Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sacerdote de Ishtar por Lukkah

[Reviews - 184]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones!

Ya estoy aquí con un nuevo capítulo. La verdad que me alegro de haberlo terminado, porque voy a estar una semana completamente incomunicada porque tengo vacaciones y me voy al pueblo (y está perdido de la mano de Dios y no hay ni cobertura). Así que tendréis que esperar al próximo caítulo por lo menos dos semanas, ya lo siento :(.

Agradecer eternamemte a mis lectoras, que sois las que me animáis a continuar con vuestros reviews, y en especial a Shuri-chan, Ann-chan y Korone-chan, que me dan unos consejos buenísimos!

Y sin más preámbulos, os dejo con el capítulo! :3

Killer volvió a mirar a su capitán, que seguía inconsciente tumbado en la cama. Era de madrugada, aún sin amanecer, pero el rubio no podía dormir. Nunca había estado tan preocupado por su capitán. Lo de la noche anterior les sobrepasó por completo. Killer tampoco creía en los dioses, pero desde esa noche no sabía qué pensar. ¿La mujer que vieron era realmente una diosa o algún tipo de magia del Grand Line? Creía fervientemente en que fuera lo segundo, pero ver a su capitán de esa guisa le llevaba a la primera opción. Joder, era Eustass Capitán Kid, no lo noqueaban con facilidad.


El médico de allí, un pequeño reno, le había afirmado que Kid se pondría bien, pero tardaría unos días en recobrar la consciencia. Después de todo, había sido castigado por la diosa. Killer suspiró, sabía que ese no era el problema. El problema vendría cuando el pelirrojo despertase y viese lo que había pasado… Lo que la diosa había hecho. Después de que la diosa lanzase un rayo de luz y Kid se desmayara, rápidamente fue trasladado a su cuarto, donde se encontraba ahora, y observado por el médico. No tenía ninguna herida interna ni externa, sólo estaba inconsciente. Y castigado. Esa noche, Killer no pudo dormir.


A la mañana siguiente (es decir, ayer), el rubio salió del palacio nada más amanecer en dirección a la playa. Quería comprobar si de verdad Kid había sido castigado, si de verdad las palabras de la diosa se habían cumplido. Y al llegar allí, vio el barco y a sus compañeros, que reparaban con ahínco el poste mayor. En un principio pensó que todo estaba igual, que nada había pasado. Pero ilusionarse sólo sirvió para que la decepción siguiente fuera mayor. Cuando se acercó al barco, todos sus compañeros corrieron hacia él al grito de: “¡Capitán! ¡Capitán!”. Killer enmudeció y, viendo las caras de felicidad de la tripulación, supo que el castigo se había hecho realidad. Trastocado por completo, regresó a la ciudad sin ganas de nada, sin fuerzas.


Cuando atravesó el umbral de la puerta, vio como el sacerdote lo observaba. Ese maldito sacerdote. Cuando lo conoció no había sentido el odio irrefrenable que se había adueñado de Kid, pero ahora tenía ganas de matarlo. ¿Cómo era capaz de hacerle eso a su capitán? Apretó sus puños y estuvo a punto de desenvainar sus cuchillas, si el moreno no hubiera hablado:


-No soy yo el culpable de la osadía de tu capitán-comenzó, con una voz calmada pero firme-. Él es el único responsable de su desgracia-Killer apretó más aún los puños. Claro que era culpable, ¡era el jodido sacerdote!-. Y si quieres que tu capitán sea perdonado, deberá cumplir el castigo impuesto por la diosa.


-¿¡Cómo lo va a cumplir si está inconsciente!?-gritó el rubio de rabia.


-Despertará en un par de días-contestó el moreno sin inmutarse-. En cuanto a ti, deberías descansar. No es aconsejable vagar por el palacio de noche…


Y dicho esto, se fue con ese aire de superioridad que le caracterizaba. Killer tuvo que tragarse las ganas que tenía de partirle la boca a ese desgraciado, pero tenía razón. Debía descansar. No ya porque el palacio fuese “peligroso” de noche, que le parecía una soberana gilipollez, sino porque el cansancio empezaba a hacer mella en él. Y sin pensárselo dos veces, se echó en la cama sin comer siquiera.


