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Justificado por Yae

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Notas del capitulo:

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Kanon resopló, casi silbando. No tenía otra manera de calmar los nervios que sentía en ese preciso momento.

Estar varados a mitad de la nada no era ni por asomo alentador y el inclemente sol de la carretera solo conseguía fatigarlo a niveles insospechados, ya ni su cosmos era suficiente para regular su temperatura.

— ¿Es que ninguno tiene un teléfono móvil? — Afrodita se hallaba de pie a diferencia de los otros tres santos evitando así ensuciar su delicada ropa.

— ¿Te parece que tenemos cara de llevar uno encima? — el gemelo menor respondió ácido ganándose una mirada enfadada de su compañero, dentro de poco llegaría el sol a lo más alto en el cielo y aquella parada de buses no daba señales de servir a su cometido en lo que restase del día.

— Solo queda esperar, — al fin Aioria habló parco, sentado al lado de Saga su expresión era más de aburrimiento que de enfado. No era grato para nadie hallarse allí por el exabrupto de hace poco.

El actual custodio de Géminis no entendía absolutamente nada de lo que aparentemente estaba aconteciendo con su hermano, como si en cualquier momento fuese a ceder a la voz en su cabeza nuevamente, hasta ahogarse en su oscuridad cuya existencia al parecer no podría desaparecer jamás.

 

 

 

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Cuando los simples pueblerinos abordaron el transporte fue evidente la ansiedad en su gemelo, se giró sobre su asiento hallando los ojos matizados fijos en los inofensivos humanos, como el imponente cosmos que al amanecer sintiese débil iba proliferándose con descomunal rapidez, como si estuviesen ante una amenaza inminente.

— Saga… — Aioria fue el primero en actuar al tenerlo tan cerca, tomándolo por los hombros intentaba contenerlo antes de que un despliegue de energía fuese inminente.

Pero no estaba funcionando.

Solo cuando los demás pasajeros empezaron a reaccionar de incomodos a aterrados por la saturación de energía que técnicamente estaba sacudiendo el transporte que gritaron para que se detuviera. Tuvieron que actuar demasiado rápido, al borde de verse en la necesidad de llamar a sus mantos dorados para intentar contener la energía que se convertiría en una “Explosión de galaxias” probablemente.

De haberse liberado tan tremenda acumulación de energía las bajas hubiesen sido inevitables pero a tiempo consiguieron apartar a Saga del lugar consiguiendo con ello que calmase su tremendo arrebato.

— ¿Y ahora porque? — Kanon se abstuvo de gritar, no deseaba poner más nervioso a su menor pero al igual que sus camaradas no entendía nada en absoluto, ni al ser su gemelo pudo en aquel momento compartir la razón de su aparente incomodidad.

Pero el antiguo Patriarca permaneció en silencio, con la mirada baja obligando a su cosmos a sofocarse por completo.

— ¿Estas bien? — la boba pregunta de Leo solo irritó a Kanon era evidente que no estaba bien.

¿Pero cómo solucionarlo sin ninguna respuesta?

 

 

 

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Quizá Aioria sabía, desde que llegase y hablase con Saga parecía más apegado a su hermano como si hubiese descubierto algo que evidentemente hasta Atena mantenía en secreto.

— ¡Por fin!

Ante la exclamación de felicidad de Piscis todos voltearon hacia la carretera viendo el desmantelado bus que iba acercándose.

Fue casi un alivio que durante aquel viaje no se presentase ninguna otra desventurada situación, tal vez porque todos se mantuvieron demasiado atentos hasta el más mínimo detalle, casi memorizando rostros para tratar de localizar la raíz del problema.

Llegaron a las afueras de la ciudad de Corinto llegada la tarde, su única comida fueron los bocadillos rápidos que pudieron comer de paso, porque cuando debieron ir por Shaka y por ende internarse del todo en las calles Saga pareció de nuevo a punto de hiperventilar.

— No puedo ir… — casi musitó con expresión de lo que a Kanon le pareció, ¿pavor?, no, seguramente se equivocaba.

— Tenemos que hablar con Shaka, ¿no eres el más interesado en esto? — Afrodita le miraba atento con la misma curiosidad de todos, preguntándose si el santo de oro más poderoso estaba perdiendo la razón de nuevo.

— No voy a ir — zanjó retrocediendo como si hambrientos zombis recorriesen la ciudad en lugar de inofensivos seres humanos, —¡¿es que no pueden verlo?! — vociferó notándose más molesto.

— Es evidente que no — fue el tono irritado en la voz de Aioria lo único necesario para que el gemelo mayor se sintiese acorralado.

