Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Painful love por Jesica Black

[Reviews - 195]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capitulo VII: La historia detrás de la historia

 

                “Quiso correr, quiso alcanzarle, pero no pudo. Entre los enormes hierros de la eternidad, jamás pudo y solamente recuerda las últimas oraciones que le dedicó mientras acariciaba su bello rostro, sus suaves hebras rojizas oscuras y su mirada nívea. ¡Oh, por qué dios me prohíbes el amor cuando lo tengo tan cerca! Se regañaba contantemente, ser infiel con esa arpía que no merecía un minuto de su vida, le hizo perder esa mirada entre las sombras más frías.
Quiero estar con él, quiero vivir con él y para ver, observar sus hermosos ojos claros, ¡por amor de dios! ¡Castígame, castígame! Por ser tan horriblemente iluso, por dejar escapar lo que llenaba mi alma. ¡Era un hombre! ¡Era mi hombre! Mi pequeño gran hombre, la persona con la que quería despertar el resto de mi vida. ¿Por qué? ¿Por qué algo así tuvo que pasarme a mí? ¿Por qué no puedo perdonarme, aunque ya hayan pasado tantos años? Escribía cartas que no contestabas, te escribía, te escribía ardientemente…..”

 

–Aaaah –suspiró Dégel terminando de leer, ¿quién no quisiera un amor así? Por qué el padre de Kardia Antares, Aeneas, había escrito algo tan profundo como continuación de ‘La sombra del escorpión’, algo que llenaba hasta los huesos y te permitía viajar a la imaginación–. Este libro es precioso, que lastima Krest que no estás aquí para leerlo, seguramente te encantaría.

 

                Dégel conocía bastante bien a su hermano a pesar que había nacido poco antes que éste se casara con Garnet. Aun así, siempre iba a visitarlo y mirar el centenar de libros que había en su colección, a Krest le encantaba leérselos con tanta emoción que creía poder llorar, y su padre le había comentado que durante la adolescencia tardía del muchacho (18 años más o menos), se acostaba en su cama boca abajo y leía con tanta pasión que creían se comería el libro. “Por ese hombre, el tal Aeneas Antares, tu hermano decidió tomar literatura en la universidad”, masculló su padre una vez en la mesa familiar.
No tardó mucho en nacer Camus, fue cuando él tenía cuatro años, aunque jamás observó en Krest el amor a su esposa, si lo observó en su hijo con tanto sentimiento que hacía llorar (ese sentimiento que también le profesaba a él). Krest amaba a Camus tanto como a la vida misma, y es que el pequeño era exactamente igual a él; mismo cabello rojizo, salvo que Krest lo tenía mucho más oscuro; mismos ojos claros, misma mirada purificada. Krest tenía una especie de anhelo por que su hijo se convirtiera en escritor y lo alentaba a ello; lo mismo lo había hecho con él, tal vez como hermanos….aunque siempre sintió que Krest actuaba más como un padre.

Constantemente veía a su hermano escondiendo cosas, cartas sobre todo, con una mirada pesimista y los ojos observándole de costado, como si temiera ser mirado en ese instante mientras leía. Sonrió y cerró el libro que había conseguido, ahora él tenía la oportunidad de conocer a Aeneas. Le dijeron que cada tanto, sobre todo una vez al mes, él iba a verificar las ventas de libros, pero el día de mañana haría una firma de libros en la librería Antares donde él trabajaba, por lo que era de suponer que habría una multitud esperando. Era la primera vez en mucho tiempo que Aeneas hacía una presentación, sobre todo, era la primera vez que lo podría conocer, a la persona que inspiró a su hermano a seguir el camino que siguió y adornarlo con el amor al arte escrito.

                El teléfono de la casa sonó, Dégel se levantó dado que Camus seguía durmiendo. Cuando llegó a la casa encontró al pelirrojo con su pijama durmiendo, ¿no era hoy que tendría ese ensayo con su amigo? Seguramente el chico se había ido hacía rato. Suspiró, continuaba cabreado con el estúpido de Kardia por haberle violentado de ese modo, pero al atender y escuchar la voz de su madre, todos los pensamientos frustrantes desaparecieron.

¡Cariño! Tanto tiempo sin oír tu voz ¿cómo está todo por allá? –preguntó la anciana mujer, Dégel sonrió.

