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De pasados, presentes y futuros por kaoryciel147

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Notas del capitulo:

Por favor no me maten. Ok pueden hacerlo, estan en su sano derecho. Me disculp por todos los que siguen esta historia y no había podid actualizar. Bien estoy en el último ems de este ciclo y es realmente duro, peor pronto llegaré a vaciones Hurra!! La inpiración siempre es traidora. Sin embargo finalmente pude escribir y como siempre ele ditar me tomo mucho tiempo, más del esperado. Si me siguen por face les he estado anunciando detalle a detalle el avance del capitulo. La pagina se llama kaory-madnes por facebook así que pueden seguirme, publico datos sobre este y mis otros fanfics. Alguna información interesante imagenes que me sirven de inspriación algunos detalles y adelantos del fic. 

De hecho por ahí anuncie hace varios días que este fanfic tendrá dos finales. Eso no significa que todos las parejas sean diferentes en uno u otro final y las escens del futuro corresponden a uno o algunos ambos finales. El de Akashi corresponde a ambos finales.

Bien en este capitulo, nuestros milagros entraran más a fondo el proyecto que cambiará sus vidas para siempre. más secretos desvelados de la familia Akashi y por supuesto, Himuro y su bebe. El titulo lo dice todo y creo que abarca de varios personajes. A Leer, gracias por sus comentarios. 

Capítulo 17 – Cumpliendo y huyendo del deber

 

Pasado Teiko

Sus vidas en su tercer año de preparatoria cambiaron totalmente. Todos los miembros de la generación de los milagros habían esperado que aquel tema de grabar una serie simplemente pasara, como un juego, una aventura de adolescentes. Mientras el tiempo pasaba, día con día, eso no parecía volverse realidad sino que todo lo contrario. Akashi los llevaba de un lado a otro, arrastrándolos sin preguntar realmente su opinión. Ninguno entendía mucho, Kise era quien mejor comprendía, pero él mismo estaba sorprendido. Si bien era modelo de una revista popular, el camino a ser actor era normalmente un camino duro y espinoso que incluso para él con su apellido y su belleza hubiera sido complicado. Pero ahí se encontraban dando los últimos acuerdos entre los productores y Akashi con sus abogados, quienes lo representarían. El futuro líder, era sin duda diferente a todos los demás. ¡Era aún un menor de edad! Pero parecía que por su sangre corría el éxito líquido, pues nada se le oponía, sabía mover bien a cada quien para lograr su cometido.

Akashi se había encargado personalmente de convencer a cada familia de lo importante para sus vidas de este proyecto. Con ese carisma particular que tenía logró convencer a cada uno, prometiéndoles protección y un camino iluminado. Incluso a las madres de Kuroko, les convenció que estas acciones lograrían que su cachorro tuviera éxito futuro en la Universidad. El renombre de la familia era conocido, bastante por la familia de Kuroko, pero la sonrisa amable y “sincera” del pelirrojo borró cualquier enemistad del pasado de la familia Kuroko con la Akashi.

Después de todo,  emperador necesitaba tener éxito en ese proyecto. Su futuro como líder de Akashi corp. dependía de ello. Quería demostrar que era capaz de formar una industria propia para poder hacer frente a su familia, esa parte que aun creía que siendo un omega fallaría en algún momento. Para muchos alfa, el tener un omega como líder podría ser contraproducente ya que si no son marcados pierden el control de sí mismos a determinada edad, y si lo son, siempre van a “depender” de su alfa.

Por lo cual, Seijuro no tenía permitido ser imperfecto por ser omega, debía demostrar que a la misma edad que su padre iba a hacer crecer el imperio Akashi, de esa manera quedaría visto que el joven omega tenía visión para el mundo de los negocios.

 Se le había ocurrido la idea desde hace unos años; al observar a su compañero rubio, se dio cuenta del potencial que tenía. La familia Akashi manejaba distintas industrias; una de ellas era la de revistas, socios de dos canales televisivos; así como una pequeña productora que no sobresalió demasiado. Y es que estos pequeños negocios habían sido usados como pantalla para un gran negocio sucio de su tío.

 Al tener el registro legal de una casa productora, de revistas y canales, a su tío se le hacía falta el  manipular a inocentes chicos y chicas omegas para venderlos como compañía A1 en sus clubs para  alfa de alta clase. Un juego sucio que nunca acababa para las víctimas. Una vez que aceptaba era grabado y cada vez que fuera solicitado aun siendo ya famoso por sus propios métodos, debía de acudir al llamado o sería envuelto en el escándalo. Muchos de los cantantes pop del momento estaban dentro de la lista, asequibles para alfas que podían darse el lujo de gastar una pequeña fortuna para acostarse por una noche con un popular cantante o actor. Y si tenía lo suficiente incluso podría comprar el celo de estos omegas. Al pelirrojo siempre le había impresionado las inocentes caras de los omegas sobre el escenario, mientras debían de rebajarse a la vejación de ser tratados como prostitutos por su tío.

La familia nunca se había opuesto hasta que un escándalo casi obliga a que el negocio salga a la luz; para suerte de su despreciable tío, la familia de este omega quiso  evitar dañar la honra de su omega heredero, por lo cual se mantuvieron en silencio con la condición de que no se volvieran a meter en la vida del joven omega. Akashi lo descubrió aquella vez. Por supuesto, siempre supo que su familia manejaba clubs nocturnos de maid, de prostitutos; pero era muy diferente el que haya gente que le guste esta labor por verla fácil, que manipular y extorsionar. Había omegas y betas que con propia voluntad accedían a prostituirse bajo buenas condiciones higiénicas. Seijuro era capaz de tolerar esa idea (aunque seguía pareciéndole degradante) pero conocer que su familia se alimentaba de la degradación forzada de otros le produjo arcadas y una enorme decepción. En su mente solo podía pensar que lo que comía y vestía era producto de las lágrimas y el sudor en alguna cama de un fétido alfa sobre un omega. Sobre todo porque era su misma especie, omega, le parecía indigno de un Akashi. Al menos indigno de lo que él consideraba la grandeza verdadera. Aceptaba que por los negocios se debía lograr hasta cierto punto de manipulación, pero aquello creía con firmeza que era un don innato, como él mismo, se consideraba nacido para gobernar. Por lo cual tener que cometer algo tan impuro, le parecía innecesario. En su visión del imperio Akashi no sería necesario

 

 Fue el destino que aquellos jóvenes productores se interesaran en llevar sus vidas a la televisión. Una oportunidad como esa, Seijuro no iba a dejar pasarla. Con ello  podría enterrar a su padre y opacar a su tío con sus asquerosos negocios ilícitos. No eran los únicos negocios sucios que su familia poseía, pero ciertamente era el que más le repugnaba.

Pero para ese fin iba a tener que exponer a sus amigos, convertirlos en las estrellas del momento. Ellos no entendían la magnitud de la fama; a excepción de Kise, no notaban cuan serio era el asunto.

Habló con el clan Kise, se asoció a ellos. Eran unos vitales aliados debido a sus diversos contactos y experiencia. Estos estuvieron encantados de que su hijo, su estrella, por fin logre actuar en una serie. Era una oportunidad única para que de una vez por todas se asiente en la industria que prácticamente aceptaba y desechaba artistas día con día. No importaba si no ocupaba el rol protagónico; muchos mataban por cinco minutos de fama en TV, así que por el momento para ellos era suficiente.

Tetsuya era un omega destinado al protagónico, a dejar de ser una sombra y pertenecer al mundo del espectáculo; así lo preveía Akashi. Una vez lo había descubierto en el básquet ahora, su pequeño lobo iba a ser su carta triunfal. Y es que presentaba una imagen que podría verse sumamente adorable para todos, tan calmado y pequeño como debían de ser los omegas.  Los estereotipos siempre venden bien, por lo que su imagen de omega era el ideal en la industria: “Omega casero, leal a su alfa, de ojos bondadosos y capaz del autosacrificio”.

Convencer a sus familias fue un tema, pero convencer a cada uno de sus compañeros fue otro: Kise obedecía lo que su familia dijera y por sí mismo sentía las ganas de brillar en un escenario, su vanidad ayudó a Akashi.  Por otro lado, Daiki fue convencido tan solo por su propia ambición y sus ganas de independizarse lo más rápido posible. Momoi era su amiga y estaba totalmente animada, si sus amigos participaban ella simplemente les seguiría; Murasakibara estaba en sus manos desde hace mucho tiempo. Mientras,  su prometido le entendía perfectamente, también despreciaba los negocios de su tío así que haría lo necesario por ayudarle. Kuroko era diferente al resto, este simplemente seguía sabiendo que los utilizaba porque entendía su situación, su cariño por Akashi era lo que le movía. Un sentimiento puro de amistad. Seijuro apreciaba demasiado el gesto, más de lo que Kuroko creía.

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Se encontraban reunidos luego de firmar el contrato con la casa productora y todos los que participarían en el proyecto. Ninguno tenía demasiado conocimiento de que iban a hacer, solo que Akashi les iba someter a clases intensivas de actuación, modelaje y demás. Su asociación con la familia Kise iba a dar sus frutos en ese aspecto. El rubio era quien comenzaba a preocuparse de todo lo acelerado que iba, pero decidió no prestar atención a esa sensación y simplemente disfrutar que podía tener al fin un poco de paz con sus amigos.

Estaban en una casa de campo de la familia Kise donde tenían todos los instrumentos necesarios para practicar cualquier pasión artística. Era evidente lo dedicada que estaba esa familia a este aspecto en cada detalle pues contaban con amplios salones para practicar danzas clásicas y modernas; además con un estudio de grabación; así como una pequeña pasarela y salón de fotografía. Para paz del rubio, su madre ni sus hermanas aun habían llegado pero les habían dejado la casa libre. Se encontraban en Hokaido, precisamente en Sapporo, a las afueras de la ciudad en un distrito residencial. La mansión tenía casi la edad de la ciudad, la cual era considerada una de las ciudades más nuevas de Japón; de hecho, el clan Kise fue una de las  familias fundadoras. Como lo usual en la arquitectura urbana de la ciudad, la vivienda era  una linda, mediana y occidental casona, acogedora hasta decir basta, con chimenea incluida para obtener natural calor en el glaciar clima de invierno de Sapporo.

La cantidad de sirvientes presentes no era exagerada, solo los necesarios para mantener la casa en orden y aseada. De esa manera se buscaba intimidad y tranquilidad para que los artistas de esta familia pudieran practicar sin sentirse atosigados. Esa mansión también era utilizada para vacacionar por la familia principal. Sobre todo, en invierno, entre febrero y abril, cuando el centro de la ciudad se volvía un festival sin fin.

Era una ciudad cultural desde su creación; por lo cual grandes conciertos de diferentes géneros para todos los gustos se organizaban en sus estadios. Así mismo el barrio comercial era rústico y encantador con una magia de antaño inigualable. Además, grandes eventos deportivos sobre la nieve y concursos de construcción de castillos y muñecos de nieve atraían a turistas del todo el mundo. De esa manera se podría decir que Sapporo era una ciudad cosmopolita pero tranquila al mismo tiempo. Justo como la familia Kise era y necesitaba. Los zorros rubios no podrían vivir totalmente alejados de una ciudad y todo el movimiento de esta, pero necesitaban al mismo tiempo una tranquilidad que Tokio no podía ofrecerles; así que esta casona en medio de la nieva era el ideal.

La hermana mayor de Kise,  su prometido junto a su propio staff les entrenaían; pero debido a que ella debía de cumplir con su propia agenda primero, ellos tenían permitido disfrutar de la casa solos por una semana, antes de iniciar el entrenamiento.

Se encontraban en febrero por lo que esa semana se celebraba el festival de la nieve en Sapporo, un festival mundialmente conocido. Kise y los otros disfrutarían del festival, juntos, con el inocente pensamiento de  que un futuro igual de unido les esperaba.

