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Locos de amor por Romina Fujoshi

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Notas del capitulo:

Hola :D

¿Adivinen de donde estoy actualizando?...Siii de la computadora de mi trabajo. Me siento una malota cuando hago eso. 

Ok pero eso no es relevante, quería agradecer sus reviews que siempre la verdad que dan muchos animos :3

Creo que después de todo he encontrado un dia fijo para actualizar esto...Será los viernes /._./

Dejo el capítulo 2...

Capítulo 2: Acostumbrándose a la libertad

 

« Era uno de mis primeros días en Bethlem Royal, la noche era extremadamente calurosa al grado de asfixiarme.No lograba diferenciar si se trataba de algún efecto secundario de la medicación que el doctor Evans me recetaba, o si mi agitación se debía al clima, pero eran muchos factores, era el calor, era el poco espacio que había entre una cama y otra, nos amontonaban como les era posible, las ventanas estaban abiertas y los ronquidos de los demás se entrelazaban con los sonidos de la noche. Una mujer sollozando, un hombre hablando dormido acerca de la segunda guerra mundial, un chico que sufría de alucinaciones rezando una oración y otra para que el diablo se fuera de su lado, el sonido del viento golpeando contra las paredes y el ruido de los grillos ocultos en la obscuridad. Todo eso sumado a mis voces que no silenciaban, decían cosas contradictorias que me hacían imposible entenderlas, era demasiado para poder soportarlo, me sentía mal, asqueado del nuevo lugar que me rodeaba. Sudoroso y mal oliente. Algunos pacientes no controlaban sus esfínteres y el dormitorio olía terriblemente, hasta que llegaba la mañana y alguien aparecía para limpiar.

Las noches se hacían más largas de lo que eran, la espera ansiosa por ver la luz del día era eterna y en esos casos ni los somníferos me eran funcionales. Estaba ahí siendo testigo de todo tipo de sonidos que se volvían una tortura. Una vez que un manto de luz solar se deslizaba por los tejados y amenazaba con colarse por la ventana, me sentía aliviado, había amanecido y podría estar más tranquilo. Una de mis voces era imperiosa, luchaba por hacerme actuar imponente y exigente con mis compañeros y enfermeras, pero siempre la ignoraba y luchaba por concentrarme en la persona que me sonreía. Tomy siempre despertaba en las mañanas sonriéndome con gentileza, ofreciéndome su mano para salir de la cama y así caminar juntos a las duchas »

 

 

Carlos y Diana se miraban entre sí, no encontraban la mejor manera de explicarle las cosas a Fernando. Antes de que su hermano hubiera sido llevado a esa oficina, Evans les explico que su recuperación era muy susceptible, podía cambiar en cualquier instante, no estaba convencido de los factores que podían desencadenar una recaída, pero les advirtió que debían estar siempre alerta y vigilar su medicación apropiadamente. Como era de esperarse, Fernando les lanzaría esa pregunta, era obvio que querría saber sobre su madre.

Diana le tomo por el brazo y lo llevo al sofá para sentarse junto a él, Carlos se acomodó frente a ellos e inspiro hondo rascándose de vez en cuando la barbilla

-¿Qué pasa? ¿Por qué tanto misterio?- Fernando se inquietaba. ¿Qué rayos pasaba? ¿A caso su mamá estaba muerta?...Sentía como sus pulmones enloquecían un poco, haciendo que su respiración fuera agitada -¡Hablen!- Suplicó

-Fernando…Mamá está en su habitación

-¡Bien! Iré a verla- Hizo un esfuerzo por levantarse y su hermana lo hizo retroceder

-Mamá no está bien- Continuo Carlos y para sorpresa de todos una enfermera Salió de la habitación de la señora Silva. Saludo con un ‘Buenas tardes’ y la inquietud de Fernando crecía

-¿Qué pasa con mamá?

