Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Justificado por Yae

[Reviews - 37]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

 

 

Sus cetrinos irises se entreabrieron ante el constante movimiento de su acompañante, Aioria soltó un bufido de fatiga por el sabotaje a su descanso.

— Saga… — murmuró con cierto enfado empujando a su compañero a quien aún daba la espalda.

Esta vez chasqueó la lengua más irritado sin querer imaginarse de que Géminis cargarse esas manías de moverse como alguna escolopendra al despertar tendrían más de un problema.

— Saga— habló más alto utilizando su mano izquierda zarandeando al gemelo para despertarlo cuanto antes, pero sus intenciones resultaron infructuosas. Exasperado se incorporó con brusquedad para reprender al otro santo por no dejarlo dormir.

Terminó abriendo más los ojos al notar que Saga parecía estar luchando por despertar, como si fuera presa de una nefasta pesadilla, una fina capa de sudor recorriendo sus sienes le alertaban de la incomodidad que estaba hostigándolo, el ceño fruncido temblando milésimas obligaron al de la casa de Leo a tomarlo de los hombros zarandeándolo con bastante fuerza.

— ¡Saga despierta! — elevó la voz casi hasta el punto de gritar, un par de bruscas sacudidas fueron necesarias para devolver al otro de su pesado letargo.

Los ojos claros en tono verde-aqua se abrieron al instante, las negras pupilas de inmediato lo enfocaron con evidente pasmo. Aioria casi podía jurar que vio el destello de una secreción lacrimal escabullirse de esos intrigantes orbes.

No le estaba agradando la expresión de sufrimiento en el gemelo, lucía demasiado marchito para acabar de despertar, incluso unas notorias bolsas sobresalían debajo de los relucientes ojos que lo recibieran con maravilla la noche anterior.

— ¿Estas bien? — preguntó bobamente.

Y un diminuto sollozo ahogado es lo que el mayor respondió a la par que se incorporaba con extrema parsimonia, sus brazos aun no habían podido liberar al gemelo como si temiese verlo estallar en llanto nada mas hacerlo.

Pero contrario a sus predicciones, eso nunca sucedió.

— Aioria… — al fin habló con un deje de entonación plañidera en su voz.

El aludido vio la muda petición en la mirada ajena, así que liberando a Saga de su inusual agarre se sorprendió cuando este buscó refugio en su regazo estrechándolo con urgencia.

— … — cuando quiso soltar algunas palabras de consuelo casi quedó estupefacto al percibir el ligerísimo temblor que asaltaba a Saga, sin contar con lo terriblemente bajo que notaba su temperatura corporal, demasiado extraño, — estas… temblando — apenas señaló lo obvio posando sus manos sobre los hombros del antiguo guardián de Géminis.

Estaba seguro de que debía decir algo, algo para confortar al de cabellos índigos, no podía afirmar que se tratase de alguna pesadilla la razón para ese aspecto de angustia pero era lo más probable.

¿Pero qué pesadilla podía ser tan espantosa como para asustar al santo más poderoso?

Sin poder hallar las palabras correctas optó por abrazarlo también.

Sin decir nada.

Tan solo tratando de que su cercanía pudiese confortarlo de algún modo.

Y no fue sino al cabo de unos cinco minutos que la apresurada respiración de Saga se normalizó, que su gélido cuerpo fue recobrando calidez y que ese minúsculo temblor cesó.

Con exagerada pesadez y aun sin desearlo Saga se apartó, mantuvo su mirada baja en todo momento rehuyendo la contraria.

— ¿Te sientes mejor? — Preguntó cauto, Aioria dio un suspiro al pasar fugaz su mirada por el cuadrado tragaluz que bastante alto le anunciaba que apenas estaba amaneciendo.

 

No.

No se sentía mejor, el espantoso nudo que le trababa la garganta no parecía tener intenciones de desaparecer, incluyendo a esa lacerante sensación de ardor en todo su cuerpo, como si le hubiesen pasado un rastrillo por su piel desnuda hasta arrancarle trozos.

Sus horrorosos sueños habían calado de manera escandalosa en su cabeza, podía rememorar de manera tan vivida el calor abrasador de su armadura y los dolorosos mordiscos que esa grotesca lamprea le hubo proporcionado. Por más que gritase el nombre del custodio de Leo para que lo despertase del mundo de pesadilla tardó demasiado.