–Perfectamente mamá ¿y ustedes? ¿Han podido visitar a Garnet? –preguntó, a lo que solo escuchó un murmullo.

Sí, si…. –musitó–. Escucha, me gustaría darte buenas noticias pero, Garnet está cada día en peor estado, le han quitado la tenencia absoluta de su hijo y ha pasado a nuestras manos, por lo tanto, cuando tengas tiempo necesito que vengas a firmar unos papeles para ser tutor legal de Camus.

–Dios, esa mujer –bramó molestó–. No se recuperará jamás de la muerte de Krest, aun para mí que soy su hermano, fue difícil, pero…..tenemos que seguir ¿no es así? Me aferro a lo que Krest amó, que son su hijo y sus libros.

Hay algo más que quiero decirte –musitó–. Después de tantos meses luchando, hace poco tiempo nos entregaron las pertenencias de Krest que se encontraban en el auto.

–¿En el auto? ¿Pertenencias? ¿De qué hablas? –preguntó mientras con su dedo enroscaba el cable del teléfono.

Tenía todo un equipaje con él, varias cosas y libros, muchos libros –masculló, se le escuchaba dolida del otro lado–. Y cartas, muchas cartas de la misma persona.

–¿Cartas de la misma persona? ¿A qué te refieres con eso, madre?

Creo que Krest tenía un amante y Garnet lo sabía –soltó, Dégel abrió sus ojos–. Escucha, las cartas no están firmadas, los sobres no están con ellas así que no sé quién se las habrá mandado, pero debe ser alguien muy importante para Krest, dado que las tenía muy bien cuidadas.

–Sé más clara mamá, ¿Cómo que tenía un amante? ¿Cómo sabes eso? ¿No será un error?

No hijo, no…me gustaría que fuera así, me gustaría pensar que Krest no quiso abandonar a su hijo y su mujer para huir con alguien que nadie conoce, pero….el otro día hable con tu padre –hizo una pausa, Dégel comenzaba a ponerse intranquilo–. Sabes que durante un tiempo en los quince años de Krest, ellos fueron a trabajar a las afueras del pueblo ¿recuerdas?

–Sí, Krest solía contar muchas historias al respecto…

Allí, tu padre recuerda haber conocido a un muchacho, un mesero o algo así, bastante mayor que tu hermano, por lo menos diez años –Dégel se sienta junto al estante donde estaba el teléfono–. Tu padre cuenta que muchas veces se perdían en el bar.

–¿Se perdían? ¿Quiénes?

¡Dégel, pon atención por favor! –bufó molesta–. Krest y ese muchacho, se ‘perdían’ en la taberna. Hasta ese momento tu padre nunca desconfió de Krest, no creyó que tendría una aventura con ese muchacho, pero cuando leímos las cartas, tu padre reconoció perfectamente la letra.

–¿Cómo?

Ese joven solía llevarle la cuenta con los apuntes de la comida y el precio, tu papá, viste que es algo obsesivo con esas cosas, y se guardaba todos y cada uno de los papeles en una caja para pedirle a su empleador el rembolso. Él sabía que los tenía por aquí y lo encontramos, es la misma letra. Krest jamás se dejó de ver con ese muchacho…..y yo que pensé que luego de ese accidente hace veinte años Krest no había vuelto a comunicarse con….

–¿Qué? ¿Veinte años? ¿Qué pasó hace veinte años?

Nada nada, hijo….

–Por dios –se coloca la palma de la mano en la frente–. Mi hermano tenía un amante hombre.

Exactamente. Se siguieron mandando cartas o al menos el hombre lo hacía, parece que Krest descubrió algo de este chico y lo dejó, por lo que el hombre comenzó a hostigarlo continuamente, hasta consiguió nuestra dirección de Francia y envió cartas y libros para Krest. ¿Te acuerdas como era tu hermano con la correspondencia? –Dégel recapitula lo que hacía unos minutos había recordado–. Parece que esa huida de tu hermano que le costó la vida, fue para encontrarse con ese hombre.

–Mamá….tú crees que si él llegaba con este hombre ¿jamás lo volveríamos a ver? –preguntó, la madre suspira del otro lado.

No lo sé, hijo, no lo sé –se escucha un ruido y Dégel se alerta.

–Mamá, debo colgar, Camus se ha levantado –susurró, la mujer sonríe del otro lado.

Salúdamelo de mi parte cariño, nos vemos.

–Chau.

