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La luz en mi oscuridad. {Wigetta} por PinketDiana

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Notas del capitulo:

Chan, chan~ ¿Cómo estaís? Por fin he regresado *-*

Armonía. 

 

 

 

 

Guillermo

 

 

 

 

 

La casa de Samuel era como el paraíso, o así lo sentía el menor y es que no estaba acostumbrado a llegar a un lugar... y sentirse tan en armonía. Si bien en la escuela se sentía seguro porque no estaba su padre y lo distraía durante un tiempo para no pensar, no se sentía bien ya que había muchísimas personas allí, personas que seguramente lo juzgaban, y pensaban cosas horribles de él. Eso estaba bien. Él era horrible. Él no servía de nada. Está bien, de verdad, que pensasen la verdad, pero a veces era hiriente. 

 

 

-¿Guille?- Saltó al sentir a Samuel detrás suya, con la pequeña gatita blanca entre sus manos. 

 

 

-¿Si?- Bajó la mirada, intentando negar con la cabeza ya que no sabía que expreción debía tener. 

 

 

-¿Va todo bien?- Se acercó a él y estuvo a punto de abrazarlo, pero Guillermo retrocedió, como siempre hacía cuando el mayor intentaba cobijarlo en sus brazos o simplemente, brindarle alguna caricia, por lo que dejó caer su brazo, aunque se acercó un poco más al menor.- ¿Qué ha pasado con tu padre?- 

 

 

-Yo...- Guillermo siente que se ahoga, que el aire de la pequeña entrada de Samuel no es suficiente porque parece no llegar a sus pulmones. Están llegando muy lejos. Samuel no puede preguntar nada de eso. No. Porque Guillermo tendrá que mentir de nuevo, y al final, mentirá más que hablará y eso no está bien. No cuando se trata de Samuel, quién parece iluminar mínimamente su negra y oscura vida, por lo que se grita que debe cambiar el tema. Vuelve a inspirar todo el aire que puede, aunque sigue sin ser suficiente, y mira a la pequeña criatura blanca y peluda que Samuel sostiene en sus brazos.- ¿Y esa gatita?- Intentó que su voz se normalizara, que no saliera quebrada o reflejase el miedo que tenía, porque si bien ahora estaba refugiado en esa casa, las horas pasarían y tendría que volver a su casa... y su pagaría muy, muy duro que no se haya presentado en casa justo después de la escuela, como su padre le exigía, aunque él llegase más tarde por razones de trabajo. 

 

 

Samuel dudó, pero al ver que el menor no quería seguir hablando de ello, simplemente lo dejó pasar. 

 

 

Guillermo, ¿por qué hay tanto alrededor de ti?”- Se cuestionó Samuel y es que el menor era todo incógnitas. No sabía nada de su familia, parecía no tener más amigos, siempre vestía ropa de color oscuro, y sin mencionar que siempre llevaba manga larga, aunque el día se mostrase lo más soleado y caluroso posible, normalmente solía tener ojeras, sus ojos no brillaban, mostraba sonrisas que no tenían vida, que no eran realistas o sinceras, y juraría que había visto señales y moratones en su cuerpo. Pero Guillermo nunca decía nada, solo bajaba la vista o cambiaba de tema, justo como ahora. 

 

 

-Pues esta pequeña era una gatita abandonada que me encontré hace ya...- Levantó la cabeza, mirando atentamente al techo, intentando recordar cuanto tiempo llevaba con el pequeño animalito.- Casi dos años. Estaba entre unas bolsas refugiándose de la lluvia y no sé porque, pero cuando pasé me siguió y me siguió hasta que finalmente me percaté de su presencia. Fue mirarla y enamorarme de ella. Se veía tan vulnerable y temerosa, pero a la vez tan tierna y necesitada, que no dudé ni un segundo en acogerla.- Explicó, pensando para si mismo, que de una extraña manera, Guillermo era igual que aquella tierna criatura.

 

 

-Que bonito encuentro.- No pudo decir nada más, aunque aquello de verdad lo había enternecido. Recordó que de pequeño, antes de que empezase su tortura, antes del abandono de su madre, antes de que su padre se convertirse en el monstruo que era hoy, con tres o cuatro años, más o menos, suplicó y suplicó por tener un pequeño animal, preferiblemente una tortuga, y es que él las amaba. Le fascinaba la forma en las que podían seguir caminando aún con todo el peso que cargaban sobre su cuerpo; su madre siempre le decía que aquello que cargaban era su casa, y eso solo hizo que su interés por dicho animal aumentase, al igual que su admiración por su color, su forma, las patitas tan cortas que tenían, la necesidad de agua... todo. Pero siempre se lo negaron, porque alegaban que siendo tan pequeño no tenía sentido de la responsabilidad, por lo que simplemente lo descartaron. Y por mucho que él pidió y pidió tener una tortuga en su vida, no le fue concedido dicho deseo. 