Se había despertado a la tarde del día siguiente. El rubio no se explicaba cómo había podido dormir un día entero, pero lo había hecho. Cenó y marchó a la habitación de su capitán. Y ahí seguía, en la habitación de su capitán mirándole sin poder hacer más. El pelirrojo estaba tranquilo, sin mover un ápice su cuerpo. Su respiración era lenta, y el pálido color de su piel conducía a Killer a pensar que su capitán parecía más muerto que vivo. Se golpeó el casco con rabia, no podía pensar en ello. Desesperado, salió de la habitación sin rumbo fijo, vagando por los pasillos. Sin apenas iluminación, el palacio era cuanto menos sobrecogedor. Pero a cualquier parte que mirase, el rubio sólo veía estatuas y dioses petrificados, y no hacía más que recordar la fatídica noche. Una oleada de rabia le inundó el cuerpo, pero sin poder hacer nada, decidió que lo más sensato era salir de aquel lugar.


Apenas se vislumbraban los primeros reflejos de los rayos del sol, pero la ciudad seguía dormida. Killer vagó por las calles sin un rumbo fijo, perdiéndose entre las estrecheces de esa maldita ciudad, siguiendo el fuerte olor a animales domésticos e incienso, notando la humedad del ambiente en su piel. Las calles estaban escasamente alumbradas, pero al rubio no le importaba lo más mínimo. ¿Qué cojones iba a hacer ahora? La tripulación no recordaba a Kid, pero él sí. Joder, era su capitán. Era su maldito capitán. Desde luego que no podía suplantarle la identidad, y tampoco podía abandonarlo ahora. Tenía que estar a su lado en estos momentos tan difíciles.


Sin darse cuenta, Killer entró en un distrito de la ciudad más oscuro y más estrecho. Por las calles apenas cabían tres personas, y las casas estaban la mayoría cerradas a cal y canto. No había ni una antorcha que alumbrase el camino, sólo la luz de la luna y las estrellas, pero Killer tenía buenos reflejos y podía caminar sin problemas. Un ruido lo sacó de sus negativos pensamientos, y sin saber muy bien por qué, se dirigió hacia él.


El ruido le condujo a un estrecho callejón, vagamente iluminado. Se adentró en él, y quedó petrificado ante lo que vio. Tres hombres tenían agarrado a otro, mientras un cuarto le penetraba por detrás. Killer no sabía muy bien cómo reaccionar, estorbaba y mucho. Pero no podía dejar de mirar, sobre todo al hombre que penetraba al otro. Tenía una cara tan satisfactoria, como si estuviera experimentando un placer desconocido hasta entonces. Los que sujetaban al otro hombre miraban con lujuria, estaban totalmente duros. En cambio, el hombre apresado no hablaba, ni siquiera gemía. Se sujetaba como podía a la pared, pues le faltaba una mano que había sustituido por un garfio de oro. Su cara no demostraba placer, a pesar del sonrojo de sus mejillas y del sudor que discurría por su frente. Pero aunque no lo estuviera disfrutando “mentalmente”, sí lo hacía “físicamente”: su polla estaba muy erecta.


Killer notaba el calor que le comenzaba a recorrer el cuerpo, e instintivamente se llevó una mano a la entrepierna. Se había despertado. Y sintió crecer su erección cuando uno de los que sujetaban al manco le comenzó a masturbar salvajemente. Sin poder contenerse, el moreno gimió de placer, pero seguidamente intentó contenerse de nuevo.


-¿Por qué te callas, Crocodile?-preguntó el que le estaba follando-. Sabemos que te encanta que te embistan-y sus compañeros se rieron-. Nunca dejarás de ser la puta que fuiste hace años…-y le empaló con fuerza, obligándole a gemir de nuevo.


-Si a esto consideras follar…-contestó el susodicho jadeando levemente-. No te le acercas ni de lejos. Ninguno de vosotros estáis a su altura-se rió con su ronca voz-. Y desde luego que él  no sería capaz de violar a alguien.


-¡Cierra la puta boca, zorra!-gritó uno de los que le sujetaban, y con un machete le dio un golpe en la boca del estómago, a lo que el moreno se retorció de dolor. Sus rodillas temblaron, pero le sujetaron a tiempo para que no se cayese y siguiera siendo follado.


