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Syrens por Rigel MCM

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Notas del fanfic:

Los personajes de Glee no me pertenecen.

Notas del capitulo:

N/A. Hola a todos y todas, este es mi primer fic, espero les guste.


N/A2. La historia es clasificada como M por lenguaje, relación F/F y escenas sexuales que tendrán lugar más adelante. Sin embargo, este capítulo, en específico, tiene un tema que debe ser tratado con discreción.


N/A3. El fic también está publicado en FF. net, pero como este sitio fue el que me abrió las puertas del mundo del fanfiction, también decidi publicarlo aquí. 

Prólogo.

No era la primera vez que Quinn se encontraba en una situación como esta: sentada en silencio al borde de una cama que no era la suya, mientras sus ojos avellanados miraban con un dejo de indiferencia a su amante en turno, Talia Mendoza.

Se habían conocido el pasado mes de noviembre cuando la rubia recién había llegado a Maui. Talia, a sus 26 años, trabajaba como subgerente en el Hilton, hotel en donde Quinn se hospedó las primeras dos semanas en lo que encontraba un departamento que se ciñera a sus exigencias y en ese lapso ambas mujeres desarrollaron una rápida conexión, surgida, en parte, por el innegable atractivo exótico de la chica – nariz recta, labios sensuales y piel bronceada –, también poseía una actitud dulce, divertida y extrovertida, pero aún más importante, Quinn encontraba en ella algo familiar. Era una extraña e incómoda sensación que había experimentado previamente con otras chicas étnicamente similares a Talia, era como si su apariencia, de ella y sus demás amantes, le recordaran a alguien…

“¿Otra vez me miras mientras duermo?” Murmuró la morena, para luego hundir su rostro en la almohada.

La rubia acomodó un travieso mechón de cabello tras la oreja de su novia. “Me es inevitable, posees un rostro atractivo.”

Ante tales palabras, Talia sonrió con timidez mientras se incorporaba en la cama sobre su brazo izquierdo; la acción provocó que la sábana se reacomodara en su cintura, descubriendo así su desnudo pecho. “¿Ah sí?” La morena tomó con delicadeza la mano de la rubia para poder besar su palma con reverencia. “¿Hay alguna otra cosa que te parezca atractiva?”

Quinn desvió la mirada hacia los senos de Talia, una acción que parecía indicar una respuesta muda a tal cuestionamiento, pero que en realidad tenía la intención de disfrazar su falta de interés y deseos de abandonar aquel departamento que comenzaba a asfixiarla. “Sabes que sí, me gusta hacerte saber que me gustas…” la joven mujer se acercó para dejar un casto beso sobre los labios de la morena, “pero me tengo que ir.”

La sonrisa de la morena se transformó en un puchero. “Quédate,” susurró la chica, “prometo que no te vas a arrepentir.” Los ojos de Talia adquirieron un color mucho más oscuro del usual, insinuándole a Quinn sus intenciones.

“No puedo,” dijo firmemente Quinn al mismo tiempo que se ponía de pie, “tengo mucho trabajo en el taller. Además, Jesse me pidió que hoy abriera en su lugar.”

Talia se atrevió a gruñir con inconformidad mientras se dejaba caer sobre la cama. “Aún no me explico cómo es que te puedes conformar con ese trabajo que no va contigo en absoluto, sin mencionar que el sueldo es raquítico.”

Quinn frunció el ceño debido a que esta era la primera vez que Talia expresaba un comentario despectivo sobre el trabajo que la rubia realizaba. “Te lo diré una sola vez, Talia.” Quinn se dio la media vuelta para así poder ver a su novia a los ojos, “no te metas en lo que hago, ¿de acuerdo? Me gusta mi trabajo y lo seguiré haciendo hasta que me cansé.”

El rostro de la morena reflejaba asombro, ya que Quinn nunca le había hablado de esa manera. Se sentó en la cama, tomando consigo la sábana para poder cubrir su cuerpo casi por completo. “No era mi intención hacerte enfadar, es sólo que no me explico…”

“No intentes explicar o entender nada, ¿ok?” Interrumpió la rubia con cierta agresividad en su voz, “dedícate a tus asuntos y yo a los míos.”

“Pero somos una pareja, Quinn.”

“Sí, una pareja que apenas tiene, ¿qué? ¿Tres meses? Y mírate,” la rubia señaló con toda su mano a la morena, “ya cuestionas mis decisiones, cuestionas el trabajo que me gusta hacer sólo porque no concuerda con lo que una mujer debería.” Quinn dejó escapar una carcajada irónica, “o quizás dices esto porque crees que tú y yo tendremos una larga relación que puede arruinar tus aspiraciones a la gerencia del Hilton.”

