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Malicia en el Mundo Cool por Mikhail

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Notas del capitulo:

Death Note, ni Mello y Matt me pertenecen. Tampoco las canciones (sólo se hace mención de los títulos) me pertenecen, estas últimas sólo son para ambientar la historia si lo deseas.

 

Gracias por leer.

198

                                                                     Here He Comes Now

Después de una ardua labor, la cama luce espléndida, sin embargo solo está en mi mente. No es muy complicado entender a lo que me refiero, basta con ser esa persona incógnita entre la multitud que entre momentos llega a provocar algún choque en el tiempo con su respiración pausada, como el aleteo de una mariposa no tan bella; aquellas feas y grandes de negras alas(o café oscuro, chirmolas) que aparecen cuando la tierra se pone húmeda y el cielo se viste de gris.

Mi mirada se asemeja a la de un viejo colérico, mis manos blancas y en algunas ocasiones del día pálidas se dedican a doblar sus dedos, y mis oídos son a su vez extasiados con el sonar de los huesos quebrados como la corteza de un buen pan.

—Mihael, Mail, su tarea.

—Ya voy maestra —contesta mi acompañante.

Yo siquiera me inmuto, no sirve de nada. Y debo aprender que así será en el bachiller dentro de poco, nadie va andarse preocupando por mi o si de entrego la tarea. Todos en este salón estan acostumbrados a eso, a tener a los sujetos detrás de nosotros con las hojas de reportes en la mano y el prefecto buscando a los que decidieron escaparse de clase y van vagando por la escuela.

La cuarto fila de cuatro sillas suele ser la última o la penúltima, depende si las sillas están pedazo de mierda o si los jovencitos de al lado de nosotros, a la izquierda pegado a la pared, forman su grupito de más de seis.

Si hay algo que disfruto más es estar aquí con toda la gente maravillosa que se encuentra, más sus mierdecillas que dejan regadas por facebook o sus estupideces para nada disimuladas.  Es curioso su comportamiento, son bastante predecibles que a veces aburre cuchichear de ellos. Supongo que es porque veo muchas películas, leo algunos libros o inconscientemente (a veces no) le presto demasiada atención a mi entorno. Tanto que me gusta tener un auricular puesto y el otro no.

No sé cómo describir a mis maestros, pienso que si lo hago quedarán como los típicos pendejos en contra de la buena vida que impiden experimentar grandes aventuras a los protagonistas de novelas adolescentes como por ejemplo, interrumpir un examen porque Narnia los necesita. No soy relevante en este mundo, aún no pasa nada mágico en mi vida como para contar una historia meramente buena, pero confío en que habrá gente que entienda qué es ser ordinario y no jactarse de ello. Podemos imaginar muchísimas cosas, pero básicamente estaría aplicando “La vida es eso que pasa mientras piensas en otros planes”. No lo sé.

Ahora mientras los demás hacen su tarea o fingen hacerla, Matt demuestra sus habilidades plásticas y visuales dibujando un perro y un gato en cópula con un marcador negro en mi libreta.

—Me gusta más el gato —le digo.

—Eres el gato —asiente con la cabeza—.  Es negro, te gustan.

—Negro como mi alma  —Tomo el plumón y continúo su trabajo en su antebrazo,  escribiendo una «M» mayúscula—. Tú eres el perro, son pendejos y huelen traseros.

—El tuyo y el de tu madre.

—También.

Me pregunto si tendría que poner algo así como «respondí con una sonrisa torcida» o cosas por el estilo, porque más o menos eso hice. Aunque me parece que sería agotador poner todas las pinches acciones que realizo a cada segundo, digo, ¿realmente es relevante poner que me sonreí por la estupidez de Matt y la mía? ¿Por qué entonces, no podría poner que estoy respirando como todo el tiempo? ¿Sería tedioso porque no es algo tan fantástico como sacar telarañas de las muñecas? ¿O simplemente la puta pregunta se responde con lo primero escrito y cito «sería agotador poner todas las pinches acciones que realizo a cada segundo»? Supongo que hay acciones que valdrían la pena poner, como cagar.

