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¿Seguimos fingiendo, verdad? por PinketDiana

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Notas del capitulo:

¡Nuevo capítulo! Espero que os guste tanto como a mi escribirlo. Ahora estoy un poco más activa, así que si de verdad recibe apoyo y os gusta, subiré el siguiente dentro de dos días :D

Capítulo 7: Bo-chan.



Mordió su labio con fuerza cuando Sebastian bajaba sus manos a un ritmo por demás lento. Quería gritar una y otra vez que parara, que era un estúpido descarado y que no tenía derecho a tocarle, y mucho menos de esa manera, pero las palabras bailaban en su boca, completamente reácias a salir.



"No"- Pronunció para sí mismo.- "Para esto, maldito Sebastian"



El mayordomo solo reía de manera silenciosa ante las caras tan extrañas que su amo hacía, dejándose llevar por un extraño magnetismo hacía el cuerpo de su Bo-chan. Claro que siempre había existido tal, pero ahora, cuando estaban solos en medio de la nada, había estallado de una manera que ni él mismo, un demonio del mismísimo infierno, había visto venir. Era como... mágico.



"¡Sebastian, detente!"- Gritó para sí.



Los ojos del mayor se tiñeron de rojo cobre, tanto que podrían iluminar -y de hecho lo hacían- toda la habitacón. ¿Por qué por más que quería parar no podía? Eso no era correcto, estaba mal, horriblemente mal, pero, aunque todavía no había sido tocado, Ciel ya se sentía en el cielo. Y por eso estaba mal. Él no podía ir al cielo.



-¡Sebastian!- Encontró sus palabras por fin, escondidas en algún punt de su agitado corazón.- ¡Quítate de aquí y cambiame, que debemos irnos!- No mencionó nada de eso, no de la forma extraña, no de los casi tocamientos, no de ese momento en el que juraría que habían estado a punto de besarse. No, nada de eso. Eso era tabú.



En silencio, Sebastian empezó a cambiar -esta vez realmente- al peliazul, rápidamente, y Ciel, si bien intentaba que no se notara, seguía estremeciéndose ante cada roce con las caricias de su mayordomo. No era suficiente rápido para él. Sebastian verdaderamente debía terminar ya.



Miró el reloj de cuco que colgaba justo a ¿cuatro o cinco? centímetros de la cama.

"Como eso se caiga, me matará" Se encogió de hombros, como si realmente no le importase. No lo hacía, morir le daba igual. De hecho, si no se había suicidado todavía, era porque debía vengar a sus padres.



De vuelta a la hora, casi saltó cuando se fijo en que ya íban retrasados a la reunión y todavía quedaba ponerle aquel maldito vestido rosa chillón. ¿De verdad tenía que vestir con eso?. Aguantaba aquellas molestias medias que tanta dentera le producían, el fajín que parecía deseoso de apretar sin cesar sus pulmones hasta ahogarlo, incluso los tacones que seguro matarían sus pies hasta dejarlo sin caminar por días. Pero odiaba ese vestido. Los vestidos. Eran incómodos y estorbosos.



Alzó una ceja, cada vez con más y más dudas de si verdaderamente esto merecía la pena.



-¿Bo-chan...?- Ciel negó con la cabeza ante ese llamado y Sebastian fingió toser para luego rectificar.- Cyla, ¿me dejas ponerte esto ahora? Vamos con retraso.- El nombrado juntó sus labios con rabia en un gesto de desapareción, seguidamente alzó los brazos y, reacio a mirar hacía el mayor, giró la cabeza hacia la pared, blanca y abultada. Era fea.



Por última vez, la piel tíbia de Sebastian sobre su píel fue más duradera y notaria. Se estremecío, y no se preocupó en ocultarlo. Se miraron a los ojos y de nuevo estaba allí aquel magnetismo. Ambos lo ignoraron, o hicieron lo máximo por ello.



"Tonterías".



-Vamos de una vez, o en verdad llegaremos aún más tarde.- Sebastian mostró su mano a Ciel, Cyla, para que la cogiese, como toda una pareja. Así lo hizo, ignorando su corazón latiendo frenéticamente ante aquel contacto mínimo.



-¿Y de quién es la culpa?- Gruñó por lo bajo, intentando no cojear demasiado por aquel infernal dolor de pies que los zapatos le estaba produciendo. Solo llevaba unos segundos...



-Creame, bo-chan, si no se hubiese retrasado, usted no estaría ahora mismo de píe.- Este no supo cómo debía tomarse sus palabras, así que simplemente cerró los ojos, tomo aire, y disimuladamente se aferró aún más a la mano del pelinegro.



"¿Qué quieres decir con eso, Sebastian?"- Era la incógnita constante que bailaba en su cabeza durante todo el viaje. 


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