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Loba castaña por Verdadero98

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Capítulo 5


1989 agosto 25


Más de cien años al lado de esas pupilas abismales. Incontables experiencias las vividas a su lado, muchas de ellas salvando nos de la muerte mutuamente. En ocasiones, aún tenía pesadillas en que se repetía tanto el momento en que técnicamente debí de morir, como el momento en el cual le vi en la hoguera. Jadeaba asustada ante las verídicas imágenes. Sólo me tranquilizaba cuando Natsuki me despertaba mediante caricias y veía fijamente mis ojos.


Dejaba el acelerado ritmo y mi corazón volvía latir con normalidad después de que depositaba dulce beso en mis labios. –Estamos bien–. Me decía abrazándome y apegándome a su cuerpo.


Ese día hace cien años:


Inexplicablemente la capa de Natsuki salió volando. Supe que intentó atraparle con las manos pero la tela huyó entre sus dedos, abandonándole a la suerte. Por mi mente paso todo el repertorio de maldiciones que sabía.


–¡Shizuru detente! –. ¿Qué me detuviese? –¡No me quemó!-. Creí estar escuchando mal al inicio, pero no, hablaba claro y certero. Frene la carrera, medio derrapando en la arena, tuve que encajar las garras para detenerme. –¡El sol no me quema!-. Bajo de mi lomo estupefacta. Los rayos de luz daban contra su rostro y brazos descubiertos de lleno, obviamente me alegraba que no fuese así pero… Natsuki debería arder hasta convertirse en cenizas que se llevase el viento.


–¿Qué sucede? –. Pregunté cuando volví a mi apariencia de mujer.


–No tengo la más remota idea –. Dijo volteando la vista al cielo. –Con que así se ve el sol –.


Ese día ocurrido hace cien años descubrimos que el astro dorado, ese al que tanto habíamos temido durante incontable tiempo… No dañaba a Natsuki. Decir era desconcertante se queda corto, crecía la confusión junto con las dudas. Tiempo después, tras extensas investigaciones para encontrar un "porque", obtuvimos la tan anhelada respuesta: beber repetidamente mi sangre le hizo inmune al sol. No cabíamos en la alegría de saber que quedaríamos libres de ese límite, que dejaríamos atrás el miedo a los amaneceres, que por fin el tiempo jugaría solo en un bando y ese era el bando a nuestro favor.


-¿Estas lista para ir a la ciudad?-. Apareció Natsuki en el marco de la puerta. Su largo cabello peinado en una coleta que llegaba hasta donde la espalda pierde el nombre, con su flequillo y dos mechones enmarcándole el rostro. Vestía con un saco y pantalón formal negros, blusa de botones azul cobalto y zapatos cerrados impecablemente lustrados. Parándose con ese caracterizador porte suyo, la espalda siempre erguida, hombros rectos y mirada en alto, mirada que decía en mayúsculas: Elegancia, Superioridad, Poder. –Solo termino de abrochar mis agujetas-. Era el contraste de Natsuki en todos los sentidos; vestía un jeans suelto con cortes, una playera roja carmesí, chaqueta de cuero y zapatillas converse negras. –Listo-. Puse pies en el suelo abandonando la cama. Acomode la cadena que llevaba bajo la ropa, asegurándome el dije estuviese en el lugar que le correspondía.


Era de noche, alrededor de las 8:40 pm e iríamos a una librería que apenas tenía cuatro días de haber abierto. Caminábamos por la agrietada acera, tomadas de la mano como acto de cariño y costumbre adoptada con los años. En el área donde vivíamos se sabía éramos pareja y después de uno que otro pleito en los cuales Natsuki me detuvo antes de dejar en coma a los imprudentes ignorantes, nos respetaban lo suficiente como para reservarse comentarios desagradables. –Alguien nos está siguiendo-. Dijo Natsuki. Instintivamente olfatee el aire en busca de olores conocidos, ninguno me pareció familiar.


-¿Uno o más?-. Las pisadas de todos repentinamente hacían eco a mis oídos, pasos fuertes y seguros, pasos ligeros y tímidos, pasos neutrales que carecían de una huella en el mundo. Entre todos esos no lograba distinguir cuales pasos estaban tras los nuestros.


-Son 3-. De perfil, usando discreción en la acción Natsuki volteo hacia atrás. –Sólo sé que no son humanos-. Arrugo la nariz. Lo veía en su mirada, estaba disgustada por los anónimos susodichos. Frunció el ceño pensativo sin en ningún momento parar de caminar. A poca distancia de la librería dejaron de seguirnos. Pensé en no darle tanta importancia, era inútil estresarse a base de cobardes que se negaban a darnos la cara.


