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Los piromaniacos por PJ Brown

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Notas del capitulo:

Y aquí viene lo bueno...

Billie llegó a la fiesta con ánimos de beber y divertirse un buen rato, aprovechando que no tenía a Rick tras de él diciéndole que no bebiera de más o que no hiciera alguna estupidez que involucrara a la policía. De hecho, pensaba ingresar en la piscina que poseía aquella enorme casa.

 

-¡Hey, Billie!-  lo saludó uno de sus compañeros de clase, ofreciéndole una bebida de un color azul brillante. Billie le sonrió a manera de respuesta-.  ¿Dónde dejaste a tus amigos?

 

-Probablemente vengan más tarde-  respondió mientras tomaba el vaso que el chico le ofrecía.

 

No pensaba delatar a sus amigos diciendo que los muy amargados se habían quedado en casa mirando el televisor cuando podían estar ahí disfrutando del alcohol y la buena música. Podía llegar a ser un verdadero hijo de puta, estaba muy consciente de ello, pero era leal.

 

Se despidió del chico y siguió su camino, evaluando a las personas a su alrededor como si fuera un cazador en busca de su presa; había escotes que pedían a gritos un poco de atención, traseros que parecían manjar de los dioses, pechos que definitivamente le gustaría tener entre sus manos, piernas, labios, espaldas… ¡Joder! Ya podía sentir una erección formándose entre sus pantalones de sólo imaginar los miles de escenarios con alguna de esas suculentas criaturas.

 

Estaba a punto de acercarse a una chica que bailaba como una diosa, cuando la imagen de Rick cruzó como un flash por su cabeza.

 

Se detuvo en seco y se preguntó qué clase de mierda de persona era para ir y follar con una chica teniendo a un príncipe sólo para él. Debería estar con Rick viendo películas de terror en el sofá de Fox.

 

Luego de llegar a esa conclusión, se bebió el líquido azul que contenía su vaso, se lo dio al primer chico que se cruzó en su camino y se dirigió hacia la puerta para retirarse.

 

-¡Billie! ¿Te vas tan pronto?-  preguntó una rubia que recordaba haber visto en alguna clase; se notaba que el rubio de su cabello no era natural, así que eso la catalogaba como chica con poco cerebro según el diagnóstico de Billie-.  ¡Quédate un poco más!

 

Y lo arrastraron a la fiesta una vez más, prometiéndose a sí mismo que sólo sería por un rato.

 

Ojalá alguien le hubiera dicho lo que contenía su bebida realmente…

 

 

-Deja de estar viendo la puta hora en el celular-  gruñó Fox, apagando el televisor luego de haber estado cambiando canales sin encontrar nada que fuera de su interés. En esos momentos extrañaba salir al cine con Ariane.

 

Rick suspiró sonoramente.

 

-Son las dos de la mañana.

 

-Pues vete a dormir-  respondió Fox secamente. Odiaba cuando su amigo se ponía paranoico cuando se trataba de Billie ¿acaso no lo conocía? Seguramente aparecería a las siete de la mañana riendo como un poseído.

 

-Voy a ir a buscarlo-  dijo Rick poniéndose de pie.

 

Rick estaba consciente de que su relación con Billie no era oficial, pero había esperado que por lo menos el chico le diera su lugar en casos como aquél. Sí, se sentía como una chica dramática, pero en esos momentos le valía un reverendo pepinillo.

 

-Me estás jodiendo ¿no? Si voy ahí las gatas de las amigas de Ariane van a matarme-  le espetó Fox.

 

-Nadie te pidió que me acompañaras-  dijo Rick arremangándose su camisa-.  Y si es eso lo que preocupa no debiste haberla engañado.

 

Fox soltó un resoplido, para luego esbozar una sonrisa torcida.

 

-No me arrepiento en lo absoluto.

 

A Fox no le importaba en lo más mínimo su reputación, las chicas bien sabían que su apodo no se lo había dado su madre como muestra de afecto cuando era niño, así que se apegaban a las consecuencias cuando comenzaban una relación con él. Ariane tuvo la bondadosa intención de hacerlo cambiar, pero cuando menos se lo esperaba, Fox decidió tener sexo con una mesera que le brindó su número.

 

-Hijo de puta-  dijo Rick entre dientes, dirigiéndose hacia la puerta.

 

Los chicos subieron al deportivo de Fox y éste pisó el acelerador para hacer rugir el motor.

