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Ojos verdes por Lonny

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Apenas había dormido esa noche. No, la verdad es que no había pegado ojo. Y esa vez no era como las otras, donde el trabajo en el taller lo absorbía y lo llenaba tal que cualquier actividad fuera de él no tenía sentido. Y eso incluía el hecho de dormir. Pero aquello había sido distinto. La imagen de esos dos yéndose juntos, agarrados, quién sabe dónde, lo había acompañado en la oscuridad de su habitación mientras daba vueltas en la cama. ¿Qué había sido eso? No, en serio. ¿Qué pretendían, uno y el otro? ¿Ponerle nervioso, celoso? Vale, muy bien. Lo habían conseguido, pero jamás se lo demostraría. No, de eso ni hablar.

 

De repente volvieron a su mente esas imágenes de la cámara de seguridad, ésas mismas en las que se había estado refugiando siempre que necesitaba sentirse bien. Pero aquella maldita noche las había modificado, adulterado. Ya no eran Loki y él besándose en su sala hasta acabar uno en brazos del otro encima de la cama. No; ahora eran Steve y Loki besándose con una necesidad casi animal, acariciándose y mordiéndose mutuamente como si se trataran de dos bestias en celo. Se comían en su cama, ¡en su propia cama!, mientras él los observaba notando cómo el mundo se derrumbaba sobre él. Ellos sabían que los estaba viendo. Ellos lo miraban y se reían, mientras señalaban la cámara. ¡Incluso lo saludaron! Instintivamente clavó las uñas en el sillón de piel y la rasgó, manteniendo la mirada fija en un punto invisible de la sala. En su mente, Steve hacía gemir a Loki, no sin dejar de mirarle y susurrarle cosas. “Es mío, es mío”, le decía. Tony sabía que aquello no estaba pasando, que no era real. Pero su cuerpo reaccionaba de manera paralela, rebelándose y dominando casi todo su ser. Y, entonces, ya no lo pudo aguantar más. Debía saberlo; debía saber qué había pasado esa noche.

 

Salió de la sala de juntas, en mitad de la reunión que estaba teniendo, sin dar explicación alguna. Aquello podía esperar. Bajó las escaleras a trompicones hasta la planta donde sabía que encontraría a Steve. Y allí lo vio, tan rubio y tan sonriente como lo recordaba. Sonriente… “Oh, Dios”, se dijo. “No me digas que…”. No pensó. Nunca lo hacía, pero en aquél momento menos. Cogió a Steve bruscamente del brazo y lo arrastró hasta la primera puerta que vio. Lo metió y cerró la puerta con un portazo. Estaban en un almacén.

¿Pero a ti qué te pasa?- dijo Steve alzando la voz- Si querías hablar conmigo, bien podrías habérmelo dicho- el rubio se rozó el brazo y lo miró fijamente. Tony estaba de espaldas a él, con la mano apoyada en la puerta, como sosteniéndose.

¿Te has acostado con él?- el rubio abrió mucho los ojos.

¿Qué?- el moreno dio un puñetazo en la puerta, aún sin girarse.

¡¿Es algún tipo de venganza?!- Tony se giró, encarándole- ¿Es porque te dejé?- Steve lo miró incrédulo, negando con la cabeza.

Estás pirado, Stark… ¿Crees que todos somos tan mezquinos como tú?- apretó los dientes y lo empujó sin medir la fuerza, empotrándole contra la madera- ¡No eres el centro del mundo! ¡Y menos del mío!- lo empujó e intentó salir del almacén, pero Tony no estaba dispuesto a que se fuera sin que le diera una respuesta.

No pienso dejar que te vayas sin que respondas mi pregunta- Steve lo observó, sintiendo cómo algo que creía roto volvía a hacerse pedazos. Miró hacia el suelo.

¿Tienes algo con Loki?- Tony se enderezó, tragando saliva sin dejar de mirarlo.

Yo pregunté primero- el rubio sonrió con tristeza y lo encaró.

No…- lo miró fijamente, aguantándole la mirada- Es tu turno- el moreno respiró, relajando sus músculos.

No… no tengo nada con él- Steve frunció los labios sin dejar de mirarle, como si estuviera analizándolo.

¿Y te gustaría? ¿Lo estás buscando?- Tony abrió mucho los ojos, sintiéndose muy incómodo de pronto. Desvió su mirada- Supongo que eso es un sí- el rubio rió sin apartar sus ojos de él, sintiendo más profunda esa decepción que venía arrastrando desde hace tiempo. Empezó a caminar hacia la puerta.