Tanto que creyó que enloquecería de nuevo.

— Saga…

Murmuraron su nombre, — fue… solo una pesadilla —confesó en un susurro. Si bien era cierto que no podía tratarse de otra cosa más que un sueño, un horrido sueño.

Realmente agotado Saga se separó del cálido abrazo, sus flácidas extremidades le dificultaron el ponerse de pie, como si en lugar de haber dormido hubiese combatido en una extenuante pelea para defender a su diosa en la que resultó perdedor.

Así de miserable se sentía.

— Debo diferir — la voz grave de Aioria lo detuvo nada más dar dos pasos — no creo que una pesadilla sea suficiente para que tu cosmos se perciba tan débil.

El de cabellos índigos se detuvo en su huida hacia la puerta para girarse con toda la elegancia innata que poseía, su expresión cansada y hasta ojerosa no fue suficiente para restarle un ápice de imponencia. Pero la declaración de Leo bastó para escandalizarlo.

— Hoy iré a ver a Shaka, si quieres puedes acompañarme — ofreció tratando claramente de evadir el tema, no quería hablar sobre la desquiciante pesadilla y menos reclamarle al castaño por no haberlo despertado antes, era ilógico guardarle algún tipo de resentimiento como si tuviese culpa del bizarro sueño.

Al no recibir respuesta Saga dio la vuelta para abrir la puerta.

— Fui a ver Dohko.

Pero no alcanzó a salir teniendo que virarse de nuevo.

—El habló de una marca, Saga. Ese aroma que desprendes… — hizo una pausa de unos segundos para tomar aire — funciona como una advertencia… — otra honda bocanada de aire — para que no se acerquen a ti.

El de Géminis guardó silencio por innecesarios segundos sin modificar su expresión, pero a pesar de ello saberse descubierto en su detestable pestilencia por esa persona en particular no le agradaba en lo absoluto, — Atena dijo que no percibía nada.

Aioria asintió ante la exagerada indiferencia del mayor, como podía ser tan distinta a la actitud de sufrimiento que tenía la noche anterior, — temo que Atena no haya querido decirte lo que sucede en realidad.

— ¿Lo sabes acaso? — afiló una nimia sonrisa.

Esta vez negó levantándose de la pequeña cama, indudablemente intentar si quiera adivinar las acciones de ese gemelo era tarea imposible. Y un claro escalofrió subió por su espalda cuando el de cabellos largos regresó el par de pasos necesarios para estar frente a frente.

— ¿Es desagradable, no es así? — La sutil sonrisa que adornaba sus labios fue ensanchándose a medida que reducía la distancia entre sus rostros — esta pestilencia que me rodea, tan nauseabundo como si me estuvieran desechando… un desperdicio que no quieren que ni un gato callejero pruebe.

Leo afiló la mirada ante la extraña metáfora, si es que podía llamarse de ese modo. Pero la insinuante sonrisa, los tersos labios que técnicamente estaban ofreciéndose lograban distraerlo del sutil aroma a sangre que el otro emanaba.

Si, Saga no estaba para nada bien de la cabeza.

Y así de confuso, así lleno de misterios, Aioria admitía estar cayendo ante esa lúbrica mezcla y por lo dioses que por el momento no se arrepentía. Ver esos ojos únicos, percibir ese cosmos insinuante, como si le clamara a gritos que lo arrebatase del mundo entero.

De los mismos dioses.

Ajeno a lo que el gemelo hubiese dicho en esos segundos presó de una necesidad vital optó por extender ambos brazos, usando su diestra para apresarlo por la nuca escarbando entre esos azules cabellos y con su siniestra le tomó por la espalda atrayéndolo con rapidez.

En un magnifico beso en el que se hundió con satisfacción, en la cálida boca que le recibió placida correspondiendo con deleite, tornando el simple contacto en fuego avivado por las corrientes de viento haciendo danzar las llamas con facilidad. Así de fácil Aioria había pasado a desear más, el húmedo juego de sus lenguas no era suficiente y por la respuesta de Saga se le hacía evidente que también lo necesitaba.

Pese a que el gemelo aun le ganase por unos cuantos centímetros, pudo con facilidad arrinconarlo contra la puerta ya sin seguro, sus labios al fin se apartaron y la ansiosa boca de Leo asaltó su cuello sin prisa remarcado las suaves mordidas que le proporcionara la noche anterior. Y aunque el profundo olor a sangre se colaba en sus fosas nasales su deseo pudo más.

