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Mariposa 蝶 por grupo tamashii

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Notas del capitulo:

¡Buenas! Emmm lamento no haber actualizado antes, tengo grandes problemas para actualizar en AY, cuestión del google de la tablet. 

Bueno, he aquí el segundo capitulo.

 

Italia, Génova.

La luz de un farol se filtra por mi ventana. Son las 4.30 de la mañana, y Lovino gime de dolor, suelta quejidos y gritos en la cucheta de arriba.

Tiene una pesadilla, o una visión. Ya se le pasará. No es bueno despertar a los videntes, me dijo, hace ya muchos años, mi hermana mayor.

Me duelen los ojos por haberme dormido llorando y siento el cuerpo cansado y pesado.

Cierro los ojos e intento dormir. La noche es joven y mis vacaciones están por empezar.

Los gritos de Lovino aumentan. Me siento sobresaltado sobre la cama. Mi hermano sigue moviéndose y empieza a gritar, cada vez más rápido, cada vez más alto.

La puerta se abre y Antonio con el cabello desordenado y los ojos adormecidos enciende la luz.

—¿Qué pasa? —pregunta, bosteza y me mira.

Lovino se cae de su cama, y Antonio corre hacia él. No se despierta, sigue moviéndose y gimiendo.

—¿Qué sucede? —reitera—. ¡Feliciano!

Mi primo levanta la voz. Lovino suelta quejidos cada vez más altos. Sus sueños deben ser pesadillas, como lo son últimamente. Estoy aterrado, nunca se alteró tanto.

La puerta del cuarto se vuelve a abrir, entra mi madre seguida de mi padre.

—¡Ayuda! —dice mi primo. Sostiene a mi hermano, lo retiene en el suelo para evitar que se golpee.

Mi madre empuja a mi primo y mi padre toma en brazos el cuerpo dormido de mi hermano.

Mamá me mira fijo por escasos segundos,sus ojos reflejan pánico y preocupación. Salen los tres del cuarto.

—¿Qué pasa? —pregunta Antonio. Se levanta del suelo y se sienta a mi lado—. ¿Es normal?

—No... Jamás llegó a tanto.

Mi voz sale en un susurro. Nos quedamos en silencio, lo único que se escuchan son los gritos de mis padres intentando despertar a Lovino y el reloj sobre la mesa, que sigue su interminable ritmo como si fuese el único sonido permanente sobre la faz de la Tierra.

La noche pasa con una lentitud extraordinaria, cuando la luz del Sol se asoma por la ventana la puerta vuelve a abrirse. Es mi hermana. Sus ojos demuestran su desvelo, y sus labios están apretados en una línea recta.

—Vengan —dice secamente.

Sale, Antonio la sigue y hago lo mismo. Caminamos rápido rumbo al estudio de mi padre. Los pasillos están oscuros, las velas han sido apagadas, tal vez siquiera las prendieron. No hay nadie que duerma de todos modos, la seguridad que proporciona la luz de su flama contra los males oscuros y tenebrosos de la noche es inútil si todos estamos despiertos, la magia se rompe.

Silencio, es todo lo que se escucha cuando entramos. Un duro y pesado silencio, que sólo parece cortarse brevemente con los cortos gemidos de mi hermano.

Lovino está sentado sobre la silla de mi padre. Tiene los ojos hinchados, la ropa quemada y llena de sangre, y grandes porciones de piel cubiertas con vendas y otras totalmente rojas.

—Magia —dice mamá ante nuestro desconcierto. Nos señala unas sillas y espera a que nos sentemos. Mi hermana chasquea la lengua con impaciencia, se que lo único que desea es terminar con esto lo antes posible, al igual que todos.

—Han atacado a la Real Academia de la Orden —suelta mi tío. Está junto a la ventana, mirando hacia un punto más lejano, el horizonte. Papá suspira. Se ve cansado, su voz suena exhausta cuando dice:

—Han habido muy pocos sobrevivientes, en su mayoría niños.

—¿Qué sucedió? —pregunta Antonio. Lo dice con un tono duro y potente, desafiante.

Nadie responde, el silencio reina la sala.

—Lo he visto —susurra mi hermano—. He visto a Paulo: estaba ahí, por eso creí que era un sueño.

Guarda silencio y nos mira. Sus ojos verdes brillan con un dejo de desquicio. Está fuera de sí, exaltado. Sonríe débilmente.

—¿Qué sucedió? —repite Antonio. Lovino comienza a llorar y se toma la cabeza.

—Cuando abrí los ojos estaba en otro lugar, tendido en la hierba, rodeado de sangre.. Sangre, muerte y ceniza. Y él estaba ahí, supuse que era un sueño, así que lo seguí y —guarda silencio, deja de llorar, y levanta su mirada—. Y un bastardo lo mató. Eran tres, dos estaban de pie, otro en el suelo, herido. El más alto le disparó. Sentí que mis piernas se aflojaban, pero no caí, no me moví, solo... Solo me quedé ahí, mirando, no hice nada.

—¿Qué más pasó?  