Matt todavía sigue llenando la hoja de arte (ya, como esta acción tan relevante. Claro que sí) y yo no hago nada más que mirar al pizarrón y a la maestra, para tener tiempo de jalarle la libreta a Matt y hacer como que también hago algo, mas no la tarea.

Y ahora es cuando me pregunto, ¿qué haré a la hora de presentar el examen de admisión a la preparatoria?

—Oye Mello…

—¿Qué?

—¿Qué tienes?

—No lo sé.

Faltan exactamente 22 días y 15 horas para esa vaina, no me preocupa más de lo normal, sólo que estaría más tranquilo si al menos tuviera las otras dos opciones de escuelas por si no llegase a entrar a mi opción número uno. Sólo puse una porque no me fijé en dónde estaba lo de las otras dos, con trabajo entré a la página de internet para inscribirse, pues la “directa” estaba saturada y no podía entrar, me tiraba a un aviso que tampoco leí. Tardé una hora haciendo click, y me llevó la puta madre que salí de ahí y me puse a buscar otro sitio para inscripciones.

También mis padres me llevaron a la puta madre (me causa mucha gracia esa expresión) porque si yo no sabía mucho de esas cosas, ellos menos. Cada que pedía ayuda me reventaban con «busca ahí, busca en gogle a ver cómo» «pues pregúntale a tu amigo, pregúntale a Matt si ya entró y cómo lo hizo». Matt me tenía hasta la coronilla.

En fin, que encontré otro sitio, y para terminar tuve que grabar un video explicando como lo había hecho para el pendejo de mi amigo, quien se lo envió a otras muchas personas sin enterarme yo.

Sin enterarme de nada nunca.

Estamos nerviosos, ambos. La secundaria realmente ha sido una experiencia que si bien fue fuera de serie, no volvería a pasar por ningún motivo. Jamás. De todas maneras, creo que voy a extrañarla, porque descubrí muchas cosas que me suben la cólera o el sentimiento de estar siendo participe de alguna película de aventura. Son muchas las contradicciones que tengo en el momento que me pongo a analizar todo. No estoy seguro si hay algo que volvería a vivir, pero creo que sería el momento en que entendimos que ya no éramos “niños” (los maestros también se encargaban de recordarlo a cada instante en el primer grado), y la confianza con la que entramos para hacer amigos se desvaneció con la rapidez de un tornado devastando todo a su paso. Con la facilidad con la que nos hicimos amigos, nos disolvimos en un profundo mar de dramas y discordias.

Y empezaron con sus vergas de ánime/animé cuando en un principio yo era aquel idiota deforme que venía a contar lo genial que fue ver esto, que fue ver aquello. Agh, un asco. Eran otakus, y yo era un perdedor.

Luego le siguieron los libros, me acuerdo cuando yo empecé con los libros, pero fue hace mucho, antes que se pusieran de moda. En sexto de primaria encontré un libro azul con un sujeto mirando a la luna en la estantería a la que llamaban Biblioteca Personal, “Los cuentos de Bécquer”. Sentí una tremenda atracción hacia ese libro, así que lo tomé, y a la hora del descanso de ese mismo día empecé a leerlo, cuando llegó el fin de las horas escolares, me acerqué a la maestra y le pregunté que si para llevarme el libro tenía que poner como en las películas mi nombre y dirección. Todavía era inocente en lo que cabe. Le causó tanta gracia como a mí de recordarlo, y me indicó que sólo era necesario mi nombre, grado y grupo. La Biblioteca Personal se llamaba así porque era del salón y de los alumnos del mismo. Pendejadas.

