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Syrens por Rigel MCM

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Notas del capitulo:

Hola a todos y todas.


Espero que estén disfrutando de esta historia hasta ahora.


Debo admitir que tengo mis reservas en lo que se refiere a este capítulo, no es de mis favoritos y creo que mi idea sobre lo que sucede con nuestra protagonista es un tanto boba. Me declaro una ignorante en química, así que me gustaría que me externaran sus ideas sobre este capítulo.


Una vez más, me disculpo por mis errores ortográficos y/o de redacción.


Sin más, disfruten del capítulo.

Capítulo 2

El ánimo en el bar había alcanzado su cenit y éste mismo claramente influía en el desempeño de Adrenaline, cuyos integrantes parecían disfrutar cada segundo de su fama a pequeña escala. La energía de Jesse, su innato talento musical y su encanto natural habían embelesado a la mayoría de las mujeres, quienes gritaban y aplaudían con evidente locura.

El cover de It’s my life de Bon Jovi era la canción con la que cerraban la presentación de esa noche, una elección que pretendía dejar un deseo de seguir escuchando a la banda y de volver la siguiente semana. La letra de la canción no era una obra de arte, o al menos eso era lo que Quinn pensaba, pero escuchar las líneas it’s now or never, I ain’t gonna live forever, I just wanna live while I’m alive producían una añoranza, quería sentir esas palabras del mismo modo que el resto de la multitud que la rodeada, deseaba saborear el aquí y el ahora.

“Me encanta esta canción,” dijo Santana muy cerca del oído de Quinn para lograr que ésta la escuchara sin la necesidad de gritar, “adoro ver lo que provoca en la gente.”

La rubia no pudo evitar estremecerse al escuchar la voz de la otra mujer, su aliento parecía haber acariciado la sensible piel de esa zona por lo que cada uno de sus poros se erizó automáticamente. Giró su rostro por puro impulso, logrando que sus rostros apenas estuvieran separados por unos cuantos centímetros. Los ojos avellanados de Quinn quedaron prendados de los sensuales labios de Santana y, sin ser consciente de sus actos, se humedeció los suyos, hambrienta y a la  expectativa por eliminar el pequeño espacio que aún existían entre ellas y sólo…

“¿Qué es esto que estoy sintiendo?” La voz de Santana fue apenas percibida por los oídos de Quinn, quien se vio obligada a subir la mirada ante tal pregunta y, para su deleite, los ojos de la morena también estaban fijos en su boca. La morena parecía perdida en sus propios pensamientos por lo que la rubia estaba segura que ese cuestionamiento no debía haber abandonado la mente de Santana. No obstante, antes de que pudiera ocurrir cualquier cosa, la multitud reventó su pequeña burbuja, debido a que comenzaban a aplaudir, silbar y gritar.

“¡Muchas gracias a todos por acompañarnos esta noche!” Exclamó Jesse, incitando así que tanto Quinn como Santana dirigieran sus miradas hacia el pequeño escenario. “Fue un placer haberlos entretenido y esperamos verlos por aquí la próxima semana.”

Quinn sabía que el momento que compartió con Santana, esos escasos segundos en donde prácticamente pudieron respirar el aliento de la otra, se había perdido. Sintió un desasosiego en el pecho cuando notó que la morena trataba de sobreponerse de ese mágico momento mediante un ligero movimiento de cabeza y un débil aplauso que la rubia imitó.

En este punto, era claro que algo estaba ocurriendo entre ambas, algo que estaba creciendo a una velocidad desconcertante entre dos prácticas desconocidas y, por ese mismo motivo, Quinn era consciente de que esta situación podía convertirse en un potencial peligro. Sin embargo, esa adrenalina que Quinn sentía, causante de un errático palpitar y una respiración descontrolada, comenzaba a ser adictiva, la hacía sentirse viva, la hacía olvidar toda tristeza y soledad…

La rubia se mordió el labio mientras su mente se distanciaba.

