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Cazando el amor por Juvia Loxar

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La cabeza del mago rúnico daba vueltas y su corazón latía tan rápido que parecía que podría explotar. Quería más de Laxus, quería esa mirada y esa sonrisa, quería su más de su atención.

Caminó junto al Dragonslayer del Rayo y el Raijinshuu, esta vez estuvo lo más lejos de Laxus que sus ganas de estar con él se lo permitieron, y aun así sus miradas se encontraban de vez en cuando; Freed posaba sus ojos sobre el rubio y éste volteaba, se miraban unos segundos y luego apartaban sus miradas. Ese jueguito de miradas duró todo el tiempo de su caminata, y también a veces el peliverde se mordía los labios a propósito pues sabía que eso provocaba una reacción en Laxus, no estaba seguro de qué era pero una reacción para él era buena.

La distancia que intencionalmente estaba guardando Freed se veía alterada por Laxus, el rubio bajaba el ritmo de su caminar y como el peliverde estaba demasiado ocupado pensando en qué haría a continuación no se daba cuenta de eso hasta que estaba al lado del Dreyar, y cuando lo notaba se alejaba. Todo eso molestaba al Dragonslayer del Rayo, se veía, y el enojo de Laxus era una de las pocas cosas que Freed más deseaba apaciguar, lastimosamente ahora no podía.

Con forme el sol iba cayendo y las primeras estrellas hacían su aparición en el cielo Justine se sentía cada vez más inquieto y la dificultad de su reto aumentaba, las ganas de estar y hablar con Laxus parecían crecer con cada paso que daba pero sabía que no debía hacerlo. La situación empeoró y aquello parecía una tortura para el pequeño peliverde, así que llegado cierto punto se excusó para ir a su casa, ahí podría hacer todo lo que quisiera.

Se apresuró a llegar pues si no podía abrazar y besar al verdadero Laxus al menos podría hacerlo con su montaña de peluches que tenía en su cuarto, y no sólo con eso, también con sus dos posters a tamaño real, sus tres almohadas que mostraban al rubio en diferentes poses, siete figuras de acción que había comprado en la tienda del gremio, quince fotos de él con el rubio y otras cuatro con él y todo el Raijinshuu, cinco pines que colgaba en las cortinas, dos camisetas que decían “¡Vamos, Laxus!” y “Team Laxus”, diez tazas con la cara de Laxus etcétera, todo eso podría recibir el amor que tenía guardado en su corazoncito, eso sí, sabía que no estaba obsesionado, era mera y pura admiración sana.

Llegó a su casa y se tiró en su cama de Laxus y abrazó uno de sus peluches de Laxus. Era realmente difícil, en toda su vida nunca había ignorado a alguien con tanta determinación y menos a Dreyar, y precisamente a éste era a quien menos deseaba ignorar. Sostuvo el peluche frente a su cara y lo miró.

-¿Por qué es tan difícil hacer esto? ¿Por qué tuve que enamorarme de ti?

Miró al peluche como esperando que le diera las respuestas que necesitaba, lástima que fuera un peluche y que no hablara, así sería todo más fácil.

Se quedó pensando, ¿cómo lograría atraer la atención del gran Laxus Dreyar? Ciertamente no le se ocurrían muchas cosas y en las que pensaba las desechaba rápidamente por temor al fracaso, pero tampoco podría depender meramente de la adivina, él tenía que hacer algo por su cuenta, y algo que saliera bien, entonces, decidido a hacer algo productivo el siguiente día, se preparó para dormir, el siguiente día podría ser duro.

 

A la mañana siguiente se arregló como de costumbre y salió a su paseo matutino a pensar de nuevo en el siguiente paso de su plan. Después de un rato decidió intentar coquetearle, pero, ¿cómo rayos se le coqueteaba a un hombre? ¿Cómo rayos se le coqueteaba a Laxus? Veamos: unas miradas como las del día anterior, una sonrisa, morderse los labios, quizá algún comentario o algo por el estilo, aunque tal vez lo mejor sea sacarle información.

Caminó por la ciudad en busca del Dragonslayer del Rayo el cual encontró al poco tiempo, y lo mejor de todo es que estaba solo. Bien, así no habría un molesto Bickslow que lo moleste mientras que intenta coquetearle. Avanzó y se paró a su lado.

-Hola, Laxus.

-Hola, Freed.

-Ah… Qué lindo día.

-Sí, espectacular.

-Y el clima es maravilloso.

-Perfecto.

-Sí…- Vamos, Freed, piensa en algo- Este… ¿Qué haces?- Soy pésimo en esto…

- Nada, sólo paseaba.

-Pero es raro que estés solo.

-A veces quiero estar solo y pensar.

-Ya veo…

-Pero ahora no, así que dime, ¿qué te traes últimamente?

-Nada.

-Oh, vamos, te conozco, no puedes engañarme así que dime.

-Sólo estoy un poco distraído.

-Sí, eso ya lo noté. ¿Estás seguro de que no es nada?

-Seguro.

Voleó a verlo y cuando se aseguró de que Laxus lo estaba mirando le sonrió, no una sonrisa amistosa, ni una de esas que se muestra cuando alguien está feliz, sino una que, como lo había dicho la adivina, que reflejara todo el deseo que sentía.

De acuerdo, Freed, mándale indirectas.

-Estoy un tanto aburrido, ¿qué hay de ti, Laxus?

-Algo así.

-¿Ta parece ir por ahí conmigo?

-¿A dónde?

-A donde quieras.

-Sólo caminemos.

Ambos se pusieron a caminar sin un rumbo fijo y mientras Justine pensaba en intentar sacarle un poco de información al rubio.

-Y dime, ¿qué tipo de personas te gusta?

-¿Qué sentido de gustar?

-En cuanto a físico.

-Veamos… Definitivamente tiene que ser más bajo que yo y que sea diferente, en el sentido de los ojos y el cabello, coloren no muy comunes, cabello largo y un fleco de lado ¿qué hay de ti?

-Que sea alto, fuerte y… Rubio.

-Conozco a una persona así.

-¿Quién?

-No te diré, piénsalo.

Que sea más bajo que él y que sea diferente, en el sentido de los ojos y el cabello, coloren no muy comunes, cabello largo y un fleco de lado. Puede que se esté dando falsas ilusiones pero esa descripción encajaba con él, o más bien, parecía que lo estaba describiendo a él.

-Bueno, pues yo también conozco a alguien que encaja con tu descripción.

-¿Quién?

-Tampoco te diré.

-Oh, vamos.

-Si tú no me dices yo no te digo.

-Pues nos quedaremos con la duda.

La plática que llevaron después de eso fue bastante normal e inclusive divertida, el mago rúnico nunca había hablado de esa manera tan despreocupada con él y le encantaba. Sentía que podía ser él mismo y que nadie los interrumpiría, sentía que eran los únicos en ese momento; sin embargo, aquello no era verdad pues había alguien que desde las sombras vigilaba todo lo que hacían.


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