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El sacerdote de Ishtar por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones! YA ESTOY DE VUELTA :DDDDDDDDDD.

Espero que hayáis pasado un verano perfecto, que hayáis tomado mucho el sol, y hayáis estado disfrutando con vuestrs amigos y seres queridos, y hayáis salido mucho de fiesta y hayáis bebido de lo lindo. Eso es lo que he hecho yo eeeeejejeje.

Pero ya empieza un curso nuevo (ya estoy en el último año de carrera), y toca ponerse otra vez manos a la obra. Rutina again. No tengo muchas ganas de empezar las clases, pero eso tiene un lado bueno... Otra vez voy a empezar a escribir jejejeje :D. Y por fin he subido la continuación de la historia, que seguro estábais en vuestras casas haciéndome vudú para que actualizara de una buena vez. Yo lo haría, desde luego.

Espero que os guste, y espero subir el siguiente capítulo lo antes posible, porque ya tengo otro fic en mente y quiero acabar este. Aunque me da penita, es mi primer trabajo y le he cogido cariño :'(. Y sin más preámbulos, a leer! ^^

Los días pasan volando cuando estás con la persona amada. Esa era una realidad que Kid y Killer pronto descubrieron, porque nada para ellos tenía importancia salvo sus respectivas parejas. Y sin saberlo, llegó el fin de año para los babilonios. Cuando Law se lo contó a Kid, se extrañó porque para él, como para el resto de personas en el Grand Line, el año finalizaba en diciembre y comenzaba en enero. Pero para los babilonios, el año empezaba en mayo, siendo el momento más importante del año mismo. Significaba el comienzo de todo, la preparación para los consiguientes doce meses y la aceptación del destino marcado por los dioses. El pelirrojo nunca había sido un gran curioso sobre estos temas, pero aquella isla no dejaba de sorprenderle por momentos. Babilonia era única, diferente a todas las islas que había conocido en el océano, y de alguna manera, eso le atraía. Aunque, para ser francos, lo que verdaderamente le atraía era el sacerdote. Aquel sacerdote le traía de cabeza.


Se pasaban los días juntos, inseparables, como uña y carne. Si Trafalgar tenía asuntos pendientes que atender, como recibir a algunos aristócratas o realizar las oraciones necesarias, Kid le acompañaba como un perrito faldero. Da igual a dónde fuera o qué tuviera que hacer, el pelirrojo siempre estaba detrás como una sombra. Una enorme sombra que le protegía de todo y dejaba bien claro que era de su pertenencia. Porque ahí no se quedaba la cosa, si Eustass le acompañaba, se dejaba notar. Porque él era así. Encima, a Law, parecía no importarle. Al contrario, estaba encantado de que su hombre le siguiese y mirase a todo el mundo que se le acercaba más de la cuenta con esos ojos asesinos que tanto le excitaban. Y es que, desde aquella fatídica Noche de las Candelas, el moreno había comprobado lo sanguinario que podía llegar a ser su hombre, y le encantaba. Observar esos preciosos ojos dorados imbuidos en odio, en ira desenfrenada, era como la medicina para todos sus males. En realidad, Eustass Kid era la propia panacea en sí. El moreno también tenía una parte sádica en su interior que pocas veces había sacado a relucir, pero cuando vio a su hombre así, sintió la irrefrenable necesidad de descontrolarse de la misma forma. Tenía que liberar todas esas ansias de hacer daño, de matar, que había guardado durante todos estos años. Y si alimentaba la ira de su pareja, en parte él también participaba en la masacre.


En Babilonia y sus aledaños, el calendario estaba dividido en dos mitades con seis meses cada una. Una de ellas comenzaba en primavera, y correspondía con la siembra de la cebada; mientras que la otra se realizaba en otoño con motivo de la recolección. Al principio era una fiesta agrícola, pero pronto se relacionó con la victoria de Marduk sobre Tiamat. Al comienzo de los tiempos, la nada estaba constituida por un caos acuático, pues el líquido elemento era fundamental en esta sociedad. El caos acuático está compuesto por el agua salada (un ser femenino llamado Tiamat) y el agua dulce (un ser masculino llamado Apsu). No por previsión, ni amor, ni un plan de consciencia, sino por pura inercia del caos primordial al ser sexos opuestos, conciben una pléyade de hijos que son los dioses, quienes alteran la inercia primordial. Apsu decide asesinar a sus hijos, pero uno de ellos, Enki, se entera del plan de su padre, y toma la ofensiva matándolo. Le duerme para siempre y le convierte en agua cenagosa.


Tiamat toma como segundo esposo a Kingu, un demonio horrible que capitanea una horda de demonios poderosos. Kingu ataca a los dioses por petición de Tiamat, pues quería vengar a su primer esposo. En el límite de la cuestión, no por un acto calculado, los dioses buscan al más fuerte y sabio para pelear contra los demonios. En ese momento, Marduk sale elegido y se hace con el poder absoluto. Marduk establece una batalla tremenda con su madre, venciéndola. Victorioso, Marduk se dedica a la tarea de demiurgo: crea el cielo, el tiempo, el calendario y Babilonia. Su primera tarea fue gestionar el agua: agarra el cadáver de su madre y lo parte en dos, colocando una parte en el cielo atada con candados, y la otra en el fondo del mar para que no pueda recomponerse.


Por último, se decide a crear al hombre. Esta tarea se la encarga a su hermano Enki, quien modela en barro una figura y le infunde el espíritu divino, pero utilizando la sangre (que en realidad era veneno) de Kingu. En este sentido, los hombres nacen para dar cumplimiento de las necesidades de los dioses, y esa es una realidad que no puede ser cambiada porque los dioses así lo han querido.


