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Syrens por Rigel MCM

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Notas del capitulo:

N/A. Antes que nada quiero agradecer su apoyo y, asimismo, me gustaría disculparme por los errores ortográficos que cometí en el capítulo anterior – y seguramente seguiré cometiendo. Prometo ser más cuidadosa con esos detalles.

Capítulo 1


 


Quinn entró a su departamento, arrojando las llaves sobre la mesa del recibidor de forma automática y cerrando la puerta silenciosamente. Sus ojos miraron a su alrededor, observando aquel espacio que representaba un hogar temporal; era un lugar ostentoso, amueblado conforme a la última tendencia en decoración, pero, finalmente, encerraba una insoportable soledad que la rubia trataba de evitar.


La chica suspiró apáticamente para luego dirigirse al cuarto de baño, en donde lentamente se desprendió, primero, de su playera de surf de lycra y, luego, de la parte inferior del bikini color negro. Para Quinn, era un hábito estricto mirarse en el espejo antes de entrar a la ducha, esto con la esperanza de encontrar aunque fuere la más pequeña diferencia; el resultado era el mismo cada vez, perfección, y con ella, la recurrente decepción.


No obstante, en esta ocasión, sí había algo diferente, quizás no en un sentido físico, pero había algo en su mirada, algo había cambiado en ella, había un brillo que se equiparaba a la juventud de su cuerpo, así como también una curiosa vulnerabilidad. Su memoria reparó en la joven que conoció aquella mañana, una mujer más que atractiva – ante los ojos de Quinn, era la mujer más hermosa que había visto jamás – pero más allá de eso, Santana parecía poseer algo especial, algo que jamás había visto o sentido.


‘¿Nos hemos visto antes?’ La pregunta hacía eco en la mente de Quinn, ya que no sólo había sido ella la que había experimentado ese sentido de familiaridad, pero ¿acaso no era la misma sensación que sentía con todas las mujeres morenas de ojos oscuros con las que se había cruzado antes? Es decir, aquella mañana, al mirar a Talia, había sentido esa inquietante conmoción; no obstante, mientras que con Talia resultaba ser incómoda, con Santana había sido placentera.


Ese cúmulo de emociones eran totalmente nuevas, emocionantes, debido a que nadie había logrado que su corazón diera un vuelco, nadie había producido esa agradable sensación en su estómago… ese revoloteo.


Quinn llevó su mano derecha hacia su vientre. El solo recuerdo de Santana y su sonrisa coqueta provocaban en ella esa agradable tormenta sensorial.


‘Mariposas,’ Quinn se permitió sonreír ampliamente, al mismo tiempo que su mirada volvía a enfocarse en su reflejo, ‘nunca había sentido mariposas en el estómago… ¿o sí?’’.


‘Tal vez en otra vida.’


La mera idea de la reencarnación parecía absurda, no obstante, la existencia misma de la rubia lo era, así que, ¿era posible haber conocido a Santana anteriormente?


Quinn se dirigió al cubo de la regadera, giró la llave y, unos segundos más tarde, el cuarto de baño se llenó de vapor; el agua tibia relajó cada tenso músculo, pero los engranes de su mente no dejaban de trabajar, no lograba recordar a nadie que hubiera desatado las sensaciones que Santana había producido, pero había algo de lo que Quinn casi estaba segura, su memoria tenía pequeñas lagunas.


Algunos de sus recuerdos más antiguos se remontaban al año de 1878, cuando sucedió el naufragio en la costa norte de Chipre; recordaba haber despertado en el hospital con una preocupada Frannie a su lado, el viaje a la capital, Nicosia, un par de días más tarde, en donde conoció a Blaine y Kurt; recordaba con cariño los días que pasó en los campos de olivo y laurel de la familia Anderson, en donde el tiempo transcurrió de forma agradable mientras leía, escribía o pintaba; recordaba las peleas con su hermana sobre su renuencia a contraer nupcias con un respetable mercader escocés, mismas que la orillaban a refugiarse en las propiedades de sus amigos. Se recordaba sola, la mayor parte del tiempo, pero no recordaba haber sentido esa soledad que imperó en su vida desde que era niña; de hecho, ese pequeño lapso de tiempo fue el más gratificante de toda su larga existencia, aunque no podía identificar el porqué.


Sin duda algo faltaba, aquella pieza que completara el extenso rompecabezas de su vida, ese algo que Blaine le aconsejó no dejar de buscar.