                Cuelga. Gira la cabeza para ver a Camus arrastrar sus pies hasta el comedor y mirarlo, Dégel le preguntó si quería comer, a lo que Camus asistió y entre ambos prepararon la cena.

 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

                Milo llegó a su casa entrada la noche y observó a su padre de solayo. ¿Llorando? Bufó molesto y continuó con su camino, había cambiado demasiado en los últimos meses, dejó de ser el ‘impactante Aeneas’ que todo lo podía para convertirse en un viejo huraño y depresivo, cosa que le asqueaba profundamente.
Milo  no tenía muy buena relación con su padre pero al menos tenía una mejor que la de su hermano Kardia, a quien Aeneas aborrecía. No recordaba una maldita prueba de cariño de su padre desde que tenía conciencia, solamente le miraba en el desayuno y le pasaba un fajo de billetes para los estudios, ropa y libros, luego se iba y se encerraba, usualmente escribía en su habitación.
¿Su madre? Renegaba de él, creía que era una pérdida de tiempo criar a un niño como él y siempre se encontraba solo jugando con la pelota. Tal vez y probablemente sin quererlo, la única persona que le había demostrado un estivo de amor era su hermano mayor Kardia, quien le enseñó a caminar, hablar y hasta sonreír. Pero de un momento al otro, en su primer años de edad sino mal recordaba, Kardia dejó de ser el niño alegre y optimista para pasar a convertirse en lo que era ahora, un ser despreciable y repleto de maldad.

–¿Qué te pasa? –preguntó Milo acercándose, mientras abría y cerraba la tapa de su celular compulsivamente.

–Nada…–bufó Aeneas y se levantó del sillón donde estaba, a pesar de su edad que pasaba los cincuenta y tres años, Aeneas seguía siendo un hombre atractivo e impactante, con cabellera rubia (ahora más larga) y ojos celestes, muy parecido a Kardia.

–Supe que ya publicaste ese libro –bufó molesto, Aeneas mira a su hijo–. ¿Todavía sigues llorando por ese abandono? Por favor, ¡supéralo! –la mirada furiosa del hombre alertó a su hijo e hizo que dé un paso atrás.

–Jamás dejaré de llorarle, jamás…. –susurró entre dientes–. Tal vez para ti es una pequeñez, pero para mí no lo fue ni será, ahora con permiso, debo descansar, mañana tengo la firma de libros –susurró y pasó por al lado de su hijo quien continuaba abriendo y cerrando el celular. Sus ojos se abrieron al notar una imagen en él, una de un cabello rojo, se detuvo.

–¿Qué quieres? –susurró Milo dándose la vuelta, su padre le arrebata el teléfono móvil–. ¡Oye! ¿Qué mierda haces?

–¿Qué…..es….ésto? –susurró  mirando más intensamente la imagen de una espalda blanca y un cabello rojizo caer por ella.

–Es una foto de mi nuevo ligue –sonrió Milo y le quitó el celular de las manos.

–Pe….pelirrojo –masculló, negó con la cabeza y continuó su camino sin decir nada más.

–¿Qué diablos le pasa?

 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

                La cara de felicidad de Dégel no se podía igualar, aunque toda su felicidad fuera arruinada al tener que estar junto a Kardia esperando al ansiado Aeneas Antares. Se preguntaba por qué el aborrecido hijo estaba allí, pero decidió no hacerlo y sonrió a Seraphine, quien también estaba emocionada. A pesar que el viejo Antares era uno de los jefes más duros que pudo haber conocido, los libros que hacían llegaban tan profundos en el alma que era imposible no admirarle. Kardia bostezó sonoramente y miró con aburrimiento como el lugar se llenaba de admiradores, sobre todo jóvenes mujeres fascinadas por el amor homosexual.
A los treinta minutos llegó, radiante como cualquier otro y con una mirada impactante, digna de un Antares. Sonrió a sus fans y se sentó en la silla principal. Dégel se colocó una mano en la boca, estaba a punto de gritar de la emoción.

–Aaaaaww…–bostezó nuevamente Kardia, esta vez muy cerca de él–. No me digas que estás loco por mi padre, realmente tienes un gusto pésimo.

–Cállate Kardia, tú jamás entenderías los buenos genes que tienes –sonrió de costado mientras miraba con adoración al mentor de su hermano mayor–. Aeneas es el mayor vínculo con mi hermano, no había un día que no mencionara sus libros.