Con este nuevo significado, el Año Nuevo cobró una importancia trascendental y se convirtió en la fiesta más importante del año. Y la pelea entre Marduk y su madre debía realizarse todos los años para que las cosas siguieran como estaban, porque retornar al caos era lo más peligroso que podía haber para un babilonio. Todo debía estar como los dioses habían mostrado, todas las personas debían realizar su trabajo y mantenerse en su escalafón social porque los dioses, durante la creación del hombre, ya habían marcado el destino de todos.


Y todo este mito le relató Law a Kid cuando le preguntó por qué tanto revuelo en palacio. El pirata no dijo nada, se guardó sus opiniones para sí porque ya había aprendido a contenerse cuando se trataba de temas religiosos ya que Trafalgar se enfadaba con facilidad. El moreno le también le explicó que, como Sumo Sacerdote, debía presidir la ceremonia nupcial entre los candidatos y vigilar que todo transcurriese como era debido. La ceremonia de Akitu, como ellos lo llamaban, constaba de doce días de fiesta ininterrumpida en los cuales se debía representar la victoria de Marduk sobre su madre, y el matrimonio de éste con Ishtar. Era la celebración más importante para los babilonios, y la ciudad se preparaba concienzudamente para ello.


Unos días antes del día señalado, los habitantes comenzaron a embellecer la ciudad: limpiaron calles y plazas, hasta los suburbios donde vivían los wardu, decoraron las fachadas de las viviendas con bonitas telas con motivos geométricos, vegetales, divinos…, colgadas de las ventanas de las mismas, los pocos árboles que había se vistieron con guirnaldas de flores traídas de la selva, y en los barrios ricos se colocaron sábanas de colores en los tejados de las casas, uniéndolas, para tapar la potente luz del sol, y para que ésta adquiriera una tonalidad diferente dependiendo de la sábana que cubría la calle. Por las noches, los caminos se iluminaban para que no parecieran tan peligrosos como de costumbre, pues la fiesta continuaba también una vez escondido el astro rey. Nínive comenzó a llenarse de gentes venidas de islas próximas, como Elam, Asiria, Acadia o Hattusas. Éstas se instalaban en los hogares de familiares o amigos, aunque la mayoría eran vendedores ambulantes que viajaban con una caravana tirada por burros y dormían allí también. Plagaban las calles con sus puestos móviles, curiosos cuanto menos, llenos de utensilios extraños para los babilonios, como relojes de arena, ábacos de madera o juegos de cartas hechas con piel de cabra. Pero no sólo había comerciantes, también venían músicos, titiriteros, bailarinas exuberantes, domadores de fieras (sobre todo grandes felinos y serpientes), y cualquier personaje con algún don especial, como mujeres tan flexibles que podían colocar los pies detrás de la nuca, o faquires que jugaban con fuego y se lo tragaban sin quemarse. Nínive era una ciudad bulliciosa, pero durante el Akitu se transformaba por completo.


Un dormilón Eustass Kid se revolvía entre las sábanas ante la insistencia de su pareja para que despertase de una vez. Era el primer día de Akitu, y no se podían pasar el día encerrados en la habitación como habían hecho durante esos días. Pero el pirata parecía no querer despertar.


-Vamos, Eustass-ya-dijo Law mientras le zarandeaba con delicadeza-. Es hora de levantarse.


El pelirrojo emitió un gruñido de queja como respuesta, y se dio media vuelta dispuesto a continuar durmiendo. Ya serían las diez o las once, pero en la cama se estaba realmente bien, y más si estaba en tan buena compañía como la de su moreno. Éste, algo molesto porque su novio no se movía de la cama, le volvió a zarandear, esta vez con más fuerza. Ahora sí tuvo éxito, pero no el deseado: Kid abrió los ojos rápidamente, pero lo hizo para agarrar a Trafalgar y tirarlo a la cama junto a él.


-¿Cómo te atreves a despertar a Eustass Capitán Kid de esa forma?-le susurró con su ronca voz mañanera, algo que hizo estremecer al sacerdote. Esa voz tan masculina en su oído era tan excitante…-. Me las vas a pagar, sacerdote de pacotilla.


-Eustass-ya, no es momento de juegos-contestó un nervioso Trafalgar, pues Kid le había atrapado entre sus brazos y comenzaba a besarle el cuello suavemente-. Hay que p-preparar todo para la cena de esta noche.


-¿Otra cena?-preguntó el pelirrojo con algo de fastidio, pero sin dejar su cometido-. ¿Qué celebramos esta vez?


-Te lo he dicho estos días…-suspiró el tatuado mientras intentaba zafarse del agarre del pirata infructuosamente-. Hoy comienza el Akitu.


-Oh, es cierto…-una sibilina sonrisa apareció en la cara del pirata, señal de que algo perverso rondaba su mente. Dejó a un lado los besos por el cuello y succionó el lóbulo de Trafalgar a sabiendas de que aquello le gustaba sobremanera-. ¿Y qué mejor manera de celebrarlo que ésta?


-Eustass-ya…-jadeó el moreno ante el repentino ataque, pues parecía haberse aprendido todos sus puntos débiles de memoria-. T-Tenemos muchas cosas q-que hacer, va…


Pero los jadeos y la respiración entrecortada del mayor sólo acrecentaban las ganas del pirata. Lo tenía bien agarrado, y no pensaba soltarlo, no ahora que se estaba comenzando a poner la cosa seria. Kid probó con su mejor golpe, conocedor de que tendría éxito asegurado.


-Quiero hacerte mío, Law-le susurró al oído con voz queda, aproximando tanto sus labios a la oreja de éste que casi podía sentirlos.