-C-Cabrones…-masculló Crocodile escupiendo sangre por la boca-. ¡Soltadme! ¡Desgraciados!


-¡Te he dicho que te calles!-y el mismo volvió a golpearle, esta vez en las costillas. El moreno emitió un gutural quejido, señal de que este golpe le había dolido más que el otro-. Que ganas tengo de follarte… ¡Te voy a partir en dos!


Un escalofrío recorrió el cuerpo del moreno. Hacía años que ya no ejercía la prostitución, hacía años que ya no tenía que verse obligado a relacionarse con ese tipo de gente, y aún así, acababa arrastrado a ese asqueroso mundillo que tanto odiaba. Joder, cuando salió esa noche a tomar algo no pensaba que iba a acabar así. Si por lo menos él estuviera en casa… Pero la realidad le obligó a borrar esos pensamientos y atender a su situación actual. Más concretamente, un gemido desgarrador que salió de su garganta le obligó a volver. El hombre que le estaba violando había decidido introducir en él un vibrador metálico a la vez que lo penetraba. Sintió cómo su entrada se abría a la fuerza, desgarrando los músculos de su interior. Y un chorro de sangre ciertamente importante comenzó a salir de su ano.


-¡N-No! P-Por… favor…-Crocodile no podía ni articular palabra, el dolor lo estaba matando-. Os daré lo q-que queráis… P-Pero por favor… basta… ¡BASTA!-pudo gritar llorando.


-Te queremos a ti, maldita zorra-le dijo uno mientras le lamía la cara-. ¡Vas a arrepentirte toda tu vida del día en que te fuiste con él y dejaste el puticlub!


Las embestidas comenzaron a ser más fuertes, igual que el movimiento con el vibrador, que entraba y salía del moreno dejando un reguero de sangre a su paso. Y éste no podía hacer nada más que llorar y rezar porque aquello acabase pronto. Maldita sea… ¿Por qué se había tenido que ir de viaje? ¿Por qué no estaba allí con él asesinando a cada uno de sus cuatro violadores de la forma más cruel posible? El ruido de unas cuchillas le obligó a abrir los ojos, y se sorprendió enormemente al ver como un rubio enmascarado asentaba a cada uno de sus raptores una cuchillada en el pecho que los abría en canal, dejando colgadas sus tripas e intestinos. Ninguno pudo escapar, fue tan rápido como un abrir y cerrar de ojos.


-¿Estás bien?-preguntó el rubio cuando hubo acabado con ellos.


-S-Sí-acertó a contestar Crocodile, todavía algo confuso-. Gracias…


-Lo que te estaban haciendo…-Killer se ruborizó, pero el casco no dejó mostrar sus emociones-. No está bien…


-Me ha pasado más veces, estoy acostumbrado-dijo el moreno con un deje triste en su voz. Sus ropas estaban destrozadas, pero pudo coger un chal negro de seda que siempre llevaba encima y cubrirse parcialmente-. ¿Serías tan amable de acompañarme a casa? Está amaneciendo, y no quiero que nadie me vea. Además, allí te podré recompensar.


-No necesito que me des nada, he hecho lo que me parecía correcto.


-Eso me es indiferente-habló el moreno mientras comenzaba a caminar, a duras penas. Killer se dio cuenta, iba cojeando y la sangre no paraba de brotar de su entrada. No podía dejarlo así, podían aparecer más capullos y rematar la faena. Con un suspiro, se resignó y le acompañó.


Atravesaron el umbral de la puerta, y Killer comprobó que esa casa no era como las demás. No llegaba a ser tan lujosa como el palacio, pero desde luego que lo era más que el resto. Nada más llegar al hall, una mujer corrió asustada hacia el moreno, ayudándole a subir las escaleras que conducían al piso de arriba. Seguidamente llegó otra sirvienta, que con una reverencia indicó al rubio que la siguiese.


