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Los piromaniacos por PJ Brown

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Notas del capitulo:

Advertencia: este capítulo contiene escenas que requerirán de un pañuelo o cualquier trozo de papel higiénico para limpiar sus lágrimas. Lea bajo su propio riesgo.

Rick salió de la ducha, ya vestido con su pijama para meterse a la cama, pero no esperaba que Billie continuara sentado en el mismo sitio donde le había dejado. El chico tenía la vista en el suelo y jugaba con sus dedos, se veía tan tierno e inocente que Rick tuvo deseos de besarlo.

 

-¿Qué pasa?-  le preguntó sentándose junto a él en la orilla de la cama.

 

Billie alzó la vista, aparentemente sorprendido por que hubiera salido tan rápido, pero no sonrió, y esa era una muy mala señal tomando en cuenta que acostumbrara sonreír todo el tiempo.

 

-No creo que esto vaya a funcionar…

 

Rick frunció el entrecejo, sin comprender de qué demonios estaba hablando ese idiota. Pero antes de que pudiera preguntar algo al respecto, Billie se le adelantó:

 

-Pasé un día increíble, me gustó mucho recordar los viejos tiempos, te lo digo en serio. Pero creo que deberíamos darnos la oportunidad de… conocer a otras personas. Lo nuestro ya quedó en el pasado.

 

Esas palabras fueron como un balde de agua fría para Rick, quien no sabía asimilar correctamente toda esa situación ni cómo se suponía que debía reaccionar. El chico del que se había locamente enamorado le estaba devolviendo su corazón porque ya no podía aceptarlo.

 

-Billie, sé que te traté como la mierda, pero no es necesario que hagas esto.

 

El nombrado finalmente esbozó una sonrisa y besó su frente dulcemente.

 

-Lo hago porque te amo y quiero que seas feliz con la persona correcta-  respondió alzando su mano para limpiarle aquellas lágrimas que habían comenzado a brotar por sí solas.

 

-No hagas esto, imbécil, si vas a romperme el corazón hazlo bien. Finge que no me amas, que me odias, que perdiste tu tiempo conmigo, que me usaste ¡lo que sea! Pero no me digas que me amas-  suplicó Rick.

 

Billie negó con la cabeza.

 

-Prometí que no volvería a mentir.

 

Rick lo abrazó con fuerza, queriendo obligarlo a que se quedara a su lado porque simplemente se negaba a dejarlo ir cuando apenas lo había recuperado. Pero si esa sería la última vez que estarían juntos, si realmente no había ningún futuro para ellos, entonces quería que le demostrara que lo amaba como decía hacerlo.

 

-Hazme el amor-  murmuró al oído del chico.

 

Billie, sorprendido, se apartó de Rick para mirarlo a los ojos y asegurarse de que hablaba en serio. El rubio se limitó a asentir con la cabeza, totalmente seguro de la decisión que acababa de tomar; nunca había estado tan seguro de algo en su vida.

 

Los ojos verdes de Billie brillaron con intensidad, era un brillo hermoso que Rick deseaba recordar para siempre, pero una parte de él, la más egoísta, se sentía mal porque después de aquella noche esa mirada sería para alguien más.

 

En cuestión de segundos ya se hallaban besándose con intensidad, quitándose toda aquella ropa que les impedía tocar sus cuerpos como tanto ansiaban. Billie había estado esperando por ese momento durante demasiado tiempo, pero estaba seguro de que había valido la pena.

 

Rick dejó su cuerpo a merced del chico con la mirada jade, hundiendo sus dedos en la ancha espalda, gimiendo su nombre mientras Billie lamía, mordía, besaba y succionaba cada centímetro de su piel, haciéndolo sentir deseado. Si dejaba marcas que tardarían en quitarse no le importaba, de hecho, quería que lo hiciera, quería recordar cada instante de esa noche cada que se mirara a sí mismo en el espejo. Los comentarios de sus padres habían dejado de importar.

 

Billie mordió su cuello, su hombro y esos rosados pezones que lo habían tentado desde el momento en el que el torso del rubio quedó al descubierto. No hubo nada que Billie no hubiese besado. El cuerpo de Rick tendría su olor impregnado en los poros esa noche.

 

Billie extrajo el lubricante que siempre cargaba consigo en el bolsillo de sus pantalones, untándolo en su hombría y en la entrada de Rick, quien se estremeció ante aquella fría, un poco incómoda y desconocida sensación; tener los dedos del chico en su interior era bastante extraño, pero al irse acostumbrando se volvió… placentero.

 

-Hazlo suave-  fue lo único que dijo el príncipe, para después morderse el labio en espera de la inminente penetración que finalmente le arrebataría su virginidad.

 

Justo después de extraer sus dedos de la entrada de Rick, Bilie se colocó entre sus piernas, acariciando los muslos del rubio, le sonrió dulcemente y asintió con la cabeza.