El nombrado se tensó al escuchar esas palabras. La sola idea de verse dominado por el pirata le producía escalofríos, pero de placer. Pero eso no era lo que más le había cautivado. La palabra mágica que Kid había susurrado y que a Trafalgar tanto le había gustado había sido su propio nombre. Le había llamado. Pocas veces lo hacía, pero escuchar su nombre en boca del pelirrojo era música celestial para sus oídos. Kid le observaba impaciente, esperando una respuesta. Sabía que había jugado su mejor baza, sabía cómo reaccionaba el sacerdote a esas palabras, pero no las tenía todas consigo. Trafalgar era una caja de sorpresas. El moreno le aguantó la mirada sin apenas pestañear, analizando cada movimiento por pequeño que fuera, asimilando las expresiones de su pareja. Veía la boca de éste entreabierta, esos finos labios húmedos de haber besado su piel, esos labios que le llamaban y pedían su presencia, esos labios que tanto le gustaban. Law suspiró para sus adentros, y para evitar que le viera la cara sonrojada por lo que iba a decir, pero sobre todo, por haber perdido y no poder contenerse, enterró su rostro en el cuello de Kid.


-Está bien…-dijo en un susurro tan bajo que Kid no lo entendió-. ¡Pero uno rápido!


Eso sí que lo escuchó, y el pelirrojo rió triunfante. Deshizo el agarre que sujetaba a Trafalgar y dejó que se acomodara en la cama. Éste le miró algo extrañado, no pensaba verse libre después de aceptar el juego. Iba a reprocharle, pero Kid se adelantó y se lanzó sobre su boca como un animal salvaje, buscando esos labios que tan dulces le sabían. El primer contacto con la lengua del pirata hizo estremecer a Law, que arqueó su espalda inconscientemente. Kid aprovechó la acción e introdujo sus brazos por debajo de la espalda de éste, para abrazarlo de nuevo y juntarlo más hacia sí. Trafalgar sonrió satisfecho y un gemido de placer se escapó de su garganta, ahora sí que le estaba haciendo suyo.


Después del encuentro mañanero, la parejita desayunó en la habitación. Law estaba algo molesto porque habían perdido la noción del tiempo y la situación se les había ido de las manos, aunque por dentro estaba más feliz que un chiquillo. Pero claro, eso jamás lo admitiría. Kid, para intentar animarlo (o fastidiarle un poco más), le hacía carantoñas y mimos durante el desayuno. Le daba besitos por la espalda, le acariciaba el vientre, le susurraba palabras que no hacían más que enfurecer al moreno… Pero en el fondo sabía que estaba ganando de nuevo. Era extraño, pero el pirata, después del sexo, se volvía más demandante de mimos. Parecía que quería alargar el acto todo lo que le fuera posible, a diferencia de Law que era más frío. Estaba acostumbrado a las relaciones de una noche, y eso de quedarse abrazados haciendo manitas después del sexo le resultaba muy chocante. Pero todas las discrepancias se evaporaban cuando se daba cuenta que era Kid quien le abrazaba y quien jugueteaba con sus dedos, y entonces se dejaba arrastrar y se perdía en la inmensidad de sus ojos color miel.


Cuando terminaron el desayuno, Law dio órdenes a los esclavos encargados de organizar los eventos para que todo saliese según lo planeado. También mandó llamar a los músicos y bailarinas de la cena anterior, que le habían agradado, para la cena de esa noche. Revisó el menú y quedó conforme, Sanji era un gran cocinero. Además, desde que estaba con ese chico moreno con pecas estaba mucho más feliz y la comida sabía mucho mejor. Sí, a Trafalgar no se le escapaba nada. Varios nobles de las islas próximas acudieron a palacio para presentarle sus honores al sacerdote y llevarle algunas ofrendas como presente, como telas lujosas, fruta fresca y algún abalorio de plata. Los dignatarios y embajadores de otras islas también aparecieron, y Law les ofreció el palacio para hospedarse puesto que era un gesto de amabilidad y conmiseración: entre awilu estaba bien visto intercambiarse favores. Ahora que Killer no dormía en palacio, y que Kid utilizaba la misma habitación que él, tenía todo el segundo piso para alojar a quien quisiera, por lo que aceptaron la oferta varios legados, los cuales respondieron agradecidos con una invitación a sus islas de proveniencia y con más obsequios, esta vez más lujosos por ser los representantes de las islas. La apariencia era muy importante por aquellos lugares. Asimismo, dio instrucciones a Zoro para que aumentase la guardia real y preparase a los soldados encargados de vigilar las calles.


Por la tarde, Trafalgar se reunió con los dos nobles seleccionados para representar a Marduk e Ishtar durante ese Akitu. Al parecer, al final de las fiestas, cuando los dioses se elevaban al cielo para vivir en paz, se celebraba un sorteo entre los jóvenes de la clase alta. Ser elegido era todo un honor, y había numerosa expectación. Este año, el azar había sonreído a un joven muy apuesto de cabellos dorados llamado Cavendish, primogénito de uno de los aristócratas con más rentas de la ciudad, y a una muchacha también muy hermosa de cabello rosado llamada Rebecca, la hija menor de una familia muy devota y adinerada. El matrimonio sagrado se celebraría el tercer día del Akitu, con una ceremonia por todo lo alto en el salón del trono. Law, como Sumo Sacerdote, sería quien oficiaría la ceremonia. También tendrían una habitación reservada en palacio, pues era la morada de los dioses y templo de Ishtar.