  En la sala principal, recostados en cómodos y confortables sillones de cuero, se encontraban, Akashi y Kuroko. Ambos estaban leyendo tranquilamente, escuchando tan solo el crujido que hacía el fuego al quemar los leños que los sirvientes de la familia habían puesto para mantener el ambiente agradable. La iluminación era otorgada por dos lamparines al lado de cada omega, mientras que el fuego les daba mayor iluminación y confort.

—Usualmente no tenemos tanta tranquilidad. —Habló el pelirrojo— Realmente creo que adquiriré una propiedad en esta región—murmuró terminando por llamar  la atención de Kuroko.

Este sonrió, su amigo era ese tipo de  personas que hablan del  dinero como si fuera algo usual y no algo que muchos matan por tener.  Esa inocente  y espontanea forma de decirlo hacía poco posible juzgarle, solo podía sentir ternura, de alguna manera. Akashi había nacido en la riqueza, para él el dinero era algo poco valioso, algo que siempre estaba en su vida.

—A mí también me agrada la casa de Kise—Acotó pues se sentía reconfortado en aquel lugar cubierto por la nieve, pero cálido y  silencioso. En pocas palabras: un buen lugar para disfrutar de una agradable tarde de lectura—  Akashi-kun, — Le llamó con una voz un tanto preocupada— ¿En verdad debemos dejar la escuela? Me gusta mucho el básquet y…

El pelirrojo dejó su libro a un lado, separando la página con una pluma de fina calidad, Akashi siempre era cuidadoso de escuchar a su amigo con atención. Aunque no lo dijera abiertamente, admitía mentalmente que  aprendía mucho de Tetsuya. De alguna manera sentía que este tenía una mayor conexión con el mundo terrenal, por manifestarlo de alguna manera.

—No vamos a dejar la escuela ni de jugar los partidos. —Inició mientras tocaba una mejilla del peliceleste con suavidad. A pesar de ambos ser omegas, el pelirrojo sentía que Tetsuya era mucho más frágil que él mismo, no solo físicamente sino también en otros aspectos. Tetsu era demasiado sabio y noble para su edad. — Seguiremos entrenando y solo iremos para los campeonatos. Los exámenes vamos a darlo cuando debamos, simplemente estudiaremos por nuestra cuenta. Tetsuya, sé que de alguna manera tú lo entiendes aunque no se los he dicho…—La mirada de Akashi indicó a Kuroko la seriedad de sus siguientes palabras—…De esto depende mi vida entera.

No era común que Akashi manifestara sus debilidades, pero con Tesuya era diferente. Era una de las pocas personas que Akashi sabía no aprovecharían ventaja alguna sobre él. Sin embargo, parte de su carácter era el ser manipulador. El omega se había dado cuenta que con  Tetsu funcionaba el  ser sincero, preocuparlo era sinónimo de comprometerlo. El peliceleste era noble y un buen amigo, así que manifestarle sus preocupaciones, traía consigo liberarse a sí mismo, pero también obtener la participación plena de este.

—La situación para mí y Shintaro es preocupante, ahora es cuando debemos demostrar que vamos a poder llevar la familia adelante.

El joven lobo agachó su cabeza deseando poder librar ese peso de los hombros de su amigo. No era muy demostrativo de afecto pues de niño le habían llenado de amor hasta el hartazgo; pero se acercó a él, y le confortó con un abrazo. Aquello surtió efecto inmediato: Akashi entendió que Tetsu estaba de su lado, pero también se sintió menos tenso. A los otros no podía explicarles con sinceridad lo que sucedía, pero a Tetsuya podía hacer ese doble juego. Sin pensarlo demasiado arropó al otro omega entre sus brazos protectoramente. De alguna manera, Akashi quiso mantenerlo así por mucho, protegerlo con sus brazos del dañino mundo exterior.

— ¡Qué crueles! ¡A mí nunca me han dado un abrazo así!

Kise, quien había llegado con Momoi y Aomine, se lanzó sobre los otros omegas. Momoi sonrió sonrojada e intentó tomar una foto pronto; hasta que la mirada de Akashi le indicó que no se atreviera a hacerlo, por lo que solo asintió un poco asustada.

—Kise-kun, suéltanos por favor—Pidió Kuroko atrapado entre el cuerpo de Kise y el de Akashi. Su poca fuerza física incluso ante otros omegas quedó evidenciada.

—Ryota, déjanos libres antes que me moleste. — Amenazó con una voz un poco más grave, ligeramente sonrojado por no poder librarse de ese poderoso abrazo del rubio, pero sobre todo por ser visto de una manera tan débil.

Aomine rio descaradamente y hasta con un toque burlón.

—Así que Akashi también tiene sus momentos de debilidad omega. — Comentó para luego seguir riendo descaradamente.

El pelirrojo frunció el ceño, dedicándole una mirada gélida. Midorima quien había llegado parecía querer intervenir, pero la sonrisa que de pronto dibujó su prometido le detuvo. Akashi iba a vengarse solo, así que Aomine iba a sufrir uno de los ejemplares castigos del omega.

—Parece, Daiki, que estás muy descarado. Quizás el lote de esas revistas pornográficas ha alegrado tu mañana—Sonrío aun en medio de aquel abrazo asfixiante que a poco a poco se fue debilitando conforme cada palabra abandonaba sus labios—Murasakibara se estuvo quejando que te demoraste mucho en los servicios higiénicos. ¿Fue útil tu tiempo ahí?—Finalizó con una sonrisa maliciosa al fin libre de los brazos de Ryota.

El peliazul le devolvió una mirada envenenada ¿Es que acaso ni un minúsculo detalle se le escapaba al omega pelirrojo? Debió morderse la lengua antes de burlarse de él. Ni siquiera quería girar su rostro hacia el de su pareja pues sabía qué le venía encima. Le gustaba mucho Kise en muchos aspectos, en cómo era diferente a otros omegas pero como también se parecía a lo que  significaba ser uno. Sin embargo, una de las pocas características que destetaba en él era el escándalo de sus pataletas.

— ¡Estuviste leyendo porno en mi casa!—grito el rubio- En la casa de tu novio. Eres un desvergonzado. —Estalló el joven omega rubio, enfrentando su mirada con la de su alfa.

El rostro del rubio variaba entre el enojo y la frustración. Su relación no había sido normal, por lo que Aomine suponía que hasta un minúsculo detalle como aquel le mortificaba.

—Aomine-kun nunca va a cambiar siempre va preferir a las omega con grandes atributos……quizás por eso le gusta los balones de básquet.

—Tetsu...-susurró Aomine. Realmente que si este quería podía ser aún más cruel que Akashi.

—Muy mal Dai-chan, ya sabemos porque los padres de todos nosotros desconfiaban de dejarnos venir por ti. —Contribuyó Satsuki a la caída de Aomine y es que era tan divertido ver su rostro nervioso y ligeramente sonrojado por la furia.

— ¡Cállate, Satsuki!

El omega rubio enfurecido empujó a su novio, para después salir de la sala, totalmente molesto.

Aomine observó tanto a Akashi como a Tetsu con rabia y venganza.

—Ustedes dos son un par de demonios ¿Cómo voy a hacer ahora para calmar a Kise?

El alfa se lanzó sobre un sofá de manera dramática. De por sí le estaba constando demasiado contenerse para no cometer un acto imprudente con su novio pues los sirvientes estaban en riesgo de enterarse y luego contárselo a sus amos. Ahora, debía buscar contentarlo.  Siendo el chico caprichoso solo como él, no entendía el cómo hacerlo.

—Sí, Daiki, soy un omega y como tal voy a aconsejarte de cómo hacerlo feliz. —Inició el omega líder con paciencia como si le hablara a un niño pequeño, aunque sus ojos delataban que se divertía con la tortura—Además de que nos queda solo una semana de vacaciones.

—Vacaciones que tú nos conseguiste, estamos en pleno ciclo escolar—Atacó el alfa peliazul solo por darle la contra porque realmente estudiar no era de su placer.

— ¿Quieres mi ayuda o no?—Esa clásica mirada desde arriba del pelirrojo era la que Aomine podía ver, lo cual le causó un escalofrío, y preguntarse cómo es que Midorima estaba a su lado.

—Sí, claro que sí. —Respondió nervioso.

—Entonces harías bien en no abrir la boca y escuchar-Aomine escuchó las risas de todos los presentes. El omega pelirrojo siempre conseguía avergonzarlo. Si fuera alfa al igual que él, seguramente su animal interno le exigiría una reparación de orgullo, pero era un omega, un alfa no siente el instinto de lastimar a uno por más que este sea el mismo diablo. Era socialmente de cobardes dañar a un omega.

—Sabes, el clan Kise tenía la costumbre de participar en la competencia de nieve. Creando fabulosos castillos o seres con nieve. Dile que participaremos todos, puedes llevarte el crédito de que nos convenciste. —Le comentó con una sonrisa plácida.

El alfa abrió los ojos sorprendido por tal idea pues seguramente a Kise le agradaría ya que siempre le gusta involucrarse en actividades que comprometan a todo el grupo, pero Kise usualmente no puede convencer a todos los presentes. Por lo cual, en este caso,  si Akashi decía que todos participarían, era que simplemente todos lo harían. Se puso de pie seguido por la mirada de todos sus compañeros.

—Ve, Aomine, un alfa debe hacer feliz a su omega ¿no?—Intervino Midorima.

—Lamentablemente, Shintaro, Daiki no es un alfa como tú—se burló el omega-

El peli azul masculló algo como “ya me la pagaran”, para luego subir por las escaleras  que había pasado su pareja.

Akashi quedo sonriente

—Sera nuestra despedida de vacaciones, tenemos mucho trabajo por delante. En especial, tú, Tetsuya.

Kuroko levantó su mirada que había decaído al ver al alfa subir por su amigo. Simplemente asintió con una ligera sonrisa; entonces Akashi pasó su mano por los cabellos del peli celeste con cuidado, dándole soporte como él se lo había dado hace un momento. Ambos omegas ronronearon internamente de gusto.

Aomine llegó a la habitación que ocupaba el rubio y toco la puerta. Por supuesto, Kise le grito que se alejara. El peliazul no se rindió pues confiaba en que Akashi tuviera razón; tristemente y patéticamente sabía que este no podía equivocarse. Sin embargo, por más que insistió el chico no le abrió. Resopló ya tremendamente fastidiado, realmente él no estaba hecho para soportar los caprichos de otro, así que dio un golpe capaz de hacer sonar la puerta agónicamente. Kise se puso de pie de su cama desde donde había estado maldiciendo a su novio. Al darse cuenta que con dos golpes más la puerta cedería y luego no tendría como explicárselo a su hermana, decidió abrir. Sin embargo al hacerlo simplemente dio la espalda al otro, transmitiéndole su molestia.

—Escucha, no soy bueno para las disculpas pero—Intentó calmar su voz el alfa. No vio ninguna respuesta en su pareja.

—Es muy obvio que no lo eres, Aominecchi—Finalmente enfrentó la mirada al peliazul, dibujando un puchero inconforme.

El alfa intentó acercarse a su omega, pero el otro en vez de recibir el gesto de su novio en su cabeza, dio dos pasos hacia atrás rechazándolo. Aomine soltó un gruñido audible, como alfa detestaba que rechazaran sus muestras de afecto.

— ¡Oh vamos Kise!—Estallo ya aburrido de la pataleta de su novio— Es solo ficción. No significa que tú no me gustas pero es una especie de…—Tambaleó patéticamente. Su pantera interior le reclamó por no poder mantener su voz de mandó. No le agradaría tener que convencer a Kise usando su voz de alfa ni su pesada aura para suprimirlo, pero estaba a punto de dejarse llevar por el animal interior.

— ¡Mejor cállate que lo estas empeorando!—Contestó Kise cruzando sus brazos. Podía olfatear el aroma a bosque de Aomine, un fuerte aroma que hacía su cuerpo temblar ligeramente. Sentía la necesidad de verse envuelto en los brazos del otro. Sabía que había exagerado, pero  no pudo evitar que aquello lastimara su orgullo de omega y de modelo.