Volviendo al presente, me gusta el olor a las páginas de libros. Tengo muchos libros almacenados de los cuales la mayoría no he leído. Disfruto mucho los libros con contenido¹, gracias a ello he desarrollado una fobia grandísima a los desastres naturales, y una todavía peor al universo, es decir, a los que hay allá afuera, a miles de kilómetros de la tierra o del sistema solar.

Pero lo realmente malo, lo realmente malo en la historia es cuando te fijas en cómo van las cosas, cómo funcionan, ¿entiendes? Pues yo tenía a Matt, y Matt me tenía a mí. Pero también Matt tenía a sus amigos, y sus amigos lo tenían a él, y cuando ellos los tenían a él, yo no tenía a nadie.

Tampoco es para decir que odiaba a todos… aunque reconozco que lo he sentido una que otra. Me llevaba con todos, eran mis compañeros, me trataban bien, sea por compromiso o no, lo hacían; sin embargo, para ellos nunca existí en los planes escolares, ni en los trabajos en equipo, ni para las fiestas que ahora se daban a montones ya que era tiempo en que casi todos cumplían quince años. Estaba allí como una partícula de polvo, flotando hasta quedarme varado en alguna superficie.

Sólo pido que no se olvide de mí.

—Matt —lo llamo.

—¿Qué?

Hago una pausa larga. Quería decirle lo que estaba pensando.

—Mierda —solté un gruñido—. Se me olvidó lo que quería decirte.

 

 

+24

 

Después de haber faltado jueves y viernes al instituto, hice mi gloriosa entrada el lunes -que no tuvo nada de glorioso-, y el martes…

El martes (en unos momentos será miércoles), cuando desperté, lo hice después de veinte minutos de batallar conmigo mismo, con una carga doble en los hombros a diferencia de otros días que no duermo bien, porque esta vez me dormí temprano.

Llegué al colegio técnicamente como un zombie, la primera hora (música) fue un reto; hice un esfuerzo imaginario por mantener mis párpados arriba, a pesar del ardor que mis ojos tenían.

La segunda hora, que era inglés, caí dormido, no sin antes enterarme gracias a Madre que el sueño incontrolable era producto de las pastillas que me recetaron por el neurólogo.

Toda la hora estuve durmiendo, y cuando terminó, el profesor de historia (de la tercera hora) seguía ausente, por lo que tuvimos hora libre, y mágicamente el sueño se había esfumado. Estaba apurado terminando la tarea de química (que de todos modos no terminé).

El problema del sueño regresó a la cuarta hora que era taller. Me sentía extremadamente cansado, demasiado. La visión era borrosa, y mis extremidades curiosamente no estaban pesadas, sino que al contrario, desde esa perspectiva medio drogada, parecían plumas livianas.

La maestra quien notó que empezaba a cabecear y había leído la receta de los medicamentos (esa era la justificación), hizo que me llevaran con la trabajadora social.
  
—¿Te llevaron ahí? —preguntó Cindy (el nombre de la trabajadora social). Asentí moviendo afirmativamente con la cabeza—. ¿Por qué no me habías traído la receta? —volvió a preguntar, esta vez con un tono que pude identificar como disgusto o reclamo, aunque su expresión era juguetona. Me le quedé viendo por varios segundos, preguntándome ahora yo si era necesario que contestase de la misma forma, tomando en cuenta las circunstancias. Yo sólo quería dormir e irme de una vez por todas si por eso me habían llevado con ella y pedido el celular de mis progenitores.

La verdad era que el lunes sí había ido a entregarle la hoja, pero en cuanto llegué noté la puerta cerrada con una cartulina rosa y un aviso en ella: “La trabajadora social se encuentra incapacitada por estos momentos.”
  
—No lo sé —fue lo único que atiné a decir.
  