Y es que, en los doce días de fiesta se conmemoraba un hecho histórico diferente. El primer día se cenaba en compañía de los más allegados; el segundo día se celebraba el nacimiento de los dioses; el tercero, la unión entre Marduk e Ishtar, dioses supremos; el cuarto, quinto y sexto día se realizaba la batalla sagrada entre Tiamat y Marduk, el momento más convulso de las celebraciones; el séptimo día se celebraba la victoria de los dioses; el octavo y noveno día se realizaba una procesión con las estatuas de los dioses por toda la ciudad; el décimo día, las estatuas eran llevadas en barcas por el río y se realizaban ofrendas al mismo para asegurarse la fortuna de los astros; al undécimo día, los dioses ascendían al cielo abandonando la tierra; y el último día, se celebraba otra cena en compañía de la familia para representar que todo volvía al orden, que todo volvía a ser como era antes del caos.


El tiempo pasó volando, y cuando quisieron darse cuenta, los jóvenes debían marchar a sus respectivas viviendas para prepararse para la cena en palacio, a la cual por supuesto estaban invitados. Trafalgar y Eustass también se acicalaron para la ceremonia. El sacerdote había mandado coser una toga al estilo griego con las telas que los embajadores de aquellas lejanas islas que formaban el conglomerado Heleno habían traído, pues cuando el pirata los vio, pareció conforme con los ropajes que llevaban. Así que las costureras crearon una túnica que dejaba al descubierto la mitad de su pecho por estar atada a un solo hombro y ser el tejido tan volátil, y también dejaba al descubierto sus piernas desde las rodillas porque el vestido acababa a mitad del muslo, sujeto por un cinto de cuero con remaches de oro. Cuando Kid se miró en el espejo se encontró diferente, pero sin duda prefería ese vestido que los otros tan llamativos que Trafalgar le había traído. La túnica de seda era de un blanco impoluto, tan blanco que dañaba la vista, decorada únicamente con una cenefa roja con grecas doradas en el borde de la falda. Al ser el vestido tan blanco, la piel de Kid se veía aún más blanca y enfermiza, y eso le encantaba a Law porque se veía mucho más exótico. Y al tener la mitad de su pecho y los brazos al descubierto, su musculoso cuerpo se lucía perfectamente.


El moreno, todavía desnudo, fue por detrás y abrazó a su amado incrustando la nariz en su espalda y oliendo ese característico olor a hombre que tenía. Kid no se inmutó, seguía mirándose en el espejo indeciso.


-Esta túnica te queda muy bien, Eustass-ya-dijo Law todavía encaramado a su espalda-. Estás radiante.


-Y no parezco muy… ¿Blanco?-el pirata acostumbraba a llevar ropajes mucho más llamativos, y verse completamente de blanco le chocaba-. Es como si estuviera enfermo.


-A mí me gusta, Eustass-ya-sentenció el moreno con un tono de voz meloso para que pareciera más dulce y menos brusco. Y rápidamente cambió de tema-. En cambio, yo no sé qué ponerme…


Trafalgar correteo en cueros hasta el armario donde guardaba sus togas y túnicas, todas bien extendidas y planchadas para que no tuvieran ninguna arruga. Tenían que estar tan perfectas como él. Aquella visión de Law desnudo entre ropajes lujosos no hizo más que calentar al pirata, pero se contuvo y se sentó en el sofá con un racimo de uva negra en sus manos, de la que empezó a comer.


-El vestido negro que llevabas la otra vez me gustó-dijo inocentemente mientras se metía una uva en la boca-. Ese que tenía perlas incrustadas.


-No es negro, Eustass-ya, es azul marino-le corrigió el sacerdote. Buscó la túnica correspondiente y se la probó. Era una de sus favoritas, sin duda, y le quedaba como un guante. Por una vez, cedería ante los “caprichos” de su novio-. Ya la llevé para la Noche de las Candelas, pero creo que me la volveré a poner.


Terminó de arreglarse, y cuando se giró para coger a Kid del brazo y salir juntos al salón del trono, lo encontró callado y serio en el sofá, con la mirada ensombrecida. Enseguida se sentó a su lado, nunca le había visto tan decaído. Y nunca hubiese imaginado que verle tan triste le afectara tanto. Con cuidado, acarició su gran mano con sus finos dedos, pero el pirata seguía cabizbajo.


-¿Eustass-ya?-le llamó con cariño-. La cena nos espera.


-¿Pasará… Como la otra vez?-preguntó con un hilo de voz el pelirrojo. Tenía miedo de volver a hacerle daño, tenía miedo de no poder controlarse de nuevo, tenía miedo de ver a Law en brazos de otro hombre-. No quiero…


-Eustass-ya…-el moreno acarició la mejilla del menor y logró que éste le mirara directamente. Ver esos ojos tan brillantes, tan llenos de vida así de apagados, le dolía en el alma. No quería ver a su hombre así, él no era así. Eustass Kid era un torbellino, y así tenía que ser siempre-. No volverá a pasar, tranquilo.


-¿Cómo estás tan seguro?-cuestionó el pirata mientras se acercaba lentamente a los labios del sacerdote. Esos orbes grises le estaban sometiendo a un tormento silencioso, le observaban minuciosamente y le hipnotizaban como si fuesen mágicos. Le doblegaban a su voluntad.


-Porque…-contestó Trafalgar acercándose hasta quedar nariz con nariz-. Sé que no lo volverás a hacer, Eustass-ya.


-Sí…-fue lo único que fue capaz de decir Kid antes de perderse en la inmensidad de esos ojos grises y juntar sus labios en un profundo beso.


