Capítulo 3: La elegida.
Estaba claro, o por lo menos para Sebastian así lo era. No tenía duda alguna de que su Bo-chan era la candidata perfecta -vestida de bella dama, por supuesto- para aquel puesto que la Reina solicitaba.
-¿Qué has insinuado?.- Pero, al parecer, su joven amo no pensaba de la misma forma, o eso sugería aquel tono tétrico con el que había formulado tal pregunta.
-Es algo simple.- El mayordomo, bastante relajado y seguro, tomó asiento sin permiso alguno. Ciel no dijo nada.- Usted realmente parece una bella mujer si se viste adecuadamente, incluso es atractiva.- Sebastian juraría que esa frase había provocado cierto rubor en su pequeño amo.- Además, no había que involucrar a terceros.
Ciel torció su expreción en un gesto de disgusto. No era mala idea, pero el simple hecho de tener que volver a disfrasarse de dama le producía terror. Recordaba como aquel hombre quería posar las manos sobre él (ella), con intenciones para nada aceptables, pero claro que no diría nada, porque el orgullo de un Phantomhive era grande.
-Pero...- Buscó refutar el buen argumento que su mayordomo le brindaba, pero no encontró nada. La sugerencia de Sebastian era buena se mirase por donde se mirase, y aunque habían pensado en todas y cada una de las mujeres que habían conocido, aquella sería la mejor opcion.- ¿Y por qué no hablamos con...?- Se detuvo a si mismo. ¿Grell? ¿Aquella criatura que constantemente coqueteaba con su mayordomo? ¿Para fingir ser su pareja y así dejarle vía libre?. No. Ni de broma.- Olvidalo, lo haré yo. Será lo mejor.
-¿Bo-chan? ¿Le pasa algo?.- Este simplemente negó con la cabeza y le hizo un gesto para que se marchase.- Está bien. La cena estará lista dentro de una hora, joven amo.
No recibió respuesta, por lo que se marchó dispuesto a, tal y como dijo, preparar la cena y muy seguramete arreglar todos los destrozos que los sirvientes habían provocado.
Pero estaba bien.
¿Qué clase de mayordomo sería si no fuese capaz de arreglar todo lo que se desmoronaba en la casa Phantomhive?.
Por otra parte, Ciel se ahogaba entre pensamientos.
Tendría que vestirse de mujer, ir hasta Londres y... estaba claro que iba a ser su pareja, ¿Verdad?. Bien, Sebastian no se había ofrecido -y por supuesto que no se lo pediría, él era un Conde.-, pero había dejado claro entre líneas que se ofrecía para tal puesto. Y había insistido en que él, Ciel Phantomhive, debía ser mujer. ¿Cuán humillante era eso?.
Lo único bueno que podía sacar de ello es que todo era por un bien superior: Obedecer las órdenes de su Reina.
...
Y ni tan siquiera eso era bueno.
-La cena está lista, Boochan.- Ciel casi salta de la silla ante la repentina presencia de su mayordomo.
-Si, si.-
Pero cuando se posicionó frente al plato su apetito se esfumó. Quizá fue por el pastel, o quizá...
-¿No comerá, Joven amo?.- La voz de la muchacha pelirroja lo sacó de sus pensamientos -donde desde se había pasado demasiado tiempo-, a lo que simplemente negó, alegando algo como: No tengo apetito.
El reloj sonó, dando la señal de que era la hora de ir a dormir.
-No hace falta que vengas hoy, Sebastian, me valdré por mi mismo.- Se levantó de la silla y miró directamente al demoniaco ser.- Prepara las cosas para mañana a medio día, partiremos a las doce.- Y caminó hasta su dormitorio con pesadez, sin desear que llegase mañana, sin desear que el viaje empezase, sin desear que aquella farsa en la que se estaba metiendo sin ser verdaderamente conciente comenzara.
Sebastian solo se quedó observando toda aquella escena, entre divertido y preocupado.
"¿Preocupado por Ciel?"