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Dèjá Vú (5927) por Mahiko

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Notas del capitulo:

Ya es esa época del mes, así que ¡aquí traigo actualización de esta cosa! He tenido bastantes cosas que hacer en los últimos días pero, a pesar de todo, logré crear un capítulo más o menos descente.

En fin, los dejo en paz para que puedan leer, no sin antes enviar la dedicatoria de rigor (? a mi beta, Ricchan, y a la gente de 5927 fans unite. 

— ¡Hermana!—Llamó Gokudera desde el umbral de la puerta que conducía a la cocina, interrumpiendo la animada charla que la aludida sostenía con Reborn y Nana. Su respiración se había vuelto ligeramente más agitada de lo habitual luego de haber bajado las escaleras corriendo a toda velocidad, en parte porque sabía perfectamente que no podía permitirse el lujo de desperdiciar ni un solo segundo si pretendía derrotar a los Scaglietti y descubrir la verdad detrás de aquel asunto, y en parte porque, al menos en ese momento,  no se sentía capaz de mirar al Décimo a los ojos luego de haberle confesado lo que sentía por él de forma tan repentina e improvisada—¿Puedo hablar contigo en privado?—

—Por supuesto—Respondió calmadamente Bianchi al tiempo que se levantaba del asiento que hasta ese instante ocupaba alrededor del comedor de diario y se dirigía hasta donde su hermano menor se encontraba.

Ambos hermanos caminaron hacia la puerta principal de la casa sin pronunciar palabra alguna. Una vez hubieron atravesado la misma y se encontraron en el patio de la vivienda, el peliplateado dio inicio a la conversación sin más preámbulos.

—Iré directo al grano—Anunció, dándole la espalda a su hermana mayor—Necesito hablar con papá acerca de cierto asunto, así que, ¿podrías darme su número de teléfono?—

— ¿Estás seguro de que quieres hacer esto?—Inquirió la pelimorada en un frío tono de voz luego de unos segundos de incómodo silencio durante los cuales no pudo evitar pensar que estaba imaginando cosas.

— ¡Claro que sí!— Aseguró el ojiverde en un tono de voz que no dejaba ver ni el más mínimo rastro de duda.

— ¿Puedo saber cuál es ese asunto del que necesitas hablar con papá?—

— ¡Eso no importa!—Exclamó Gokudera, subiendo el volumen de su voz muy por sobre lo que pretendía al tiempo que se volteaba para ser capaz de fijar en su hermana la mirada llena de determinación de sus ojos color esmeralda—Quiero decir,  si todo sale bien, no será necesario que te preocupes por eso—Explicó en un tono de voz más calmado—Eso es todo lo que puedo decirte por ahora, lo siento—

—Entiendo—Afirmó Bianchi, dejando escapar un leve suspiro— ¿Tienes lápiz y papel?—

El peliplateado buscó en el interior de su bolso escolar hasta encontrar un lápiz. Acto seguido, arrancó un trozo a una de las hojas vacías de uno de los cuadernos que utilizaba en la escuela y entregó ambos objetos a su hermana mayor, quien, por su parte, extrajo su teléfono móvil desde su bolsillo y buscó en la agenda de contactos de este el número telefónico de su padre para luego escribirlo en aquel trozo de papel y entregárselo a su hermano menor junto con el lápiz.

— ¡Gracias!—Exclamó el ojiverde al tiempo que guardaba apresuradamente ambos objetos en uno de sus bolsillos y salía corriendo, dejando a la pelimorada a solas con las interrogantes que comenzaban a tomar forma dentro de su mente.

Una vez hubo perdido de vista la casa del Décimo, aminoró el paso hasta convertirlo en un lento y despreocupado caminar. La puesta de sol teñía todo a su alrededor de tonalidades anaranjadas. Durante todo el trayecto, se debatió acerca de cuál sería la forma más adecuada de sostener una conversación con su padre luego de no haber mantenido ningún tipo de contacto durante muchos años, llegando a la conclusión que lo mejor que podía ser era ser directo. Dejar absolutamente en claro desde el primer segundo que el único motivo de su llamado era convencerlo de detener la construcción de la máquina del tiempo, sin permitir que la conversación se desviase de aquel tema y, por sobre todo, sin perder el tiempo hablando sobre el pasado.