“Santana,” susurró la rubia. Esa mujer parecía haber despertado un nuevo deseo y Quinn se permitió interpretar su aparición como una señal de que no podía rendirse en cuanto a encontrar la solución de esa pregunta sin respuesta que le atormentaba día tras día. “San-tana.”


Quizás el problema no era en sí su extraña condición, sino la soledad. Blaine y Kurt habían sido las únicas dos personas en saber sobre su incapacidad de envejecer, la protegieron hasta la muerte y Quinn les estaría profundamente agradecida por eso. Sin embargo, la rubia fue una discreta espectadora de su longeva relación, los miró con envidia por décadas, consciente de que ella nunca podría tener lo que ellos dos disfrutaron. De qué le servía su belleza, su inteligencia o su basta sabiduría, si al final, cada relación que entablaba estaba destinada a ser fugaz.


Sin amigos y sin amor, de qué sirve vivir.


Quinn estaba harta de esa soledad, estaba cansada de cargar con ese pesado secreto, de no poder encontrar a alguien con quien compartirlo. Estaba cansada de cambiar de ciudad, de pueblo, de país, porque la gente podía sospechar, toda esa carga fue la razón que la empujó a saltar aquella mañana…


Sólo para ser salvada por Santana.


 


~~~QS~~~


 


“¿Crees en el destino?”


Al escuchar tal pregunta, Jesse detuvo su trabajo en la parte inferior del auto; con un impulso de sus piernas, deslizó la patineta sobre la que estaba tendido para así poder mirar a una distraída Quinn. “¿Qué?”


La rubia no separó su mirada del desgastado y sucio motor. “El destino, ¿crees en él? ¿Crees que hay ciertas cosas en la vida que deben suceder de una u otra forma?”


“Eh…” el castaño se incorporó, apoyando sus antebrazos sobre ambas rodillas. Sus ojos verdi-azules contemplaron a esa mujer que apenas conocía, con la que no había tenido – hasta ahora – una charla profunda. Cosa que el chico agradecía, debido a que no encontraba interés en tópicos de esa índole y tenía la idea de que Quinn, con ese atractivo tan evidente, tampoco. “Creo que hay situaciones que pueden o no suceder, pero eso depende de las decisiones que cada persona pueda o no tomar; por lo tanto, cada quien tiene el poder de su propio destino.”


“Y si…” Quinn se dio la media vuelta, con el fin de poder mirar a Jesse, “hipotéticamente hablando, ¿hubiera ciertas situaciones que no pudiéramos controlar, como nuestra propia existencia o las personas con las que nos cruzamos? Qué tal si hay algo que nos predispone a estar aquí y ahora, manteniendo esta conversación,” finalizó con vehemencia la rubia.


El rostro de Jesse era inexpresivo, estaba en blanco, ni siquiera parpadeaba a causa de la pasión con la que Quinn había hablado, quizás – incluso – con un poco de desesperación. El chico parpadeó un par de veces, mientras ponderaba si éstas eran preguntas retóricas o si su compañera de trabajo esperaba una respuesta concisa. Una cosa sí era certera, estaba confundido.


Jesse se puso de pie e, inmediatamente, se limpió las manos con un viejo pedazo de franela, ennegrecido por la grasa de motor y que siempre llevaba consigo en el bolsillo trasero de sus jeans de trabajo. Se acomodó sus mechones castaños hacia un lado y, finalmente, se acercó a la rubia. “Escucha, Grace Kelly 2.0, lo que creo es que hoy estás más rara que de costumbre.”


Quinn despertó de su trance al escuchar la clara ironía en la voz de Jesse. “¿A qué te refieres con ‘más que de costumbre’?” Inquirió la rubia mientras arqueaba una de sus perfectas cejas.


El chico se recargó sobre el costado del auto en el que ambos estaban trabajando. “Bueno, tienes que admitir que eres una mujer realmente críptica, ensimismada la mayor parte del tiempo, algo mordaz cuando alguien te hace preguntas personales, sarcástica…”


“¿Y tu punto es?” Intervino Quinn, al mismo tiempo que giraba los ojos con fastidio.


“A eso voy,” Jesse esbozó una media sonrisa, ya que esas características eran lo que más le agradaba de aquella chica. “Mi punto es que, en todos estos meses que has trabajado conmigo, nunca habías estado tan... sincera, creo, y la verdad es un poco inquietante. Pero lo que me causa curiosidad es la razón de esta extraña actitud tuya, así que dime, ¿qué pasó en las últimas 24 horas?” Jesse cruzó los brazos, expectante de lo que la rubia pudiera decir.