-Ella sufrió una apoplejía. Ella está en estado vegetal, puede vernos y escucharnos, de acuerdo a las evaluaciones del médico, está bien, pero no puede moverse ni hablar- La expresión de Fernando se desencajó, todo el entusiasmo por su salida de Bethlem Royal se había esfumado al escuchar eso, ahora sentía dolor, miedo y sobre todo ¡Culpa!

-Fue mi culpa- Susurró y su hermana trato de reconfortarlo con un abrazo

-Tú no estabas bien cuando paso lo que paso

-Carlos, no intentes negar algo que está más claro que el agua, yo intente estrangularla y el oxigeno dejo de llegar a su cerebro ¿Van a negarlo?- Las palabras parecieron suspenderse en el aire, Fernando era inteligente, antes de terminar recluido en Bethlem Royal, estudiaba el tercer semestre de la carrera de medicina, así que tenía conocimientos sobre el padecimiento de su madre, sabía perfecto el origen de su estado de salud actual –No respondan nada. No hace falta- Se levantó del sillón y abrió la puerta de la habitación de su madre. La mujer estaba pálida, la enfermera que la cuidaba le acomodaba las sabanas. Fernando no podía acercase a ella. La vio a distancia y aunque la miraba a los ojos no era capaz de leer nada en ellos, no había nada, era una mirada vacía, era como si su madre lo odiara, o al menos así lo sentía. Su estómago se revolvía, le faltaba el aire, ¡No!...no podía estar cerca de su mamá. No entendía el temor irracional que sentía por acercarse a ella. Su cuerpo no le respondía, sus piernas no se movían y su visión se nublo. Después, solo hubo obscuridad.

Sus ojos se abrieron encontrando el rostro de su hermana muy cerca, la chica sostenía un pañuelo húmedo contra su frente y Fernando se dio cuenta que estaba en su habitación. Lucía distinta, o era que en un año ¿La había olvidado? No, no era eso, recordó que en sus días de completa demencia, escribía en las paredes, destruía los muebles y su dormitorio lucía como un basurero, solo lo habían limpiado y reparado.

-¿Te sientes mejor?- Cuestiono la rubia

-¿Qué me paso?

-Te desmayaste

-¿En serio?- Dijo incorporándose en la cama. La cabeza le daba vueltas, la luz que entraba por la ventana le resultaba un poco molesta, se había acostumbrado tanto a los espacios sombríos del hospital, que ahora le costaría trabajo retomar lo cotidiano de la vida

-Fernando ¿Estás seguro de que te sientes bien?

-¿Porqué no me lo dijeron? ¿Porqué nunca me dijeron que mi mamá estaba así?- Preguntó con amargura, el ambiente parecía congelarse y Diana ordenaba algunas cosas dentro del armario de su hermano. Inspiro hondo y al fin pudo hablar.

-El psiquiatra nos dijo que cualquier comentario podría afectar tu recuperación, por lo mismo nunca te visite. Carlos era más fuerte que yo, él podía ocultar las cosas, pero yo no, yo soy transparente como el cristal y me habría puesto a llorar frente a ti.

-¿Estas mejor?- Carlos apareció por la puerta y llevaba entre sus manos un vaso de agua y una dosis de ansiolíticos que Fernando debía tomar a esa hora –Toma esto. Te hará sentir mejor- Puso el vaso sobre la pequeña mesilla junto a la cama del castaño y en ese instante Fernando pudo leer en la mirada de sus hermanos el temor, esas miradas gélidas que demostraban miedo. Antes de poner la pastilla en su lengua, les dedico una mirada directa

-Ustedes, me tienen miedo ¿O me equivoco?- El ambiente era tenso. No estaba tan equivocado, sus hermanos estaban aterrados, su vida había cambiado demasiado en un año. Ambos trabajaban mucho, ninguno de los dos tenía pareja, todo el tiempo era dividido entre el trabajo y el cuidado de su madre, y a pesar  de la aparente estabilidad de Fernando, ellos sabían que era como cuidar de un enfermo más.