Cientos de alfa y betas se masturbaban con su imagen, le desean y tenía sueños con él. Incluso había recibido proposiciones indecorosas y propuestas románticas en sus cartas de fans; pero su novio, su alfa, soñaba y anhelaba a otros omegas operados y falsos. Kise entendía que era parte de su necesidad de adolescente, pero de igual manera se sintió ofendido.

—Mira convencí a todos de ir al centro de Sapporo y de participar en el concurso de construcción de castillos de nieve. —Intentó Aomine acercarse a Kise, al mismo tiempo que mantenía a  raya a su alfa. Si le dejaba encargarse de la situación podría perder el control. Quería ser comprensivo y amable como Kise lo necesitaba pero simplemente no era lo suyo. — Sé que tu familia se encargaba de eso…debe de tener todas las herramientas...no sé si lograremos algo pero…

—Akachichi fue quien convenció a todos ¿verdad?—Le cortó el omega con una mirada analítica.

El alfa quedo callado no sabiendo que más decir en defensa. Sin embargo cuando observó a su rubio, este sonreía nuevamente. Sin duda el emperador rojo demostraba su poder nuevamente. Kise se acercó a él, junto sus bocas mientras pasaba sus brazos por su cuello. Para el rubio, a pesar de que Akashi había sido quien dio la idea, le conmovió el intento de su novio por complacerlo y disculparse.

Aomine simplemente sonrió, apretando a su pareja contra su cuerpo. Pronto sus labios empezaron a moverse unos contra otros. El calor subió por sus cuerpos, pero antes de que pudiese suceder algo más, Momoi les llamó desde el pasillo. Esta vez fue Kise quien tomo la mano de su novio y lo jalo hacia afuera.

Aquellas vacaciones serian una de las más felices para todos como amigos. Después de ese perfecto tiempo,  comenzaría su camino al estrellato y a la separación, grandes cambios se avecinaban sin dudar.

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Pasado

¿Qué hacía en un café maid de Shibuya? Pues ni él mismo podía responder aquella pregunta ¿En qué demonios pensaba estando ahí? Prefirió no respondérselo. Su excusa en aquel momento era simplemente que esta vez sí le preguntaría sobre Murasakibara y la  relación de este con Himuro Tatsuya.

Llevaba puesto ropa casual, una camisa gris con las mangas a tres cuartos, su pantalón de mezclilla azul marino. Quizás no era el  atuendo correcto para el lugar, pero había alfas vestidos con traje sastre, los cuales seguramente salían de la oficina así que no era mayor problema. Llevaba alargando un café expreso solo para esperarle, pues todos los aperitivos del lugar le resultaban demasiado “lindos”. Absolutamente todos los platos tenían algo de “adorable”,  desde tortillas hechas en forma de rostro de oso hasta  helados adornados con orejas a base de galletas. Pensar en pedir alguno de esos pastelitos rosados y adorables golpeaba su orgullo alfa.

Nadie lo reconocía pues llevaba un gorro en la cabeza cubriendo sus cabellos verdes, además de usar lentillas de contacto que le cambian el color de los ojos a medida; por lo cual no necesitaba usar anteojos, aunque le  resultaba raro no utilizarlos.

— ¡Shin-chan, disculpa la demora!

El joven omega llevaba puesto una polera negra, sobre la cual tenía un saco rojo bastante abrigador de algodón, además de pantalones que dejaban visibles sus piernas, hasta las rodillas de color café con botines del mismo color; como siempre sonreía, tenía un gorro sobre su cabeza que para sorpresa de Midorima tenía dos orejitas de gato.

Midorima quiso apartar su mirada de él, pero simplemente no podía, y gracias a que no tenía los lentes puestos no podía intentar arreglárselo para desviar su mirada. La imagen de Takao era tierna y hasta cierto punto adorable. El alfa  sintió un repentino bochorno.

—Vaya realmente te ves diferente sin anteojos— comentó burlón  Takao.

—Ya cállate.

Takao separó una de las sillas y se dejó caer frente  a Midorima con confianza.

— ¿Por qué demonios estamos aquí?—Reclamó el alfa.

—Es el mejor lugar para ser ignorados—anunció Takao—Ya vez todos los tíos y tías están ocupados viendo el show. —Dijo mientras se apoyaba sobre su mentón en sus manos, señalando a los alfas del lugar.

Ciertamente no podía ignorar el espectáculo de maid cantando en el pequeño escenario frente a su mesa, en el cual había muchos alfas y betas atestándolo con sus gritos y silbidos. Para Midorima resultaba peculiar y vergonzoso ver aquello. Hombres y mujeres alfa perdiendo la compostura por jovencitos omegas contorneándose en el escenario.

—Increíble—Comentó con vergüenza ajena.

El omega  rio divertido por la expresión del otro. De alguna manera Midorima siempre le resultaba interesante y divertido con su disciplina inflexible.

—Por un momento pensé que encontraría a Shin-chan gritando tras una linda omega maid. — Río divertido de imaginárselo.

—No soy ese tipo de personas. —Comentó apresurado.

Midorima se  imaginó a Aomine haciéndolo, seguramente Aomine si estaría gritando detrás de las omegas con más curvas. Pero, por supuesto que a él  no le llamaba la atención.

—Shin-chan realmente es un chico de bien.

Takao tenía su mano acomodada debajo de su mentón, sonriendo con un brillo bastante agradable de ver en sus ojos, su cabello estaba peinado pero acomodado de diferente forma que en sus conciertos. El peli verde no podía dejar de sentir deseos de acariciar esos mechones rebeldes.

— ¡Kazu-chan!

Una jovencita con un vestido de maid y chaleco  de cabellos castaños se acercó corriendo y se lanzó a abrazar a Takao. Era un omega así que realmente no sintió ninguna molestia. Pero si se preguntó cómo es que se conocían. Takao siempre era una sorpresa andante.

—Mine-chan, me alegra que aun estés aquí. —Saludo con vitalidad  el joven a la muchacha.

— ¡Te tengo tu helado favorito! muy pronto te lo traigo—Sonrió la muchacha con mucha energía.

La joven, con esa gracia de las anfitrionas del establecimiento, se retiró luego de una reverencia.

— ¿Cómo es que te conoce? —No pudo aguantar la curiosidad, por lo cual se atrevió a preguntar al omega.

Takao nuevamente rio de esa manera natural pero que parecía querer seducirle.

—Bueno... Shin-chan yo no he sido cantante desde siempre. Tenía que hacer algo para comer ¿no crees?

La noticia realmente le sorprendió. Es decir ¿Takao había trabajo en un café maid? Midorima no quiso imaginárselo vistiendo con esos pantaloncillos a media muslo y chaleco que remarcaba su figura y orejas de gato atendiendo a un montón de, a su opinión, repulsivos alfas solitarios. Es decir, que un grupo de alfas vitorearon en su momento a Takao mientras este cantaba chillonamente y les sonreía coquetamente prometiéndole fantasías prohibidas sin cumplir, no era de su agrado ni por asomo. 

—No es posible. —Negó Midorima con su cabeza mientras se la sostenía, intentando parar su imaginación.

—Bueno a Yorke-chan no le gustó la idea—Respondió el omega divertido por la expresión del otro. Aunque lo que decía era verdad, a su mejor amigo le desagradó su trabajo; incluso le prometió buscar un segundo trabajo, pero por supuesto no lo permitió. Habían huido de casa para volverse músicos, artistas e iban a compartir la responsabilidad. El trabajo de maid dejaba buenas comisiones y buena paga. Además, a veces, algunos alfa le otorgaban obsequios que luego podía vender para sostenerse y aportar en la compra de materiales para Yorke y de instrumentos musicales para la banda.

—Por primera vez coincido con él.

Era casi un milagro que nadie de la industria haya publicado el pasado de Takao. Los maid solo jugaban a la amabilidad y coqueteo, pero algunas veces existía alfa que no se comportaban solo como clientes y querían pasar al siguiente nivel, llevándolo incluso a la obsesión. Al parecer de Midorima, era un trabajo medianamente riesgoso para un omega.

—Solo trabaje aquí por unos meses. Luego apareció el aviso de Teiko days y todo cambió repentinamente. —Concluyó su historia interesado en las expresiones del alfa. Se sentía como si al otro realmente le importase su seguridad y aquello le hacía sentir cálido.

—Nadie de la industria debe enterarse de esto. —Musitó Midorima totalmente serio.

El pelinegro se acercó a Midorima con una sonrisa intrigante.

— ¿Piensas que es vergonzoso? Yo creo que era un buen trabajo—Susurró gravemente el omega—A veces me traían buenos obsequios. —Terminó como una confesión obscena.

— ¡Por supuesto que te iban a traer regalos!

Sin darse cuenta, el peliverde había alzado demasiado su voz, logrando que algunas cabezas se voltearon hacia ellos. Sin embargo la llamada de los omegas del escenario volvió a atrapar la atención del público.

—Además podía cantar en el escenario. —El joven rememoró aquellos momentos divertidos con sus compañeros y compañeras omegas sobre el escenario del café. — Ustedes han cantado en escenarios desde el comienzo, pero nosotros prácticamente debíamos de rogar porque nos dejasen cantar. —Su mirada cambió, ese azulino irreal se oscureció como si de alguna manera le dañara algunos recuerdos—Aquí era el único lugar en el que no tenía que rogar para cantar.

El alfa no supo que responder ante ello. Entendía que la situación de ambos no había sido igual. No pertenecían al mismo mundo. Junto a Akashi y a la familia Kise ellos nunca habían rogado por nada de atención, la habían tenido presente desde el comienzo. Su fama era ya reconocida entre el mundo deportivo, además que Kise Ryota era ya un modelo con su propia fama;  la serie solo los hizo más populares.

El silencio incomodo que se instaló entre ellos se extendió por largos minutos; este fue roto por la amiga de Takao, quien les trajo sus pedidos. El omega pelinegro con felicidad se lo agradeció para luego abalanzarse sobre el postre. La incomodidad había cedido al ver aquella divertida imagen del omega disfrutando de su postre. Muchas emociones fluyeron dentro del alfa al ver su felicidad; ganas de verlo sonreír de esa manera muchas veces más le llenó. Al darse cuenta de la sensación extraña, tomó su café y lo degustó. No era malo, sin embargo el que hacían en su casa era mucho mejor, aun así no se quejó.

—Cuando trabajaba aquí siempre los fines de semana nos regalaban un helado. —Takao levantó la mirada, el azul metálico de sus ojos mostraba nuevamente nostalgia, pero esta vez con seguridad era un recuerdo agradable— He querido volver por ello.

—Parece que lo disfrutas—Comentó Midorima sin dejar su taza de café. Tomar de la agria bebida contrastó con lo dulce de la imagen en frente suyo. Aquello  le produjo una sensación ambigua pero reconfortante.

—Por supuesto, Shin-chan ¿Por qué no pides uno?—le preguntó animado.

—No tengo apetito—Intento negarse el peliverde, aun sabiendo lo terco que podría llegar a ser el omega.

— ¡Umm… oh vamos! Entonces toma del mío. —Sin limitarse, el omega tomo de su cuchara y acercó un poco de helado de menta al alfa, este se sonrojó notablemente. Nunca había conocido a un omega tan impropio como Takao. Un omega no debía darle atenciones a un alfa que no es el suyo, se genera conflicto y confusión en ambos. Ni siquiera Kise era así, era amigable con él y Murasakibara pero al único alfa que dedicaba sus atenciones era a Aomine. Y Takao estaba ahí con esa enorme sonrisa, tendiéndole helado en una cuchara.

Midorima, intentando que todo fuera lo más rápido  posible,  finalmente tomo el helado que se le había ofrecido. Se sintió incómodo. De algún manera aceptar la atención de otro omega era como traicionar al suyo. Aunque desde el inicio, el solo encontrarse con él podría tomarse como algo significativo.

Takao inició a preguntarle muchas cosas sobre sus gustos, Midorima termino respondiéndole la mayoría, pero cuando Takao le preguntó sobre su familia se quedó callado. Los secretos de su familia no eran algo que pudiera compartir con él. No estaba bien que lo hiciera. Por un momento deseó poder desfogar toda la carga que tenía sobre sus hombros contándoselo a Takao, pero se abstuvo. Involucrar al pelinegro solo le traería problemas a este.

