta yo cuando lo imagino y lo escribo xDDD).

Y, tachán-tachán, Killer ha dado un paso más en su camino por enseñarle la cara a Penguin! Ahora ya se besan xDDD. Pobre Penguin, lo tiene que estar pasando fatal.

Y Nami, que va a emperifollar a Sanji para que Ace se quede con la boca abierta :O. Pero tranquilas, que seguirá siendo Sanji, no pienso maquillarle ni nada por el estilo xDDDD.

¿Y qué me decís de Law? Si la otra vez era el dominante, ahora es un completo dominado! Igual me he pasado un poco haciéndolo tan sumiso, pero es que Eustass Kid estaba espléndido y tenía entre ceja y ceja (chiste malo xDDDD) hacerle suyo. Y joder si lo ha hecho suyo xDDDDD.

En fin, espero que os haya gustado y ya sabéis, cualquier cosa, review que responderé encantada. Un poco tarde, pero siempre respondo (mejor tarde que nunca).

Muchísimos besos guapísimas! Y espero actualizar lo antes posible ^^


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