-Claro que no- sonrió Carlos y se dejó caer en la cama de su hermano, reviviendo algo de lo que hacían de niños como dormir juntos, lo abrazo por el hombro. -Tomate tu pastilla y deja de pensar tonterías

-Mejor dicho locuras- Puso la pastilla en su lengua y la trago con ayuda del agua –Mamá me odia, sus ojos demostraban terror cuando me vio entrar por su puerta

-No pienses eso, ella te extrañaba

-¡No mientan!- alzó la voz –Ella debe odiarme, esta así por lo que le hice

-Escucha Fernando- Diana se acomodó con sus hermanos en la cama y lucho con todo para darle un giro a la conversación –Yo hace tres meses que termine mi terapia psicológica con una terapeuta excelente. También tiene conocimientos de psiquiatría, seguramente podrá darte una cita ¿Quieres que la llame?

-¿A caso tengo alternativa de negarme?... Eso es parte de mi recuperación. ¡Llámala!

 

*****

Fernando no dejaba de preguntarse la razón por la que no podía acercarse a su madre, llevaba tres semanas enteras en casa y cada vez que intentaba acercarse a ella, su organismo se desestabilizaba peligrosamente, le dolía la cabeza, le faltaba el aire, las rodillas le temblaban y recuerdos borrosos se agolpaban en su cabeza sin tomar el más mínimo orden. Era como si odiara a su madre y ni siquiera entendía por qué. Pasaba las noches entre el sueño y la vigilia. Se suponía que era libre, pero al parecer, las ataduras de la locura eran más fuertes de lo que imaginaba. Sus voces no estaban, pero en ese momento desearía haberlas escuchado. Se revolvía entre las sabanas en un intento absurdo de que el sueño lo venciera, tomaba somníferos pero no estaban teniendo el efecto esperado, sus ojos no podían cerrarse. Todo eran preguntas y dudas, la incertidumbre de entender muchas cosas lo recorría de los pies a la cabeza y la inquietud por encontrar las piezas faltantes en sus recuerdos lo desesperaba.

Respiro y volvió a su plan principal “Yamil Navarro” Era extraño, pero había estado tan sumergido en sus esfuerzos por adaptarse a su libertad que había dejado de lado lo que se propuso. “Yamil Navarro” Era desconcertante, el corazón le latía tan rápido que podía sentirlo en su mano cuando la ponía sobre su pecho, latía tan rápido que le asustaba. Él no creía en el amor a primera vista, pero para su mala suerte era como si de eso se tratara, nada más y nada menos que de amor a primera vista.

El efecto que los ojos azules de Yamil Navarro había tenido sobre él, había sido hechizante, esa mirada llena de agradecimiento se le había grabado en cada espacio de su memoria a corto y largo plazo. Recordaba con exactitud cada rasgo de su rostro, recordaba su voz, recordaba la fragilidad que mostraba en ese momento.

Las sesiones que había empezado a tomar con la psicóloga no le eran de mucha ayuda, o mejor dicho ya había perdido los ánimos en su recuperación. Era un fastidio tener que hablar con una mujer que creía entender todo sobre la mente humana, era molesto tener que aparentar que se sentía feliz cuándo no era así. Se sentía culpable de todo, se sentía culpable de ver a su madre en una cama y se sentía culpable de ver la rutina en la que sus hermanos estaban atrapados, él no era más que una carga “Quizá estaba mejor en el hospital” Pensó con desánimo.

La mañana llego y Fernando despertó por puro milagro, había dormido tan solo dos o tres horas, dejó su cama con pesadez y fue al comedor donde encontró a sus hermanos desayunando, era el único momento en que podía verlos. Se acomodó en la silla y se sirvió un vaso de leche para tomar la pastilla de esa hora, un antidepresivo que le secaba los labios y a veces le daba nauseas, pero aún así debía tomarla.

-¿Estás bien?- Le preguntó su hermano mayor, al notar la palidez de su rostro y las obscuras ojeras que se extendían debajo de sus ojos. Además le extrañaba ver a Fernando con esa facha, su cabello tan largo y esa barba que lo hacía ver mucho mayor de lo que era.