El omega notó su incomodidad por lo que se disculpó; sin embargo, cuando terminó de comer, le tomo de la mano y lo jalo para levantarlo. El peliverde abrió los ojos sorprendido por la acción repentina. Takao alzó la mano hacia su amiga y le guiñó un ojo. Dejó sobre la mesa una cantidad exagerada de dinero, el triple de lo probablemente costaba lo consumido. Ella también les devolvió la despedida emocionada acercándose a levantar la mesa y dejarla impecable para los siguientes clientes.

— ¿Adónde me llevas?—Demostró en su rostro inseguridad, más no uso su fuerza de alfa para separarse del otro, pues en realidad sentía curiosidad por lo nuevo. Takao era sinónimo de aventura.

—Quiero ir a los juegos, hace mucho que no voy—Le respondió con simpleza, mientras seguía arrastrándolo por la calle.

— ¿Estás demente?—Cuestionó, girando a ambos lados, totalmente paranoico— Ya fue muy arriesgado y encima quieres que nos expongamos más—Evidenció el peligro pero no se soltó del agarre del omega.

—No seas aburrido, Shin-chan. Nadie va a reconocernos. Todos están preocupados por divertirse.

No supo porque pero cuando Takao extendió su mano con esa sonrisa tierna picara y envolvente solo pudo entrelazar sus dedos con los de él, sorprendiendo a este, quien mostro un leve sonrojó en sus mejillas. Su corazón latió acelerado. Takao era la puerta a liberarse de todo, de ser libre por unas horas. No le habían enseñado eso sino a comprometerse con los problemas, pero esa personalidad tan desinhibida le hacía desear ser un poco más libre. Así que aun sabiendo que era un sueño, se dejó llevar por el chico.

Ambos llegaron a la zona de  juegos  en Shibuya. Por lo cual había muchos jóvenes, miles de alfas con su omegas llevados del brazo. Sus aromas se mezclaban sin cuidado. Niños por todas partes de los brazos de sus padres o de la escuela elemental con sus amigos con sus rostros inocentes y sus aromas a leche y a su madre.

 En muchos omegas adultos podía notarse la marca de la mordida final del alfa, esa unión que les permitía mezclar y compartir sentimientos, permitiéndole sentir al otro sus necesidades sin tener que manifestarlo. En estos omegas, sin necesidad de observarles la marca, se podía saber con certeza que pertenecían a un alfa. No solo por la estabilidad emocional que parecían desprender de sus movimientos, sino también por esa extraña fuerza de poder enfrentarlo todo. Y es que un omega se sienta protegido cuando es mordido aun cuando su pareja no este físicamente a su lado.

Parecían tan sincronizados, era la realidad: cuando se tiene una pareja final nunca más se estaría solo. La naturaleza aseguraba un compañero para toda la vida entre un alfa y un omega. La imagen familiar de las parejas y sus hijos hizo a Midorima pensar  en Akashi, su hermoso prometido, que seguramente estaba revisando las cuentas de sus nuevas inversiones, en las que debería estar ayudándolo. Pero en cambio, se encontraba huyendo de sus responsabilidades de la mano de Takao.

 

Cuando despertó de sus pensamientos, Takao ya lo había arrastrado a una larga fila de espera para subir a los autos, un infernal juego que gustaba, generalmente, a los alfas puesto que era una muestra de poder de una manera no tan dañina al menos no para ellos, puesto que sus dulces omegas a su lado gritaban de miedo, abrazando o hincando sus garras en los brazos y pechos de sus parejas naturales.

Midorima era un alfa fuerte, de gran linaje, con una fuerza y aura mayor a la de muchos de los alfas a su alrededor; pero estaba a punto de retirarse de la cola: ese tipo de juegos no era esencialmente lo suyo. El ambiente entero le abrumaba, tan repleto de gente, sentía que se ahogaba. Dio un paso hacia atrás, pero su acompañante se aferró a su brazo para no permitirle irse.

— ¡Vamos, Shin-chan será divertido!

 Takao le tomó de las manos, mirándole con eso ojos brillantes, endulzando su aroma y con aquel puchero. Aquella actuación no solo era  la manera en que los omegas usualmente manipulaban o pedían algo a sus alfas, sino en aquella mirada había esa esencia propia del pelinegro la cual le cautivó por unos segundos. Akashi casi nunca le había pedido algo, siempre tan independiente. No podía negar que su ego se había inflamado.

Su alfa se removió de gusto, al fin se sintió poderoso, capaz de hacer algo por un omega, consentirlo. Como muy pocas veces Akashi se lo había pedido.

Antes de que pudiera hacer algo, su instinto le avisó que muchas personas le miraban. Algunos omegas le observaban de forma reprobatoria, otros alfa de igual manera, incluso betas lo hacían. Nadie los reconocía para su complacencia; pero aquellas miradas era la reprobación social por no ser  capaz de consentir a su omega, aunque este no era suyo. Pero las personas siempre asumían que un lazo unía a alfa y omega cuando se veían tan cercanos. No importaba si no eran pareja, un alfa siempre debía de complacer a su omega, después de todo estaba encima de la jerarquía sexual.

—Iremos—sentenció con voz ronca, como si quisiera que los otros escuchen.

Takao rio divertido pues notó que su acompañante solo acepto por su honor puesto en juego. Para el pelinegro lo importante era que se iba divertir mucho. Sin embargo un poco de envidia sintió por aquellos omegas que tenían aquel lazo especial con sus parejas.

Mientras avanzaban lentamente en la fila, una pareja llamó su atención: era una alfa con su omega femenina, ambas parecían divertirse, pero la alfa especialmente era muy agresiva, chocaba los carros de otros sin cuidado alguno, causando rugidos aquí y alla. El omega pelinegro las fijó como su blanco. Pues la mujer alfa parecía no querer dejar de jugar ronda tras ronda, desembolsando orgullosamente mucho dinero. No era un problema el dinero aparentemente, lo cual no era novedad tampoco: los alfas de buen linaje siempre apuntaban sin miedo a ser los mejores y normalmente lo conseguían.

Al fin llegó el momento de Midorima y Takao, ambos sentaron en el auto del juego, era una pista cerrada, los coches por dentro eran acolchados pero estaban abiertos, solo un cinturón de seguridad les mantendrían, con mucha suerte, en su sitio.

El timón estaba casi al medio del auto. La corriente eléctrica llegó y nuevamente el juego inició. Takao tomó el timón, aplastando con su espalda a Midorima. De frente fue directo hacia aquella alfa  que había visto, la golpeo y ella gruño sonriendo. Su omega intento tranquilizarla, pero ella solo le dijo un “sujétate” y correspondió al golpe del auto de ambos chicos.
— ¿Por qué hiciste eso?—Preguntó exaltado Midorima.

Takao por su parte, solo río estruendosamente: tener un rival en aquel tipo de juego siempre lo volvía aún más divertido. El peliverde tomó el control del volante, y se encaminó a obtener su venganza. Nunca había ido a tanta velocidad. Podría ser que eso era un juego, pero aun así tenía cierto riesgo, aunque a la vez tenía  la seguridad de que no iba a pasarles nada serio. Era ideal para esos instintos agresivos de los alfas que en sociedad no se pueden manifestar. El viento golpeándoles el cuerpo le trajo un impulso de adrenalina mezclado con paz incapaz de comprender ni darle nombre.

Estaban en éxtasis. Midorima aún no tenía permiso para conducir por lo cual nunca lo había hecho. Se preguntó si sería tan magnifico como aquello. Aunque supuso que nunca podría manejar de una forma tan imprudente. El juego era una vil imitación infantil de lo que era manejar, pero se estaba desestresando, era como si el viento se llevara consigo el gran peso sobre sus hombros. Fue tan satisfactorio todo ese movimiento mezclado con el calor del cuerpo de Takao.

Su edad se hizo evidente. Todas las responsabilidades quedaron olvidados. Takao se aferró a su cuello en una curva; él solo pudo darle una caricia con su mentón sobe sus suaves cabellos. Su aura se expandió más, su fuerza en el volante le hizo subir la velocidad, dio otro golpe a la alfa anterior, logrando hacerla trastabillar. Era tan indigno de él, la satisfacción que sintió. Era su alfa como si estuviera en un ambiente natural.

Cuando el juego terminó, Midorima tenía su corazón y respiración agitados. Sin embargo le invadió una satisfacción increíble. Su alfa sentía como si hubiera pasado por una cacería, como si hubiera corrido sin parar. Desde que dejaron el básquet no había sentido la misma satisfacción. De pronto su paz fue interrumpida por un abrazo irrespetuoso de Takao. Pero no le regañó, su mano cayó sobre los cabellos del otro y lo dejó ahí por unos minutos. Su mano comenzó moverse en su cabeza, detallando la textura de cada cabello, dándose cuenta que eran gruesos, firmes pero sedosos.

Sintió una ligera tensión en el cuerpo del omega, pero esta pronto se disipó. Takao se apoyó en él, pegando su frente al pecho de Midorima. Ambos exhalaron nerviosos. Sin darse cuenta, Midorima había apretado al otro contra su cuerpo con su mano libre. Al notarlo dejó caer sus manos a los lados

 Se separaron e iniciaron a caminar juntos, el uno al lado del otro, con una cercanía casi intima sin llegar a serlo.

—Fue divertido—sentenció el peliverde

Una enorme sonrisa fue la respuesta del pelinegro. Este tomó su mano y le llevó hacia el próximo juego que deseaba. Midorima simplemente se dejó arrastrar con una sonrisa tímida pero sincera.

Cuando por fin había recorrido los juegos que el pelinegro deseó, ambos se dedicaron a descansar sobre bancas cerca de unos columpios para niños. Muchos pequeños indistintos entre razas jugaban sin preocuparse por nada más que el grito que sus madres les daban cuando no se portaban adecuadamente.

Takao trajo un algodón de azúcar y se lo tendió al peliverde quien negó cortésmente. Le explicó que realmente no le agradaban las cosa dulces. Sin embargo el pelinegro lejos de resignarse le insistió a que probase aunque sea un poco. El alfa se dio cuenta que cada vez más le gustaba menos negarle algún capricho a este, lo cual le perturbo y confundió.

Ambos quedaron en silencio, admirando a las madres correr detrás de sus hijos, con los padres alfas tomando fotos a su familia. Un cuadro bastante común en su sociedad. Takao había tenido mucha razón, nadie estaba atento a nadie más que a su propia diversión y las personas a su lado. Ellos habían pasados desapercibidos como una pareja más.

“Pareja”…Midorima tembló ante la palabra.

—Se ven lindos—comentó de la nada Takao mientras mordisqueaba su algodón de azúcar.

— ¿Te refieres a los niños?— preguntó el alfa extrañado.

—No solo por ellos, todo en general. La imagen de familia. —El pelinegro cambió su mirada, tenía esta un brillo singular.

Midorima guardo silencio mientras admiraba toda la imagen que el otro describía. Era cierto, en verdad esa imagen tan simple y común, con aquellas personas sonrientes sin que sus vidas marquen a otras era hermosa en su propia forma. Pero era algo que nunca tendría. Especialmente, al lado de Akashi, solo le esperaba una vida llena de perfección y grandeza. En aquella época, al lado del pelinegro estuvo convencido de ello.

— ¿Tu deseas algo como eso?—Preguntó de pronto al omega con verdadera curiosidad. No sería extraño pues los omegas se decía tiene el instinto de desear una familia.

—Hey, Shin-chan, creo que ya deberíamos irnos. —Cortó  sin ningún sentido.

Fue extraño aquella interrupción, pero Midorima asintió. Sin poder evitarlo extendió su mano hacia Takao quien lo miro sorprendido. El alfa giro levemente su rostro avergonzado, intentando mantener su orgullo de alfa. El pelinegro rio, se sintió más relajado y tomo la mano de Midorima.

