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Loba castaña por Verdadero98

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LOBA CASTAÑA


CAPÍTULO 2


Natsuki dedicaba los días a hablar conmigo logrando distraerme del dolor que las heridas me causaban; compartiéndome historias originarias de otras tierras, narrándome sobre antiguas aventuras que en los años recorridos había podido unir a su antología personal, contándome de cosas que le gustaría llegar a hacer algún día de su inmortal vida, confiándome de a poco la historia que guardaba bajo cerrojo para otros y… alejándose de los dos vampiros que eran su compañía antes de conocernos. Atendía ella misma mis heridas que, por culpa de la plata usada para infringirlas, tardaban tortuosos días en recuperarse pese tener el manto de la luna sobre mí de nuevo; al mismo tiempo, aunque no lo dijese, me cuidaba de esas dos presencias que podía sentir pasaban caminando fuera de la puerta, esperando a que saliera para destrozarme. Lo ideal hubiese sido entrar en fase para que la curación fuese más rápida y efectiva, desgraciadamente, seguía en un estado poco apto por no decir que me imposibilitaba para realizar la metamorfosis. Natsuki me rebelo que sentía curiosidad por verme 100% convertida en mi naturaleza interior.


-¿Por qué quieres ver tal cosa?-. Pregunte también intrigada, la lógica seria que para ella fuese mejor yo no entrase en fase dado que ahí mi poder sería muy alto, lo suficiente para darle batalla. Obviamente, el mismo agradecimiento que sentía era razón suficiente para ni siquiera pensar en hacer tal monstruosidad.


-Porque quiero conocerte mejor Shizuru-. Entonces le prometí que cuando tuviese de vuelta mi estado normal, y por lo tanto, mi salud en un grado aceptable, le mostraría como me veía al revelarme como hija de la luna. No me importaba lo que muchos dijesen, jamás consideraría una maldición los colmillos y garras que me habían sido obsequiados al nacer, no presentaría quejas antes el pelaje que me recubría la piel pues aullaría orgullosamente a mi diosa de plata.


Me acostumbre a verle bebiendo elixir carmesí de copas cristalinas, observando como debes en cuando una pequeña gota escapaba entre la comisura de sus labios. Me acostumbre e incluso cogí gusto por la comodidad a las constantes penumbras que el sol jamás tocaba, en esa habitación a la cual Natsuki hacia favor de introducir alimentos para mí. -¡Estas alimentando a una bestia que podría matarnos!-. Un fuerte grito se escuchó fuera de la habitación, reclamando furiosamente a Natsuki. Culpa bombardeo mi pecho sabiéndome responsable de frecuentes encuentros entre los bebedores de sangre. Innegablemente yo era la manzana de la discordia en ese sitio.


-No es una bestia. Es Shizuru-. El peso de la culpa se aligeraba una pisca cuando ella defendía mi nombre, era una alegría que nacía cual brote primaveral en mi pecho sabedora de que en detalles me anteponía a los suyos propios. ¿Estaba siendo egoísta? Si así era, pues lo aceptaba gustosa: Yo quería a Natsuki solo para mí. –Y ella no me haría daño-. Eso podía garantizarlo. La puerta se abrió dejando ver su esbelta figura; cambio de esa expresión mortalmente seria a una sonrisa lo suficientemente cálida para entibiarme el animó. –Disculpa por eso-. Menciono consiente de que mis oídos me permitían escuchar perfectamente todo lo que aconteciese cerca de esas cuatro paredes.


-No te preocupes. Gracias por traerme la comida-. Cortésmente me ofreció el plato de carne.


Ella cogió un gusto particular, gusto que a otros podría parecerles terrorífico tomando en cuenta quien era la propietaria de dicha preferencia; acostumbraba escuchar el latido de mi corazón. –Es un latido cálido-. Dijo recargando la cabeza contra mi pecho, atenta al ritmo que imponía mi corazón cual si este fuese una melodía privilegiada dada por dedos maestros en arte musical. Adoraba el tacto gélido que producía su cuerpo al más mínimo roce con el mío.


Una vez me había advertido mi madre, que los vampiros poseían la habilidad suficiente para en una mirada enamorar a los humanos; aunque, los lycan podríamos estar tranquilos al ser inmunes ante ellos, ante sus juegos y modos de encanto. Contemplando los verdes ojos de Natsuki, apreciando sus pupilas y perdiéndome en su iris me hacía una pregunta que desencadenaba otras dos. ¿En verdad era inmune?, cada hora surgía dicha duda; quizá ¿Natsuki era una vampiresa muy especial? O… ¿yo una lycan con debilidad por Natsuki? Sea cual fuese la respuesta mientras ella me siguiese viendo no importaba.


