- niño estas bien – pregunto preocupado el chofer del automóvil sujetándolo en sus brazos, cuando lo vio su corazón comenzó a latir como loco, no sabía si era por el estado en que se encontraba o por la belleza que tenía aquel misterioso joven, parecía tan delicado como una hermosa flor, aunque estaba en ese lamentable estado podía distinguir su belleza
- por favor lléveme a este lugar, ahí está mi médico solo él me puede atender, por favor – dijo suplicante el ojiverde antes de caer inconsciente, el chofer sintió tanta compasión por aquel niño simplemente no podía ignorarlo y aun sabiendo que iba a tener problemas por lo que pensaba hacer, lo cargo delicadamente y lo entro al auto, quería cumplir con la petición que le hizo
- por que estaba asi, en ese estado? – se preguntaba asi mismo, mientras lo acomodaba en el auto, al poner su mano en la espalda se dio cuenta que su piel estaba hinchada, tenía una marca recién hecha con fuego - ¿Quién fue capaz de marcar aquel frágil cuerpo?, seguro que no un ser humano – se dijo esta vez molesto
- quien es Ryu-san – pregunto la mujer que se encontraba dentro del lujoso auto, sacando de sus pensamientos al chofer – cuantas veces te dije que no recojas a vagabundos de la calle – pregunto esta vez molesta cuando vio que acomodaba al muchacho dentro del auto
- lo siento Misuki-sama, fue mi culpa no lo vi cruzar la pista y lo choque, podríamos por favor llevarlo al hospital – respondió cortésmente el chofer, aunque estaba mintiendo para poder salvar aquel niño
- pero tenemos que llegar a tiempo, es una reunión importante – dijo la mujer, miro a su chofer y se dio cuenta que no iba a cambiar de opinión, a veces era muy terco
- voy a llamar para decir que no voy a poder llegar a tiempo – dijo suspirando resignada recibiendo una sonrisa del chofer el cual encendió el motor de la lujosa limusina y llevo aquel misterioso joven al lugar que le pidió
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Cuando llego a la mansión se dirigió presuroso a la oficina de su padre, ignorando a todo mundo, cuando por fin estuvo frente a la puerta entro sin pedir permiso, los hombres de su padre sacaban algo parecido a los fierros con los que se marcan a los animales, le pareció extraño pero no le prestó atención
- Padre donde esta Misaki – pregunto sin más el peliplata
- lo siento Señor, no podíamos detenerlo – dijo uno de sus hombres
- no te preocupes, más bien pueden retirarse tengo que hablar con mi hijo – dijo el pelinegro, al instante todos abandonaron el lugar - que sorpresa tenerte aquí hijo, quieres algo de beber? – pegunto el mayor, haciendo enfurecer al peliplata
- por favor padre, solo dime donde esta Misaki y me voy – dijo esta vez en tono amenazante, tratando de contener su ira
- pensé que ya no te interesaba, porque preguntas por él – pregunto de lo más tranquilo el mayor tomando su té
- no creo que sea de tu interés padre, hicimos un trato y tu parte era dejar libre a Misaki y no molestarnos mas – respondió el ojilila
- sé que eso fue en lo que quedamos, pero tú no lo pediste a su tiempo, además aun si quisiera complacerte no puedo, Misaki ya no está aquí, se fue y no sé a dónde ni con quien – dijo el pelinegro seguro de sí mismo, el peliplata no sabía si creerle o no así que lo miraba dudoso
- eso no es verdad – dijo por fin el peliplata sacando la foto que le dio Ijuuin – él esta acá y tú lo tienes en este estado – dijo esta vez retando a su padre, cada vez se desesperaba más y más, el mayor solo miro sorprendido aquella foto, ahora tenía que castigar a todos sus muchachos por aquel acto
– sí, “estaba” aquí pero ya se fue, el mismo se ganó su propia libertad – contesto el pelinegro, esto sorprendió al ojilila, que significaba eso?, realmente su niño se había ido?, con solo mirar a su padre podía distinguir que le estaba diciendo la verdad
- pero al menos debes saber a donde fue – dijo esta vez desesperado – tengo que encontrarlo, si lo pierdo me voy a volver loco – dijo esta vez más para sí mismo que para su padre, el cual solo lo miro curioso y solo negó con la cabeza
- Padre porque me haces esto, tanto me odias, tanto desprecias que te haya quitado a lo que más amas – pregunto desesperado casi al borde de las lágrimas, tenía mucho miedo de no ver nunca más a su niño, de no volver a ver esos hermosos ojos esmeralda