Giró sobre sus talones aportándose en el acto.

Y cuando su hermano quiso ir tras él, la molesta mano de Leo lo detuvo.

— Yo me quedaré con él, ustedes busquen a Shaka.

— No — negó cansado, harto de tener que ceder toda responsabilidad a aquel santo demasiado joven para su gusto.

— No podemos desperdiciar más tiempo y… — suspiró — estoy seguro de que puedo mantener a Saga calmado — completó como si nadie lo supiese, como si no fuese evidente su descarada e insufrible relación.

— Aioria tiene razón — Afrodita también suspiró solo que mucho más bajito, — nada conseguiremos sin nos quedamos todos aquí.

Kanon deseaba protestar, mandar al león en su lugar, que fuese él el encargado de hablar con Shaka… pero eso solo volvería a darle el beneficio de poseer toda información y sin ella se sabía incapaz de auxiliar a su hermano.

— Bien — así que solo pudo ceder, — pero te exijo me digas lo que averiguaste, tiene que ver con Saga estoy seguro de ello — afiló su mirada ganándose una igual del otro santo.

 

 

 

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Oh maldita demencia que se rehusaba a dejarlo, a permitirle algo de paz natural.

Sus dedos se incrustaron entre las raíces de su largo cabellos, como si estuviese dispuesto a arrancar cada índiga hebra si con ello recobraba la ilusoria sensación de lucidez.

Porque estaba enloqueciendo.

Saga sabía perfectamente que de no actuar pronto en cualquier momento las voces volverían a sus oídos, las diáfanas ilusiones se tornarían más reales, su espíritu se quebrantaría hasta el punto de permitir cabida de nuevo “al otro Saga”.

— Podemos pescar un poco si quieres.

El suspiro pesado de Aioria le anunció la llegada del otro santo, acomodándose a su lado se sentó sobre las rocas para poder contemplar la inmensidad del agua que se divisaba en el horizonte.

Saga se mantuvo en silencio, perdido en medio de sus pensamientos, demasiado aturdido para si quiera observar el espléndido paisaje que se alzaba a su alrededor.

— Ya te lo dije… quiero entenderte, pero si no me dices nada me resultará imposible. ¿Qué viste que fue tan espantoso para no reparar en el daño que podríamos ocasionarle a los civiles? — rememoró en incidente del primer bus en el que iban.

Géminis se encogió en hombros quedando ligeramente más pequeño, saberse el único capaz de advertir aquel detalle solo lo colocaba como un delirio más de su mente confundida, porque fue capaz de verlo…

Una negrura espesa alzándose desde la punta de los pies hasta cubrir casi por completo el cuerpo de aquellos humanos, grotesco y profano a sus ojos.

— Puedo verlo — prefirió explicar — su corrupción, plagando sus cuerpos humanos, era… ya carecían de humanidad.

— ¿Por eso pensabas matarlos? — El quinto guardián inspiró hondo acercándose más, — sabemos que todos los seres humanos poseen cierta oscuridad en su alma…

— No lo viste, el de ellos estaba tan presente en cada porción de su cuerpo y alma que ya no podría denominarlos como humanos, — Saga también inspiró tronando sus nudillos sin ser consciente de ello — estaban podridos desde el interior.

— ¿Y el mío?

La interrogante hizo sobresaltar al gemelo dejando el repetitivo “tic”, virando con cuidado se topó con la mirada seria y el ceño ligeramente fruncido en el otro, sin embargo sus ojos lo recorrieron desde los pies hasta los cabellos castaños sin hallar rastro de aquella oscuridad que aparentemente solo los humanos sin cosmos eran capaces de demostrar, fue por ello que no se atrevió a recorrer la cuidad, se sentiría asqueado de ver cientos de humanos tan nefastamente corrompidos por sus propias debilidades…

Como espejos recordándole en lo que podría convertirse, ¿es que antaño su cosmos lucía tan repugnante cuando la oscuridad lo dominaba?

— No puedo ver nada en ti… ni en Kanon, ni en Afrodita — respondió luego de bastantes minutos seguro de que era el mismo cosmos el que se encargaba de cubrir aquel nefasto detalle, un negro tan pesado como el alquitrán que en la pesadilla de hace horas carcomiese sus brazos.

Heridas que aún permanecían sobre la piel de sus brazos.

— Todos los seres vivos poseemos cierta oscuridad, creí que tú eras el más enterado de eso, — sin desear oírse ofensivo Aioria optó por buscar una de las blancas manos de Saga, entrelazar sus dedos y esperar que no tomase aquellas palabras como un ataque.

