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Cazando el amor por Juvia Loxar

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El peliverde se quedó estático en la silla. ¿Cómo que hasta ahí llegaba eso? ¿Estaba terminando con él? No quería sacar conclusiones apresuradas, pero no podía evitar hacerlo. No quería desconfiar de Laxus, pero lo estaba haciendo. A ese paso podrían terminar.

No, no, no. Freed se negaba a aceptarlo. Nada estaba seguro, pero quería asegurarse, y quizá la adivina podría ayudarlo de nuevo.

Se levantó y caminó apresuradamente a donde estaba la adivina para poner todo claro, no quería arriesgarse.

Mientras recorría las calles de Magnolia su mente iba a mil por hora pensando y pensando. Bien podría ir con el mismo Laxus y preguntarle a qué se refería, pero él había dicho que necesitaba pensar, y Justine no quería agobiarlo y estar sobre él todo el tiempo. Tenía que darle su espacio.

Llegó al ya familiar callejón, se adentró y tomó asiento frente a ella.

-Oh, ¿cómo estás?-preguntó la adivina.

-No muy bien.

-¿Qué pasa? Cuéntame.

-Es Laxus, no sé qué pasa. No quiero sacar conclusiones apresuradas ni nada de eso, pero no sé qué hacer. Estoy consciente de que apenas y estamos comenzando nuestra relación, pero su actitud hacia mí no ha cambiado nada. Me sigue tratando como antes.

-No te desesperes, sabemos que él no es la persona más romántica el mundo y tampoco la más cursi, así que no va a ir diciendo “te amo” a cada rato como si fuera vital y de aire se tratase. Tienes que darle tiempo.

-Pero, ¿y si sólo me usa como un pasatiempo y no siente nada por mí? ¿Y si sólo está aburrido de seguir una rutina y quiere algo nuevo? ¿Y… Si sólo soy una distracción?

-Oh, mi niño, ¿quién te metió eso en la cabeza?

-Nadie…  Yo lo hice.

-No es cierto. Te conozco y sé que tu determinación es fuerte. ¿Quién lo hizo?

-No lo hizo nadie, en serio.

-Préstame tu mano.

-¿Eh?

-Tu mano, si realmente no lo hizo nadie no debería de preocuparte ¿cierto? Además, puedo ayudarte.

El peliverde suspiró. No tenía sentido ocultarle las cosas, no a ella, así que acabó cediéndosela. La adivina la tomó y cerró los ojos.

-¿B… Bickslow?- preguntó ella- ¿él es el que te está metiendo estupideces en la cabeza?

-Sí…- el líder del Raijinshuu bajó la cabeza.

-No tienes por qué creerte lo que él te diga, o más bien, no debes de. Son tonterías, ideas sin base que se le ocurrieron al momento para molestarte. No de bes dejarte.

-¿Tú crees?

-¡Por supuesto! Él quiere algo y hará todo lo que esté a su alcance para lograrlo.

-¿Qué es lo que quiere? ¿Lo sabes?

-Él…- Oh, no. No podía decirlo. Si bien estaba del lado de Justine y quería ayudarlo, Bickslow le había pagado, y ya que después de todo ese era su trabajo tenía que seguir obteniendo ganancias.

La adivina suspiró frustrada, por más que quería, no podía ayudarlo mucho más allá de eso.

-No estoy segura- continuó- no puedo verlo bien. Lo siento.

-No te preocupes, sé que te estás esforzando.- el peliverde sonrió- ¿al menos sabes qué puedo hacer para estar seguro de los sentimientos de Laxus? O también lo que no debería de hacer para evitar meter la pata.

-No lo persigas, no lo presiones. Sabemos que él no tiene el mejor genio de todos, y si bien se preocupa por sus compañeros, también tiene un límite que es muy fácil de sobrepasar. Dale tiempo, dale su espacio.

-¿Debería dejar de buscarlo?

-No precisamente, eso podría interpretarlo como falta de interés de tu parte, y no queremos eso. Creo que deberías de actuar como antes de que fueran pareja.

-¿Quieres que retroceda?

-No es un retroceso. Tus sentimientos ya le llegaron y sabe cómo te sientes, sólo debes de apartarte un poco, sólo un poco. Y tampoco lo monopolices, recuerda que no es sólo tu pareja. Es un mago miembro de Fairy Tail, es un amigo, un compañero, un nieto y la lista sigue.

-¿Crees que debería de regresas a adorar mi colección de Laxus de mi habitación? Ya sabes, pasar tiempo sin él me afecta un poco.

La adivina rio.

-Si eso es lo que quieres entonces puedes ir a hablarle, abrazar y besar a tus almohadas sin ningún impedimento. Pero recuerda que el original es mejor, así que te ayudaré todo lo que pueda.

-Mis almohadas también son sexys, ¿sabes? Se parecen mucho a él.

-¿Ah, sí?

-Sí, puedo asegurarlo. Las he hecho yo mismo, aunque no ha sido nada fácil.

Ambos rieron y después de un rato el peliverde se levantó de su asiento.

-De acuerdo, gracias. Iré a intentar darle su espacio a Laxus.

-Pff… Enserio debes de darle su espacio, ¿eh?

-No te preocupes. Ya lo he hecho por mucho tiempo estoy seguro de que puedo hacerlo por un tiempo más.

Ambos sonrieron y Freed se dispuso a salir del callejón, cuando de pronto Freed escuchó una voz familiar.

-Señora adivina-llamaba la voz- tengo un problema.- aquel sujeto dobló en la esquina del callejón y entró a este, chocando contra Justine, y cuando el peliverde alzó la vista para ver de quién se trataba se encontró con el hombre que le había metido esas cosas en la cabeza, Bickslow.  


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