Quizás lo que Quinn siempre necesitó fue encontrar a esta mujer, de quien apenas sabía su nombre y a qué se dedicaba; tal vez lo que siempre tuvo que buscar fue ese peligro potencial, porque sentía, en cada fibra de su ser, que podía valer mucho la pena.

 

~~~QS~~~

 

Una vez que la banda abandonó el escenario, la gente comenzó a aglomerarse en la barra haciendo difícil el paso, pero luego de un par de empujones no intencionales, Quinn por fin logró llegar a su meta.

“Sheld, dos Heineken más, por favor.” Pidió la rubia al mismo tiempo que levantaba dos de sus dedos en caso de que Sheldon no la hubiera escuchado.

Por supuesto, el propietario del bar estaba más que ocupado, pero cuando colocó las botellas verdes frente a la chica se permitió tomar un respiro de todo ese caos. “Veo que no eres una mujer que pierde el tiempo,” dijo Sheldon. Su gran altura le permitía ver por encima de la mayoría de la clientela, por lo que le había sido fácil ver a la acompañante de la rubia. “Es muy guapa.”

Las mejillas de Quinn se encendieron pero, aun así, sonrió con orgullo. “Lo es, ¿no es así?”

“¡Vaya que sí!” El corpulento hombre se recargó sobre sus antebrazos para poder ver cara a cara a la chica que se comenzaba a convertir en uno de sus clientes preferidos. “Pero, ¿qué hay de Talia? Todavía están juntas, ¿o no?”

Sheldon había tenido la oportunidad de conocer a la novia de Quinn algunas semanas atrás, cuando la rubia había tenido la suficiente delicadeza de mostrarle a la morena los lugares que frecuentaba y presentarla con la gente con quien convivía. Si bien Talia se había mostrado cortés, Beiste podía ver más allá de esa máscara; su trabajo lo obligaba a lidiar con toda clase de gente y le había enseñado a leer ciertas actitudes, por tal motivo, podía ver que Talia no se había sentido cómoda en su bar y estaba más que seguro que no le agradaba para nada el tipo de gente con la que Quinn tenía relación.

Para decepción de Sheldon, sus suposiciones fueron acertadas. En esa ocasión la presencia de Quinn había sido corta y pudo ver la renuencia con la que dejó el bar, seguramente por influencia de su novia y, aunque no tenía mucho de conocer a Quinn, sabía que era una mujer determinada e independiente, por lo que auguraba que esa relación sufriría pronto una ruptura.

“Técnicamente.” Quinn no parecía muy afectada, no mostraba decepción o tristeza. “Voy a terminar con ella la próxima vez que la vea,” dijo la rubia con decisión.

Sheldon asintió una sola vez con la cabeza. “Talia parece ser una chica dulce, pero es lo mejor. Si me permites opinar, ustedes dos no parecen ser compatibles, pero con esa chica pareces muy cómoda, apenas puedo creer que la hayas conocido hoy.”

Quinn se permitió sonreír ante esas palabras. “Bueno, no la conocí hoy, fue ayer de hecho; encontrarla aquí fue una agradable coincidencia, pero entiendo tu punto.”

“Yo creo que las coincidencias son señales. Esta puede ser una buena, ¿no crees?” Comentó Sheldon con una pequeña sonrisa.

Los ojos avellanados de Quinn miraron con complicidad al castaño. “Tal vez y por eso no quisiera averiguar qué posibilidades tengo con Santana sin primero terminar con Talia.”

“Esa es una excelente decisión…”

“¡Oye, Beiste, deja de charlar y apúrate!” Gritó un hombre al otro lado de la barra.

Sheldon comenzó a reír, “ya escuchaste, debo regresar al trabajo.” El hombre se irguió, presumiendo su intimidante altura. “Y tú deberías volver ya con tu amiga porque Puck acaba de ponerle la mirada encima.”

Quinn abrió los ojos de par en par y, acto seguido, se volvió hacia su mesa, pero una pared humana le impedía ver. Dejó un billete de diez dólares sobre la barra sin importarle el cambio y, tomando rápidamente las botellas de cerveza, esquivó nuevamente a la gente.