— No estoy interesado en ver aquello — habló bajo en esta ocasión, la nueva habilidad solo conseguiría llevarlo con más rapidez hasta la locura, sería imposible para cualquier santo mantener un juramento de protección hacia la humanidad al ser capaz de apreciar la insanidad de sus almas.

— Quizá sea por la pesadilla… — sin ánimos reales se puso de pie soltando inevitablemente la mano contraria, — voy a traerte algo de comer, espérame aquí.

No iría a ningún lugar, de todos modos no tenía a donde ir, con la peste que le perseguía sería imposible mantenerse en cualquier lugar que no fuese una cueva o templo.

Así que de momento solo le restaba esperar.

 

 

 

 

Aioria no tuvo que caminar mucho hasta hallar un vendedor ambulante de helados, pero se tomó todo el tiempo del mundo para hacer el simple pedido de dos conos con sabor a frutas, puede que chocolate fuese una mejor opción.

Siempre lo consideraron alguien justo y noble, capaz de advertir las verdaderas intenciones de cualquiera como cuando atacó a Atena junto a los santos de bronce pero aquello fue más un lógico descubrimiento después de todos aquellos eventos y más porque se trataba del magnánimo cosmos de una deidad.

Sin embargo con Saga era por completo distinto, el santo poseía abrumador poder y fue capaz de mantener ocultas sus intenciones bajo la identidad del Patriarca durante años, sin que siquiera sospechase de ello. Y sucedía lo mismo en la situación actual, la energía del santo de Géminis era tan ambivalente que permanecer cerca de él demasiado tiempo y más cuando la usaba para intentar… “agradarle” le producía desde un cosquilleo adictivo, hasta una migraña fugaz.

Era como si quisiera arrastrarlo hacia la enajenación que sufría para que ambos pudiesen deleitarse con ella.

Aioria negó, si pensaba demasiado las cosas siempre terminaba sintiéndose miserable de algún modo.

— Gracias por su compra, — y fue solo la voz del vendedor la que lo alertó de estar demasiado tiempo allí, al inicio de una fila exageradamente corta.

Con ambas manos se apresuró a regresar, no quería que Saga sintiese que estaba evadiéndolo, sería demasiado extraño y más con la supuesta relación que estaban iniciando, esa plagada de besos delirantes y muestras de afecto escasas…

Detuvo su andar abrupto.

Tal vez aquello podría ayudar a sacar al gemelo del pozo en el que estaba hundiéndose.

De todos modos cuando le habló de dedicarle palabras de amor delante de todos en el autobús que los transportaba la leve risa del gemelo se oyó sincera y… encantadora.

 

 

 

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El camino hacia donde supuestamente Shaka se encontraba fue demasiado largo o al menos esa fue la impresión que estaba dando. Ya pasaba del medio día y a pesar de estar despejado era mejor regresar pronto.

— Es aquí — Afrodita indicó adentrándose entre los callejones, habían caminado demasiado, casi yendo hasta el otro extremo de la ciudad, donde lo pequeños templos de adoración se erguían escasos.

— No sé porque no me sorprende, — Kanon bufó al llegar al lugar sagrado, su camarada se mantenía en constante meditación por lo que no podría optar por tomarse unas vacaciones como cualquier otro.

Con cautela ingresaron al lugar donde algunos sacerdotes rezaban en la entrada y sin que pareciera preocuparles su presencia les dejaron pasar, como si no los considerasen una amenaza ni una interrupción.

Avanzaron cautos hasta donde el cosmos de su camarada hacía gala para guiarlos.

Hallaron al santo de la virgen en evidente meditación, en su habitual postura vestido de blanco y con los ojos cerrados la armadura reposaba atrás de él.

Me sorprende verlos a ambos, — habló a través de su cosmos antes de entreabrir los labios unas milésimas, como si estuviese saboreando el aire, — creí que Saga los acompañaría.

— ¿Es que sabes porque hemos venido a buscarte? — Géminis enarcó una ceja, hasta donde tenía entendido la situación de su hermano no era de dominio público, aunque quizá Virgo era una de tantas excepciones.

— ¿No es acaso por el aroma a sangre? — devolvió la pregunta sin modificar ni una milésima su postura.

— ¿Lo sabías? — ahora fue el turno de Piscis de preguntar, arrugando el puente de la nariz le observó con desaprobación.

— Por supuesto, aunque desconozco las razones reales del porqué.

— Supongo que solo conoces la versión de Atena o la de Shion.

Shaka negó ante la acusación del gemelo más joven, — no podemos ir en contra de nuestra diosa.

Algo más inquieto Kanon presionó los puños, era evidente que el budista sabía mucho más que todos ellos pero su entera devoción a Saori no le permitiría revelarles nada.