Ya de ahí, la conversación tomó otro rumbo acerca de cuál eran los medicamentos que me dieron y la cantidad que debía tomar. Cuando terminó su interrogatorio, se levantó y salió del pequeño cuarto con el móvil en la mano. Era un nokia touche blanco y pequeño, algo grueso y con una franja azul por los costados. Desde el primer año que he estado ahí y la vi, ha traído ese teléfono. Yo tuve uno igual.
  
—¿Cómo te llamas? —escuché.
  
Moví la cabeza hacia dónde provenía la voz con extrema lentitud. Era una muchacha morena y bastante delgada, y por el color azul rey de la falda, supe que era del segundo grado.
  
—¿Cómo te llamas? —insistió, mirándome con curiosidad. En ese instante, mi cerebro hizo click al darme cuenta que se refería a mí. Estaba más que nada, impresionado, porque nadie se había atrevido a hablarme en todo este tiempo, y de imprevisto, aparece una chica dispuesta a iniciar por sí misma una conversación conmigo.
  
—Mihael —respondí después de tanto rato.
  
—Tienes un nombre muy bonito —declaró de inmediato, aun mirándome fijamente.
  
Me sentía completamente confundido de su actitud, sin restarle esa impresión que me viene acompañando desde el inicio de la plática. No sabía qué es lo que debía responder. Entonces, me vino  que yo todavía no sabía su nombre.
  
—¿Cómo te llamas tú? —le pregunté un poco más abierto.
  
En ese momento unos brazos me rodearon con suavidad, obligándome a voltear.
  
—¿Estas bien? —Padre y Cindy habían entrado al mismo tiempo al pequeño cuarto, discutiendo sobre que de la dosis de medicamento que me habían dado era incorrecta.
  
—Sí.
  
—¿Qué tienes? ¿Te sientes mal?
  
—No tengo nada, sólo mucho sueño. Estoy bien.
  
—¿No te sientes mal?
   
Suspiré pesadamente, conteniendo las ganas de mal contestarle. Sabía a lo que iba con “¿no te sientes mal?”, y me pareció bastante estúpido el hecho de que considerara que iba a estar llorando y casi delirando de depresión como otras veces, puesto que se supone que cuando llaman a los padres les dicen el porqué de la situación, ¿no por eso me hicieron el interrogatorio del comienzo?
  
Odio repetir las cosas, y estaba cansado de tantas preguntas. Sólo quería dormir, joder.
  
—Te juro que estoy bien, sólo tengo sueño. No me siento triste ni nada, sólo quiero dormir.
  
Supongo que quedó satisfecho con mi respuesta, por lo que desvío su atención de mi para con Cindy.
  
Regresé la mirada a la chica morena, que observaba con extrañeza la escena.
   
—¿Cómo te llamas? —retomé nuestra conversación.

Ella se volvió y me regresó la mirada, bastante animada. En algún momento pensé que había encontrado una nueva amistad.

—Muchas gracias —se despidió Padre de la trabajadora social con un gesto de la mano, antes de agarrarme por el hombro y empujarme levemente a la salida, mientras veía que los labios de la muchacha se movían, respondiendo a mi pregunta. No logré escuchar cuál era su nombre.  Tampoco le quité los ojos de encima hasta que salí completamente, con la tan conocida sensación de vacío en el pecho.

Ni siquiera pude despedirme Matt, y sólo por él, no quería irme de allí.

El resto del día lo único que hice fue dormir.

 

¹Casi me olvidaba, para mí, los libros con contenido son aquellos que dejan información valiosa o de interés; tales son los libros de matemáticas, historia, ciencias, enfermedades, etc.

Notas finales:

La cuenta de días comienza desde el 22 de Octubre de 2014, el número de días que no tenga signo se representa como el presente de Mello, acompañado de un "+" son eventos que transcurrieron entre la fecha de inicio y el presente; y con un signo "-", se cuenta desde la fecha de inicio para atrás, retrocede.

 

Canción:

Nirvana - Here She Comes Now.

 

 

Tengo ganas de hacer rol, ¿alguien?


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