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El sacerdote de Ishtar por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones! Aquí estoy por fin después de un largo fin de semana sin pasar por casa (he tenido fiesta universitaria y cumpleaños de un amigo). Ya tenía el capítulo medio hecho, pero faltaban detalles. ¡Pero ya está! :D

Este es el capítulo más largo hasta la fecha, pero porque he metido varios acontecimientos importantes. Para todas aquellas que me preguntaban impacientes, os llevaréis una grata sorpeesa ;). Y he comprobado con creces que queréis un DoflaCroco, así que me rindo a vuestras peticiones y los introduciré en el fic. Pero os aviso que no serán personajes principales ni mucho menos, hablaré poco de ellos (pero saldrán, no preocuparse xDD).

Muchísimas gracias a mis lectoras fieles, sobre todo Shuri-chan y Ann-chan, así como las nuevas. Lloro de emoción cada vez que me mandáis un review TT.TT

Y sin más espera, os dejo con el capítulo! ^^

Eustass Kid se despertó al sentir los rayos de sol en su cara. Se frotó los ojos, y recordó la mala noche que había pasado. Pero parecía que su cuerpo no lo había pasado tan mal como su cabeza, pues su amigo de abajo se había despertado más que contento. Suspiró. ¿Cómo podía pensar en eso después de la noche que había tenido? Levantó las sábanas y vio que su miembro estaba completamente erecto. Se levantó de la cama en dirección a la bañera de mármol, para llenarla. Se fijó en el estante que había al lado del lavabo. Sales de baño, jabones, cremas… y un bote le llamó la atención. El pequeño frasco de cristal contenía un líquido trasparente. En la etiqueta, Kid pudo leer: “Lubricante”. Dudó durante unos segundos, pero se decidió a probarlo. Para todo hay una primera vez, ¿no?

 

El pelirrojo se introdujo en la bañera, que se había llenado hasta arriba con agua fresca. No sabía qué hora era, pero ya hacía calor. Con sumo cuidado, Kid esparció un poco del espeso líquido por su mano, y agarró su miembro. Jadeó al notar el frío contacto del lubricante, pero enseguida se acostumbró. De hecho, le gustaba bastante. Comenzó a mover su mano, arriba y abajo, con movimientos lentos pero apretando con fuerza su enorme erección. El capitán sonrió, tenía una polla considerable.

 

El pelirrojo aumentó la velocidad, mientras movía sus caderas dando estocadas al agua en un acto reflejo. Tenía la boca cerrada, evitando que de su garganta saliese algún gemido. Pero le costaba mantenerse callado. Su cabeza le recordaba una y otra vez la voz que había estado escuchando esa noche. Esa jodida y sensual voz que no dejaba de pronunciar su nombre. “Eustass-ya… Eustass-ya… Eustass-ya…”. Su mente se repetía en un bucle sonoro que lo arrastraba, llenándole de calor gracias a un imaginario contacto, unas manos finas y suaves que se apoderaban de su espalda y la acariciaban, mientras una leve brisa soplaba en su oído y lo llamaba. Kid no pudo evitar gemir sonoramente cuando llegó al clímax. Su semen salió con fuerza de su miembro, como si hubiese estado retenido toda la noche y por fin era liberado. Aún embriagado por esa sensación, Kid se recostó en la bañera para calmar su respiración. Se remojó la cara, sus mejillas estaban acaloradas.

 

Aseado y vestido, Kid advirtió una bandeja con comida en la mesita de té. Se acercó y vio que era su desayuno. Había de todo: café, zumo, un tazón de cereales, bollos, una pieza de fruta y varias tostadas con mantequilla y mermelada. Se sentó a comer sin pensarlo, todo tenía una pinta deliciosa. Ese cocinero era jodidamente bueno en su trabajo.

 

Cuando se estaba llevando la cuarta tostada a la boca, Killer apareció tras la cortina de su puerta. Se sentó en el sofá, enfrente de su capitán, y se estiró cuan largo era.

 

-¡He dormido de puta madre!-dijo el rubio contento, pero Kid no dijo nada. Su noche distaba mucho de haber sido buena-. Debería llevarme la cama al barco-y se rió-. ¿Qué planes hay para hoy, capitán?

 

-Tenemos que encontrar a un crío. Cuanto antes lo hagamos, mejor. No me gustan los críos, y seguro que se pone a llorar cuando nos lo llevemos, así que se lo entregaremos a ese jodido sacerdote y que él se encargue de cuidarlo-hizo una pausa tensa-… hasta el sacrificio.

