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Locos de amor por Romina Fujoshi

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Notas del capitulo:

Hola ^^ ¿Cómo estan?

Que quede claro que los titulos de los capitulos corren por cuenta de mi beta Neko24 (¡Joder! que emoción ya tengo beta) Soy pésima a la hora de los titulos y bueno le dejé esa tarea a él. Agradecimientos especiales por soportar mis bloqueos mentales y dar su voto de calidad a cada capítulo :D

Gracias por leer este fic y a las personas que comentan ¡Gracias! 

Espero que les guste este capítulo y que al final no quieran aventarme piedras...

Capítulo 3: Los secretos de la mente

 

« Miraba con repulsión la comida que tenía frente a mí, todo se veía tan asqueroso, siempre odié los chicharos y ¿Qué decir de la gelatina verde? ¡Asco!, Demasiadas cosas verdes en un plato de comida me revolvían el estómago. O quizá, se trataba de otro efecto secundario de la maldita medicación, una pastilla y otra, y otra, las enfermeras a toda hora entregándome los medicamentos que debía tomar. Odiaba Bethlem Royal, en serio lo odiaba, como nunca odie nada en mi vida. Después de hacer fila durante casi 40 minutos para tener la comida entre mis manos, esperaba algo mejor, no es que fuera una persona exigente, pero deseaba tener algo agradable para llevar a mi boca. Sostuve la cuchará con mi mano temblorosa, tome una pequeña porción de chicharos con pollo y antes de meterla en mi boca, mis voces estallaron en un bullicio algo confuso, pero alcance a escuchar la más poderosa y firme, gritándome desde el interior de mi cabeza “¡No comas eso!” Regresé la cuchará a su lugar -¿Porqué?- Dije en un susurro para que los demás en la mesa no se dieran cuenta de mi conversación “Porque podría estar envenenada, recuérdalo Fernando, en este lugar hay alguien que te quiere muerto”. Mi sangre se congelo, aparte el plato tanto como me fue posible y después sentí una punzada en el estómago. ¡Rayos! Tenía hambre, pero mis voces tenían completo dominio sobre mis acciones.

-¿Pasa algo Fer?- Mire el rostro de Tomy, despreocupado, relajado, masticando esa asquerosa comida como si no fuera cosa del otro mundo

-Me da asco la gelatina verde- No pensé en que otra cosa decir, siempre, desde que era un pequeño me avergoncé de exteriorizar lo que mis voces gritaban dentro de mi cabeza

-Entonces toma esta- Tomy puso entre mis manos su gelatina roja y empezó a comer la verde con una sonrisa ensanchando su rostro –Anda cómela- Volvió a decirme y el latido de mi corazón regresaba a la normalidad, al parecer me estaba tranquilizando. Encajé la cuchará en la gelatina “No la comas, no comas eso, morirás” Esas voces me taladraban el pensamiento, no tenía fuerzas para ignorarlas y continué en mi lucha interna por comer o no comer, hasta que un par de mujeres del otro lado del comedor empezaron a pelear, debatiendo por la ultima gelatina que quedaba, ninguna quería la de color verde y al quedar solo una roja iniciaron a discutir como un par de niñas berrinchudas. Cayeron al suelo entre pataletas y estirones de cabello hasta que la doctora Laura Rocha, una mujer hermosa, una belleza natural sin necesidad del maquillaje, el color castaño cobrizo de su cabello, siempre era deslumbrante bajo los rayos de sol que se colaban discretamente por las pequeñas ventanas que iluminaban el comedor, su piel blanca resaltaba el color de sus ojos color miel, ¡Dios! Esa psicóloga era realmente hermosa, pero lo que más me gustaba de ella es que era la única terapeuta en todo el hospital que nos trataba como seres humanos en sus terapias de grupo. Pero me estaba desviando; La doctora se esforzó en separar a las mujeres que peleaban por esa tontería y al no conseguirlo solicito la ayuda de Andrés y Benjamín, ese par de auxiliares que se desaparecían de pronto. Llegaron para separarlas y sin dificultad alguna las tomaron entre sus brazos -¡Llévenlas a las habitaciones de aislamiento!- Indico la doctora Rocha. Yo miraba toda la escena con suma concentración, me parecía haber visto antes a esas mujeres y parecían tranquilas, nunca pensé que la locura pudiera desatarse tan fácilmente por un problema de comida.

