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Justificado por Yae

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Luego de haber vivido durante años combatiendo contra sus oscuros deseos y perversos anhelos logrando fantasiosa paz al entregarse voluntariamente a la muerte en brazos de su diosa pidiéndole perdón y luego volviendo a ofrendarse tras doce horas de resurrección, Saga jamás creyó que una emoción tan magnífica estuviese reservada para él.

Consiente de sus culpas nunca hubiese aspirado al amor…

Ese amor pasional que puede ofrecerte otra persona llenándote de felicidad.

Ya le daba igual el momento en que sus ojos hallaron en Aioria lo que buscaba, tan solo podía embriagarse en la sensación abrumadora de saberse correspondido.

Creerse correspondido.

El maniático deseo le susurraba mantener al león como depredador exclusivo suyo, se entregaría como antílope mutilado para ser devorado con satisfacción por su idealizado depredador. Por ello no admitiría que nadie más le arrebatara la atención de esos irises verdes y utilizaría cualquier método a su alcance para conseguirlo.

Así que cuando sus ojos vieron a esa vulgar mujer susurrando al oído de Leo con tanta confianza sus cosmos reaccionó encolerizado casi dispuesto a ser usado en contra de la simple humana para suprimirla con agresividad.

 

.

 

Luego de la encantadora declaración de Aioria Saga se sintió dichoso, como si le hubiesen perdonado por cada una de sus acciones deseaba no olvidar ninguno de esos momentos que compartía al lado de a quien admitía amar…

Ideal.

Incluso había olvidado nuevamente la peste que le perseguía en todo momento que ahora permanecía oculta tras la dulce fragancia del perfume que aquella mujer le obsequiase.

¿Aun no tienes hambre?

¿Eh? casi perdido en sus fantasías reaccionó cuando el más joven le sugiriese ir a comer.

Allá preparan buenos platillos.

 De acuerdo asintió siguiendo a Leo que señaló entre los pequeños negocios abarrotados que llamaban su atención de tanto en tanto.

La comida no le supo tan bien como esperaba pero eso fue lo de menos cuando Aioria volvió a hablarle de seguir viéndose después de dejar el Santuario.

¿Iras con Kanon?

Negó, no había pensado en el lugar que pasaría el tiempo que su diosa les regalaba, no creía que su hermano y él pudiesen convivir tan sencillamente después de todo lo sucedido entre ambos, no estoy seguro de donde voy a quedarme…¿y tú?

Mmm hizo amago de pensar terminando con el arroz que quedaba en su platillo tampoco lo he decidido pero si no estarás con tu hermano podríamos buscar un buen lugar mañana cuando dejemos el Santuario.

Asintiendo se mordió el labio inferior con cierta desazón, debía preguntarle al otro santo porque el cambio tan repentino de la antipatía con que le trataba hace poco…

Pero sería tanto como preguntarse a sí mismo la razón por la cual su corazón empezó a latir desbocado cada vez que lo veía desde hace unos días.

No sabría cómo responder así que no exigiría una respuesta tampoco.

El resto de la tarde la pasaron recorriendo las calles deteniéndose en un pequeño teatro que presentaba una clásica obra en la que todos morían al final del último acto, curiosamente el espectáculo se le hizo pesado al extremo de bostezar cuando abandonaron el lugar.

Te invito una cerveza.

Saga se sorprendió bastante con la propuesta pero accedió al sentir la garganta seca. El diminuto bar al que llegaron se le hizo curioso; las simples mesas de madera dispuestas contra la pared y la barra que se hallaba más al fondo compartían el mismo tono marrón grisáceo poco llamativo.

Cuando la burbujeante bebida de cebada fue colocada delante suyo y el profundo olor llego a sus fosas nasales se levantó a prisas excusándose con tener que ir al baño. Y solo frente al manchado espejo que reposaba sobre el lavabo que suspiró aliviado al percatarse de que el perfume que se hubo colocado en la mañana aún permanecía latente cubriendo su desagradable olor.

