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Si Thorin no hubiera muerto. por Brauneaugen

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Notas del capitulo:

Hallo. Eh aquí la siguente parte. No las interrumpl más, pasen y lean.

Una ducha, afeitarse, tomar aspirinas para el dolor de cabeza, vestirse por primera vez con un traje por propia voluntad, tomar sus llaves y salir a la oficina. ¿Por que lo hacía? Si nada había cambiado mas que su secretaria.

Una ducha, peinarse, hacer gestos en el espejo como un niño, ponerse la colonia más cara que tenia y que recién había comprado, tomar café y salir a su trabajo. ¿Porque estaba tan nervioso? Solo era su jefe.

Ser rico tenia sus ventajas, tener chofer era una de ellas. Mientras se relajaba en el a ciento trasero, iba escuchando musica clásica a todo volumen. Sonata claro de luna.

Sus oídos estaban llenos con rock alternativo, sus manos en el volante y si vista fija al frente. Amaba esta musica, la velocidad y que todos lo miraran extrañados.

Se estacionaron al mismo tiempo y casi en el mismo lugar, pues estos ya tenían marcados los cargos en una placa. Ambos, en cuanto se bajaron de sus vehículos, se vieron sorprendidos. ¿El, en un transporte así y escuchando esa musica?. Se preguntaron ambos. Por la primera impresión, la cual había sido hace unas escasas 24 horas, los había traicionado.

-Hola- dijo el escritor.

-Hola- respondió sin mucho interés, aunque en su interior le dio gusto la valentía del rubio en saludarle. El único que lo ha hecho, pensó- Camina conmigo- ordeno siendo seguido por el rubio- Necesitó que hagas dos informes, calcules algunos ingresos y me ayudes a escribir un discurso.

-Si, claro. ¿Solo eso?- pregunto al llegar al elevador. Algunas personas los observaban confundidos- ¿Por que nos miran así?- cuestiono cuando las puertas se cerraron-

-No te preocupes. La gente es idiota en cualquier lugar- esto hizo reír al ojo gris- Sí en el día sale mas trabajo yo te avisare.

El ambiente en ese aparato de metal era tenso, tal vez por que no se conocían mucho, pero no era el silencio un silencio incomodo. Algo mas era el responsable de esto. El olor de la colonia del rubio le gustaba demasiado al azabache, y este a su vez, hacia al rubio temblar con su sola presencia. Gracias al cielo, pensaron al ver las puestas abrirse de nuevo 

- Bueno. A trabajar. Por cierto, -me gusta el olor de tu colonia- Nada. Olvidalo- No dijo lo que quería decir y esto le dejo un extraño sentimiento a el y al escritor.

La oficina de Martín estaba dentro de la de Richard. Prácticamente era un armario con bastante espacio y luz natural, pues al igual que la de su empleador, esta tenia una enorme ventana.

En la hora del almuerzo, ya tenia listo medio trabajo. Al salir de la la oficina se encontró con su jefe durmiendo. Su cara se veía pacifica y calmada. No quería despertarlo pero tenia que hacerlo.

- Ejem- murmuró sin  resultado alguno- Disculpe- dijo mas alto, pero solo consiguió un leve movimiento. Se acerco a su silla lentamente, su mano tardo en apenas tocar el aire que rodeaba el cuerpo del ojizarco, solamente rozó su mano con su hombro. Pasando demasiado rápido, termino con la espalda sobre el escritorio, su jefe entre sus piernas mientras sujetaba la mano con la que lo había rozado, el azabache estaba jadeando y parecía entender la situación tanto como el rubio: al cero por ciento.

- Y-yo, l-lo siento. V-venia a decirte q-que es hora del almuerzo- dijo tartamudeando- Le quería preguntar s-si iba a comer a-aquí o...-añadió sin poder terminar, puesto que su jefe se había ido a la otra esquina de la habitación.

-Sal de aquí - dijo cuando se pasaba la mano por su cabello-

-¿Éstas bien?- pregunto menos nervioso-

-¡Que salgas de aquí!- grito señalando la puerta, el escritor se levanto y salió lo más rápido que pudo-

-Parece que ya se están conociendo- dijo la misma mujer que había entrado  a la oficial a decir que tenía una junta- Subete el suéter y arreglate esa camisa. La gente podría verte y sospechar. Agradece que ya no hay nadie aquí Martín tenia una manga de su suéter beige hasta el codo, mientras su camisa estaba desfajada y desabotonada en la orilla. Su rostro se sonrojó al imaginar que pensarían las personas al verlo de esa forma-

-Gracias- susurro-

-No. Gracias a ti. Me libraste de su mal humor.