Aunque también, mi padre de otra cosa me advirtió. Con labios cuidadosos y escogiendo bien las palabras que me dirigía al ser solo una pequeña, rebelo que habría un momento en el cual quizá, solo quizá, yo intentase matar a quien fuese que estuviese por ejercer influencia en mí. Defectos de ser lycan, fue lo que me dijo, no creas del todo en ello pero tampoco le ignores por completo, dijo.


Recibimos la desagradable noticia de que un vampiro había sido ejecutado en plena plaza principal, a ojos de todos los pueblerinos, carente de cualquier oportunidad de sobrevivencia. Natsuki contuvo el enojo por tal acción cometida injustamente; vi en primera instancia como lucho contra sus instintos por no ir y descuartizar a los estúpidos humanos. Ella sabía el vampiro era libre de delito, muriendo no por una sentencia justificada, si no que asesinado por ser lo que era. Por primera vez ci como las pupilas semejantes a abismos se expandían devorando los iris. –No vayas, por favor-. Le pedí personalmente, rogando por dentro lograr se quedase, ir significaría arriesgarse al mismo destino. –Te necesito Natsuki-. Pronuncie, también por primera vez.


Cuidadosamente poso ambas manos en mis mejillas haciendo alzara el rostro para que nuestras miradas tuvieran mutuo encuentro. Su pulgar derecho delineo mi mentón lentamente, trazando su propio camino. -¿Me necesitas?-. Fresco choque de su aliento contra mi piel, convirtiéndose en una especie de adicción todo lo que tuviese su aroma. ¿Le necesitaba? Si, le necesitaba como a ninguna otra cosa.


-Si. Te necesito Natsuki-. Le dije por segunda vez, de forma clara y persistente; declarando abiertamente la dependencia y necesidad creadas hacia la vampiresa oji-verde. La mirada que me dedico lo decía todo, dibujaba cada rasgo de mis facciones con sus iris, guardaba en pestañas ese cómodo y corto silencio. Despedí el instinto de supervivencia, mande todos y cada uno de mis instintos a volar muy lejos permitiéndole acercarse a mi cuello entre rozando la piel de este con sus colmillos. Ligero inclina miento bastaría para tener dentro a Natsuki y, antes de que eso sucediese cerró sus labios depositando beso en el costado de mi cuello.


-Entonces, me quedo-. Un beso más significativo que el propio de amantes en labios, un beso de promesa silenciosa, un beso para recordarlo siempre; ese fue el beso depositado en mí cuello. –Shizuru-. Contradiciendo el actuar de mi naturaleza, moví la mano derecha buscando tocar su pecho que aunque tenía textura de dura roca a mis dedos pareció el cielo en vida. Sonriéndome mantuvo el contacto visual, solo así, ambas en el que era el inicio de nuestra historia.


-Hay una voz en mi cabeza-. Soltó mi rostro rompiendo el contacto físico pues al mismo tiempo retire la mano de su pecho.


-¿Y qué te dice?-. Esa voz me decía que pusiese en uso la razón y me apartase de los vampiros, me decía que me alejase de Natsuki, que no cállese en esa mirada verde, que no creyese las palabras de esa boca, que no desease su gélido tacto por las noches. Decía muchas cosas, todas concordantes en que despidiese a la vampiresa de mano compasiva.


-Cosas que no obedeceré-. Respondí sonriendo satisfecha con el razonamiento de olvidar la razón. Bienvenidas fuesen la locura y ruptura de lo existente, bienvenido fuese ese brote de emociones que me palpitaba en el pecho cada segundo a su lado.


-Eres una lycan muy singular Shizuru-. Tras esas palabras volvió a colocar su mano en mi mejilla, observándome a profundidad, retratándome con la mirada mediante trazos de cariño.


-Y tú una vampiresa nada usual Natsuki-. Sonrió mostrando su perfecta dentadura enmarcada en unos labios que me llamaban sin penas ni recatos. ¿Era ella consiente de como resultaba ser mi más grande tentación? Mi pecado por cometer, mi perdición abismal y mi salvación celestial.


-Creo que estas en lo cierto-. Acomodo un mechón de cabello detrás de mí oreja izquierda. –Dime una cosa-. Asentí animándole a que procediese con su pregunta. -¿Estas dispuesta a intentar esto? ¿De verdad quieres intentar algo conmigo?-.


