Capítulo 6: ¿Deberíamos...?.
Lo primero que hizo fruncir el ceño a Ciel fue el ambiente que desprendía aquella vivienda en la que debían alojarse durante el tramo de la misión, era demasiado... descoordinado. No pegaba nada con la situación, y mucho menos con él mismo. Pero, sin lugar a dudas, no hubo comparación con el rebote que pilló cuando, al abrir la segunda puerta de la izquiera del piso de arriba, encontró una bonita cama de matrimonio en el centro de la blanca habitación.
¡Una-sola-cama!.
No faltaron segundos para que correteara toda la estancia, buscando otra cama donde podría dormir Sebastian, porque él se iba a quedar con la grande, por supuesto. Él era el amo. Pero desgraciadamente, no había ningun lugar apto para dormir.
-No pienso compartir cama contigo, Sebastian.- Susurró el menor, rechinando los dientes.
-En realidad no nos deberíamos preocupar de esto, Cyla.- Incluso a kilómetros se podía ver entre líneas la burla que el mayordomo desprendía en sus palabras.- ¿No deberíamos ir a recopilar información y a preguntar sobre los asesinatos acontecidos?
Este asintió, aunque no había abandonado el dilema que era la noche.
-Vamonos, Sebas...- Fue interrumpido por este, quien lo agarró del brazo y lo acercó -quizá demasiado- a si.- ¿Q-qué pasa?.- Se maldijo mentalmente por haber tartamudeado.
El pelinegro suspiró, haciendo que su aliento chocara con la nariz del niño, y este se estremeció. Seguidamente, acercó sus labios a la oreja del menor -tras haberse agachado para ponerse a su tamaño- y susurró alargando cada palabra lo máximo que pudo.
-No puedes salir así, cariñooo...
Y era verdad, no podía salir así, vestido de hombre. Ciel juraría que escuchó una carcajada callada proveniente de su mayordomo, pero lo ignoró completamente, teniendo bastante con tener que volver a ponerse aquel pomposo vestido rosa.
-Puedo cambiarme yo sol...a- Se corrigió en el último segundo.
-Oh, vamos, cariño, ¿me vas a librar de cambiarte?- Susurró de nuevo su mayordomo, mordiéndose el labio. Ciel sintió algo extraño recorriendo su espina dorsal.
"¿Por qué exactamente es que yo estoy aguantando esto?
Y debía haber pensando en la Reina.
En sus padres.
En Lizzy quizá.
Pero no en Sebastian.
¿Todo esto lo hacía por Sebastian?.
Un suspiro invadió toda la habitación, seguido de un susurro avergonzado y acallado.
-Está bien, Sebastian, visteme.- Lo miró a los ojos, cosa de la que se arrepintió segundos más tarde, por los escasos centímetros que separaban ambos cuerpos.- Es una orden.- Volvió a hablar, lo más bajo posible.
-Como ordenes, Ciel.- ¿Eso se debería haber sentido tan bien?. Sobretodo el hecho de que Sebastian acababa de susurrar su nombre en su oído.
¡Maldito demonio, que todo era su culpa, siempre su demoniaca culpa!.
Empezó retirando sus zapatos, con un extraño cuidado. Con el simple tacto, Ciel sentía como un sonrojo invadía sus mejillas.
"¿Por qué todo esto es tan extraño?"-De nuevo, notó como las manos de su mayordomo ascendían hasta su cintura, y en esa extraña posición, tumbado en la cama, se sintió morir por unos segundos. Su orgullo se estaba alejando densamente.- "Me ha cambiado miles de veces, ¿qué es distinto ahora? ¿por qué es tan íntimo?.- Suspiró ante las caricias que su mayordomo estaba dando en su barriga, fingiendo quitar su camisa. Debía gritarle que parase, que estaba siendo idiota y que él era su amo, pero juraba que nada salía de sus labios por más que lo intentara. (Aunque siendo sinceros, tampoco estaba poniendo su mayor esfuerzo en ello).- "Solo estamos... practicando. Eso es."
Las manos del mayor descendieron, tomando un peligroso camino.
"Solo... practicando"