–Ah, nunca me contaste esa historia de tu hermano muerto –Dégel le mira de reojo y le clava el codo en el vientre, lo que ocasiona que Kardia se incline hacia delante.

–No tengo por qué contarle nada de mi vida íntima a ese tipo que me hace tener sexo con él a la fuerza y violentándome…. –susurró para que nadie más lo escuchara, Kardia se me acerca al oído:

–Pero te encanta.

–¡Claro que no! –le miró con furia.

–¿Sino te gusta entonces por qué me dejas tocarte el trasero? –pasa su mano por las nalgas y Dégel le vuelve a golpear–. Aaaagh….

–Cállate.

–Bien, gracias a todos por venir –se levantó de su silla Aeneas y observó a cada uno de sus fans–. Este libro es muy significativo para mí, porque es una continuación de mi más grande novela ‘La sombra de un escorpión’. ‘En la fría tumba’ es una versión más fuerte de una continuación en la historia de amor…. ¿Preguntas? –una chica alzó el brazo–. Dime.

–Señor, ¿Por qué decidió escribir una secuela tan dura de “La sombra del escorpión” después de tantos años? ¿Qué le motivo a revivir la historia de amor entre Amado y Kristense? –Aeneas rascó su barbilla y meditó la pregunta.

–Creo que toda historia de amor necesita un cierre, necesitaba cerrarla, aunque me desgarrara el corazón al hacerlo, supongo que fue cosa de unos instantes ¿Alguien más? –Otra persona levanta la mano, esta vez es un caballero–. ¿Sí?

–En una de las páginas, Amado recalca que se siente feliz por el recuentro con su amante después de tantos años ¿Por qué el destino tan trágico tenía que llegar a su vida una vez que era feliz?

–A veces la realidad supera la ficción –musita bajo, Dégel abre los ojos ¿huir con su amante? ¿Era demasiada casualidad?

–Señor, siempre le ha dedicado su libro a una persona en particular, ‘Para mi muchacho de ojos verdes’ –susurró la joven que levantó la mano a continuación, Dégel volteó a verla–. ¿Esa persona realmente tiene un significado dentro de su literatura?

–Creo que mi literatura tiene significado gracias a esa persona –sonrió de costado. Las muchachas se sonrojaron ante tal muestra de amor en el escritor, quien inmediatamente se sentó para empezar con la firma.

                Dégel inmediatamente se posicionó entre los primeros lugares, cargado con el centenar de libros los cuales apoyó en el escritorio. Aeneas miró hacia arriba y sus ojos se dilataron al ver a ese muchacho tan atractivo, tan joven y tan endemoniadamente parecido a Krest. No, no, Krest había muerto, tenía cabello corto y rojo, pero sus ojos eran iguales a los de su amado; además, esa mirada del muchacho era extremadamente parecida a la tuya, hasta algunos tics que nadie más que él poseía, podía vislumbrarse en el peliverde. Le tembló el pulso e intentó relajarse, pero le fue imposible al oír la voz del joven:

–Me gustaría que firme estos libros de mi hermano –sonrió–. Para Krest Diamond, por favor.

                Para Krest Diamond, Krest Diamond…………Krest…..Krest.
Saltó de su silla y le miró a los ojos unos instantes, con sorpresa. ¿Su hermano? ¿Era un Diamond? Se había enterado que Krest había tenido un hermanito pero nunca creyó que se toparía con él en su vida. Esa cabellera verde, los ojos de igual tono, la elegancia, la altura que difería del mayor de los hermanos. Intentó calmarse nuevamente y uno de sus guardaespaldas le ayudó a sentarse. Observó al joven y miró a su propio hijo….algo comenzó a dolerle ¿era su impresión o Kardia y Dégel se parecían muchísimo? Si ambos fueran rubios serían hermanos, salvo por la tonalidad de sus ojos.

–Lo….lo siento –susurró para sí mismo y volvió su mirada para firmar los libros–. Por favor, después, quédate a charlar conmigo.

 

                Dégel sonrió y afirmó, mientras que Kardia observó con rabia a su padre ¿qué estaba tratando de hacer? Dégel era suyo y no lo compartiría un segundo, así deba ahorcar a su padre en el proceso, pero dado que éste tenía a sus gorilas detrás, decidió no hacer absolutamente nada y reclinarse en un rincón, mirando con furia al hombre, procreador, que se decía su padre.