Law tenía razón, y el desastre de la anterior cena no se volvió a repetir. Al contrario, esta vez la fiesta se desarrolló con total tranquilidad. Como en la velada anterior, Kid se sentó al lado de Trafalgar, pero antes éste se lo presentó a los primeros aristócratas que llegaron sin especificar muy bien la relación que tenían. Aunque eso no hacía falta, se veía a la legua que eran amantes. Encima, estuvieron toda la velada enfrascados el uno con el otro, haciendo manitas y arrumacos, repartiéndose besos y caricias algo indiscretas para el gusto de los asistentes. Las normas sociales permitían cualquier tipo de relación que no conllevase cambios en el estrato social (es decir, un hombre libre no podía relacionarse con un esclavo, por ejemplo), pero sí que se pedía algo de decoro cuando había más gente. Es por eso que Law le pedía a Kid que se contuviese cuando comenzaba a besarle por el cuello, o cuando introducía su juguetona mano por debajo de la toga del moreno. Aun así, fueron inseparables durante toda la velada. Hasta fueron juntos al servicio, y aparecieron pasado un buen rato. Pero nadie diría nada, ya comentarían después en sus propias casas. Era el Sumo Sacerdote, y como tal podía hacer lo que le viniera en gana que para eso se había ganado el favor de los dioses.


Cuando la cena hubo terminado y la música y bailarinas llevaban un buen rato en escena, la parejita se retiró excusando que mañana iba a ser un día muy duro. Para mantener la buena relación, Trafalgar permitió a los asistentes que se quedaran el rato que quisieran y disfrutasen del primer día del Akitu como era debido: bebiendo, comiendo, y riendo con los seres queridos. Y eso mismo iba a hacer la parejita, disfrutar de la primera noche de fiesta en compañía de sus seres queridos, esto es, los dos solos en la habitación del sacerdote.


Kid, que había bebido más de la cuenta, agarró a Trafalgar mientras subían por las escaleras y lo llevó hasta el tercer piso como si fuese una princesa, mientras éste se reía divertido y se sujetaba a su cuello para no caerse. Law también había bebido por encima de sus posibilidades. Cuando llegaron, Kid lo soltó con cuidado y el mayor lo condujo hasta el sofá, donde se sentaron y comenzaron a darse mimos otra vez, esta vez sin ningún pudor. Al minuto de haber llegado, una sirvienta apareció con una jarra de vino y un plato de ostras aderezadas con limón. Trafalgar le hizo pasar y ésta las dejó en la mesita de café y se despidió en silencio haciendo una reverencia.


-Vaya, has planeado una velada perfecta-dijo el pelirrojo mientras servía dos copas de vino-. ¿No has tenido suficiente con la fiesta de ahí abajo?


-Ahora comienza la fiesta de verdad, Eustass-ya-contestó Law sonriendo juguetón-. Solos tú y yo.


-Brindo por ello-declaró el pirata mientras levantaba su copa. El moreno rió gracioso y le siguió el juego brindando también. Ambos se miraron incesantemente mientras bebían un pequeño trago, sólo para mojarse los labios. Dejaron las copas en la mesa y se acercaron simultáneamente, a la vez-. Y bien, ¿qué más tienes para mí, sacerdote?


-¿Qué es lo que desea, pirata-ya?-preguntó Trafalgar mientras se enroscaba de nuevo en el cuello de su amante, aproximando su boca a la del pelirrojo-. Se ha portado muy bien esta noche, así que creo que debe ser recompensado…


-¿Ah, sí?-el menor sonrió como un tiburón, y pasó su mano por la cintura de su pareja para atraerlo más todavía hacia sí. Estaban tan juntos que sus labios casi se querían rozar-. ¿Y qué tal una noche de sexo desenfrenado con el grandioso Eustass Capitán Kid?


-Eso suena horriblemente placentero…-susurró Law, y se acercó a la oreja de su amante para continuar-. Pero antes… Creo que deberías comer algo para coger fuerzas.


Y el sacerdote se separó de golpe, se sentó en el sofá en condiciones y comenzó a devorar el plato de ostras. Era una de sus comidas favoritas, y más aderezadas un poco con limón para quitarle ese sabor tan fuerte a mar. Kid se sorprendió ante esa reacción tan repentina, pero sonrió como un cazador que veía a su presa favorita y se acercó al moreno lentamente.


-Creo…-comenzó con su característica voz ronca-. Que ya he encontrado lo que quiero.


Y mordió el hombro de Trafalgar, clavando sus dientes pero sin hacerle excesivo daño. Law soltó el plato de ostras mientras emitía un gritito de sorpresa. El pelirrojo, sin cortarse, le aupó y se lo colocó al hombro como si fuera un saco de patatas y se dirigió hasta la cama, donde lo tiró para desvestirse en medio segundo y lanzarse encima de él impaciente. Law se apartó para no hacerse daño, y cuando su pareja se hubo acomodado entre las sábanas, rodó por el colchón hasta él y se relajó sobre su fornido pecho.


-Oye, Trafalgar, sigo queriendo mi recompensa-espetó Kid al ver las pocas intenciones de su novio.


-No te preocupes-le calmó el moreno-. Si es con Eustass-ya, nunca diré que no.


Penguin arqueó la espalda al sentir el orgasmo. Apretó sus puños, hincando las uñas a la ya marcada espalda de Killer. Era la tercera vez que llegaban esa noche. Extasiado, el pastorcillo se dejó caer entre las sábanas a medio tejer y el lecho de paja. El pirata, cansado, reposó su cuerpo al lado del otro. A tientas, buscó una tinaja de barro con agua fresca y bebió un trago largo para recobrar la respiración antes. Llevaban así desde que se habían acostado, y ambos comenzaban a sentir el sueño golpeándoles con fuerza. Menos mal que Sachi se había ido después de cenar a buscar amor a cambio de dinero, o eso había entendido Killer cuando Penguin se lo había explicado con señales.