Devoción que el mismo sentía peligrar a pesar de haber sido tocado por la gracia de la deidad hasta el fondo de su alma cuando ella lo protegió de morir durante su cautiverio en Sunión.

— No iremos en contra de Atena, solo queremos ayudar a Saga, — Afrodita se relamió los labios sin intención.

— Ayudar a Saga significaría exactamente eso— entonces el de cabellos dorados se irguió abandonando su meditación, dio un par de pasos acortando la distancia hacia los otros dos santos. — Hubiese preferido hablar con Saga personalmente… — calló ante el chasquido de Kanon.

— A menos que quieras ir a buscarlo tú mismo, él no vendrá. Saga esta reacio a acercarse si quiera más de lo debido.

— Es verdad, — acotó el sueco como si estuviese recién rememorando el incidente de la mañana, — cuando veníamos para acá… — pero tuvo que callar cuando la mano de Géminis se colocó delante indicándole que dejase de hablar.

— Si no planeas decirnos nada hemos desperdiciado nuestro tiempo para venir hasta aquí, Shaka comprendo que no quieras desobedecer a Atena pero de ella no he escuchado ninguna disposición sobre lo que sucede con mi hermano, así que hasta que ella me lo prohíba no cometo ningún acto de traición al intentar ayudar a mi hermano.

— Suenas demasiado convencido de tu hermandad — hizo gala de su clarísimos ojos celestes, abriéndolos leves regaló su impecable mirada por unos escasos segundos, — espero en verdad el sentimiento sea reciproco. Existe una orden tacita de la diosa para algunos santos desde que fuimos revividos, la marca que cubre a Saga funge como advertencia para no auxiliarlo bajo ninguna circunstancia puesto ha sido considerado como tributo divino.

¿Un sacrificio?

Si, justo lo que Aioria les dijo.

Kanon dudó de la disparatada confirmación, era sabido que los dioses exigían sacrificios desde tiempos inmemoriales pero convertir al santo de oro más poderoso en un simple intercambio de banalidad era demasiado surrealista, además de que Atena jamás permitiría una inequidad de esa dimensión.

¿No es así?

— ¿A quién? — preguntó adelantándose a su camarada que apenas estaba procesando la información.

— No lo sé, espero que ahora que saben la importancia de este asunto no intervengan.

— No hablas en serio, si hemos combatido toda una vida para evitar que este tipo de situaciones continúen… — Afrodita calló sopesando en sus palabras, si la mismísima Atena debía ofrecer tributo a alguien, aquel ente superior seguramente ostentaba más poder que Zeus. Sus manos presionaron con más fuerza la rosa roja que llevaba, retrocedió lo suficiente ganándose la mirada enfadada del actual custodio de Géminis.

— ¿Se resume a esto? — Kanon sonrió, casi con sarcasmo, era evidente que sus camaradas aceptarían las ordenes de su diosa sin titubear, no tenían motivos “tan humanos” como para pensar si quiera en desobedecerla por socorrer al antiguo Patriarca.

— Kanon, no se necesita mucha información para saber que esto podría involucrar la seguridad de la humanidad entera. Eres libre de sentirte enfadado pero nuestra diosa jamás…

— ¡No! — Elevó la voz cortando el discurso de Virgo, — servimos a la misma orden y tenemos el mismo juramento sobre nuestros hombros, no necesitas recordármelo — sin decir más se marchó a grandes zancadas, la voz de Piscis le tuvo sin cuidado, salió del lugar y se dispuso a regresar con su hermano.

Si los santos no estaban dispuestos a ayudarlo.

¿A quién acudiría?

Era probable que hasta Aioria cambiase de parecer al saber que sus demás camaradas apoyarían a la diosa por sobre Saga.

Por un instante imaginó a sus compañeros aplastados por las doradas armaduras y la idea no le resultó del todo desagradable, estaban atados a aquellos mantos, a un juramento eterno que traspasaba hasta las barreras de la vida para forzarlos a abandonar todo por su deidad. Atrapados en su convicción por toda la eternidad y aquello no sonaba tan espantoso siempre y cuando sus prioridades jamás cambiasen.

 

 

 

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Cuando el viento comenzó a soplar fue que Saga lo notó, aquella pequeña playa se había vaciado por completo, cuando llegase a sentarse no hace mucho pudo observar algunas personas recorriéndola a la distancia, sin embargo desde hacía algún rato ya nadie parecía dispuesto a poner un pie en el lugar.