 

Se produjo un silencio incómodo. Ambos eran piratas, y ambos habían atacado y matado a población civil, pero ese asunto les inquietaba más de lo normal. Cuando Kid terminó de desayunar, salieron de la habitación para cumplir su misión. Atravesaron el pasillo, y llegaron a las escaleras, donde el capitán se quedó estático. Ante sus ambarinos ojos apareció el sacerdote, que subía con una cajita de madera entre sus manos. Vestía una toga dorada semitransparente que, a pesar de ser muy ancha, no dejaba nada a la imaginación. La toga estaba atada con una lazada hecha sin ganas a la altura del pecho, y a cada paso que el moreno daba, ésta parecía desabrocharse un poquito. La abertura de la toga también se abría a cada paso, dejando a la vista de un anonadado Kid la desnuda pierna del moreno, fina y delgada como todo su cuerpo. Iba descalzo. El pelirrojo también se percató de los extraños tatuajes que había visto el día anterior, pues las anchas mangas eran más transparentes. Un hormigueo le recorrió el estómago, quería averiguar qué significaban

 

Cuando Trafalgar giró para continuar subiendo las escaleras en dirección al piso de arriba, lanzó una mirada al pelirrojo, que no quedó indiferente. Era una mirada completamente diferente a la de ayer. Era una mirada de… ¿coqueteo? Al tiempo que cerraba lentamente los párpados y le hacía una caída de ojos (haciendo que Kid se reafirmase en su idea de que estaba coqueteando con él), una manga de la toga se cayó, dejando al descubierto el moreno hombro del sacerdote. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo del pelirrojo, dejando su boca tan seca como un desierto. Esa piel parecía tan apetecible, pero a la vez tan conocida. Era como si ya la hubiese tocado. Kid borró todos esos pensamientos de su cabeza, odiaba pensar tanto, y más cuando lo que pensaba no tenía explicación alguna. Bajaron por las escaleras, y el pirata se empapó de la esencia de Trafalgar. Su olor había quedado flotando en el aire. Un olor dulce, pero a la vez embriagador y asfixiante…

 

Cuando ambos caminaban por el patio en dirección a la puerta principal, un gritó los detuvo.

 

-¡EEEEEEEEEEH!-el gritó se oyó amplificado por la acústica del patio-. ¡ESPERAD UN MOMENTO!

 

Kid y Killer se giraron, y vieron a un soldado que se aproximaba a ellos corriendo. Vestía el uniforme que todos llevaban, pero a diferencia del resto, este hombre llevaba un curioso sombrero de paja en la cabeza. Cuando se acercó, Kid lo miró con sorpresa. El chico era alto, delgado pero fuerte, con un revuelto pelo oscuro, igual que sus ojos. Debajo de uno de ellos, una cicatriz resaltaba sobre su inocente cara.

 

-¡Qué bien que os alcanzo! Shishishi-se rió el muchacho, mostrando una enorme sonrisa-. Sois los invitados de Trafalgar, ¿no? Yo soy Luffy-el pelirrojo se molestó. Ellos no eran invitados de nadie-. Ha dicho que sois piratas-continuó el azabache como si nada-. ¡Me encantan los piratas! ¡Ojalá pudiese salir un día al mar y conquistar todo el océano! Shishishi.

 

-¿Y a nosotros qué?-preguntó el pelirrojo con sequedad-. Me suda bastante la polla lo que hagas o dejes de hacer.

 

-¡Quiero que me contéis historias de piratas!-contestó el pequeño haciendo un mohín-. Ussop siempre dice que los piratas estáis viviendo aventuras todos los días, ¡y yo también quiero vivir aventuras alucinantes! Shishishi.

 

-Oye, mocoso, busca a otro a quien molestar-dijo Kid comenzando a andar, seguido por Killer-. Nosotros tenemos cosas que hacer, así que esfúmate.

 

-¡Qué malo eres!-replicó Luffy, haciendo otro mohín y cruzando los brazos encima de su pecho-. ¡Yo quiero que me contéis historias de piratas, de batallas, de monstruos marinos y de tesoros increíbles!

 

La paciencia de Kid tenía un límite, bastante pequeño por cierto, y el muchacho lo había rebasado con creces. Pero antes de gritarle, su compañero se le adelantó:

 

-Cuando terminemos el asunto que tenemos entre manos, te contaré una historia de piratas-comenzó el rubio con una inusual y tranquila voz, como si fuese una madre-. ¿Te parece bien?