-¡Como odio a esa maldita doctora!- Regresé mí vista hacia Tomy, su mirada estaba plagada de furia y apretaba entre sus manos los utensilios hasta que los rompió ya que eran de plástico

-A mi me cae bien- Dije en tono relajado y me rendí con la comida, solo la dejé de lado

-Es una perra, es igual que todos en este maldito hospital

-Tomy ¿Qué crees que haya pasado con esas mujeres? Parecían muy tranquilas en semanas anteriores

-En Bethlem Royal hay muchos trucos para evadir la medicación

-¿Quieres decir que…?

-Que esas mujeres seguro que evadieron su medicación y ahora explotaron como si nada ¿Por qué crees que la doctora Rocha las envió a asilamiento?- Enarcó una ceja y la mueca en sus labios se parecía demasiado a una sonrisa sarcástica

-Creo que la doctora Rocha me cae bien- dije espontáneamente

-¡Diablos no!- Mascullo entre dientes y acercó su rostro hasta el mío, sentí su aliento chocar contra mis mejillas, sus ojos me clavaron su mirada mientras sus dedos se enredaron en mi cabello –Te lo dije desde el primer día que llegaste aquí Fer, ¡No te fíes de nadie!, En este maldito lugar, todos están contra nosotros. Pacientes contra doctores y doctores contra pacientes, no hay más- Acortó la distancia entre nuestros rostros, un suave masaje de su lengua en mis labios y abrí la boca ante lo sorpresivo de la acción, metió su lengua y serpenteo junto a la mía en un extraño beso que surgía de la nada, en ningún momento cerré los ojos y escuche una voz en mi cabeza “No está nada mal el chico ¿Eh?”… Nos alejamos y lo miré confundido

- En Bethlem Royal hay muchos trucos para evadir la medicación. Recuerda eso ¿De acuerdo?- Asentí con la cabeza y Tomy se levantó de la mesa, mientras la duda y la confusión flotaban en el aire »

 

 

 

Ahí estaba de nuevo, en esa lucha constante con la inestabilidad en sus ciclos del sueño, sabía que esa pastilla debajo del colchón actuaba como relajante muscular y ansiolítico, pero ahora era como un reto personal, como un deseo de ir en contra de la corriente y demostrar su fastidio de alguna manera.

Cerraba los ojos buscando en la obscuridad alguna manera de entender mejor la vida, husmeaba en sus recuerdos y en un intento por recrear el pasado mediante sus imágenes, se daba cuenta cuan solitario había estado siempre, su pequeña hermana menor que desde niños lo miraba con cariño pero más que con cariño ¡Con miedo!... Su hermano mayor que actuaba como un sabelotodo y siempre quería estarle diciendo que hacer o decir cuando iban juntos a la primaria, su madre llorando por los rincones de la casa fingiendo sonrisas que nunca se creía. Así era la vida de Fernando, triste y solitaria, llena de espacios en blanco a los que siempre les faltaba emoción. Luego el recuerdo de Daniel, que venía a su mente como una suave brisa que removía demasiadas cosas dentro de él. ¿Y si le seguía amando? ¿Y si ese amor que decía sentir por Yamil no era más que un amor al recuerdo de Daniel? ¿Y si rescatarlo era algo imposible? Su mente lo inquietaba con preguntas, esa extraña mezcla de cuestionamientos y sentimientos románticos dentro de él, definitivamente no tenían respuesta. Siempre había sido poco tolerante a la frustración, lo leyó en sus expedientes tantas veces, que en algún momento llego a pensar que era cierto. Salió de su cama con frustración, fastidiado de no poder dormir en lo absoluto, sentía mucho calor y abrió la ventana para que entrara el aire fresco de la madrugada, encendió una lámpara sobre la mesilla de noche y se vio al espejo. El cabello más largo que nunca rebasando por varios centímetros la altura de los hombros, su barba desarreglada y sus ojos inexpresivos ¿Cuándo se había convertido en eso? Le dieron ganas de romper el cristal con su mano, era tan parecido a su padre, a ese hombre que los había abandonado sin importarle nada. De todos sus recuerdos el que más aborrecía era el de ese hombre. “Quizá nunca nadie me ha querido de verdad” Un pensamiento que le sabía amargo, pero que siempre le había acompañado cuando las cosas se ponían complicadas.