Un suave y excitante jadeo es lo que el pelilargo le obsequió, sonidito que repetido se estrelló en su oído. Presionó más, acorralándolo sin piedad, esta vez sus manos tantearon con cuidado, recorrieron con parsimonia y estrujaron la piel bajo la ropa de Saga. Restregándose sin pudor podía palpar su propia excitación crecer en su entrepierna del mismo modo que en el otro santo.

 

Géminis jadeaba airoso, con una sonrisilla afilada que no se desvanecía y aunque las memorias del funesto sueño brincaban ocasionalmente bien podría guardarse su angustia al jactarse de haber alcanzado su cometido. Su yo orgulloso distorsionaba el acto que estaba a punto de consumar como una victoria más.

¿Pero porque se sentía tan distinto a la noche anterior?

¿Qué estaba haciendo Aioria de diferente para no querer huir, para que no desease apartarlo con violencia?

Volvió a gemir al resentir otra deliciosa mordida esta vez en su clavícula, sus largos dedos se enredaron en las hebras castañas,  dejó que el peso de su cabeza cayera hacia atrás para poder disfrutar más de los besos y mordiscos.

Incluso estuvo tentando de reír.

Reír maniáticamente sin saber la razón.

Cuando sus prendas empezaron a ser retiradas para permitir mejor acceso ya no pudo seguir regodeándose en aquel nubloso placer, craso error cometió al enfocar sus propios brazos encontrando inmediatamente cientos de marcas.

Una línea de cardenales producto de todos los diminutos mordisco que esa oscuridad le arrebató en su sueño, anonadado sus ojos se abrieron más, tenía ambos brazos marcados a mas no poder por diminutos dientes que creyó solo en su mente lo habían profanado.

Y no pudo continuar.

Dejando a un sorprendido Aioria apartándolo de su lado de un brusco empujón. Los verdes ojos lo veían perplejo ante el repentino repudio.

— Sa…

— ¡No te acerques! — bramó cuando el más joven quiso reponer la distancia impuesta, el sobresalto de Aioria y su estupefacción le provocaron un punzante dolor en las sienes. ¿Acaso no notaba sus brazos llenos de estigmas?

Pero ni tiempo tuvo de meditarlo al sentir de nuevo esa pesada oscuridad emerger del piso sobre el cual estaba y aun así Leo parecía ajeno a todo ello. Solo se limitaba a observarlo con detenimiento, como si hubiese perdido la razón.

Saga negó, rehusándose a ser el vesánico de nuevo.

 

 

 

 

— Lo han aprobado.

Cuando Atena oyó la afirmación de boca de Zeus sus labios temblaron, mantuvo los ojos cerrados en su intento de mantener compostura de deidad.

El Olimpo entero se mantenía en silencio sepulcral, cada dios aguardaba expectante las palabras del de mayor rango, quien como en evidente letargo se hallaba sumido en pliegues de energía dorada que iban desde los cimientos del majestuoso coliseo, como relámpagos y truenos siseando anunciando tormenta divina.

— Desde este momento ese humano ya no es más uno de tus santos — habló a su predilecta — lo desconocerás como uno de tus guerreros, su existencia pasará inadvertida ante tus ojos. Cualquier merito que haya conseguido, cualquier ápice de misericordia para con él ya no existe… porque Saga de Géminis dejará de existir, no quedará rastro, no quedará memoria que lo evoque y así perecerá.

Saori se mantuvo sumida en su silencio, hubo acudido a esa audiencia sin ni uno de sus caballeros y no se arrepentía de su decisión, no sacrificaría jamás a su devoto Pegaso, al protector Aioros, ni menos a su arrepentido Kanon… pues entonces solo quedaba Saga. Dueño de un descomunal cosmos, la perfecta oveja de oblación.

— Que así sea — sus suaves labios pronunciaron con cuidado a la par que sus grandes ojos se abrían — su nombre será borrado de mi orden y su hermano ya lo ha reemplazado — hizo una suave venia — cumpliré con mi deber de diosa y de protectora de la humanidad.