Quinn desvió la mirada, insegura en si debía o no contarle a Jesse sobre lo sucedido la mañana anterior. Su cuerpo reaccionó por enésima vez ante la imagen de Santana en su mente. “Ayer, mientras surfeaba, ocurrió un accidente y…”


“¡¿Qué?!” El castaño se irguió alerta ante esa confesión. “¡¿Por qué no me llamaste?! ¡¿Te vio un médico?! ¡Dios, Quinn, esas cosas son serias!”


“¡Relájate!” Interrumpió la rubia de inmediato. “No fue para tanto, estoy bien.” El chico no parecía muy convencido, “tuve la suerte de que alguien andaba por ahí…” Su corazón comenzó a latir con fuerza, “una chica,” suspiró Quinn, sin darse cuenta de que sus labios habían esbozado una sonrisa soñadora y sus mejillas habían adquirido un acentuado rubor.


Jesse estaba atónito, sus ojos estaban abiertos de par en par y su rostro reflejaba una expresión que se acercaba al horror. Esa actitud era tan ajena a Quinn, quien sonreía sólo por compromiso, razón por la cual sus sonrisas siempre se asemejaban más a una mueca de desprecio o disgusto; sin embargo, lo que sus ojos presenciaban, si bien era algo hermoso, también totalmente insólito.


“¿Quién eres tú y qué has hecho con Quinn?” La rubia dejó escapar una melódica y tímida carcajada. ‘Okay, qué carajo’ pensó Jesse. “¿Quién es esta chica?”


“Su nombre es Santana y…” Quinn se encogió en hombros, “no sé nada más de ella, pero debiste verla…” la chica miró hacia arriba, con un aire soñador, “es la chica más hermosa que he visto.”


“Oficialmente estoy en la dimensión desconocida,” dijo entre dientes el castaño a nadie en particular. Sin embargo, un recuerdo pasó por su mente, “espera, tú tienes novia, ¿no?”


Los ojos avellanados de Quinn miraron a su amigo con un dejo de molestia. “¿Eso qué tiene que ver?”


“Uhm…” Jesse se rascó la cabeza, “no soy un experto en relaciones, pero acabas de decir que esa tal Santana es la mujer más hermosa que has visto y yo conozco a tu novia, es lo que le sigue a sexy. Y no sólo eso, hablas de esta chica, de quien sólo sabes su nombre, con tanta pasión como si estuvieras enamorada de ella; debiste ver tu rostro, nunca te vi así, ni siquiera cuando estás con Tania…”


“Talia,” corrigió Quinn.


“Como sea. El caso es que nunca has hablado así de Talia…” dijo Jesse dándole un sarcástico énfasis al nombre,  “y es ella con quien te acuestas.”


La rubia frunció el ceño, “no pretendo que las cosas con Talia vayan más lejos de lo que tenemos ahora.”


“Entonces, ¿por qué estás con ella?”


Quinn se encogió en hombros una vez más. “Tú lo dijiste, es sexy.”


Jesse comenzó a reír. “Eres algo arpía, ¿te lo había dicho?” Ese comentario tuvo como resultado una mirada desaprobatoria, “no me mires así, lo eres. Todas las mujeres que he conocido, de cualquier orientación sexual, siempre buscan estabilidad emocional, ya sabes, son empalagosas, pero tú,” el chico señaló a Quinn con su dedo índice, “eres diferente, eres como un hombre en el cuerpo de una atractiva chica. Serías la mujer perfecta pero tenías que ser gay. Aun así, me agradas, Fabray.” Finalizó Jesse con un juguetón golpe en el brazo de Quinn.


“¿Esa es alguna forma de halago?”


Jesse asintió con la cabeza, “lo es.”


“Entonces, ¿por qué no puedo evitar sentirme ofendida?”


“Porque sigues siendo una chica…”


“Eres un cretino, ¿sabías?”


“Seh, muchas me lo han dicho, pero qué puedo hacer, la honestidad incomoda.” El castaño se alejó con la disposición de seguir con el trabajo. “Por cierto, la banda toca hoy en Beiste’s. Vendrás a apoyarnos, ¿verdad?”


“Después de esto, por supuesto que no.” Dijo Quinn mientras rodaba los ojos con fastidio.


 


~~~QS~~~


 


Beiste’s era un bar frecuentado, en su mayoría, por pescadores, mecánicos y trabajadores de la construcción; el ambiente era rudo salvo los fines de semana, cuando la clientela femenina superaba al resto gracias a Adrenaline, la banda en donde participaba Jesse. El propietario, Sheldon Beiste, a pesar de tener una apariencia tosca, era un hombre que apreciaba el talento y más cuando dicho talento subía sus ventas, razón por lo cual había concedido un espacio permanente a la banda.