-Entra conmigo Shizuru. No quiero que te quedes afuera-. A esas alturas seguían sin gustarme las librerías, tampoco tenía odio hacia ellas pero estaban fuera de mis sitios predilectos. –Por favor-. Coloco su fría mano en mi mejilla.


-De acuerdo-. Entramos al lugar. Decenas de estanterías abarcando las paredes y formando pasillos; volúmenes de todos los anchos, texturas y colores; los lomos dejaban fácil adivinar si eran parte de antiguas obras o textos más actuales.


-Deberías ver, quizá encuentres uno que consiga llamar tu atención-. Sonrío al decirlo queriendo motivarme para hacerlo, provocando se me antojase besar esos labios tentadores. Paso la mano por el lomo de un libro colocado en la parte baja de la estantería. –Algún día conseguiré que te guste la lectura-. Quizá un día lo lograse tras tanta insistencia; Natsuki poseía una perseverancia digna de admirar. Suspire expresando un: Suerte en eso. Y, en respuesta río ligeramente olvidando por un pequeño instante, casi inexistente, que al reír así exponía sus colmillos.


Por darle una oportunidad a su petición, o mejor dicho solo por ser ella quien me lo pidió, me separe de Natsuki y ronde por la librería, andando entre los extensos pasillos de estanterías. Agradecía los libros ya no tuviesen impregnado en sus páginas esos ligeros aromas a humedad y "guardado". Deteniéndome casi por inercia al ver la división que dictaba el nombre: "Terror". Siendo lo que era, pocas cosas podían parecerme terroríficas; después de lo visto en el mundo de la noche, escasas cosas, prácticamente nada, me parecían raras o extraordinarias. Teniendo curiosidad por lo que los humanos denominarían historias de terror, entre en ese pasillo.


Ya sea casualidad o causalidad tope con un lomo carmesí que llamo mi atención sencillamente por su intenso color idéntico al de la sangre. Estire el brazo para tomarle con una corazonada extraña metida en el pecho y… ó sorpresa la mía al leer el título: "El lobo de la capa roja". Remarcando la ironía en mis facciones sonreí y voltee el libro para leer lo que algún ignorante escribió creyendo saberlo todo sin saber nada.


"Aulló a esa que le hubo maldecido y entre fauces predicadoras de muerte masacro a más de un pueblerino inocente. Bestia descrita con ojos que resguardaban al infierno y pelaje castaño que se teñía de carmín. Comenzó la tragedia cuando la bestia saco de la hoguera a otra maligna creatura, un monstro de ojos verdes que se complacía bebiendo sangre.


Muchos temieron al lobo, que entre los humanos andaba tranquilamente vistiendo capa roja; muchos otros temieron a los ojos verdes que precisamente controlaban a la bestia.


Pero algo fue seguro… todos temblaban cuando aparecían ambos."


-Al parecer de verdad terminamos siendo un cuento-. Regrese el libro a la estantería, sintiendo que un peso me era retirado de la espalda. Esa historia la sabía sin tener que leerla y estaba segura que entre esas páginas encontraría más mentiras que verdades. Sacudí la cabeza despojándome de los recuerdos. El brillo de las antorchas encandilándome aún en memorias, gritos maldiciendo nuestra existencia y plata atravesándome el cuerpo. Grrrr, ¿Inocentes pueblerinos? Era un enigma como conseguían dormir teniendo tantas mentiras en sus bocas. Eso era tan falso como nosotras verdaderas. Con las manos en los bolsillos de mi chaqueta salí del pasillo, dirigiéndome a donde se supone encontraría a Natsuki.


-¿Encontraste uno que te interesara leer?-. Pregunto desde donde estaba agachada. A un costado ya tenía una pila con 7 libros, todos de un grosor ancho y seguramente contenido apto solo para lectores experimentados.


-No. Pero te confirmo que ahora si somos un cuento en toda la extensión de la palabra-. Coloco dos libros más en la pila y se levantó cargándolos fácilmente. El brillo en sus iris me gritaba que ansiaba llegar a casa para poder iniciar una extensa y prolongada lectura. Acercándome a su costado retire los libros de sus manos asiendo a la tarea de cargarlos todos yo.


-Sabía que pasaría-. Tomo dinero de su bolsillo, una buena cantidad de billetes que harían feliz al dueño de la librería. Salimos del local.