 

El azabache sonrió en exceso, y asintió enérgicamente. Luffy, habiendo logrado su cometido, se despidió de ellos y desapareció corriendo por el pórtico del patio. Kid miró a su mejor amigo extrañado. ¿Desde cuándo era tan…? Ni siquiera encontraba un calificativo apropiado.

 

-Si no le decimos que sí, nos hubiera perseguido por todo el palacio dando la murga-apuntó Killer, justificándose por lo que había hecho hace unos segundos. Kid no contestó, sabía que tenía razón. Pero se sorprendió de esa desconocida faceta de su compañero, riéndose por dentro. ¿Acaso él también había soñado algo raro esta noche? Sin perder un momento, ambos piratas de dirigieron a la puerta principal y salieron del palacio, sin notar que a lo lejos eran observados por unos intensos ojos grises, vigilando desde una ventana del tercer piso.

 

Nínive era enorme. Y lo peor de todo, era igual. Todas las calles eran iguales, todas las casas eran iguales… Hasta sus habitantes parecían iguales. Tenían la sensación de llevar caminando en círculos durante horas, bajo un sol abrasador que les socarraba la cabeza. Sedientos, la fortuna les sonrió y llegaron a una plaza donde había una fuente. Kid bebió primero, y también se refrescó la cabeza metiéndola debajo del chorro de agua. Se había quedado como nuevo. Killer se disponía a beber, pero una campana se lo impidió.

 

Junto a su lado se había colado una vaca, bastante grande, que llevaba un collar con un cencerro para que no se perdiera. En animal se coló, apartando al rubio con un ligero movimiento de cabeza, y comenzó a beber agua. Killer frunció el ceño, molesto. ¿Esa jodida vaca se le había adelantado? Menos mal que Kid no lo había visto (estaba pendiente de las madres, a ver si podía robar un niño despistado), porque si no hubiese estado años recordándoselo. Killer se sintió tremendamente estúpido. Cuando se disponía a apartar a la vaca del collar, un leve grito lo detuvo.

 

Hacia él se acercaba un joven, no muy alto y delgado, poquita cosa, completamente alterado. El muchacho llevaba un curioso mono de lino blanco, holgado por la delgadez de su cuerpo, que sólo dejaba al descubierto la parte inferior de sus piernas, decorado únicamente por un cinturón amarillo. Tenía la cabeza cubierta por un turbante que le caía hasta los hombros, sujeto con un pequeño cordón negro a su frente, tapando por completo su cabello y parte de su cara (la frente y los ojos, concretamente). Killer se paró, la vaca parecía suya.

 

Cuando el chaval les alcanzó, comenzó a hablar con el rubio. Parecía que se estaba disculpando, pues estaba completamente rojo de vergüenza, su voz temblaba, y no dejaba de hacer pequeñas reverencias. Killer sonrió, pero se quedó petrificado al ver los ojos del chico. Unos ojos grandes y oscuros, como dos pozos sin fondo, le miraban fijamente. Apenas podía distinguir las pupilas del iris. Se sintió abrumado por esos ojos. El muchacho se mordió el labio inferior impaciente, y el rubio notó como una gota de sudor frío se escurría por su nuca. Esos labios eran tan finos, esa boca era tan pequeña.

 

El desconocido giró la cabeza, como cuando los perros no entendían cuando les hablabas, y el pirata despertó del trance. Le miraba preocupado, impaciente. Estaba esperando una respuesta por su parte, algún gesto que indicase que aceptaba sus disculpas. Killer imitó el pico de un pájaro abriéndose y cerrándose con una de sus manos, para luego negar con su dedo índice. Quería decirle que no hablaba su idioma. El muchachito se sonrojó entero, y volvió a disculparse enérgicamente, pero Killer no podía entender nada de lo que decía. ¿Había comprendido sus gestos?

 

El pirata se puso un poco nervioso, la gente empezaba a mirarles (excepto su capitán, que seguía buscando un niño que raptar). Movió las manos rápidamente, negando con la cabeza. Pero el desconocido seguía rojo como un tomate y con la cabeza agachada, sin mirarle. Desesperado, Killer le agarró su barbilla y la levantó, para que le mirara. Al contacto con esa piel, el rubio se estremeció. Era una piel suave y fina, apenas tostada por el sol. El muchacho se sonrojó (más aún), como si sus mejillas fueran a explotar de un momento a otro. Tembló, y el pirata sintió la inexplicable necesidad de arrastrarle contra su pecho y abrazarle. Pero en vez de eso, pasó su dedo pulgar por los labios del chico, rozándolos con cuidado, como si se pudiesen romper en cualquier instante. Los ojos del desconocido brillaron con fuerza, humedecidos por una fina película acuosa. Y Killer sintió que se derretía allí mismo.

