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Sequía por Dark_Gaara

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Notas del capitulo:

¡Hola~! Volví, en forma de fichas!! Nope, en forma de capítulo ^_^ Cómo se habrán dado cuenta (o no) hace muchísimo que no actualziaba este fic. ¿Me había olvidado de él? ¡Nunca! Pero no tuve tiempo para nada. Este fic y otro (de otro fandom) me han estado dando vueltas hace rato pero es difícil combinar tiempo+inspiración. Aún así, lo logré :D 
 Estuve revisando el fic, para ver qué había narrado y que no, y me di cuenta que los primeros caps son cortísimos xD! Pesé en juntarnos en uno solo, pero no sé que pasaría con los reivews, no quiero perderlos uwu Aún así, los haré más largos n.n También me percaté de que quizás la historia avance lento, pero mi manera de narrar es así. Sinceramente este fic recién empieza, aún no han pasado la mayoría de las cosas que planeo, asíque va para largo (?) Pero me gusta centrarme en cada personaje, en lo que siente, en cómo vive cada situación. Me gustaría saber si molesta mucho o les gusta el ritmo n.n Obvio que pido disculpas por el retraso. Quizás ya nadie lea esto  Sin más, el capítulo~!

 Ningún bufón había logrado arrancarle una carcajada a Rin. Tanto los antiguos consejeros como Nitori habían tratado de hacer sonreír al pelirrojo. Que se relajase, que riese un rato, que liberase tensiones acumuladas por el stress de gobernar. Pero todos los intentos eran un fracaso: Rin acababa sosteniendo su cabeza con su brazo, bostezando con aburrimiento y molestia.

Por eso, nadie hubiese creído que largaría una carcajada tan sólo ante una expresión facial. Claro que no era de cualquier persona, sino de la persona más inexpresiva de Iwatobi.

-Deja de bromear.-Haru casi escupió las palabras, con el rostro rojo de la vergüenza.

La risa de Rin sólo lo incitaba a ruborizarse más, creyendo que era una broma de muy mal gusto en la cual había caído sin dudar. Le pasaba por confiar en cada palabra del pelirrojo. Aún enojado como  estaba, no podía despegar la mirada de Rin. Su reencuentro había sido desastroso; Rin se mostraba nervioso, angustiado y molesto. Pero ahora reía, mostrando esos dientes afilados que tanto fascinaban a Haru. Reía como cuando Nagisa hacia una payasa, o Makoto tropezaba, o mientras contaba una anécdota divertida. Como cuando eran niños, y no les preocupaba nada más que reír juntos. Haru no comprendía bien qué ocurría, mas no podía evitar alegrarse al ver que, a pesar de todo, Rin aún era capaz de reír de esa manera. Sonrió levemente, contrariado.

-Debiste ver tu cara.-logró articular Rin, mientras se calmaba, aún con la sonrisa burlona en su rostro. Haru amaba y detestaba esa sonrisa de burla.

-¿Y qué cara quieres que ponga si dices semejante…cosa?-respondió aún sonrojado.

 Rin lo miró. Haru se veía tan adorable cuando se sonrojaba de esa manera…Era difícil lograr que el ojiazul demostrase sus emociones tan abiertamente. Y ahí estaba, con esa expresión de sorpresa, vergüenza y molestia a la vez. Tan transparente, como antes. Cuando eran pequeños, había desarrollado una especie de habilidad para leer el inexpresivo rostro de su amigo. Eso siempre lo había hecho sentir especial. Porque no se trataba de una disciplina que le enseñasen en el palacio, sino que era algo propio de él. De él y Haru.

 Haru también lo miraba intensamente. Aún no podía creer que Rin estaba allí, a su lado. Incluso riendo. Ese mismo Rin que había estado esperando durante tantos años. Aquel por quien había llorado, maldecido, pero por quien jamás se había resignado. Rin no habría regresado a sus brazos, sin embargo, él había logrado llegar hasta él. Y allí estaban, sentados a unos pocos centímetros de distancia. No podía desperdiciar ese momento.