Se sentía extraño, no estaba asustado ni enojado, solo se sentía raro. Había pasado tiempo desde que la gente lo tocaba con tanta confianza. Normalmente no dejaba que nadie lo hiciera. Siempre agarraba las manos de las mujeres con las que se acostaba. La peor era pensar en la posición en la que se encontró al despertar. Prácticamente le había quitado la camisa, se había metido en medio de sus piernas y sujetándole la mano con tanta fuerza que seguramente le había dejado una marca en su muñeca. Sabia que solo estaba intentando ser amable. Mas tarde hablaría con el, le diría que no lo hiciera más, más no le pediría perdón, el lo había tocado y eso ameritaba consecuencias. 

Después de una hora. En la que Martín había salido a comer, solo, en un restaurante. En la que Richard llamó a el restaurant de comida china y comió solo en su oficina.  Ambos se encontraron de nuevo. El rubio estaba nervioso y no sabia como reaccionar, el azabache estaba tranquilo.

-Necesito decirte algo.- dijo con voz serena-.

-N-no es necesario. No tienes que disculparte.-contesto el rubio-.

-No me iba a disculpar- replicó- Te quería pedir.No, mas bien ordenar, que jamas me vuelvas a tocar sin mi autorización. ¿Entendido?. No quiero que me toque un simple secretario como si fuéramos iguales.- añadió con tono severo. El ojigris solo atino a dar un Respingo.-Ahora regresa a trabajar- el escritor regreso a su oficina con la mirada en el suelo.

Sabia que había actuado con una actitud terrible, pero no podía soportar ser tocado sin que reviviera el pasado.

No, no lo haría. No lloraría. Sólo había sido un regaño, de su jefe, aun así no podía evitar rememorar los de él.

Ambos descansaban en sus oficinas. El ojizarco no tenia más que hacer que esperar que el otro acabara su trabajo, pero el rubio ya lo había terminado, sólo que no quería verlo. Tenia que ayudarle a escribir un discurso. Y no era solo por lo que había dicho, sino que su sola presencia le alteraba. En cambio, el azabache quería acabar con esto lo antes posible y sin prórrogas, ya que, si bien le había tratado mal, no lograba entender por que notaba cosas que le gustaban en el escritor, tales como su olor.

Suspiro frente al picaporte, lo giró y empujo la puerta. Salio temeroso de su oficina. Al ver esos ojos azules se le cayeron las cosas de las manos.

Al ver al menos cruzar la puerta, sonrió solo un segundo antes de darse cuenta de que lo estaba haciendo. Se levanto a ayudar al ojigris a recojer sus cosas.

-Yo lo levanto- dijo al arrodillarse-

-N-no es necesario- seguia sin comprender por que reaccionaba así de nervioso-

-No te estoy pidiendo permiso- indico. Un leve toque producto de que ambos querían coger una hoja, envió escalofríos a el cuerpo de ambos. Se quedaron mirando durante un momento. La mira fija en la del contrario. Observando las expresiones del otro.- Esta bien. Todo listo.- fue el azabache quien rompió el momento.-¿Vienes a hacer el discurso?.

-S-si. ¿Sobre que tema es?-pregunto intentando calmar su ritmo cardíaco-

-Sobre la empresa y sus funciones, la forma en la que afecta a las personas y a la naturaleza.

-Entendido- camino hacia el escritorio y se sentó en la silla del cliente- En un momento puedo escribirlo- tomo un lápiz y se dispuso a empezar su trabajo, sin embargo, la voz de su jefe lo interrumpió-

-No quiero que lo escribas tu solo. Te pedí ayuda. No soy tan inútil ¿sabes?.- dijo con un dejo de diversión- Trae tu silla a mi lado- indicó seguido por la torpe acción del secretario, el cual casi cae intentando mantener el equilibrio con los materiales en el asiento, la risa del mayor se dejo escuchar y el sonrojo del rubio se dejo ver.- Podemos comenzar con algo como: Bienvenidos a esta reunión con motivo de...-

-Si, me parece bien. También podría incluirse una anécdota.-

El resto del día se fue mientras continuaban escribiendo. Al terminar y mirar el reloj, se dieron cuenta de la hora.

-Ya es tarde- murmuró el ojigris-

-Apenas es la una- sonrió de lado- no me digas que te duermes a las dies de la noche.

-No, no hago eso. Es solo que mañana nos levantamos temprano- dijo encogiéndose de hombros-

-Mañana voy a llegar a las 7. Esta vez tengo mas cosas que hacer.

-Esta bien. Llegare a esa hora.

-No me refiero también a ti- se levanto de su silla y caminó hacia el perchero-.

-Si usted tiene trabajo significa que yo también.

-Da igual. Llega a la hora que quieras- dijo mientras se ponía su abrigo-.

A pesar de haber salido antes que el rubio, decidió esperarlo en la puerta. Todavía había luz en algunas oficinas. Casi no noto la puerta abrirse detrás de él.

-Vamos- caminó sin darle oportunidad de hablar al menor.

Se dispideron en el estacionamiento. La estancia en el elevador no había sido tan incomoda como la ultima vez. Tal vez era por que se habían conocido un poco más. Pero solo era un día, y un día no basta para contar toda una historia.