 

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

–¿Hm? –Camus mira el celular mientras camina hacia su casa luego de un día de exámenes y materias aburridas, Milo después del sexo que habían compartido hacía unos días, se había tranquilizado un poco pero continuaba molestándolo, aunque con menos intensidad. Ambos venían caminando por las enormes calles de su pueblo.

–¿Qué sucede? –bosteza mientras pone sus manos detrás de la nuca para estirarse, Camus continua mirando el celular.

–Parece que tu padre está firmando libros en donde trabaja mi tío.

–Eso es aburrido –bufó molesto y le quitó el celular–. A ver que tienes acá.

–¡Milo, déjame eso! –intenta sacárselo pero el muchacho más alto le pone una mano en la cara, separándolo de él, mientras con la otra busca imágenes o contenidos en el celular.

–¿Alguien te dijo una vez que eres muy aburrido?

–¡Ya déjame en paz! –le golpea en la mano hacia atrás y toma su celular nuevamente–. Eres insufrible.

–Bueno, ni que tengas fotos comprometedoras ahí.

–¿Y si tengo? –arqueó la ceja, Milo le mira espantado.

–¿Qué? ¡A ver, déjame ver! –nuevamente intentó arrebatarle el celular pero esta vez no pudo, Camus era bastante ingenioso–. ¡Déjame ver, Camus!

–Claro que no.

–Seguro no tienes nada, eres aburrido Camus ¡acéptalo! –el menor gruñó entre dientes y se giró.

–No soy aburrido, aunque es verdad que no tengo fotos de ese tipo –Milo ríe bajito y luego comienza a las carcajadas–. ¡Deja de reírte de mí!

–Jajajajajajajaja, eres tan pero tan inocente, Camus –se cubre la boca hasta calmarse y luego le mira–. Casi no tienes la pinta de la flexibilidad y agilidad que tienes en verdad.

–¿Agili….? ¿Hablas del sexo? –Milo asiste y Camus ve para otro lado, algo apenado–. Yo no tenía experiencia en nada….

–Se nota mucho.

–¡No te burles de mí, Milo! –Le golpea suavemente en la cabeza, pero Milo no se inmuta de ello y continúa su caminata–. Bien, me voy a casa, este es mi camino, nos vemos.

–¿Eh? ¿No me vas a invitar a tu casa?

–¿Quieres venir a mi casa? –preguntó extrañado–. ¿Para qué?

–¿Y para qué más? ¡Para tener sexo, estúpido! –Se le acerca y le toma de la cintura–. Créeme, he estado pensando en ti todo el día, sobre todo cuando fui al baño hoy.

–Mi-Milo….tú te…. ¿te la jalaste en la escuela? –su expresión cambia de forma grotesca, lo que amerita que un pequeño tic nervioso apareciera.

–Es obvio que si….cualquier chico sano de nuestra edad lo hace en el baño cuando se le para, no voy a andar todo el día con el bulto caminando, sabes que Scapio anda siempre rondando por ahí.

–Scapio, ese tipo me da muchos escalofríos……–se abraza a sí mismo, Milo bufa algo molesto por estar hablando del profesor pervertido de gimnasia, pero a la vez se siente tranquilo que Camus continuó caminando hacia su casa sin reparar que lo estaba guiando.

–Ese viejo ya ha abusado de la mitad del alumnado del colegio –habló, Camus se giró sorprendido.

–¿También de ti?

–¡Claro que no, idiota! ¿Cómo va a abusar de mí? –grita molesto.

–¡No me llames idiota!

–¡Eres un idiota! ¿Cómo vas a pensar que me voy a dejar tocar por un vejete como ese? ¡Qué asco! –gruñó.

–Hm, ahora que lo dices –piensa mientras camina hacia la puerta y la abre con su llave–. El profesor Scapio, luego de pedirme que le ayudara con algunas cosas del depósito de educación física, no volvió a pedirme más, por más que muchos compañeros dicen que insiste hasta llevarte.

–Ah, digamos que al viejo Scapio le llegó la hora con eso, es todo –masculló, entró a la vivienda y nuevamente sintió que estaba en una prisión–. Por dios ¿nunca limpian aquí?

–Claro que limpiamos, pero hay manchas que no se pueden sacar. Es más ¿sabías que en esta casa se cometió un crimen? –Milo palideció, Camus ahora comenzó a reír.