Los ojos oscuros de Talia se abrieron de par en par, “¿qué quieres decir con todo esto?”

Quinn respiró hondo, “no me gusta que me cuestionen y si no te agrada lo que hago, lo cual forma parte de mí, entonces deberías buscar a alguien que comparta tus intereses.”

“Quinn, yo…”

“Te dejo para que lo pienses.” Dijo la rubia antes de tomar su bolso y abandonar el departamento.

~~~QS~~~

Quinn miró hacia el basto horizonte del Océano Pacífico, sentada sobre su tabla de surfear con ambas piernas a cada lado de ésta, mientras su cuerpo se mecía al compás de la marea. Esperaba sentir algún tipo de remordimiento, fuere por su pelea con Talia o por haberle mentido sobre el porqué tenía que irse aquella mañana. No obstante, hacía muchos años que su mente había dejado de sentir interés por el mundo que le rodeaba.

Aburrimiento era la permanente sensación y con él, indiferencia.

Sabía que había herido los sentimientos de Talia y era consciente de que lo había hecho a propósito, pero no podía dejar que esa chica siguiera desarrollando algún tipo de sentimiento hacia ella. El amor no era una opción para alguien como Quinn, quien era incapaz establecer relaciones de largo plazo ya que le era insoportable ver como todo y todos a su alrededor crecían, envejecían y, eventualmente, morían.

La rubia había leído incontables libros, sobre todo aquellos con criaturas míticas, inmortales; había visitado decenas de naciones con leyendas sobre gente como ella, pero su existencia no se debía a un pacto con el Diablo y sin duda no sobrevivía a costa de otra vida humana para alimentar egoístamente su inmortalidad, de hecho Quinn buscaba exactamente lo contrario, una respuesta que rompiera esta condena, que la liberara de la prisión de su propia juventud y, hasta ahora, no había encontrado nada.

‘Todo tiene una razón de ser, todo tiene un propósito, Lucy. Cuando lo encuentres, te liberarás. No dejes de buscarlo’.

Esas fueron las últimas palabras de uno de sus grandes amigos, uno de quien no se separó por más de cincuenta años, uno que conocía su secreto y que, luego de eso, abandonó este mundo.

Pero con 154 años, y aún con la vitalidad de una niña de 17, Quinn se sentía exhausta. No podía seguir buscando un propósito que quizás no existía…

Sus ojos se clavaron en el mar y sin pensar, sus manos despegaron el velcro de la pulsera de tobillo de la tabla, para luego saltar. Dejó que su cuerpo se hundiera lentamente, observando como el sol y la superficie se alejaban con lentitud; sus pulmones exhalaron todo el aire con el único propósito de acelerar lo que naturalmente era inevitable…

Era la primera vez que hacía algo así, intentar ahogarse, pero ciertamente no era la primera vez que había intentado suicidarse. Luego de la muerte de Blaine Anderson en 1934, Quinn intentó seguirlo con la ayuda de una botella de Whiskey y una navaja de afeitar, pero para su sorpresa, al día siguiente, si bien había despertado dentro de una tina llena de agua entintada de sangre, sus muñecas estaban ilesas, sin siquiera presentar algún tipo de cicatriz. Fue cuando Quinn decidió seguir el consejo de su viejo amigo, pero ahora, luego de ochenta y un años, era momento de rendirse.

~~~QS~~~

La falta de oxígeno comenzó a sofocar a Quinn, sentía que sus pulmones se volvían pesados, seguramente por el agua que comenzaba a llenarlos y en esa traumatizante sensación, encontró algo familiar, ya que había vivido algo similar un par de días antes de conocer a Blaine…

La cubierta era un caos, los marineros gritaban y corrían, empujando a los asustados pasajeros. Las enormes velas se rasgaban por la fuerza del viento, mismo que también empujaba al enorme barco, inclinándolo sobre babor.

“¡Todos a los botes salvavidas, YA!” Había gritado uno de los almirantes pero el naufragio era inminente, todos estaban horrorizados, histéricos y antes de que cualquier alma pudiera salvarse, la fuerza de la marea volcó a la impresionante embarcación.

Lucy estaba asustada, pero no había dejado de pelear por su vida, intentó mover sus piernas y brazos con todas las fuerzas existentes en su cuerpo, pero la fuerza de la tormenta hacia que la corriente marina la succionara hacia el fondo; podía ver como la silueta del barco se alejaba de su alcance, podía ver gente a su alrededor, algunos se movían, otros no… podía ver las burbujas de oxígeno que salían de su boca, podía saborear la salinidad del agua, podía sentir como su vida se iba y aun así no dejaba de luchar.