Martín subió a su motocicleta y se puso su casco. Richard subió al aciento tracero y se dejo caer en el. Ambos condujeron hasta sus respectivas casas. Un apartamento mugriento y una casa demasiado ordenada. 

Los hábitos para dormir eran totalmente opuestos. Mientras el rubio comía un aperitivo nocturno, el azabache fumaba su último cigarrillo del día. Después de escribir la próxima trama de su libro, se fue a dormir. Posteriormente a ver televisión por un tiempo, se fue a dormir.

Los sueños de ambos fueron tan extraños que los hicieron despertarse sudando frio.

El sueño de Martín era sobre él y otro hombre, al cual no conocía. Estaba sentado en un trono, podía escuchar varios llantos, tanto de mujeres como hombres. El asiento era frío y grande. Volteo en busca de una persona, mas no había nadie ahí, sólo él y aquél trono. Los llantos se hicieron más fuertes, se sentía aprisionado. Sin saber por que el también comenzó a llorar. Vio las ropas que llevaba, eran extrañas, su vista se cubrió con una neblina mientras su mano era acogida con cariño. Al volverse hacia aquella persona despertó. Llorando y sudando.

El sueño de de Richard era sobre él y mucha, demasiada sangre. Estaba recostado en una tina de baño, las paredes eran blancas y limpias, pero el agua no. El color rojo le llegaba hasta el pecho, tenia las manos en las esquinas de la tina, se intentó mover pero no lo logro. Comenzó a gritar por ayuda, parecía que no tenia voz, pues nada salia de su boca. Intento pararse, no pudo. Intento pensar, tampoco pudo, puesto que parecía que la habitación se iba deteriorando con el paso de los segundos. El agua subía y subía, hasta llegar a su barbilla. Desperto con la respiración entre cortada.

Las cosas que ambos hicieron para olvidar esto prueba que ambos son totalmente diferentes. El ojizarco se levanto por una cerveza y un cigarro, viendo documentales en cable y pasando toda la noche despierto. El ojigris fue a la cocina para tomar un poco de agua, se recostó en su cama y se quedo pensando que significaría aquel extraño sueño.

Al siguiente día. Martín fue a trabajar como le correspondía, a las 7 am, olvidando el sueño casi por completo.

En cambio, Richard no se presentó, se quedo bebiendo en su casa . Hasta que tocaron el timbre a las 10 am.

Fue enviado por su jefe, quien recientemente se había enterado que era el padre de Richard. Estaba parado frente  a la puerta. Movía sus dedos a medida que se acercaban al timbre. Un dedo tembloroso lo presiono.

Estaba disfrutando de su quinta cerveza mientras se reía con jn programa de concursos. El timbre sonó. ¿Quien se atrevía a molestarlo?. Era como una patada en el culo tener que levantarse de su asiento.

Al abrir la puerta se topo con su secretaria. Se dedico a analizarlo de pies a cabeza.

Se sintió nervioso al notar la mirada del mayor. Se sentía pequeño, más de lo que era.

Las miradas se sostuvieron por un segundo, antes de que el ojizarco comenzara.

-¿Que quieres, secretaria?.- pregunto dando un trago a su botella-.

- Vine a saber como estaba.- su tono de voz temblando-.

- Dile a mi padre que estoy bien y que no necesita mandar a nadie.

- De hecho, también yo quería saberlo. Intente llamarlo pero no respondió.

- Siempre apago mi teléfono cuando no voy a trabajar. No me gusta que me hables de usted.

- L-lo siento. No estoy acostumbrado a hablarle a mi jefe de manera informal.-

- Pues acostumbraste. Me haces sentir viejo.- Un silencio embarazoso invadió el lugar- ¿Algo mas?

-Ah. No. No, nada más. Me retiro.- hizo amago de irse. Al darse cuenta el azabache lo interrumpió-.

- ¿A donde vas? ¿Regresarás a la oficial?- pregunto-

- Si. Sólo salí para hacer esto.

- No tienes por que regresar. Yo soy tu jefe, no el. Vamos, te invito un café - salio de su departamento y avanzó, se detuvo al no ser seguido- ¿Qué pasa?.

- Nada, nada. Es sólo que yo...-se quedo con la  boca abierta  por un segundo- Olvidalo. - ambos retomaron el rumbo hasta la cafetería.

Era una cafetería bastante elegante. Su nombre era " der kopf in der tasse von kaffe"*. El aroma de los granos de café llenaba el lugar. Se podía ver a gente platicando y riendo. Mientras que Martín y Richard solo se miraban ocasionalmente, mientras comían un panque y una dona, y tomaban un Café americano y uno irlandés.

Martín sonreía cada vez que se encontraba con la mirada del mayor, Richard lo notaba y reía con un sonido casi imperceptible. 

Tal vez no era mucho, pero ambos sufrieron de una serendipia. Si, su relación había avanzado un punto.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Dejanme saber sus pensamientos, sugerencias, quejas y/o amenazas de muerte en los reviews.

Nos leemos el miércoles.


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