 

*****

Recogía su cabello frente al espejo. Se aseguraba de no dejar un solo cabello fuera, sus ojos grises se veían rojizos, quizá esa noche había sido una de las más largas desde que volvió a casa, la incertidumbre erosionaba sus pensamientos, tenía tantas cosas que hacer, tenía que pensar en cómo rescataría a Yamil ¿Cómo hacer para regresar a ese hospital? Tenía que buscar que de alguna forma su actuación fuera convincente frente a sus hermanos, tenía que fingir que iba a la universidad, tenía que prepararse para los cambios que surgieran en su cuerpo una vez que empezara la inhibición de medicamentos. ¡Wow! Sí que tenía cosas que hacer, todos sus planes eran como pequeños mundos contenidos en un mundo más grande, solo era cuestión de organizarlos de la forma más correcta posible.

-Bueno días- Diana entró con entusiasmo, con una charola entre sus manos, en ella había un desayuno que se veía muy apetecible y a un lado las pastillas de esa hora

-Buenos días- respondió algo indiferente y ayudo a su hermana con esa charola de comida, la puso sobre uno de los muebles de la habitación y soltó un suspiro, para después meter esa pastilla en su boca. Iría poco a poco, no eliminaría la medicación tan repentinamente, así que esa decidió tomarla

-Fernando ¿No has pensado en recortar tu cabello y rasurar esa barba que tienes?

-¿A qué viene esa pregunta?

-Simple curiosidad

-No, no lo he pensado, me siento bien de esta manera

-Hermano, pero es que tú eres muy guapo, además pareces cinco años mayor con este look

-Diana, deja de joder ¿Sí?... Ya dije que estoy bien así- La chica frunció el entrecejo, ella solo intentaba ser amable y trasmitir un poco de su buen ánimo a su hermano ¿Y eso era lo que obtenía a cambio?

-¡Cómo sea! Yo solo intentaba ser optimista- Hizo una pausa y se aseguro de que Fernando llevará algo de alimento a su boca. Carlos y ella no estaban tan desprevenidos como su hermano pensaba, estaban alerta y el castaño solía ser tan obvio cuando dejaba de comer –Fernando, tienes cita con la psicóloga

-¡¿Qué?! ¿Por qué?

-Porque ayer no fuiste, así que me aseguré de que ella pudiera darte un espacio hoy, date prisa, desayuna, ponte la mejor ropa que tengas y te llevaré antes de ir al trabajo, la cita es en una hora

-Diana, no tengo ganas de ir, mejor que sea la próxima semana- Miro a los ojos de su hermana y estos le reclamaban sin decir nada, pero en ocasiones una mirada dice más que mil palabras –Dame quince minutos y estaré listo- Diana sonrió y salió de la habitación para dejarlo a solas.

Estaba molesto, sabía que algo de esa psicóloga le resultaba desagradable, la mujer era muy amable, siempre recibiéndole con una sonrisa en los labios, siempre paciente al silencio que nacía entre los dos, ciertamente era una profesional, pero Fernando no la soportaba, cada sesión terapéutica era más estresante que la otra, era por eso que se negaba a ir. Se puso la ropa, arregló un poco más su cabello, se lavo la cara y los dientes, abrió la puerta y recordó que su celular estaba entre las almohadas, así que se regreso para tomarlo y al guardarlo en su bolsillo escucho a sus hermanos, ahí instalados en el pasillo que daba hacia la puerta de salida, secreteándose como si quisieran que nadie escuchará.