 

-¿Tu madre no se molestará por esto?-  preguntó Rick, encendiendo un cigarrillo.

 

-¿Por salir de casa tan tarde? No me hagas reír, tigre, mi madre debe estar cogiendo en el departamento de su novio en estos momentos-  respondió Fox tranquilamente-.  ¿Qué hay de ti? ¿Les dijiste a mamá y papá que tendrías una pijamada?

 

Rick puso los ojos en blanco.

 

-Les comenté que tendría una fiesta esta noche y que regresaría tarde.

 

Fox hizo un gesto afirmativo con la cabeza, encendió la radio y no volvieron a hablar durante todo el camino. Cuando llegaron a la mansión donde se celebraba la fiesta, el sitio estaba patas arriba y la música retumbaba con fuerza.

 

Justo al ingresar, Fox se dirigió inmediatamente hacia la piscina, donde había varias chicas que le brindaban sonrisas y miradas sugestivas a las que no pudo resistirse. Mientras tanto, Rick buscaba a Billie por entre las personas que bailaban balanceándose de un lado a otro, pero no lograba ubicarlo por ninguna parte.

 

-¡¿Estás buscando a alguien, Harrison?!-  le cuestionó un chico a gritos para hacerse escuchar por arriba de la música.

 

-¡Sí, a Billie!

 

Rick no sabía si el chico estaba lo suficientemente lucido para recordar quién era el Billie que buscaba, pero tenía esperanzas de que lo estuviera.

 

-¡Oh, Billie! ¡Está allá arriba, lo vi subir hace un rato!

 

-¡Gracias!

 

Dicho esto, se apresuró a subir a la segunda planta de la mansión para buscar a su novio en cada una de las habitaciones. Y cuando menos se lo esperaba, lo encontró en la cama con una chica. Cerró la puerta de aquella recámara de golpe e hizo lo primero que se le ocurrió: correr a buscar a Fox.

 

-¡Fox!

 

El nombrado se separó de la chica a la que se encontraba besando en el interior de la piscina, sintiéndose irritado por la interrupción. Sin embargo, al ver los ojos llorosos de Rick, supo que algo andaba mal.

 

-¡Larguémonos de aquí!

 

Fox susurró algo al oído de la chica que acababa de besar, le guiñó un ojo y salió de la piscina para colocarse sus jeans y cargar con su camisa, entregándole a Rick sus zapatos.

 

-¿Qué mierda ocurrió?-  preguntó Fox cuando estuvieron en el interior del auto.

 

-Llévame a mi casa.

 

-¿Me tomas como tu maldito chofer, niño rico?

 

-¡PISA EL PUTO ACELERADOR Y LLÉVAME A MI PUÑETERA CASA!-  estalló Rick.

 

Fox atacó la orden sin mencionar palabra. No sabía lo que había sucedido en el interior de esa mansión, pero por la forma en que las manos de Rick temblaban mientras se esforzaba por encender un cigarrillo, concluía que no había sido nada bueno.

 

-Sabes que eso te mata ¿verdad?-  comentó Fox cuando se detuvieron en una luz roja. No recibió una respuesta, Rick tenía la mirada clavada en la ventanilla-.  A Billie no le gusta que…

 

-¡No vuelvas a mencionar a ese hijo de puta en mi presencia!-  gritó Rick enfurecido sin molestarse en mirarlo, no quería que Fox lo viera llorar.

 

Fox volvió a emprender el camino con una jodida canción melancólica en la radio, la cual Rick no dudó en apagar luego del primer maldito coro; el puto mundo estaba en su contra esa noche.

 

Cuando el auto se detuvo delante de la mansión de los Harrison, Fox se atrevió a pronunciar las palabras que llevaba repitiendo un buen rato en su cabeza:

 

-Mira, sea lo que sea que haya pasado (no necesito que me lo digas), quiero que quede claro que soy tu amigo ¿entiendes? Y eso no va a cambiar.

 

Rick sonrió levemente y asintió con la cabeza. El mensaje era simple: iba a apoyarlo, podía confiar en él.

 

-Ánimo, tigre-  añadió Fox cuando el chico abrió la puerta para bajar del auto.

 

Y luego de dejar a Rick en su hogar, Fox hizo rugir el motor de su deportivo al acelerar. Iría en busca de Billie.

 

Aquella sería una larga noche. A partir de entonces nada volvería a ser igual entre los tres.

Notas finales:

En la siguiente parte descubriremos un par de cosas sobre Billie que ni siquiera Rick sabe ;)


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