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Cazando el amor por Juvia Loxar

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El peliverde se quedó inmóvil mirando los ojos del recién llegado y comenzó a ponerse nervioso. No quería que pensara que él y Bickslow estaban en una cita, bueno, lo estaban, pero no como el Dragonslayer imaginaría.

-Laxus…- susurró el mago rúnico- ¿qué haces aquí?

-Oh, sólo pasaba por aquí y me pareció olerlos, así que vine a ver, ¿sorprendidos?

-¡Laxus! ¿Qué tal? – Intervino el tercero- ¿Cómo estás? ¿Quieres quedarte? Estamos a punto de hacer algo súper increíble.

-No- respondió-, parece que están ocupados y que yo sólo formaré un mal tercio.

-Espera- dijo Freed-, quiero hablar contigo… Pero, no aquí.

-Como quieras- agregó el rubio-, ¿cuándo?

-Ahora.

-Pero ahora estás con Bickslow.

El peliverde miró al enmascarado, disculpándose de antemano, a lo que el contrario sólo respondió asintiendo, así que se puso de pie, tomó al mayor de la muñeca y se lo llevó con él.

Caminaron un rato por la ciudad, con el simple propósito de alejarse de la gente para no hacer ninguna escena. El capitán del Raijinshuu, que era el que estaba jalando del Dragonslayer, quería hablar de lo que sucedió la última vez que se vieron (cuando Laxus lo dejó después de que quisiera poner todo en claro), pero no quería que se repitiera, sin embargo, tenían que hablarlo si quería arreglarlo todo, pues aún sentía algo por Laxus.

Doblaron en una esquina y caminaron hasta llegar a un callejón sin salida, ahora era hora de hablar. El peliverde inhaló lo más que pudo para calmarse un poco, esta vez no lo dejaría ir hasta que conteste todas sus preguntas.

-¿Por qué?- preguntó Justine- ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste?

-No lo sé…

-¿Cómo que no lo sabes? Debes de tener una razón para haberlo hecho, ¿es que acaso no me quieres? ¿No te gusta estar conmigo?

-No, no es nada de eso.

-¿Entonces? ¿Bickslow tenía razón y sólo me estabas usando para pasar el tiempo?

-Jamás haría eso.

-¡Entonces contéstame! ¡Explícame qué pasó ese día!

El rubio se quedó callado.

-El silencio otorga, ¿sabes? Laxus, nunca te creí capaz… No pensé que podrías jugar con los sentimientos de una persona así… Yo… Tengo que irme.

Justine se secó rápidamente una lágrima que cayó por su mejilla y cabizbajo comenzó a caminar para salir de aquel lugar, cosa que le fue impedida por una firme mano que lo tomó del hombro e impidió que se valla.

-No jugué contigo- soltó el rubio.

-Entonces, ¿por qué no me contestas? ¿Qué es lo que no puedes decir? Sé honesto, al menos conmigo.

-Quiero serlo, pero no puedo.

-¿Por qué no?

-Siento que no puedo decirlo, no puedo hacer que salga de mi boca.

-¿Y escribirlo?

-Tampoco.

-¿La magia de Warren? ¿Telepatía?

-Menos, no quiero que alguien que conozca se entere.

El mago rúnico posó su mirada en el contrario un poco molesto. Si él no lo decía, entonces, ¿qué quería? Le había dicho que no  todas las opciones que él le había dado, ¿qué más podía hacer? ¿Qué alguien externo al gremio les ayudara? ¿Pero quién podría hacerlo? No conocía a muchas personas que tuvieran magia que pueda ayudarlos, y si encontraban alguien tampoco estaba seguro de que los ayudara, a menos que… La adivina.

A Freed le brillaron los ojos, ¡claro! ¿Cómo no había pensado en ella? La adivina podría decírselos y era alguien que el mayor no conocía. Sí, podría funcionar.

-¿Y si te llevo con alguien que pueda decirme lo que piensas y que no conozcas?