–¡No te burles de eso! Papá una vez hizo un policial, aunque le encanta las historias de amor y eso –bufa y se apoya en la mesa.

–¿Quieres tomar algo? Ya que te adueñaste de mi casa y te metiste sin mi consentimiento –se dirige a la cocina para preparar algo cuando siente dos brazos jalarlos hacia él.

–Si se me antoja algo, pero es más íntimo….algo más fuerte….–susurra en el oído mientras comenzó a acariciarlo por encima de la ropa.

–Mi-Milo…lo hicimos ayer, lo hicimos anteayer….lo venimos haciendo hace una semana más o menos –susurró, el mayor comenzó a lamerle el oído con sensualidad–. Aaah…

–Y a ti te encanta ¿verdad, Camus?

–S-si…..–musitó, dejándose llevar por aquel muchacho de ojos fuertes y mirada de escorpión.

 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

–Aaaaah, Krest –susurró cerrando los ojos mientras golpeaba suavemente la mano, dándole aliento a Dégel–. Lo conocí, si….lo conocí.

–Mi hermano tenía todos sus libros, pero ¿cuándo se conocieron? Papá solo viajo a Atenas una vez y fue durante el colegio.

–Cuando tenía quince años, creo que vino con tu padre a trabajar durante las vacaciones pero se quedó un tiempo en las afueras de Paris –sonrió y miró el libro que había firmado–. Krest robó mi corazón apenas lo vi, su sonrisa cautivaba, sus ojos hechizaban.

–¿Él…..él es….? –Dégel intenta preguntarle, pero no eran necesarias las preguntas, pues Aeneas le contestó.

–Claro, él es a quien le dediqué todos y cada uno de mis libros. Aún recuerdo cuando rompió mi corazón y mi alma, o mejor dicho, cuando yo se la rompí a él.

–¿A qué se refiere?

–Dégel, me estoy aburriendo –bufa molesto Kardia, el peliverde se da la vuelta y le mira.

–¡Entonces vete a tu casa!

–¿Y dejarte con mi viejo? ¡Imposible! –gruñó, estaba pensando que lo mejor de esto es que podría tener una excusa para castigar a Dégel, por lo que abandonó el lugar.

–Tu hermano era la persona más maravillosa que pude conocer. Era creativo, muy creativo, dibujaba bellamente. Y muy despierto, leía, era intelectual.

–Lo sé –sonrió–. Me sorprende que usted lo haya conocido, es decir, es mucha casualidad…pero, nuevamente vuelvo a preguntarle ¿a qué se refiere con eso de romper el alma y el corazón?

–¿Has leído atentamente ‘la sombra del escorpión’? –Preguntó Antares, Dégel afirma con insistencia–. ¿Cómo termina la novela?

–Pues….–piensa–. Amado le informa a Kristense que tendrá un hijo con Arista, por lo tanto deberá casarse con ella –Aeneas afirma–. Kristense, sin aceptar lo dicho, comienza a llorar desconsoladamente, pidiendo que le permita marcharse, que ya no quiere saber más de él. Es violenta esa escena.

–Lo fue.

–¿Lo fue?

–Como les dije hace un momento, la realidad supera la ficción, esta escena que me relatas, una escena desde cualquier punto de vista ‘dramática’, ha pasado en verdad –se toma el rostro–. Yo dejé embarazada a una muchacha de la taberna, Angeline, estaba tan borracho que ni siquiera distinguía rostros. Ella me avisó a los tres meses que tendría un bebé conmigo y cuando Krest se enteró, mi vida se derrumbó por completo.

–¿Usted y Krest?

–Éramos amantes –murmuró, Dégel se levantó sorprendido–. En realidad, no podría decir que fuimos ‘amantes’ como se pronuncia en la jerga popular, dado que ninguno de los dos engañó a un tercero en ese momento….Pero nuestra pasión fue tan ardiente en poco tiempo, que creó que seguíamos juntos a pesar que no lo estábamos físicamente.

–…..y usted…. ¿ustedes se volvieron a ver? –Aeneas desliza su mano nuevamente a la mesa y mira con sinceridad al muchacho.