—Apareció un hombre y los atacó. Comenzaron a llegar más... Nadie se fijaba en mí, era como si... Como si yo no participaba en el sueño. Ahí lo entendí, era una visión.  Estaban atacando algún lugar... Hirieron al otro de los tres chicos, el que tenía una espada. —Mi hermano guarda silencio otra vez, son escasos minutos, y ahí la suelta... Una bomba—. Me vió.

—¿Qué? ¡Imposible! —le digo.

Me mira y sonríe. Nunca lo ven en sus visiones, porque él no está realmente ahí. Su magia no es física.

—No, imposible no, fratello. Él me vió, y juro que nadie me miró nunca con tanta ira... Creí que iba a matarme. Pero hubo una explosión, y apareció un hombre. Pasó por mi lado, tuve que moverme para que no me llevara por delante. Iván Braginski.

—Iván, el terrible —susurra Antonio.

—Iván Braginski, segundo al mando de la Orden —dice mi padre.

Una carta llega al medio día. Mi padre se desespera, mi madre se muerde las uñas. Papá la abre en el salón y la lee en voz alta.

Cuando termina todos quedamos sumidos en un profundo silencio que es destrozado por una maldición mi madre.

—Se han reportado tres ataques el día de ayer. El primero, en China. Un templo fue completamente saqueado, podría ser tomado como un simple ataque de humanos, pero se encontraron rastros de magia oscura. El segundo en Estados Unidos. La Orden Real recibió una señal de alerta y un pedido de ayuda por parte de los Jones. Llegamos tarde. El tercero sucedió durante la madrugada, La Academia Real de Protección fue atacada. Los atacantes no buscaban sino el aniquilamiento total del equipo de la base. Se le solicita a todos los miembros de la Comunidad que permanezcan alertas en caso de ataque.

—No era un sueño, no era un sueño —susurra mi hermano.

Papá abandona la sala, y minutos después mi tío hace lo mismo.

—Espero que Alfred esté bien —dice Antonio.

—¿Quién? —pregunta Lovino.

—Alfred Jones. Es el hijo mayor de los Jones. Lo conocí en una fiesta, hace unos años.

Mi hermana ríe.

—¡Me sorprende que con esa sangre sucia y cobarde pueda darse el lujo de festejar algo! —exclama.

Ese mismo día recibimos visitas. Un hombre con gafas, cabello negro, alto, delgado y con un porte inigualable tocó el timbre a las 5 pm.

Mi padre le dio la bienvenida y se encerraron en el estudio. Media hora después el hombre salió del cuarto mientras guardaba en su maletín oscuro una llave dorada y un sobre amarillento.

A modo de despedida le dio un apretón de manos a mi padre y a mi tío, se inclinó ante mi madre y se marchó sin más.

—Ya estamos seguros —comentó mi padre.

A pesar de la carta, de la visita de aquel hombre peculiar y del peligro y la preocupación latente en los ojos de todos, nada sucede durante el primer mes. Siguen llegando cartas que son leídas, como cada día, durante la hora del desayuno. Los remitentes son siempre distintos, la caligrafía varía demasiado y, en algunas ocasiones, el lenguaje es completamente incomprensible para mi. De todos modos algo siempre es seguro: las palabras que figuran sobre el papel no hacen más que aumentar la preocupación en todos.

Lovino sigue teniendo visiones. Nos habla de paisajes distintos, de situaciones extrañas, de ataques, de muertes, de sonrisas extintas ante la sorpresa, de sangre derramada. Nos explica escenas inexplicables y atroces.

Es extraña la calma que siento mientras habla, es extraña y molesta. Es un sentimiento de tranquilidad que crece rápidamente en mi: que se elimina con el pesar que llega luego... Porque podríamos haber sido nosotros.

—Ya no quiero más —dice. Estamos sentados espalda con espalda en nuestro cuarto. Son las 10 pm, está cubierto de sudor y lágrimas—. Estoy tan cansado.

—¿Algo nuevo? —pregunto. Últimamente, gracias a la falta de sueño nocturno, mi hermano ha estado durmiendo largas siestas por las tardes. Estaba en una de ellas cuando empezó a gritar y tuve que despertarlo.

Siento su espalda vibrar, sus pulmones aumentar la cantidad de inhalaciones y su corazón cambiar su ritmo. Está llorando. O riendo.

—Una niña —empieza de un momento a otro—, de no más de seis años, estaba jugando bajo el sol en el parque. Escuchó un ruido y fue a ver qué había sucedido. Cuando... Cuando entró vio a su mamá tirada en el suelo rodeada de un charco de sangre—. Suelta una extraña risa, mezcla de llanto, frustración y odio—. Y su vida acabó ahí... Porque alguien apareció y  la mató sin vacilación, sin dudarlo.

Llora cada vez más fuerte. La puerta se abre y Antonio entra. Tiene dos tazas, nos las entrega y se marcha.

—Tenemos que hacer algo —susurra mi hermano.

Y todo colapsa. Un grito se escucha desde la planta baja.

Un grito, una ruptura de un vidrio, el sonido estrepitoso del metal chocando y la voz de mi padre exclamando:

—Ya es hora: han llegado.

 

Notas finales:

*Fratello: Hermano (Italiano).


Espero les haya gustado éste capítulo.

 

Cassi!


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