 

-¡HOSTIA PUTA!-un rugido sacó al rubio de su ensoñación, que rápidamente soltó la barbilla del muchacho y buscó al culpable de tal gruñido, aunque sabía de sobras quién era-. ¡NI UN PUTO CRÍO SUELTO, JODER! ¡MALDITAS MADRES SOBREPROTECTORAS, DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ!-Killer vio a Kid completamente fuera de sí, hirviendo de rabia. La gente le estaba mirando, asustada. Menos mal que no pasaban guardias en ese momento.

 

-¡Kid, cálmate!-corrió el rubio hacia su capitán, mientras le zarandeaba-. No podemos montar un espectáculo, así no podremos llevarnos ningún niño-el pelirrojo se calmó, pero siguió bufando y lanzando miradas asesinas a todo aquel que se atreviese a mirarle. Comenzó a caminar por una de las calles, y el rubio le siguió mientras suspiraba profundamente.

 

Antes de desaparecer entre la multitud, Killer se giró buscando al dueño de la vaca, pero no lo encontró. Un pequeño nudo se le hizo en el estómago, señalando que eso no le gustaba. Dejó de buscarlo con la mirada, y continuó su camino. Pero el muchacho de la vaca seguía allí, en la plaza, pero escondido en una esquina de una de las calles. Temblando, se llevó una mano a sus labios, imitando todos los movimientos hechos por el rubio minutos antes. Sus rodillas flaquearon, y se dejó caer al suelo. Un nudo en la garganta le hacía respirar con dificultad, y por sus oscuros ojos afloraron unas descontroladas lágrimas.

 

Kid y Killer entraron en una taberna. Llevaban horas buscando un maldito crío. Tenían hambre, debían de ser las cuatro o las cinco de la tarde. Se sentaron en una mesa apartada, y miraron la carta. Menos mal que los platos estaban dibujados, porque si no iba a ser una odisea comunicarse con el camarero… El susodicho apareció enseguida, y sin mediar palabra les anotó la comanda. Esos hombres intimidaban, desde luego. Como no quería problemas, les llevó la comida lo antes posible. Los piratas comenzaron a comer como si no lo hubiesen hecho en días. Y se acabaron un barril de cerveza.

 

Un fuerte estruendo provino de la cocina cuando Kid y Killer estaban tomando el postre. Por la puerta apareció un malhumorado hombre, que agarraba a un enclenque niño de cabellos rosados y gafas rotas. El chiquillo apenas iba vestido con unos harapos de tela, y no llevaba zapatos. El adulto, que parecía el cocinero, tiró al chico al suelo y le gritó, mientras el niño lloraba desconsoladamente mientras se agarraba a la pierna del hombre. Con cara de asco, éste se zafó del crío propinándole una patada en las costillas. El chiquillo se retorció de dolor en el suelo. A toda prisa, el hombre salió a la calle gritando como un loco. Los piratas se miraron, y asintieron: su oportunidad había llegado, la tenían delante de sus narices, y no la iban a dejar escapar.

 

Con un rápido movimiento, Kid lanzó todos los cuchillos hacia los camareros y el resto de comensales, advirtiendo con ello que si se movían un pelo acabarían trinchados como un pavo. Por su parte, Killer cogió al chico y se lo alzó sobre un hombro, mientras éste no dejaba de llorar y patalear. Una mirada furibunda de Kid bastó para que se calmara por completo, aunque estaba más que asustado. Los tres salieron de la taberna, mezclándose entre la multitud para evitar al cocinero, que venía por la calle con dos guardias. Con su víctima en brazos, ambos partieron hacia el palacio.

 

Cuando llegaron al palacio, Trafalgar ya les estaba esperando en el patio. Sonrió torcidamente al ver que el pelirrojo había logrado su cometido. Kid lo miró por encima del hombro, pero su vista pronto se desvió hacia su cuerpo, pues aún llevaba esa toga trasparente de por la mañana. Con los rayos de sol, la toga brillaba como si fuese de oro. Cuando se acercó a él, siempre a una distancia prudencial, se sintió inundado por su floral y asfixiante perfume.

 

-Veo que la ofrenda es buena, Eustass-ya-otra vez había pronunciado su nombre. Otra vez con esa sensual y dulce voz. A Kid le hervía la sangre, pero no precisamente de rabia. Pero claro, él mismo era incapaz de describir lo que sentía-. La diosa estará contenta.

