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Los piromaniacos por PJ Brown

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Notas del capitulo:

Debido a mi enoooorme ausencia, les traigo tres capítulos de golpe. Y... tengo pensado hacer una segunda temporada, aún hay muchos piromaniacos para ustedes mis queridos lectores.

Era lunes, así que por obvias razones el sitio al que Billie había arrastrado a Darwin se encontraba cerrado, pero el despacho del dueño estaba a su disposición para las necesidades que Billie tenía, este último aún recordaba la primera vez que había estado ahí en compañía de sus amigos.

 

-Va a ser la mejor noche de nuestras vidas, se los aseguro-  dijo Billie sumamente entusiasmado.

 

Y se pusieron ebrios hasta que no pudieron reconocerse entre ellos, se perdieron en la multitud, bailaron, gritaron y saltaron con completos desconocidos. Fox se besó con cada chica guapa que se topaba en su camino, Rick hablaba hasta por los codos con el cantinero que en realidad no le prestaba atención y Billie manoseaba a cualquiera que se le pusiera enfrente.

 

Esos eran los flashes que Billie recordaba de esa noche, puede que incluso se le hubiera insinuado a Rick sin que éste se diese cuenta, aprovechando que se hallaba en las nubes, pero no tenía una imagen muy clara de lo ocurrido.

 

Aún continuaba siendo un misterio cómo habían regresado a casa sanos y salvos si Fox había desaparecido en compañía de una chica rubia de prominentes pechos. Probablemente le debían la vida al DJ Shadow, aunque Billie continuaba negando que se había subido al auto del chico cantando canciones deprimentes a todo pulmón, mientras Rick dormía profundamente en los asientos traseros. Él estaba convencido de haber llegado a su departamento gracias a una fuerza mística en medio de los delirios del alcohol, que había hablado con un monje en el autobús y que por eso se convirtió en un hombre completamente nuevo. Al menos esa era la historia que le contaba a todo el mundo, aunque nadie se la creía.

 

Al final los chicos comprobaron que Oblivion cumplía su objetivo: provocaba que olvidaras todo por una noche.

 

-¿Un monje? ¿Es en serio?-  preguntó Darwin, incapaz de creerse eso ni en un millón de años.

 

Ambos iban caminando por el largo pasillo que conducía hasta el despacho del dueño (el sitio le recordaba a Darwin a una tienda de tráfico de drogas, sobre todo por haber ingresado por la parte de atrás), conducidos por un guardia que tenía el tamaño de un enorme gorila y aparentemente era conocido de Billie. Darwin empezaba a acostumbrarse a que el chico conociera a cualquiera que se cruzara en la calle.

 

Billie se encogió de hombros.

 

-Nunca se sabe cuándo te toparás con un monje en el autobús-  comentó.

 

Justo cuando terminó de decir aquello, Billie recibió una llamada, pero al ver de quién se trataba se negó a contestar, volviendo a guardar el móvil en el bolsillo de su pantalón negro.

 

Llegaron a un despacho escondido al final del corredor en donde un hombre rubio de hombros anchos, vestido de esmoquin gris, les esperaba sentado detrás de su escritorio. Darwin temió que se tratara de un integrante de la mafia rusa, y en cuanto pensó en eso se sintió un idiota, puesto que no se consideraba un paranoico como Dan.

 

-Siéntense, por favor ¿qué puedo hacer por ustedes?-  dijo el hombre de voz ronca y suave.

 

Darwin habría preferido esperar afuera, de hecho, estaba a punto de girarse para retirarse cuando Billie lo sujetó del hombro y prácticamente lo obligó a sentarse.

 

-Douglas, vengo a venderte mi alma-  dijo Billie en cuanto tomó asiento.

 

El hombre arqueó una ceja y se cruzó de brazos, recargándose contra el respaldo de su silla de cuero negro.

 

-¿Alguna razón en especial que te haya traído aquí?

 

Billie puso una expresión pensativa, entornando los ojos con supuesta concentración mientras tamborileaba su barbilla. Poco después sonrió y negó con la cabeza.

 

-Especial no, urgente sí.

 

Darwin puso los ojos en blanco, en cambio, Douglas mantuvo una expresión imperturbable. No fue necesario que el hombre dijera una palabra para que Billie comenzara a sentirse incómodo por su penetrante mirada y el silencio sepulcral que inundaba la habitación; el joven no soportaba ese ambiente.

 

-Embaracé a una chica y necesito el dinero para mantenerla a ella y al bebé en caso de que la echen de su casa-  explicó Billie rápidamente sin poder contenerse.

 

-¡¿QUÉ?!-  gritó Darwin estupefacto.

 

Douglas sonrió complacido.

 

Antes de que pudieran asimilarlo, ambos jóvenes se hallaban en el corredor camino a la salida. Billie estaba feliz porque había conseguido el empleo y Darwin tenía muchas preguntas que requerían respuestas urgentes antes de que su cabeza explotara.

 

-¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿Quién más sabe acerca de esto?-  preguntó Darwin apenas salieron de Oblivion.

 

Billie se despidió alegremente del guardia, le mandó saludos a la familia y luego se volvió hacia su acompañante, soltando un suspiro. Se pasó una mano por el cabello.

 

-Sólo tú y Fox-  respondió sin siquiera mirarle.

 

-¿Y qué hay de Rick?

 

No hubo respuesta, el chico tenía la mirada clavada en la calle con las manos en los bolsillos de sus pantalones, viendo los autos pasar.

 

-¿Piensas decírselo a Rick?-  insistió Darwin.

 

-Por supuesto, incluso le pediré que sea el niñero del bebé-  respondió girándose hacia el chico con una sonrisa de oreja a oreja-.  ¡JODER, DARWIN! ¡Claro que no! ¿cómo crees que reaccionará cuando sepa la mierda de persona que soy?

 

Hubo un instante de silencio en donde los autos eran el único sonido que se captaba, Darwin se había quedado sin palabras porque nunca había visto a Billie reaccionar de aquella manera.

 

Billie se cruzó de brazos, volviendo a mirar hacia la calle.

 

-Está decidido, le pediré a Shadow que me entrene para ser DJ, me iré a Ibiza con Agnes y usaré el pseudónimo de Wolf.

 

-Cobarde.

 

La palabra resonó en la cabeza de Billie, pero era inmune a los insultos desde hacía vario tiempo, así que simplemente se encogió de hombros con una sonrisa amarga.

 

-Lo sé, pero ¿qué esperas que haga?-  miró a Darwin con los ojos enrojecidos-.  ¿Quieres que le diga a Rick la basura que soy después de salir del hospital?

 

-No lo puedes ocultar por siempre.

 

Billie suspiró, detuvo un taxi y le indicó a su amigo con un gesto de la cabeza que subiera al auto.

 

El camino fue silencioso, no se dirigieron la palabra en ningún momento, aunque en el algún punto la radio colocó Please don’t go y Billie estrelló su cabeza contra la ventanilla, gruñendo.

 

-Te daré a Twist mañana, lo prometo-  dijo el secuestrador de gatos cuando llegaron a la casa de Darwin.

 

-Bien, gracias.

 

Dicho esto, salió del taxi sin mirar atrás.

 

Billie dio la dirección de su mejor amigo y cuando el auto emprendió la marcha extrajo su celular para ver las 10 llamadas perdidas de Rick en la pantalla y los 20 mensajes.

 

 

 


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