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¿Seguimos fingiendo, verdad? por PinketDiana

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Notas del capitulo:

¡Nuevo capítulo al fin!

Capítulo 7: Recibimiento.


 


 


Lo mira, lo mira y lo mira. No entiende porqué, pero se podría quedar haciendo aquello mismo por horas, y es que, aunque nunca lo admitiría en voz alta, su mayordomo era apuesto. Más que apuesto. Era demoniacamente perfecto. Se sonrojó, algo avergonzado, pero sobretodo frustrado consigo mismo por aquellos pensamientos tan fuera de lugar.


 


-Me está mirando.- Escucha una voz suave que los saca de sus pensamientos, mientras sigue ciegamente a la persona –mayordomo- que tira de su mano.


 


-¿Qué?- Pregunta, y es que se ha quedado tan ensimismado mirando al mayor que todo a su alrededor había desaparecido.


 


-Me está… Me estás mirando fijamente, Cyla.- Suspira cansado y aparta la mirada de este, intentando no darle más importancia, pero sabe que si no habla de ello, su mayordomo se encargará de restregárselo durante horas y horas. Días quizá. Y es que el mayordomo sobrepasaba esa línea de contratado-contratista cuando ambos estaban solos.


 


-¿Y qué con eso? ¿No puedo mirarte?- Reta, tratando el tema con banalidad.


 


-Nada, simplemente quería resaltar el hecho de que me estás mirando, como si no hubiese nada más.


 


“Y es que por un momento, estúpido demonio, no había nada más que tú.”- Sacude la cabeza, librándose de esos inapropiados pensamientos.


 


-¿Tengo que pedirte permiso acaso?- Susurra, con cuidado de no ser escuchando. Aquella conversación entre una pareja se vería sumamente extraña.


 


-Por supuesto que no, cariño, pero me pones nervioso con tu dulce mirada.- Y se sonroja de nuevo, frustrado y enfadado con el poco respeto que recibía del mayor. ¿No era su mayordomo? ¿No le debía un respeto? Aunque en el concepto en el que se encontraban…


 


Aún sujetando con fuerza la mano del mayor, caminaron por una calle de piedra hasta que llegaron a una gran cabaña, la cual, suponían, que era dónde podrían averiguar algo.


 


Ciel suspiró con pesadez mirando sus píes, ahora, hinchados por aquellos zapatos infernales, y eso que se los acababa de poner. ¿Cómo aguantaría tantos días con ellos? Tembló solo de pensar tal aterradora idea. Antes preferiría morir a manos del asesino al que intentaban dar caza.


 


“Si no fuera porque se trata de la Reina… no haría esto jamás.”


 


-Me estás mirando de nuevo- Comentó jocoso el mayordomo.


 


-¡Joder, Sebastian!- Fingió carraspear su garganta, y se suplicó a si mismo tener el suficiente valor para hacer eso. “Es solo mentira… una actuación”- Cariño, puedo mirarte todo lo que quiera, así que deja de decirlo, ¿bien?- El tono había salido extrañamente dulce, pero ambos sabían que si no estuviesen en tal situación, Ciel hubiese golpeado o arrojado algo hacia Sebastian.


 


El mayor abrió la puerta, dejando pasar delante de él a Ciel, quien sujetaba su vestido entre sus manos y miraba al suelo, atento a no tropezarse y no doblarse el tobillo con aquellos monstruosos zapatos.


 


-Me duelen los píes.- Se quejó, colocando una muy desconforme mueca en su rostro.- Me duelen mucho.


 


-Lo sé, andas de una forma extraña, cariño.- El niño muerde el interior de su mejilla para no soltar ninguna tontería, ya que realmente, le costaba acostumbrarse a un Sebastian tratándolo tan informalmente, y por encima de todo, fingiendo que lo amaba, poniéndole apodos cariñosos, cogiendo su mano de forma dulce… Siendo para nada el Sebastian que siempre le lanzaba indirectas subidas de tono y por demás impropias.


 


Cuando se quiso dar cuenta, tenía a un gran hombre en frente de sí, mirándolo fijamente. El menor frunció el ceño y se disculpó, sin sentirlo realmente, pero cuando el hombre le sonrió  miro a Sebastian, ambos sonrieron de vuelta.


 


-¡Hola! Ustedes deben ser los Michaelis, ¿no?- Ciel se vuelve e interroga a Sebastian con la mirada. ¿¡Había escogido realmente su apellido? ¡Maldito mayordomo descarado!


 


-Sí, así es.- Sebastian le tiende la mano en un acto formal, y mientras, el menor se queda allí, expectante y aburrido como es habitual.


 


-¡Estamos encantados de tenerles por aquí! Esperamos que puedan disfrutar mucho.- Aquel señor, de quien todavía no sabían el nombre, era bastante agradable, y Ciel no pudo estar más contento con ello, ya que si necesitaban alguna información o mandado, podrían contar con él.- ¿Han visto ya la caseta que se les ha asignado?


 


Ambos asintieron, con sus respectivas sonrisas hipócritas en el rosto.


 


-¡Oh, ¿y qué les pareció?!- Ambos se miran y solo con eso basta.


 


-Sumamente maravillosa, señor…


 


-Everdeen.


 


-Realmente increíble, señor Everdeen.- Finaliza el pelinegro.


 


-Es la mejor, y la más íntima para una pareja de recién casados…- Y aquello no hubiese sido tan malo si aquel anciano no fuese mirado a Sebastian de esa manera, o si el momento anterior no hubiese ocurrido jamás.


 


¿Cuánto podré sobrevivir esto?- Se preguntó Ciel, temeroso. Ignorando como la palma de su mano, aquella que su mayordomo no había soltado en ningún momento, sudaba. 

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Tienen ganas de leer el siguiente?


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