El castaño se acurrucó en su amante y reposó su cabeza sobre el pecho de éste, el cual todavía respiraba con agitación. El pirata comenzó a acariciar sus húmedos cabellos por el sudor, una cálida caricia en la penumbra de la habitación. Apenas entraba una raja de luz por debajo de la andrajosa puerta de manera, pero el pirata estaba a cubierto lejos de la luz. Le dio un beso de buenas noches en la frente a Penguin, porque parecía que se estaba quedando dormido, y sin quererlo, comenzó a pensar en todo lo que le estaba pasando.


Nunca se hubiese imaginado encontrar el amor, y menos en una isla como Babilonia. Cuando se enroló en el barco junto a Kid, asumió por completo la vida de pirata, con todo lo que ello significaba. Sí, podía tener una amante en cada puerto, pero eso no servía de nada. Al final, siempre terminaba solo en la cama. En cambio, ahora, había conocido al pequeño pastorcillo, quien le revolvía el estómago con solo mirarle con esos preciosos ojos negros. Eran unos ojos tan penetrantes, que parecían entregarle la vida con solo mirarle. ¿Quién se lo hubiera imaginado? No se podían comunicar hablando, y eso era un fastidio, pero con gestos habían aprendido a intercambiar ideas y parecía que se entendían (parcialmente). Aunque en la cama no hacían falta los gestos, ahí se compenetraban a la perfección. Killer no había encontrado nunca a nadie que tanto le satisficiera con el sexo. Y nunca hubiese pensado que acabaría enamorado de alguien como Penguin.


Mashdri-nah. Aquella desconocida palabra retumbó en la mente del pirata. ¿Qué significaría? Penguin llevaba días susurrándosela cuando hacían el amor, pero nunca le había explicado qué quería decir. ¿Acaso le pedía más? ¿O le estaba confesando que le quería? Le parecía habérsela escuchado en otras ocasiones mientras hablaba con su hermano, incluso alguna vez en la calle, pero no estaba seguro. Intentaba poner los cinco sentidos cuando su chico hablaba con otra gente, a ver si entendía algo, pero el sumerio era un idioma terriblemente complicado y totalmente diferente al suyo.


La incertidumbre le carcomía por dentro, quería saber qué era aquello que su amante le repetía tantas veces. La entonación de las palabras tampoco le daba una pista, porque como siempre se lo susurraba cuando estaban en pleno acto, Penguin estaba extasiado y lleno de placer como para saber lo que decía y cómo. Era como… Como si le suplicase. ¿Acaso… Le estaba pidiendo que se descubriera? ¿Qué le enseñara el rostro?


El ánimo de Killer decayó. Menos mal que Penguin parecía dormido, y que la habitación estaba a oscuras y no podía verle. ¿Cómo iba a enseñarle la cara? Si era… El propio pirata no encontraba calificativos para describirse. En realidad sí que los encontraba, pero ninguno era bueno. Él era feo, y punto. No había más que hablar. Claro que se había planteado quitarse el casco y mirarle a esos pozos sin fondo que tenía por ojos directamente de una buena vez, pero hasta sus ojos eran feos. Sí, cuando era joven tenía unos ojos tan verdes que brillaban como esmeraldas, pero la vida de pirata era dura y nada agradecida.


Penguin se revolvió entre los brazos del rubio, se había quedado dormido y hasta en sueños buscaba su calor. Killer le acarició la espalda para calmarlo, estaba allí y no pensaba marcharse. Pero esa noche, el pirata se durmió pensando en todo lo que le había sucedido en esas semanas, y especialmente, en el “mashdri-nah”.


-Shhh…-susurró el moreno al oído de su amante-. No grites tanto, Sanji, que nos van a oír.


-A-Ace…-acertó a decir el cocinero-. E-Eres muy rudo-ah…


La pareja estaba muy ocupada teniendo sexo, tan ocupada que no se percataba de nada. Ace había ido a visitar a Sanji, como hacía todas las noches, pero esta vez, Nami, para fastidiar al rubio y ponerlo en una situación comprometida, invitó al moreno a pasar hasta la cocina, donde el cocinero estaba terminando sus tareas. Y allí se quedaron, sin ser molestados porque sus compañeros se habían ido a dormir. Aún así, tenían que andar con cuidado por si alguien se despertaba y les pillaba en pleno acto.


El pecoso no había podido aguantarse hasta llegar a su casa para hacerlo con Sanji, pues verlo tan concentrado en sus tareas domésticas le ponía (extrañamente) más cachondo. Así que ahí estaban, dándose amor en la mesa de la cocina. El rubio tenía su pecho sobre la mesa, y con su cadera flexionada, ofrecía al moreno unas preciosas vistas de su trasero totalmente expuesto. Se sujetaba al borde de la mesa con sus manos, pero las fuerzas le fallaban con cada estocada de Ace. Esa noche estaba especialmente activo.


-E-Esto es maravilloso…-dijo mientras sonreía de forma ladina y apretaba con fuerza las caderas del rubio para embestirle mejor-. Eres perfecto, Sanji…


-A-Ace…-Sanji repetía el nombre de su pareja casi inconscientemente, su lucidez mental estaba siendo aplastada por las estocadas tan placenteras del pecoso-. Más, m-más… ¡Dame más!


El mayor se acercó a la oreja de su pareja para morderla con rabia pero con cariño también, cosa que hizo estremecer al cocinero. Tener la boca de Ace tan cerca de la suya y no poder besarla era algo terrible, pero parecía que el otro disfrutaba haciéndole “sufrir”.


-Me encanta cuando me suplicas más-dijo-. Me encanta cuando pierdes tus modales y te vuelves una gatita en celo.