- yo no te odio, eres mi hijo, al contrario yo te amor por que eres fruto del amor que profeso a tu madre – respondió el pelinegro calmadamente desde su escritorio, ver en ese estado a su hijo lo estaba afectando
- si no me odias porque me separaste de la persona que amo? – pregunto esta vez casi gritando, estaba desesperado
- yo no te separe de nadie, así que no me puedes culpar de nada – dijo esta vez serio – yo solo quería comprobar que no estabas equivocado, que no era solo un capricho, ya sea tuyo o de él, yo solo quería ayudarte para que no sufras después – dijo mirándolo seriamente, el peliplata solo lo miraba con un odio y rabia contenida - además si quieres culpar a alguien no sería más que a ti mismo – continuo el pelinegro, esto enfureció mas al peliplata el cual se acercó y puso sus mano encima del escritorio se su padre y lo miraba desafiante
- tú tienes la culpa por no poder defender el amor que tanto profesabas, tú tienes la culpa por no confiar en la persona que decías amar y por hacerle daño, si tú no hubieras aceptado el trato y en vez de eso hubieses defendido ese amor con todo de ti yo los hubiera dejado en paz, pero no fue así, solo fuiste un cobarde, aun así te di una oportunidad y no lo supiste aprovechar – dijo el pelinegro confundiendo al ojilila
- crees que Misaki-kun, uno de mis mejores hombres no se hubiera dado cuenta que había cámaras en tu casa?, que te hubiera puesto más vigilancia?, nunca puse cámaras en tu casa ni en tu oficina porque ese niño no es ningún tonto, tu no confiaste en él, solo fuiste un cobarde desconfiado que no merecía el amor que te estaban dando – dijo esta vez su padre alterado, nunca antes se había puesto de esa manera, sabía que estaba haciendo daño a su hijo, pero todo era para su bien.
El peliplata solo miraba incrédulo, su padre tenía razón, él era el único culpable, estaba destrozado no merecía el amor que su niño le había dado, se dejó caer en el sillón y se quedó mirando hacia la nada, recordando aquellas tantas veces que fue feliz con su niño, recordó sus sonrisas, su voz, sus ojos, su mirada, y también apareció la mirada de desesperación que tenía su castaño, sus lágrimas, sus gritos, todo paso en un instante por su mente
- déjalo ir – dijo su padre en un tono paternal poniendo su mano sobre su hombro, pero el peliplata no le escucho, en su mente no había más que encontrar sea como sea a su niño, no importa que busque hasta el último rincón, no iba a dar por vencido, se levantó y sin decir nada salió de ese lugar, dejando preocupado a su padre
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Poco a poco fue abriendo los ojos, se encontraba en la cama de un hospital, ¿cómo había llegado ahí?, no podía recordar muy bien lo sucedido y de repente todo le vino a la mente sin pensarlo dos veces se tocó su abdomen estaba preocupado por su hijo, no sabía que hacer se sentía débil, pero tenía que encontrar a su hermano asi que se dispuso a levantarse pero no pudo algo lo interrumpió
- debes tener cuidado por donde caminas muchacho – dijo una mujer ya de avanzada edad de pelo castaño corto algo canoso mientras entraba a la habitación – sabes cuánto tiempo perd… - la mujer no le regaño más, se quedo quiera mirándolo como si hubiera visto a algún fantasma, parecía incrédula, el castaño solo lo miro sin decir nada y sin mostrar ninguna emoción
- M-mi-misaki – dijo por fin algo agitada tapándose la boca, esto si sorprendió al castaño aunque no lo demostraba, como sabia su nombre?, la señora se acercó poco a poco cuando estuvo lo suficientemente cerca para ver la cadenita que llevaba en su cuello
- Misaki, Misaki eres tu – dijo la señora abrazando al menor con lágrimas en los ojos, sin que se lo espere, el castaño quería separarla pero no se sentía débil hasta para eso
- Señora no sé quién es pero creo que me está confundiendo – dijo el ojiverde casi sin respiración por lo fuerte que le estaba abrazando aquella mujer
- Misaki, por fin te encontré, pensé que habías muerto – decía la mujer sin escuchar al castaño, en eso entra Nowaki el castaño se sintio aliviado y con la mirada le pidio ayuda, el pelinegro al ver la escena se acerco presuroso y los separo
- señora, tranquilícese que le sucede – dijo el pelinegro, la mujer estaba tan alterada que casi no podía hablar, y tampoco podía calmar sus lagrimas.