Deberíamos regresar…  se dijo asi mismo pero no quería ser quien diese por terminada la salida. Refrescándose con el agua del grifo llegó a la conclusión de sugerir volver antes de que la fragancia dulce se evaporase por completo.

 

.

 

— Aioria…

El nombrado no reaccionó ante el llamado de hecho se había exaltado cuando un cosmos muy conocido empezó a expandirse con evidente violencia, sorprendido no entendía que Saga estuviese tan alterado  si hace nada se mostraba bastante entretenido.

— ¿Es tu amigo? — la mujer mayor que ambos santos maquillada con cuidado y luciendo un vestido bastante ceñido sonreía al hallar a ambos hombres demasiado atractivos, — puedo llamar a una de mis amigas y así sería una salida doble — rió cubriéndose los rojos labios con los dedos para tomar la bebida que fuese de Aioria y beberla con desfachatez.

Los puños de Géminis se presionaron con creciente ira dirigida a la fémina que descarada se arrimaba a Leo, dispuesto a apartarla a la fuerza se aproximó con rapidez notando como ella parecía advertir el peligro sobresaltándose casi gritando cuando la alcanzó.

Pero no pudo ni tocarla cuando Aioria lo detuvo sujetándolo de ambas manos reteniéndolo con fuerza lográndolo con ello hacerle sentir equivocado.

— Saga tranquilízate — con grave y seria voz le advirtió sin atreverse a soltarlo, los claros ojos del otro dorado titilaron claramente a la vez que su cosmos se alteraba con peligrosidad. A Aioria le preocupó el evidente ataque de celos que sin razón arrebató al gemelo.

— ¡Vete! — ignorando a Leo le gritó a la espantada mujer que no tardó en levantarse de la silla en donde estaba para apartarse del rango de visión del de cabello largos que la veía amenazando con lastimarla.

— ¡Saga! — esta vez habló más fuerte preocupándose por las corrientes de cosmos que destellaban cada vez con mayor intensidad sustituyendo a los tibios y seductores retazos de energía que emanaba hace poco.

Tuvo que utilizar también su cosmo-energia para mantenerlo sujeto en tanto buscaba entre sus bolsillo con una sola mano hallando algo de dinero que dejó sobre la mesa antes de llevarse a jalones a Saga fuera del lugar bajo las atónitas miradas de los hombres que también presenciaron la inaudita escena.

— ¡¿Qué pasa contigo?! — esta vez le gritó molesto por el poco autocontrol del tercer custodio. Arrinconándolo en el primer callejón que halló no le soltó la mano que sujetaba.

— ¡¿Conmigo?! — también elevó la voz — ¡¿Y esa mujer quien se supone…

Pero calló de golpe cuando ambas manos de Aioria le tomaron del rostro con fuerza para clavarle su enfadada mirada.

— No soy tan miserable como para buscar la compañía de otra persona estando contigo — más que una explicación se oyó como una sentencia, los molestos ojos verdes lentamente fueron calmándose.

— Pero ella… — murmuró en tono bajo.

— Pero ella nada — interrumpió suspirando buscando relajarse y no terminar agarrándose a golpes con el insidioso gemelo — mejor olvidemos esto, vamos a regresar al Santuario — y tomándolo de una mano agradeció que Saga cooperase calmando por completo su alborotado cosmos.

 

El regreso fue silencioso en extremo, Saga se arrepentía enormemente haberse dejado llevar ocasionando con ello que Aioria estuviese notoriamente molesto por su actitud. La negrura de la noche los atrapó por completo cuando llegaron a las escalinatas del primer templo siendo recibidos por la curiosa mirada de Mu al ver como Leo sujetaba la muñeca derecha de Géminis guiándolo a pasos firmes.

— Mu… permítenos atravesar tu templo — Aioria pidió consiente de la impresión que ambos estaban dando.

