A Prince In Love
Chapter 3: My Own
El campus era grande, dotado de amplios espacios llenos de vegetación; árboles frutales servían de sombra a quienes quisieran estudiar al aire libre, camas de pasto desprendiendo un rico olor dulzón y extendiéndose por todo lo largo y ancho del lugar. Habían varios edificios repartidos en distintas áreas del terreno, en los que se llevaban a cabo las clases de las respectivas carreras. Mail y Light habían escogido criminología, por lo que su aulario era el D, perteneciente a la facultad de Ciencias Criminales y Jurídicas.
Los edificios habitacionales estaban al fondo del recinto, cada uno ubicado en un lado estratégico. El de mujeres a la derecha, rodeado por extensos colchones de hierva y muchos árboles; el de los hombres a la izquierda, las canchas de football y bascketball en el frente y uno de los tres gimnasios de la universidad instalado dentro.
Según lo que les había comunicado el subdirector, un hombre amable de rostro gentil y bastantes años encima, sus dormitorios estaban en el tercer piso. A Matt, nombre que aparecía en su registro, le había tocado el trece mientras que a Raito, como habían decidido llamarle sus tíos desde ahora, le correspondía el dieciséis.
Les habían dicho también que compartirían habitación con algún compañero que cursara de segundo año en adelante, lo que a Light no le gustaba para nada y a Mail le parecía interesante. El joven príncipe de Costa Paraíso apenas había socializado con adolescentes de su misma edad, ya que su padre le tenía terminantemente prohibido relacionarse con cualquier persona que pudiera influenciar negativamente en él. Por eso la idea de conocer gente se le hacía interesante, aun cuando no estuviera seguro de cómo actuar frente a alguien cuya vida había estado llena de libertad desde el comienzo.
La entrada a la fraternidad estaba resguardada por una doble puerta de vidrio grueso, tras la que un hall muy amplio se abría a la vista de quien la atravesara. El piso era de madera de pino pulida y las paredes estaban pintadas de color beige, además de contar con un techo alto de loza maciza y escaleras de mármol en forma de caracol que dirigían hacia las plantas superiores.
-¿Estará bien?-Preguntó Raito a Matt, una vez que hubieron llegado al final de la escalera que conducía al tercer piso.
-Lo estaré.-Lo tranquilizó él, apoyando todo el peso de su cuerpo en el barandal y rodando sus ojos verdes fastidiado, en una pose demasiado seductora a juzgar por el castaño.-Pero si sigues tratándome de usted, más temprano que tarde descubrirán quién soy y me mandarán de regreso a Dubái.
-Lo sé, es que…-Un resoplido estresado salió de los labios de Light, mientras se pasaba una mano por el pelo en gesto desesperado.-Me cuesta mucho tratarlo como a un igual, siendo que desde que tengo memoria me han enseñado las grandes diferencias entre nosotros.
El pelirrojo caminó hasta él y entrelazó sus manos, callando con una mirada sutil cualquier otra cosa que quisiera decirle.
¿Cómo puedo demostrarte que, para mí, tú y yo siempre hemos sido iguales?-Quiso saber, sus palabras sonando con una dulzura inigualable, al tiempo que depositaba sobre la tersa mejilla del otro una caricia suave y gentil.-Dime cómo, Light, y te prometo que lo haré.
-Yo…-La cercanía puso al otro nervioso, las palpitaciones dentro de su pecho martilleando aceleradamente, mientras un sonrojo empezaba a cubrirle el rostro.
Recordaba perfectamente cuán enamorado había estado durante años del joven heredero al trono, razón por la cual en más de una ocasión se había jurado así mismo alejarse de él, porque tenía claro lo indebidos que eran sus sentimientos. Jamás sería correspondido y eso lo sabía, ya que para Mail él no era más que un leal súbdito al que le había agarrado un cariño bastante parecido al que se siente por un hermano. Pero ahora que sentía esa respiración cálida chocando contra sus labios y veía esos hermosos ojos verdes que eran su perdición escudriñándole tan fijamente, esos sentimientos prohibidos se removían inquietos en su interior, haciéndole comprender que su amor aun latía con fuerza dentro de su corazón.