-Si-.




Habían pasado horas desde que Natsuki hubo ido al pueblo, las suficientes horas como para ya estar de regreso. Sin embargo ella no volvía y la angustia se formaba dentro mío, dándome un pésimo presentimiento que no estaba dispuesta a tolerar. Hice uso de gran fuerza de voluntad para levantarme de la cama, sintiendo la espalda escocer y doler pese estaba cicatrizando. Al dar los primeros pasos, la coordinación fue adecuada al igual que el equilibrio, el problema fue que el sonido de un goteo envió alerta a mis sentidos; baje la vista deseando que no fuese lo que creía, maldita la suerte que arrastraba, esa gota, esa pequeña mancha en el suelo era precisamente color escarlata. Trague maldiciones amargándome la garganta. Al demonio. Iría a buscar a Natsuki.


Teniendo el cuerpo vendado en gran parte, creo que en su mayoría de hecho, con una mancha de sangre en la espalda que pese ser muy pequeña probablemente pronto empaparía las vendas, y, aun sin contar con toda la fuerza que me correspondía de origen; tome una capa negra, de esas que los viajeros y comerciantes solían usar en los caminos del bosque, para cubrirme en lo posible, no del frio ni de la lluvia, si no que de aquellos ojos curiosos que acostumbraban vagar en busca de nuevas habladurías.


En otro tiempo, quizá habrían sido los compañeros de Natsuki quienes fuesen a buscarle al ver que no regresaba; pero, susodichos decidieron separar sus caminos del de Natsuki dos semanas atrás mencionando que no permanecerían en el mismo sitio que una bestia salvaje. Insistí a ella, prometiendo que no tendría problemas en marcharme si me lo pedía; claramente mi ultimó deseo era apartarle de sus compañeros. "La inmortalidad es muy prolongada, que se marchen si así lo desean. Ciertamente, prefiero por mucho tu compañía Shizuru".


Caminando lo más rápido que me permitían mis piernas faltas de ejercicio, salí de la "madriguera" de Natsuki recibiendo por primera vez en semanas la luz de la luna. Soplo el viento nocturno enfriándome el rostro en cuestión de segundos; y, removiendo las copas de los árboles que daban grandes sombras convirtiendo la noche en ambiente aún más oscuro. Apretando la tela de la capucha entre mis dedos, aspire el aroma de Natsuki que se impregnaba en la prenda y emprendí ruta al pueblo bajo la presencia de las estrellas. Ignore el frío que me calaba los huesos y la lluvia que parecía querer clavárseme en la piel cual pequeñas dagas. Esas cosas anunciaban la llegada de prometedora tormenta. –Aun no puedo creer que esas creaturas estén entre nosotros-. Dos hombres caminaban en medio del bosque, cargando herramientas de cacería y el cuerpo de un pequeño venado. Veía las manchas de lodo y sangre en sus ropajes, mientras que, en los aun abiertos ojos del difunto animal todavía podía apreciarse su última expresión de miedo. –Escuche que esta noche ejecutaran a otro-. Golpeteo mi corazón dolorosamente por una sola oración, acelerándoseme la respiración en el proceso. –Decían que era un monstro de ojos verdes-. Tronaron las ramas bajo mis pies al momento que salí corriendo velozmente decidida a llegar al pueblo. Jadeaba y el sudor me bajaba por todo el cuerpo en reacción a los nervios presentes, temiendo que efectivamente la creatura de la cual hablaban fuese Natsuki, poseyendo arraigado miedo de no llegar a tiempo en dado caso.


Al pisar la plaza del pueblo había gran cantidad de personas ahí reunidas, todas presenciando un solo acto, todas cargando antorchas que les iluminaban el rostro de desprecio con que miraban el suceso. Ese fuego ardía aun estando bajo lluvia, como alimentado por la ignorancia y egoísmo de esas imprudentes almas predicadoras de desgracia. Queriendo lograr controlar los desenfrenados latidos, di paso tras paso hacia el centro, quedando cada vez más cerca. -¡MATENLA!-. Era el grito que daban todos. -¡QUEMENLA!-. Exigían profesando crueldad en cada silaba. Por medios desconocidos conseguí callar el grito que me desgarraría la garganta y en su lugar me mordí los labios al ver que el cuerpo que tenían ahí encadenado si era el de Natsuki.