Fernando debió agudizar al máximo su sentido del oído y asomó un poco la cabeza para ver hasta donde le era posible escuchar.

 

-Carlos, estoy muerta de miedo, la mirada de Fernando es tan fría que me hace imposible mostrarme tranquila ante él ¿Y si viene un arranque de ira? ¿Y si se molesta por algo? ¿Y sí intenta estrangularme a mí también?- Vaya que estaba aterrada, las palabras salían de su boca como si estuviera a punto de llorar. Carlos la tomó por los hombros e hizo que lo mirará fijamente

-¿Podrías calmarte?... ¿Crees que eres la única que se siente de esa manera?, Claro que también tengo miedo, pero recuerda lo que nos dijo el psiquiatra, Fernando fue evaluado por uno de los mejores médicos que aprobó su alta

-Lo sé, pero aún así hay algo que me hace sentir miedo

-Escucha Diana. Fernando es nuestro hermano, aunque nos cueste la vida, aunque sea la cosa más terrorífica del planeta, debemos soportarlo y aprender a vivir con su enfermedad. No hay otra salida

En ese instante Fernando sintió como que era golpeado por una fuerza inexistente, el estómago le dolió como si en serio hubiera tenido a alguien frente a él y le hubiera dado la peor paliza de su vida. Sus hermanos le temían, lo veían como una carga y aunque no quisiera sentir dolor, lo sentía, y en todo su esplendor, porque la sensación lo rebasaba por completo, secó una lagrima que había escapado de su ojo y cerró la puerta solo para volver a abrirla y asegurarse de hacer bastante ruido para que sus hermanos se percataran de su presencia esta vez.

 

*****

Diana lo dejo frente a la clínica esa donde estaban los consultorios de los psicólogos, Fernando percibió el olor del asfalto caliente, ese olor le recordaba muchas cosas, cosas como su infancia solitaria y uno que otro recuerdo en Bethlem Royal –Puta vida- Mascullo para sí mismo y entro al edificio, la recepcionista llamó al consultorio de la doctora Vidal y Fernando siguió el camino que ya se sabía. Entró al consultorio y esa mujer lo recibió con esa sonrisa tan propia de ella.

Al acomodarse en el sofá y escuchar la palabrería que la terapeuta le lanzaba, la miro más detalladamente, era una mujer con algunas arrugas en la cara, cabello negro, ojos de un gris más obscuro que el color de sus propios ojos y su mente volvió a hacer ‘Click’ La mujer era tan parecida a su madre, demasiado para su mala suerte, quizá de ahí venía ese extraño rechazo. Fue como un descubrimiento, así que sus ojos se abrieron sorprendidos, ante la impaciencia de saber un poco más.

-¡Doctora!- Grito de repente –Disculpe que la interrumpa, pero hay algo que debo decirle… Yo, no me siento cómodo con usted

-Me alegra que puedas decir cómo te sientes- Cruzo la pierna y aparto el mechón de cabello de sus ojos para ponerlo detrás de su oreja –A decir verdad ya lo había notado. Si no te molesta, me gustaría canalizarte con uno de mis mejores colegas

-No tengo problema con eso- Uff que alivió. Al parecer lo que había leído en los libros de psicología le había sido muy útil, gracias a esas palabras que rondaban en su cabeza pudo entender que si un paciente no se sentía cómodo con su terapeuta, existía la canalización.

-Entonces ven conmigo- Caminaron por un pasillo muy estrecho y llegaron a la siguiente oficina.

Un hombre con un porte impresionante les abrió la puerta, ambos entraron y se acomodaron en las sillas frente a su escritorio.

-Fernando, él es el doctor Pereira, es profesor en la academia Beckneham, es excelente psiquiatra y psicólogo- Le entrego el expediente de Fernando y salió de ahí para dejarlos a solas.