 Entre los dos comenzó a generarse una atmósfera cálida y extraña, con un dejo triste. Ambos se miraban. Rin ya no reía, y Haru había recuperado su usual compostura. Estaban a sólo unos centímetros de distancia, cuando, hasta hace poco, parecían vivir en planetas diferentes. Bajo el mismo techo, en el mismo cuarto. Casi parecía que no había pasado tanto tiempo, como si siguieran siendo esos dos niños sentados que charlaban de la vida, y compartían silencios cómodos e íntimos.

-Rin…-murmuró Haru suavemente, con ese tono extasiado que sólo el pelirrojo podía sacarle.

-Haru…-respondió Rin, fiel a como ocurría siempre  cuando Haru lo llamaba de esa manera, como si quisiera asegurarse de que aún estaba allí, de que estaban juntos.

Pero no lo estaban.

Rin se percató de lo que estaba ocurriendo apenas hubo mencionado el nombre de su amigo con este tono tan profundo que sólo usaba con él. Los ojos de Haru. Esas dos lagunas que lo atrapaban, lo arremolinaban, lo confundían, lo acunaban. Si miraba demasiado esos ojos sabía que no podría regresar. Y él no podía permitirse eso, no ahora, que había llegado hasta allí. Cerró los ojos con fuerza, gesto que no le pasó desapercibido al ojiazul. Luego, se paró con brusquedad, destrozando esa atmósfera tranquila e íntima que se había formado entre ambos, cortándola de un espadazo, sin preocuparse por hacia donde volarían los pedazos. Se acomodó la ropa, porque debía hacer algún gesto, no podía quedarse quieto. Comenzó a caminar por la habitación.

-Es cierto lo que te dije antes.-y no pensaba repetirlo, por vergüenza.- Realmente tuve que darte ese título. Era la única manera de mantenerte aquí.

-¿Queires que me quede?-preguntó Haru con curiosidad,  casi con inocencia.

-No estoy jugando, Haru.-respondió con sequedad Rin.-Ya te dije que no somos niños. Con mantenerte aquí me refiero a que no seas trasladado a una mazmorra. O algo peor.-el corazón de Haru dio un vuelco. ¿Había algo peor que una cárcel subterránea, sin luz solar, sin contacto humano, con apenas la comida y bebida suficientes para no morir de inanición? Al parecer, sí.- ¿En serio eres tan idiota como para no entender la complicada situación en la que te encuentras?

 Haru miró a Rin en silencio. Rin volvía a ser ese príncipe irritado y nervioso que había conocido en el palacio. El niño de sonrisa grande y ojos tiernos había desaparecido. Quizás era hora de lidiar con eso, aunque sea un poco. El ojiazul se levantó sigilosamente y se acercó a la ventana. Volvió a mirar el jardín secreto, la fuente. Allí donde lo habían capturado. Sentía la mirada impaciente de Rin sobre él. Por fin se volteó a enfrentarlo.

-Es una vista curiosa.-comentó casi con desinterés- Me demuestra que nunca podré salir de aquí, ¿no es cierto?

 Rin bufó. Haru lo exasperaba. De a momentos parecía un inocente infante, y de a momentos un adolescente apático. Ninguna de las dos era suficiente si quería sobrevivir allí.

-¿Me estás oyendo? ¡Agradece si puedes no salir de aquí, quedarte en esta habitación! ¡No sabes cuánto me está costando…!

-No quiero irme de aquí.-lo interrumpió Haru suavemente, mirando el suelo.

 Rin se quedó congelado ante esa confesión. Y ante la mirada de su amigo. La conocía a la perfección. Era la mirada que ponía cuando había estado pensando mucho sobre algo, y  por fin se había decidido. No era una pregunta o un pedido, era una afirmación. Y cuando Haru decidía algo, nadie podía detenerlo.

-Me alegro.-y Haru no supo si hablaba en serio o se estaba burlando. Rin suspiró, calmándose un poco.-Eres un criminal ahora, Haru. Convertirte en…mi amante, por así decirlo, era la única manera de que pudieras quedarte en este cuarto. Tuve que convencer al Consejo de que me permitiera tomarte aún si estás acusado de crímenes bastante graves.