 

 

Y sin más, se ve a si mismo acercándose a Mara, como había dicho Samuel hace unos segundos que se llamaba la gata, y acariciándola tierna y cuidadosamente, como si fuese una frágil muñeca de porcelana -aquellas que tanto terror le daban de pequeño, y no tan pequeño en realidad- y se pudiese romper al más mínimo contacto. 

 

 

-¿Quieres que veamos una película o que juguemos a algún videojuego?- Guillermo se preguntó dónde estarían los padres de Samuel, porque verdaderamente la casa estaba completamente sola y no es como si pareciese que sus padres vivían allí, más bien todo lo contrario; podía asegurar que Samuel vivía completamente solo, a exepción de Mara; pero se dijo a sí mismo que sería meterse donde no lo llaman, además de qué él no debe inmiscuirse en la vida de nadie, mayormente porque no quiere que nadie se entrometa en la suya. 

 

 

-V-Vale- Titubea, buscando desesperadamente un reloj para mirar la hora y asegurarse de que mínimamente tenía algo de tiempo. 

 

 

-¿Pasa algo?- Y ahí estaban otra vez, una de esas preguntas que molestaban a Guillermo y es que Samuel solo tenía curiosidad. 

 

 

-Si- Contestó seco, y al segundo se arrepintió. Alzó la mirada y se encontró con la de Samuel, quien a pesar de su respuesta fría seguía con aquella sonrisa tan... blanca y cálida en su rostro. Sonrió tímidamente, y lo hizo de verdad.- ¿Qué hora es?- Se animó a preguntar, escondiendo toda la gama de sentimientos que tenía en su interior. 

 

 

-Es pronto todavía, vamos.- Y toda la angustía que sentía Guillermo fue sustituido por alivio cuando Samuel cogió dulcemente su mano, hasta arrastrarlo al sillón y prácticamente obligarlo a que se sentase con él. 

 

 

Realmente estaba cómodo en esa casa, y eso era aterrador a la par que... gratificante. Hacía mucho, mucho tiempo que no se sentía así. Tanto que ni recordaba cómo verdaderamente era aquella sensación. 

 

 

Y todo por Samuel”- Se aseguró. 

 

 

El miedo seguía allí. 

 

 

El desprecio y asco hacía sí mismo, seguían allí. 

 

 

La culpa seguía con él. 

 

 

Los cortes, su cuerpo marcado, los moretones, las cicatrices, los golpes, y toda clase de tortura, seguía en él, a simple vista. 

 

 

Los demonios seguían en su cabeza, sin abandonarlo. 

 

 

Pero... al lado del mayor, por un segundo, todo se marchaba, dejando una sensación de alivio que lo confortaba y asustaba. Todo a la misma vez. Pero se dijo a si mismo, que quizá no era tan malo... que por un tiempo más se podía quedar al lado de Samuel, aunque fuese sutilmente. 

 

 

¿Verdad?.

 

 

Porque si bien Samuel solo estaba a su lado por curiosidad o cualquier cosa de esas, jamás nadie, aparte de Alex y Fran, quienes desaparecieron de su vida por su culpa, se había interesado por él, y eso era reconfortante. Desde hacía años nadie le había brindado un apoyo, y si bien él negaba tener contacto con nadie, incluso con Samuel, se sentía bien el saber que alguien, por cualquier razón, te lo podía dar. 

 

 

Solo... por un tiempo más. Y después te dejaré ir, Samuel, te lo prometo. Porque solo te haré mal. Pero... solo por un pequeño tiempo más, estaré a tu lado... porque es una alivio para mi vida”. 

 

 

Y claro que se negaba ante tales sensaciones, pero es que ya, al estar muerto tantos años, Samuel lo había revivido de cierta manera, y ahora no sabía como controlar eso, por lo que la mayoría de veces se asustaba y retrocedía, en cambio, otras -muy muy pocas- se dejaba hacer. 

 

 

 

Notas finales:

Awww, lo dejará ir :"(


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