 

-Confía en mí, amor-  murmuró inclinándose para besar aquellos labios que después de esa noche pasarían a ser de alguien más. Sólo esperaba recordar su suave textura lo suficiente como para jamás olvidarla.

 

Para Billie era una tortura tener que hacer aquello, le partía el corazón tener que despedirse de esa forma de la única persona que había amado con locura. Pero no creía que hubiera mejor forma para decir “adiós” de la manera más pasional, romántica y sincera.

 

Rick se mordió la mano al sentir que la punta del miembro de Billie ingresaba en él, hasta que estuvo totalmente dentro. Dolía, jamás imaginó que dolería tanto, pero suponía que el dolor se iría en algún momento.

 

-¿Estás bien?-  preguntó Billie.

 

Rick hizo un gesto afirmativo con la cabeza, sonriendo un poco para que no se preocupara por él. Y mientras Billie esperaba a que el rubio se acostumbrara a su intromisión, comenzó a masturbar al chico con lentos movimientos de arriba hacia abajo, provocando que gimiera de placer y se aferrara a las sábanas.

 

-Ya… muévete-  gimió Rick moviendo sus caderas de manera involuntaria.

 

-Lo que su alteza ordene-  respondió Billie gustoso, comenzando a embestirlo lenta y profundamente, sintiendo lo comprensiblemente estrecho que el rubio se encontraba, pero le gustaba la sensación de sus paredes apretando su miembro.

 

Rick se angustió un poco al escuchar que su colchón rechinaba, no queriendo despertar al resto de su familia (misma razón por la cual se mordía la mano o los labios para no gritar o gemir demasiado fuerte), no obstante, hubo un punto en el que mandó todo a la mierda y comenzó a lanzar improperios al aire, era una forma extraña para expresar que le gustaba que Billie lo penetrara, aunque a éste último le encantaba que lo hiciera.

 

Billie entrelazó sus dedos con los de Rick, aferrándose a él con fuerza mientras se corría en su interior dando un sonoro gemido y el rubio hacía lo propio sobre su pecho.

 

Uno pensaría que después de eso se quedarían dormidos, abrazándose el uno al otro, pero Rick y sus hábitos de higiene obligaron a Billie a ayudarlo a cambiar las sábanas mientras él se duchaba. Y al salir de la ducha encontró a Billie adentró de lo que parecía una pequeña tienda de acampar que había montado con almohadas, cobijas y sábanas limpias.

 

-Ven con tu daddy-  dijo Billie extendiendo sus brazos desde el colchón que se hallaba en el suelo.

 

-Qué asco, después de que te bañes me lo pienso-  dijo haciendo una mueca de repugnancia mientras Billie reía, incorporándose para ir a hacer lo que su príncipe le indicó-.  Y no eres ningún daddy.

 

-Lo que tú digas, cariño-  respondió el chico a su oído antes de propiciarle una nalgada e irse a tomar una ducha.

 

Rick soltó un resoplido, recostándose en su colchón, muerto de cansancio y bastante adolorido. Nadie le mencionó que donar su virginidad era como partirse en dos; tal vez Dan y Johnny eran unos jodidos masoquistas.

 

Cuando Billie regresó a la habitación, Rick estaba profundamente dormido, por lo que, cuidando no despertarlo, se recostó junto a él y lo abrazó por la espalda para dormir abrazado a él, aspirando su aroma, gozando de su calidad. Sólo entonces, sabiendo que nadie podía mirarlo, comenzó a llorar de aquella manera silenciosa que tanto lo caracterizaba.

 

-Recuérdame. Recuérdame como el hombre que te amo con locura y que te dejó ir porque eras lo más valioso que tenía, porque quería que extendieras tus alas para buscar la felicidad que no podía darte-  susurró Billie-.  Recuérdame, príncipe…

 

Esa noche durmió abrazado a Rick como si fuese un niño que se aferra a su peluche de felpa por temor a la oscuridad, estando consciente de que cuando despertara tendría que irse para jamás volver. No volvería a lanzar rocas a su ventana para que le permitiera entrar. No volvería a dormir a su lado. No volvería a tenerlo así de cerca nunca más.

 

Todo se convertiría en simples recuerdos que conservaría en su mente como un valioso tesoro que no podría remplazar. Rick era irremplazable.

 

Al despertar, Rick sintió que algo le faltaba y al caer en cuenta de lo que era, se echó a llorar con fuerza, abrazándose a sí mismo, mientras un joven alto de vestiduras negras se alejaba de la mansión de los Harrison sin mirar atrás.

 

 

Notas finales:

Irónicamente este capítulo tiene aquello que muchas estaban esperando y, al mismo tiempo, lo que no deseaban ¡Les suplico que no me maten! >.< -sale huyendo-.


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