-Gracias…-murmuró Haru, sin saber muy bien qué decir.

-Sería mucho más fácil-continuó Rin como si no lo hubiese escuchado-si me dijeras quiénes fueron tus compañeros en la absurda misión.

 Los ojos de Haru se abrieron como platos. ¿¡Otra vez con eso?!

-Me estás pidiendo que delate…

-Te lo estoy exigiendo.-lo interrumpió Rin con firmeza. Su cuerpo ya no estaba relajado, sino tenso. Colocó ambas manos en sus caderas, en un gesto de autoridad.- Vas a tener que darme nombres. Y ubicaciones, mejor aún. Infiltrarse en el palacio, en el jardín secreto, no es un crimen que pueda quedar impune, ¿entiendes?

 Haru contuvo el aliento.

-¿Quieres un chivo expiatorio?-las palabras le salieron entrecortadas, tratando de procesar lo que Rin estaba queriendo decirle.

-No esty diciend que mientas.-comentó como quitándole interés al asunto.- Sólo di la verdad. No viniste solo aquí. Pero eres el único atrapado. En cambio, si tuviésemos a alguien más, alguien a quien echarle la culpa encima…

-¡Rin! ¿En serio quieres que yo….?

-Sí Haru, sí. ¡¿No lo entiendes?! Es para….protegerte. Para que no cargues todo tú. Si hay otra persona, otro nombre, otro capturado…

 Haru abrió la boca para responder, pero las palabras no salieron de su boca. Toda esta parafernalia de protegerlo, de hacerlo su amante, de que no vaya a la mazmorra o “algo peor”, todo ello…para que dijese los nombres de sus compañeros en la infiltración. Veía esa sombra en los ojos de Rin. No sabía dónde terminaban los verdaderos deseos de Rin de protegerlo y donde comenzaba la necesidad de un príncipe de castigar criminales. Y no le interesaba descubrir ese límite en ese momento. No, porque lo que Rin le pedía, le exigía, era inaceptable.

-Vete.-murmuró.

-¿Qué?-respondió Rin, entre sorprendido y molesto.

 Haru se paró firmemente. Caminó los pocos pasos que lo separaban de Rin, quedando sólo a unos centímetros. No, no buscaría al antiguo Rin. Sólo lo miró a los ojos, para demostrar que no tenía miedo.

-Vete.-repitió, lento esta vez, pronunciando cada letra con lentitud, para que no se malinterpretase.

-¿¡Me estás echando!?-rugió Rin como un animal herido. Pues su orgullo y su corazón, ciertamente, lo estaban.- ¡Estás en mi palacio! ¡Soy tu príncipe! ¿¡Y osas echarm…!?

-¿¡Osas pedirme que traicione a mis compañeros!? ¿¡A mis amigos!?-lo interrumpió Haru. Rin se contuvo. Nunca había visto a su amigo así de molesto.-No soy como tú.-dijo tranquilamente, para luego alejarse.

 Rin se quedó parado, mirando como su amigo se alejaba lentamente de él. Esas últimas palabras habían calado hondo en él. Ese reproche que no quería oír, porque sabía que era válido. Sin embargo, válido o no, no podía pensar en ello. Era del pasado, de lo inútil. Con un respiro, recuperó la compostura. Sonrió mostrando todos sus afilados dientes. Una sonrisa maliciosa y perversa. Haru se estremeció cuando la vio: por un momento, realmente creyó que Rin era ese príncipe que estaba dejando morir de sed a su pueblo.

-Amigos, ¿eh? Gracias, Haru. Eso me confirma que Makoto y Nagisa te han acompañado en esta contienda.

 Sin darle tiempo a responder se dio vuelta, dispuesto a irse.

-¡Espera!

 Rin sonrió triunfalmente. Pero siguió caminando hacia la puerta.

-No puedes capturarlos. No tienes pruebas. Sólo mis palabras.-se apresuró a decir Haru, consternado.