El doctor Emanuel Pereira, era un psiquiatra y psicólogo eminente, tenía todo el reconocimiento de la sociedad de profesionistas en su rama, era un investigador de la mente humana, su agenda siempre estaba llena. Tenía la misma estatura de Fernando, el cabello de un negro intenso y algo de barba en su cara, ojos color esmeralda detrás de unos anteojos de armazón firme y la expresión seria, le hacían verse muy bien, muchas de sus ‘Amigas’ estaban que morían de amor por él, pero él tenía otros planes, planes que no iban para nada con el romance.

Hubo un poco más de silencio, el doctor leía el expediente de Fernando con detenimiento y de pronto hablo

-¿Así que vienes de Bethlem Royal?- Alzó las cejas y Fernando asintió con la cabeza -¿Un año? ¿Sólo estuviste un año?

-Así es doctor

-Me extraña- Dijo son superioridad –Tu diagnostico inicial dice esquizofrenia tipo paranoide no especificada con tendencia suicida. Un año me parece insuficiente para una recuperación

-Fui evaluado por el doctor Darío Petterson. Él fue quien me dio de alta

-En ese caso, creo que debo aceptar tu recuperación ¿Sabes?- El ambiente pareció relajarse, ya no era tan denso y Fernando pudo respirar mejor –El fue sinodal en la tesis de mi doctorado

-Ya veo

-Dime Fernando ¿Cuántos años escuchaste voces?- ¡Maldición! ¿Por qué siempre tenían que hacerle esa pregunta?

-Toda mi vida doctor, creo que son recién seis meses que me han dejado tranquilo

-Bueno, el caso es que llevaremos tu proceso emocional, por lo que me dice tu expediente, el doctor Ricardo Evans es el que lleva tu tratamiento farmacológico

-Así es, lo visito cada mes en el hospital para los ajustes a mi medicación

-Ya veo

 

La sesión fue tan distinta a las que Fernando había tenido con la doctora Vidal, ese hombre que al principio parecía un tempano de hielo, se fue mostrando como alguien mucho más jovial y agradable. Acordaron la fecha para la segunda cita y Fernando le dio el dinero que su hermano le daba para pagar sus sesiones terapéuticas.

-¿Sabes Fernando?... Sueño con trabajar en Bethlem Royal

-¿Eh? ¿En serio?

-Sí, creo que me vendría bien tener un cambio de aires, escuche por ahí, que pronto el doctor Petterson va a jubilarse

-Que interesante, le deseo suerte con eso

 

A fin de cuentas habían podido hablar tranquilamente, Fernando se sentía satisfecho por como se había desarrollado esa sesión con el psiquiatra. Cuando estaba en la parada de autobuses miro la hora, tenía algo de tiempo para ir a la biblioteca, pero luego recordó a Héctor, ese sujeto todo misterio con el que había hablado el día anterior, su reloj anunció la hora del medicamento que debía ingerir, sacó de su bolso el pequeño frasco con las diminutas pastillas y trago una de ellas, así sin agua. Entonces el autobús que llevaba a su vecindario estuvo frente a sus ojos. Lo medito y ya estaba, lo dejo pasar y espero el que llevaba a Bethlem Royal. El camino era largo y aburrido, pero en esos minutos podía pensar, se adentraba tanto como le era posible en sus ideas, pero por más que removía sus archivos cerebrales no encontraba nada.

Llego de nuevo a ese lugar, miro las puertas del hospital, miro los marcos blancos de las ventanas, miro todo, todo cuanto tenía frente a sus ojos “¿Qué estará haciendo él?” Se dijo pensando en Yamil obviamente.

-Presentía que te vería de nuevo- Héctor tenía otra ropa, pero al igual que la del día anterior era negra. Y al igual que él día anterior, había aparecido de manera inesperada.

-Hola- No se le ocurrió otra forma de saludar y empezaron a caminar juntos adentrándose en el camino de árboles que les rodeaba

-¿Qué te trajo por aquí el día de hoy Fernando?

-En realidad no lo sé, cuando me di cuenta ya había tomado el autobús

-¿Y dime pensaste algo?