‘Voy a morir’ pensó de pronto Lucy cuando su vista se comenzó a nublar y, quizás por esa misma razón, comenzó a imaginar siluetas a su alrededor, nadando desde la profundidad del mar Mediterráneo hacia la superficie, tomando consigo a aquellos que todavía mostraban un poco de vitalidad.

Lucy dejó de moverse, cerró los ojos y esperó a que el mar se la tragara y fue cuando lo sintió, el abrazo de algo que no era la muerte, de alguien que la llevó a la superficie…

~~~QS~~~

Quinn abrió los ojos de pronto cuando sintió que sus pulmones se contraían dolorosamente cuando toda el agua acumulada en ellos fue expulsada.

“Tranquila, estás a salvo,” dijo una voz femenina, mientras ayudaba a la rubia a colocarse sobre su costado izquierdo para golpear un par de veces su espalda y ayudarla a toser con más facilidad. “Llamaré a una ambulancia.”

Antes de que la extraña pudiera levantarse, Quinn tomó su mano con fuerza. “N-no…” dijo sin aliento la mujer, “es-taré b-bien.”

“¿Bien?” Inquirió la desconocida con sarcasmo, “¡Estuviste a punto de ahogarte!”

“Y-yo…” Quinn intentó incorporarse pero, aunque su mente ya comenzaba a despejarse, su cuerpo aún no se recuperaba.

“No te esfuerces, respira hondo,” dijo la otra mujer, para luego acomodar la cabeza de la rubia sobre sus piernas. Con delicadeza despejó el rostro de Quinn de cada mechón húmedo que se había adherido a su piel.

Por alguna extraña razón, esa bien intencionada caricia provocaba en Quinn una confortante y muy familiar sensación. Sus ojos se volvieron a abrir, sin embargo, la luz del mediodía la deslumbró por unos cuantos segundos, pero poco a poco, todo se volvió más y más nítido; fue cuando vio el rostro de aquella mujer. Ante los ojos de Quinn, esos rasgos eran más que perfectos, era como si ese rostro que orbitaba sobre ella hubiera sido esculpido por Dios mismo.

“Eres como una sirena,” susurró la rubia sin percatarse de sus propias palabras.

“Y tú un ángel,” dijo la desconocida para luego dejar escapar una leve carcajada, “aunque supongo que no calculaste bien tu caída.”

Quinn, por primera vez en mucho tiempo, sonrió con honestidad. “Quizás todo era parte de un plan.”

“Oh, entonces, ¿está es tu manera de coquetear?” Los dedos de la mujer ahora peinaban el cabello de la rubia, “es algo retorcida, ¿no crees?”

“Pero parece que fue efectiva,” respondió Quinn al mismo tiempo que cerraba los ojos a causa del placer que le causaba ese masaje. “Soy Quinn, por cierto.”

“Santana.”

Santana…

El corazón de Quinn dio un vuelco y su estómago experimentó una sensación singular, agradable, cálida.

Entre ellas surgió un cómodo silencio que finalmente se vio interrumpido por Santana. “Creo que lo más pertinente es que llame al menos a un médico.”

Esa fue la señal para que Quinn se levantara, su cuerpo había recuperado su fuerza y quería demostrarle a aquella atractiva mujer que no había de qué preocuparse. “Gracias a ti, estoy perfectamente.”

Ahora que estaba de pie, la rubia miró con más detenimiento a su salvadora, su cabello negro, aunque húmedo, caía en hondas sobre sus hombros; su piel bronceada parecía emitir un cierto halo luminoso y quizás eso se debía a las gotas de agua que aún resbalaban por su cuerpo. Quinn se mordió el labio inferior cuando notó cuán atractivos eran sus ojos cafés, incluso con la evidente preocupación que ellos reflejaban.

Quinn extendió su mano para ayudar a ponerse de pie a la morena, quien dubitativamente aceptó la ayuda.

“Creo…” Santana entrecerró los ojos e inclinó ligeramente su rostro, “¿nos hemos visto antes?”

La rubia agachó la mirada, notando que no había soltado la mano de la morena. La sensación era inexplicablemente familiar y, por lo visto, era compartida. “No lo creo…” Quinn levantó la mirada con una timidez que no había sentido en décadas, “te recordaría.”

Santana sonrió de tal forma que sus ojos adquirieron un brío especial. “Tal vez en otra vida.”

“Sí, tal vez.”

Notas finales:

Muchas gracias por leer.


Oh, nota final, el fic lo estaré actualizando cada miércoles, por si les interesa.


Saludos!


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