-¿Sabes de alguien así?

-Por supuesto, sígueme.

El peliverde se puso en marcha y el rubio le siguió el paso. Freed daba zancadas largas para intentar ir un poco más rápido sin llegar a correr, no quería parecer tan desesperado, sólo esperaba que la adivina no dijera nada sobre sus consultas con ella sobre cómo conquistar al mayor.

Caminaron un poco más, unas esquinas, unas cuantas vueltas y al fin llegaron a ese estrecho callejón que el líder del Raijinshuu conocía tan bien. Entraron y el peliverde pudo al fin divisar a aquella mujer, sentada en el lugar de siempre. Tomó al Dragonslayer de la mano y lo jaló hasta donde estaba aquella pequeña mesa y lo hizo tomar asiento frente a aquella adivina. La mujer alzó un poco la vista y pasó su mirada por el rubio, luego miró al peliverde y le regaló una sonrisa de complicidad sin que el otro se diera cuenta para darle a entender que no diría nada.

-Bienvenidos- habló la mujer-, ¿en qué puedo ayudarlos?

Freed le contó la historia. Empezó contándole cómo el rubio lo  había dejado y que él, ahora, no quería, o como él decía, no podía decirle el motivo. La adivina sólo escuchó y asintió unas cuantas veces. Después de eso, a petición del Dragonslayer, el peliverde se retiró.

-Dame tu mano, continuó ella.

El rubio dudó un poco, pero al final acabó accediendo y la mujer tomó la mano contraria entre las suyas para después cerrar los ojos. Aquella posición de la mujer duró unos cuantos segundos, luego alzó la mirada y miró al Dragonslayer directamente a los ojos.

-Tus pensamientos son un desastre, te estás preocupando por demasiadas cosas, algunas por las cuales no deberías y otras a las cuales sólo les das más importancia de la que deberían tener.

>> Pero lo veo, estás indeciso e inseguro y por eso te alejas de la fuente que los causa, es este caso aquel joven que te trajo. Sabes que él es importante para ti, pero no sabes en qué sentido lo es, quieres creer que es tu compañero y tu amigo, pero, en realidad, en el fondo hay algo más, algo que no sabes cómo decir.

>>Aquello te molesta e incomoda pues no sabes cómo lidiar con las cosas que son nuevas para ti, pero debes de relajarte y dejar que salga, te sentirás mucho mejor cuando aquello pase.

-Pero no puedo hacerlo- respondió el rubio- no sé qué palabras debería usar y no quiero lastimarlo a nadie, de nuevo.

-No te preocupes por eso, cuando llegue el momento podrás decirlo pues ahora sólo estás avergonzado de lo que estás pensando decir. Sé natural como con todo lo demás y suéltalo, verás que saldrá como si estuvieras acostumbrado a decirlo.

-Aun que diga eso, no me siento seguro, ¿qué o cómo lo debería decir? No se me ocurre ninguna manera para decirlo.

-Esta es una de las cosas que no se piensan y sólo se dicen, mientras más lo pienses más difícil será decirlo. Hazle caso a tu intuición y recuerda que no hay que apresurar las cosas, aquello pasará cuando tenga que pasar.

La mujer soltó la mano del rubio y le regaló una sonrisa.

-Lo entiendo, gracias- agregó Laxus, después de eso se levantó de su asiento, le dejó unas monedas en la mesa y se retiró del lugar.

Al salir vio a su acompañante sentado en una banca a unos metros del callejón, examinando con atención la vidriera de una librería que se encontraba cerca. Respiró hondo y comenzó a caminar hacia él.

Con cada paso que daba una ligera inquietud florecía dentro de él, pero esta vez la ignoraría. Aquella mujer había logrado darle un poco más de confianza y ahora el rubio estaba decidido, ya no le escondería nada al menor, y si el contrario quería que fuera sincero con él, entonces lo haría. Le diría lo que pensaba, respondería sus preguntas.


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