-¿Sobre qué?

-Sobre lo del plan de sacar a no sé quien de Bethlem Royal

-Ah eso- En verdad si lo recordaba, pero como no tenía nada en mente, prefería evadir el tema por el momento.

Él quería evadirlo, pero no tenía idea del entusiasmo que había despertado en Héctor. Ese chico consideraba que su vida era aburrida, desde que escapó del hospital debió vivir en las calles de la ciudad, secuestrar, matar, robar, hacer todo cuanto le fuera necesario para sobrevivir, se había convertido en algo peor de lo que ya era, pero la adrenalina que sentía al hacer cosas prohibidas, se volvió adictiva, así que cuando no hacía nada se aburría. Fernando había llegado como caído del cielo a proponerle algo genial. La mente de Héctor solo maquinaba cosas oscuras, si por él fuera, entraba al hospital y con un ejército de ayudantes sacarían a ese chico matando a todo el mundo. Pero la imagen que tenía de Fernando lo hizo detenerse, lo leyó como alguien pacifico y tranquilo de los pies a la cabeza, así que esperaría su propio plan y ya vería él de que manera podría ayudarlo.

 

-Anda dime que pensaste- Indico Héctor

-No he pensado nada- Se acomodaron en una banca y Héctor sacó un cigarrillo para empezar a fumar

-¿Puedo preguntarte algo?

-Adelante

-¿A quién quieres sacar de ahí?

-A Yamil Navarro, es alguien importante para mí

-¿Qué hay con ese? ¿Es tu familiar?- Se estaba interesando más en el asunto

-Él es la persona que yo amo- Si Héctor se sorprendió la verdad que no lo mostro de inmediato, sonrió discretamente y soltó el humo de su boca

-¿Tú eres gay?

-Sí

-Wow… es una historia de amor y locura ¿Eh?... Ahora veo porque la insistencia en sacarlo de ahí

-No creo que él sepa de mi existencia, apenas si le vi una vez

-Pero que mierda ¿Y solo con verlo una vez sabes que quieres rescatarlo?

-Es terrible, él está en el edificio B, lo torturan- Se encogió del hombros –O al menos eso creo

-Sí que estas obsesionado con sacarlo de ahí ¿Cierto?

-Supongo que sí

-Ya se te ocurrirá algo para sacarlo, creo que te ayudaré, solo dame la idea perfecta y seguro armamos algo

-Gracias

-¿Estás seguro que solo quieres sacar a ese chico? Digo, porque ya estando, podríamos sacar algunos más

Los recuerdos comenzaron a dispararse sin orden alguno en la cabeza de Fernando, chocando unos contra los otros, amontonados en una mente con espacio insuficiente para ellos ¿Y si quisiera rescatar a alguien más?...

 

 

«  -No podemos estar haciendo esto, Tomy por favor- Dije al romper el contacto entre nuestras bocas que se habían estado besando ansiosas. Tomy no me despertaba ningún sentimiento más allá de la amistad, pero el cuerpo es débil, reacciona ante estímulos y bueno, estaba siendo estimulado.

-Juguemos Fer, solo un poco, sexo de amigos ¿Qué dices?- Volvió a besarme y cada vez que nuestras lenguas se rozaban me sentía extraño, la temperatura de mi cuerpo se elevaba demasiado, al grado de dejarme paralizado y luego hacerme accionar los movimientos de mis brazos que se colaban debajo de la camiseta de Tomy, su piel no estaba nada mal, era muy suave y se sentía fresca contrastando con mi temperatura.

-¡No quiero hacer esto!- Proclame convencido de que se alejaría con mi pequeño empujón

-¿Estás seguro?- Me hizo dudar, se quito  la ropa y quedo desnudo frente a mí. No voy a mentir, la imagen de su cuerpo era muy erótica.