El rubio fue conducido al salón: una gran habitación con una mesa de comedor y seis sillas, un armario que dejaba al descubierto la vajilla de porcelana, varios sofás alargados como los que él tenía en la habitación de palacio, una mesita de té, y más armarios. El suelo estaba decorado con lujosas alfombras de piel, y en cada mesa había varias velas. Estaba claro que a la gente de esta isla le encantaba el perfume. También observó el enorme ventanal que daba al jardín, lleno de flores y árboles. Killer se dejó caer en uno de los sofás, y la muchacha salió de la estancia. El sofá era comodísimo, estaba tan a gusto…


El cantar de los pájaros lo despertó. ¿Se había quedado dormido? Zarandeó su cabeza de un lado a otro, eso ya era demasiado. Se incorporó con lentitud sobre el sofá, pero una voz llamó su atención:


-Buenos días, chico-Killer levantó la mirada para ver al moreno sentado en una silla con un libro entre las manos mientras fumaba un gran puro-. ¿Qué tal has dormido?


-Bien…-Killer se sonrojó un poco, ¿no era una falta de respeto quedarse dormido en el sofá de un desconocido?-. Y tú… ¿cómo estás?


-Siento una molestia, pero no es gran cosa-dio una calada al puro-. ¿Quieres algo de beber? ¿De comer? Eres mi salvador, es una grosería por mi parte no ofrecerte nada.


-Una cerveza no estaría mal…-sugirió el rubio-. Por cierto, ¿cómo conoces mi idioma? ¿Y por qué los hombres que maté también lo conocían?


-La gente de los bajos fondos lo habla-río el moreno-, para que el resto no se entere de sus trapicheos. Es una forma de proteger su negocio.


-No pensaba que en esta ciudad hubiera extorsionadores.


-Y no los hay. Principalmente hay ladrones de poca monta, comerciantes de mercancías ilegales y vendedores de droga. Antes era ladrón, pero me descubrieron y me castigaron-dijo señalando su mano amputada-. Para sobrevivir tuve que dedicarme a la prostitución, el otro gran negocio de esta ciudad-sonrió con tristeza.


Killer se sorprendió por las confianzas que ese desconocido se tomaba con él. No era frecuente que alguien te contase su vida, y más teniendo un pasado tan turbulento, de buenas a primeras. Lo examinó minuciosamente: era mayor que él, las arrugas empezaban a marcarse en su níveo rostro, pero era tremendamente atractivo. Cabello largo y oscuro peinado hacia atrás, ojos también oscuros, y una llamativa cicatriz le cruzaba la cara, dándole un aspecto ciertamente peligroso. Vestía un albornoz de lino negro con bordados violetas, y un pañuelo naranja le adornaba el cuello. Su ropa de estar por casa, sin duda. Además, llevaba un lujoso anillo con piedras engarzadas en cada dedo, y un pendiente en forma de aro también de oro.


De repente, la puerta de la calle se abrió y apareció un enorme rubio, incluso más alto que Kid. Vestía un extraño quimono rosa abierto hasta su ombligo, donde se sujetaba con un cinto, y caía hasta las rodillas. En el cuello le colgaba, de una fina cadena de oro, una pluma de flamenco muy llamativa. Aunque para llamativas, sus gafas. Ese sujeto era bastante extraño, sino el más extraño que había visto hasta ahora.


Cuando escuchó la puerta abrirse, Crocodile se levantó del sofá y se dirigió al hall. Nada más verlo, el tipo rubio pasó su mano por la espalda del moreno y lo acercó hacia sí, saludándole con un pasional beso sin necesidad de palabras. El moreno le correspondió con gusto, pasando sus brazos por el cuello del otro, y sólo se separaron cuando la falta de aire fue apremiante. El moreno descansó su cabeza sobre el pecho del rubio, pidiendo un abrazo. El rubio enseguida se lo dio, susurrándole algo al oído para reírse después. Con dulzura, Crocodile le agarró la mano y lo condujo al salón, donde Killer esperaba sin saber qué hacer.


-Este muchacho me ayudó anoche-comenzó Crocodile-. Dale todo lo que pida.


-¿No te estás pasando un poco, Croco-chan?-inquirió el enorme rubio-. ¿Y se puede saber en qué coño te ayudó?-parecía molesto, y Killer se puso un poco nervioso.


-Ahora no es momento para esa historia, hazme caso.


El rubio miró con hostilidad a su pareja, pero pronto cedió. Con un suspiro se acercó a Killer y le extendió la mano en señal de saludo.