-Yo… yo sólo… necesito tiempo… para acostumbrarme.-Concluyó en voz entrecortada.
Mail suspiró abrumado y se apartó de él, volviendo a apoyarse resignado en el barandal. Deseaba con el alma que Light lo viera de una vez por todas como a un amigo y sacara de su sistema la inferioridad que mostraba siempre que estaban juntos. Le molestaba bastante tener que lidiar con eso, ya que parecía ser que se le daban fatal las relaciones interpersonales, más aun a la hora de tratar con personas tan complicadas como lo era aquel obstinado chico de cabellos castaños y ojos avellana.
Caminaron en silencio a través de un largo pasillo, el cual los llevó hasta un par de corredores independientes. Los dormitorios dispuestos desde el once al quince en el de la izquierda y desde el dieciséis al veinte en el de la derecha. Cada uno tomó rumbo a su respectiva habitación, despidiéndose con una pequeña sonrisa y un “Nos vemos luego”.
~~~
Al abrir la puerta lo recibió una habitación amplia, de lisas paredes color hueso, en la esquina derecha un gran ventanal con vista al campus cubierto por cortinas de seda roja y piso de cerámica en tonos degradados de marfíl. A la izquierda estaba un baño privado decorado enteramente en colores celestes, del lado contrario un gran closet de dos cuerpos y al centro dos camas individuales, separadas por una mesita de noche en la que reposaba una lámpara y frente a estas un par de escritorios de madera refinada.
Notó que en la cama más cercana al baño había una maleta a medio deshacer y un conjunto de sábanas y edredón, además que el dormitorio olía bastante dulce. Dejó sus cosas en la cama sobrante y observó más detenidamente a su alrededor, dándose cuenta que una de las dos puertas del closet estaba entreabierta y varias prendas de ropa, en su mayoría negras, se veían a través de la abertura que quedaba. Claramente su compañero de cuarto, quien sea que fuere, ya estaba ahí, pero por alguna razón había salido dejando sus pertenencias a medio acomodar.
Intrigado se dispuso a desempacar sus cosas, con la pereza típica de alguien poco acostumbrado a ordenar por sí mismo. Metió cada prenda de ropa en el espacio libre dentro del armario, guardó sus enceres de aseo personal en una de las dos gavetas del baño, acomodó sus libros en el escritorio y tendió su cama, bastante conforme al terminar y ver como su lado del dormitorio quedaba perfectamente organizado.
Se arrojó jadeante sobre el colchón y cerró los ojos; era temprano, apenas las cuatro de la tarde, así que podía consentirse a sí mismo y regalarse un rato de ocio. Tomó su ipod nano y lo prendió poniéndose también los audífonos; el comienzo de la canción Mirrors de Justin Timberlake retumbó en sus tímpanos, relajándolo. Se acomodó mejor en la almohada y se dejó abducir por la letra, poniendo la mente en blanco…
…
Conducía a toda velocidad por calles infestadas de coches, fumando un cigarrillo y cantando a todo volumen “It's like you're my mirror, my mirror staring back at me”, mientras un viento frío revolvía su pelo rojizo y sus manos hacían girar el volante con destreza. En el asiento de al lado alguien coreaba la letra junto a él y se burlaba de lo cursi que era, un olor dulzón y adictivo colándose en su nariz, embriagando sus sentidos.
Frenó de golpe haciendo que los neumáticos derraparan escandalosamente, virando rápido en el cruce más cercano hasta abrirse camino por una carretera poco transitada. Andubo a más de ciento cincuenta kilómetros por hora por bastante rato hasta que se detuvo en un desvío, adentrándose a un camino de tierra desolado lleno de árboles.