-A-Ace… Quiero m-más-repitió el rubio-. H-Hazme tuyo, A-Ace…


Tan enfrascados estaban en lo suyo que no se percataron de que alguien caminaba por el pasillo en dirección a la cocina. Si Sanji hubiese estado atento, le habría reconocido sin necesidad de verlo. Porque su olor se había quedado impregnado en su memoria para siempre. Roronoa Zoro. El espadachín caminaba despreocupado por el pasillo, tan silencioso como un gato, pero al llegar al arco de la puerta de la cocina, se paró en seco. Se escuchaban gemidos, voces entrecortadas y golpes de embestidas. Por un momento pensó en quién sería, pero si salían de la cocina sólo podía tratarse de una persona…


Sin dudarlo, entró en la estancia, y lo que vio no le sorprendió en absoluto, pero sí se quedó algo inquieto. Estático en el marco de la puerta, el peli-verde observaba mortalmente serio la escena. Parecía que los protagonistas no se habían enterado de su presencia, pero Sanji alzó la vista un momento y lo vio. Se quedó helado. Sus azules ojos se abrieron como platos, al igual que su boca, y el rubor de sus mejillas desapareció para dar paso a un enfermizo color pálido. Ace sintió como su pareja se había quedado inmóvil de repente, hasta su interior se contrajo. Entonces él también alzó la vista, y sonrió al encontrarse de bruces con el espadachín. Mientras que Sanji se quería morir, Ace parecía estar disfrutando del momento. Sin cambiar la expresión de su cara, Zoro pasó de largo hasta la bodega en busca de su botella de vino, que es para lo que había ido a la cocina. Pero el pecoso no pudo resistirse y le habló:


-¿Te hemos despertado?-preguntó con sorna a pesar de saber que no-. Es que Sanji es un poco escandaloso… Aunque eso ya debería saberlo, ¿no?


-Sí, lo sé-contestó el espadachín sin mirar mientras caminaba hacia la puerta-. Que disfrutes de tu juguete usado.


-¿Y eso qué importa?-inquirió el moreno-. Vamos, Zoro, sabes que es el mejor… No sé cómo lo pudiste dejar escapar-el pecoso estaba disfrutando de lo lindo viendo la cara de pocos amigos que tenía el peli-verde, en el fondo sabía que aquello le jodía. Y para molestarle un poco más, pellizcó uno de los pezones de Sanji, haciendo que éste gimiera-. ¿No quieres jugar con él otra vez? Aunque hayas encontrado un amante nuevo, Sanji es único, ¿verdad?


Zoro se paró en seco en el marco de la puerta al escuchar el gemido del rubio. ¿Qué estaba tramando su pareja? Ace cogió a Sanji y lo sujetó para que no se pudiera mover, quedando la espalda del rubio pegada a su pecho, mirando directamente al espadachín. El cocinero estaba asustado, además de confuso porque no sabía a dónde iba a llegar todo eso. No sabía qué pasaba por la mente de su pareja. Pero ver a Zoro en esa situación, estando él desnudo, húmedo y más duro que una piedra, le ponía muy nervioso. Porque no quería que le viera así, porque el espadachín había demostrado que no quería saber nada más de él. Entonces, ¿por qué no se iba? ¿Por qué le seguía el juego a Ace? ¿Por qué no dejaba de mirarle con esos afilados ojos que eran como dos cuchillas que le partían el alma por la mitad?


Sanji comenzó a temblar cuando Zoro dejó la botella en la mesa y se acercó a ellos lentamente, como si un tigre se acercase a un corderito desprotegido. El rubio se revolvió entre los brazos del pecoso para salir corriendo de allí, pero Ace le tenía bien agarrado. El peli-verde se paró en frente del cocinero, tan cerca que podía sentir su respiración relajada y controlada, tan cerca que podía escuchar sus pestañas chocar cuando parpadeaba con esa calculada parsimonia que le caracterizaba. A primera vista, Zoro parecía alguien lento y despreocupado, pero quienes lo conocían bien sabían que no era así. Y Sanji lo conocía muy bien.


-¿Qué pasa, Sanji?-susurró Ace a su oído-. ¿No quieres darle un besito a tu antiguo novio?


El rubio se quedó mudo, paralizado por esa pregunta. ¡Claro que no quería! Ahora estaba con él, con Ace, y estaba muy bien. Ni en un millón de años hubiese estado tan bien con Zoro como estaba ahora con Ace. Eran tan distintos… Pero verle ahí delante, tenerle tan cerca, le producía sensaciones encontradas. Su llamativo pelo verde, que se asemejaba a la hierba del jardín, sus finos pero penetrantes ojos negros, su mirada astuta y meditada, sus finos labios con sabor a alcohol, su ancha mandíbula, sus tres pendientes brillantes… ¿Qué le estaba pasando? Él no quería volver a verle, no quería saber nada de él, no quería encontrárselo por los pasillos de palacio… Pero una parte de su corazón le gritaba que se abalanzase sobre su antiguo amante y se perdiera entre sus fornidos brazos trabajados a golpe de sangre y sudor.


¿Por qué? ¿Por qué sentía eso ahora? ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué teniendo a Ace detrás suyo? ¿Por qué el pecoso le había puesto en esa tesitura? ¿Acaso dudaba de su amor? ¿O estaba fardando de pareja ante los inmutables ojos del espadachín? ¿Ahora se había convertido en el premio de una competición? ¿Todavía guardaba esperanzas de volver con Zoro? ¿Todavía tenía un rincón de su corazón reservado para él? Si así era… ¿Por qué?