La idea de que la pestilencia de la sangre estuviese incrementándose lo alertó, aspirando su aroma se percató de que el perfume aun servía a su cometido calmando su ansiedad de momento.

— Es de chocolate.

Se sobresaltó al oír a Aioria, por no haberse percatado de su regreso, el santo de Leo llevaba en manos un par de conos de helado y sonriendo levemente le ofrecía uno.

La situación tan casual le provocó unos leves retortijones en el estómago, como un par de enamorados a orillas del mar, — gracias — dijo casi en un murmullo aceptando el dulce, era evidente que la juventud de Aioria le permitía hacer aquel tipo de detalles sin complejos.

— Si Shaka no puede ayudarnos he pensado en buscar a alguien más, — Leo se sentó de nuevo a su lado, sobre las rocas que les permitían contemplar los colores del cielo que iban reflejándose en las aguas; rojo, naranjado y amarillo danzaban en el lienzo azul mezclándose con notable belleza.

Saga le observó de soslayo, disfrutando del sorbete. — ¿A quién? — preguntó imitándolo, sintiendo agradable el sabor del dulce que casi no probaba.

— Humm… —por primera vez apreció en Aioria un gesto curioso, como el santo hacia amago de pensar sonriéndole después — esperemos no tener que recurrir a eso de momento, — fue acercándose más hasta que sus hombros rozaron con suavidad.

Un resoplido corto Géminis no pudo contener, la cálida sensación parecía no querer desaparecer hasta la eternidad, como si su necesitado corazón estuviese programado para latir desbocado por la sola cercanía del otro santo.

— Saga…

Le llamaron y de nuevo sus ojos enfocaron los verdes de Leo, como el guardián de la quinta casa lo observaba atento segundos antes de aproximarse más, regalándole un enternecedor beso, un rose casi perfecto con sus labios en sincronía con los propios, ocasionando que el cosquilleo fuese mayor y que la angustia mermara durante todo el contacto.

Que su lengua impetuosa tornase nublosos sus pensamientos, que dudara hasta de la temperatura del entorno con el ajetreo, demasiado placentero que no se percató de nada más.

Hasta que sus pies fueron tornándose pesados, hasta que la misma sensación que la de su pesadilla se repitiese esta vez fuera de su subconsciente, alarmado rompió la cercanía logrando nuevamente desconcertar al más joven.

— Saga…

Sin dar paso a nada más se puso de pie dejando caer el inofensivo helado sobre la grava, allí donde la misma negrura iba proliferándose como concreto fresco hundiéndolo en el. Sus ojos viajaron del rostro preocupado del otro hacia el piso, demasiadas veces, esperando algún tipo de apoyo antes de recurrir a sus cosmos, antes de liberarlo para desaparecer la enloquecedora sensación.
No obstante en esta ocasión Aioria no pareció notar la anomalía, pese a que también enfocó la tierra a sus pies parecía ajeno a la negrura que iba creciendo.

Nos perteneces.

Oyó en tono rasposo dirigiendo su atención esta vez a las aguas del horizonte como una cantidad considerable de personas habían aparecido allí de repente y los notó.

Cubiertos por la misma negrura por completo, como si derramasen brea nauseabunda y mal oliente fueron acercándose.

— ¿Quiénes son?

El alivio fugaz que le ocasionaba saber que Aioria también podía verlos -las siluetas humanas al menos- no fue suficiente, cuando todos sus sentidos seguían advirtiéndole del inminente peligro.

Debía atacarlos.

Debía matarlos para evitar que aquella corrupción lo alcanzara.

Para que no pudiesen arrastrarlo a su insanidad.

 

 

 

10.-  Incorrecto

 

 

 

Notas finales:

 

 

 

Es sabido que Saga sufrió de esquizofrenia o doble personalidad variando según la fuente, si hablamos en términos humanos. Yo lo tomo como que es el cosmos el responsable de mantener a raya esa condición mental, por ello solo bastaron las palabras de Kanon para que Saga se deschavetara en las 12 casas. Me he dado cuenta que este fic avanza de manera por completo diferente a mis demás historias, no me gustan las historias muy largas pero tampoco quiero omitir detalles que me ayudarán a desarrollar esto como tengo planeado.

 

Ahora sí.

Siento la enorme demora, ¿aun alguien lee esto?

No es muy probable pero igual vamos a darle un cierre a este fic, principalmente porque le he tomado cariño a la pareja, gracias a Whitekaat y gns por eso, por sus bellos fics. En especial gracias a lucy y a Teaar por traer el fic de las sombras de mi computador, espero poder subir la continuación lo más pronto posible.

Gracias infinitas a quienes sigan por aquí a pesar del tiempo.

 

 


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