-Mascota-. Inmediatamente distinguí esa voz que en una sola palabra buscaba insultarme. Ajena a sentir saltar los nervios o el pánico. Extrañamente, estaba en un estado neutral. Relaje los puños en un intento por no recurrir directamente a la violencia.


Girando sobre mis talones di la vuelta. Natsuki hizo lo mismo, encarando ambas a Reito y Takeda. –Que bien, te adiestraron para ser también un sirviente además de mascota-. Indico Takeda con la vista la pila de libros que cargaba, exponiendo colmillos fuera de los labios que se curveaban burlonamente. Hace medio siglo que teníamos la suerte de no coincidir con ellos. Antes de decir cualquier cosa, desvié la mirada a un tercer individuo. La neutralidad se fue a volar muy lejos, brotaron los instintos asesino y juraba que ahí si le desgarraría la yugular a esos vampiros infelices.


Las personas, ajenas a esa escena que estaba iniciando entre dos grupos confrontados a través de los años, pasaban caminando e ignorando cualquier problema que pudiese surgir en las calles… total, solo éramos cuatro jóvenes que quizá solo tendrían una "pequeña pelea" que "no le importaría a nadie". –Libérale-. Pronuncie a secas, sin rodeos ni explicaciones pues era perfectamente entendible a que me refería. La garganta iba secándoseme. Los libros en mis manos aumentaron su peso.


-¿De qué hablas escoria?-. Se hizo el desentendido Reito. Aun buscaban provocarme, ahora si sabiendo que podría entrar en fase cuando se me diese la gana. Ansiaba encajar los colmillos y garras en su cuerpo para por fin deshacerme de ellos.


-Libérale-. Ahora fue Natsuki quien lo dijo. Sus pupilas abismales observaban fijamente el cuerpo "oculto" tras ellos dos. Se dejó entre ver una relativamente pequeña figura. Cabello negro, corto y despeinado en forma de picos que apuntaban a distintas direcciones; ojos melancólicos poseedores de color dorado y en su cuello el maldito collar que le obligaban a usar. –Libérale- Repetimos al unísono, indignadas y molestas por tal insulto.


-¿Por qué te molestas Natsuki?-. Takeda inclino el cuello y entrecerró los ojos. –Es solo nuestra mascota-. De una patada obligo a la pequeña figura a avanzar. Sentí compasión al escucharle soltar un débil quejido y ver las cicatrices que intentaba ocultar bajo la ropa. Técnicamente apenas un cachorro, sobretodo comparándole conmigo.


Natsuki dio dos pasos enfrente, imponiendo su persona a los otros dos vampiros e hizo retrocedieran siendo ellos inconscientes de tal hecho. –Takeda, Reito-. Siseo al hablar, prometiendo en aquel tono recurrir a la violencia si se le llevaba la contraria. –Más les vale dejarle aquí e irse ahora mismo-. Gruñí, solo por reflejo de mi naturaleza- Voltee a ver al cielo, un rápido vistazo en el cual enfoque a la luna llena entre cubierta por las nubes.


Perdidos en nuestro propio mundo, los cinco fuimos avanzando hacia las penumbras de un solitario callejón sabiendo a ciencia cierta sería inevitable un pleito del que ningún lado saldría completamente librado. Fuera de la vista de los humanos, rodeados de un putrefacto aroma a basura que me quemaba las fosas nasales, con el débil sonido de goteras y el chillido de las ratas. -¿Por qué tienen a una lycan?-. Pregunto muy molesta Natsuki; si inclusive un ciego notaria que el trato recibido por mi hermana de la luna era uno inapropiado, cruel y sádico.


-Le encontramos por ahí, y, ya sabes, pensamos que podría ser un útil sirviente/mascota-. Destilaba un profundo odio dedicado a toda mi especie. Un temblor embargo mis extremidades, cruzo mi abdomen revolviéndome las entrañas e hizo sentir se sacudió cada uno de mis huesos; ya sabía era la ira repartiéndose en cada célula que me perteneciese. Contemple en medio de la oscuridad como Takeda del bolsillo extrajo pequeño artefacto y le acerco a la lycan. Grito subió al cielo perdiéndose en la fría noche, seguido de un débil quejido y el comienzo de un lloriqueo. –Natsuki, tienen plata-. Otra cosa no haría gemir con esa agonía a la indefensa creatura.