Sentí su respiración cerca, muy cerca, nuestros alientos se entrelazaban, observe sus labios por unos segundos, tan cerca de los míos. Era una locura, estábamos en una habitación con más de 45 pacientes, seguro escucharían, “Sabes que tienes ganas de hacerlo Fernando” “Hace más de un año que no lo haces con nadie”. ¡Estúpidas traidoras!.. Sí eso eran mis voces, unas traidoras que aparecían cuando menos las necesitaba. Me volvía presa de mis propios deseos.

Sentí su aliento en mi cuello mientras luchaba por quitarme esa prenda que evitaba el contacto de nuestra piel, alcé los brazos hechizado por la mirada seductora de Tomy ‘¡Dios! No soy de piedra’ Pensé y me beso, al fin la distancia se extinguió. Había algo en sus labios que me hacía anhelar más, desear mucho más, respondí con ganas y cerré los ojos escuchando algunos gemidos silenciosos de placer. De un momento a otro besaba su cuello, continué con el recorrido descendiendo más abajo hasta que Tomy me detuvo.

-No tan rápido Fer- Me dijo en un hilo de voz, pero era extraño, ahora solo me guiaba por un deseo hambriento. No había amor, era solo sexo, sexo que me hacía sentir vacio y culpable por lo que estaba haciendo. Como pude me saqué el pantalón y los dos quedamos desnudos.

Ese chico invirtió las posiciones y termino sobre mí, besando mi cuello, lamiendo la piel de mi pecho. Solo suspiré y me mordí los labios para evitar que cualquier sonido escapara, Tomy se detuvo un par de segundos, miro mi excitado miembro y con ayuda de sus manos lo metió en su boca.  Mi propia erección entrando y saliendo de su boca, comenzó, jugueteando su lengua en la punta, saboreando mí liquido pre-seminal como si fuera lo más normal del mundo.

-¡Deja de hacer eso!- Tiré de sus cabellos, pero no dio resultado. Tomy decidió llevarme al borde de la locura y su boca comenzó una labor mucho más intensa, era todo lujuria. Me dejé llevar, no tenía más fuerzas para oponerme.

-¡Más rápido Tomy…. Ahh!...- Hable bajito para no despertar a nadie, y mis deseos fueron cumplidos. Apresuro el ritmo y continuó hasta que no pude más, me vine en su boca y exhalé agitado, había sido maravilloso. Daniel nunca me había hecho sexo oral y fue agradable “¿Qué rayos? ¡Deja de pensar en Daniel!” Gritaron mis voces y Tomy se relamió los labios.

Llevé mis manos hasta su cuerpo y acaricie todo a mi paso, toda su espalda, todo, quería tocar, sentirme poseedor de ese cuerpo que me había encendido.

-Tomy esto…- El sudor de mi frente se encargó de recordarme que la noche era demasiado calurosa. Ahora quería ir más allá, estaba por iniciar un beso, pero él me detuvo.

-Creo que hasta aquí llegaremos por hoy Fer ¿De acuerdo?- Dijo traviesamente mientras buscaba su ropa para volvérsela a poner

-¿Porqué?- Pregunté confundido

-La próxima vez, tienes que hacer eso dentro de mi ¿Te parece bien?- Me beso en los labios apasionadamente y pude sentir el sabor de mi propio semen, debía resultarme asqueroso pero no lo fue, nuestras lenguas ensalivadas juguetearon un buen rato y antes de que pudiera hacer más, Tomy se alejó –La próxima vez Fer- Regresó a su cama y mis voces se quedaron calladas, en completo silencio como si estuvieran arrepentidas de lo que me habían gritado.

Me puse la ropa y me acomodé para dormir, cosa que ya sabía que sería imposible. Definitivamente Bethlem Royal era el lugar más loco del mundo. »

 

Continuará…

 

Notas finales:

¡¿Porqué Romina?! ¿Porqué tienes que meter contenido sexual ya en el capítulo 3? ---> Así me dijo mi Neko24 que en realidad se llama Gibran xD Espero que no quieran golpearme TuT Creo que todo es misterio y más misterio y un nuevo personaje *^* Atentos con el doctor es importante ;)

Bueno muchas gracias por leer, nos leemos el próximo viernes

*sale corriendo*


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