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Los piromaniacos por PJ Brown

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Notas del capitulo:

¡Estoy de vuelta! Aproveché que no fui al colegio para redactar durante toda la mañana, me inspiré un poquito jejeje.


Espero que les guste, en este capítulo se revela una información inesperada...

Darwin se hallaba sentado frente a su escritorio, organizando su agenda para los días en que se encontraría en el viaje escolar, el cual se llevaba a cabo todos los años gracias al comité estudiantil. Se impresionó bastante cuando se enteró de que Billie ocupaba un puesto en el comité; aparentemente los estudiantes habían votado por él para presidente, pero el director se negó rotundamente y colocó a Ariane Parrish en su lugar. Comprendía muy bien los motivos del director, aunque personalmente, Darwin no habría permitido que ocupara ni un solo puesto.

 

Luego de terminar su agenda y los deberes del día, Darwin se puso en pie para preparar su maleta. Por un momento creyó ver algo en la ventana, mas suponiendo que eran imaginaciones suyas debido al cansancio, ignoró aquel detalle.

 

-Guarda un poco de lubricante, lo necesitarás.

 

En cuanto escuchó aquella voz a sus espaldas, Darwin dio un sobresalto y se giró inmediatamente para encarar al lunático con delineador que se hallaba sentado en el marco de su ventana, carcajeándose al ver su reacción.

 

-¿Se puede saber qué estás haciendo en mi casa?-  cuestionó Darwin molesto.

 

Billie cesó de reír de golpe, detalle que resultaba escalofriante a los ojos de Darwin, quien no conocía  a nadie que cambiara de humor tan rápido como aquel chico.

 

-Ah cierto, te traje un obsequio-  dijo Billie, bajándose la cremallera de su chaqueta negra, la cual se encontraba un tanto abultada.

 

-No quiero nada tuyo, te lo agradezco-  dijo Darwin, volviendo a centrarse en su equipaje con esperanzas de que el chico desapareciera por la ventana. Ahora que se detenía a pensarlo… ¿por qué no había entrado por la puerta como una persona común y corriente? Ciertamente ese tipo era muy extraño.

 

-Lástima, supongo que tendré que tirarlo en algún basurero.

 

Un maullido se hizo escuchar en la habitación. No pudiendo ignorarlo, Darwin se volvió hacia Billie, quien le brindaba una sonrisa y le tendía un pequeño minino gris con franjas negras.

 

-Dámelo-  dijo Darwin quitándoselo de las manos, temiendo que pudiera hacerle algún mal-.  ¿De dónde lo sacaste?

 

-Estaba abandonado en una caja. Es huérfano, así que puedes ponerle Oliver-  explicó Billie al tiempo que se dirigía al cuarto de baño.

 

-¿Cómo sabes de…?

 

-Eh, que esté loco no significa que sea un estúpido inculto. Sé leer, cariño-  dijo Billie guiñando un ojo antes de cerrar la puerta del baño.

 

Darwin esbozó una pequeña sonrisa. Quizá había juzgado mal a Billie, así como lo ha hecho con muchos libros por su portada, libros de los que se ha sorprendido bastante al leer su contenido.

 

El chico depositó a su gato en el suelo y se apresuró a buscar una caja de zapatos, así como una camisa vieja para improvisar una cama para el minino.

 

-Ven aquí-  murmuró Darwin al tomar a su gatito, para luego meterlo en la caja y quedarse sentado frente a ella para acariciarlo.

 

Francamente le gustaban mucho los gatos, pero nunca se había atrevido a pedirle uno a sus padres, porque no quería que invirtieran mucho dinero en cosas que probablemente eran innecesarias. Pero había soñado con tener una mascota por vario tiempo.

 

Apenas escuchó que la puerta del baño se abría, Darwin se puso de pie automáticamente. Por su parte, Billie dejó escapar un sonoro suspiro.

 

-Se siente bien vaciar el tanque-  comentó Billie. Darwin hizo una mueca de desagrado-.  Oh mira la hora, tengo que irme. Nos vemos mañana mi amor.

 

-No soy tu amor-  dijo Darwin secamente.

 

Billie soltó una carcajada y bajó por la ventana con agilidad, ayudándose de un árbol a su disposición; cuando estuvo en el suelo, escuchó un “Gracias” por parte de Darwin y justo después, la ventana cerrándose con fuerza. Suponiendo que se había avergonzado, Billie rió por lo bajo y emprendió su camino con las manos en los bolsillos de su chaqueta.

 

 

Rick escuchó un par de golpecitos contra su ventana, otra vez. Ya tenían buen rato molestándolo de esa manera y por ello, se veía incapaz de dormir.