— A… adelante — casi balbuceó sin dejar de mirarlos preocupándose recién por los rumores que surgieron luego de la reunión en el  Coliseo, esos que declaraban a Saga como “la doncella enamorada del león”, negó algo abochornado con pensar que realmente el santo de Géminis estaba interesado en un camarada al servicio de la misma diosa.

Ajeno a las preocupaciones de Aires siguió avanzando sin desear que Aioria lo soltase, ninguno había dicho algo desde que salieron del pueblo y más iba inquietándole que Leo siguiese enfadado. Luego de atravesar Tauro con la misma curiosa mirada en Aldebarán, Saga se decidió a componer su error antes de llegar a su templo.

— No quise estropearlo todo— musitó deteniéndose a mitad de las escalinatas ocasionando que el otro lo soltase.

El quinto guardián también se detuvo girándose para ver con más atención la ligeramente marchita expresión en el mayor, tragó pesado sin estar seguro de como esa simple imagen le hacía sentir de algún modo culpable.

— Saga… — habló en tono suave tratando de no alterar al gemelo — no estropeaste nada, de hecho fue mi culpa al decirte que fuésemos a ese lugar.

— ¿La conoces? — la conoces, tratando de controlarse lo más que sus nervios le permitían buscó por todos los medios mantener a raya su cosmos, ya se hallaban en el Santuario y cualquier santo podría advertirlo con facilidad.

Aioria suspiró pesadamente, no creía que tratar con Saga fuese tan agotador apenas habían salido en una ocasión y la paranoia del otro fue extrema. Pero en medio de todo lo enfadado que se sentía tampoco iba a negar que no se atrevía a reclamarle nada a Géminis, no deseaba ver ese atisbo de tristeza en el otro acentuarse.

— No — al fin habló suspirando de nuevo — ella se acercó porque creía que estaba solo y quería compañía.

— ¿Y no le dijiste? — ligeramente más angustiado midió el tono de su voz para no oírse desesperado, necesitaba con urgencia confirmar su importancia para el otro o creía que terminaría enloqueciendo por la ansiedad.

— Llegaste en ese momento, no tuve tiempo —rogando a su diosa por paciencia Aioria pasó su mano derecha por sus castaños cabellos deseando relajarse. Con otro suspiro pesado regresó el par de escalones que le separaban del dueño de los majestuosos cabellos índigos que se agitaban elegantes con el viento nocturno captando toda atención. — No tienes que preocuparte Saga — continuó en tono más bajo — no suelo retractarme con respecto a lo que siento — no podía explicarse la razón de sentirse tan miserable al mentirle a Géminis como si de un momento a otro se hubiese convertido en el malo del cuento. Así que trató de compensarlo besándolo con suavidad notando como la tensión en el otro iba mermándose dejándose llevar.

Porque Saga quiso creerle, sentirse correspondido por quien le despertaba aquel sentimiento tan avasallador que terminaba con su cordura, que más le daba si le contaban mentiras… esperaría, rezaría y seguiría luchando por tenerle a su lado deleitándose con la hipnotizante espiral de emociones que Aioria representaba.

Asfixiarse en tan gigantesco deseo sin importar que terminasen arrancándole los ojos dejándolo ciego, porque estaba seguro de que podría morir nuevamente de ver a ese león con otra persona.

— Te veré mañana cuando debamos dejar el Santuario — dijo a modo de despedida cuando sus labios abandonaron los de Saga viéndole asentir, regalándole otro simple roce antes de continuar siguió subiendo por los escalones de aquel lúgubre templo sin querer voltear para ver atrás.

Saga.

 

 

.

 

Cuando Aioria se marchó el viento frío de la recién llegada noche le mereció atención, volvió a suspirar con algo parecido a la nostalgia recordando brevemente los momentos en que antaño se topó con Leo y sin desearlo volvió a suspirar, se sentía cansado y lentamente el desesperante olor que recorría su piel iba sobrepasando el perfume que lo mantuviese a raya.