-No te preocupes por eso. Ellos confirmarán tus palabras, una vez que los haya traído aquí.-dijo tranquilamente. Tomó el pomo de la puerta, y antes de irse, agregó-Come. No traigas más problemas.

 El corazón de Haru dio un vuelco cuando la puerta se cerró. Oyó que la trababan desde afuera. Estaba encerrado, otra vez. Y había perdido una batalla contra Rin.

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Sintió que su corazón se detenía al oír ese sonido. Un sonido que había esperado y anhelado por tanto tiempo y que llegaba así, de la nada, sin aviso. Sin que fuera por él.

 La risa de Rin era audible, al menos para Nitori, quien tenía la oreja apoyada en la puerta de la habitación azul. No podía vencer la curiosidad y desconfianza que le generaban ese nuevo chico bajo el techo del palacio, aquel que parecía conocer una parte de Rin profunda y misteriosa. Tenía que saber más de esos dos. Así que había decidido intentar oír su conversación. Había esperado unos cuantos minutos luego de que Rin ingresase. Aú no podía creer que realmente iba a visitar al prisionero. ¡Incluso con una bandeja de comida! ¡El príncipe, llevando el alimento aun prisionero! ¿Eso no era tarea de los guardias? ¡O de cualquiera, menos del príncipe! Recordó cómo se había puesto Rin cuando le contó que los guardias andaban hablando de ese pueblerino. Se había enfurecido. ¿Por qué? ¿Por qué nadie podía hablar de él? Las preguntas eran muchas, y cada vez más. Si tan sólo pudiera oír algo que le diese una pista sobre la identidad de ese chico, o sobre su relación con Ri…

 Entonces oyó la risa. Primero le costó creerlo. Pero en esa carcajada podía distinguir la voz e Rin. No era el prisionero quien se reía, era el príncipe. Ese chico siempre irritado o angustiado, que rara vez sonreía, y, si lo hacía, era con más maldad que felicidad. Durante mucho tiempo Nitori había estado tratando de hacer reír a Rin, le había llevado los mejores cómicos del reino, incluso, de otros. Sin embargo Rin parecía aburrirse, o no prestar atención al espectáculo. Como si su mente estuviera en otro lado.

 Se alejó de la puerta rápidamente, cuidando de no hacer ruido. No quería ser descubierto. Pero no soportaba estar allí ni un segundo más. No podía oír esa risa tan preciada sabiendo que Rin no reía con él. Ese prisionero recién llegaba, y ya le había ganado mucho más terreno del que quería admitir. Necesitaba alejarse y pensar qué haría.

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Haru miró a través de la ventana. Era de noche. No podía ver mucho el cielo desde allí, pero sabía que el cielo estaba cubierto de estrellas. Lo sabía porque siempre había mirado el cielo de noche mientras viajaba. Lo hacía sentirse en casa. Y, aunque justamente había viajado para alearse de allí, a veces necesitaba sentir que aún tenía un lugar al cual regresar. Quizás Rin no lo recibiese, pero sí estarían  Makoto, Nagisa y Rei. Y eso bastante para que durmiese tranquilo, aún si estaba a kilómetros de sus amigos. Porque sabía que siempre lo esperarían, no importaba el tiempo o la distancia.

 Ahora, aun estando en la misma ciudad, sentía que as cosas habían cambiado. Aún eran un equipo, porque siempre lo serían. Sabía que sus amigos debían estar preocupados por ´él. Y eso le partía el alma. Está bien, habían cordado que si uno caía los demás escaparían, y habían cumplido esa parte del trato. Todavía le costaba un poco creerlo, pero se alegraba. Era lo que él quería. Sin embargo, sabía que ese acuerdo sólo contaba para el momento de infiltrarse. Ahora que ya había pasado, seguramente ellos estarían buscando una manera de rescatarlo.

