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Afrontar realidades. por danielita1999

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Notas del capitulo:

—Diálogos—

—"Pensamientos"

El joven rubio yacía tendido en la mesa. Él quería llorar, esa presión en su pecho crecía con mayor intensidad, ¿Por qué tenía que sentir eso? No le tenía que importar. Pero, Ayase le dolió tanto que el prestamista  se comportara así de frío, tan brusco, que ya incluso su parte baja comenzaba a dar punzadas de dolor. Ayase se bajó de la mesa cuidadosamente, pues, le dolía  demasiado cómo para caminar adecuadamente. Estaba desnudo de cadera hacía abajo, ya que aún portaba su camiseta, cual el mayor no le quito.

Comenzó a caminar lentamente hacía su bóxer y short que estaban tirados en el suelo. Ayase sentía que un espeso liquido tibio se escurría por sus piernas, el ya sabía de que se trataba, pues, el mayor se había corrido dentro de él al terminar, las gotas espesas goteaban hasta chocar con el frío suelo. Se escuchaba ese sonido tan claro, cómo esas gotas blancas impactaban en el piso creando ese sofocante sonido y taladraban esos delicados tímpanos.

Ayase Caminó hasta llegar a la habitación, dándose una ducha y cambiándose rápido. Dentro de la mente de Ayase tenía la mínima esperanza de que el prestamista regresara y le dijera perdón por tan brusco comportamiento. Era extraño para el menor, pues, esta era la segunda vez que lo lastimaba de esa manera. Siempre se había comportado amable, incluso a la hora de tener intimidad. Ayase no le molestaba que el prestamista quisiese tener relaciones, aunque el menor siempre tratase de oponerse, cedía de todos modos y disfrutaba de las carisias que le brindaba el mayor.

Al haber terminado de vestirse, se sentó en la gran cama que estaba tendida de una manera tan pulcra, acostándose y poniéndose en posición fetal.

Las mejillas de Ayase comenzaron a tornarse de color carmín al recordar lo que hace unos minutos pasó.  Cómo el prestamista le acariciaba, cómo esas frías pero a la vez cálidas yemas pasaban en toda su tersa y blanca piel,  cómo ésos carnosos labios se habían posado con los suyos. Cada pensamiento, recuerdo  que vagaba en su mente, le daba una grata conformidad en su pecho, algo cálido que nunca había sentido.

Los latidos desenfrenados  que emitía el corazón de Ayase le llegaban a sus oídos, ese desacompasado latir de su pecho lo ponía nervioso. Pero, esos latidos se detuvieron  por un momento  cuando ese recuerdo de la sombría mirada del prestamista pasó por su mente. Los ojos del menor se volvieron tristes, esa chispa en su mirada no estaba, no emitía esa felicidad que tenía que expresar.

—“¿Qué soy en realidad para Kanou-san? ¿Un juguete? ¿Sentirá lo mismo que yo cuando estamos juntos?...creí que estaba feliz porque no me tocara, pero, ahora me siento vacío…, solo. Me siento contento, feliz, cuando estoy con él, ese grato sentimiento que se aloja en mi pecho me confunde, me hace dudar… pero a la vez, me es confortable”—. Pensaba Ayase mientras se incorporaba de la cama. El rubio estaba decidido, le preguntaría al mayor qué era para él, quería saber que tan impórtate era para el prestamista, quería simplemente saber por qué se estaba comportando así, tan distante, tan frío.

Salió de la habitación y del apartamento. Sabía Ayase que no tenía que salir sin Kuba o Kanou, pero, estaba él tan desesperado por tener una respuesta, que ni siquiera le tomaba importancia a ese dolor en sus caderas. Cada paso parecía que cajeaba,  ese dolor se extendía  cada vez más. Pero, su corazón dio un vuelco cuando estuvo casi frente de la puerta de su oficina. Los gemelos no se encontraban en el lugar, el guardia o cualquier persona lo dejaba pasar, puesto que todas sabían que él era algo del prestamista. Al haberse plantado frente la puerta, se dispuso a tocarla. Al poco tiempo, Kuba abrió la puerta, sorprendiéndose por la presencia del menor, pero enseguida se hizo a un lado dejando pasar al rubio.