Repitiéndose aquellas palabras a sí mismo una y otra vez, llegó finalmente a su hogar y extrajo desde su bolsillo el trozo de papel. Acto seguido, discó el número telefónico escrito en este en su móvil y, tras unos breves instantes de duda, presionó el botón de marcar.

Le pareció que transcurrió una eternidad antes de que alguien respondiera del otro lado de la línea.

— ¿Diga?—Inquirió una voz masculina que, a pesar de los años, le resultó inconfundible.

—Soy yo, Hayato—

— ¿¡Hayato!? ¿¡De verdad eres tú!?— Preguntó incrédulo el hombre al otro lado de la línea en un tembloroso tono de voz—Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad?, ¿Cómo va todo?, Me alegro tanto de que hayas llamado…—Finalizó, eufórico y hablando aceleradamente, apenas capaz de contener la inmensa alegría que llenaba cada rincón de su ser en aquel instante

—Escucha, necesito aclarar algo antes de que malinterpretes las cosas—Declaró el aludido en un frío tono de voz—Sólo llamé para pedirte que dejes de trabajar en esa máquina del tiempo tuya—

— ¿Cómo te enteraste de lo de la máquina?—Inquirió el hombre en el tono de voz más autoritario del que fue capaz

— ¡Eso no importa!—Exclamó Gokudera en un tono de voz que ponía en evidencia la molestia que comenzaba a experimentar— ¡Detén esa locura y punto!—

—En eso te equivocas—Declaró con calma el hombre al otro lado de la línea—Porque tal vez sepas que estoy construyendo una máquina del tiempo, pero dudo mucho que tengas alguna idea de todo el esfuerzo y dedicación que he puesto en este proyecto, de todas las dificultades que he tenido que superar, ¿o sí?—Hizo una breve pausa para permitirle a su hijo intentar encontrar una respuesta a aquella interrogante—Así que, ¿Por qué debería detenerme ahora, cuando todo mi esfuerzo por fin está a punto de dar resultados?—

— ¡Porque los Scaglietti harán que te detengas por la fuerza si no quieres hacerlo por tu propia voluntad!—Explicó el peliplateado, haciendo su mejor esfuerzo por conservar la calma—Seguramente ya te lo advirtieron ellos mismos, ¿no?—

— ¿Es eso lo que te preocupa?—Preguntó el padre riendo por lo bajo—Sí, me han amenazado un par de veces, pero no han hecho nada más. Y si intentaran hacer algo, con gusto me enfrentaré a ellos. No les tengo miedo—Aseguró en un tono de voz que lograba transmitir su gran determinación—Después de todo, desde el principio supe que no les gustaría nada saber que alguien estaba construyendo una máquina del tiempo. Aun así, asumí el riesgo, y el tiempo me ha dado la razón—

—Escucha, esto ya no se trata solamente de ti—Aseguró el ojiverde, escogiendo sus palabras con sumo cuidado al tiempo que sentía que estaba a punto de perder la paciencia—Están dispuestos a cualquier cosa. Si no te detienes ahora, mi hermana y yo también saldremos perjudicados…—

— ¿¡Qué quieres decir con eso!? ¿¡Acaso les han hecho algo!?—Inquirió el padre con un ligero rastro de ira en su voz

—No, pero…—

—Entonces, ¿Qué te preocupa?—Preguntó el hombre al otro lado de la línea, reprimiendo una carcajada—Tal vez no confíes en mí después de todo lo que ha pasado, pero te puedo asegurar que no permitiré que esos infelices les hagan daño ni a ti ni a Bianchi—

— ¡Eso no sirve de nada!— Exclamó Gokudera, hablando aceleradamente y sin pensar— ¡Estás subestimando a los Scaglietti! ¡Ellos son capaces de hacer que una persona desaparezca sin dejar ningún rastro! ¡Incluso pueden hacer que todos los recuerdos acerca de esa persona desaparezcan de la mente de todos quienes le conocieron! ¡Como si esa persona nunca hubiera existido!—Finalizó sintiendo cómo el miedo crecía en su interior con cada palabra pronunciada, lo cual, inevitablemente, se veía reflejado en su voz