–Sí, nos hemos visto en una oportunidad. Como sabes, soy escritor desde mis veinticinco años, y él a los veinticuatro se había graduado en literatura, para ese entonces yo tenía treinta y cuatro y centenares de libros en mi vida–sonrió–. Creo que fue antes que naciera el hijo, creo que aun antes que se comprometiera con su mujer, por lo que veo, aun antes que nacieras….–cerró los ojos–. En una de esas fiestas que brindan para escritores y profesionales….

–¿La fiesta de las mil luces? –murmuró Dégel, el mayor asistió.

–Exacto. Esa fiesta milenaria, donde tanto escritores como estudiosos se juntan para charlar, compartir un rato y conocer nuevas personas. Llevaba una hermosa mascara que cubría solamente la mitad de su rostro, se dejaba ver sus hermosos ojos verdes a través de ella.

–¿Usted lo vio ese día? –preguntó, a lo que Aeneas afirmó.

–Sí, lo vi, me acerqué, lo pude tocar después de varios años, pensé que todo había acabado. Él estaba feliz, comentándole a sus compañeros que se había recibido recientemente –le sonríe–. Estuve con él íntimamente, ahora pienso que no me cuidé en esa ocasión….pero nada cambió, mi hijo Kardia seguía estando allí, interponiéndose entre nosotros. Ocho meses después me enteré que naciste tú……su hermanito.

–Ya veo…. –Dégel le devolvió la sonrisa.

–Aaaaw, recuerdo cada diálogo….–se detiene–. Yo escuché de su boca que se casaría en unos meses con una joven noble de su tierra, Francia.

–¿Garnet? –preguntó, Aeneas asistió–. Él no la amaba, lo sé…

–Yo también lo sabía, pero él quería mentirse, mentirme….–se tapa el rostro con ambas manos–. Desde ahí en adelante cada vez que lo necesitaba, escribía más de mil poemas y se los enviaba, con cariño, con mi corazón, intentando conquistarle nuevamente. Pero luego llegó mi hijo menor al mundo y supe, al tiempo, de la llegada de su hijo.

–Mi sobrino, Camus –masculló.

–Si…. –bramó con melancolía–. Eso es todo lo que puedo contarte de Krest y yo, creo que nunca fui tan feliz con alguien, aunque fueron solamente unos pocos meses.

–Gracias señor –se levanta de la silla, tomando los libros–. Agradezco que aun tenga en su corazón a mi hermano.

–Jamás podré superar su muerte, deseo con ansias morir para verle nuevamente –suspiró pesado y se incorporó, le toma del rostro y le sonrie–. Dégel ¿no?

–Hmm…si..

–¿Quién te puso ese nombre? –preguntó observándolo.

–Fue Krest….

–Curioso….siempre me gustó ese nombre, siempre…–sonrió–. Se lo decía a Krest constantemente, como viene del francés, le gustaba…..–masculló–. Ve con dios.

–Gracias….–masculló y caminó fuera donde Kardia le esperaba con un cigarro encendido–. ¿Qué haces todavía aquí?

–Esperándote, vaya que ese viejo senil habla hasta por los codos de ese amantucho que tenía…–Dégel frunce el ceño y le golpea el brazo–. ¡Oye!

–Es mi hermano de quien hablas, ten un poco de respeto –suspira y camina con los libros, Kardia se los arrebata–. ¿Qué crees que haces?

–Pues los meto en mi mochila, te llevaré a mi departamento…. –Dégel le mira con odio y tiene un mal presentimiento–. ¿Por qué esa cara?

–¿Qué pretendes hacer, Kardia?

–Cada día me doy cuenta que eres menos listo o muy estúpido –le toma de las caderas y le susurra–. Quiero tener sexo contigo ¿no es obvio?

–Ni hablar…. –le empuja.

–Me gusta cuando eres así, súbete…. –se sube a la moto, Dégel lo piensa pero termina aceptando.

 

Continuará.

Notas finales:

Trato de hacer los caps más rápidos para que disfruten diariamente de este hermoso fic.

 

¡Chan, chan chaaaaan! Bueno gentecita, gracias a todos por los comentarios, mientras más me dejan coment, más quiero complacerlos subiendo capítulos. En este caso, aquí vemos una historia jamás contada, obviamente la historia de Krest y Aeneas jamás termina o jamás se cuenta todo, simplemente van de a poco. Milo y Camus ya parecen parejita de adolescentes enamorados y Dégel, bueno Dégel y Kardia también comienzan a sentirse pareja.

Saludos ¡déjen coment!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).