Ese silencio sepulcral que se había plantado en el lugar hacia traspirar a Ayase,  pues, el prestamista enseguida se había puesto demasiado serio cuando se percato que él menor estaba en su oficina. Kuba salió cerrando la puerta tras de sí, dejando a la pareja.

Ayase bajó su mirada al suelo mientras jugaba con sus dedo. Esa expresión en el rostro del mayor lo incomodaba, esa mirada neutral que estaba clavada en Ayase sólo hacia más incomoda esa situación. El menor deseo que en ese momento la tierra lo tragara,  que se abriera un enorme agujero y lo succionara.   

— ¿Qué haces aquí Ayase?—. Esa varonil voz hizo que Ayase diera un brinco y se pusiera más nervioso, pues, todas esas preguntas que estaban rondando en su cabeza eran más fáciles de expresar sólo ahí, sin ser emitidas por sus labios. Ayase suspiro y llevó sus manos a su espalda.

—Yo… só-sólo quería preguntarte algo Kanou-san—. Con cada segundo Ayase se ponía más nervioso, su piel blanca y tersa transpiraba, gotas salados comenzaron a escurrirse por esa delicada piel. Ayase no había levantado la mirada, estaba clavada en el piso, pues, no quería ver cómo el prestamista lo penetraba con la mirada. Era como si los ojos del mayor lo traspasaran y supiera que era lo que pensaba en ese preciso momento, como esa simple mirada lo dejaba desprotegido y todo lo que pensara era expuesto.

—Está bien, pero espera un momento, estoy ahora trabajando—.dijo con simpleza el prestamista volviendo a clavar su mirada en unos documentos que posaban en ese escritorio de madera. Todas las cosas que estaban en el lugar del prestamista, estaban acomodadas en orden, tan pulcramente que ni un rastro de desorden lo rodeara.

Ayase asintió con la cabeza y se sentó en el sillón que estaba colocado en una esquina de la oficina. Él trato enormemente que ese dolor punzante en sus caderas no le afectara a la hora de caminar, pero era tan imposible que cojeo en unos pasos, cuales el prestamista no pasó por desapercibido. El menor bajo de nuevo la mirada, no quería tener contacto visual con el mayor, estaba Ayase bastante nervioso como para ver las pupilas del prestamista y ponerse más de lo que estaba.

Ese silencio perturbador era tan escalofriante para Ayase, pues, sólo el sonido de las hojas moverse se escuchaba, ese sonido emitido perforaba los tímpanos de ambos, pues, incluso el prestamista estaba desconcentrado en su trabajo, puesto que le ponía más atención a ese rubio que estaba sentado en el sillón de su oficina, su personalidad tan sumisa lo cautivaba. El mayor no podía concentrarse si tenía a su Ayase ahí, tan nervioso, tan sumergido en sus pensamientos que ni siquiera prestaba atención a su alrededor, pues, el prestamista había dejado de lado esos papeles para solo dedicarse a observar al menor.

—Vamos Ayase, me preguntas lo que quieras en el apartamento—. Exclamó Kanou mientas se levantaba de su asiento para dirigirse a la puerta.

—P-Pero…, tu trabajo Kanou-san.

—Eso puede esperar—. Sentencio el mayor mientras tomaba del brazo al rubio y lo arrastraba fuera de la oficina.

Notas finales:

Bueno,  disculpen la tardanza jijiji, sé que me tardé mucho y el capítulo es muy corto, pero, de ahora en adelante prometo actualizar cada semana, de preferencia los sábados y domingos.

Y por cierto: ¿a quién le gusta el SasuNaru? porque tengo pensado hacer uno…


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