 

-Hemos cumplido nuestra parte del trato trayéndote al crío-espetó el pelirrojo con su ronca voz, no iba a dejar amedrentarse por ese sacerdote de mierda-. Ahora te toca a ti cumplir tu promesa-y dijo esto último con cierto aire autoritario.

 

-Primero hay que comenzar con los preparativos-contestó el moreno sin un ápice de temor en su voz. Cualquiera en su lugar ya se habría echado a correr-. Robin-ya, Nami-ya, ocupaos del muchacho. Bañadlo y tranquilizadlo, no puede llorar en el altar.

 

Las aludidas asintieron. Agarraron al muchacho por la mano, y lo condujeron dentro de palacio. Kid pensó que sería imposible calmarlo. ¿Cómo se podía tranquilizar a alguien que sabía que iba a morir? El pelirrojo borró esos pensamientos de su cabeza, no quería sentirse culpable. No ahora, que estaba tan cerca de hacerse con el tesoro y hacerle tragar el polvo a ese odioso sacerdote. Aunque podía hacerle tragar otra cosa… sobre todo cuando lo miraba con esos gatunos ojos grises y esa sonrisa sibilina. El deseo se hacía más y más acuciante.

 

-También deberíais preparaos-habló el moreno mientras caminaba hacia el interior del palacio sin prestar atención a los piratas-, o al menos duchaos. Hay que recibir a la diosa como es debido-y esto último sonó casi como una orden, demostrando que él también podía ser firme si quería. Kid bufó, le estaba retando. Maldiciéndole por lo bajo, entró al palacio para ducharse. Killer se sorprendió, su capitán no era de los que acataban órdenes así porque sí.

 

Estaba anocheciendo, y Kid comenzaba a impacientarse. Su corazón se paró cuando vio a Law, que hacía acto de presencia en el patio rodeado por las dos mujeres y el chico. El niño estaba calmado, limpio, y con una faldita blanca como única prenda de vestir. También llevaba una corona de flores en la cabeza. Pero a Kid le importaba muy poco el crío, estaba centrado en otra persona. Trafalgar tenía el pecho completamente descubierto, pero a diferencia del mocoso, su falda le llegaba hasta los tobillos. Llevaba un montón de pulseras y collares, todos de oro con incrustaciones de piedras preciosas. El pelirrojo se fijó en esos extraños tatuajes. No le gustaban, era como si mancillasen la perfecta piel del moreno. Sacudió la cabeza, ¿cómo podía pensar en eso en ese momento? Y es que, se había puesto un poco duro.

 

Las mujeres indicaron a los piratas que se situaran al lado de la pequeña piscina de aguas cristalinas. El muchacho, completamente sereno y convencido, se tumbó en el altar de piedra. Se estremeció: a pesar de estar bajo el sol durante 12 horas al día, la piedra estaba muy fría. Law se situó detrás del altar, encarando a Kid, que lo miraba atento y, aunque tratase de ocultarlo, un poco preocupado. Pero el moreno era más inteligente que el pelirrojo, y sabía lo que trataba de ocultar. En esos dos días, Law había aprendido más de Kid que Kid de Law. Las mujeres se colocaron detrás del sacerdote, entregándole un cuenco con un líquido verdusco, que esparció por el torso y la cara del chico. Acarició la mejilla del muchacho, para tranquilizarlo más todavía, y le cerró los ojos con sus finos y largos dedos. Kid también cerró los ojos instintivamente, imaginándose que era él a quien Trafalgar estaba acariciando.

 

Trafalgar se puso a recitar una oración en voz alta, incomprensible para los piratas porque hablaba en sumerio. Un relámpago cruzó el cielo. ¿Cuándo habían aparecido esas nubes? Kid alzó la vista al cielo, y le recordó a la tormenta que vivieron antes de ayer, que ya se veía lejos en el tiempo. Y una gota cayó en su mejilla. Y otra. Y otra más. En cuestión de segundos, la lluvia se volvió intensa. ¿Y para eso se habían tenido que duchar?

 

Law acabó la oración, y Robin le acercó un objeto cubierto por una sábana blanca. El moreno lo cogió con sumo cuidado, y tiró de la manta, que cayó al lado de sus descalzos pies. Entre las finas manos del sacerdote apareció un puñal de unos 20cm de largo, con una hoja delgada y curvada en el final. La empuñadura era bronce, y formaba el cuerpo de una mujer desnuda. Law alzó el brazo empuñando el arma mientras gritaba una última frase que Kid sí pudo comprender: “Diosa Isthar, con esta ofrenda rogamos por su presencia”. Y sin pensárselo dos veces, bajó el brazo con rapidez y clavó el puñal en el pecho del muchacho.