-Te advertí que si volvías a cometer una estupidez-. En tono bajo pronuncio Natsuki. –La inmortalidad de la que tanto presumes llegaría a su fin-. Podía jurar segura de ello, que el imbécil sencillamente fue demasiado lento para percatarse de que Natsuki llego a su lado en un parpadeo y usando la fuerza suficiente para arrancarle la mano le arrebato el objeto de plata. Una ola de placer me embargo al escucharlo gritar por perder parte de su extremidad. Tales gritos y nadie se asomaba al callejón, ni si quiera para calmar su morbosidad, ¿ven cómo eran los humanos? –Quiero matarte, pero sé que Shizuru lo ansía más que yo-. Sin ninguno de nosotros darnos cuenta a tiempo, Reito se esfumo del sitio abandonando al que declaraba como inseparable compañero. En una esquina la lycan permanecía en una especie de estado de shock, abrazándose así misma con mirada desenfocada e incrédula.


Otro rápido vistazo a la luna, como pidiéndole permiso a mi señora plateada para convertirme en la asesina de aquel vampiro, y, al verle totalmente despejada de la nubes le tome como una respuesta afirmativa. Baje la mirada sonriendo de la misma forma que él me sonreía al decirme mascota. Camine hacia Takeda, quitándome mi chaqueta indispuesta destrozarle en el la transformación. Natsuki le aventó contra la pared en fuerte estruendo.


Ardió la sangre queriendo combustionar me las venas en una especie de explosión; y, con un aullido anuncie el pelaje ya me cubría la piel. Parándome en las patas traseras, mostrando en todo su esplendor a la creatura que colocaba un punto medio entre mujer y loba.


Despojado de la plata que portaba anteriormente, la osadía se esfumo dejándolo como el cobarde que era. Retrocedió en el suelo, apegando la espalda a la pared. Solo no sudaba en frio porque era biológicamente imposible para él.


Takeda observaba suplicante a Natsuki, rogándole que le salvase de sucumbir a la muerte que me encargaría de hacer dolorosa. Ella simplemente alzo la mirada en gesto de superioridad, para, después sonreír sádicamente queriendo terminar de hundir al vampiro. –Jamás me caíste bien Takeda-. La cara del susodicho se deformo en una mueca de horror puro. Avance hacia él gruñendo más fuerte de lo común.


-Nat… Natsuki-. Tembloroso dijo el nombre de mi vampiresa oji-verde.


-No oses pronunciar mi nombre, basura-. Natsuki retrocedió cinco pasos, alejándose de la escena a una distancia en la que pudiese contemplar todo sin salpicarse de sangre.


Y consiguientemente a eso, abrí las fauces y agregue otro nombre a mi lista de difuntos.




Regresamos al departamento; le había pasado sus libros a Natsuki, y, yo cargaba a la lycan de dorados ojos en mi espalda. Dispuestas a remediar lo que dos insensatos causaron. Por fortuna a la entrada del edificio no había nadie, se encontraba en su totalidad solo. Pasamos tranquilamente camino a las escaleras y subimos hasta el piso en el cual habitábamos. Seguras entre esas paredes, nos encargamos de quitarle ese odioso collar que me marcaba como una mascota.


La lycan a la que salvamos era tan solo una adolescente, si se ponía en años de la señora luna, tan solo una cachorra. Por nombre tenía Mikoto y, nos agradecía teniendo cada palabra colmada de sinceridad y aprecio.


-¿Ustedes son pareja?-. Pregunto inocentemente tras su cuarto plato de comida. Expirando curiosidad e intriga.


-Así es, ya hace más de un siglo-. Contesto Natsuki desde su silla en la mesa. Mientras Mikoto había estado inconsciente, me confeso sentía necesidad por ayudarle y le generaba un sentimiento de confianza desde el primer avistamiento. Yo solo sonreí, una vampiresa que ya había salvado a dos lycans solo porque le parecía lo correcto. Sin duda, era afortunada por ser la pareja que estuviese a su lado.


-Se ven lindas juntas-. Sonrió abiertamente Mikoto.


Teníamos dos cuartos extra sin utilizar, podríamos darle uno a la pequeña. Natsuki quería cuidarle, yo quería hacer lo mismo y al parecer le caíamos muy bien a Mikoto. ¿Por qué no dejar que se quedase con nosotras?


Sonó el timbre de la puerta. Extrañada, pensando que un vecino nos vio y preguntaría si estábamos bien o por morbo iba a investigar que estábamos haciendo, fui a la puerta. Puse la mano en el picaporte, girándolo por inercia y abrí. Me sorprendí mucho al verle ahí parada.


-Mai-. Le abrace y me correspondió.


-Necesito su ayuda Shizuru-.




Ya el siguiente sera el último capitulo. Les voy avisando...


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