Y nadie dijo más, entre las filas más alejadas Psique oía consternada, su corazón antaño humano no aceptaba que utilizaran las vidas de cualquier valiente guerrero como si fuese algo sin importancia. No podía comprender porque esa egoístas deidades mantenían un orden tan aterrador en ese momento, obviando todo tipo de rencillas parecían dispuesto a acatar cualquier mandato.

Quiso hablar pero su esposo la detuvo, la miró con cierto reproche y tuvo que callar. No le afectaría tanto, incluso podría intentar obviar tanta crueldad pero conocía a ese santo y eso indudablemente la hacía titubear.

Aquel martirizado caballero que conoció seguramente desconocía su aciago destino.

— Mi amor… — susurro suave llamando a Eros.

— Guarda silencio — le respondió por lo bajo — ni pienses en intervenir.

“Pero no es justo” pensó conteniendo su desacuerdo, podría buscarle… podría advertirle.

Al menos se merecía eso.

 

 

 

 

Demasiado difícil, demasiado complicado.

Aioria inspiró hondo controlándose, pensando que debería hacer, como debería tratar a Saga para que quitase esa expresión de pánico como si de un momento a otro ya no quisiera nada con él.

— No te entiendo — habló suspirando — si no me explicas te juro que nunca voy a entenderte. Y quiero hacerlo, Saga, necesito entenderte — prosiguió pausado, sin querer estresarlo más. No eran juegos, ni rumores, en verdad el santo de casa de Géminis que asesinara al Patriarca sufría algún mal mental.

Los engatusantes ojos le miraron atentos por unos segundos antes de dirigir su atención a su propio cuerpo examinando la extensión de sus brazos y allí fue que Aioria lo notó; un  montón de diminutas heridas laceraban la impecable piel nacarada.

¿Cómo no pudo notarlas antes?

— Pero… — dudoso se acercó — ¿Quién te hizo eso? — sin pedir permiso le tomo de ambas extremidades para analizar la profundidad del daño. Y la sonrisa de genuino alivio que Saga dibujó lo consternó.

— Entonces también las ves… — farfulló dejándose examinar — creí estar enloqueciendo de nuevo.

— ¿A qué te refieres? — preocupado preguntó rozando con suavidad las feas marcas que estropeaban la dermis que se imaginó perfecta.

— Atena dice que no siente ningún aroma extraño, que Kanon portará a Géminis por el momento… que todo está de maravilla — su preocupante sonrisa se amplió un poco más — todos mis sentidos me gritan que algo está mal, que están engañándome, pero…

— Es nuestra diosa — completó Leo sintiendo a la perfección un rechazo para con Atena como nunca imaginó sentir, su hermano seguramente estaría revolcándose en su tumba. No solo por los arrumacos en los que andaba con Saga, quien fuese su contemporáneo, más por el juramento a Saori que se tambaleaba con peligrosidad.

Un asentimiento fue lo que el de cabellos azures dio.

— El viejo maestro tampoco sabe mucho, me dijo que el aroma a sangre era una marca, que Atena te ha ofrecido a alguien… a algo… y para evitar que cualquier santo lo note nos han sacado del Santuario. — Tragó pesado al apreciar la mirada afligida del gemelo, tan dispuesto a entregarse a una hoguera por su diosa y por menos de un segundo la odió — no lo permitas Saga — musitó entristecido también por la resignación del otro — hemos jurado proteger a la humanidad pero eso no significa que debamos olvidarlo todo, no te olvides de mí… no te atrevas a dejarme — sentenció frunciendo el ceño con determinación — no ahora.

El silencio que sobrevino fue casi asfixiante, Aioria deseaba una respuesta positiva, detestaría a Géminis si es que este lo abandonaba luego de haberlo buscado tanto, si se sometía a órdenes descabelladas sin justificación.

— No lo haré… — la respuesta llegó lacónica y pastosa.

Y sin saber porque, el castaño se sintió estúpidamente feliz, humanamente feliz.

Quiso abrazarlo, quiso besarlo, quiso sentirse dichoso por lo que debería ser una insignificancia prohibida para un guerrero como él.

Pero el inoportuno cosmos de Kanon le advirtió que el otro gemelo estaba a punto de abrir la puerta, como anunciándose descaradamente para evitar verlos juntos. La puerta de madera fue abierta con brusquedad y los acusadores ojos del hermano menor se le clavaron encima.

— Debemos ir con Shaka — espetó mirando esta vez a su gemelo — espero ya estés listo.