“Identificación, por favor,” dijo Sheldon en un tono que pretendía ser serio cuando Quinn se sentó en la barra.


La rubia desvío la mirada con fingido hastío. “¿Otra vez?”


El corpulento castaño por fin sonrió. “Aún me es difícil creer que tienes 25 años. ¿Estás segura que esa identificación no es falsa?”


‘Por supuesto que es falsa,’ pensó Quinn mientras esbozaba una encantadora sonrisa. “Sheldon, ¿has escuchado de las ventajas de los antioxidantes? No te caería nada mal consumir más de esas maravillas.”


“Ok, creo que acabas de decirme viejo,” comentó el hombre entre risas. “¿Lo de siempre?”


“Por favor.”


Unos segundos más tarde, la rubia le estaba dando un primer sorbo su Heineken, mientras miraba cómo Jesse, Puck, Mike y Matt se preparaban para su actuación de la noche. La afinación de los instrumentos se podía oír claramente por encima del bullicio de la gente que, poco a poco, comenzaba a llenar el bar; tamborazos por aquí y acordes por allá, indicaban que pronto la primera canción del repertorio se dejaría escuchar.


“Hola, preciosa. Es bueno verte por aquí.”


Quinn dirigió lentamente su mirada hacia su izquierda, no muy contenta de tener a Puck cerca de ella. Podía sentir como sus ojos inspeccionaban cada detalle de su persona, como su libidinosa mirada escalaba desde sus pies en sandalias, subiendo por sus piernas y torso. Era claro que Puck le prestaba especial atención a su escote que, a pesar de no ser revelador aunque fuera un tanto prominente debido a la blusa holgada que usaba, parecía hipnotizar al guitarrista.


Noah.”


El chico se humedeció los labios, “Jesse dijo que no vendrías.”


“Pensaba no hacerlo, pero aquí estoy.” Dijo con indiferencia Quinn.


“¿Te quedarás hasta el final?”


La rubia suspiró exageradamente, intentando expresar su evidente fastidio. “Probablemente, no.”


“Oh, vamos, preciosa, luego de la presentación te invito a donde tú quieres. ¿Mi departamento, tal vez?”


“Dos cosas, Noah,” dijo Quinn mordazmente. “Uno,” la chica levantó su dedo índice, “vives en un remolque, ni muerta iría contigo a tu remolque y dos,” su dedo medio ahora acompañaba al primero, “me gustan las mujeres, cosa que ya sabes.”


“Y que me encanta.” Añadió Puck, intentando ser coqueto.


“Noah, deja a Quinn en paz,” intervino Sheldon mientras colocaba frente al chico cuatro botellas de agua. “¿Cuántas veces y en qué idioma te va a tener que decir no?”


“Hebreo, ¿quizás?”


“¡LO!” Dijo con exasperación la rubia, dejando a Puck perplejo.


Sin embargo, el chico inmediatamente esbozó una media sonrisa. “Nop, ni así. Ahora sólo eres más perfecta.”


“Vete, Noah.” Dijo con seriedad Sheldon, lo cual representó una señal para que Puck se retirara, pero no sin antes guiñarle un ojo a la rubia.


“No le hagas caso, es como dicen, ‘perro que ladra, no muerde’.”


“Pero fastidia…” añadió Quinn, para luego beber un largo sorbo de su cerveza.


La rubia comenzaba a considerar quedarse sólo a escuchar un par de canciones en lo que terminaba su bebida. No obstante, algo – o alguien – haría que sus planes permanecieran como hasta ese momento.


“Hey, ¿te molestaría si dejo un par de estos por aquí?”


Aquella inconfundible voz hizo que los sentidos de Quinn se alertaran. Sus ojos buscaron casi desesperadamente a la dueña de esa rasposa pero melódica voz y ahí estaba ella, tan sólo a un par de metros de distancia, vestida con un corto, muy corto, vestido negro que presumía unas piernas perfectas; su cabello oscuro estaba trenzado en espiga, el cual caía sobre su hombro derecho y su rostro parecía estar apenas maquillado.


Sheldon tomó un anuncio entre sus manos. “¿Syrens? ¿Nuevo bar?”


Santana negó con la cabeza y con una sonrisa, dijo, “club, ya sabes, el after luego de venir aquí.”