 

El chiquillo tosió cantidades ingentes de sangre, pero no se quejó en ningún momento. Haciendo gala de su fuerza, Trafalgar deslizó el puñal hacia el estómago del pequeño, cortando la carne y abriéndolo en canal. La sangre brotaba a borbotones, como si de una fuente se tratase. Manchaba el altar, y discurría hasta el suelo, donde se repartía por las canaleras hacia la pequeña piscina que Kid tenía al lado, tiñendo el agua al más mínimo contacto con el fluido. Law volvió a apuñalar al muchacho, y la sangre volvió a salir disparada hacia el suelo.

 

Kid no podía dejar de mirar, estaba embelesado. La imagen era asquerosa, grotesca, pero algo le impedía apartar la vista. Una magia, un impulso interior le obligaba a observar cualquier detalle de la escena. Veía la cara del chico, con los ojos cerrados y la boca llena de sangre; veía el cuerpo del chico, abierto en canal desde el pecho hasta su ombligo, por el que no dejaba de brotar la sangre; veía la sangre escurrirse por el suelo hasta llegar a la piscina; veía la piscina completamente roja, como si en verdad estuviese llena de sangre y no de agua coloreada; veía los relámpagos y truenos surcar el cielo; veía la lluvia, que no tenía intención de parar; y lo veía a él.

 

Trafalgar estaba completamente concentrado en su cometido. Desgarraba los vasos sanguíneos del muchacho para que sus fluidos corporales emanaran al exterior. Parte de esa sangre le había salpicado el pecho, y unas ligeras gotas descendían lentamente por su torso, hasta llegar a su abdomen, donde se perdían entre la blanca falda que llevaba. Kid tragó saliva, no sabía muy bien por qué, pero sentía la irrefrenable necesidad de lamer cada una de las gotas que había en el pecho del moreno.

 

Un escalofrío lo recorrió entero cuando el moreno, sin quitarle los ojos de encima, lamió la hoja del puñal. Esos fríos ojos grises como el metal. Kid sentía como su cuerpo desfallecía, pero apenas fue un segundo. Volvió a tragar saliva, y se relamió instintivamente los labios cuando Trafalgar tragó la sangre del chico. Sacó su deliciosa lengua y recorrió sus finos labios para eliminar todo rastro de sangre. Y Kid volvió a tragar saliva.

 

Lentamente, Law descendió las escaleras que elevaban el altar y se colocó frente a la piscina. Extendió sus brazos, y las mujeres le quitaron esa extraña falda. Ante esa visión, Kid casi se queda sin respiración. Frente a él tenía a Trafalgar completamente desnudo, impregnado en sangre por su pecho y manos, pero aun así seguía despidiendo esa aura magnética que le envolvía a todas horas. Cuando el pelirrojo pudo respirar, sus fosas nasales se llenaron con ese característico perfume floral, tan dulce y asfixiante. ¿Cómo podía ser que una fragancia tan suave se impusiera con creces al putrefacto olor de la sangre? Cuando Law miró a Kid, éste percibió que sus ojos ya no eran las frías orbes que le habían estado observando minutos antes. Sus ojos parecían envueltos en una fina capa de… ¿fuego? El pelirrojo no sabía cómo expresarlo, pero cuando vio esos ojos recordó el metal fundiéndose en una forja a miles de grados centígrados de temperatura.

 

El sacerdote se introdujo en la piscina, que sólo le cubría hasta un poco más abajo del ombligo. Cuando estuvo en medio, cerró los ojos y colocó sus manos como si fuese a rezar. Y de repente, de la superficie acuosa surgieron unas enormes llamas de fuego tan rojas como el cabello de Kid. El susodicho sintió como se aceleraba su corazón cuando las llamas llegaron al cuerpo del moreno. Quería gritar y sacarle de ahí, pero se quedó petrificado en su sitio ante la visión que apareció ante él. Del cuerpo del sacerdote emanó una figura femenina, un ente invisible si no fuese por las llamas que rodeaban su silueta. Las llamas crecieron, y la mujer terminó de formarse: ante los piratas apareció una mujer desnuda (aunque sólo se le veía de ombligo para arriba), con un cabello de fuego recogido en dos coletas que le tapaban el pecho, y unas enormes alas extendidas cuan largas eran. Kid sintió como el tiempo se paraba cuando la diosa abrió los ojos y le miró. Unos ojos negros, sin iris ni pupila, unos agujeros mortales.