No quiero irme de aquí”

Haru lo había dicho en serio. Esas palabras habían salido de su corazón con honestidad, en una mezcla de un sentimiento largamente estudiado y , a la vez, descubierto de golpe. No podía culparse. Pero tampoco podía sentirse bien con ello. Allí afuera sus amigos estaban planeando buscarlo, y él le había dicho eso a Rin. No era justo. Sin embargo, así eran las cosas. Había estado años esperando estar en una situación así, tan cerca de Rin como para obtener respuestas. Admitía, sin embargo, que jamás se le había ocurrido que tardaría tanto en hacerlo. Había pensado que tan sólo con estar junto al pelirrojo las cosas se aclararían. Pero el Rin que podía arle respuestas estaba mucho más profundo de lo que Haru había calculado. Así que ahora debería quedarse allí s quería respuestas. Y vaya que las quería. Las quería más que nada en el mundo. No podía dar marchar atrás ahora. Si tan sólo pudiera darle su mensaje a las estrellas, y que sus amigos supiesen que estaba bien, que estaba donde necesitaba estar…

El cansancio lo venció. No dormía bien desde hacía mucho. Miró la bandeja vacía. Había accedido al pedido de Rin y había comido. Era la cena, por lo que el príncipe no volvería, mínimamente, hasta el día siguiente. Y él debía pensar muchas cosas antes, pero no podía hacerlo con el cuerpo, la mente y el espíritu tan agotados como los tenía en aquel momento. Miró la lujosa cama, y se le antojó tentadora. Se acostó, y dejó que esa almohada lujosa acunase sus miserias.

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Miró hacia el cielo. Hacía rato que había anochecido. Un puñado de estrellas brillaba y bailaban sobre el terciopelo negro que cubría todo el reino. Los ojos verdes trataron de buscarlo consuelo en ese brillo, pero no lo hallaron. Era la primera vez que le ocurría. Generalmente, al mirar el cielo nocturno las inquietudes de su corazón se calmaban, al menos un poco. Porque sabía que, en algún lugar, un par de ojos azules también miraban ese cielo, esas estrellas. Y sentía que de alguna manera, al mirar ambos el mismo cielo, estaban juntos. Así se lo habían prometido aquel día.

-¿Estás realmente seguro de esto, Haru?

 El mencionado no respondió. Estaba terminando sus pequeños preparativos. Aunque percibió la preocupación en la voz de su amigo, prefirió ignorarlo. Como siempre hacía cuando no sabía que responder. Pero Makoto era insistente.

-No creo que sea una buena idea.-continuó.

-Makoto.-y Haru usó ese tono de voz suave pero que no admitía réplicas.-Ya lo hemos decidid entre todos.

-Somos tus amigos, Haru. Sabes que puedes decir que no, aún hoy, y todo estará bien.-Makkoto esbozó una sonrisa que intentó ser conciliadora.- Todo estará bien.

-No puedo fallarles.-rebatió Haru.-Yo mismo elegí que esto sería lo que haría. Cada uno hará su parte. Yo tengo que cumplir con la mía.

-No nos fallarías. Podríamos buscarte otra misión. Algo aquí, en el pueblo…

-Ya está decidido.-dijo con seguridad.

-Esto no es por nosotros, ¿verdad, Haru?-dijo con un ligero reproche en la voz, aunque lo que más podía percibirse en ella era tristeza. Makoto suspiró con resignación.-No me mientas.-mirándolo a los ojos, agregó.-Realmente quieres irte de aquí, ¿no?

 Haru se detuvo. Dejó lo que estaba haciendo y se paró. Pero no se atrevía a voltear y ver a Makoto. Porque sabía que lo hallaría en esos ojos verdes harían que dudase de su decisión. Y él ya había decidido marcharse. No quería dar vuelta atrás.

-Lo que quieres es alejarte.-continuó su amigo, tranquilo, pero dolido.- Quieres alejarte del pueblo. Pero sobretodo….-Makoto hizo una pausa. Sabía que lo que iba a decir desataría una tormenta.- Es por Rin, ¿cierto?

Haru se quedó en silencio

-Quieres alejarte de Rin. No soportas lo que pasó. Respóndeme, Haru…

Al fin el ojiazul volteó. Makoto lo miró a los ojos. En las lagunas azules había angustia, y una cierta culpa. Sin embargo, también había decisión. Makoto había aprendido a leer esos ojos hacia demasiado tiempo, porque sabía que le dirían todo lo que Haru no verbalizaba.