-No dormí muy bien- Musito. Regreso la mirada al desayuno y le causaba repulsión, realmente no tenía ganas de comer

-Fernando- Su hermana siempre parecía temerosa de decir las cosas -¿No crees que te haría bien regresar a la universidad?- Solo obtuvo la extraña mirada de su hermano, frunció el entrecejo y farfullo con tono serio

-No tiene caso. No me aceptarán de nuevo

-Yo podría hablar con el director de la facultad- Intervino Carlos

-Gracias pero no estoy interesado en regresar a estudiar

-Llevas casi dos meses en casa y no sales para otra cosa que no sean las visitas con la psicóloga. Te haría bien mantener la mente ocupada…- Las palabras de Diana se vieron interrumpidas con un fuerte golpe que Fernando dio sobre la mesa

-¡Dije que no!... Sí tanto les molesta mi improductividad, díganmelo directamente, sin rodeos, sin comentarios esquivos que no logro descifrar- Ahí se dio cuenta de su error, parecía que los medicamentos perdían efecto o algo más emocional que mental lo estaba haciendo reaccionar de esa manera. Obtuvo la mirada desaprobatoria de sus hermanos y se sintió terriblemente arrepentido de su acción, volvió a acomodarse en la silla y respiro para poder tranquilizarse –Lo siento- Murmuró –Iré a la universidad a ver qué puedo hacer- Su comentario pareció regresar un poco de confianza en sus hermanos.

Decir que mentía sería demasiado apresurado, pero haría el intento. No le importaba regresar a la universidad, no le importaba nada, lo único que le importaba estaba a kilómetros de donde él se encontraba, así que decidió aferrarse a ese recuerdo como una tabla de salvación. Carlos le entregó el dinero para su sesión de ese día con la terapeuta.

Cuando sus hermanos se fueron Fernando escucho su reloj anunciando que era la hora para tomar un potente psicotrópico, ese medicamente era el que más problemas le daba, nunca se sabía el efecto que podía tener sobre él, a veces lo ponía somnoliento y otras eufórico, por un segundo pensó en dejarlo pasar por alto, pero no, al final lo tomo. Se vistió, estuvo listo para salir, se despidió de la enfermera y en el camino decidió desviarse. Termino encerrado en la biblioteca y pronto tenía su mesa llena de libros frente a él. Todos eran libros de psicología, farmacología y psiquiatría. Quería entender un poco más sobre los enfermos mentales, tenía que entender un poco más sobre Yamil y sobre sí mismo, se obsesiono con la idea de que esos libros le entregarían alguna idea para poder rescatar a su nuevo ángel de inspiración. Se perdió en las palabras de los textos que leía, le parecía una completa basura lo que esos libros decían ¿Qué iban a saber las personas que escribían eso? “Solo un loco sabe cómo se vive la locura” Miro el reloj y se le había hecho tarde para la cita con su psicóloga, así que solo la dio por perdida. Salió de la biblioteca y termino en el lugar menos indicado. Se escondía detrás de un árbol y observaba las puertas de Bethlem Royal.Miraba quien entraba y salía, miraba hacia las ventanas y los altos muros que protegían el lugar, miraba todo, todo aquello de lo que nunca había sido testigo, camionetas con comida que entraban y salían, doctores y enfermeras que se saludaban en la puerta con amplias sonrisas, sus ojos identificaban a la perfección la división del hospital, el edificio A y el edificio B. Se le congelaba la sangre con solo imaginar las atrocidades que debían hacer en el edificio B.

Algo comenzó a vibrar dentro del bolsillo de su pantalón. Fernando estaba tan sumergido en sus recuerdos dentro del hospital, estaba tan perdido en el trabajo de su imaginación que no dejaba de ofrecerle suposiciones sobre lo que pudiera estar pasando dentro del hospital en ese instante que tardo en identificar de donde provenía ese estimulo. Recién se acostumbraba al uso de un celular.

Sacudió la cabeza para ubicarse en la realidad y respondió la llamada.