Lo siento, Steve…- el moreno susurró su enésima disculpa. Sentía que sólo sabía pedirle perdón.

No me pidas perdón más veces. Ya hasta carece de sentido- no lo miró, agarrado como estaba al pomo de la puerta- Loki y yo sólo salimos de otra de tus fiestas hipócritas y pasamos un buen rato. Nada más- y, sin dejar que tuviera tiempo para preguntarle algo más salió del almacén. Tony se quedó apoyado en la pared, mirando hacia el vacío mientras escuchaba los fuertes pasos de Steve alejarse en medio de típico ruido de oficina. Se tapó la cara y suspiró. Había metido la pata hasta el fondo.

 

** ** ** **

 

No podía decir que se acordara de mucho de lo que había hecho el día anterior, pero parecía que todo estaba en su sitio. Se incorporó de la cama, notando cómo alguien lo había tapado con esmero, cosa que le hizo sonreír. “Este Steve…”, se dijo. Salió de la cama, estirando su espalda como si se tratara de un gato. Se peinó un poco, observando con estupor lo arrugados que estaban sus pantalones y su camisa. Un verdadero desastre, la verdad. Caminó hacia lo que creía que era el cuarto de baño, se lavó la cara y acabó de peinarse un poco. Entonces se quedó mirando su rostro, observando cómo unas débiles ojeras asomaban bajo sus ojos, así como una extraña herida en su cuello. Acaso era un… No, aquello no podía ser posible. Era imposible. Steve nunca…

Se separó del lavabo y se recolocó las solapas de la camisa y el pelo para tapar la marca. Salió del baño buscando su corbata y la chaqueta. No tenía ni idea de cómo habían acabado en el apartamento de Steve, durmiendo en la misma cama y despertándose abrazado a su cintura con el consecuente sonrojo y la incomodidad propia. El rubio apenas y había dicho nada. Sólo le había dicho que se sintiera como si fuera su casa antes de irse precipitadamente a trabajar. ¿Y él? Bueno, había descartado ir a clase desde primera hora de la mañana a tenor de la fuerte resaca que lo martilleaba, lo que le daría tiempo a volver a casa, darse una ducha y dormir una siesta generosa si le daba tiempo. Y el plan parecía resultar… hasta que llegó a casa y vio a Jane.

¿Dónde has estado?- preguntó ella. Loki intuyó que algo no funcionaba.

¿Qué ha pasado?- de pronto sintió cómo su pulso se aceleraba. La joven se acercó a él y le cogió la mano.

Ahora está bien, pero Frigga se cayó por las escaleras ayer por la noche. Dicen que se desvaneció- Loki sintió cómo el suelo bajo sus pies desaparecía, dejándolo caer sin parar, asfixiándolo cada vez más hasta apenas poder respirar. Parpadeó un par de veces, apretando la mano ajena buscando algo que lo devolviera a la realidad. Intentó pensar, pero, extrañamente, su mente se había quedado en blanco.

¿Dó- dónde está mi madre?- su voz estaba muy lejos de ser la de siempre. Apenas y la reconoció.

Está en el hospital- Jane cogió el rostro del joven e hizo que lo mirara- Loki, ella ya está bien, ¿de acuerdo? No te pongas así- él asintió casi mecánicamente, notando cómo unas débiles lágrimas bajaban por sus mejillas. Se separó de ella y empezó a subir a su habitación para ducharse y vestirse más rápido que nunca. Bajo el agua, en silencio, se dejó llevar por los sentimientos y empezó a sollozar. Ella estaba bien, sólo había sido una caída, pero le dolía no haber estado junto a ella, ayudarla. ¿Y ese desvanecimiento? No, no quería pensar en ello ahora. Sólo necesitaba ver a su madre bien, sonriendo y abrazarla muy fuerte.

Bajó junto a Jane y, sin apenas mirarla, salió a la calle y se montó en la camioneta de ella con el cuerpo más tenso de lo que creía. Clavó la mirada en la ventana, apenas viendo el paisaje que se presentaba ante ellos. Sólo podía pensar en su madre. Jane lo miraba de reojo, consciente de lo que estaba sintiendo en esos momentos. Era de las pocas personas que podía ver más allá de la fachada que siempre adoptaba el joven, una fachada de auto protección que no siempre funcionaba. Dio un último volantazo y se metió en uno de los párquings exteriores. Nada más pararse el coche, Loki bajó sin mediar palabra y empezó a caminar cuesta arriba ignorando los gritos y quejas de Jane, incapaz de seguir su ritmo. En cuanto llegó a la recepción sólo tuvo que decir su nombre para que le dijeran la planta y la habitación donde estaba. Nunca había subido tan rápido unas escaleras. Y entonces la vio. Sonriendo de forma serena, mientras agarraba la mano de Thor. Su corazón latió a toda velocidad, caminando hacia ella sin poder mirar a nadie más. Ella lo vio y amplió su sonrisa, alzando su brazo.