-Así que tengo razón…-dijo con tristeza.

-Makoto…-Haru al fin se dignó  a hablar. Miraba a su amigo a los ojos, aunque le costaba sostenerle la mirada. Odiaba tanto lastimar a su mejor amigo.-Ya lo hemos…-eligió corregirse.- Ya lo he decidido. Es lo mejor. Para todos. Para mí…

-Para mí no es lo mejor.-y se cruzó de brazos.-¡Es peligroso, Haru! No sabemos qué hay fuera de los límites del reino. Hay tantas cosas que podrían sucederte….¡No voy a permitir…!

-Makoto, por favor.-el tono de Haru fue de súplica.-Estabas de acuerdo cuando lo decidimos.

-No es lo mismo. Estaban Nagisa y Rei, y ellos no se opusieron. Además…no pensé que realmente lo harías.-Makoto se removió, inquieto.

Haru se marcharía al otro día, en tan sólo unas horas. Había pensado que quizás había sido un momento de locura cuando dijo esa propuesta. Pero no lo era, ahora era claro. Haru realmente iba a irse.

-¿En serio creíste que no me iría?-preguntó con incredulidad.

-No. No pensé que estuvieras tan…herido.-Makoto sabía que se metía en un terreno delicado, pero no aguantaba más.-¡Por dios, Haru!-lo tomó del brazo, desesperado.-¡¿Te irás del reino para alejarte de Rin!? ¡¿Dejarás todo y te enfrentarás a peligros desconocidos sólo por lo que él hizo!? ¡¿Hasta dónde eres capaz de llegar por él?! ¡¿Qué eres capaz de hacer por Rin!?

 Haru tenía los ojos muy abiertos. Jamás había visto a su amigo de esa manera. Makoto usualmente era tranquilo, conciliador, y amable. Ahora estaba lastimando su brazo. Sus ojos chispeaban, y gritaba. Estaba desesperado, asustado y angustiado. Haru lo sabía. Pero no podía hacer nada por él. Era egoísta, y lo sabía. Pero a sí eran las cosas.

-Cualquier cosa.-respondió mirándolo a los ojos, con serenidad.

Durante unos momentos, el tiempo pareció detenerse. Makoto estaba tratando de procesar la información que Haru le había dado. El ojiazul se dio cuenta que él debía ser quien  reaccione. Tomó la mano de Makoto que apretaba su brazo, y la envolvió en su propia mano. La mirada de Haru seguía siendo decidida, pero se había suavizado.

-Lo siento.-murmuró.

 Makoto no respondió. Se alejó un poco de Haru, pero sin soltar su mano. Nunca soltaría su mano, aún si sabía que Haru buscaba otra. Así lo había decidido. Y seguía sintiéndose igual.

-Sólo quiero….sólo quiero que estés bien, Haru.-dijo mirando hacia el suelo.

-Es por eso que debo irme. No estoy bien aquí, y no lo estaré. Allí afuera…puede que halle peligros. Pero también puede ser que halle respuestas. Para mí. Para el quipo. Para todos.-aclaró, dejando implícita su misión de buscar soluciones a la sequía, motivo por el cual se marchaba. Sonrió suavemente.

-Podrías halar esas respuestas aquí…

-Ambos sabemos que no. Me conoces mejor que nadie, Makoto. Eres mi mejor amigo.-a Makoto esas palabras le alegraron y lo lastimaron por partes iguales.- Además, volveré. No sé cuándo, pero lo haré.

 Los dos se quedaron en silencio, con sus manos aún entrelazadas. Hacia rato que era de noche. Haru se había quedado en la tienda de Makoto a descansar antes de marcharse, pero aún no lo había hecho en absoluto. El ojiverde volteó hacia el cielo estrellado, y suspiró con cansancio.