Se estacionó en cualquier parte y apagó el motor, sintiendo un delicioso peso sobre su cuerpo y unos labios ansiosos reclamando los suyos en un beso demandante y agresivo. Unos dedos se enredaron en su cabello haciendo más profundo el contacto, al tiempo que reclinaba el asiento hacia atrás y se dejaba embriagar por una mano que tocaba insistentemente por sobre la tela de sus jeans, gimiendo al sentir como la persona sobre él se movía rítmicamente, logrando una fricción excitante entre sus entrepiernas. Abrió los ojos al sentir el recorrido de una húmeda caricia deslizándose por su cuello, la polera a rayas que llevaba encima siendo arrancada de su torso sin miramientos, mientras sus jeans eran bajados con todo y bóxer hasta las rodillas y un calor abrasador se concentraba en su bajo vientre al ser succionado repetidamente uno de sus pezones, una mano experta envolviendo su virilidad y comenzando a masturbarle con maestría.
-Ngh… hmn… a-ah…
Jadeos, gemidos, siseos y hasta pequeños gritos se le escaparon al ser rodeado en una boca caliente y húmeda, sus dedos enredándose en cabellos lacios y suaves para imponer el ritmo exacto que le hacía vibrar. Pero cuando ya estaba a punto de vivir el orgasmo más maravilloso de toda su vida, algo para nada agradable ocurrió…
~~~
-¡Hey!
Un golpe seco en la cabeza lo hizo regresar bruscamente a la realidad, haciéndole caer de la cama ante la brutal fuerza con que le fue lanzado. Soltó un gemido de dolor por lo bajo, al tiempo que todo le daba vueltas, por varios segundos sintiéndose aturdido hasta que su cerebro fue recobrando de a poco el sentido.
¿Pero qué dem…?
-Al fin. Creí que nunca despertarías.
Delante de él, con los brazos cruzados sobre su pecho y los labios curvados en una sonrisa maliciosa, un guapo chico de complexión delgada, cabello rubio dorado y ojos azules y cristalinos, le miraba desde arriba bastante divertido al verle tirado en el piso con la expresión de cachorro apaleado más adorable del mundo.
No pudo evitar quedarse prendado de esa mirada durante un rato, el enojo por el golpe repentino rezagado muy dentro de él al notar la belleza casi angelical que poseía ese rostro de piel marmórea y aparentemente suave. Sacudiendo la cabeza se espabiló y se levantó de su vergonzosa posición, fulminando a su agresor con el par de bellas esmeraldas que portaba por ojos.
-¿Quién te crees para golpearme?-Lo encaró, irguiéndose derecho y enfrentando esas par de azulas tan claras y brillantes.
-El dueño de esta habitación y, por tanto, de todo lo que hay dentro.-Replicó él sin ni una pizca de temor y hasta divertido con la situación, agrandando su sonrisa de suficiencia.
-¿Disculpa?-Su voz estaba cargada de ironía, sin dejar de observarlo desafiante.
-Lo que escuchaste.-Continuó el rubio, asechándolo a paso felino hasta hacer que quedara acorralado contra la pared al lado del ventanal.-Todo es mío en esta habitación… incluyéndote.
-¿Ah, sí?-Rió el pelirrojo, nervioso y sorprendido a partes iguales.
De respuesta obtuvo una sonrisa ladina y un asentimiento de cabeza, mientras sentía como el calor de ese cuerpo esbelto y masculino se apartaba de él.
-¿Cómo te llamas?-Preguntó el oji-azul, sentándose en su cama ya totalmente ordenada.
-Matt.-Contestó Mail, imitando su acción, a la vez que sonreía algo apenado.-¿Y tú?
-Mihael, pero si me llamas así morirás.-Confesó a modo de advertencia, sacando de la mochila a su lado una barra de chocolate y dándole una mordida.-Sólo dime Mello…