La rubia se paró en seco cuando notó que Puck había adquirido una actitud de conquista: había volteado la silla – que previamente había ocupado Quinn – para sentarse a horcajadas, apoyando sus brazos sobre el respaldo de la misma, mientras que su rostro esbozaba su clásica media sonrisa que, de hecho, resultaba encantadora para muchas mujeres. Quinn apretó la mandíbula ante tal escena… celos… esa era una nueva sensación para la mujer y el sabor a bilis en su boca no era para nada placentero. Sus puños apretaron el cuello de las botellas, imaginando que entre ellos se encontraba el grueso cuello de Noah Puckerman.

Con paso lento, pero decisivo, se acercó a la mesa, observando que a Santana y Puck se les habían unido Jesse, Mike y Matt, quienes también parecían un tanto embelesados por la presencia de la morena.

“Muévete, Puck,” dijo Quinn entre dientes, “ese es mi lugar.”

El tono que había adquirido la voz de la rubia era extraño incluso para sus propios oídos, era bajo pero amenazante.

“Puedes tomar mi silla,” dijo Mike al mismo tiempo que se ponía de pie en un acto de caballerosidad que pasó inadvertido por la mujer de ojos avellanados.

“No,” dijo con firmeza Quinn sin quitarle los ojos de encima a Noah, “no me gusta repetir las cosas, Puck. Muévete.”

“Cielos, Quinn. Relájate un poco,” dijo el chico con tranquilidad y quien no tenía las intenciones de levantarse, ya que sus ojos no se desprendían de la mujer a su lado. “Sólo estoy tratando de tener una conversación con esta sexy chica.”

La rubia notó como Santana levantaba una ceja ante la descripción tan pobre de Puck sobre su persona; en sí no parecía molesta, pero tampoco cómoda. “Noah,” repitió Quinn con pasiva agresividad.

Al escuchar su nombre de pila pronunciado con tanto resentimiento fue lo que impulsó a Puck a levantar la mirada, encontrándose así con una muy territorial Quinn. “¿Cuál es tu problema?” Gimoteó el guitarrista para luego, finalmente, ponerse de pie. “Primero te me resistes y luego te pones celosa cuando hablo con otra chica, ¿quién te entiende?”

“Eh… no creo que esto sea por ti,” murmuró Mike, logrando que Matt ahogara una carcajada.

Puck frunció el ceño, para luego mirar a la morena y a la rubia. “Pero, Quinnie ya tiene novia.”

“Te he dicho que no me llames así…”

“¿Tienes novia?” Inquirió Santana con interés en su voz.

Quinn inmediatamente miró a la morena, esperando ver algún tipo de enfado o molestia, pero lo que vio la sorprendió. Santana se notaba curiosa, sus ojos cafés veían interesados a la otra mujer, esperando una respuesta.

“No por mucho tiempo,” respondió Quinn, provocando en Santana una satisfecha sonrisa. “Uhm… te traje una cerveza,” añadió la chica al mismo tiempo que colocaba la bebida frente a Santana, quien inmediatamente le dio un sorbo sin dejar de mirar a su compañera.

“Viendo que Quinn no tiene la intención de presentarnos…” Noah extendió su mano, “hola, soy Puck.”

Al notar que la morena iba a tomar cortésmente la mano de Puckerman, Quinn no pudo evitar darle un grosero manotazo para alejarla de Santana, ocasionando que el chico frunciera el ceño una vez más.

“Santana,” dijo la morena luego de reír ante los celos que Quinn no se molestaba en esconder.

“¿Santana?” Dijo Jesse por primera vez desde que se había sentado en la mesa. Sus ojos miraron por unos segundos a su amiga, “¿la misma Santana que ayer…?” El joven castaño no terminó su pregunta, debido a que no tenía la certeza de que Quinn quisiera que su accidente se diera a conocer.

Matt, Mike y Puck miraron a Jesse y luego a Quinn, esperando a que alguno de los dos continuara con la conversación. “¿Qué pasó ayer?” Finalmente inquirió Matt.

La rubia le dio un sorbo a su cerveza, “ayer tuve un accidente mientras surfeaba, pero tuve la fortuna de que Santana estuviera ahí…” sus ojos avellanados miraron a los cálidos cafés que la observaban con paciencia, “le debo la vida.”

En la mesa surgió un breve silencio, con el cual los chicos tuvieron la oportunidad de observar la forma en cómo la pareja de mujeres se contemplaba mutuamente con una agradable calma, casi con reverencia. Sin embargo, fue Jesse quien continuó con la conversación, “dijiste que estabas bien, que no había sido algo de qué preocuparse.”

Quinn se vio obligada a dejar de mirar a la chica que estaba a su lado. “Estoy aquí, ¿no es así? Sana y salva.”