 

Fastidiado, se puso de pie para abrir su ventana, conociendo la identidad de la persona que había ido a arruinar su noche mucho antes de contemplarle. Siempre estaba ahí, por más que le dijera que se largara.

 

-¡Rapunzel, Rapunzel, deja caer tu cabello!

 

-Imbécil ¿quieres dejar de hacer tanto alboroto? Vas a despertar a los vecinos-  le espetó Rick enfadado.

 

-¡Me vienen valiendo mierda los vecinos, sólo me importas tú!

 

Furioso, Rick cerró la ventana de golpe y volvió a adentrarse en su habitación para tomar un cobertor antes de bajar a abrir la puerta principal. Detestaba tener que ceder a las ridículas peticiones de Billie, pero siendo sincero comenzaba a acostumbrarse a aquella rutina de todas las noches, sí, ese demente lo visitaba todas las noches.

 

Rick cubrió al chico con el cobertor sin hacer ningún comentario. Billie soltó una carcajada.

 

-Vaya, así que has bajado a mi encuentro. Me siento tan honrado-  dijo Billie dramáticamente.

 

-Quiero que te vayas-  dijo Rick firmemente.

 

-Si me voy, quiero que vengas conmigo.

 

Dicho esto, volvió a reír. Cualquiera pensaría que estaba ebrio, sobretodo porque había comenzado a derramar lágrimas de un momento a otro, pero Rick lo conocía desde hace vario tiempo y sabía que el chico simplemente decía lo que pensaba y expresaba lo que sentía.

 

-Ven, vamos adentro-  dijo Rick tomando al chico del brazo para guiarlo hasta el interior de su hogar.

 

Billie era una especie de niño pequeño al que le gustaba jugar todo el tiempo y reír, pero sólo Rick había logrado ver a ese niño derramar lágrimas de manera desconsolada como si el mundo se le hubiera venido encima. Y lo odiaba, Rick odiaba verlo llorar porque estaba al tanto de que él era el causante de sus sollozos.

 

Estando en su habitación, Rick sentó a Billie en la cama y fue por unos pañuelos al cuarto de baño para limpiar el delineador que se le había corrido.

 

-Para ya de llorar, por favor-  murmuró Rick mientras limpiaba las mejillas ajenas, evitando mirar al joven a los ojos, pues no deseaba encontrarse con la intensa mirada jade que ocultaba bajo su exceso de delineador.

 

Tomándolo desprevenido, un recuerdo acudió a la mente de Rick, un recuerdo que había intentado, por todos los medios posibles, olvidar. Uno de muchos.

 

-¿Te he dicho que me gustan tus ojos?-  dijo Billie girándose hacia él.

 

Ambos se encontraban recostados sobre el césped de uno de los jardines del instituto, contemplando las nubes.

 

Rick curvó sus labios en una sonrisa.

 

-Sí, muchas veces, pero… a mí me gustan los tuyos-  confesó alzando su mano para limpiar el delineador de uno de los ojos ajenos.

 

Rick dejó de respirar. Sus ojos se habían encontrado con los del chico y esta vez, fue él quien comenzó a llorar a causa de la enorme cantidad de memorias que lo golpearon al mismo tiempo.

 

Billie lo acogió en sus brazos, hundiendo su rostro en el hombro del joven para llorar en silencio. A diferencia de Rick, Billie no emitía ningún gemido o sollozo, sólo derramaba una lágrima tras otra, era irónico considerando lo ruidoso que siempre ha sido.

 

-Te odio-  sollozó Rick, aferrándose con fuerza a la espalda del chico.

 

En cuanto pronunció aquellas palabras, Billie lo abrazó aún más fuerte. Estaba acostumbrado a escuchar eso, pero nunca dejaba de doler con la misma intensidad.

 

Luego de varios minutos, finalmente se encontraron recostados uno al lado del otro. Billie miraba el techo, vagando en sus pensamientos, y Rick se encontraba profundamente dormido junto a él después de tanto llorar.

 

Siempre era lo mismo. Billie acudía ahí todas las noches, Rick lo recibía en su casa, lloraban juntos en la habitación del príncipe estudiantil y después dormían en la misma cama.

 

Pero nadie sabía nada, sólo Fox, quien conocía la historia que había detrás de ellos.

 

-Yo nunca tuve miedo de que nos juzgaran, príncipe-  murmuró Billie, apartándole el cabello del rostro a Rick-.  No me importaba lo que pudieran pensar los demás porque… te amaba y eso era lo único importante. Pero… supongo que tú no pensabas igual.

 

Billie sonrió con tristeza y depositó un beso sobre la frente de Rick.

 

-Buenas noches, muñeco.

Notas finales:

¡BAM! ¿Se lo esperaban? ¿Sí? ¿No? :O Dejen sus reviews para conocer sus opiniones.


¡Saludos! :D


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