-¿Fernando?- Era su hermana que sonaba agitada

-¿Qué pasa?- Le confundió esa llamada repentina

-Me llamo tu psicóloga dice que no fuiste a tu sesión, te espero toda la hora ¿Qué paso?- Fernando podía leer en la voz de su hermana el miedo total que sentía. Era tan obvio que le aterraba lo que pudiera estar haciendo.

-Estoy en la universidad- Mintió. Su mente había trabajado a toda velocidad y le había ofrecido una buena escusa –Vine a ver que se podía hacer y se me fue el tiempo

-¿Pero estas bien?- Le fastidiaba el hecho de que sus hermanos le vigilarán ¿A caso no era digno de un voto de confianza?

-Voy saliendo para ir a casa, te veo en la noche Diana- Cortó la llamada y regreso su atención al hospital ¿Cómo haría para sacar a Yamil de ese lugar? ¿En serio algún día sería capaz de reflejarse en sus ojos nuevamente?... Bajo la mirada con desanimo y dejo escapar un suspiro

-¿Qué haces aquí?- Una mano sobre su hombro lo sorprendió de manera repentina. La voz que le hablo al oído por la espalda lo aterrorizo. Quiso salir corriendo despavorido en ese instante. Temía girar la cabeza para saber quien le hablaba, pero el miedo superaba cualquier otra emoción ¿Y si era un psiquiatra que lo había descubierto? ¿Y si era algún asaltante?... Su mente nunca fue buena para enfrentar conflictos y Fernando se dio cuenta cuan débil podía llegar a ser, asustado por algo tan simple como eso. Si alguien quisiera hacerle daño ya lo habría hecho.

-Solo tomaba un poco de aire- Respondió con el corazón latiéndole a mil por hora

-Eras paciente de Bethlem Royal ¿Cierto?- La voz a su espalda sonó más relajada y Fernando se dio la vuelta, encontrando frente a él a un chico vestido de negro, hacía calor y aun así ese chico llevaba puesta una chaqueta. Tenía el cabello ondulado de color rubio, le llegaba hasta los hombros, sus ojos eran de color avellana y era más alto que él, debía medir 1.90, no había mucha piel que pudiera verse, debido a la ropa que tenía puesta, pero era blanca muy pálida, parecía que nunca le daba el sol.

- ¿Cómo lo sabes?- La duda lo inundo, ¿Cómo era posible que un completo desconocido llegará a esa conclusión con tan solo haberle mirado una vez?

-Cuando me dieron de alta solía hacer lo mismo, venir a ver las puertas del hospital, estar expectante del escenario que cuando estas adentro no consigues ver

-Tú… ¿Eras paciente en Bethlem Royal?

-Sí, en realidad me escape hace dos años. Digamos que yo mismo me di de alta. Hay días en los que me parece divertido venir a ver este maldito lugar y burlarme de ellos porque no me pudieron detener

-¿Escapaste?- Fernando abrió demasiado los ojos

-Me llamo Héctor- El rubio extendió su mano y Fernando le saludo –No fue sencillo organizar mi plan de escape, pero siempre fui más inteligente que todos en ese lugar ¿Cómo dijiste que te llamabas?- Volvió a mirarle y Fernando estaba intrigado por lo que ese chico le contaba

-Fernando Silva

-Bien, escucha Fernando- Héctor de recostó en el pasto y recargó su cabeza contra el tronco del árbol que tenían a un lado –Yo no pertenecía a este lugar, soy alguien que ama el riesgo y la adrenalina, un día queme una iglesia…Fue todo como un juego, me gustaba ver como las llamas ascendían desde el suelo hasta los tejados y lo destruían todo. Era divertido, pensé que quemaba una iglesia vacía, desconocía que había personas dentro y me inculparon de asesinato ¿Sabes lo que el dinero es capaz de hacer?