— ¿Hacer que una persona desaparezca de los recuerdos de la gente que le conoció? ¡Eso es totalmente absurdo! ¡No me hagas reír!— Exclamó el padre en un burlón tono de voz que irritó sobremanera al peliplateado—Y aunque eso fuera posible, ¿Cómo es que sabes que los Scaglietti tienen los medios para hacer algo así?—

— ¡Alguien usó tu estúpida máquina para viajar desde el futuro a advertirme sobre todo esto!— Confesó Gokudera entre gritos, profundamente molesto y sintiendo como el último rastro de su  paciencia desaparecía— ¿¡Ahora estás satisfecho!? ¿¡Ahora entiendes el peligro al que estás expuesto y, de paso, mi hermana y yo también!?—

— ¿Satisfecho?—Repitió el hombre al otro lado de la línea, arrastrando cada sílaba como si intentase  contemplar el significado de aquella palabra— ¡Por supuesto que lo estoy!—Exclamó en un tono de voz eufórico y desbordante de felicidad, similar al que había utilizado al comienzo de la llamada— ¡Acabas de confirmar que mi máquina del tiempo funcionará! ¡Esa es la mejor noticia que pudiste haberme dado!—

— ¿¡De qué estás hablando!?—El ojiverde apenas era capaz de dar crédito a lo que acababa de oír. Ahogando un suspiro, llegó a la conclusión de que nada podría ya salir peor en esa conversación— ¿Siquiera prestaste atención a todo lo que te dije?—

—Claro que sí, y por lo mismo ahora sé que debo trabajar más duro que nunca en mi máquina—Afirmó el padre, desbordante de una emoción casi infantil—En cualquier caso, no te preocupes tanto por mí ni por los Scaglietti, no es propio de ti—Finalizó añadiendo un leve matiz burlón a su voz.

A modo de respuesta, el peliplateado finalizó la llamada abruptamente. De pronto, se sentía exhausto. Las piernas le fallaron, y cayó desplomado sobre una silla cercana. Hacía un enorme esfuerzo por mantener su ira bajo control y no arrojar su teléfono móvil contra una de las paredes.

Todo esto era su culpa. Había sido demasiado ingenuo al pensar que lograría que su padre detuviera la construcción de la máquina del tiempo con una simple llamada telefónica, menos aún después de todo el tiempo que habían pasado sin mantener ningún tipo de contacto. Ahora, este estaba aún más decidido que antes a ver la máquina del tiempo terminada, y no cambiaría de opinión al menos que el ojiverde lograse conseguir una prueba irrefutable de que los Scaglietti estaban detrás de todos los escalofriantes sucesos que el Décimo le había contado, y que pensaban repetirlos en aquel mundo paralelo.

Suspiró. La única forma de conseguir una prueba así era…

Se levantó de la silla rápidamente y respiró profundamente para concentrarse e infundirse valor. Si de verdad iba a hacer eso, necesitaba comenzar con los preparativos en aquel preciso instante.

+++

Tsuna recorría en solitario y sin prisa alguna las calles por las que transitaba a diario en su trayecto entre la escuela y su casa. A su alrededor, una gran cantidad de estudiantes se disponían a iniciar el regreso a casa en grupos luego de una agotadora jornada, conversando alegremente y bromeando entre ellos, sin embargo, el castaño estaba demasiado inmerso en sus propios pensamientos como para prestarles atención. A decir, verdad, había estado así desde la mañana, cuando se dio cuenta de que Gokudera no asistió a clases ese día.

Por mucho que lo intentaba, la ausencia del peliplateado no dejaba de resultarle sumamente preocupante.  Y es que, ¿qué tal si los Scaglietti habían atacado? No, eso era prácticamente imposible.  Después de todo, aún debiese quedar algo de tiempo antes de eso, además, sus recuerdos seguían intactos. ¿Tal vez el ojiverde había hablado con su padre la noche anterior, tal y como dijo que lo haría, y había descubierto algo? Pero si ese fuese el caso, ¿no debería haber ido a clases para tener la oportunidad de decírselo? ¿O tal vez el motivo por el que no había ido a clases no tenía nada que ver con los Scaglietti ni con lo que había pasado ese día en el cine y él estaba exagerando?