Ven cariño- Loki se mordió el labio, acercándose lentamente y sentándose en el borde de la cama- ¿Cómo estás? ¿Te lo pasaste bien?- el joven bajó su rostro y la abrazó, apoyándose en su pecho.

Perdóname, madre. Por no estar a tu lado- Frigga rió, acariciando su pelo.

No tengo por qué perdonarte nada – la mujer sonrió- ¿Cómo ibas a saber nada?- Loki alzó su rostro y la miró a los ojos.

Aún así…- notó la mano de Thor sobre su hombro, reconfortándolo. Se giró levemente para verlo, advirtiendo la sonrisa dibujada. Por unos instantes se sintió bien, cómodo entre todos ellos…

Al fin has llegado- dijo Odín, apareciendo con un café humeante en sus manos. Loki se incorporó, visiblemente molesto con su presencia y por haber roto aquella aura que los había envuelto. Siempre había pensado que él era el problema de aquella familia. Ahora lo sabía del cierto- Dime, ¿te lo has pasado bien? Supongo que como siempre…- Odín hizo una mueca.

Padre, no creo que este sea el momento- intervino Thor, mirando tanto a su hermano como a su padre- Estamos en un hospital y madre está convaleciente…- en ese momento llegó Jane, algo acalorada. Su sonrisa inicial se borró al ver la escena y prefirió quedarse en la puerta.

No voy a hacer ninguna escena dramática, Thor- Loki se levantó de la cama, aún agarrando la mano de su madre y mirando a su padre- No voy a hacerte caso, hoy no- el joven se encogió de hombros, negando con la cabeza- Hoy me das más igual que otros días. ¿Adivina por qué?- Odín frunció los labios, apretando los dientes con ganas. Podría decirle unas cuantas cosas, cosas dolorosas, hirientes, pero como había dicho Thor, ese no era el momento ni el sitio indicado para empezar una guerra. Así que, por primera vez en muchos años, Odín claudicó, dejó el café en la mesilla y, sin mediar palabra, se fue ante la mirada de estupor de unos y el orgullo de la victoria en otros.

 

** ** ** **


Después de la metedura de pata con Steve, Tony no tuvo ganas de ver a nadie más el resto del día. Incluso deseaba que se olvidaran de él por una semana entera. La vergüenza y la culpa lo estaban consumiendo. Pero si había alguien a quién no quería perder de vista era a Loki, y era por eso que no podía dejar de mirar el reloj que decoraba el taller. Seguía con la firme convicción de averiguar qué había pasado después que se fueran de la fiesta, pero debía ser más sutil que con Steve. No podía cogerlo y empotrarlo contra una pared, esperando que aquello lo intimidara. Tony Stark no era un matón y, no sabía cómo, pero se empezaba a comportar como uno. ¿Acaso sus largos años en el internado no le habían servido para nada? Ser un niño genio puede ser muy bueno en el lado académico, pero también muy malo en la parte social. Los golpes nunca habían solucionado nada.

Miró de nuevo el reloj y vio que ya era la hora de entrada. Un extraño cosquilleo se apoderó de la parte baja de su abdomen. En cualquier momento, Loki aparecería con su eterna mochila al hombro picando a la puerta de cristal y, quizás, mostrando una leve sonrisa. Sí, debía ser amable, sin presiones. Loki era un joven tan atractivo como complicado, así que si quería conseguir saber por las buenas qué había pasado debía ir con pies de plomo.

Volvió a mirar el reloj. Vaya, se estaba retrasando y eso no era normal en él. Cogió un paño y se limpió las manos de grasa, revolviendo en su caja de herramientas. Si algo tenía el joven era su puntualidad. Incluso había días en los que había llegado media hora antes. ¿Y si le había pasado algo? De repente aquél pensamiento lo puso en guardia. Definitivamente estaba paranoico.

Toc, toc. Golpes en la puerta. Tony intentó simular su sonrisa radiante, mientras se giraba para abrirla. Pero no tuvo que simular mucho más cuando no vio a quién esperaba tras el cristal.