-Deberías descansar, Haru. Debes tener energías mañana…

-Siempre miras las estrellas.-comentó Haru. Aún sonreía.-¿Sabes? Yo también miraré el cielo, no importa donde esté. Y sabré que, cada noche, tú también lo estarás mirando, aquí, en Iwatobi. Es curioso pensar que ambos miraremos el mismo cielo, aun estando lejos. Eso…eso me hará sentir más cerca de casa. Más cerca de ti.

-Haru….-respondió Makoto, sin poder esconder la emoción desu voz.

 Haru no era una persona precisamente expresiva, ni física ni verbalmente. Por eso, que le dijese eso, que le hiciera esa especie de promesa de ver el cielo para sentirse cerca…Makoto no aguantó más, y lo acunó en sus brazos. Haru correspondió al abrazo con una suavidad y una calidez que jamás había demostrado. Esa noche debía descansar el cuerpo, pero también descansó su alma.

 Makoto apretó los puños con fuerza. Tantas noches esas estrellas le habían brindado calma, y ahora…Ahora no. Porque Haru no estaba allá fuera, a varios kilómetros. Estaba allí, en el mismo pueblo. Y sin embargo lo sentía más lejos que nunca. ¿Estaría mirando el cielo? ¿Estaría buscando consuelo en las estrellas, como él? ¿Tendría una ventana, donde sea que estuviese? ¿Estaría pensando en él? ¿O estaría pensando en Rin? No tenía manera de saber nada de eso. Y lo exasperaba. Haru no estaba lejos, estaba inalcanzable, lo cual era mucho peor. Quería creer que estaba bien. Sinceramente quería confiar en Rin, en que aún había algo de ese niño de doce años aventurero en ese cruel príncipe. Al menos, que esa esencia infantil fuese la suficiente como para no mandar a Haru a una mazmorra, sino que lo mantuviese a salvo. Si había una sola persona que Rin aún protegería sería el ojiazul. Porque Makoto era consciente de que, así como Haru se desvivía por Rin, el pelirrojo sentía lo mismo. Por eso tampoco se explicaba el comportamiento de Rin. Aun así, más allá de su enojo con él, y del dolor que le había causado su traición, sólo podía abogar por su bondad. Haru había sido capturad en un lugar secreto...era un criminal. Y sólo Rin, en calidad de príncipe, podía salvarlo.

“Rin, mantén a Haru a salvo. Hasta que yo vaya a rescatarlo”.

Pensaba que, quizás, su pedido pudiese llegar al pelirrojo. Suspiró. La tienda estaba muy silenciosa sin Nagisa ni Rei por ahí. Ni Haru. Pero todos debían descansar. Luego de volver del fracasado intento de infiltrarse, habían decido tratar de hacer su día normal para no levantar sospechas. Además, no convenía que estuviesen los tres juntos visiblemente. Aún no sabían cuántos datos tenían los guardias de ellos. A fin de cuentas también eran criminales. Pero Makoto no podía pensar más en ello. No dormía hace más de un día, y los niveles de estrés que había manejado durante el día eran insostenibles. Si quería rescatar a Haru, y vaya que lo haría, debía tener energías. Sabía que Rin no dejaría ir al ojiazul fácilmente. Es cierto, era un criminal, y podía ser mucho peor si el príncipe no lo protegía. Sin embargo, Makoto apostaba a que sí lo haría, lo cual conllevaría un precio. Uno que él no estaba dispuesto a pagar. Haru volvería a su lado, no importaba cuánto tuviese que planificar Makoto. Si Rin lo protegía, tenía el tiempo suficiente de armar algo grande.

Echó una última ojeada a las estrellas antes de acostarse.

Notas finales:

¿Y? ¿Valió la pena la espera? (?) Agradecería demasiado que me dejaran un review con críticas, comentarios, etc. Estoy un tanto perdida con esta historia, asíque no sé si les va gustando. En realidad tengo todo planeado, no es que falten ideas, pero quizás no las estoy encauzando bien. Asíque agradecería que me lo dijesen n.n Trataré de no tardar tanto en actualizar, lo prometo uwu

Nos leemos~!


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