Tales eran las interrogantes que se agolpaban en la mente del ojimiel. Lo único que sabía con certeza era que aquella ausencia de Gokudera podía bien significarlo todo o no significar nada, y que hasta que no hablara del tema directamente con él no podía asegurar ni asumir nada.

Tan concentrado estaba en aquellos pensamientos que apenas sí se dio cuenta de que ya sólo escasos metros lo separaban de su casa. Repentinamente, distinguió una silueta esperando con la espalda apoyada en la muralla exterior de su vivienda, y, en cuanto logró identificar a quién pertenecía, lanzó a correr hacia donde dicha silueta se encontraba, sintiendo cómo todas sus preocupaciones se desvanecían de forma casi instantánea y eran reemplazadas por una profunda y reconfortante sensación de alivio.

— ¡Gokudera-kun!— Llamó el castaño animadamente— ¿Por qué no viniste a clases hoy? ¡Estaba muy preocupado por ti! Pensaba que…—Dejó aquella frase sin terminar, incapaz de expresar sus temores en voz alta.

—Justamente sobre eso quería hablar con usted—Afirmó el aludido en un inusualmente frío tono de voz—Vengo a despedirme…—

Al ojimiel le pareció que su corazón casi se detuvo al oír aquellas palabras.

— ¿D-despedirte?— Preguntó entre balbuceos, haciendo su mejor esfuerzo para no ceder ante el miedo que comenzaba a tomar forma rápidamente en su interior— ¿Por qué? ¿A dónde vas?—

—A Italia—Anunció el peliplateado, agachando la mirada—Verá, anoche hablé con mi padre por teléfono y dijo que era imposible que los Scaglietti pudieran hacer desaparecer a alguien tan fácilmente—Explicó, ligeramente apenado—Así que, tengo que ir a investigar y encontrar algo que demuestre que son capaces de hacerlo, o no cambiará de opinión…—

— ¡En ese caso, iré contigo!— Se apresuró a afirmar Tsuna, intentando hacer que su voz sonase firme y decidida

—Me temo que no puedo permitir eso—Declaró el ojiverde utilizando un tono de voz que pretendía resultar autoritario y amable al mismo tiempo—Después de todo, lo que sabemos de los Scaglietti es muy poco, y no tenemos idea de qué clase de cosas podríamos encontrar al investigarlos. De lo único que estamos seguros por ahora es que son muy peligrosos, y por lo mismo, no puedo permitir que se exponga de esa forma—

— ¡Precisamente por eso tengo que ir!—Replicó exaltado el castaño— ¡Yo fui el que viajó al pasado para evitar esta tragedia, no puedo quedarme aquí esperando a que se repita! Además— Pronunció aquella última palabra en un susurro apenas audible antes de realizar una breve pausa para organizar sus ideas— ¡Además, no puedes irte y dejarme así como así después de lo que dijiste ayer! ¡Sería muy injusto!— Exclamó al tiempo que desviaba su mirada y su rostro adquiría marcadas tonalidades rojizas

—P-puede que tenga razón, pero…—Musitó Gokudera, sorprendido por aquella última afirmación—Si fuéramos juntos, ¿Qué pasaría con la escuela mientras estamos fuera? ¿Qué le diría a su madre?—

— ¡Ya pensaré en algo!— Exclamó el ojimiel intentando sonar optimista— ¡Ya sé! ¡Hablaré con Reborn, seguro a él se le ocurrirá algún plan!—Continuó, esforzándose por convencerse a sí mismo de esas palabras— ¿Cuánto falta para que salga tu vuelo?—

—Tres horas…—

—Es más que suficiente—Aseguró Tsuna despreocupadamente— Nos vemos en el aeropuerto. No te vayas sin mí, ¿entendido?— Sentenció al tiempo que se volteaba y entraba en la casa a paso apresurado, cerrando la puerta de acceso tras de sí con un gran estruendo.

Por su parte, el peliplateado permaneció inmóvil durante largos instantes, presa de la confusión, con la mirada perdida en algún punto del horizonte.

 

Notas finales:

...Okay, pensaba avanzar un poco más en la trama en este capi pero una de las escenas terminó siendo ligeramente más larga de lo que tenía calculado (? so, para saber lo que pasa después tendrán que esperar hasta el otro capi.

/mahiko runs


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