Se supone que tienes código de acceso, Bruce- intentó simular su habitual tono desenfadado, pero la decepción que sentía en esos momentos era difícilmente simulada.

Yo también me alegro de verte- dijo el doctor, mirándolo de reojo- Y sí que tengo código, pero no sé por qué no funciona- caminó hacia la que consideraba su mesa y dejó los papeles que llevaba- Pensé que Loki ya habría llegado- y observó el reloj del taller- He traído estos documentos para que los leyera- a Bruce se le escapó una sonrisa que no pasó inadvertida por Tony- Creí que le interesaría leerlos, después de la breve conversación que tuvimos ayer- el moreno se hizo el desentendido ante el tono que había usado al referirse a aquella charla que había interrumpido. No se arrepentía. Y hoy menos que nunca. Bruce volvió a coger los papeles y los revisó por encima- ¿No ha llamado ni ha dicho nada?-

No…- Tony ni tan siquiera se giró. Estaba enfrascado en desmontar una pieza para volver a montarla. Era su manera de canalizar la rabia que estaba sintiendo en esos momentos.

Es extraño…- Bruce se puso las gafas y empezó a teclear el ordenador, en silencio. Stark, muy cerca de él, seguía inmerso en el silencio más absoluto mientras manipulaba y limpiaba los tornillos y las arandelas. Tenía mucho trabajo que hacer. Mucho. Pero se veía incapaz de centrarse en otra cosa que no fueran esas malditas arandelas- Oye, Tony. Quizás Steve sepa algo- las palabras de Bruce lo tensaron- Creo recordar que desaparecieron al mismo tiempo…- por aquél entonces, las arandelas ya estaban más que limpias.

Si tanto interés tienes, ve tú a preguntarle- no había simulado su malestar. Tampoco lo había pretendido. Acabó de montar la pieza, mucho más tranquilo, y volvió a su mesa de trabajo. Aquello siempre le ayudaba a no pensar. Y, eso, era lo último que quería hacer en esos momentos- JARVIS, pon algo de música, ¿quieres?- de pronto empezó a sonar ‘Paranoid’ de Black Sabbath y Bruce suspiró, mirándole de reojo.

¿Sigues enfadado conmigo por lo de ayer?- Tony paró en seco lo que estaba haciendo, pero no se giró para mirarle.

Enfadado no sería la palabra, pero tampoco te lo tengo en cuenta- retomó su trabajo, intentando centrarse en él.

Lamento haberme burlado de ti, pero, la verdad, fue una sorpresa que alguien como tú esté en una situación tan mundana – el moreno se giró y lo miró fijamente.

¿Mundana?- aquella palabra sonaba peor de lo que en verdad significaba- ¿Acaso me creías incapaz de sentir algo por otra persona?- Bruce se encogió de hombros.

Esa no sería la explicación más adecuada, pero, a grandes rasgos, sí- Tony hizo una mueca de fastidio- Pero no quiero que te lo tomes a mal; es más, estoy gratamente sorprendido- el moreno se cruzó de brazos, esperando a que siguiera- Desde hace meses que lo estoy y lo cierto es que esta última revelación ha sido como la guinda del pastel- Tony sonrió incrédulo.

¿Me estás diciendo que creías que era una especie de monstruo sin sentimientos o algo así?- Bruce hizo una mueca.

¿La verdad? Un poco sí, pero tampoco te he juzgado mal- Stark asintió, desviando su mirada.

¡No, qué va! Tranquilo, hombre gamma…- sonrió y volvió a darse la vuelta, intentando centrarse en su trabajo. Bruce se acercó un poco por detrás.

Y… ¿puedo saber de quién se trata?-

No- dijo Tony inmediatamente después, casi sin darle derecho a réplica- Ayer ya hablé suficiente- el doctor se quedó pensativo.

¿Es de la empresa?- el moreno bufó.

No pienso decirte nada, Bruce…- el aludido se apartó a regañadientes.

Es un hombre, ¿verdad?- Tony lo observó de soslayo- Ayer se te escapó un ‘él’- el doctor sonrió ampliamente ante la expresión en el rostro de su amigo.

¿Y eso qué importa?- bufó y volvió a lo suyo. Bruce le dio una palmada en su hombro.

En absoluto- y se alejó de él sin cambiar su expresión. Aquella situación no dejaba de hacerle mucha gracia. Recogió sus papeles y, sin que se diera cuenta, salió del taller. De repente tenía muchas ganas de hablar con Steve.


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