“Supongo…” El castaño miró a Santana, quien no le había quitado los ojos de encima a la rubia; debía admitir que la chica era atractiva y en otro tipo de circunstancias, él mismo habría intentado llamar su atención, pero en los pocos minutos en los que había observado la interacción entre su compañera de trabajo y esta desconocida, podía casi asegurar que ambas simplemente encajaban perfectamente. “¿A qué te dedicas, Santana?

La morena dejó de mirar a Quinn con algo que parecía renuencia, como si no quisiera dejar de admirarla, como si en el acto, la rubia pudiere desaparecer. “Trabajo en un club que próximamente se inaugurará. Syrens, así se llama.”

“¿Conoces a Sugar?” Preguntó de pronto Mike con demasiado interés e, incluso se podría decir que con algo de desesperación.

Los ojos oscuros de Santana miraron al chico asiático por unos breves segundos, para luego asentir con la cabeza. “¿Cómo conociste a Sugar?” Su voz se escuchaba seria, demasiado formal y plana.

Mike sonrió ante el recuerdo de esa mujer. “La vi colocar un anuncio afuera de la planta de energía en donde trabajo.”

Puck le dio un golpe a su amigo en el brazo. “¡Mírate, Mickey! ¡No sabía que los asiáticos se podían ruborizar!”

“Eso es un comentario racista,” dijo el chico, quien intentaba parecer molesto sólo para esconder su timidez y una sonrisa de satisfacción. Esa actitud resultaba encantadora ya que Mike Chang era un hombre que no dejaba al descubierto sus emociones, era conservador en cuanto al cortejo de una mujer y Quinn estaba segura que esta era la primera vez le prestaba mucha atención a una chica. Esa tal Sugar debía ser una mujer que valía la pena, alguien especial, alguien como Santana…

“¿Así que trabajas en EnerseaInc?” Cuestionó una vez más la morena, antes de darle un sorbo a su cerveza y sin quitarle la mirada de encima a Mike. Su voz, a diferencia del tono anterior, era suave, casi melódica, algo que de inmediato captó la atención, no sólo del asiático, sino también de los otros tres hombres y la misma Quinn.

La rubia comenzó a sentir una extraña sensación, era como si sus sentidos fueran víctimas de un estado de ebriedad: el bullicio de la gente y el sonido de la música se enmudecieron, como si estuviera sumergida en una piscina o el mar mismo; su boca se secó completamente, surgiendo así la necesidad de seguir bebiendo pero sus músculos no respondieron ante tal parvedad, estaba paralizada de pies a cabeza, pero en realidad su cuerpo no se sentía tenso, sino más bien completamente relajado; su visión periférica comenzaba a nublarse y lo único en lo que se podía enfocar era en el perfil de la mujer a su lado, mientras que su olfato percibía un solo aroma que no era capaz de describir, pero que resultaba lejanamente familiar.

Sin embargo, aun estando embelesada por la situación, se percató de que los ojos de Santana estaban completamente absortos en Mike, por lo que su mano – actuando como si poseyera consciencia propia – se colocó sobre el muslo de la morena para así llamar su atención; dicho acto no obtuvo la respuesta deseada, la enigmática mujer no se inmutó pero Quinn se sintió reconfortada cuando la chica de ojos oscuros cubrió su blanca mano con la suya propia.

 “Uhm…” los ojos de Mike, aunque rasgados, parecían pesados, no parpadeó y parecía estar desorientado. “Yo… Sí, trabajo como ingeniero petrolero. Hacemos exploraciones en mar profundo para la explotación de energéticos.”

“Eso imaginé…” Fue la única respuesta de Santana.

Poco a poco, Quinn fue recobrando consciencia y el poder sobre su propio cuerpo, se sorprendió de ver su mano sobre la pierna de la morena; su piel era tersa y cálida, y la rubia tuvo que pelear en contra de sus deseos por acariciar la porción de piel que iba desde la rodilla hasta el filo del vestido negro que la mujer a su lado usaba. Sin embargo, permaneció inmóvil, decidiendo disfrutar de esa situación, en donde su mano se encontraba atrapada entre esa tersa piel y la suavidad de la palma de Santana, mientras se dejaba envolver por un delicado perfume que su mente vagamente reconocía y que lentamente se disipaba.

 