-Soy Donquixote Doflamingo-sonrió de una manera más que inquietante-. Gracias por ayudar a Croco-chan-se giró para mirarlo, pero pronto volvió a mirar a Killer-. ¿Qué es lo que quieres a cambio? Croco-chan no me dejará en paz si no te recompenso como es debido.


-La verdad es que no quiero nada…-contestó algo cortado Killer. Sentía que sobraba.


-Puedo conseguir lo que quieras-atajó el rubio-. Dinero, joyas, oro, mercancías ilegales, droga, mujeres, hombres…


Algo en la mente de Killer se encendió cuando escuchó eso último. ¿Podría ayudarle a buscar al muchachito de la vaca? Era tarea ardua, pero si podía conseguir cualquier cosa… No perdía nada por intentarlo.


-¿Podrías… encontrar a un hombre?-Killer se sonrojó levemente, y el rubio sonrió como si fuese una hiena-. No sé cómo se llama, ni donde vive… Es un muchacho bajito y delgado de ojos oscuros, y tiene una vaca.


-Vaya… Esa información es realmente escasa. Me va a resultar difícil encontrarlo.


-¿No sabes nada más sobre él?-intervino Crocodile-. ¿Llevaba marcas o tatuajes?


-Si llevaba, no se los vi. Vestía un mono blanco que le cubría todo el cuerpo, y también llevaba un turbante que no me dejaba ver su cabello.


-¿Un mono blanco?-preguntó el rubio-. Debe ser un pastor del arrabal…


-El arrabal es el barrio de las afueras, las casas que no están dentro de las murallas-contestó el moreno al ver que Killer torcía la cabeza como un perro que no comprendía lo que su amo le estaba diciendo-. ¿Cuándo lo quieres ver?


-¿Esta noche?-preguntó Killer, su corazón había comenzado a latir con fuerza.


-Cuando anochezca-comenzó el rubio-, ven al burdel “Paraíso”. Está en una de las calles principales que llevan al puerto. Cuando llegues, dile a la muchacha de recepción que vas de mi parte y ella te indicará la habitación en la que te aguarda tu sorpresa-Killer asintió dudando entre dar las gracias o no-. Y ahora, si nos disculpas, me gustaría hablar con mi mujer.


Killer asintió enérgicamente. Querían tener intimidad para hablar del suceso nocturno, y no quería estar presente porque no era una conversación agradable. Además, no quería entrometerse en asuntos de pareja. Se despidió con la mano del moreno, que no paraba de gritarle al rubio por haberle mencionado en esos términos, y marchó hacia palacio.


Mientras tanto, en palacio, Law corría la cortina de la puerta de la habitación del pelirrojo, el cual seguía tumbado en la cama inconsciente. Se acercó a la cama con lentitud, examinando toda la estancia. Aunque su atención pronto se centró en un único punto o, más bien, persona. Ágilmente, como si de un gato se tratara, se sentó en la cama al lado del pirata, apoyando su espalda en el cabecero de la cama. No podía dejar de mirarle. Era tan magnífico. Dormido como estaba parecía un bendito, y no ese demonio furibundo que gritaba y le miraba con odio. Con cuidado, Law acercó sus finos dedos a una de las mejillas de Kid, y la acarició con ternura. Su piel blanca se veía tan apetecible, tan deseosa…


No aguantaba las ganas de hacerle suyo, de retenerlo para sí por siempre. Estaba confundido, había estado con infinidad de hombres, pero ninguno le aceleraba el corazón como Kid lo hacía. La primera vez que lo vio, entrando por la puerta de la sala del trono, se quedó mudo. Ese cuerpo esculpido por los dioses, esa cara de pocos amigos, ese cabello rojo fuego, esos ojos ambarinos tan intensos, ese carácter fuerte e iracundo, esos escasos modales… Todo le había gustado, hasta su forma de mirarle, llena de odio y rabia.