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Presente

Al fin había logrado calmar a Kasamatsu, pero ello casi lo costó terminar ser marcado. Y es que cuando lo llevó a su camerino con la ayuda de dos betas, este aun respiraba agitado y gruñía, buscando con la nariz el aroma de quien había sufrido la afrenta.

Kise se apegó más a él, intentando transmitirle con su aroma que permanecía a su lado y que no había nada por que pelear. La herida que Kasamatsu le había hecho  aún estaba sangrando, pero el rubio aguantó el dolor, tan solo cubriéndose la herida. El alfa aun con todo ello no parecía querer entrar en cordura. Para el alfa eran demasiadas afrentas dadas por Aomine que hoy habían colapsado su personalidad madura. El joven rubio lo comprendía a totalidad, de hecho le sorprendía la cantidad de veces que Kasamatsu había contenido a su yo animal, al parecer ese día llegó a su límite.

La fuerza de un alfa, en ese estado, era superior a la de cualquier beta; incluso podía superar a dos betas juntos. Y fue lo que sucedió: Se zafó del agarre de los betas de seguridad y se lanzó contra Kise, tumbándolo al suelo. Le despojó de su ropa superior con solo rasgársela. Kise le manifestó su negación, pero aquello solo logró que el alfa terminara de desnudarlo por encima de la cintura.

Los betas que habían sido vencidos no supieron si retirarse o no. La grave voz de Kasamatsu era casi una orden; por lo cual,  sus cuerpos temblaron de miedo ante la fuerza del alfa (era su naturaleza respondiendo a un estímulo ancestral). Kise también temblaba, no podría evitar que Kasamatsu le mordiera si esta se lo proponía con toda su voluntad. Así que intentó librar sus manos con suavidad. Si actuaba rechazándolo solo le provocaría más. Para calmar a un alfa, su omega debía de ser aún más sumiso, complaciente y buscar su protección en el cuerpo del otro. Una afrenta de rechazo solo lo enfurecería aún más.

Así que ambos muslos los abrió para dejar que el otro se acomodé sobre él, abrazo con sus piernas por la cintura del otro. Cuando el alfa dejó libre sus manos para iniciar a olfatear su cuello, Kise subió sus manos a los cabellos del otro, acariciándole suavemente, ronroneando de cuando en cuando, lo suficiente para calmarlo y no para excitarlo.

Kasamatsu le tomó del cabello con fuerza y le besó de una manera salvaje, invadiendo su boca una y otra vez, buscando su rendición inmediata. El rubio suspiro dentro del beso, y siguió acariciando el cabello del otro, mostrándose entregado a él. Luego susurró levemente “Estoy a tu lado”. A través de su pecho sintió que las pulsaciones del otro iniciaban a ser más normales. Sin embargo el aroma dulcete a vainilla  distrajo a Kise, pues le recordó quien se estaba encargando de calmar a Aomine: su amigo Kuroko.

No pudo evitar que su equilibrio emocional se quebrara, sin poder detenerse su cola y oreja aparecieron y enviaron una fuerte carga de feromonas al aire. Su omega se sintió amenazado por el omega de Kuroko.

Kasamatsu le devolvió a la realidad cuando giro su rostro  empezó a lamer su cuello.

—Vas a ser solo mío. —Le susurró como sentencia final.

Realmente ahí si temió. No quería ser mordido aun: Sin poder evitarlo, inició a removerse y a rechazarlo. Con lo cual logró ser más presionado contra el suelo por el alfa. Sin pensarlo grito por ayuda y sus lágrimas se aglomeraron en sus cuencas.

Por la puerta de su camerino ingresó Murasakibara y Midorima, quienes le quitaron a Kasamatsu por la fuerza. Kasamatsu era un alfa de buen linaje pero incomparable al de los Midorima y los Murasakibara. Estos le pudieron mantener en control, Murasakibara solo incluso pudo detenerlo. Mientras tanto Midorima inició a preparar una jeringa, la cual se la pusieron en el cuello. A los segundos, Kasamatsu cayó desmayado.

—Ryota, llévalo a vuestro departamento y cuida de él. Va a despertar en unas horas totalmente en sus cabales. —Le informó Akashi quien ingresó después de que Kasamatsu

El rubio se sonrojó. Estaba semi desnudo y Akashi hablaba como si nada. Aun así agradeció la intervención de sus compañeros. Se puso de pie, luego cogió unas ropas y se metió al baño para cambiarse de ropa.

 

Cuando llegó a su departamento con ayuda de dos betas de su staff se sintió ahogar. YSe sentó  en el suelo al lado de Kasamatsu, abrazándose a sí mismo. No puede enfrentarlo. Ese día más que nunca le quedó claro sus sentimientos. Unos que no podía dejar de lado tan fácilmente. Así que sin consideración alguna se puso de pie, se arregló el cabello frente al espejo. Sus ojos escanearon su decaído rostro, pero en sus ojos miles encontraron decisión. Ante el espejo, se quitó la preciada joya que su prometido le había regalado al pedirle matrimonio oficialmente. Se la quitó y la tendió al lado del durmiente pelinegro. Su aroma fuerte aún no se calmaba, salía de sus poros sin control. Se acercó y le dio un beso en la mejilla.

Salió de la habitación y después del departamento. Sin detenerse ni pensar el asunto se subió a su auto. Prendió el motor, escuchó insultos de conductores que sentían su aroma a omega desprenderse sin parar de su cuerpo, sus orejas y cola aparecieron sin control. Ya no le importa nada, solo el objetivo. Las llantas resonaban en cada curva, pero su vista siguió en el camino, su respiración se agitó más y más.

Abrió la puerta de su auto cuando llegó  a su destino. Tenía su cola y orejas a la vista, por lo cual  se ganó una mirada reprensión de los betas que cuidaban el edificio. Sin embargo avergonzados por verle en ese estado simplemente le permitieron la entrada. Quizás habrían cámaras grabándolo, pero tampoco esa posibilidad melló en su ser. Nadie le interrumpió el camino: era un omega en el umbral del celo, seguramente buscando a su alfa, por lo cual simplemente las personas desviaban las miradas totalmente avergonzados.

Tocó el timbre innumerable de veces sin parar con lágrimas en los ojos.

— ¡¿Qué demonios sucede?!— gritó Aomine abriendo la puerta de su departamento.

Después de todo lo sucedido, Aomine había ido directamente a su departamento para bañarse. Su plan siguiente había sido enterrarse en medio de revistas de gravure, intentar concentrarse en los cuerpos de idols semidesnudas de aquellas revistas.

No se imaginó encontrar a Kise con los ojos llorosos, con sus orejas esponjosas al aire y peor aún con ese asfixiante aroma dulce de miel. Su garganta se secó, hacía tanto que no había visto al Kise real omega frente suyo, era una imagen que mostraba la fragilidad del omega, la cual solo debía dejarse a la vista de sus alfas cercanos pues se exponía al peligro. Tan provocativos como vulnerables era la información que enviaban en todas direcciones.

 No tardo mucho este aroma en atraer a más alfas, el alfa lo sintió, su aroma también salió intentando marcar su territorio; pero los paso resonantes de otros alfas se escucharon, sin pensar tomo a Kise del brazo y lo hizo ingresar a su departamento. Este ni bien él cerró la puerta se lanzó en busca de sus labios. Su aroma le asfixió, por lo cual  enterró su conciencia y despertó a su animal interno, su pantera se mostró, tomo a Kise y lo empotró contra su propia puerta…

 

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Pasado

Había pasado el primer día intentado construir el castillo. A veces, Akashi tenía unas ideas muy extrañas que no parecían llevar a ningún beneficio seguro. Sin embargo, Midorima le gustaba cuando se mostraba así. No lo diría, pero verlo relajado conseguía lo mismo en él. Quisiera que siempre fuera así, que Akashi pudiera ser feliz y no tener preocupaciones de por medio nunca más. Pero esa era una realidad utópica, les esperaban años de grandes cambios.  El peliverde se consoló sabiendo que se tendrían el uno al otro aunque no existiera nada más.

Sus sonrisas mientras ordenaba todos como seguir los planos de la construcción, le sentaban tan bien. Era en ese momento en que Midorima podía sentir claro al omega dentro de Akashi.

Habían pasado el día intentando construir un castillo de nieve como los grandiosos de los participantes del festival de nieve. Ellos habían fracaso miserablemente varias veces. Pero Akashi no parecía molestarse; claro, les torturaba a volver a intentarlo, pero sus ojos brillantes demostraban que se divertía.

La nieve y el frío fueron suficientes,  por lo que el pelirrojo tenía sonrojada sus mejillas y su nariz, tan solo la punta, su mirada era de un líder compasivo, suave y cálida. Cuando Akashi observaba a sus amigos divertirse parecía que también se relajaba, que también era feliz. El omega tenía una manera egoísta de quererles, pero el peliverde sabía que lo hacía. A pesar de utilizarlos para sus propios beneficios, este hecho confirmaba que confiaba en ellos plenamente y por supuesto en sus habilidades.

Murasakibara y Aomine se quejaron audiblemente por el frío infernal; por lo cual Akashi dio el permiso para todos volver dentro de la mansión, donde comida y bebidas calientes les esperaban.

Sin embargo, primero fueron a  tomar un baño caliente en sus respectivos baños. O más bien los baños compartidos, Midorima y Akashi eran los únicos que compartían habitación y baño siendo alfa y omega. Kise tenía su habitación propia pues era su casa, mientras Momoi y Kuroko compartían una. Al mismo tiempo Aomine y Murasakibara compartían otra. La mansión Kise no era demasiado grande pero era confortable y moderna.

El peliverde se encontraba en su habitación alistando sus pertenecías para el baño. Por supuesto, hace mucho tiempo ya que ambos eran pareja, desde los doce años que oficialmente lo eran pues se habían besado por primera vez.

Usualmente parecía incluso que había toda una ceremonia para tener un beso entre ellos. Nunca le había importado, pero la imagen de un Akashi sonrojado siendo capaz de ser compasivo y cálido le había dejado sin aliento ahí afuera, en la nieve. Sintió un leve cosquilleo en su cuerpo, bastante diferente. Cuando se besaban nunca iban más allá, siempre había sido “inocente” con respeto, pero ahora había algo en su interior que gruñía, se sentía caliente y parecía eso no ser normal.

Ya tenía quince años, con lo cual su cuerpo realmente parecía tomar muy a dicho la edad. Sabía que era normal, Aomine parecía estar siempre al ataque y consumía ese tipo de revistas de chicas omega desnudas. A él nunca le había interesado nada de eso. Akashi había sido su único ser, el único omega al que había visto con todo los sentimientos dados al deseo y amor, pero ahora sentía curiosidad.

Recordó esa plática en la cual Aomine le preguntó cómo era el pelirrojo desnudo. En ese momento no le costó demasiado no pensar aquello. Como sabía que el omega  estaba en su habitación tomando un baño sintió ese repentino deseo de verlo como era, de detallar con su mirada ese aparente perfecto cuerpo que siempre vestía tan elegante. Porque Akashi podía tener un gran carácter digno de un león, pero seguía teniendo esas formas y ese rostro de un omega. “Sera una buena madre” fue lo que pensó de repente.

Se esperaba de ellos tener cachorros, y lo habían admitido desde hace tiempo, incluso habían planeado como criarlos, pero fue en ese momento en qué se puso a pensar como realmente se llevaba eso acabó. Realmente pensó acerca del celo de este y del apareamiento. Su cuerpo se contrajo, sus manos picaron. Su olfato se agudizó hasta sentir el roma de frutos rojos de Akashi, con esa exótica mezcla dulce-acida refinada.