Los ojos azules del dueño miraron con aprobación a la morena. “Seguro, coloca cuantos quieras.”


Santana agradeció por el permiso para luego dirigirse hacia la pared en donde decenas de otros anuncios estaban colocados. Quinn observó cada movimiento, como si fuera un depredador acechando a su presa; estaba a la expectativa, mirando con suma atención las piernas bronceadas de la morena y por un breve instante la rubia se sintió avergonzada cuando sus ojos se posaron sobre su trasero. Le dio un sorbo a su cerveza cuando sintió seca su garganta y, por fin, se levantó de su banco, con la única intención de hacer notar su presencia.


“¿Te ayudo?”


Santana se sobresaltó un poco al escuchar la voz de la rubia, pero cuando sus ojos cafés notaron la presencia de la otra chica, en sus labios se dibujó una amplia sonrisa. “Quinn,” al escuchar su nombre de tan sensual voz, Quinn experimentó el revoloteo de sus mariposas en la boca del estómago. “¿Qué haces aquí?”


“Un amigo me invitó.” Quizás era la tenue luz del bar, pero Quinn podría haber jurado que la sonrisa de Santana decayó. “Es él, el de la chaqueta azul,” indicó Quinn apuntando con su dedo índice al castaño que ahora se colocaba detrás del sintetizador.


“Con que tu novio es músico.” Santana no parecía muy cómoda, por lo que se concentró en su actividad previa, misma con la que parecía tener problemas, ya que los anuncios los tenía bajo el brazo y, por tal motivo, le era imposible colocar el cartel a una mayor altura.


La rubia no lo pensó dos veces y tomó el paquete de anuncios entre sus manos. “¿Novio?” Quinn comenzó a reír, “Dios, no. Nuestra relación sólo se limita al trabajo en el taller y a noches como esta.”


“Entonces, sólo son amigos,” reiteró la morena, quien parecía haberse relajado.


“Sólo amigos,” repitió Quinn mientras Santana se alejaba de la pared en donde ahora colgaba un vistoso anuncio que mezclaba matices azules y morados metálicos, “¿trabajas ahí? ¿Syrens?”


“Algo así,” dijo Santana al mismo tiempo que tomaba un segundo cartel. “es, lo que la gente llama una sociedad comercial. Mis…” por alguna razón la morena guardó silencio apenas por un segundo que Quinn no pasó por inadvertido, “amigas y yo decidimos abrirlo. Deberías venir la próxima semana, será divertido.”


“Apuesto que sí.”


Santana y Quinn se miraron a los ojos y esa extraña sensación de cómoda familiaridad volvió a invadir a la rubia pero, también, era como si esos ojos color café escondieran algo, como si una sombra los estuviera opacando.


La morena logró salir del trance y se dirigió a la salida, seguida por una todavía hipnotizada Quinn.


“¿Te veré ahí?” Preguntó la rubia con la intención de seguir la charla.


“Supongo, aunque estaré un poco ocupada.” La mirada de Quinn ahora le prestaba atención al movimiento de manos de Santana; era tonto encontrar interesante el cómo la morena engrapaba el anuncio en la pared junto a la entrada. “Pero, parece que es inevitable que te vuelva a encontrar, ¿no es así?”


“¿Destino?” Inquirió Quinn con timidez.


Santana se encogió en hombros. “Quizás,” la chica tomó de vuelta el paquete de anuncios de manos de Quinn, “debo irme.”


La rubia sintió que un ataque de pánico se apoderaba de ella, por lo que impulsivamente dijo, “¡no!” Los ojos de Santana se abrieron de par en par ante tan abrupta exclamación. “Quiero decir, uhm…” Quinn peinó con sus dedos su largo cabello rubio con nerviosismo, “la banda toca decentemente, deberías escucharla y, no sé, tal vez te puedo invitar algo de beber y luego te puedo llevar a tu casa,” dijo más tranquila Quinn, “sólo si tú quieres, claro.”


Santana parecía contrariada, miró a su alrededor como si se estuviera cerciorando de que nadie las estuviera observando. Sin embargo, luego de largos y agonizantes segundos, su mirada oscura volvió a mirar a la mujer que tenía enfrente. “De acuerdo,” susurró Santana con una sonrisa en su rostro.


“Genial,” dijo Quinn, mientras en el bar Adrenaline comenzaba su presentación de la noche.


 


Continuará…

Notas finales:

Bien, eso es todo, como lo prometí, estaré actualizando cada semana sin falta - espero.


 


Saludos


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