Agachó su cabeza y hundió la nariz en los cabellos del pelirrojo. Olía a cerveza y mar. Olía a salvajismo. Olía a libertad. Los acarició suavemente, enterrando sus finos dedos. Ese chico era un pirata, y a pesar del castigo de la diosa, saldría al mar de nuevo y no volvería a verlo jamás. Una punzada se clavó en el corazón del moreno. No podía dejarle marchar, no ahora que lo había conocido y lo tenía tan cerca. Rezaría todas las noches a la diosa porque no se lo llevase. Haría todo lo que estuviese en su mano para retenerle allí para siempre. No le importaba que no pudiese liberarse del castigo y se convirtiera en un maldito, lo quería para él.


El castigo… La diosa se había vengado de su afrenta imponiéndole un castigo difícilmente cumplible, más en una persona como él. Enamorar a alguien tan profundamente no era fácil, y sabía que cuando el pelirrojo despertase no se pondría manos a la obra en busca de un pretendiente para su romance. Al contrario, mandaría a la mierda el castigo y seguiría con su vida. Otra punzada. ¿Acaso este muchacho sería tan estúpido como para no cumplir el castigo que los dioses le habían impuesto? ¿Acaso seguiría siendo impuro y no tendría fe en ellos a pesar de lo que le había pasado?


Trafalgar borró esos pensamientos de su cabeza y se obligó a centrarse en el pelirrojo, que seguía profundamente dormido. Sus grises ojos se posaron en los labios de éste, tan finos. Sin poder contenerse, el moreno acercó los suyos y le besó. El roce con Kid le puso los pelos de punta. Era tan delicioso… Volvió a besarle, y deseó que su acompañante estuviera despierto para devolvérselo. Pero Law no podía parar, había probado el dulce sabor del pirata y quería más. Necesitaba más. Sin dudarlo ni un segundo, se sentó a horcajadas sobre el pelirrojo y comenzó a succionar su cuello, con pasión pero sin dejar marcas. Recorrió cada milímetro de su cuello, para luego pasar al lóbulo de su oreja derecha. Lo mordía con ansia, se estaba poniendo muy caliente.


Se zafó de la sábana que cubría a Kid, tirándola al suelo, dejando al descubierto el desnudo cuerpo del pelirrojo. Trafalgar se relamió. ¿Cómo era posible un cuerpo como el suyo? Esos brazos musculados, esos grandes hombros, ese torso potente, esos abdominales bien definidos… Era un cuerpo esculpido por los más hábiles dioses. Law pasó su mano por encima, recorriendo cada poro de la nívea piel de Kid. Colocó sus dos manos sobre el pecho del pelirrojo, y sentado así como estaba, se imaginó siendo embestido por ese ser de otro mundo. Una ola de calor lo inundó y jadeó levemente.


-Eustass-ya… despierta…-susurró el moreno con la voz cargada de sensualidad y deseo-. Despierta, por favor… te necesito dentro de mí…


Como si de un gato se tratase, Trafalgar se revolvió entre el pecho del pelirrojo, mordiendo y besando todo trozo de piel que se le ponía por delante. Besó al pirata con ganas, sujetando su cabeza con las manos, pero no hubo manera. Eustass Kid no se despertaba. Seguía profundamente dormido, sumido en el mundo de la inconsciencia. Law acarició su cabello.


-Eustass-ya, juro que te haré mío-y besando fugazmente a Kid, Law salió de la habitación.


-Tranquilízate, Doffy-dijo el moreno mientras daba una calada a su puro. Éste le sabía especialmente bien, se lo había traído el rubio esa misma tarde. La mercancía ilegal era mucho más satisfactoria que la legal-. Vas a destrozar todo…


-¡Me la suda!-rugió el susodicho-. ¡Nadie toca los cojones a Donquixote Doflamingo!-y con rabia, dio un puñetazo a la pared, haciendo que se cayeran al suelo unos cuadros que había colgados. Estaba fuera de sí.


-Cálmate, por favor…-le susurró Crocodile, que ahora rodeaba con sus brazos al rubio desde atrás, hundiendo su cabeza en la espalda de éste-. No puedes hacer nada, están muertos.