~~~QS~~~

 

El plan que había diseñado Quinn al principio de la noche no había terminado como ella esperó; su cuerpo la había traicionado a tal punto que no había sido capaz de conducir su propio auto y su mente apenas había podido recordar la dirección exacta de su hogar. Ahora se encontraba en el asiento del copiloto, recargada completamente en el respaldo y sin quitarle los ojos de encima a Santana, quien parecía completamente concentrada en su labor de conductora.

“Lamento no haber podido llevarte a tu casa.” Quinn sentía que arrastraba las palabras, lo cual la hizo sentir avergonzada. “Aún no me explico cómo tres cervezas me afectaron tanto.”

Santana sonrió y, por un breve momento, desvió su vista del camino. “No te preocupes por eso, prefiero asegurarme de que llegues con bien a tu casa.”

Quinn apretó los labios, formado así una delgada línea con ellos. “Esto se está haciendo una costumbre entre nosotras.”

“¿A qué te refieres?” Inquirió la morena al mismo tiempo que fruncía el ceño con evidente confusión.

Los ojos avellanados de la otra mujer le prestaron atención a esa pequeña acción y, por algún motivo, sintió la necesidad de recorrer con la yema de su dedo el pequeño espacio que separaba ese par de oscuras cejas para evitar alguna futura marca. “A esta inclinación tuya por cuidar de mí.”

“¿Te molesta?”

Aun cuando Santana no podía verla con claridad, Quinn negó con la cabeza. “No, todo lo contrario. Se siente bien, sobre todo porque hace años que nadie se preocupa así por mí.”

La morena volvió a mirar a la otra chica, “eso lo dudo…” Santana miró por el retrovisor y luego volvió a enfocar su mirada al frente. “Tus amigos de la banda parecían realmente consternados por lo del accidente, además está el dueño del bar, él también se veía preocupado por ti cuando salimos del bar.”

Entre ellas surgió un silencio, el cual le permitió a Quinn reflexionar sobre la gente que la rodeaba, gente buena y honesta que se preocupaba por ella, que intentaba cuidar de ella. Eran amigos que ella apreciaba – al igual que muchos otros que previamente había conocido y que tendrían siempre un lugar en su mente, pero que estaban destinados a salir de su vida en algún momento…

“¿Por qué Syrens?” Inquirió Quinn cuando el nombre del club apareció en su mente.

“¿Mmm?” Santana parecía distraída con sus propios pensamientos por lo que no escuchó la pregunta de la copiloto.

“¿Por qué nombraron a su club Syrens?” Sin querer, Quinn dejó escapar una risa ahogada, divertida por sus propios pensamientos, “¿no creo que sea buena idea servir LSD en la inauguración?”

El auto se detuvo y, para sorpresa de la rubia, ya habían llegado a su edificio. Fue un tanto decepcionante y, cuando estuvo a punto de agradecer la atención de Santana, notó que su oscura mirada la estudiaba con detenimiento.

“¿Qué sucede? ¿Dije algo malo?”

“Hablas escandinavo,” afirmó la morena mediante un susurro.

