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Esencia de jazmines por Jazmin1396

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Notas del capitulo:

Saludos, mis queridas/os.

Increíble, pero terminé el segundo capítulo hoy. No está beteado, Victor no aparece. Si ven alguna falta por allí, por favor hacerme saber.

La explicación de por qué he actualizado hoy y no el viernes, en las notas finales.

Capítulo II


Mirkwood


~^~


Bard no era el primer invitado en llegar y la fiesta comenzaría en pocas horas, hacia el atardecer.


Los elfos de todos los reinos se reunían anualmente para el festejo, y Legolas no estaba con su padre, ocupando el lugar que le correspondía, desde la batalla de los cinco ejércitos.


El elfo torpemente enamorado había ido en pos de Tauriel. Thranduil se lamentaba ligeramente por ello, pues conocía de sobra que las hembras de cualquier especie son volátiles e inconstantes. Su hijo regresaría a cumplir su deber en unos días o en algunos siglos, lo sabía en su sangre, en su corazón.


Varias semanas atrás Bilbo se había excusado con delicadeza de asistir, argumentando un agudo dolor de articulaciones que lo había postrado por varios días. Al parecer, su cuerpo le estaba ajustando las cuentas de la inesperada aventura. En su momento, Thranduil lo pasó por alto aceptando sin reflexionar mucho a cerca del estado del Hobbit. Era natural, completamente normal. Tampoco le importaba mucho, los cuerpos de esas débiles criaturas, hobbits, enanos, humanos; todos regresan pronto a la tierra, y la vida del valiente Bilbo Bolsón quedaría para ser contada y cantada por varias generaciones.


Luego, Thranduil pensaría con cuidado, frente a la agradable y fresca compañía de un vino recién trasegado: no desaparecer de la memoria colectiva, ser recordado con afecto y admiración, es todo lo que pueden desear, pues, a diferencia de los prácticamente inmortales elfos; sus vidas duran menos que un suspiro… Y luego, el olvido. Por algún motivo, la última palabra, corolario de su impecable razonamiento, le provocó un breve estremecimiento.


Gandalf y Galadriel estaban conversando en algún lugar apartado de Mirkwood. No querían ser escuchados, y Thranduil no quería ser indiscreto; sin embargo, a pesar de la distancia, algunos retazos de conversación se colaban por los finos oídos del elfo.


Galadriel asentía con ternura, rememorando los pormenores de algún encuentro de los dos, que era traído a la vida de nuevo con las argentinas palabras del mago. Unos latidos de algún corazón, cuyo dueño se acercaba a paso decidido hacia el enorme salón lo distrajeron de la empalagosa, a su juicio, charla.


Thranduil debía admitir que el humano que tenía ante sí había cambiado mucho en aquellos meses de paz. Se levantó con esa natural parsimonia y elegancia. El largo de su túnica azul con brocados de oro blanco se deslizó cual estela de una estrella fugaz tras los pasos del rey, que, escalera abajo conservó el perfecto compás de sus pasos, sin decir una palabra y con un rostro más firme y hermético que el de una estatua, se dignó en recibir a quizá el más importante de sus convidados.


El Bard que había conocido en medio de la campaña, fornido y bronceado, de atuendo raído y aspecto desaliñado aunque varonil, se había esforzado en mejorar su apariencia, pues las obligaciones públicas que ahora desempeñaba así lo requerían.


Los elfos que cumplían sus guardias no se inquietaron por el silencioso reconocimiento que su rey ejercía sobre el invitado. Entre tanto, Bard se sentía incómodo, pues había contado con un recibimiento más cálido en lugar del escrutinio del que se sentía víctima, pero los ojos de Thranduil no cesaron el recorrido por la anatomía, ni siquiera se privaron de examinar las estrechas caderas y la firme musculatura que componía la espalda hacia abajo del castaño humano. El rey elfo percibió que el cabello prolijamente peinado desprendía una nota ligera de romero, en tanto que las manos rudas y desprovistas de anillos se crispaban ligeramente.


Evitó los ojos en todo momento, tal vez no deliberadamente. Thranduil sabía que los ojos de los humanos no son hábiles escondiendo emociones ni pensamientos, y le inquietaba lo que podría encontrar en las profundidades de Bard.


Bard por su parte, parecía clavado y petrificado siguiendo con la vista al elfo al que llamaban orgulloso y narcisista, en tanto éste se le acercaba con soltura. Para él, el silencio era eterno e insoportable, pero no encontró coraje para proferir palabra alguna, así que en una estudiada reverencia, extendió el pequeño cofre de madera tallada hacia el rey.


Éste lo abrió con genuina curiosidad, pues llevaba alrededor de dos minutos mirando a intervalos el cofre, y quería saber qué contenía. De él sacó a su vez un envoltorio de seda negro, que desenvolvió rápidamente para extraer el brazalete que Bard había diseñado, aunque este detalle no lo sabía, y tardaría aún más en conocerlo.


-          Es hermoso. –Dijo, mientras se lo ajustaba en el antebrazo. Se sorprendió de la manera en la que lo envolvía, parecía como si el humano hubiera grabado la forma y dimensiones de sus largas y firmes extremidades-. Un fino detalle de tu parte, Bardo –le sonrió con sinceridad, fijando sus ojos en los de su interlocutor por un largo lapso-. Pero no es precisamente en lo que estaba pensando.


La última frase fue apenas audible para Bardo, a pesar de ello distinguió acertadamente cada palabra. Entonces sintió el deseo de haber entendido mal, sin embargo, se abstuvo de preguntar. En su interior sintió como si una llamarada hubiera aparecido de la nada, fugazmente, derritiendo la sensación helada que había experimentado en el vientre desde que avistó los límites de Mirkwood.


Sin más, lo despidió cordialmente, expresando su deseo de que se divirtiese y disfrutase la fiesta, el vino y las luces. Luego Bard se daría cuenta de que no había dicho ni una sola palabra durante la audiencia. Aun así, no olvidaba las palabras de Thranduil.


Sus hijas estaban más que encantadas en Mirkwood. La menor había trabado rápidamente amistad con Galadriel y Gandalf, que retornaban de quién sabe dónde, mientras que la mayor aprendía unas pocas palabras en lengua élfica de una rubia sirvienta que disimulaba muy bien su prematura borrachera; incluso pasó junto a su hijo, que escribía una larga carta sobre un escriptorium; no se le ocurrió inquirir a quién iba dirigida. Su mente estaba algo lejos en ese momento.

Notas finales:

En fin, se nota que esos dos tuvieron algo entre manos. Bueno, no precisamente "entre las manos".

En el siguiente capítulo se revelarán los recuerdos de aquella noche, que tanto perturban a Bard. Y si Kami-sama lo permite, en el que sigue, habrá leemon. La trama comienza a tomar forma, Thranduil y Bard no son inocentes palomitas, y no se averguenzan por ello, pero hay una espina que les dificulta asumir lo que ha pasado. ¿Quién me dice cuál es? Vamos, he dejado pistas.

Gracias a amor1995, AndromedaShunL, R13 y QueenRaven-Stark, sus reviews son importantes para mí <3 

Me desearon suerte, y aquí me ven: tuve suerte. Esta semana solo tengo que ir a entregar papeles en la facultad y a limpiar un poco con los chicos. Por eso actualicé pronto.

Este semestre voy a estudiar por la tarde, y si alguien tiene experiencia con eso y me puede dar algunos consejos, quedaría más que agradecida.

Abrazos.


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