— ¿Shintaro?—

Akashi había salido del baño envuelto en su bata de baño para cambiarse en el vestidor que la habitación tenía. No se avergonzaba en lo más mínimo. Ambos acostumbraban dormir juntos, tocarse levemente mientras dormían desde hace años; por lo cual salir en bata de baño no era una novedad. Pero en ese momento, por primera vez los ojos afiebrados de su prometido le hicieron sentir vergüenza de su semidesnudez, por fin ambos reconocieron que eran diferentes: eran un alfa y un omega. El aroma de Akashi llegó a su fosas nasales, por un momento estuvo tentado a arrancarle la bata. Sería tan fácil con su fuerza se dijo mentalmente el peliverde; pero antes de poder hacer algo, Kise ingresó ya bañado y perfumado a la habitación sin cuidado alguno. Cuando vio cómo se observaban los prometidos supo que había interrumpido algo.

 —Voy a bañarme— dijo Midorima, internándose en el baño.

En vez de seguir el plan de bañarse con agua caliente para no enfermar se metió al agua fría pues su cuerpo sorprendentemente estaba ardiendo. Todos sus compañeros de clase siempre le decían cuanto lo envidiaban por tener un prometido omega tan fino y bello. Fue en aquel momento que les dio la completa razón y que mentalmente se alegró de que Akashi esté destinado solo a él. Siempre le hizo feliz tenerlo, pero un deseo posesivo fue que se marcó en ese momento: “Akashi es solo mío” fue lo que grito en su mente.

Presente

Hacía unas semanas que Midorima estaba ajustado de tiempo, pues debía grabar sus escenas junto a  Takao. Estas no se llevaban a cabo en Tokio, sino en Sapporo, específicamente en el gimnasio oficial de la ciudad. Y es que necesitaban dotarle de realismo, además de conseguir que la población de la ciudad se sintiera tomada en cuenta; así pues también debían de realizar una mini gira con una firma de autógrafos de ambos para promocionar la serie y el nuevo arco de esta. 

Para las escenas de práctica y de partidos, tuvo  que desempolvar sus viejas habilidades en el básquet. Lo cierto era que estos no se habían ido, bien dicen que lo que el cuerpo aprende no se puede olvidar, pues quedó demostrado; aunque evidentemente no se comparaban a sus prodigiosas habilidades del ayer. De igual manera no era importante si de verdad podía realizarlo o no. Solo debía dar el efecto de que así eran. Su personaje realizaba grandes proezas por el equipo, ya que era un jugador de talla internacional, atrapado en aquella helada ciudad, leal al equipo que le dio espacio junto al compañero que llenaría de calidez su vida. Era sin duda una alegoría a su frío temperamento, que cambiaría con la llegada de Takao a su vida, como la dulce primavera que siempre termina llegando a Sapporo para derretir sus nieves.

Viajar hasta ese lugar le alejó demasiado tiempo de Tokyo.  Aunque solo fue una semana,  fue lo suficiente para ponerle nervioso, haciéndole temer  por estar cerca de Takao nuevamente. En aquella ciudad creó recuerdos junto a Akashi. Aún recuerda que Akashi le confesó querer tener una casa de campo en las afueras como los Kise. Incluso se prometieron comprar una cuando ambos gobernaran al clan familiar.  Y, sin embargo, esa semana sintió aquella picazón abyecta en su piel por Takao. En aquella sagrada ciudad en la que había adorado a Akashi con sus pensamientos por su belleza, se había visto obligado a permanecer al lado de  Takao por deber; pero también por aquel insano placer que despertaba como antecedente a una traición como hace varios años. 

Hace algunos años le dejó claro a él y así mismo que nada entre ellos podía suceder pero ahora que lo tenía tan cerca debido a que eran pareja en las grabaciones no era tan fácil. Es decir, en el pasado habían llegado a lo que se le llamaba “lejos pero no irreversible”. Su prometido se enteró; sin embargo se había prometido no fallarle nuevamente a Akashi. Este había logrado hacerse con el liderazgo de la familia y poder cerrar esos centros de prostitución de su tío, pero debía mantener los ingresos de la familia por sobre la media para que el imperio no se viera afectado. Igualmente, había grupos con los que antes el grupo Akashi trabajaba que no estaban en lo más mínimo felices pues habían quebrado la cadena de trata de omegas. Un lucrativo pero despreciable negocio. Mucho peligro era cercano a sus vidas diariamente, por lo que su unión era también supervivencia mutua. Podría sonar que entonces era conveniencia por parte de ambos, pero no era ello en lo que pensaban sino que en sus vidas estaban conectadas.

Era una amenaza constante. El tío de Akashi había sido expulsado del clan, se le mantuvo en observación por algún tiempo, pero un día hace un año simplemente logro reducir a sus custodios, desde aquel día no se tiene idea de su paradero. Están seguros que se vengara de Masaomi o del propio Seijurou. Aquel hombre simplemente no tiene escrúpulos, además que para desgracia y amargura de Akashi y Midorima, este aún tiene aliados dentro de la parte descontenta de la familia.

Mantenerse tan lejos de su prometido le mantenía preocupado. Se preguntaba qué pasaría si le sucediese algo estando lejos de él. Desde hace años que no se separan y que viven juntos; pero fue el mismo Akashi el que le dijo que debía hacerlo ¿Acaso era un reto? La excusa habían sido los deberes, pero el alfa sabía que su omega le retaba a darse cuenta de sus sentimientos. Porque Akashi había perdonado un engaño una vez, aquello había tomado su orgullo, pero otra vez no lo haría. Y en el mundo y la posición en la que estaban necesitaban estar solemnemente comprometidos el uno con el otro.

Midorima comprendía que en el fondo Akashi temía que lo dejase y aquello le enternecía, pero tampoco era como si pudiera decir: “definitivamente no tienes nada de qué preocuparte” Su relación se había enfriado después de aquella fotografía y de aquel ultimátum. Akashi no le había dejado tocarlo nuevamente. Lo cual había respetado aún en contra de sus instintos. Deseaba a Akashi, por supuesto. Lo consideraba ya completamente suyo a pesar de que no le había mordido. Sin embargo, no solo estaba Takao. Ese alfa que le rondaba parecía captar su atención como ningún otro alfa lo había hecho. Era muy diferente a la atención que le prestaba a Murasakibara, le tomó tiempo comprender que su prometido veía a Atsushi como un niño y nada más, pero este tal Furihata Kouki era diferente. Y aunque no se lo dijese a Akashi, sabía que el mismo omega se estaba retando a sí mismo. Su omega nunca había permitido que ningún alfa fuera de la kiseki se acercase tanto a él ¿por qué permitía a ese alfa hacerlo? Midorima se enfurecía y se preocupaba de que la respuesta fuera que ese alfa sea para Akashi.

No deseaba ello. Estaba seguro que Furihata no podría proteger a Akashi y que nunca comprendería el mundo en el que están sumergidos. Midorima y Akashi habían pasado demasiado juntos, habían sobrevivido literalmente mucho que nadie sabía, que ni idea tenían.

A lo lejos observó a Takao, se preguntó qué pensaría si supiera quien era realmente y como sus manos y su apellido estaban manchados. Le veía tan lleno de vida… ¿Qué es lo que Takao pensaba de él? ¿Acaso comprendería algo de su realidad? Midorima se respondió que era imposible que lo aceptara.

Las grabaciones por ese día habían finalizado. Tenía parte de la tarde y noche libre. Al día siguiente sería el último día de grabación en Sapporo. Grabaron su primera “cita”, los primeros acercamientos entre ellos y por si fuera poco mañana sería la grabación de su primer beso. Aquello le traía recuerdos encontrados.

—Shin-chan, estamos libres ¿Quieres ir a algún lado?—preguntó emocionado el pelinegro.

Suspiró. No podía relajarse. Ya no podía hacerlo. Hace tanto Takao había significado un mundo de posibilidades lejos de su deberes. Takao le transmitía una señal apasionante y libre; pero pensar en Akashi con aquel alfa insignificante le enfermaba. Sabía que aquel alfa no podría ganarle en un frente a frente, pero simplemente ese rara cercanía con su prometido ponía su juicio en estado de descontrol.

—Ya he venido muchas veces a Sapporo— murmuró con cierto fastidio– No hay nada nuevo para mí.

Esto era un reto para su prometido y para sí mismo, pero podrían superarlo. La angustia por ambos le invadió. Quería tener firmeza en que lo superarían.

Ya ha visto a su omega hecho pedazos una vez. Está seguro que  no soportaría verlo de nuevo así. Pero justamente por eso mismo era que temía: Akashi podría caer por aquel quien le diera comprensión sobre todo si confiaba en este. La posesividad por su omega le invadió. Sus lazos eran fuertes, a pesar de que sus cuerpos no se habían anudado, estos se reconocían perfectamente. Desde que hace algunos meses se unieron por primera vez, habían tenido intimidad seguido hasta  que apareció Takao. Desde ese momento Akashi le había alejado poco a poco. Como si temiera. Y es que, en el fondo, Akashi sentía que Takao lo alejaría. Desde hace una semana antes del viaje, pocas veces se saludaban u ocupaban un mismo espacio. Akashi esperaba una respuesta, él mismo también. Sin embargo, cara a los demás seguían siendo la pareja perfecta: millonarios, hermosos, fuertes, de gran linaje.

—Entonces llévame a conocer. — Rezongo Takao llamando su atención— Es la primera vez que vengo a Sapporo.

Takao cometió una imprudencia en ese momento: le tomo de la mano. Recordó el tacto de su piel con tan solo ese gesto. Giro levemente hacia el pelinegro. Este le decía con la mirada que dejase de pensar en su prometido. No podían simplemente ser solo compañeros ¿verdad?

—Takao, yo...realmente…. ahora...si tú supieras. —Intentó explicarse incómodo.

— ¿Tienes problemas con el emperador?

Midorima asintió levemente. Takao sintió una presión en su pecho. Ese alfa que tenía enfrente de él lo había utilizado en su momento, había buscado su refugio: su amor había sido solo una forma de liberación, un acto de rebeldía; pero al final su lazo con Akashi había sido más fuerte. Y sin embargo solo pudo abrazarlo y demostrarle que nuevamente está ahí para él, para que se refugiara y huyera indignamente.

El alfa le abrazó nuevamente, le apretó contra sí, aspiro el aroma de Takao. Se sintió pésimo con este, pero no negaba que tomar su olor le había calmado. Sin embargo ante la sensación de querer tocarle se resistió. Esta vez sería quien le diera seguridad a su prometido. O por lo menos eso planeó.

Se liberó de los brazos del omega, huyo de su aroma y siguió caminando hacia el garaje. Tomaría su auto y se refugiaría en el hotel que había separado para todo el equipo.

— ¡Shin-chan!—Le llamó Takao con vos entrecortada. Normalmente tan llena de vida, su voz afectada le calcó— No seas un desconsiderado…no me dejes solo—Finalmente susurró.

Sus palabras detuvieron sus movimientos sin saber qué hacer. Algo era seguro, las acciones de Takao seguían afectándole de manera en que no debía ¿sería culpa?

—Una vez me dejaste por Akashi. No te atrevas  hacerlo ahora… o al menos dime por qué…

Midorima giró su cabeza ambos lados, procurando olfatear si había alguien más cerca.

— ¡No grites!—le reprendió— No quiero más escándalos, Takao. —Pidió con mirada seria.

—No me importa...—El rostro del omega era seguro. A Takao habían tenido que obligarle a comportarse públicamente pues era muy espontaneo. Y en ese momento, Midorima sabía que no iba a lograr calmarlo con solo gritarle o resondrarle. — Me confundes...me dices palabras lindas, aceptas mi refugio y luego…—Takao tomó a Midorima de la camisa, arrugándosela con sus manos— ¿Te gusto al menos?

Era una pregunta de la cual conocía su respuesta pero que no era apropiado decírsela. Con su olfato olió el aroma de betas acercándose, eran parte del equipo técnico. Se acercó rápidamente a Takao y lo jaloneó hacia  su auto

— ¡Hey espera! Yorke va a venir por mí

Takao intentó soltarse de su fuerte agarre, pero el peliverde no le permitió, sino que apretó sus dedos en torno a la muñeca de Takao con más firmeza.

—Fuiste tú quien quería  que le enseñara Sapporo, eso es lo que voy a hacer así que cállate.