Levanto el rostro permitiéndome que se cruzasen nuestras miradas; di un paso enfrente dispuesta a pelear contra cada uno de esos estúpidos para liberarle, y, ella negó con la cabeza previendo mis intenciones. En medio de las antorchas y gritos; movió sus labios diciendo: Márchate. Sálvate. Déjame. Vi la súplica en esos ojos que siempre veía tan seguros, suplicaban que diese la vuelta, ¿Cómo podría haber hecho eso? ¿Cómo podría darle la espalda? ¿Cómo ignorar su muerte? ¿Cómo permitir se convirtiera en cenizas?


-Preguntare solo una vez más-. Juro que anhelaba las miradas pudiesen arrebatar la vida, para ser capaz de asesinar al hombre que hablaba con tanto repudio y superioridad a Natsuki. -¿Dónde se oculta tu mascota?-. Creo sentí congelarse el tiempo al saberme culpable de lo que sucedía, como si la vida diese un paro a las cosas única y especialmente para dedicarme duro golpe. -¿¡Donde está la lycan castaña!? ¡HABLA REPUGNANTE VAMPIRO!-. Con una de las herramientas usadas por los mineros, dio feroz y brutal golpe al abdomen de Natsuki. La mueca de dolor compuesta por sus facciones dejaba en claro que sufría; el desgraciado alzo la herramienta ansiando dar otro golpe. Los labios de ella se mantuvieron sellados ante el hombre, más, sus ojos me gritaban diese la vuelta al presenciar que le llevaba la contraria y me acercaba entre la multitud. Me hervía la sangre dentro de la venas amenazando con hacerlas combustionar, viajando a través de todo mi sistema la mescla de furia y rabia consiguiendo se disparasen las emociones a niveles inexperimentados hasta entonces. Los colmillos crecían en mi boca que, dentro de poco seria un hocico. Las extremidades comenzaban a doler producto del cercano cambio. Rabie cayendo lentamente en el concepto de bestia. Por instinto desvié la mirada de su agónico rostro para enfocarle en las puntas de sus dedos, estos se encontraban carentes de uñas y manchados con un líquido negro. (Lo que vendría siendo la sangre de Natsuki)


-¡MUERE ENGENDRO DE SATANAS!-. Alzo el brazo listo para tirar la antorcha sobre la paja que rodeaba a Natsuki. Las luz desprendida por dicha antorcha a mis ojos solo fue la malicia representada en brillos rojizos y amarillentos.


Libere aullido que hizo eco en la noche, superando a cualquier otro sonido, obligando a todos los presentes a sentir escalofríos recorriéndoles. ¿Miedo? ¿Miedo querían sentir? Pues se los haría conocer si tanto insistían en presenciar monstruos.


No hubo par de ojos que no enfocasen en mi la mirada.


-Márchense ahora-. Mi voz ya era resultado de la mescla entre mis dos seres, estando mucho más cerca de los gruñidos pero perfectamente entendible. Cumplí con advertirles y ni así emprendieron retirada.


Experimente dolor, intenso y palpitante dolor al obligar a mi cuerpo a cambiar de forma sin estar recuperado por completo. Nació el terror en ellos al contemplar que aumentaba de tamaño bajo la capucha, al observar que esta comenzaba a destrozarse abriendo paso a la hija de la luna. -¡UN MONSTRUO!-. Grito temerosa y escandalosa una mujer con antorcha en mano. El pelaje me iba surcando la piel, recubriendo todo a su paso. -¡ES LA LYCAN!-. Vocifero un hombre poniéndose pálido. Mis garras se apoyaron contra el lodo, enterrándose en las entrañas de la tierra.


Cegándome por el enojo, me deje dominar por los instintos al ver que aquel osaba tirar la antorcha en la hoguera de Natsuki. Aullé deseando hacer sangrar los oídos de todos al yo escuchar el grito que a ella le destrozaba la garganta. Su expresión de dolor era más real y "humana" que el podrido corazón de esas bestias. Flexione los músculos de las patas dando salto con el cual quede frente a ella, asiendo temblar la tarima de madera y provocando volase paja incendiada e diversas direcciones. De un zarpazo aleje al hombre, consiente de tener su sangre en la punta de mis garras; enseñando los colmillos más que dispuesta a desgarrarle la garganta con el hocico.


Ordenar prioridades, siendo mi prioridad alejar a Natsuki de las llamas que podrían matarle, además de marcharnos antes que el sol asomase en el horizonte. Rompí las cadenas que aprisionaban su cuerpo en un solo movimiento. Ella estaba demasiado herida, tan herida como yo cuando precisamente fue ella quien me salvo.


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