— Espérame abajo — Saga de inmediato salió de la habitación casi huyendo de su hermano.

 

— No lo estás ayudando — una ve solos Kanon repitió su frase del Santuario, los verdosos ojos de Aioria brillaron con enfado.

 

 

 

Sin haber probado bocado los tres partieron al encuentro del guardián de la casa de Virgo luego de encontrarse con Afrodita, como el de Piscis había sugerido era la mejor opción en cuanto a conocimiento para intentar unir los pocos retazos de información con los que contaban.

El revoltijo de dudas solo iba incrementándose con el tiempo, como velo de malos augurios. Permanecieron en silencio en tanto viajaban en esa desmantelada camioneta que los transportaba, Aioria iba al lado de Saga y este se mantenía ocupado observando el verdoso paisaje que le proporcionaban. — El cielo está lleno de nubes — habló intentando captar la atención del gemelo mayor.

Pero solo silencio fue lo que obtuvo, Saga no apartó su mirada de la ventana ni por un momento.

— Estamos saliendo…

Solo entonces ante ese enunciado fue que el mayor viró lento para dedicar una mirada de soslayo a Leo.

— Como pareja quiero decir, tú y yo.

Quiso sonreír y asentir cientos de veces pero tan agotado se sentía que solo pudo suspirar, — ¿y Marín de águila? — sacó a relucir el nombre sin meditarlo mucho, parpadeó un par de veces con extenuación volviendo a fijarse en el horizonte.

— ¿Por qué la nombras?

— … — Saga volvió a suspirar — ambos somos hombres y guerreros de la misma orden — respondió en un murmuro perfectamente audible, con un tono de voz tan calmado como si su fiebre de amor hubiese menguado por el momento tras la pesadilla de la noche anterior, dejándole pensar con algo más de claridad.

— Comparto amistad con ella solamente y creí que lo otro no te importaba — medio sonrió y sujetó la mano de Saga que tenía al alcance, casi se burlaba de sí mismo, se estaba perdiendo en su propio engaño.

— No me importa — contestó concediéndole de nuevo su atención, correspondiendo el gesto entrelazando sus dedos con los de ese santo dorado más joven, más justo y noble, exactamente lo que él ya no era.

— En ese caso… — Aioria se acercó un poco más renovando su sonrisa — no te molestará que te dedique unas palabras de amor aquí delante de todos, ¿verdad?

Y aunque su desanimo quiso evitarlo Saga sonrió soltado una breve risilla.

 

Mueca que espeluznante para Kanon le confirmaba de lo que él era incapaz; socorrer y aliviar las penas de su gemelo, de su única familia, de esa persona tan igual y tan diferente de sí mismo a la vez. Cerró los ojos para dejar de observar esa desagradable escena, se cruzó de brazos e intentó dormitar, sin importar que tan indispensable llegase a ser Aioria, había algo en que solo él podía hacer para ayudar a Saga.

De un momento a otro la estropeada camioneta se detuvo abrupta y le hizo despertar de sopetón, Kanon oyó la queja de Afrodita quien iba a su lado, unas cuantas personas bajaron del vehículo solamente lo que le hizo maldecir al conductor por su incompetencia, no tenía que frenar como si fuesen a chocar. Inspiró hondo queriendo acomodarse de nuevo para descansar pero la ligera alteración en la débil cosmo-energía de su hermano lo alertó, girándose a su derecha apreció el rostro estupefacto de su gemelo al ver con exagerada atención a los simples pueblerinos que subían ahora.

 

 

9.- Benigno

 

 

Notas finales:

 

¡Nada benigna soy yo!, siento la horrorosa demora, pero podía jurar que este capítulo ya lo había subido y cuando quise actualizar el número 10 me sale con el capítulo 9 ya no estaba, no estoy segura de sí se deba un error de página porque también eliminó mis respuestas a reviews anteriores. De todos modos lo lamento mucho y agradezco infinitamente a las personas que siguen esta extraña historia y se toman su minutito de comentar, en verdad gracias.

Para los interesados obviamente ya tengo el capítulo que sigue que postearé la siguiente semana, ya está revisado y todo así que solo toca subirlo. Ojalá aun haya alguien interesado (D:).

No hay mucho que decir, espero hayan tenido buenas fiestas de fin de año, cuídense mucho y saludos.

Yae.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).