 

-¿Qué es tan importante como para despertar mi paz?-preguntó la diosa, con una voz fuera de lo común, de ultratumba. A Kid se le heló la sangre cuando la diosa le señaló con su dedo, un dedo fino y puntiagudo impregnado en fuego-. ¿Qué es lo que quieres saber, mortal?

 

Kid dudó unos instantes. En todos sus años navegando por el Grand Line no había visto nada parecido. Tragó saliva, y se decidió a hablar. Después de todo, él era Eustass Capitán Kid, y no se dejaba amedrentar por cualquier cosa. Aunque reconocía que estaba más que inquieto.

 

-Soy Eustass Capitán Kid-empezó, intentando sonar solemne-. Quiero saber si me haré con en One Piece y me convertiré en el Rey de los Piratas.

 

Kid dijo esto último serio, demostrando que no le tenía miedo a nada (ni siquiera a una diosa). Pero su corazón volvió a latir con fuerza cuando la diosa se aproximó a él, posando sus manos en el borde de la piscina, escrutándolo en silencio. Y sonrió. Y Kid sintió verdadero miedo por primera vez en su vida.

 

-Deseas conocer el devenir de tu vida, mortal-contestó la diosa sin dejar de mirar al pelirrojo-. Y has acudido a la diosa correcta-volvió a sonreír, y las rodillas del pirata temblaron levemente, pero rápidamente se calmó, manteniendo la compostura.

 

La diosa cerró los ojos y se envolvió entre sus alas mientras poderosas llamas emanaban de la palma de sus manos. El pelirrojo no podía dejar de mirar, aquello era magnífico. Salió de su ensoñación al fijarse en Trafalgar, que seguía completamente estático dentro del vientre de la diosa. Tenía los ojos parcialmente cerrados, aunque Kid pudo advertir un extraño brillo en sus pupilas. Su estómago se encogió, ¿estaba llorando? Cuando entornó los ojos para ver mejor la expresión del moreno, las alas de la diosa se abrieron y una oleada de llamas se elevó al cielo, ahora negro por la noche. La diosa miró a Kid, y comenzó a hablar:

 

-Mortal que dices llamarte Eustass Kid, he visto tu futuro-la diosa sonrió pérfidamente para desgracia de Kid-. Y las llamas han mostrado… que no serás quien consiga el One Piece, ni serás quien se convierta en el Rey de los Piratas.

 

Kid abrió los ojos asombrado. La saliva se le hacía pasta en la boca, pero no podía tragar. Un nudo en la garganta le impedía hablar. Su cuerpo comenzó a temblar bruscamente, como si se encontrara dentro de una bañera con agua congelada. Escuchó tragar a Killer. Oh, era cierto, Killer seguía ahí. El pelirrojo se atrevió a mirar a la diosa, que le observaba sin un ápice de sentimientos reflejados en su cara. Y cuando sus miradas se juntaron, la diosa sonrió. Una sonrisa que heló la sangre de Kid, una sonrisa de superioridad, una sonrisa que echaba por tierra todos los esfuerzos pasados y, en definitiva, el sueño de su vida.

 

-N-no…-susurró el pirata, más para el cuello de su camisa que para ella-. N-no es… p-posible…-y los ojos se le humedecieron, pero ninguna lágrima se atrevía a salir. Kid nunca lloraba, y no iba a llorar tampoco. La diosa se acercó al pirata, sonriendo ampliamente. Pero esta vez, esa sonrisa no le heló la sangre a Kid, sino que se la hirvió. Esa maldita sonrisa era igual que la de ese jodido sacerdote… Esa maldita sonrisa que le recordaba su estatus inferior ante ellos, una poderosa diosa y un sacerdote que parecía saberlo todo. Y Kid no aguantaba eso. Nadie era superior a él, al próximo Rey de los Piratas, a pesar de las palabras de esa mujer. Entonces, Kid apretó sus puños y estalló-. ¡YO SERÉ EL PRÓXIMO REY DE LOS PIRATAS, MALDITA MUJER! ¡ME IMPORTA MUY POCO LO QUE DIGAS, YO ME CONVERTIRÉ EN EL REY DE LOS PIRATAS! ¡TÚ NO SABES NADA SOBRE MÍ, NO ERES NADIE PARA SENTENCIAR MI VIDA!