De repente, Zoro le agarró por la mandíbula y se acercó peligrosamente a su boca. Los temblorosos labios de Sanji comenzaron a arder, deseosos de probarlos de nuevo. ¿Por qué? ¿Y por qué Zoro parecía que también lo estaba buscando? ¿No le había rechazado? ¿No le había apartado de su vida? Claro que lo había hecho, el rubio recordaba a la perfección ese fatídico día en la bodega. Entonces, ¿por qué?


El espadachín se aproximó a su presa, acariciando con la punta de su nariz la de Sanji, haciéndole temblar y querer morirse allí mismo. Mientras tanto, Ace parecía estar disfrutando de la escena porque no hacía nada, solo mantenía sujeto al cocinero para que no huyera. El rubio tragó saliva, ¿qué debía hacer? Eso no estaba bien, desear a otra persona cuando mantenía una relación estaba muy mal. Pero no lo podía evitar. Tener a Zoro tan cerca de nuevo le había recordado su antigua vida… Una vida que, aunque le estuviera consumiendo por dentro, parecía querer regresar. Las penetrantes pupilas del espadachín lo estaban aniquilando, le estaban haciendo pedacitos… Pero sus fuertes brazos le reconfortarían en noches apasionadas para luego alejarle otra vez. Porque eso era Zoro, estaba recubierto de una espesísima capa de hielo que impedía que nadie se le acercara. Si iba a volver a llorar, si iba a volver a sufrir, ¿por qué Sanji lo deseaba?


Cansado de debatir internamente, el rubio estiró su cuello con miedo hacia la boca del espadachín y…


-¡Sanji, despierta!-le zarandeó Usopp con algo de fuerza para que el rubio se despertara-. ¿Te parece bonito quedarte dormido en tus horas de trabajo? ¡Es casi la hora de comer! Menos mal que Law-sama todavía no se ha despertado…


-¿Eh?-el rubio estaba demasiado espeso como para decir algo. Se frotó los ojos y descubrió que se había quedado dormido mientras limpiaba unas gambas-. L-Lo siento, Usopp… No sé lo que me ha pasado…


-Será que ese nuevo novio tuyo no te deja dormir por las noches-rió el narigudo despreocupado, pero su comentario no pareció hacerle gracia al rubio, que enseguida se quedó pálido como un enfermo-. ¿He dicho algo malo, Sanji? Vaya, no era mi intención…


-Usopp-le cortó Sanji alicaído-, ¿es verdad que los sueños muestran nuestros deseos más ocultos?


-¿Eh? Bueno, conocí a un tipo en un viaje que era hechicero o algo así, y me dijo que los sueños eran el medio por el que los dioses se comunicaban con nosotros… Pero también pueden ser deseos ocultos, sí-comentó el moreno-. ¿Por qué me lo preguntas?


-He soñado algo horrible…-contestó el cocinero con un hilo de voz, y antes de dejar que su amigo le preguntara, se lo contó-. He soñado… Que me besaba con Zoro…


Sanji enterró su rostro en sus manos aguantando las ganas de llorar. Usopp, preocupado por el repentino bajón de su amigo, se sentó a su lado y pasó una mano por su hombro para consolarle como pudiera.


-Que te hayas besado con Zoro no significa que quieras hacerlo de verdad… Los sueños no nos muestran lo que deseamos hacer directamente, muchas veces debemos entrever el mensaje que hay en ellos-Sanji levantó la cabeza atónito, y Usopp suspiró para sí. Había dado en el clavo, como siempre-. Mira, Sanji, lo más probable es que en tu interior necesites hablar con Zoro para desahogarte y poder pasar página. Cuatro años de relación no se olvidan de la noche a la mañana.


-¿T-Tú crees?-preguntó el rubio algo tímido.


-¡Desde luego!-le animó el narigudo-. Seguro que si hablas con él te sentirás mucho mejor.


-Sí… Será lo mejor-dijo Sanji con más confianza y mucho más tranquilo-. Gracias, Usopp, eres un buen amigo.


Y los compañeros se fundieron en un cariñoso abrazo, tener a un buen amigo a su lado era casi un privilegio. Y tanto Sanji como Usopp lo sabían.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido?

He intentado escribir de todos para que, como si fuese un capítulo de inicio de temporada, se mostrara cómo estaban todos los personajes y cómo habían aguantado sus vidas sin mi presencia.

Parece que Law y Kid están hiper-mega-super bien, y me alegro por ellos, de verdad. Ay, pichones, pero los designios de la pareja están en manos de Ishtar, y todos sabemos como es... ò.ó

Killer y Penguin también están genial, pero a los miedos de Penguin por saber que su hombre un día le dejará, ahora se suman los miedos de Killer por no asimilar que tendrá que mostrarle su rostro tarde o temprano. Su tripulación está terminando el barco, como bien dijeron en el capítulo anterior, y su vida de pirata le está llamando de nuevo. ¿Será capaz de enseñarle el rostro y llevarse a los dos hermanos (Sachi incluido) en el barco? ¿O lo abandonará, cumpliendo los temores de Penguin?

Os engañé con ese lemmon, era todo un sueño de Sanji (perdón xDDDDDDDDD). Creo que Usopp supo analizar muy bien todo aquello por lo que Sanji está pasando, porque es cierto que su relación con Ace va viento en popa, pero no puede olvidar a Zoro tan fácil. Por lo menos, se ha decidido a hablar con él, que es un primer paso muy importante. ¿Pero estará dispuesto el espadachín a hablar con él?

Espero que os haya gustado, y prometo subir la continuación lo antes posible. Muchísimos besos y muchísimas gracias por aguantar todo un verano! <3<3<3<3<3<3<3<3<3


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