Entonces se decidió a continuar subiendo hasta llegar a Géminis, una reconfortante ducha y descansar lo necesario formaban sus siguientes planes, no podía negar sentirse ligeramente ansioso por lo que sucedería al día siguiente, deseando poder permanecer cerca de Aioria cuando el nuevo día llegase.

Cuando ingresó a su habitación sus claros ojos se pasearon entre sus posesiones pero no hallaron el diminuto frasco que aquella mujer le regalara, sin pensarlo mucho se inclinó al piso buscándolo.

— Supongo que buscas esto.

Saga casi se golpeó contra el mueble al levantarse de sopetón al ser sorprendido por la armoniosa voz de su hermano gemelo, siseó arrugando el entrecejo cuando lo vio sujetar el perfume entre los dedos índice y pulgar meneando el transparente líquido que contenía el envase.

— Deja de entrar en mi habitación — le exasperaba la insistencia de Kanon por emboscarlo en ese lugar todo el tiempo como un mal hábito aprendido.

— Estaba esperándote — el menor se hallaba de pie apoyado contra una pared — te fuiste todo el día, estuviste con Aioria… supongo.

Bufó masajeándose la sien derecha. —Así es.

— ¿Por qué?

El mayor respingó ante la confusa pregunta, — ¿por qué, dices?

— Hasta hace unos días podía haber jurado que Leo te era más que indiferente — inspiró acercándose a su gemelo para dejar el frasquito sobre el mueble bajo la atenta mirada de Saga. — Y dudo mucho que se trate de un milagro tu repentino interés.

— Kanon… — musitó en ligero tono de advertencia, no había sido el mejor de sus días y no tenía ánimos para responder a las inquietudes  de nadie… salvó quizá las de su diosa… quizá.

— Mañana iremos a Corinto y espero en verdad que me acompañes — suspiró — aun somos hermanos.

— Lo somos, pero no tenemos que permanecer juntos — Saga sonrió con ligera amargura — no voy a ir contigo Kanon. Ahora déjame dormir.

Podía ver la expresión de enfado en su mayor pero no se movió ni un poco de su lugar, permaneció de pie a un par de pasos de Saga sopesando en lo que debiese decirle para convencerlo de acompañarlo manteniendo la distancia que le hacía falta del santo de la quinta casa, tal vez así podría recobrar algo de lucidez que buena falta le hacía.

— Retírate, Kanon — bufando hastiado pasó de largo a su gemelo dirigiéndose a su cama para sentarse el borde de esta, no podían culparlo de no saber cómo interpretar el papel de “hermano” luego de todo lo sucedido entre ambos, era demasiado pedir hacer borrón y cuenta nueva a tantos incidentes que lograron casi eliminar todo rastro de hermandad entre ellos.

— Atena me ha pedido que porte la armadura de Géminis mañana — se decidió a confesar ante la negativa del otro para hablar.

Su mandíbula perdió ligera firmeza al oír esas palabras, sus ojos se entornaron hacia Kanon buscando algún rastro de mentira en la mirada tan igual a la propia, — ¿qué? — preguntó quedo sabiéndose nimiamente atónito, si ninguno había logrado activar de nuevo el dorado manto no creía que la diosa le hubiese pedido cosa semejante a su hermano menor.

— Si me pides que no lo haga… ten la seguridad de que desobedeceré a Atena, pero necesito que confíes en mi — tragó pesado tratando de prever la reacción de su gemelo, no deseaba ignorar la orden de su diosa pero si de ese modo podía ganarse la confianza de su hermano estaba dispuesto a hacerlo.

Saga creyó haber oído mal y estuvo tentando a repetir su pregunta, ¿qué?, era imposible que la deidad hubiese cedido a Géminis a su hermano estando él vivo. No concebía haber sido desplazado sin quiera habérsele comunicado, se puso de pie si apartar la mirada de quien aparentemente le estaba quitando el privilegio de ser un santo dorado, — debo hablar con Atena — musitó dispuesto a buscar a su diosa para oír de los labios de esta las razones para haber sido relevado de sus deberes, no lo creería del todo hasta que ella misma se lo dijese…

Que ya no era digno de portar a Géminis…

Que por eso le impusieron tan nefasto castigo…

— No lo hagas… — a prisas Kanon lo sujetó de un brazo recibiendo de inmediato la filosa mirada de su mayor que le advertía que lo soltase antes de que usase su cosmos sin medirlo para apartarlo.