-No te entiendo

-El dinero de mi familia sirvió para que no fuera a la cárcel, mi abogado dio un buen discurso acerca de mi supuesto desorden mental y termine en Bethlem Royal. La locura parecía contagiosa, es un lugar horrible, había noches en las que pensaba que alucinaba, tanto loco a mí alrededor me ponía mal, siempre terminaba en aislamiento por gritarles a las enfermeras. ¡Me harte! Así que decidí escapar- Fernando encontró en ese desconocido una persona con potencial para ser su cómplice. Conocía el hospital y lo aborrecía tanto como él lo hacía, así que se iba a aventurar a los riesgos. No debió analizarlo mucho tiempo, se sentó junto a él y empezó  a hablar

-¿Qué tan sencillo es escapar de Bethlem Royal?- Su expresión sería era demasiado sería. Héctor se incorporo de golpe

-¿Porqué preguntas eso?

-Escucha…iré al grano… ¡Hay alguien a quien quiero sacar de este hospital! Y creo que tú puedes ayudarme

-No lo creo, yo solo vengo a reírme de quienes me subestimaron, yo no quiero tener nada más que ver con este hospital, tu mejor que nadie sabes lo terribles que son aquí

-Por eso mismo, debo liberar a una persona, adentro hay alguien que me necesita

-No lo sé amigo- Se rasco en la nuca

-Quiero liberar a un chico a como dé lugar, no pienso detenerme, lo haré de cualquier manera, pero con tu ayuda sería más sencillo

-Bien- Héctor miro al cielo y acarició un poco sus labios, buscando en las nubes la mejor manera de estructurar su propuesta –Si quieres sacar a alguien de ahí, no puedes hacerlo desde afuera

-Habla claro- Le pidió Fernando

-Es obvio, tienes que hacerlo desde adentro

-Ya lo había pensado. Pero… ¿Cómo se supone que regrese al hospital? No puedo aparecerme y decir ‘Quiero ver a Yamil Navarro’ y decirles que quiero salir de ahí con él- Era todo lo que ocupaba sus pensamientos. Liberar al chico que le había regresado las ganas de ser alguien distinto- Héctor pareció pensarlo, pero tras inspirar hondo, no hubo nada, no había una sola idea para ayudar con lo que Fernando le estaba pidiendo

-¿Sabes qué?... Creo que eso corre por tu cuenta. Encuentra la mejor posibilidad de regresar al hospital y cuando tengas una idea, hablaremos de nuevo. Debo irme

-¡Espera!... ¿Dónde te veré de nuevo?

-Estoy aquí todos los días- Se alejó y Fernando regreso a su casa en un aura más confusa de lo normal. Bajó del autobús y camino por el vecindario que más había odiado en su infancia, recordaba a los niños corriendo por las banquetas, jugando y sonriendo emocionados, mientras él debía mirarlos por la ventana, era doloroso tener ese tipo de regresiones donde solo terminaba entristecido. En esos tiempos, sus voces lo llamaban “Fernando Fernando” y así se imaginaba que tenía amigos. Trago duro ante sus recuerdos y al entrar a casa sus hermanos estaban histéricos

-¡¿Dónde estabas?!- Le grito Carlos

-Estaba caminando. Necesitaba aire

-No vuelvas a desaparecer de esa manera. Toma esto- Carlos le daba otra pastilla que tenía indicada a esa hora. Fernando frunció un poco los labios y lo miro molesto. Era definitivo, sus hermanos no confiaban lo más mínimo en él… ¿Querían motivos para estresarse? ¡Bien! Se los iba dar. Tomo la pequeña pastilla y la metió debajo de su lengua. Dio un trago al vaso de agua y miro a su hermano

-¿Feliz?- Le dijo en tono desafiante. No hablo más, entró a su habitación y sacó la pastilla de su boca poniéndola bajo el colchón de su cama. Tomo un marcador de entre sus cosas y escribió en la cabecera de la cama una frase que siempre daba vuelta en sus pensamientos, una frase que le había enseñado su buen amigo Tomy “En Bethlem Royal hay muchos trucos para evadir la medicación”

 

Continuará… 

Notas finales:

¡Gracias por leer!

Se que a lo mejor pudiera parecer aburrido D: Pero prometo que el asunto irá avanzando :D

Nos leemos el proximo viernes...

さよなら


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