 

Kid respiraba con dificultad por la excitación causada por la rabia. Sus dientes chirriaban, y sus puños estaban tan apretados que un hilo de sangre se abrió paso entre sus dedos, señal de que las uñas le estaban cortando la piel. Pero Kid no sentía dolor. Tampoco sentía el miedo de su rubio amigo. Kid sentía impotencia, y rabia. Mucha rabia. Rabia por esa jodida isla. Rabia por ese jodido palacio. Rabia por esa jodida diosa. Y rabia por ese jodido sacerdote. Gritó como un león reclamando su territorio, y las gotas se evaporaban al tocar su nívea piel por el ardor que emanaba su cuerpo. Estaba tan caliente como un hierro fundido. Miró a la diosa, y por un momento su ira se calmó. La diosa estaba serie, tremendamente seria, y lo miraba con esos agujeros negros que parecían que se lo iban a tragar. La mujer apretó los puños y su cabello se erizó, extendiendo sus alas, como si fuese a atacar.

 

-¡MALDITO INSOLENTE!-chilló la mujer, con una voz putrefacta y ronca. Apuntó con su largo dedo al pirata, que se quedó petrificado en su sitio-. ¡¿CÓMO TE ATREVES A HABLARME ASÍ?! ¡YO SOY LA DIOSA ISHTAR, LA MADRE DE LAS MADRES, LA DIOSA DE LAS DIOSAS!-Kid se estremeció, la mujer estaba fuera de sí-. ¡ASQUEROSO MORTAL, APRENDE A TEMER A LOS DIOSES Y A SU IRA!-enormes llamas comenzaron a salir del agua, esta vez de color negro-. TU INSOLENCIA SERÁ CASTIGADA, TU IMPUREZA NO SERÁ PERDONADA-la diosa hizo una pausa, para mirar al pelirrojo. Y se rió como una hiena, una risa lúgubre y mortífera-. ¿NO QUERÍAS SER EL REY DE LOS PIRATAS? ¿NO QUERÍAS SER EL HOMBRE MÁS PODEROSO DE TODOS? YO, ISTHAR, LA MADRE DE LAS MADRES Y LA DIOSA DE LAS DIOSAS, TE CONDENO, EUSTASS KID, A SER OLVIDADO POR TODOS AQUELLOS QUE TE MANTIENEN EN SU MEMORIA. TE CONDENO AL MÁS ABSOLUTO ANONIMATO-los relámpagos cruzaban el cielo a máxima velocidad, iluminando todo a su paso. La lluvia caía con fuerza, empapando todo a su paso-. Y EL CASTIGO SÓLO PODRÁ ROMPERSE SI CONSIGUES HACERTE INDISPENSABLE PARA ALGUIEN, SI CONSIGUES QUE UNA PERSONA NO PUEDA VIVIR SIN TU RECUERDO.

 

La diosa extendió sus alas cubriendo el cielo de llamas. Kid estaba estático en el patio, sin poder articular palabra. Su sangre se había convertido en lava, todo su ser ardía. Pero no de rabia ni de ira. Eran las llamas del mismísimo Inframundo. Veía en los ojos de la diosa la muerte, la más terrible y desoladora de todas, y no podía hacer nada al respecto. Estaba completamente abrumado por la situación. Un enorme relámpago atravesó el cielo y cayó en la piscina. Las llamas se esparcieron por todo el patio, y el pelirrojo sintió como ardía su cuerpo, como era calcinado desde los pies hasta el último cabello de su cabeza. Y, entonces, cerró los ojos y lo vio todo blanco.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido?

¿Qué tal la sorpresa, ansiosas de Penguin? xDDDD. Ya sé que es muy raro lo que le he puesto en la cabeza, pero es un turbante como el que llevan los jeques árabes. Si buscáis en Google os saldrá. Si no os gusta, ya lo siento, pero el gorro que lleva no le pega nada en este fic y en esta ambientación u.u

Vaya carácter tiene la diosa, ¿eh? Pobre Kid, eso le pasa por no creer en los dioses. Y es que, ya se lo dijo Franky nada más llegar... hay que creer en ellos (o fingir que crees).

Siento mucho el sacrificio, pero era necesario. Lo he hecho tan sangriento porque la diosa así lo requería (y ahora es cuando empiezo a hablar como Law xDDD). Lo siento si he herido alguna sensibilidad, y por si quedaban dudas, el sacrificado es Coby. Adoro a ese chiquillo (y más ahora que está muy hot), pero no tenía a nadie más a quien matar... u.u

Espero vuestros reviews, y mil gracias por leer ^^.

Intentaré actualizar lo más pronto posible! Mil besos amores! <3<3


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