El omega  apretó su mano y su corazón se apresuró. Se mordió los labios. No soportaba esa incertidumbre. Debería detener a Midorima, encararlo hasta que le respondiera, resolver sus dudas para poder seguir adelante. Pero a veces simplemente se desea pasar el máximo tiempo posible con la persona que se ama. A veces simplemente se desea el autoengaño.

Takao le gustó en su momento, lo admitió hace mucho. Midorima estaba convencido que  Takao no estaba enamorado de él, de todo lo que él su apellido y su familia eran. Akashi, por  otro lado, conocía cada pequeño aspecto de su carácter, de su familia, de su historia, conocía sus pecados y virtudes.

El alfa subió a su auto después de meter a Takao al lado del copiloto, arrancó y dio toda velocidad que podía. No era su estilo manejar de aquella manera pero en ese momento lo necesitaba. Eran muchas sus preocupaciones, ansiedades y dudas.  Midorima creyó que el omega  tenía razón: nuevamente estaba refugiándose en él para prepararse  a lo que le esperaba al regresar a Tokio. Estaba seguro no sería agradable, no solo porque vería el resultado de sus engaños para Akashi; sino de su egoísmo y cobardía de dejarle a veces el peso del imperio Akashi a su omega. Aun los Akashi tenían otros negocios ilícitos, que lamentablemente él y Akashi debían de respaldar por el momento, soportar, enfrentar.

Llegó al centro de la ciudad. Le tendió unas gafas a Takao las cuales se las puso. Estas  no tenían medida pero  servían para cambiar su rostro. Él se puso lentillas de contacto para perder su imagen y se cubrió el cabello.

—Y pensar que era yo quien tenía que arrastrarte para salir. Y ahora tienes todo esto preparado. —Río Takao divertido por ver al alfa transformarse.

 El omega sintió el peso de la mirada directa de Midorima y se sintió mareado. Sin los lentes pudo notar que la mirada de Midorima había cambiado mucho: era más fría, cínica, algo arrogante. No era totalmente el Shin-chan con el que salió en el pasado. Era muy parecido al Shin-chan que le dejó aquella noche. Nunca entendió exactamente por qué le dejo, pero esa mirada era realmente intimidante.

Desvío la mirada nervioso. ¿Cuánto había cambiado realmente su primer amor? Se peguntó Takao en su mente.

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Pasado

24 de diciembre, la ciudad de Tokio no sufría de nieve aquella noche. Himuro se sentía realmente avergonzado. Mientras caminaba lentamente hacia las puertas principales de la Torre de Tokio sentía su pecho adolorido, e incluso podía sentir la sangre de sus venas ir más rápido. “Soy realmente tan estúpido”

Las personas iban de la mano, unas con otras, parejas y familias, amigos. El debería estar al lado de sus amigos, como la familia que eran, pero estaba ahí caminando silenciosamente, intentando que nadie lo reconozca. ¿En qué pensaba? Era sumamente arriesgado. Aunque después de la presentación especial por Navidad en la NHK,  la mayoría de personas estaban concentradas en la persona con la que compartiría la navidad.

Toda la ciudad parecía bendecida por el brillo de las estrellas: Los arboles podados perfectamente para la ocasión con luces blancas simulando un a nieve brillante, los edificios principales rodeados de cálidas luces plateadas y doradas, los parques con sus múltiples decoraciones de nieve artificial, desde el cielo podría observarse una ciudad iluminada y cubierta de nieve (artificial).

Finalmente llegó. Al lado de la gran Torre de Tokio había un enorme árbol navideño con un Santa Claus con  su trineo repleto de  enormes regalos, todo ello envuelto en luces. Dándole una amiga que hacía sentir a los niños y adultos que pronto aquel icónico personaje despegaría al cielo para llevar alegría todos los rincones del mundo.

Notó a Murasakibara inmediatamente, era inconfundible por su tamaño. Sobre todo porque estaba al lado de los otros niños observando con una mirada brillante el trineo y los regalos. Himuro río por la imagen.

Su risa pronto decayó cuando la preocupación le embargó al ver cómo iba vestido Atsushi.  Himuro Iba muy bien envuelto, pero Murasakibara solo traía una casaca y un gorro con el cual traía cubierto sus cabellos. Pensó que probablemente se enfermaría, pero no parecía estar sufriendo ante el frío puesto que observaba aun embelesado al Santa Claus, quizás preguntándose si en alguno de sus regalos habría dulces.

 Su tamaño era casi como el de un alfa adulto cuando apenas era un adolescente y su comportamiento era como el de un niño. Sintió miedo, quiso alejarse. Debió alejarse. Quizás esa noche de Navidad debió dejar plantado y así ganarse su rencor. Pero en vez de hacer lo correcto, se acercó corriendo elegantemente con una sonrisa en su rostro. Atsushi lo vio y en sus mejillas se instaló un suave color rosado. Quizás era por el frío.

—Pensé que no vendrías, Muro-chin

Su mirada era algo entristecida y seria. Su corazón se sintió intranquilo al imaginarse que por su culpa el menor se enfermara.

—Ahh...eso fue porque quise traerte esto. —Le tendió una pequeña bolsa de papel.

Había preparado galletas navideñas para sus amigos en la mañana para terminar de hornearlas en la noche. Pero al verlas ya hechas, separo unas pocas para Atsushi.

El alfa parecía conmovido. Aquello alegró demasiado a Himuro. Se quedaron observando demasiado tiempo. Hasta que Himuro noto que era peligroso y alguien podría reconocerlos aun vestidos de manera sencilla, con el cabello cubierto y la bufanda.

— ¿Adónde iremos?

—Um… en realidad no lo pensé—Respondió Himuro aun un poco incómodo.

Murasakibara había iniciado a comer sus galletas sin cuidado alguno.  Todo su saco quedó cubierto  con rastros de migajas. Himuro suspiro y se acercó a él para sacudirle las sobras.

—Come con cuidado. —Le regañó aun limpiándole las migajas.

—Ok…—Respondió el más alto con un puchero en sus labios.

—Bueno ya que estamos en la Torre de Tokio ¿Por qué no entramos?—Comentó Himuro.

Las sensaciones que envolvían al alfa  eran tan fuertes que a ratos sentía que si comía se ahogaría.

El omega tomó del brazo al otro. De esa manera se mesclarían más fácilmente. Cuando sus cuerpos estuvieron así de cerca, sus carreras musicales y su diferencia de edad quedaron olvidadas. Todos esos prejuicios carecían de importancia. Todas aquellas inhibiciones se quedaron en la puerta de la Torre. Dentro de la imponente Torre de Tokio eran una pareja más.

Subieron al primer recinto, viendo como sus cuerpo se alejaban de tierra firme gracias al ascensor de paredes transparentes. Todo el ambiente romántico de la Navidad japonesa estaba en esplendor: parejas paseaban del brazo. Ingresando a las muestras fotográficas, así como los espectáculos villancicos que se cantaban en diferentes zonas del Foodtown.

— ¿Te parece que tomemos algo?

Himuro arrastró al otro hacia un café donde vendían chocolate caliente. Himuro sentía frío así que ambos se sentaron. Por supuesto, Murasakibara guardo las galletas que le quedaban para después y pidió muchos de los dulces especiales por navidad que tenían. Mientras Himuro solo pidió un chocolate caliente.

—Ustedes son…

La muchacha beta los había reconocido. Sintió temor.

—Pues sí mi dulce niña...podrías guardarnos el secreto

El encanto de Himuro funcionaba muy bien en los betas así que era una suerte. La chica asintió entusiasmada de ser parte de ello. Era muy joven y seguramente trabajaba en navidad por necesidad, así que Himuro le dio un autógrafo rápidamente en el cuadernito que ella tenía para apuntar pedidos

—Atsushi...dale un autógrafo también.

El peli morado no tenía interés, pero no quería verse importunado, así que firmo al lado de la firma de Himuro.

La muchacha les tomo los pedidos. Y muy rápidamente se los trajo. De rato en rato ellas los veía.

—Nos está viendo—murmuró Atsushi mientras devoraba un pedazo de pastel. No me agrada. —Sentenció con una mueca.

—Vamos, para ella eres un ídolo. No tienes que ser duro con tus fans. —Le corrigió el omega con aquella sedosa voz que siempre calmaba al otro.

—No me importan los fans—refunfuño ya menos fastidiados gracias a que tenía al pelinegro a su lado.

Himuro ladeo la cabeza.

— ¿Por qué cantas y actúas entonces?—Preguntó con curiosidad.

—Por Aka-chin.

La rapidez de su respuesta removió muchos sentimientos desagradables dentro de Himuro. Sintió fastidio, y su odio por Akashi creció rápidamente. La familia Akashi era de su temer pero también de su desprecio. El joven omega heredero no era  especial desagrado, pero  oír esas palabras su desagrado creció.

—No...—Murasakibara no era demasiado preceptivo, pero pudo sentir el desagrado del otro; por lo cual sintió que debía de corregir cualquier malentendido.

—Está bien, Atsushi, Akashi-san es de tu edad. Y a pesar de estar comprometido, tú también provienes de una buena familia...seguramente...

Aunque su corazón se sentía pesado, Himuro siguió argumentando, intentando auto convencerse aquello.

— ¡No!

Algunos de los clientes voltearon hacia la pareja que ellos conformaban. La voz del alfa se había escuchado y los otros alfas presentes se pusieron a la defensiva.

—Cálmate—susurró Himuro—realmente no hay ningún problema…

—Es solo que Muro-chin habla y habla y no me deja explicarle. —Respondió fuerte.

—Está bien…hazlo. —Le concedió deseando que acabaran con su malestar.

Su puño se cerró. Himuro se sorprendía de que su lobo interno estuviese tan despierto.

—Aka-chin ama a Mido-chin, todo el grupo lo sabe. Y Aka-chin a cuidado de mi desde hace tiempo. Es solo eso.

— ¿Cuidado de ti?

Murasakibara se apresuró a terminar de comer.

—Sí. Mis padres le dieron de deber a Akashi hacerlo. Más bien de intentar convencerme de heredar el clan. Pero no quiero y no  voy a hacer.

—Ahh entiendo

El lobo dentro de Himuro volvió a relajarse

—Pero no tienes que seguir lo que te digan... ¿pero qué es lo quieres hacer por ti mismo?

Era la primera vez que Atsushi escuchaba que le preguntaran por sus propios intereses. Sonrió suavemente y siguió comiendo más tranquilamente. Muro-chin era extraño, a veces repetía muchas reglas, pero en ese momento se oyó comprensivo. Era igual a lo que le hacía sentir: paz e intranquilidad. Ahora sentía paz a su lado.

—Aún no se. Pero tampoco tiene que ver con el básquet o el mundo del espectáculo.

—Vaya... interesante. Sabes. Un tiempo pensé en dedicarme al básquet.

Aquello no sabía Murasakibara por lo que captó su atención por completo.

—Pues sí. Pero encontré a Masaaki y decidí arriesgarme a dejarlo todo y seguir con la música. Hubo muchos problemas, pero sé que es lo que realmente me gusta.

Murasakibara lo sabía pues le encantaba su dulce y sedosa voz. Esa forma en la que hacía a todos temblar con su voz quebrándose por una canción angustiante. La forma de sus elegantes movimientos tan sugerentes al mismo tiempo.

—Me gusta como cantas.

Himuro rio, levemente sonrojado por el cumplido.

—Pensé que odiabas todo lo relacionado al espectáculo

—Lo odio. Pero me gusta como cantas.

—Ahh...gracias...—Respondió un poco acalorado.

El alfa tenía esa voz infantil nuevamente mientras comía su flan de frutas. Su mirada estaba iluminada con esa luz cándida de niño.

—Pienso que la pastelería no se te da mal. —Comentó el omega  luego de pensarlo tranquilamente.

— ¿Eso crees?—Murasakibara sintió verdadera curiosidad al respecto. La pastelería le había gustado aunque sabía que a su madre no le haría gracia.

— ¿No te gusto?

—Sí, lo hizo.