Doflamingo temblaba de ira, pero no se movió. Sabía que el moreno tenía razón, pero eso no impedía que no estuviese cabreado. Nadie se atrevía a tocar sus cosas, lo sabían muy bien en esa ciudad. Le había costado mucho sudor y sangre (de otros, por supuesto) llegar a donde había llegado, y ahora no iba a derrumbarse. Era el delincuente más peligroso de toda Nínive: de él provenían todas las mercancías ilegales que llegaban al puerto, de sus plantaciones provenía la droga que suministraban sus secuaces. Era el jodido rey de esa ciudad. Y nadie se atrevía a levantarle la voz, ni a mirarle por encima del hombro, ni si quiera a tocarle. Todos allí sabían que las consecuencias serían funestas. Aquellos cuatro tenían suerte de estar muertos, porque si Doflamingo los hubiese encontrado (que lo hubiese hecho), les habría arrancado la piel a tiras. Y es que, por encima de todo el dinero y el oro, estaba el moreno. Su moreno.


Sintió como el agarre de Crocodile se hacía más fuerte, y se giró para encararlo. Suavemente, levantó su barbilla con su mano y le besó con ternura. Crocodile se derritió entre sus brazos y se dejó hacer. En pocas ocasiones Doflamingo se mostraba así de dulce, pero cuando lo hacía, Crocodile sólo podía reafirmar su amor por él. Era su hombre.


-Te llevaré conmigo la próxima vez que salga de viaje-dijo el rubio serio, mirándolo fijamente.


-Sabes que no me gusta el mar-sonrió el moreno, perdiéndose en la inmensidad de los violetas ojos del joven.


-Te jodes y te aguantas-espetó Doflamingo-. No te dejaré sólo ni un minuto.


-¿Te vas a convertir en mi sombra?-rió despreocupado el mayor-. Yo no quiero un acosador como novio… Yo te quiero a ti-esta vez fue Crocodile quien besó con ternura-. Te amo, Donquixote Doflamingo.


-Yo también te amo, Croco-chan-contestó el rubio mientras pasaba su mano por la mejilla del otro, consiguiendo que éste se la besara.


-Vamos a la cama-dijo el moreno, tirando de Doflamingo-, ha sido un día duro.


Doflamingo se dejó arrastrar y, tras desnudarse en un segundo dada la volatilidad de su prenda, se tumbó en la cama abrazando a Crocodile. No quería soltarle, no quería que se lo volviesen a robar. Era suyo exclusivamente. Mataría a cualquiera que se le acercase. Crocodile lo era todo para él. El dinero y el poder no importaban siempre y cuando lo tuviera a su lado. Y abrazando con más fuerza al moreno, ambos se quedaron dormidos.


El corazón de Killer latía desenfrenado. Allí estaba, en la puerta de aquel prostíbulo, a punto de reencontrarse con el muchacho de la vaca. Tragó saliva. ¿De verdad iba a volver a verlo? Armándose de valor, se adentró en el lugar. El recibidor estaba lujosamente decorado, con un toque oriental igual al de palacio. Alfombras, cortinas, pareces con mosaicos y muchas flores. A mano derecha había un bar, donde varios clientes bebían despreocupados y jugaban a las cartas rodeados de prostitutas. Sin pensárselo dos veces (para no acobardarse), Killer se dirigió al mostrador de recepción, atendido por una joven.


-H-Hola…-titubeó el rubio, estaba muy nervioso-. Vengo de parte de Donquixote Doflamingo.


-¡Oh, es usted! Donquixote-sama le ha preparado la mejor suite del local-dijo la mujer mientras le entregaba a Killer las llaves de la habitación-. Tercer piso, Suite Presidencial.


El rubio agarró las llaves como pudo y subió las escaleras tan rápido como latía su corazón. Joder, se le iba a salir del pecho. Nunca había estado tan nervioso, ni siquiera cuando había estado a punto de morir. Respiró hondo cuando hubo llegado a la puerta de la habitación. No había nadie por el pasillo, y eso le tranquilizó un poco. Con la mano temblorosa, giró el pomo y abrió la puerta.


Y allí, tirado en la cama y atado de pies y manos, estaba el muchacho de la vaca.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? ¿Reviews?

Para las que se quejaban de que en el otro no salía Kid, ahí lo tienen (dormido, pero está xDDD). Y para todas las fanáticas del KillPen... os dejé con la miel en los labios jijiji ^^.

Por cierto, Doflamingo lleva un quimono como el que viste Zoro después del Time Skip. Pero en rosa xDDDD.

Espero que os haya gustado! Muchos besos! <3<3<3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).