Quinn se encogió en hombros, “algo así.” Sus ojos avellanados sostuvieron la mirada de Santana. “¿Entonces fue intencional llamar al lugar ‘ácidos’?”

“Por supuesto que fue intencional,” respondió Santana, quien comenzó a esbozar una sonrisa. “Y eso se debe a que Syrens no ofrecerá cualquier tipo de bebidas, no encontrarás Heineken o los típicos cocteles con tequila o vodka. Nuestra barman, Tina, tiene un cierto amor por la química y hace sus propias fermentaciones con diferentes frutas…”

“Y todo fruto tiene ácidos,” añadió Quinn.

Santana afirmó con la cabeza, para luego bajar la mirada con timidez antes de continuar con su justificación. “Cuando éramos pequeñas, nuestras… uhm… institutrices nos narraban que la ambrosía era el néctar de los dioses, una bebida que podía conceder juventud eterna, la inmortalidad…” los oídos de Quinn se agudizaron al escuchar esas palabras e inocentemente esperó por una afirmación que indicara que ese mito era real. “La idea de una bebida con esas propiedades no parece descabellada desde el punto de vista de la ciencia; sabemos que la fruta, la miel, el vino, incluso los aceites, poseen ácidos con capacidades curativas e incluso pueden retrasar los efectos del deterioro natural de cuerpo.” La morena dejó escapar una carcajada, “Tina tiene la loca hipótesis de que todo aquello que comemos y bebemos tiene un poco de ambrosía.”

La rubia respiraba erráticamente, estaba segura de que ni siquiera había parpadeado durante el tiempo que duró la pequeña explicación de Santana.

“¿Estás diciendo que Syrens pretende ofrecer ambrosía?”

La morena miró a Quinn con detenimiento y ésta pudo apreciar que esos ojos cafés habían adquirido un extraño brillo, era como si en esa oscuridad se estuviera escondiendo un secreto que iba más allá del entendimiento humano, un infinito conocimiento que era inaccesible, incluso para alguien como Quinn.

“No, la ambrosia está prohibida,” susurró la misteriosa morena, “pero Syrens ofrece algo que se le acerca.”

¿Acaso era posible que la ambrosía fuera real? ¿Acaso era posible que en algún momento Quinn hubiera probado aquella prohibida bebida? La rubia se sintió impotente, ya que sus recuerdos no le indicaban que algo así hubiera sucedido…

“¿Estás bien?”

La voz de Santana llamó la atención de la chica de ojos avellanados y por un instante sintió que esta mujer a su lado podía tener la respuesta de su indeseada inmortalidad.

Quinn se aclaró la garganta. “Sí…” dijo antes de forzar una risa, “debo admitir que esa es una ingeniosa historia sobre el origen del nombre de su club. Por un momento pensé que Syrens era una estilizada referencia para sirenas, creí que sólo era un curioso error.”

Santana inclinó su cabeza hacia la izquierda. “Quizás el nombre fue idóneo, después de todo, ayer me llamaste sirena, ¿o no?”

La rubia dio gracias por la oscuridad de la noche cuando sintió que sus mejillas se ruborizaban profundamente. “Eh… yo…”

La melódica risa de Santana invadió todo el auto y provocó que Quinn se cubriera el rostro con ambas manos. “No deberías avergonzarte, considero que fue un halago.” Dijo la morena antes de tomar la mano izquierda de la otra chica y así descubrir el rostro apenado de la rubia.

La respiración de Quinn se detuvo cuando contempló la unión de ambas manos.

“Me la pasé bien,” susurró Santana, “hace mucho que no me sentía así de bien con alguien.”

Los ojos de la otra chica miraron a la morena. “Igual yo…” Quinn se humedeció los labios, “y gracias, otra vez, por traerme hasta aquí.”

“No me agradezcas,” Santana se acercó peligrosamente al rostro de la rubia, “lo hice con gusto,” dijo la mujer antes de plantar un beso en la mejilla ruborizada de Quinn.

Continuará...

Notas finales:

¿Qué les pareció? 

Espero haya sido de su agrado. Nos leemos la próxima semana.

Saludos.


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