—Quizás deberías de practicar nuevamente. —La mirada de Himuro transmitía apoyo incondicional, uno que ni el mismo omega se daba cuenta.

— ¡¿Me enseñarás más verdad?!

Suspiró. No iba a poder separarse de Atsushi, pero quizás podría simplemente mantener una relación de sempai-kohai o de hermano mayor a menor. Quizás solo se estaba auto engañando.

—Sí, te ayudare. Puedo acompañarte preguntar por cursos de cocina si lo deseas.

Sus ojos enormes y morados se iluminaron aún más. Dándole felicidad a Himuro. ¿Cómo uno podía ser feliz con solo ver feliz al otro? Quizás ese es el significado del amor, pero aún no era del conocimiento de ninguno.

—Pero primero quiero que tú me sigas enseñando. —Pidió el alfa con aquella mirada manipuladora que surtía efecto inmediato en el omega.

—Muy bien, así será.

Por fin habían finalizado de comer.

Después de pagar, se dirigieron a observar los villancicos que se cantaban en el dai hall del Foodtown. En un acto casi natural, mientras observaban callados el espectáculo,  pero que consumió los nervios de ambos, sus manos se juntaron: primeramente se rozaron, luego se acariciaron, tantearon los dedos del otro y luego terminaron por unirse. Ninguno comentó nada, pero a  partir de ahí no separaron sus manos.

Ya eran cerca de las doce. Para Murasakibara era el primer año que no pasaba en su casa en Akita. Su clan tenía una casa en Tokio también, pero la mayoría de sus negocios estaban en Kioto y Akita. Para estas fechas, la mayoría de su familia se mudaba para esa región pues les gustaba la nieve. Sin embargo, él se encontraba en Tokio por Akashi. No extrañaba a su familia, realmente era un alivio no tener que soportar sus intentos por que aceptara comprometerse y se volviera el líder del clan. Estar ahí tomado de la mano con Muro-chin era mucho más agradable.

La mano de Himuro era más pequeña que la suya, pero sin duda era también mucho más delicada y suave. Después de todo, hasta a hace poco él jugaba básquet; mientras, Muro-chin llevaba años cuidando todo en él por ser cantante. Le agradaba, le traía paz. Sintió que su piel se erizaba. Se encontraban en la parte más alta permitida de la Torre de Tokio, era el mejor lugar para tener una visión de 360 grados de Tokio. Y en Navidad era mucho más hermoso con todos es juegos de luces dispuestos en toda la ciudad.

Pensó que Himuro tendría frío  a pesar de lo abrigado que parecía estar; así que lentamente se puso detrás de él y le abrazo, envolviéndolo así con su saco y sus propios brazos.

— ¿Atsushi?

—Parecías tener frío

Pensó que intentaría alejarlo; pero fue todo lo contrario, el omega se encogió para encajar perfectamente en el arco que su cuerpo dibujaba sobre Himuro.

Lo sintieron natural y evidente. Como si toda la vida hubieran esperado para ello. La forma de encajar de sus cuerpos para darse calor mutuo les trajo satisfacción.

Al llegar a las doce, los fuegos en el cielo estallaron dándoles aún más una encantadora lluvia de colores  que parecían estrellas estallando. Aquel espectáculo más toda la torre de Tokio de un espectacular blanco parecía más allá de lo real.

—Es hermoso—susurró Himuro.

Giró su cabeza hacia Atsushi. Ambos ya se encontraban cálidos por el contacto físico. La punta de la nariz de Murasakibara estaba roja debido a muchas razones. Como sea, Himuro simplemente no pudo aguantar: Se acercó y le dio un pequeño beso en su nariz para luego bajar en pequeños besos hasta su boca. Unió sus labios y empezó a moverlos. Murasakibara le acarició suavemente el vientre. Aquello le hizo entreabrir los labios, por lo cual el alfa ingresó su lengua, tanteando el lugar, dejándose llevar por el dulzón de su boca.

Se separaron suavemente pero sus narices seguían en contacto.

—Muro-chin huele canela pero sabe a chocolate.

Himuro solo pudo sonreír. Se dio la vuelta por completo. Puso sus brazos en los hombros de Murasakibara, haciendo que el cuerpo del otro le aprese contra la baranda por donde podía ver la ciudad. Cuando Murasakibara nuevamente toco su labio con el propio iniciaron otro beso lento, inocente pero que contenía una pasión que cada más se hacía más grande. Las manos curiosas como las de un niño, iniciaron a acariciarle, a asegurarse de cómo eran las formas de Muro-chin.

Para Murasakibara el besar y tomar a un omega era totalmente nuevo. No tenía ninguna experticia. Su libido siempre había sido muy bajo. A diferencia de los felinos y los canidos, los osos maduraban más lentamente y más tardíamente. De hecho a la edad de Murasakibara, su madre y padre  ni se habían besado.

Pero mientras, Himuro le dejaba oír pequeños sonidos agudos salidos de su boca, el alfa dentro de Murasakibara le enviaba ideas, imágenes mentales, curiosidades que como buen niño quería saciar. Así que comenzó a ir un poco más rápido en el beso, tomo entre sus labios el labio inferior de Himuro y lo haló suavemente, mientras su mano tomaban con firmeza  Himuro de las caderas. Le gustaba la forma de su cuerpo.

Himuro abrió los ojos. Se encontraba tan agitado ¿Cómo podía permitir que Murasakibara le use para experimentar? Porque estaba seguro que solo era eso, pero el calor en su cuerpo no se detuvo. Sin embargo, observó que el personal de seguridad ya iba a detenerlos por exhibicionistas. Habían estado distraídos por los juegos artificiales. Lo que menos quería era un escándalo. Separo a Murasakibara.

—Atsushi, es suficiente.

Murasakibara comenzó a presionarle desde sus caderas, pero logro mantener la distancia, anteponiendo sus manos.

—No, Atsushi. Van a detenernos si sigues ¿No quieres eso verdad?

El alfa comenzó a aflojar su agarre sobre Himuro, muy contrariado pues quería seguir aprendiendo de estas nuevas sensaciones tan placenteras mejores incluso que  comer.

Después de bajar de la Torre de Tokio  vagabundearon sin sentido por las calles. Todo el mundo celebraba por lo que no era peligroso. Sin embargo sabían que su salida había finalizado. Himuro llamó a un servicio de taxi seguro. Este aseguraba siempre discreción y hasta ahora no le había fallado. Llevó a Murasakibara hasta la mansión de Akashi. El alfa solo pasaba su brazo rodeándole, transmitiéndole calidez mientras seguía comiendo las galletas que Himuro le había  obsequiado.

—Fue un lindo paseo.

Antes de bajarse Murasakibara le robo un beso rápido en sus labios. Himuro le detuvo antes de marcharse y le dio un beso en la frente, la mejilla y luego en los labios. Felizmente no había nadie alrededor. Himuro se subió al taxi nuevamente y se dejó caer. Le dio la dirección de su hogar y el taxi marcho. Cuando aquello sucedió, finalmente toda la verdad de lo que ese día había hecho le cayó encima ¡prácticamente había seducido a un niño!

Ya en casa, solo se encontraba su amigo omega, Masaaki. No estaba feliz al verle. Por supuesto, si fue el primero que le advirtió que debería alejarse de aquel niño. Antes de marcharse a su propia habitación rodó los ojos y le dijo un simple “Solo te estas poniendo en peligro y lo sabes.  Es un niño por kami-sama. Puedes tener a cualquier alfa adulto de Japón”

Cuando Murasakibara arribó a los enormes jardines de la mansión Akashi de Tokio, el heredero ya lo esperaba junto a su prometido en las puertas de la mansión. Kise, Momoi y Kuroko estaban a unos paso detrás.

—Atsushi ¿Dónde estabas?

Sus ojos rojos buscaban la verdad dentro de su ser. Akashi, muchas veces realmente parecía que podía leer la mente y que por tanto una mentira no era una solución de escape. Sin embargo, Murasakibara dijo una verdad a medias.

—Fui por los dulces de Navidad. Me aburría aquí. Tú tienes a Mido-chin. Kuro-chin, Kise-chin y Momo-chin tienen a Mine-chin.

—Murasakibaracci, nos dejaste plantados por dulces. No sé cómo debería sentirme al respeto—dijo el rubio del grupo en broma

Akashi no respondió nada, seguía examinándolo con sus alargados ojos, con su mirada de rubí. Midorima simplemente permanecía impasible a su lado. Casi podía ver cómo sería su vida de casados y con sus hijos ante su forma de actuar. Mido-chin solo estará ahí para darle respaldo a Akashi.

— ¿Dónde está Mine-chin?—preguntó solo porque no le vio entre el grupo y porque quería escapar del escrutinio al que le sometía el pelirrojo. Podía ser un omega pero tenía una mirada que te empequeñecía.

—Ah… él se marchó...supongo que también se le pego el mismo bichito inquieto que tú, Muraskibaracchi

De nuevo aquella sonrisa triste del rubio. No entendía cómo es que Kuroko y Kise aún permanecían al lado de Aomine. Sus rostros solo expresaban tristeza, incluso el de Kuroko que sabía esconder muy bien sus sentimientos. Al verlos de aquella manera sintió mucha ira. El grupo estaba resquebrajándose, era solo Akashi quien intentaba mantenerlo unido a la fuerza.

Sin pedir disculpas o permiso camino hacia la mansión Y se internó en ella siendo recibido por los empleados. Se sentía fastidiado, mucho. No quería ver el rostro triste  de sus amigos omegas ni la de escrutinio de Akashi.

—Atsushi, vamos a  hablarlo al respecto ¿lo comprendes verdad?

Estaba totalmente seguro que Akashi sabía muy bien que había salido con Himuro. Pero Murasakibara aún era inmaduro, él solo quería permanecer más tiempo al lado de Himuro, sin prevenir nada del futuro.

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Pasado Teiko

—Bien, chicos, se ha escogido a Ryota como el futuro antagonista de Kuroko en la serie. Es decir será quien rivalice el amor de Aomine.

Todos quedaron sorprendidos. Kuroko y Kise se observaron sorprendidos sin saber que decirse o si incluso deberían decir algo.

 

Notas finales:

Hola de nuevo. Pues sí mis queridos lectores, finalmente el pasado avanza y se encamina a encontrarse con sus inevitables destinos. Tetsu se convierte en el protagonista de la serie mientras Kise fue escogido como antagonista, pro así decirlo. 

Me gusto escribir las escena tierna entre Akashi y Kuroko, son mis amores ambos. Creo que ahre un fanfic de ellos en el futro, ya me pique al respecto. okoko volviendo a la historia. las primeras peleas de Kise, bueno al del porno no fue realmente seriasolo un pequeño golpe, me imagino que seas el chico mas deseado del país y que tu novio se orgasmee con otros no debe ser algo lindo a tu autoestima y orgullo. Pero asi es Aomine. 

Sin embargo aquí se marca un ante y después, de peleas poco improtantes a peleas que seran realmente serias. Por otro lado en el presente. Kise ha sido llevado al extremo de sentirse necesitado de su alfa. Ahora porque llaman su alfa a Aomine y Kuroko creo qeu queda más o menos claro..? o bueno ya quedará claro. 

Midotaka vs midoaka esta llegando  a su climax... uhuhuhu. Tengan cuidaod siempre en notar que es pasado y que es presente. recuerden que esas salidas entre Midorima y takao del pasado finalmente no terminaron por unirlos fisicamente peor sin condiciando sus sentimientos. Y como buen alfa, Midorima esta atento a Akashi y Furi, pero aun nose entera que ya le "engañaron" 

Murasaki y Himuro son demasiado adorables! adoro escribir de ellos.. peor como se rompió algo tan precioso??

Por cierto ya sacaron sus conclusiones de Akashi family y Himuro???

Bueno, espero me dejen sus comentarios que siempre me alientan y para saber que tal les apreció este nuevo capitulo. Haber espero actualizar en dos semans, si queiren estar atentos a cada detalle de proxima actualización entre otras cosas visiten mi pagina de face y denele like..?? ( oko sueno a youtuberXD)


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