Pero no lo hizo.

— Saga escúchame, Saori asegura que el aroma a sangre que desprendes no existe — adivinando parte de sus dudas debía detenerlo puesto que el funesto presentimiento de abandono de su diosa para con Saga no era simple paranoia, — yo tampoco entiendo porque habría de cederme la armadura a mi si te pertenece.

Comenzaba a sentirse mareado, debía tratarse todo de una treta de Kanon para volver a enloquecerlo pero la espina de la duda lo estaban obligando a permanecer allí escuchando atento.

— Hay algo más… y estoy seguro que tiene que ver con Aioros. Por eso te pido que me acompañes a Corinto, averiguaremos que está sucediendo y porque Atena está actuando de este modo.

Saga siempre estuvo orgulloso de portar la armadura y aunque también lo estuvo cuando Kanon tomó su lugar en el enfrentamiento contra Hades le resultaba impensable el considerar que su diosa ya no lo reconociese como un santo a su servicio. Respirando con más rapidez se zafó del agarre de su menor retrocediendo tanto como pudo hasta casi chocar contra la pared.

¿No había hecho suficiente para ser perdonado?

¿Por qué debían revivirlo simplemente para castigarlo el resto de sus días con esa insufrible pestilencia?

— Aunque no tengas motivos para confiar en mí, no voy a dejarte hermano… — Kanon le vio con genuina preocupación, entendía lo importante que era para su mayor ser el custodio de Géminis, había vivido cada día entrenando para ello ganándose a pulso ser el portador del sagrado manto y que se lo arrebatasen sin siquiera decírselo era sin duda doloroso. — Yo no puedo ser Géminis sin ti, — le aseguró acercándose para rodearle en un suave abrazo esperando no ser repelido.

Kanon no comprendía la razón para que su diosa se ensañara con Saga de ese modo a sabiendas del arrepentimiento honesto de su hermano. La cálida sensación que lo embargó con la cercanía simplemente reforzó su decisión de enmendar todos los lazos quebrantados entre ambos.

Sin embargo.

Aquella noche Saga no pudo dormir.

Y aunque su hermano permaneció a su lado asegurándole que no portaría la armadura si se lo pedía no lo hizo.

En lugar de soñar con los bonitos momentos de su salida con Aioria se torturó con cientos de hipótesis para ya no ser merecedor del título de “Saga de Géminis” y aunque aun serviría a su diosa así no portase su armadura temía que su verdadero castigo ni siquiera hubiese empezado.

Que aun faltase lo peor.

Cuando el alba llegó y los santos de oro se reunieron se sintió terriblemente mal al ver a sus camaradas vistiendo de oro. El maravilloso león dorado no tardó en acercarse viéndole curioso haciéndole sentir realmente fatal como si fuese a enfermar de un momento a otro.

— ¿Saga, porque no llevas tu armadura?

Le interrogó pero no tuvo que responder cuando su hermano luciendo el valioso metal sagrado apareció tras suyo resonando sus pisadas en el templo mayor donde Atena y el Patriarca los esperaban.

 

 

 

5.- Conscientemente

 

 

 

 

Notas finales:

 

Saludos, siento la demora he estado haciendo reformas en casa luego de la mudanza y eso ocupa tiempo, muchas gracias por el apoyo y las lecturas, en verdad gracias.

¿Quién consideran que está teniendo el control emocional entre Aioria y Saga?, son algo complicados ambos.

Espero este capítulo les haya resultado interesante si es así nos leemos en el siguiente. Cuídense.

Yae.


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